Ernesto Che Guevara
(1928-1967)
Sumario:
Un niño asmático
Hacia Sierra Maestra
Ejemplo imborrable de honestidad y entrega
Internacionalista de primera línea
La traición revisionista
Guerrilla en el corazón de Latinoamérica
La venganza guerrillera
Un niño asmático
Ernesto Guevara nació en Rosario (Argentina) el 14 de mayo de 1928, hijo de un acomodado arquitecto, Rafael Ernesto Guevara Lynch, y Celia de la Serna y de la Llosa. Era el mayor de cinco hermanos. Por su marcado acento argentino y el empleo continuo de esta interjección derivada del guaraní, se le conoció como El Che. Su madre fue una ardiente luchadora que falleció de cáncer en Buenos Aires el 18 de mayo de 1967, poco antes de su hijo.
A consecuencia de un accidente, padeció asma desde su infancia, lo que obligó a sus padres a continuos cambios de residencia en busca de climas más benévolos, hasta instalarse en la ciudad de Alta Gracia, cerca a Córdoba.
El 29 de diciembre de 1951, realizó junto a su amigo Alberto Granados uno de sus sueños: partir de viaje por el continente suramericano en una motocicleta, con un interés arqueológico y profesional. La moto en la que viajaban ambos amigos se acabó rompiendo y, para continuar, tuvieron que trabajar como transportadores de mercancías, hombreadores de bolsas, marineros, polizontes, médicos y hasta de fregadores de platos. Conoce a la gente de pueblo y sus miserias. Atiende un hospital para leprosos cerca a Iquitos, en la frontera con Colombia. El Che entendía que la solidaridad sitúa al médico en función de servicio al pueblo, obligándole a mejorar las condiciones sanitarias de las masas oprimidas.
Realizó estudios de Reforma Agraria, explotación y subdesarrollo, convirtiéndose en un observador atento del fenómeno latinoamericano. Comprendió la miseria, la explotación obrera y minera, el atraso de los campesinos, de los indios, a los cuales se contrapone el lujo de los explotadores, de los saqueadores, que engañan a las masas.
Viajó también a Colombia pero fue deportado a Venezuela el 14 de julio de 1952.
Regresa a Buenos Aires en agosto de 1952 y se enfrasca una vez más en los estudios de la carrera de Medicina. Aprueba 14 asignaturas en seis meses, que le permiten obtener el título de Doctor en Medicina y Cirugía el 11 de abril de 1953 en la Universidad Nacional de Buenos Aires y tituló como Médico Dermatólogo.
El 7 de julio de 1953 se despide otra vez de su familia en la Estación Retiro del Ferrocarril Central de Buenos Aires. Inicia su segundo viaje por los países de Sur y Centro América, esta vez en compañía de Carlos Ferrer. En pocos días arriba a la Paz, capital de Bolivia. Se encuentra con el ascenso al poder del Movimiento Nacionalista Revolucionario que llevó a aquel país un despertar de cambios sociales. Su estancia allí fue muy significativa en su formación revolucionaria. Se decretó la Reforma Agraria, viéndose envuelto por los gritos revolucionarios de un pueblo que acababa de derribar a la oligarquía nacional. Ésta fue, acaso, la primera escuela donde el Che aprendió a respirar la pólvora de la revolución. Catorce años después volvería a combatir por la libertad en este mismo territorio.
En diciembre de 1953 llega a Guatemala para colaborar con la Agencia de la Reforma Agraria de Jacobo Arbenz. Allí conoce a Hilda Gadea Ontalia, con quien se casaría luego cerca de ciudad de México, el 18 de agosto de 1955, siendo apadrinado por Raúl Castro. Hilda, era una exiliada del Partido Aprista Peruano, con el que rompió para ingresar en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria. El Che nunca había militado en partidos políticos en su país y fue ella quien inició al Che en la lectura sistemática de teoría política y lo orientó hacia el comunismo. Hilda tuvo una hija con el Che, pero ambos se divorciaron posteriormente.
Al ser derrocado Jacobo Arbenz por los imperialistas el 27 de junio de 1954, el Che tuvo que refugiarse durante dos meses en la embajada de su país.
De allí viajó a México como Reportero Gráfico del Servicio Latinoamericano de Noticias, donde conoció a Fidel Castro en agosto de 1955, comprometiéndose con él en el proyecto de liberar a Cuba del régimen de Batista.
El Che realizó en México investigaciones médicas en el Laboratorio del Instituto Nacional de Cardiología como empleado del Hospital General, y como profesor de la Universidad Nacional.
El Che y los hermanos Castro se entrenaron juntos cerca de la ciudad de México en una Escuela Clandestina de Guerrilla dirigida por el general Alberto Bayo, que había luchado durante la guerra civil española con el grado de coronel del Ejército Republicano.
En 1956 fue detenido y permaneció durante 57 días en la cárcel de Miguel Schultz, al ser denunciadas las actividades en el centro de entrenamiento de los guerrilleros.
Hacia Sierra Maestra
Desde México parten 82 guerrilleros a bordo del yate Granma el 25 de noviembre de 1956 y, 48 horas más tarde, desembarcan en Cuba a pesar del bombardeo de un avión de la marina. El 5 de diciembre fueron de nuevo localizados y atacados por aire y tierra. El Che es herido levemente en el pecho y en el cuello. Los 17 hombres que sobreviven se internan en Sierra Maestra y únicamente 12 se reúnen después de interminables sufrimientos en el punto convenido previamente.
El 17 de enero de 1957 el Che mantiene su primer combate, donde se distingue por su audacia y su valentía. Luego, en todas las acciones demostró el mismo temple, el mismo carácter tenaz y porfiado, siempre al frente de sus hombres, compartiendo sus mismas privaciones.
Los guerrilleros lograron reunir con los campesinos una fuerza superior a los 500 hombres que, en mayo de 1958, después de 70 días de lucha, derrotan a 10.000 soldados sostenidos por la aviación, la artillería y la marina. Asediados y perseguidos, pero aplicando siempre la táctica guerrillera, recorren 300 kilómetros entre fangales, arrozales, cañaverales y ríos desbordados, hasta llegar al centro de la isla en septiembre de 1958. A medida que avanzan, los guerrilleros inician una tarea política que logra afianzarlos entre las masas.
La guerrilla supo también combinarse con el movimiento de masas. A fines de 1958 estalló una huelga general que dio la punilla al régimen de Batista el último día de 1958: los guerrilleros entraron triunfantes en La Habana.
La revolución inició la Reforma Agraria, predicada por el Che como la base de la industrialización del país. Se inició igualmente la diversificación del comercio exterior, la elevación del nivel de vida del pueblo para alcanzar la liberación de la economía nacional. Se procedió también a la recuperación de importantes intereses extranjeros y, sobre todo, se erradicó el analfabetismo: un millón de cubanos aprendieron a leer y escribir gracias a la revolución.
El 4 de julio de 1959 el Che se casó de nuevo con Aleyda March de la Torre, maestra de escuela a quien había conocido en la lucha clandestina y con la que tuvo cuatro hijos.
Fue nombrado Presidente del Banco Nacional el 26 de noviembre de 1959 y su firma menuda pero ascendente sobre los billetes de banco la estampaba sencillamente como Che: Si la ‘libre empresa’ consiste en que algunos aprovechados gocen del dinero completo de la nación -dijo entonces- este gobierno está contra la ‘libre empresa’.
El 23 de febrero de 1961 es nombrado Ministro de Industria y, poco después, el 7 de octubre, Jefe del Instituto de Reforma Agraria.
En otros continentes los países neocoloniales iniciaron entonces distintos movimientos de liberación lo cual lleva al Che a preocuparse por esta nueva situación y viajar al extranjero: Egipto, Japón, Indonesia, Ceilán, Paquistán, Checoslovaquia, Unión Soviética, China Popular, Sudán, Marruecos, Yugoslavia, Corea del norte, Alemania oriental...
Ejemplo imborrable de honestidad y entrega
Cuando el ataque a Playa Girón, el Che dirigió las fuerzas que repelieron el desembarco de 1.500 mercenarios imperialistas después de tres días de combates.
También durante la crisis de octubre a noviembre de 1962 con la instalación de proyectiles soviéticos para la protección de Cuba, asumió el mando de una región militar.
Devoraba la poesía del chileno Pablo Neruda y la literatura marxista, distinguiéndose, además, por su extraordinaria cultura en historia, filosofía, sicología y arte. Escribía también sin descanso con un estilo personal e interesante, en forma clara y sencilla para que el pueblo recogiera sus experiencias y sus enseñanzas recopiladas en obras como: Pasajes de la Guerra Revolucionaria, Guerra de Guerrillas, Artículos Teóricos sobre la construcción del socialismo y su Diario de Bolivia.
Mantenía estrecho contacto con los centros de trabajo. Los visitaba, conversaba con los obreros, campesinos y estudiantes. Analizaba con ellos los problemas que se les pudieran presentar; iba a las minas a trabajar con los mineros, o a los cañaverales a participar en la zafra, o se dirigía a las construcciones o centros de educación sin formalismos de ninguna clase. Los domingos marchaba a los muelles a charlar con los estibadores portuarios.
Dejó instaladas muchas fábricas y Comunas de Trabajo. Seguía la política del ejemplo y, extrayendo de la acción la teoría, puso en marcha una verdadera pedagogía revolucionaria llegando directamente a lo más hondo: al corazón de las masas de obreros y campesinos, que aún recuerdan cada una de sus palabras con gran emoción y lágrimas en los ojos.
No gustaba de honores personales, jamás aceptó privilegio material alguno y atacó siempre el burocratismo. Todas estas cualidades singulares de su vida son un ejemplo a seguir para todos los militantes revolucionarios. En una carta a sus hijos les decía: Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario.
