Mujeres casadas por el rito católico recuerdan cómo soportaron las agresiones de sus maridos antes de poder divorciarse...
A.Flotats/J. Bastante
Ana María Pérez del Campo tardó nueve años en separarse de su marido, que la maltrató psicológica y físicamente desde que se casaron, en 1956. "Los tribunales eclesiásticos prolongaban el proceso judicial porque creían que así, cansadas de esperar, las mujeres volveríamos al redil", explica esta mujer de 74 años que hizo de su experiencia una causa colectiva. Fundó la Federación de Mujeres Divorciadas y Separadas en 1974 y, desde entonces, presta ayuda a mujeres maltratadas sin recursos.
"La Iglesia era el segundo maltrato que padecíamos las mujeres", sentencia Ana María para desmontar la teoría de la Conferencia Episcopal, que el lunes pasado, en boca del obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, vinculó la violencia de género con los nuevos modelos de familia. "En mi época, cuando todas nos teníamos que casar por la Iglesia, había un maltrato feroz, pero las mujeres no levantaban la cabeza del suelo y por eso no se sabía nada. De hecho, es en este tipo de familias tradicionales donde más se da el maltrato", añade.
Ana María dijo basta a los 25 años, con dos hijos y embarazada del tercero. Volvió a casa de su madre, pero esta no quiso ayudarla a separarse. "El tenedor no se debe coger nunca por las púas", le advirtió. Ana María trabajó de fisioterapeuta en un hospital sin el permiso marital que necesitaban entonces las mujeres y, poco a poco, salió adelante.
Indignada por las declaraciones de Reig Pla ("carecen del más mínimo sentido, los obispos demuestran no tener humanidad"), Ana María reprocha a la Iglesia su defensa por "una docrina que no es religiosa, sino política y fundamentalista, que cada vez recuerda más a la Inquisición".
En el centro de la federación que dirige Ana María vive desde hace meses otra mujer que fue maltratada durante su matrimonio. María Luisa López, que sufrió las agresiones de su marido sin decir nada a nadie durante 44 años, tuvo que "salir corriendo" de su casa hace dos años. Ahora, recién cumplidos los 72, cuenta sin tapujos que "la educación, la dictadura y el clero" robaron a las mujeres de su generación "la capacidad de ver y pensar".
"El marido tenía que estar bien servido y atendido, no se le podía negar nada y nosotras debíamos aguantarlo todo", recuerda María Luisa las consignas de su juventud. La dependencia económica que la ataba a su marido le impidió, una vez, dar el paso y separarse. Lo volvió a intentar hace diez años, pero su marido la amenazó con "40 puñaladas" y se echó atrás. A la tercera fue la vencida y, a los 70 años, se divorció. Denunció a su marido por malos tratos, pero el juez lo absolvió.
María Luisa ha sido creyente, practicante, se casó por la Iglesia y sus hijas hicieron la comunión. "Ahora sólo pido a los curas que dejen de mentir, que sean útiles para la sociedad porque ya hicieron bastante daño creando una generación de muertos, analfabetos y ciegos", sentencia.
Reig Pla se defiende
Un día después de las polémicas declaraciones de la Conferencia Episcopal y lejos de cesar en su empeño por demostrar que "los matrimonios católicos son menos dados a la violencia de género que las parejas de hecho", el obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig, recurrió ayer a los datos.
El obispo envió un comunicado en el que, tomando datos del Instituto de Política Familiar, trata de demostrar que "el matrimonio es el lugar donde menos número de homicidios se producen". "Por cada homicidio que se da en un matrimonio, se producen más de 12 homicidios en las relaciones sentimentales", arguye el obispo, quien toma cifras de todos los asesinatos, fueran o no de violencia de género, acaecidos en 2008. Según el estudio, ese año seis de cada diez homicidios se produjeron en parejas con relaciones sentimentales. En concreto, 48 casos frente a los 33 homicidios en las parejas con vínculo conyugal (matrimonio del tipo que sea).
"En 2008, se cometieron 33 homicidios sobre 10.265.400 matrimonios. Sin embargo, se produjeron 48 muertes sobre 1.223.700 relaciones sentimentales", argumenta la diócesis de Alcalá.
