Miami, 6 de Diciembre del 2010
Las restricciones a estadounidenses y residentes, prohibiéndoles viajar a Cuba, fueron sancionadas nuevamente en el Congreso de Estados Unidos.
A pesar que, de acuerdo a múltiples encuestas, los estadounidenses se oponen a las restricciones de viajes, las Comisiones del Senado, descartaron toda posibilidad de permitir que los ciudadanos y residentes de Estados Unidos viajen a la Isla.
Todos los años se discute eliminar tales restricciones, pero este año las expectativas fueron superiores, toda vez que existieron fuertes presiones por parte de empresarios y agricultores estadounidenses.
Quienes se oponen plantean que el levantamiento de esas prohibiciones de viaje, significaría favorecer la economía cubana que según ellos, está en un punto crítico y al borde del colapso.
Se asume que con ese planteamiento estarían implicando que la solución es ahogar la economía de ese país, sin importar las consecuencias que eso tendrá en la población cubana. Más allá de este significado, el contenido de semejante pensamiento implica que esos grupos de presión opuestos al gobierno cubano, desconfían hasta dónde una economía cubana, revitalizada con los nuevos planes de ajuste al sistema que dicho gobierno parece haber emprendido, podría crecer y contribuir a la transformación de las superestructuras políticas. Si esto fuese así, la posición de estos grupos estaría en contradicción con cualquier principio democrático que implique aceptar el pensamiento y la conducta ajena, especialmente cuando esos pensamientos y las prácticas que de ellos se deriven, contribuyan al mejoramiento de las colectividades.
Es alarmante observar lo contradictorio de esas ideas con las prácticas democráticas usuales, porque el discurso que usan quienes se oponen al gobierno de La Habana, se basa en la ausencia de democracia en la Isla. Curiosamente estas personas, al menos las más destacadas públicamente, proceden de la dictadura que dio lugar al triunfo insurrecto cubano de 1959 y controlan varios puestos del Congreso en Estados Unidos.
Entre otras cosas, a lo largo de los años, aun desde sus posiciones democráticas y supuestamente representativas de un país cumplidor de las leyes, han atizado la insurrección, la rebelión, el magnicidio y otras formas de oposición que el tiempo ha dejado para el recuerdo, pero que no ha sido igual para ciertas mentalidades congeladas en un instante del pasado lejano.
Mientras el mundo se ha transformado, sin cambiar esencialmente, asumiendo un pensamiento crítico pero con menor injerencia en los asuntos ajenos, estas personas se abroquelan en viejos esquemas. La dinámica creada por estos contrapuestos, en relación al mundo en general, incluyendo los países que se han preparado para alcanzar niveles de producción que les permita organizar el socialismo de manera definitiva y eficiente, repercuten en Cuba, donde se mimetizan o se emplean, hábitos similares. Ya sea como mecanismo de defensa, o como respuesta a las agresiones y al temor a las gestiones de esos grupos o ya sea por la fuerza de una gravedad que estimuló criterios improvisados ante la falta de recursos, las razones últimas de los ajustes anunciados para permitir la continuación del proyecto social, tampoco parecen ser muy claros. Sobre todo no explican cómo ayudará al salto de una mejor eficiencia y sobre todo a un aumento de la producción.
Aprovechados de esa situación, los grupos representativos del batistato, aumentan sus presiones en Washington, donde existe una reiterada voluntad de no ceder ni un ápice en relación a una disminución de las medidas que dan lugar a altas tensiones entre los dos países.
No hay dudas que la agresión, la única que ha existido en esta historia, es la de Estados Unidos a Cuba. No sólo diplomática y también basada en sanciones, sino directa y militar en algunos casos. Estados Unidos es el único país que en el Siglo pasado y en el presente, está autorizado por el resto del mundo, para desembarcar tropas, tomar aeropuertos y matar, juzgar y condenar gobiernos. Cuba no ha sido ajena a estas prácticas, aunque sí la única que las ha resistido y prevalecido sobre ellas. El costo ha sido de enormes proporciones para la ciudadanía.
La reiterada política estadounidense en contra de Cuba se materializa nuevamente en la última discusión alrededor de suspender las sanciones que limitan a sus ciudadanos y residentes viajar a la Isla.
Aunque la suspensión de semejantes sanciones, no significarían una mejora sustancial de los niveles económicos actuales existentes en Cuba, su eliminación resultaría en un aumento porcentual del nivel de vida de su población.
Por encima de ese beneficio, dicha medida relajaría las tensiones que mantienen a muchas fuerzas del poder temerosas de que pueda resurgir un pasado que fue implacable en sus ataques materiales y en la realización de infames labores de zapa, la mayoría de las cuales condujeron a la muerte de miles de inocentes.
Quienes abogan, sostienen y contribuyen, a la continuación de medidas que han resultado inoperantes para derrocar el poder representativo del proyecto social cubano, conocen el inmovilismo que provoca en muchos cualquier señal que recuerde los fantasmas del pasado.
La confianza, para ese sector, de que políticas semejantes pueden frenar cualquier noble propósito que muchos alberguen en Cuba, son el fondo que justifica la reiteración de todo tipo de sanciones o amenazas formales, aun cuando no puedan por sí solas derrocar ese poder.