Internacionalista de primera línea
Era requerido en toda delegación y para muchas conferencias, entrevistas y reuniones internacionales. Representó a Cuba en la Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo, celebrada en Ginebra en marzo de 1964. También estuvo en la Organización de las Naciones Unidas como portavoz extraordinario del Tercer Mundo. Asistió como representante de Cuba a la XIX Asamblea General de las Naciones Unidas, en diciembre de 1964.
En su discurso el 24 de febrero de 1965 en el Seminario Económico de Solidaridad Afroasiática, reunido en Argel, criticó duramente a la Unión Soviética. Fidel montó en cólera porque hablaba como delegado de Cuba y los soviéticos se enfurecieron aún más por el contenido del discurso.
Tras regresar de Argel el 14 de marzo de 1965, renunció a todos sus cargos públicos e incluso a la ciudadanía cubana. No podía permanecer sentado en un sillón y, secretamente, comienza a preparar un nuevo movimiento guerrillero.
En principio este nuevo movimiento contaba con una cierta forma de apoyo por parte de la Unión Soviética. Aunque los revisionistas ya habían caído en la claudicación, pretendían utilizar a los movimientos guerrilleros como instrumento de presión para sus propios intereses, para negociar con Estados Unidos, aún a costa de traicionar luego a los combatientes y abandonarlos a su suerte.
El relanzamiento de la guerrilla en Latinoamérica interesaba también a Cuba, ya que dispersaba las fuerzas de Estados Unidos e impedía que se concentraran en el bloqueo a la isla. En aquellos momentos aún no era absoluta la sintonía de los revolucionarios cubanos con los soviéticos. El Che ya había tenido divergencias con ellos en la forma de construcción del socialismo y no se sentía cómodo con los técnicos que enviaban.
El Che salió de La Habana el 25 de abril de 1965 y durante seis meses dirigió la formación de las fuerzas guerrilleras en el Congo al lado de Gastón Soumialot, Pierre Mulele y Laurent Kabila. Su misión era formar cuerpos de guerrillas para el Consejo Nacional de la Revolución del Congo, que luchaba contra Moisés Tshombé, pelele del imperialismo.
El Che no era congoleño ni tampoco había nacido en Cuba, pero su limpia conciencia no le permitía soportar los crímenes imperialistas, no importa el lugar donde se cometieran: el proletariado no tiene patria, había dejado escrito Marx. Por eso su nombre es apreciado con cariño y respeto por tantos pueblos del mundo. Su figura es gigante, uno de los puntos focales del espíritu revolucionario de todos los pueblos. Acudió donde le reclamaba su deber, ejemplo auténtico de internacionalismo proletario, convirtiéndose, junto a Mao Zedong y Giap, en el estandarte más conocido de la lucha guerrillera. Esta significación profunda del internacionalismo del Che llama a la unidad de los pueblos contra el imperialismo, para lo cual consideraba imprescindible dividir al imperialismo desatando la revolución por todas partes. Su consigna fue siempre Crear uno, dos, tres... mil Vietnam, siguiendo la consigna que Mao tomó de la guerra civil española para combatir a los imperialistas japoneses: Crear uno, dos, tres... mil Madrid.
La traición revisionista
El objetivo era prender la llama revolucionaria en Latinoamérica. Los Andes serían la Sierra Maestra de la liberación continental. Para el Che Bolivia es un país potencialmente revolucionario que selecciona no para crear un foco guerrillero, sino todo un movimiento continental. Situado en el corazón de América del sur, con fronteras con Brasil, Perú, Chile, Argentina y Paraguay, Bolivia es el quinto país del continente en extensión territorial y tiene pocas vías de comunicación con el exterior. En el interior del país, existían sólo dos carreteras. Con más de un millón de kilómetros cuadrados, una buena parte del territorio posee un relieve accidentado, favorable a la guerra irregular. Tenía entonces alrededor de cinco millones de habitantes y la mayor densidad de población estaba entre el Altiplano y el Valle.
En los años 60 América Latina estaba estremecida por la onda expansiva de la revolución cubana, victoriosa además en Bahía de Cochinos frente a Estados Unidos y, en menor medida, por la revolución cultural china. En todo el continente la consigna es lucha armada, guerrilla. Todo un conjunto de nuevos movimientos revolucionarios nacen y se refuerzan.
La revolución cubana y la guerrilla también sacudieron a los comunistas bolivianos. El Partido Comunista de Bolivia se había manifestado favorable a la guerra de guerrillas. A mediados de 1965, cuando algunos militantes jóvenes, que por entonces estudiaban en La Habana, solicitaron al dirigente del Partido Jorge Kolle Cueto autorización para seguir un entrenamiento guerrillero, éste, a la sazón segundo secretario del Partido Comunista de Bolivia, no vaciló en darles su consentimiento, al igual que el Secretario General, Mario Monje Molina, quien se comprometió con Fidel Castro para iniciar en breve plazo la lucha armada en Bolivia.
En la misma Cuba comenzó el entrenamiento de los guerrilleros bolivianos. Una vez que los jóvenes concluyeron su capacitación en el campamento guerrillero, Monje se apresuró a celebrar un pacto de sangre con ellos, consistente en pincharse la vena y dejar gotear la sangre al suelo, jurando combatir por la liberación del país hasta vencer o morir. Cuando le informaron a Monje que el mismo Che Guevara comandaría la guerrilla, exclamó: Con el Che combatiré donde quiera pudiera ser. Era falso. Primero pretendió disputarle al Che la dirección de la guerrilla; luego, al enterarse de que la lucha asumiría una proyección internacional, torció el gesto.
Los revisionistas que se habían hecho con la dirección del Partido Comunista de Bolivia traicionaron a la guerrilla. Monje había prestado su falso consentimiento a la guerrilla, entre otras razones, para frenar a la escisión maoísta que había dividido a su Partido. Cuando el Che estableció el campamento en Ñancahuazú, los ecos de la revolución cultural china habían llegado ya hasta Bolivia, y se había producido una primera escisión maoísta encabezada por Óscar Zamora, que da lugar a la creación del Partido Comunista Marxista-Leninista. Pero Zamora es una versión demagógica y caricaturesca de Monje al servicio de sus propios intereses personales, como el tiempo confirmó con posterioridad. No obstante, en esa escisión interviene un dirigente obrero de prestigio, Moisés Guevara que, a su vez, abandona a Zamora y no sólo se une al Che, sino que arrastra a un grupo de maoístas que, igual que él, también cayeron luchando valientemente en las mismas filas del Che: Casildo Condori Vargas, Raúl Quispaya Choque y Simeón Cuba Sarabia.
Entre los comunistas bolivianos se habían abierto, pues, varias brechas: por un lado los traidores revisionistas y los falsos maoístas como Zamora; por el otro, los comunistas de verdad, heroicos, firmes y entregados hasta el último aliento con el Che, dando un ejemplo de heroísmo inolvidable. Entre ellos cabe destacar a los que murieron empuñando las armas: los hermanos Inti y Coco Peredo, Freddy Maymura Hurtado, Mario Gutiérrez Ardaya, Aniceto Reinaga Gordillo, Antonio Jiménez Tardío, Liorgio Vázquez Viaña (detenido, salvajemente torturado y arrojado desde un helicóptero a la selva), Apolinar Aquino Quispe, Walter Arencibia Ayala, Francisco Huanca Flores, Benjamín Coronado Córdova, Lorgio Vaca Marchetti, Jaime Arana Campero, Julio Luis Méndez Korne, David Adriazola Veizaga y otros.
Entre los traidores que asesinaron al Che hay que contar al Secretario General del Partido Comunista, Mario Monje Molina, y a otros, como Jorge Kolle Cueto y Juan Lechín Oquendo, que era presidente de la Central Obrera Boliviana y fue recompensado por su traición con la vicepresidencia del país años más tarde. Fueron ellos los que ordenaron cortarle al Che los suministros logísticos, de alimentos y medicinas a los que se habían comprometido.
A medida que los preparativos del foco guerrillero llegaban a su fase final, un miedo acosador se apoderó del corazón de los traidores. Monje, que al principio parecía el más intrépido, comenzó a desechar los proyectos que él mismo concibió en Cuba. Envió a Coco Peredo a finales de octubre de 1966 con la misión de transmitir a Inti la orden de poner fin al entrenamiento de los guerrilleros en el campamento. Su propósito era esquivar su compromiso, abandonando a los jóvenes que habían depositado en él su confianza.
El Che penetra en Bolivia en noviembre de 1966, vía Madrid y Sao Paulo, con documentación falsa bajo el seudónimo de Adolfo Mena Gonzáles, de nacionalidad uruguaya y como supuesto enviado especial de la Organización de Estados Americanos. Junto a otros guerrilleros, partió hacia Cochabamba; de allí tomaron la carretera de Santa Cruz, hasta el desvío a Camiri.
Por otra vía, el 12 de noviembre de 1966 Inti Peredo llegó también a Cochabamba y de ahí se marchó hacia El Pincal, junto al río Ñancahuazú, donde su hermano Coco, Rodolfo Saldaña y Jorge Vázquez Viaña habían comprado un terreno vasto, boscoso y accidentado.
En aquella región del Ñancahuazú se instala el primer campamento guerrillero. El Che conoce entonces una zona muy diferente a Sierra Maestra, cuyas condiciones naturales eran desfavorables para desarrollar la lucha. A diferencia de Sierra Maestra, Ñancahuazú presenta cadenas montañosas áridas y riscosas; terrenos desprovistos de árboles frutales y escasos en fauna; ríos caudalosos y senderos que se podían vencer sólo machete en mano; climas sofocantes en verano y fríos y lluviosos en invierno. La supervivencia en esta zona del sudeste boliviano se tornaba en una verdadera odisea. Esta zona oriental es boscosa y remota. No era tampoco una zona muy apropiada desde el punto de vista de su escasa población. La proporción de población por kilómetro cuadrado es mínima, hay zonas donde tal vez la densidad es menos de uno. Sierra Maestra era una región económicamente activa, que permitió al Movimiento 26 de Julio formar una red de colaboradores entre los dirigentes del lugar. En Ñancahuazú, en cambio, aparte de existir regiones que no figuraban en los mapas oficiales, las pequeñas aldeas están poblados por campesinos sin experiencia de lucha que viven en una pobreza extrema. Sus pobladores actuarían como soplones.