A.Flotats/J. Bastante
Ana María Pérez del Campo tardó nueve años en separarse de su marido, que la maltrató psicológica y físicamente desde que se casaron, en 1956. "Los tribunales eclesiásticos prolongaban el proceso judicial porque creían que así, cansadas de esperar, las mujeres volveríamos al redil", explica esta mujer de 74 años que hizo de su experiencia una causa colectiva. Fundó la Federación de Mujeres Divorciadas y Separadas en 1974 y, desde entonces, presta ayuda a mujeres maltratadas sin recursos.
"La Iglesia era el segundo maltrato que padecíamos las mujeres", sentencia Ana María para desmontar la teoría de la Conferencia Episcopal, que el lunes pasado, en boca del obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla, vinculó la violencia de género con los nuevos modelos de familia. "En mi época, cuando todas nos teníamos que casar por la Iglesia, había un maltrato feroz, pero las mujeres no levantaban la cabeza del suelo y por eso no se sabía nada. De hecho, es en este tipo de familias tradicionales donde más se da el maltrato", añade.
Ana María dijo basta a los 25 años, con dos hijos y embarazada del tercero. Volvió a casa de su madre, pero esta no quiso ayudarla a separarse. "El tenedor no se debe coger nunca por las púas", le advirtió. Ana María trabajó de fisioterapeuta en un hospital sin el permiso marital que necesitaban entonces las mujeres y, poco a poco, salió adelante.
Indignada por las declaraciones de Reig Pla ("carecen del más mínimo sentido, los obispos demuestran no tener humanidad"), Ana María reprocha a la Iglesia su defensa por "una docrina que no es religiosa, sino política y fundamentalista, que cada vez recuerda más a la Inquisición".
En el centro de la federación que dirige Ana María vive desde hace meses otra mujer que fue maltratada durante su matrimonio. María Luisa López, que sufrió las agresiones de su marido sin decir nada a nadie durante 44 años, tuvo que "salir corriendo" de su casa hace dos años. Ahora, recién cumplidos los 72, cuenta sin tapujos que "la educación, la dictadura y el clero" robaron a las mujeres de su generación "la capacidad de ver y pensar".
"El marido tenía que estar bien servido y atendido, no se le podía negar nada y nosotras debíamos aguantarlo todo", recuerda María Luisa las consignas de su juventud. La dependencia económica que la ataba a su marido le impidió, una vez, dar el paso y separarse. Lo volvió a intentar hace diez años, pero su marido la amenazó con "40 puñaladas" y se echó atrás. A la tercera fue la vencida y, a los 70 años, se divorció. Denunció a su marido por malos tratos, pero el juez lo absolvió.
María Luisa ha sido creyente, practicante, se casó por la Iglesia y sus hijas hicieron la comunión. "Ahora sólo pido a los curas que dejen de mentir, que sean útiles para la sociedad porque ya hicieron bastante daño creando una generación de muertos, analfabetos y ciegos", sentencia.
Reig Pla se defiende
Un día después de las polémicas declaraciones de la Conferencia Episcopal y lejos de cesar en su empeño por demostrar que "los matrimonios católicos son menos dados a la violencia de género que las parejas de hecho", el obispo de Alcalá, Juan Antonio Reig, recurrió ayer a los datos.
El obispo envió un comunicado en el que, tomando datos del Instituto de Política Familiar, trata de demostrar que "el matrimonio es el lugar donde menos número de homicidios se producen". "Por cada homicidio que se da en un matrimonio, se producen más de 12 homicidios en las relaciones sentimentales", arguye el obispo, quien toma cifras de todos los asesinatos, fueran o no de violencia de género, acaecidos en 2008. Según el estudio, ese año seis de cada diez homicidios se produjeron en parejas con relaciones sentimentales. En concreto, 48 casos frente a los 33 homicidios en las parejas con vínculo conyugal (matrimonio del tipo que sea).
"En 2008, se cometieron 33 homicidios sobre 10.265.400 matrimonios. Sin embargo, se produjeron 48 muertes sobre 1.223.700 relaciones sentimentales", argumenta la diócesis de Alcalá.