Fuente: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Las restricciones a estadounidenses y residentes, prohibiéndoles viajar a Cuba, fueron sancionadas nuevamente en el Congreso de Estados Unidos.
A pesar que, de acuerdo a múltiples encuestas, los estadounidenses se oponen a las restricciones de viajes, las Comisiones del Senado, descartaron toda posibilidad de permitir que los ciudadanos y residentes de Estados Unidos viajen a la Isla.
Todos los años se discute eliminar tales restricciones, pero este año las expectativas fueron superiores, toda vez que existieron fuertes presiones por parte de empresarios y agricultores estadounidenses.
Quienes se oponen plantean que el levantamiento de esas prohibiciones de viaje, significaría favorecer la economía cubana que según ellos, está en un punto crítico y al borde del colapso.
Se asume que con ese planteamiento estarían implicando que la solución es ahogar la economía de ese país, sin importar las consecuencias que eso tendrá en la población cubana. Más allá de este significado, el contenido de semejante pensamiento implica que esos grupos de presión opuestos al gobierno cubano, desconfían hasta dónde una economía cubana, revitalizada con los nuevos planes de ajuste al sistema que dicho gobierno parece haber emprendido, podría crecer y contribuir a la transformación de las superestructuras políticas. Si esto fuese así, la posición de estos grupos estaría en contradicción con cualquier principio democrático que implique aceptar el pensamiento y la conducta ajena, especialmente cuando esos pensamientos y las prácticas que de ellos se deriven, contribuyan al mejoramiento de las colectividades.
Es alarmante observar lo contradictorio de esas ideas con las prácticas democráticas usuales, porque el discurso que usan quienes se oponen al gobierno de La Habana, se basa en la ausencia de democracia en la Isla. Curiosamente estas personas, al menos las más destacadas públicamente, proceden de la dictadura que dio lugar al triunfo insurrecto cubano de 1959 y controlan varios puestos del Congreso en Estados Unidos.
Entre otras cosas, a lo largo de los años, aun desde sus posiciones democráticas y supuestamente representativas de un país cumplidor de las leyes, han atizado la insurrección, la rebelión, el magnicidio y otras formas de oposición que el tiempo ha dejado para el recuerdo, pero que no ha sido igual para ciertas mentalidades congeladas en un instante del pasado lejano.
Mientras el mundo se ha transformado, sin cambiar esencialmente, asumiendo un pensamiento crítico pero con menor injerencia en los asuntos ajenos, estas personas se abroquelan en viejos esquemas. La dinámica creada por estos contrapuestos, en relación al mundo en general, incluyendo los países que se han preparado para alcanzar niveles de producción que les permita organizar el socialismo de manera definitiva y eficiente, repercuten en Cuba, donde se mimetizan o se emplean, hábitos similares. Ya sea como mecanismo de defensa, o como respuesta a las agresiones y al temor a las gestiones de esos grupos o ya sea por la fuerza de una gravedad que estimuló criterios improvisados ante la falta de recursos, las razones últimas de los ajustes anunciados para permitir la continuación del proyecto social, tampoco parecen ser muy claros. Sobre todo no explican cómo ayudará al salto de una mejor eficiencia y sobre todo a un aumento de la producción.
Aprovechados de esa situación, los grupos representativos del batistato, aumentan sus presiones en Washington, donde existe una reiterada voluntad de no ceder ni un ápice en relación a una disminución de las medidas que dan lugar a altas tensiones entre los dos países.
No hay dudas que la agresión, la única que ha existido en esta historia, es la de Estados Unidos a Cuba. No sólo diplomática y también basada en sanciones, sino directa y militar en algunos casos. Estados Unidos es el único país que en el Siglo pasado y en el presente, está autorizado por el resto del mundo, para desembarcar tropas, tomar aeropuertos y matar, juzgar y condenar gobiernos. Cuba no ha sido ajena a estas prácticas, aunque sí la única que las ha resistido y prevalecido sobre ellas. El costo ha sido de enormes proporciones para la ciudadanía.
La reiterada política estadounidense en contra de Cuba se materializa nuevamente en la última discusión alrededor de suspender las sanciones que limitan a sus ciudadanos y residentes viajar a la Isla.
Aunque la suspensión de semejantes sanciones, no significarían una mejora sustancial de los niveles económicos actuales existentes en Cuba, su eliminación resultaría en un aumento porcentual del nivel de vida de su población.
Por encima de ese beneficio, dicha medida relajaría las tensiones que mantienen a muchas fuerzas del poder temerosas de que pueda resurgir un pasado que fue implacable en sus ataques materiales y en la realización de infames labores de zapa, la mayoría de las cuales condujeron a la muerte de miles de inocentes.
Quienes abogan, sostienen y contribuyen, a la continuación de medidas que han resultado inoperantes para derrocar el poder representativo del proyecto social cubano, conocen el inmovilismo que provoca en muchos cualquier señal que recuerde los fantasmas del pasado.
La confianza, para ese sector, de que políticas semejantes pueden frenar cualquier noble propósito que muchos alberguen en Cuba, son el fondo que justifica la reiteración de todo tipo de sanciones o amenazas formales, aun cuando no puedan por sí solas derrocar ese poder.
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