De la propia lectura del Diario se desprende que Ñancahuazú sólo es para el Che una base de apoyo, no un área de combate. La guerrilla realizaría sus operaciones en un lugar distante y Ñancahuazú sería la vía de entrada de alimentos, armas, medicinas, así como para recuperar a los combatientes heridos o enfermos. Allí organizó una base de retaguardia, que sirviera como campo de adiestramiento militar, depósito de armas, medicamentos, víveres y, sobre todo, como la primera escuela de cuadros, con aulas al aire libre, donde los guerrilleros más capacitados impartieran lecciones de gramática, aritmética, historia, economía política e idiomas. El Che explicó que los cubanos no estaban en la montaña para hacer la revolución en lugar del pueblo boliviano, sino para ayudar a desencadenar la revolución.
Al tiempo que los guerrilleros se instalaban en el campamento de Ñancahuazú, Jorge Kolle Cueto comentó, como desconociendo el estallido del foco guerrillero, que se gestaba a espaldas del Partido Comunista una acción armada, dirigida por extranjeros y un núcleo de bolivianos, a pesar de haber sido él quien informó en el Congreso del Partido Comunista de Uruguay que en Bolivia se preparaba la lucha armada con proyección continental. Los revisionistas empezaban a encubrir su traición.
Cuando Monje se internó en Ñancahuazú, acompañado de Coco Peredo y Tania, a fines de diciembre de 1966, estaba muy nervioso y, dándoles la mano a los guerrilleros, les saludó fríamente. Discutió la direccion de la guerrilla con el Che; entretanto Inti, que ya estaba seguro de que el PCB no se incorporaría a la lucha, y mucho menos Monje, apuntó en su diario de campaña: Monje me pidió conversar con los compañeros bolivianos. Inmediatamente consulté con el Che para preguntarle si esto era posible. Che contestó afirmativamente. Se inició entonces una reunión dramática, tensa a veces, persuasiva en otros pasajes. A la pregunta de por qué era el desacuerdo, Monje contestó con firmeza: El mando militar es una cuestión de principios para nosotros, tan de principios que el Che no me lo quiere entregar. Por eso nuestro desacuerdo es absoluto [...] Las palabras de Monje nos indignaron -escribió Inti-, sobre todo, cuando calificó al Che de ‘extranjero’, negándole estúpidamente su calidad de revolucionario continental. Pero su vergüenza llegó al extremo cuando nos propuso desertar.
El Che, en un mensaje dirigido a Fidel Castro, evaluó su encuentro con Monje como sigue: Estanislao [Monje] planteó tres puntos para aceptar [que el PCB apoyara la guerrilla y que estuviera dirigida por el Che]: 1. Salir elegantemente de la dirección del partido. 2. Ser el jefe real del movimiento mientras éste tuviera magnitud boliviana. 3. Realizar una gira por América para convencer a los partidos de que se debe apoyar a los movimientos de liberación. Contesté que el 1 y el 3 los solucionara como le pareciera, el 2 no lo podía aceptar.
En su mensaje de 23 de enero de 1967, el Che consideraba ya a Monje como un enemigo, exactamente como al general René Barrientos Ortuño, presidente boliviano de entonces.
El sabotaje de los revisionistas dejó a la guerrilla con sólo 17 combatientes que, sin embargo, no se rindieron. La traición logró lo que no pudieron los 5.000 mercenarios de la contraguerrilla entrenados y equipados por Estados Unidos. Al presentar el diario del Che, Fidel atacó a Monje acusándole de saboteador y traidor, palabras que no sólo se referían a Monje, sino a todos quienes no cumplieron su compromiso. Tiempo después, Fidel Castro repitió sus palabras en la introducción al Diario del Che en Bolivia, donde insistía: Mario Monje, esgrimiendo el título de Secretario del Partido Comunista de Bolivia, pretendió discutir al Che la jefatura política y militar del movimiento, sin tener ninguna experiencia guerrillera ni haber librado jamás un solo combate. Pero Monje, no satisfecho del resultado, se dedicó a sabotear el movimiento, interceptando en La Paz a militantes comunistas bien entrenados que iban a unirse a la guerrilla, hecho que fue criminalmente frustrado por dirigentes incapaces, charlatanes y maniobreros.
A mediados de 1967 se presentó Loyola Guzmán al comité regional de Cochabamba con una nota de Jorge Kolle. Traía la misión de gestionar el refuerzo en hombres a Ñancahuazú. El comité regional, reunido en pleno, acogió con entusiasmo la petición y accedió a ella. Se dijo que había 20 jóvenes dispuestos a partir. Loyola regresó a La Paz, satisfecha de haber cumplido con éxito su misión. Debía en seguida enviar de allí un instructor y guía encargado de conducir al refuerzo a la montaña. Pero al día siguiente mismo llegó de La Paz la contraorden terminante del propio Kolle: el comité regional de Cochabamba no debía mandar un solo hombre a Ñancahuazú. Los camaradas que desearan ir a incorporarse a la guerrilla debían hacerlo por cuenta exclusiva, sin comprometer en lo más mínimo al Partido revisionista.
Guerrilla en el corazón de Latinoamérica
Después de perder algunos combatientes en las aguas del Río Grande, los primeros combates llegaron de manera inesperada el 23 de marzo de 1967, cuando la guerrilla aún no se había asentado. No estaba prevista la posibilidad de un enfrentamiento tan temprano, que se produce a la llegada del Che de una expedición de reconocimiento.
Una vez entablado el primer combate, la guerrilla permanece en la misma zona.
El Che había enviado a Tania a contactar con Ciro Bustos, un argentino que había sido su amigo en la infancia y que había vuelto a ver en La Habana en julio de 1962. Bustos había estado ligado con la guerrilla de Ricardo Masetti.
En marzo de 1967, Tania acompaña al campamento de los guerrilleros a Ciro Roberto Bustos y al francés Régis Debray, un joven periodista francés que viajó varias veces a Cuba e hizo por encargo del Che investigaciones en la fase de preparación de la guerrilla. Ese tipo de misión no formaba parte de la actividad de Tania.
En el campamento esperan unos días a que el Che regresase de la exploración.
La impaciencia de Debray por salir de la zona de peligro fue la causa inmediata del rápido cerco a la guerrilla. Para sacar de allí a Debray y Bustos, el Che divide sus fuerzas en dos grupos, uno bajo su mando y otro a las órdenes de Vitalio Acuña Núñez, Joaquín, que se queda con algunos enfermos en la retaguardia. Esta separación, que iba a ser temporal, se prolonga porque, faltos de medios técnicos de comunicación, ambos grupos no acaban de contactar, lo que obliga al Che a moverse continuamente por esa zona en busca del resto de la unidad.
Mientras esto acontecía en Ñancahuazú, en la montaña, tropas del gobierno boliviano cercan los distritos mineros de Llalagua, Catavi y Huanuni en la noche del 23 de junio de 1967. El ejército boliviano nunca había tenido ese estilo represivo, jamás había practicado las desapariciones y otras técnicas semejantes. Las ráfagas de ametralladora, disparos de mortero y bombardeos asesinaron a 80 mineros y dejaron a más de 100 heridos.
El gobierno decreta la Ley Marcial. Dice que los dirigentes obreros apoyaban económica y militarmente a la guerrilla. Si así hubiera sido, las cosas se hubieran desarrollado de otra forma. Eran los mismos enemigos y las mismos fusiles. Pero lo cierto es que en la ciudad luchaban los mineros y en la montaña los guerrilleros, separados unos de otros. Aislados, ni los guerrilleros ni los mineros podían alcanzar sus objetivos. Fallaba el nexo imprescindible: el Partido Comunista.
La columna de Joaquín es aniquilada el 31 de agosto, pero en un principio el Che no da crédito a la noticia, hasta que la evidencia se impone. Entonces toma la determinación de abandonar la zona y dirigirse hacia el noroeste, hasta llegar a La Higuera.
Los mercenarios del gobierno seguían las huellas de los combatientes. Al salir de La Higuera, el 26 de septiembre, caen tres guerrilleros de la vanguardia en un enfrentamiento. Intentando romper el cerco, el diezmado grupo de 17 guerrilleros llega el 6 de octubre a la quebrada del Churo, a 2.280 metros de altura, donde pasaron la noche bajo un peñasco que tenía la forma de techo. En la tarde del día 7, una campesina cruzó por sus miradas vigilantes, arreando una manada de cabras. Tres guerrilleros la persiguieron hasta su casa y, al caer la noche, constataron que la anciana vivía con una hija paralítica y otra enana. Así que continuaron la marcha quebrada adentro, cruzando sitios sumamente pedregosos, que la avanzada miopía de Juan Pablo Chang, El Chino, hacía cada vez más lenta y fatigosa.
La mañana del domingo 8 de octubre, el viento soplaba helado, provocando escalofríos y entumeciendo las manos. A eso de las 8 de la mañana se escuchó el primer disparo de la compañía. A las 11 el tiroteo era ya intenso; el combate es general con fusilería, metralla y granadas. Junto con otros cinco combatientes, el Che decidió cubrir la retirada del grupo de los que estaban enfermos y, para salvarlos, atrae sobre sí el grueso del fuego enemigo. Un proyectil perfora el cañón de su fusil. A las 15 horas es herido en el antebrazo derecho y, al incorporarse, es herido de nuevo en el muslo izquierdo. Simeón Cuba, Willy, acude en su ayuda y lo arrastra hacia una colina, pero ambos, junto con El Chino, son rodeados por 164 mercenarios armados con cañones que los detienen.
Hecho prisionero, con una herida en la pierna y sin arma, fue conducido con sus dos camaradas a empujones hacia la rústica escuela de La Higuera. Lo sacan al patio para fotografiarlo, donde lo ultrajan.
La captura del guerrillero fue comunicada de inmediato al Presidente de la República, quien, malhumorado por la publicidad que había generado el proceso de Régis Debray, pidió que los generales de las tres fuerzas decidieran el futuro del guerrillero. La votación de los generales fue unánime a favor de la ejecución. Los agentes de la CIA fueron de la misma opinión. El general Alfredo Ovando Candia, a tiempo de dar órdenes a su subalterno, dijo: Liquide a los prisioneros en la forma que sea, pero liquídelos.
Al día siguiente, a primera hora, un helicóptero atestado de militares de alta graduación aterrizó en La Higuera. Andrés Selich fue el primero en interrogar al Che. El militar le aventó un golpe en la cara y el Che le escupió a los ojos. Seguidamente, los mismos autores de la masacre en las minas, subieron al helicóptero y se ausentaron hacia la sede de gobierno. Pasado el mediodía, los asesinos cumplieron las órdenes. Un cabo y un teniente entraron en el aula donde estaban el Chino y Willy. Se plantaron cerca de la puerta y apuntaron sus M-1 respectivamente. ¡De cara a la pared!, ordenó el teniente. Si usted me va a matar, quiero verlo, replicó Willy. A los pocos segundos, una descarga de fuego desplomó a los dos guerrilleros.
El coronel Zenteno Anaya, protagonista principal del Churo, transmitió las órdenes de asesinarlo. El suboficial Mario Terán, borracho, ultimó al Che: Dudé 40 minutos antes de ejecutar la orden -confesó-. Me fui a ver al coronel Pérez con la esperanza de que la hubiera anulado. Pero el coronel se puso furioso. Así es que fui. Ése fue el peor momento de mi vida. Cuando llegué, el Che estaba sentado en un banco. Al verme dijo: ‘Usted ha venido a matarme’. Yo me sentí cohibido y bajé la cabeza sin responder. Entonces me preguntó: ‘¿Qué han dicho los otros?’ Le respondí que no habían dicho nada y él contestó: ‘¡Eran unos valientes!’ Yo no me atreví a disparar. En ese momento vi al Che grande, muy grande, enorme. Sus ojos brillaban intensamente. Sentía que se echaba encima y cuando me miró fijamente, me dio un mareo. Pensé que con un movimiento rápido el Che podría quitarme el arma. ‘¡Póngase sereno -me dijo- y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!’ Entonces di un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé la primera ráfaga. El Che, con las piernas destrozadas, cayó al suelo, se contorsionó y empezó a regar muchísima sangre. Yo recobré el ánimo y disparé la segunda ráfaga, que lo alcanzó en un brazo, en el hombro y en el corazón. Ya estaba muerto.
Le cortaron las dos manos y su cuerpo fue sepultado en un lugar desconocido. Sus documentos pasaron de su mochila a un cajón de zapatos, que depositaron en la caja fuerte del Alto Mando Militar Boliviano, clasificado como secreto militar, su fusil fue a dar a manos del coronel Zenteno Anaya, su reloj Rolex a la muñeca del coronel Andrés Selich y la pipa al bolsillo del sargento Bernardino Huanca.
El gobierno cubano logró hacerse con una copia del diario del Che en Bolivia y lo publicó, desarmando las vergonzosas maquinaciones de la CIA, que había tratado de venderlo a varias editoriales (naturalmente manipulado) casi por un millón de dólares.
Hasta la fecha únicamente en territorio boliviano se han encontrado 12 restos de los 35 combatientes que murieron en 1967 en la guerrilla boliviana. La fosa del Che no fue encontrada hasta el 28 de junio de 1995 con la dentadura perfecta, con la luz de tu sonrisa, como le cantara Carlos Puebla.
Los restos exhumados fueron recibidos en Cuba con 21 salvas de cañón y desde el 17 de octubre de 1997 reposan en un mausoleo construido en la plaza que lleva su nombre en la ciudad de Santa Clara, la misma que él había tomado al asalto.
La venganza guerrillera
Un grupo de cuatro guerrilleros logran huir. Los combates continuaron en unas condiciones cada vez más difíciles. El 12 de octubre son localizados por el ejército y asesinados.
Otra pequeño grupo de seis combatientes, al mando de Inti Peredo, también logró huir. Finalmente, el grupo queda en cinco, ya que uno de ellos, Ñato Méndez cae cerca de la carretera Cochabamba-Santa Cruz. Los demás logran romper el cerco y salir de la región. Son recogidos por simpatizantes y se refugian en Cochabamba. Algunos pasan a Chile pero otros se quedaron luchando en Bolivia.
Muchos de los mercenarios que se enfrentaron a la guerrilla perecieron luego ajusticiados por la Brigada Internacional Ernesto Che Guevara.
El coronel Andrés Salich fue ejecutado en 1971 por la revolucionaria germano-boliviana Mónica Erlt, cuando ocupaba el cargo de Cónsul de Bolivia en Hamburgo, Alemania.
El coronel Roberto Quintanilla, Jefe del Departamento de Inteligencia del Ministerio de Asuntos Interiores y que dirigió la liquidación de Inti Peredo y de David Darío Adriásola en La Paz, fue recompensado con el cargo de Cónsul de Bolivia en Hamburgo; hasta allí llegó la Brigada Internacional y lo ejecutó en abril de 1971.
El general Joaquín Zenteno Anaya, fue ejecutado en París el 11 de mayo de 1976; ocupaba el cargo de embajador de Bolivia en Francia desde 1973.
El general Juan José Torres, exiliado en Buenos Aires, fue allí mismo ejecutado el 2 de junio de 1976; su cadáver fue encontrado cerca de San Andrés de Gilles a un centenar de kilómetros de Buenos Aires, después de haber sido secuestrado el día anterior.
Mientras, la leyenda del Che crecía por momentos por todo el mundo. No se basaba en teorías, en papeles. Él decía: Teorizar lo hecho, estructurar y generalizar la experiencia para el aprovechamiento de otros, es nuestra tarea del momento. De la Guatemala de Jacobo Arbenz de 1954, su primera experiencia política concreta, reconoce la agresión imperialista y deduce la inevitabilidad de la lucha armada. Estas concepciones son reforzadas y precisadas por su experiencia directa en Sierra Maestra, de donde deduce que la guerra de guerrillas es la forma concreta que adoptará su estrategia de lucha armada, confirmada más adelante por el conocimiento de la revolución China y la invasión norteamericana a Santo Domingo en 1965, de donde infiere que la guerra será popular y prolongada.
Su estrategia va más allá de Argentina y de Cuba. Define el carácter continental de la revolución latinoamericana y propone, además, la organización de un frente mundial para enfrentar al imperialismo.
Su obra está estrechamente emparentada con la Mariátegui. También para el Che la revolución latinoamericana era al mismo tiempo democrática, de liberación nacional y socialista.
Siempre demostró una firmeza de principios inquebrantable; se le consideraba incorruptible y de una falta completa de egoísmo. Era capaz de privarse de cualquier cosa; fue un revolucionario de una integridad moral absoluta, de un gran espíritu de sacrificio, un verdadero revolucionario, en suma, guiado por una clara conciencia comunista.
La sangre de ningún luchador no se derrama en vano. Es la más fecunda de las semillas y por cada uno que cae se levantan cien. La epopeya de Ñanzahuazú inscribió una página señera en la historia de la humanidad. Aquella lucha sacudió la conciencia universal y movilizó a las juventudes del mundo entero. Se fortaleció la conciencia revolucionaria, se hizo más tenaz la resistencia antimperialista. Su ejemplo tuvo continuaciones heroicas en todas las latitudes. En su Mensaje a la Tricontinental el Che había dicho: Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo... En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ese nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oido receptivo y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas.
Nosotros, los comunistas españoles hemos escuchado ese mensaje y el ejemplo del Che es el espejo en el que nos miramos cada día al levantarnos. Seguimos sobre la misma senda que el Che abrió en la maleza más umbría. Él era un revolucionario de una pieza, absolutamente entregado a la causa de los oprimidos; no conocía fronteras y al enemigo combatía allá donde se encontrara. Fidel le dedicó unas palabras inolvidables:
Si queremos expresar cómo aspiramos que sean nuestros combatientes revolucionarios, nuestros militantes, nuestros hombres, debemos decir sin vacilación de ninguna índole: ¡que sean como el Che! Si queremos expresar cómo deseamos que se eduquen nuestros niños, debemos decir sin vacilación: ¡queremos que se eduquen en el espíritu del Che! Si queremos un modelo de hombre, un modelo de hombre que no pertenece a este tiempo, un modelo de hombre que pertenece al futuro, ¡de corazón digo que ese modelo sin una sola mancha en su actuación, ese modelo es el Che! Si queremos expresar cómo deseamos que sean nuestros hijos, debemos decir con todo el corazón de vehementes revolucionarios: ¡queremos que sean como el Che!
Sí: otra mano se tendió para empuñar el arma que él tuvo que dejar. Por un momento alguien ocupó su enorme vacío, y por eso la guerrilla es invencible: siempre hay algún explotado en el mundo, algún oprimido que está dispuesto a tomar el relevo.
El Che no soportaba los llantos y las lágrimas. Toda su lucha estaba dirigida a abrir camino, a forjar un ejemplo: él exigió de nosotros que siguiéramos adelante con la lucha que él había iniciado:
Mañana, cuando yo muera
no me vengáis a llorar.
Nunca estaré bajo tierra:
¡Soy viento de libertad!
Hoy son muchos los que llevan sus pegatinas y sus emblemas, pero ¿cuántos hay dispuestos a entregar su vida por la revolución socialista siguiendo su ejemplo?
Que no te quepa duda: hoy aquí en España el Che te exigiría ¡¡¡ pásate a la resistencia !!! ¿A qué esperas?
* Elaborada por el PCE(r)
(1928-1967)
Sumario:
Un niño asmático
Hacia Sierra Maestra
Ejemplo imborrable de honestidad y entrega
Internacionalista de primera línea
La traición revisionista
Guerrilla en el corazón de Latinoamérica
La venganza guerrillera
Un niño asmático
Ernesto Guevara nació en Rosario (Argentina) el 14 de mayo de 1928, hijo de un acomodado arquitecto, Rafael Ernesto Guevara Lynch, y Celia de la Serna y de la Llosa. Era el mayor de cinco hermanos. Por su marcado acento argentino y el empleo continuo de esta interjección derivada del guaraní, se le conoció como El Che. Su madre fue una ardiente luchadora que falleció de cáncer en Buenos Aires el 18 de mayo de 1967, poco antes de su hijo.
A consecuencia de un accidente, padeció asma desde su infancia, lo que obligó a sus padres a continuos cambios de residencia en busca de climas más benévolos, hasta instalarse en la ciudad de Alta Gracia, cerca a Córdoba.
El 29 de diciembre de 1951, realizó junto a su amigo Alberto Granados uno de sus sueños: partir de viaje por el continente suramericano en una motocicleta, con un interés arqueológico y profesional. La moto en la que viajaban ambos amigos se acabó rompiendo y, para continuar, tuvieron que trabajar como transportadores de mercancías, hombreadores de bolsas, marineros, polizontes, médicos y hasta de fregadores de platos. Conoce a la gente de pueblo y sus miserias. Atiende un hospital para leprosos cerca a Iquitos, en la frontera con Colombia. El Che entendía que la solidaridad sitúa al médico en función de servicio al pueblo, obligándole a mejorar las condiciones sanitarias de las masas oprimidas.
Realizó estudios de Reforma Agraria, explotación y subdesarrollo, convirtiéndose en un observador atento del fenómeno latinoamericano. Comprendió la miseria, la explotación obrera y minera, el atraso de los campesinos, de los indios, a los cuales se contrapone el lujo de los explotadores, de los saqueadores, que engañan a las masas.
Viajó también a Colombia pero fue deportado a Venezuela el 14 de julio de 1952.
Regresa a Buenos Aires en agosto de 1952 y se enfrasca una vez más en los estudios de la carrera de Medicina. Aprueba 14 asignaturas en seis meses, que le permiten obtener el título de Doctor en Medicina y Cirugía el 11 de abril de 1953 en la Universidad Nacional de Buenos Aires y tituló como Médico Dermatólogo.
El 7 de julio de 1953 se despide otra vez de su familia en la Estación Retiro del Ferrocarril Central de Buenos Aires. Inicia su segundo viaje por los países de Sur y Centro América, esta vez en compañía de Carlos Ferrer. En pocos días arriba a la Paz, capital de Bolivia. Se encuentra con el ascenso al poder del Movimiento Nacionalista Revolucionario que llevó a aquel país un despertar de cambios sociales. Su estancia allí fue muy significativa en su formación revolucionaria. Se decretó la Reforma Agraria, viéndose envuelto por los gritos revolucionarios de un pueblo que acababa de derribar a la oligarquía nacional. Ésta fue, acaso, la primera escuela donde el Che aprendió a respirar la pólvora de la revolución. Catorce años después volvería a combatir por la libertad en este mismo territorio.
En diciembre de 1953 llega a Guatemala para colaborar con la Agencia de la Reforma Agraria de Jacobo Arbenz. Allí conoce a Hilda Gadea Ontalia, con quien se casaría luego cerca de ciudad de México, el 18 de agosto de 1955, siendo apadrinado por Raúl Castro. Hilda, era una exiliada del Partido Aprista Peruano, con el que rompió para ingresar en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria. El Che nunca había militado en partidos políticos en su país y fue ella quien inició al Che en la lectura sistemática de teoría política y lo orientó hacia el comunismo. Hilda tuvo una hija con el Che, pero ambos se divorciaron posteriormente.
Al ser derrocado Jacobo Arbenz por los imperialistas el 27 de junio de 1954, el Che tuvo que refugiarse durante dos meses en la embajada de su país.
De allí viajó a México como Reportero Gráfico del Servicio Latinoamericano de Noticias, donde conoció a Fidel Castro en agosto de 1955, comprometiéndose con él en el proyecto de liberar a Cuba del régimen de Batista.
El Che realizó en México investigaciones médicas en el Laboratorio del Instituto Nacional de Cardiología como empleado del Hospital General, y como profesor de la Universidad Nacional.
El Che y los hermanos Castro se entrenaron juntos cerca de la ciudad de México en una Escuela Clandestina de Guerrilla dirigida por el general Alberto Bayo, que había luchado durante la guerra civil española con el grado de coronel del Ejército Republicano.
En 1956 fue detenido y permaneció durante 57 días en la cárcel de Miguel Schultz, al ser denunciadas las actividades en el centro de entrenamiento de los guerrilleros.
Hacia Sierra Maestra
Desde México parten 82 guerrilleros a bordo del yate Granma el 25 de noviembre de 1956 y, 48 horas más tarde, desembarcan en Cuba a pesar del bombardeo de un avión de la marina. El 5 de diciembre fueron de nuevo localizados y atacados por aire y tierra. El Che es herido levemente en el pecho y en el cuello. Los 17 hombres que sobreviven se internan en Sierra Maestra y únicamente 12 se reúnen después de interminables sufrimientos en el punto convenido previamente.
El 17 de enero de 1957 el Che mantiene su primer combate, donde se distingue por su audacia y su valentía. Luego, en todas las acciones demostró el mismo temple, el mismo carácter tenaz y porfiado, siempre al frente de sus hombres, compartiendo sus mismas privaciones.
Los guerrilleros lograron reunir con los campesinos una fuerza superior a los 500 hombres que, en mayo de 1958, después de 70 días de lucha, derrotan a 10.000 soldados sostenidos por la aviación, la artillería y la marina. Asediados y perseguidos, pero aplicando siempre la táctica guerrillera, recorren 300 kilómetros entre fangales, arrozales, cañaverales y ríos desbordados, hasta llegar al centro de la isla en septiembre de 1958. A medida que avanzan, los guerrilleros inician una tarea política que logra afianzarlos entre las masas.
La guerrilla supo también combinarse con el movimiento de masas. A fines de 1958 estalló una huelga general que dio la punilla al régimen de Batista el último día de 1958: los guerrilleros entraron triunfantes en La Habana.
La revolución inició la Reforma Agraria, predicada por el Che como la base de la industrialización del país. Se inició igualmente la diversificación del comercio exterior, la elevación del nivel de vida del pueblo para alcanzar la liberación de la economía nacional. Se procedió también a la recuperación de importantes intereses extranjeros y, sobre todo, se erradicó el analfabetismo: un millón de cubanos aprendieron a leer y escribir gracias a la revolución.
El 4 de julio de 1959 el Che se casó de nuevo con Aleyda March de la Torre, maestra de escuela a quien había conocido en la lucha clandestina y con la que tuvo cuatro hijos.
Fue nombrado Presidente del Banco Nacional el 26 de noviembre de 1959 y su firma menuda pero ascendente sobre los billetes de banco la estampaba sencillamente como Che: Si la ‘libre empresa’ consiste en que algunos aprovechados gocen del dinero completo de la nación -dijo entonces- este gobierno está contra la ‘libre empresa’.
El 23 de febrero de 1961 es nombrado Ministro de Industria y, poco después, el 7 de octubre, Jefe del Instituto de Reforma Agraria.
En otros continentes los países neocoloniales iniciaron entonces distintos movimientos de liberación lo cual lleva al Che a preocuparse por esta nueva situación y viajar al extranjero: Egipto, Japón, Indonesia, Ceilán, Paquistán, Checoslovaquia, Unión Soviética, China Popular, Sudán, Marruecos, Yugoslavia, Corea del norte, Alemania oriental...
Ejemplo imborrable de honestidad y entrega
Cuando el ataque a Playa Girón, el Che dirigió las fuerzas que repelieron el desembarco de 1.500 mercenarios imperialistas después de tres días de combates.
También durante la crisis de octubre a noviembre de 1962 con la instalación de proyectiles soviéticos para la protección de Cuba, asumió el mando de una región militar.
Devoraba la poesía del chileno Pablo Neruda y la literatura marxista, distinguiéndose, además, por su extraordinaria cultura en historia, filosofía, sicología y arte. Escribía también sin descanso con un estilo personal e interesante, en forma clara y sencilla para que el pueblo recogiera sus experiencias y sus enseñanzas recopiladas en obras como: Pasajes de la Guerra Revolucionaria, Guerra de Guerrillas, Artículos Teóricos sobre la construcción del socialismo y su Diario de Bolivia.
Mantenía estrecho contacto con los centros de trabajo. Los visitaba, conversaba con los obreros, campesinos y estudiantes. Analizaba con ellos los problemas que se les pudieran presentar; iba a las minas a trabajar con los mineros, o a los cañaverales a participar en la zafra, o se dirigía a las construcciones o centros de educación sin formalismos de ninguna clase. Los domingos marchaba a los muelles a charlar con los estibadores portuarios.
Dejó instaladas muchas fábricas y Comunas de Trabajo. Seguía la política del ejemplo y, extrayendo de la acción la teoría, puso en marcha una verdadera pedagogía revolucionaria llegando directamente a lo más hondo: al corazón de las masas de obreros y campesinos, que aún recuerdan cada una de sus palabras con gran emoción y lágrimas en los ojos.
No gustaba de honores personales, jamás aceptó privilegio material alguno y atacó siempre el burocratismo. Todas estas cualidades singulares de su vida son un ejemplo a seguir para todos los militantes revolucionarios. En una carta a sus hijos les decía: Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario.
Internacionalista de primera línea
Era requerido en toda delegación y para muchas conferencias, entrevistas y reuniones internacionales. Representó a Cuba en la Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo, celebrada en Ginebra en marzo de 1964. También estuvo en la Organización de las Naciones Unidas como portavoz extraordinario del Tercer Mundo. Asistió como representante de Cuba a la XIX Asamblea General de las Naciones Unidas, en diciembre de 1964.
En su discurso el 24 de febrero de 1965 en el Seminario Económico de Solidaridad Afroasiática, reunido en Argel, criticó duramente a la Unión Soviética. Fidel montó en cólera porque hablaba como delegado de Cuba y los soviéticos se enfurecieron aún más por el contenido del discurso.
Tras regresar de Argel el 14 de marzo de 1965, renunció a todos sus cargos públicos e incluso a la ciudadanía cubana. No podía permanecer sentado en un sillón y, secretamente, comienza a preparar un nuevo movimiento guerrillero.
En principio este nuevo movimiento contaba con una cierta forma de apoyo por parte de la Unión Soviética. Aunque los revisionistas ya habían caído en la claudicación, pretendían utilizar a los movimientos guerrilleros como instrumento de presión para sus propios intereses, para negociar con Estados Unidos, aún a costa de traicionar luego a los combatientes y abandonarlos a su suerte.
El relanzamiento de la guerrilla en Latinoamérica interesaba también a Cuba, ya que dispersaba las fuerzas de Estados Unidos e impedía que se concentraran en el bloqueo a la isla. En aquellos momentos aún no era absoluta la sintonía de los revolucionarios cubanos con los soviéticos. El Che ya había tenido divergencias con ellos en la forma de construcción del socialismo y no se sentía cómodo con los técnicos que enviaban.
El Che salió de La Habana el 25 de abril de 1965 y durante seis meses dirigió la formación de las fuerzas guerrilleras en el Congo al lado de Gastón Soumialot, Pierre Mulele y Laurent Kabila. Su misión era formar cuerpos de guerrillas para el Consejo Nacional de la Revolución del Congo, que luchaba contra Moisés Tshombé, pelele del imperialismo.
El Che no era congoleño ni tampoco había nacido en Cuba, pero su limpia conciencia no le permitía soportar los crímenes imperialistas, no importa el lugar donde se cometieran: el proletariado no tiene patria, había dejado escrito Marx. Por eso su nombre es apreciado con cariño y respeto por tantos pueblos del mundo. Su figura es gigante, uno de los puntos focales del espíritu revolucionario de todos los pueblos. Acudió donde le reclamaba su deber, ejemplo auténtico de internacionalismo proletario, convirtiéndose, junto a Mao Zedong y Giap, en el estandarte más conocido de la lucha guerrillera. Esta significación profunda del internacionalismo del Che llama a la unidad de los pueblos contra el imperialismo, para lo cual consideraba imprescindible dividir al imperialismo desatando la revolución por todas partes. Su consigna fue siempre Crear uno, dos, tres... mil Vietnam, siguiendo la consigna que Mao tomó de la guerra civil española para combatir a los imperialistas japoneses: Crear uno, dos, tres... mil Madrid.
La traición revisionista
El objetivo era prender la llama revolucionaria en Latinoamérica. Los Andes serían la Sierra Maestra de la liberación continental. Para el Che Bolivia es un país potencialmente revolucionario que selecciona no para crear un foco guerrillero, sino todo un movimiento continental. Situado en el corazón de América del sur, con fronteras con Brasil, Perú, Chile, Argentina y Paraguay, Bolivia es el quinto país del continente en extensión territorial y tiene pocas vías de comunicación con el exterior. En el interior del país, existían sólo dos carreteras. Con más de un millón de kilómetros cuadrados, una buena parte del territorio posee un relieve accidentado, favorable a la guerra irregular. Tenía entonces alrededor de cinco millones de habitantes y la mayor densidad de población estaba entre el Altiplano y el Valle.
En los años 60 América Latina estaba estremecida por la onda expansiva de la revolución cubana, victoriosa además en Bahía de Cochinos frente a Estados Unidos y, en menor medida, por la revolución cultural china. En todo el continente la consigna es lucha armada, guerrilla. Todo un conjunto de nuevos movimientos revolucionarios nacen y se refuerzan.
La revolución cubana y la guerrilla también sacudieron a los comunistas bolivianos. El Partido Comunista de Bolivia se había manifestado favorable a la guerra de guerrillas. A mediados de 1965, cuando algunos militantes jóvenes, que por entonces estudiaban en La Habana, solicitaron al dirigente del Partido Jorge Kolle Cueto autorización para seguir un entrenamiento guerrillero, éste, a la sazón segundo secretario del Partido Comunista de Bolivia, no vaciló en darles su consentimiento, al igual que el Secretario General, Mario Monje Molina, quien se comprometió con Fidel Castro para iniciar en breve plazo la lucha armada en Bolivia.
En la misma Cuba comenzó el entrenamiento de los guerrilleros bolivianos. Una vez que los jóvenes concluyeron su capacitación en el campamento guerrillero, Monje se apresuró a celebrar un pacto de sangre con ellos, consistente en pincharse la vena y dejar gotear la sangre al suelo, jurando combatir por la liberación del país hasta vencer o morir. Cuando le informaron a Monje que el mismo Che Guevara comandaría la guerrilla, exclamó: Con el Che combatiré donde quiera pudiera ser. Era falso. Primero pretendió disputarle al Che la dirección de la guerrilla; luego, al enterarse de que la lucha asumiría una proyección internacional, torció el gesto.
Los revisionistas que se habían hecho con la dirección del Partido Comunista de Bolivia traicionaron a la guerrilla. Monje había prestado su falso consentimiento a la guerrilla, entre otras razones, para frenar a la escisión maoísta que había dividido a su Partido. Cuando el Che estableció el campamento en Ñancahuazú, los ecos de la revolución cultural china habían llegado ya hasta Bolivia, y se había producido una primera escisión maoísta encabezada por Óscar Zamora, que da lugar a la creación del Partido Comunista Marxista-Leninista. Pero Zamora es una versión demagógica y caricaturesca de Monje al servicio de sus propios intereses personales, como el tiempo confirmó con posterioridad. No obstante, en esa escisión interviene un dirigente obrero de prestigio, Moisés Guevara que, a su vez, abandona a Zamora y no sólo se une al Che, sino que arrastra a un grupo de maoístas que, igual que él, también cayeron luchando valientemente en las mismas filas del Che: Casildo Condori Vargas, Raúl Quispaya Choque y Simeón Cuba Sarabia.
Entre los comunistas bolivianos se habían abierto, pues, varias brechas: por un lado los traidores revisionistas y los falsos maoístas como Zamora; por el otro, los comunistas de verdad, heroicos, firmes y entregados hasta el último aliento con el Che, dando un ejemplo de heroísmo inolvidable. Entre ellos cabe destacar a los que murieron empuñando las armas: los hermanos Inti y Coco Peredo, Freddy Maymura Hurtado, Mario Gutiérrez Ardaya, Aniceto Reinaga Gordillo, Antonio Jiménez Tardío, Liorgio Vázquez Viaña (detenido, salvajemente torturado y arrojado desde un helicóptero a la selva), Apolinar Aquino Quispe, Walter Arencibia Ayala, Francisco Huanca Flores, Benjamín Coronado Córdova, Lorgio Vaca Marchetti, Jaime Arana Campero, Julio Luis Méndez Korne, David Adriazola Veizaga y otros.
Entre los traidores que asesinaron al Che hay que contar al Secretario General del Partido Comunista, Mario Monje Molina, y a otros, como Jorge Kolle Cueto y Juan Lechín Oquendo, que era presidente de la Central Obrera Boliviana y fue recompensado por su traición con la vicepresidencia del país años más tarde. Fueron ellos los que ordenaron cortarle al Che los suministros logísticos, de alimentos y medicinas a los que se habían comprometido.
A medida que los preparativos del foco guerrillero llegaban a su fase final, un miedo acosador se apoderó del corazón de los traidores. Monje, que al principio parecía el más intrépido, comenzó a desechar los proyectos que él mismo concibió en Cuba. Envió a Coco Peredo a finales de octubre de 1966 con la misión de transmitir a Inti la orden de poner fin al entrenamiento de los guerrilleros en el campamento. Su propósito era esquivar su compromiso, abandonando a los jóvenes que habían depositado en él su confianza.
El Che penetra en Bolivia en noviembre de 1966, vía Madrid y Sao Paulo, con documentación falsa bajo el seudónimo de Adolfo Mena Gonzáles, de nacionalidad uruguaya y como supuesto enviado especial de la Organización de Estados Americanos. Junto a otros guerrilleros, partió hacia Cochabamba; de allí tomaron la carretera de Santa Cruz, hasta el desvío a Camiri.
Por otra vía, el 12 de noviembre de 1966 Inti Peredo llegó también a Cochabamba y de ahí se marchó hacia El Pincal, junto al río Ñancahuazú, donde su hermano Coco, Rodolfo Saldaña y Jorge Vázquez Viaña habían comprado un terreno vasto, boscoso y accidentado.
En aquella región del Ñancahuazú se instala el primer campamento guerrillero. El Che conoce entonces una zona muy diferente a Sierra Maestra, cuyas condiciones naturales eran desfavorables para desarrollar la lucha. A diferencia de Sierra Maestra, Ñancahuazú presenta cadenas montañosas áridas y riscosas; terrenos desprovistos de árboles frutales y escasos en fauna; ríos caudalosos y senderos que se podían vencer sólo machete en mano; climas sofocantes en verano y fríos y lluviosos en invierno. La supervivencia en esta zona del sudeste boliviano se tornaba en una verdadera odisea. Esta zona oriental es boscosa y remota. No era tampoco una zona muy apropiada desde el punto de vista de su escasa población. La proporción de población por kilómetro cuadrado es mínima, hay zonas donde tal vez la densidad es menos de uno. Sierra Maestra era una región económicamente activa, que permitió al Movimiento 26 de Julio formar una red de colaboradores entre los dirigentes del lugar. En Ñancahuazú, en cambio, aparte de existir regiones que no figuraban en los mapas oficiales, las pequeñas aldeas están poblados por campesinos sin experiencia de lucha que viven en una pobreza extrema. Sus pobladores actuarían como soplones.
De la propia lectura del Diario se desprende que Ñancahuazú sólo es para el Che una base de apoyo, no un área de combate. La guerrilla realizaría sus operaciones en un lugar distante y Ñancahuazú sería la vía de entrada de alimentos, armas, medicinas, así como para recuperar a los combatientes heridos o enfermos. Allí organizó una base de retaguardia, que sirviera como campo de adiestramiento militar, depósito de armas, medicamentos, víveres y, sobre todo, como la primera escuela de cuadros, con aulas al aire libre, donde los guerrilleros más capacitados impartieran lecciones de gramática, aritmética, historia, economía política e idiomas. El Che explicó que los cubanos no estaban en la montaña para hacer la revolución en lugar del pueblo boliviano, sino para ayudar a desencadenar la revolución.
Al tiempo que los guerrilleros se instalaban en el campamento de Ñancahuazú, Jorge Kolle Cueto comentó, como desconociendo el estallido del foco guerrillero, que se gestaba a espaldas del Partido Comunista una acción armada, dirigida por extranjeros y un núcleo de bolivianos, a pesar de haber sido él quien informó en el Congreso del Partido Comunista de Uruguay que en Bolivia se preparaba la lucha armada con proyección continental. Los revisionistas empezaban a encubrir su traición.
Cuando Monje se internó en Ñancahuazú, acompañado de Coco Peredo y Tania, a fines de diciembre de 1966, estaba muy nervioso y, dándoles la mano a los guerrilleros, les saludó fríamente. Discutió la direccion de la guerrilla con el Che; entretanto Inti, que ya estaba seguro de que el PCB no se incorporaría a la lucha, y mucho menos Monje, apuntó en su diario de campaña: Monje me pidió conversar con los compañeros bolivianos. Inmediatamente consulté con el Che para preguntarle si esto era posible. Che contestó afirmativamente. Se inició entonces una reunión dramática, tensa a veces, persuasiva en otros pasajes. A la pregunta de por qué era el desacuerdo, Monje contestó con firmeza: El mando militar es una cuestión de principios para nosotros, tan de principios que el Che no me lo quiere entregar. Por eso nuestro desacuerdo es absoluto [...] Las palabras de Monje nos indignaron -escribió Inti-, sobre todo, cuando calificó al Che de ‘extranjero’, negándole estúpidamente su calidad de revolucionario continental. Pero su vergüenza llegó al extremo cuando nos propuso desertar.
El Che, en un mensaje dirigido a Fidel Castro, evaluó su encuentro con Monje como sigue: Estanislao [Monje] planteó tres puntos para aceptar [que el PCB apoyara la guerrilla y que estuviera dirigida por el Che]: 1. Salir elegantemente de la dirección del partido. 2. Ser el jefe real del movimiento mientras éste tuviera magnitud boliviana. 3. Realizar una gira por América para convencer a los partidos de que se debe apoyar a los movimientos de liberación. Contesté que el 1 y el 3 los solucionara como le pareciera, el 2 no lo podía aceptar.
En su mensaje de 23 de enero de 1967, el Che consideraba ya a Monje como un enemigo, exactamente como al general René Barrientos Ortuño, presidente boliviano de entonces.
El sabotaje de los revisionistas dejó a la guerrilla con sólo 17 combatientes que, sin embargo, no se rindieron. La traición logró lo que no pudieron los 5.000 mercenarios de la contraguerrilla entrenados y equipados por Estados Unidos. Al presentar el diario del Che, Fidel atacó a Monje acusándole de saboteador y traidor, palabras que no sólo se referían a Monje, sino a todos quienes no cumplieron su compromiso. Tiempo después, Fidel Castro repitió sus palabras en la introducción al Diario del Che en Bolivia, donde insistía: Mario Monje, esgrimiendo el título de Secretario del Partido Comunista de Bolivia, pretendió discutir al Che la jefatura política y militar del movimiento, sin tener ninguna experiencia guerrillera ni haber librado jamás un solo combate. Pero Monje, no satisfecho del resultado, se dedicó a sabotear el movimiento, interceptando en La Paz a militantes comunistas bien entrenados que iban a unirse a la guerrilla, hecho que fue criminalmente frustrado por dirigentes incapaces, charlatanes y maniobreros.
A mediados de 1967 se presentó Loyola Guzmán al comité regional de Cochabamba con una nota de Jorge Kolle. Traía la misión de gestionar el refuerzo en hombres a Ñancahuazú. El comité regional, reunido en pleno, acogió con entusiasmo la petición y accedió a ella. Se dijo que había 20 jóvenes dispuestos a partir. Loyola regresó a La Paz, satisfecha de haber cumplido con éxito su misión. Debía en seguida enviar de allí un instructor y guía encargado de conducir al refuerzo a la montaña. Pero al día siguiente mismo llegó de La Paz la contraorden terminante del propio Kolle: el comité regional de Cochabamba no debía mandar un solo hombre a Ñancahuazú. Los camaradas que desearan ir a incorporarse a la guerrilla debían hacerlo por cuenta exclusiva, sin comprometer en lo más mínimo al Partido revisionista.
Guerrilla en el corazón de Latinoamérica
Después de perder algunos combatientes en las aguas del Río Grande, los primeros combates llegaron de manera inesperada el 23 de marzo de 1967, cuando la guerrilla aún no se había asentado. No estaba prevista la posibilidad de un enfrentamiento tan temprano, que se produce a la llegada del Che de una expedición de reconocimiento.
Una vez entablado el primer combate, la guerrilla permanece en la misma zona.
El Che había enviado a Tania a contactar con Ciro Bustos, un argentino que había sido su amigo en la infancia y que había vuelto a ver en La Habana en julio de 1962. Bustos había estado ligado con la guerrilla de Ricardo Masetti.
En marzo de 1967, Tania acompaña al campamento de los guerrilleros a Ciro Roberto Bustos y al francés Régis Debray, un joven periodista francés que viajó varias veces a Cuba e hizo por encargo del Che investigaciones en la fase de preparación de la guerrilla. Ese tipo de misión no formaba parte de la actividad de Tania.
En el campamento esperan unos días a que el Che regresase de la exploración.
La impaciencia de Debray por salir de la zona de peligro fue la causa inmediata del rápido cerco a la guerrilla. Para sacar de allí a Debray y Bustos, el Che divide sus fuerzas en dos grupos, uno bajo su mando y otro a las órdenes de Vitalio Acuña Núñez, Joaquín, que se queda con algunos enfermos en la retaguardia. Esta separación, que iba a ser temporal, se prolonga porque, faltos de medios técnicos de comunicación, ambos grupos no acaban de contactar, lo que obliga al Che a moverse continuamente por esa zona en busca del resto de la unidad.
Mientras esto acontecía en Ñancahuazú, en la montaña, tropas del gobierno boliviano cercan los distritos mineros de Llalagua, Catavi y Huanuni en la noche del 23 de junio de 1967. El ejército boliviano nunca había tenido ese estilo represivo, jamás había practicado las desapariciones y otras técnicas semejantes. Las ráfagas de ametralladora, disparos de mortero y bombardeos asesinaron a 80 mineros y dejaron a más de 100 heridos.
El gobierno decreta la Ley Marcial. Dice que los dirigentes obreros apoyaban económica y militarmente a la guerrilla. Si así hubiera sido, las cosas se hubieran desarrollado de otra forma. Eran los mismos enemigos y las mismos fusiles. Pero lo cierto es que en la ciudad luchaban los mineros y en la montaña los guerrilleros, separados unos de otros. Aislados, ni los guerrilleros ni los mineros podían alcanzar sus objetivos. Fallaba el nexo imprescindible: el Partido Comunista.
La columna de Joaquín es aniquilada el 31 de agosto, pero en un principio el Che no da crédito a la noticia, hasta que la evidencia se impone. Entonces toma la determinación de abandonar la zona y dirigirse hacia el noroeste, hasta llegar a La Higuera.
Los mercenarios del gobierno seguían las huellas de los combatientes. Al salir de La Higuera, el 26 de septiembre, caen tres guerrilleros de la vanguardia en un enfrentamiento. Intentando romper el cerco, el diezmado grupo de 17 guerrilleros llega el 6 de octubre a la quebrada del Churo, a 2.280 metros de altura, donde pasaron la noche bajo un peñasco que tenía la forma de techo. En la tarde del día 7, una campesina cruzó por sus miradas vigilantes, arreando una manada de cabras. Tres guerrilleros la persiguieron hasta su casa y, al caer la noche, constataron que la anciana vivía con una hija paralítica y otra enana. Así que continuaron la marcha quebrada adentro, cruzando sitios sumamente pedregosos, que la avanzada miopía de Juan Pablo Chang, El Chino, hacía cada vez más lenta y fatigosa.
La mañana del domingo 8 de octubre, el viento soplaba helado, provocando escalofríos y entumeciendo las manos. A eso de las 8 de la mañana se escuchó el primer disparo de la compañía. A las 11 el tiroteo era ya intenso; el combate es general con fusilería, metralla y granadas. Junto con otros cinco combatientes, el Che decidió cubrir la retirada del grupo de los que estaban enfermos y, para salvarlos, atrae sobre sí el grueso del fuego enemigo. Un proyectil perfora el cañón de su fusil. A las 15 horas es herido en el antebrazo derecho y, al incorporarse, es herido de nuevo en el muslo izquierdo. Simeón Cuba, Willy, acude en su ayuda y lo arrastra hacia una colina, pero ambos, junto con El Chino, son rodeados por 164 mercenarios armados con cañones que los detienen.
Hecho prisionero, con una herida en la pierna y sin arma, fue conducido con sus dos camaradas a empujones hacia la rústica escuela de La Higuera. Lo sacan al patio para fotografiarlo, donde lo ultrajan.
La captura del guerrillero fue comunicada de inmediato al Presidente de la República, quien, malhumorado por la publicidad que había generado el proceso de Régis Debray, pidió que los generales de las tres fuerzas decidieran el futuro del guerrillero. La votación de los generales fue unánime a favor de la ejecución. Los agentes de la CIA fueron de la misma opinión. El general Alfredo Ovando Candia, a tiempo de dar órdenes a su subalterno, dijo: Liquide a los prisioneros en la forma que sea, pero liquídelos.
Al día siguiente, a primera hora, un helicóptero atestado de militares de alta graduación aterrizó en La Higuera. Andrés Selich fue el primero en interrogar al Che. El militar le aventó un golpe en la cara y el Che le escupió a los ojos. Seguidamente, los mismos autores de la masacre en las minas, subieron al helicóptero y se ausentaron hacia la sede de gobierno. Pasado el mediodía, los asesinos cumplieron las órdenes. Un cabo y un teniente entraron en el aula donde estaban el Chino y Willy. Se plantaron cerca de la puerta y apuntaron sus M-1 respectivamente. ¡De cara a la pared!, ordenó el teniente. Si usted me va a matar, quiero verlo, replicó Willy. A los pocos segundos, una descarga de fuego desplomó a los dos guerrilleros.
El coronel Zenteno Anaya, protagonista principal del Churo, transmitió las órdenes de asesinarlo. El suboficial Mario Terán, borracho, ultimó al Che: Dudé 40 minutos antes de ejecutar la orden -confesó-. Me fui a ver al coronel Pérez con la esperanza de que la hubiera anulado. Pero el coronel se puso furioso. Así es que fui. Ése fue el peor momento de mi vida. Cuando llegué, el Che estaba sentado en un banco. Al verme dijo: ‘Usted ha venido a matarme’. Yo me sentí cohibido y bajé la cabeza sin responder. Entonces me preguntó: ‘¿Qué han dicho los otros?’ Le respondí que no habían dicho nada y él contestó: ‘¡Eran unos valientes!’ Yo no me atreví a disparar. En ese momento vi al Che grande, muy grande, enorme. Sus ojos brillaban intensamente. Sentía que se echaba encima y cuando me miró fijamente, me dio un mareo. Pensé que con un movimiento rápido el Che podría quitarme el arma. ‘¡Póngase sereno -me dijo- y apunte bien! ¡Va a matar a un hombre!’ Entonces di un paso atrás, hacia el umbral de la puerta, cerré los ojos y disparé la primera ráfaga. El Che, con las piernas destrozadas, cayó al suelo, se contorsionó y empezó a regar muchísima sangre. Yo recobré el ánimo y disparé la segunda ráfaga, que lo alcanzó en un brazo, en el hombro y en el corazón. Ya estaba muerto.
Le cortaron las dos manos y su cuerpo fue sepultado en un lugar desconocido. Sus documentos pasaron de su mochila a un cajón de zapatos, que depositaron en la caja fuerte del Alto Mando Militar Boliviano, clasificado como secreto militar, su fusil fue a dar a manos del coronel Zenteno Anaya, su reloj Rolex a la muñeca del coronel Andrés Selich y la pipa al bolsillo del sargento Bernardino Huanca.
El gobierno cubano logró hacerse con una copia del diario del Che en Bolivia y lo publicó, desarmando las vergonzosas maquinaciones de la CIA, que había tratado de venderlo a varias editoriales (naturalmente manipulado) casi por un millón de dólares.
Hasta la fecha únicamente en territorio boliviano se han encontrado 12 restos de los 35 combatientes que murieron en 1967 en la guerrilla boliviana. La fosa del Che no fue encontrada hasta el 28 de junio de 1995 con la dentadura perfecta, con la luz de tu sonrisa, como le cantara Carlos Puebla.
Los restos exhumados fueron recibidos en Cuba con 21 salvas de cañón y desde el 17 de octubre de 1997 reposan en un mausoleo construido en la plaza que lleva su nombre en la ciudad de Santa Clara, la misma que él había tomado al asalto.
La venganza guerrillera
Un grupo de cuatro guerrilleros logran huir. Los combates continuaron en unas condiciones cada vez más difíciles. El 12 de octubre son localizados por el ejército y asesinados.
Otra pequeño grupo de seis combatientes, al mando de Inti Peredo, también logró huir. Finalmente, el grupo queda en cinco, ya que uno de ellos, Ñato Méndez cae cerca de la carretera Cochabamba-Santa Cruz. Los demás logran romper el cerco y salir de la región. Son recogidos por simpatizantes y se refugian en Cochabamba. Algunos pasan a Chile pero otros se quedaron luchando en Bolivia.
Muchos de los mercenarios que se enfrentaron a la guerrilla perecieron luego ajusticiados por la Brigada Internacional Ernesto Che Guevara.
El coronel Andrés Salich fue ejecutado en 1971 por la revolucionaria germano-boliviana Mónica Erlt, cuando ocupaba el cargo de Cónsul de Bolivia en Hamburgo, Alemania.
El coronel Roberto Quintanilla, Jefe del Departamento de Inteligencia del Ministerio de Asuntos Interiores y que dirigió la liquidación de Inti Peredo y de David Darío Adriásola en La Paz, fue recompensado con el cargo de Cónsul de Bolivia en Hamburgo; hasta allí llegó la Brigada Internacional y lo ejecutó en abril de 1971.
El general Joaquín Zenteno Anaya, fue ejecutado en París el 11 de mayo de 1976; ocupaba el cargo de embajador de Bolivia en Francia desde 1973.
El general Juan José Torres, exiliado en Buenos Aires, fue allí mismo ejecutado el 2 de junio de 1976; su cadáver fue encontrado cerca de San Andrés de Gilles a un centenar de kilómetros de Buenos Aires, después de haber sido secuestrado el día anterior.
Mientras, la leyenda del Che crecía por momentos por todo el mundo. No se basaba en teorías, en papeles. Él decía: Teorizar lo hecho, estructurar y generalizar la experiencia para el aprovechamiento de otros, es nuestra tarea del momento. De la Guatemala de Jacobo Arbenz de 1954, su primera experiencia política concreta, reconoce la agresión imperialista y deduce la inevitabilidad de la lucha armada. Estas concepciones son reforzadas y precisadas por su experiencia directa en Sierra Maestra, de donde deduce que la guerra de guerrillas es la forma concreta que adoptará su estrategia de lucha armada, confirmada más adelante por el conocimiento de la revolución China y la invasión norteamericana a Santo Domingo en 1965, de donde infiere que la guerra será popular y prolongada.
Su estrategia va más allá de Argentina y de Cuba. Define el carácter continental de la revolución latinoamericana y propone, además, la organización de un frente mundial para enfrentar al imperialismo.
Su obra está estrechamente emparentada con la Mariátegui. También para el Che la revolución latinoamericana era al mismo tiempo democrática, de liberación nacional y socialista.
Siempre demostró una firmeza de principios inquebrantable; se le consideraba incorruptible y de una falta completa de egoísmo. Era capaz de privarse de cualquier cosa; fue un revolucionario de una integridad moral absoluta, de un gran espíritu de sacrificio, un verdadero revolucionario, en suma, guiado por una clara conciencia comunista.
La sangre de ningún luchador no se derrama en vano. Es la más fecunda de las semillas y por cada uno que cae se levantan cien. La epopeya de Ñanzahuazú inscribió una página señera en la historia de la humanidad. Aquella lucha sacudió la conciencia universal y movilizó a las juventudes del mundo entero. Se fortaleció la conciencia revolucionaria, se hizo más tenaz la resistencia antimperialista. Su ejemplo tuvo continuaciones heroicas en todas las latitudes. En su Mensaje a la Tricontinental el Che había dicho: Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo... En cualquier lugar que nos sorprenda la muerte, bienvenida sea, siempre que ese nuestro grito de guerra, haya llegado hasta un oido receptivo y otra mano se tienda para empuñar nuestras armas.
Nosotros, los comunistas españoles hemos escuchado ese mensaje y el ejemplo del Che es el espejo en el que nos miramos cada día al levantarnos. Seguimos sobre la misma senda que el Che abrió en la maleza más umbría. Él era un revolucionario de una pieza, absolutamente entregado a la causa de los oprimidos; no conocía fronteras y al enemigo combatía allá donde se encontrara. Fidel le dedicó unas palabras inolvidables:
Si queremos expresar cómo aspiramos que sean nuestros combatientes revolucionarios, nuestros militantes, nuestros hombres, debemos decir sin vacilación de ninguna índole: ¡que sean como el Che! Si queremos expresar cómo deseamos que se eduquen nuestros niños, debemos decir sin vacilación: ¡queremos que se eduquen en el espíritu del Che! Si queremos un modelo de hombre, un modelo de hombre que no pertenece a este tiempo, un modelo de hombre que pertenece al futuro, ¡de corazón digo que ese modelo sin una sola mancha en su actuación, ese modelo es el Che! Si queremos expresar cómo deseamos que sean nuestros hijos, debemos decir con todo el corazón de vehementes revolucionarios: ¡queremos que sean como el Che!
Sí: otra mano se tendió para empuñar el arma que él tuvo que dejar. Por un momento alguien ocupó su enorme vacío, y por eso la guerrilla es invencible: siempre hay algún explotado en el mundo, algún oprimido que está dispuesto a tomar el relevo.
El Che no soportaba los llantos y las lágrimas. Toda su lucha estaba dirigida a abrir camino, a forjar un ejemplo: él exigió de nosotros que siguiéramos adelante con la lucha que él había iniciado:
Mañana, cuando yo muera
no me vengáis a llorar.
Nunca estaré bajo tierra:
¡Soy viento de libertad!
Hoy son muchos los que llevan sus pegatinas y sus emblemas, pero ¿cuántos hay dispuestos a entregar su vida por la revolución socialista siguiendo su ejemplo?
Que no te quepa duda: hoy aquí en España el Che te exigiría ¡¡¡ pásate a la resistencia !!! ¿A qué esperas?
* Elaborada por el PCE(r)