La izquierda frente al “ser o no ser’
Nos encontramos donde estamos porque desde el derrumbe de la Unión Soviética desaparecieron tanto la “amenaza comunista” como las opciones revolucionarias de izquierda, y porque desde entonces los partidos socialdemócratas tuvieron rienda suelta para abandonar definitivamente todo lo que podía ser visto como socialismo y convertirse en el instrumento político de las políticas neoliberales, rivalizando incluso con los partidos de derecha en el celo con el cual esas políticas se aplicaron. La ausencia de una verdadera alternativa de izquierda y la claudicación socialdemócrata explica una gran parte de la apatía política, del ausentismo electoral y el surgimiento electoral -en la mayoría de los países europeos- de los xenofóbicos partidos de extrema derecha que en medio de esta crisis y para atrapar el voto de las masas trabajadoras recurren cada vez más a un discurso anticapitalista.
El último ejemplo de la “conversión” de los partidos de extrema derecha europeos se manifestó en Francia con la llegada de Marine LePen a la presidencia del Frente Nacional fundado por su padre, Jean-Marie LePen, y la inclusión de un discurso “anticapitalista” en un programa que sigue siendo manifiestamente reaccionario y xenofóbico. Nada nuevo bajo el sol de los disfraces que la extrema derecha utiliza en su búsqueda por llegar al poder si uno recuerda las “raíces socialistas” del fascismo de Benito Mussolini, o el ala “socialista” de nacional-socialismo nazi, encabezada por Ernst Rohm, jefe de las fuerzas de choque de Hitler (ver la insuperable crónica histórica del nacimiento hasta la caída del nazismo escrita por William L. Shirer: The Rise and Fall of the Third Reich).
Canadá
EE.UU.gringos
Francia
Alemania
En Alemania la izquierda agrupada en torno a Die Linke (La Izquierda) ha logrado avances electorales en las últimas elecciones regionales y federales, y empieza a tomar forma como alternativa a los socialdemócratas del PSA, o como socio de estos últimos en una alianza de gobierno.
Reino Unido
Y no faltan analistas del “establishment” en Gran Bretaña que por los impactos de las políticas de austeridad del gobierno Conservador-Liberal vaticinan el surgimiento de nuevas fuerzas de izquierda junto al fortalecimiento del ala izquierda del Partido Laborista en Gran Bretaña.
Nos encontramos donde estamos porque desde el derrumbe de la Unión Soviética desaparecieron tanto la “amenaza comunista” como las opciones revolucionarias de izquierda, y porque desde entonces los partidos socialdemócratas tuvieron rienda suelta para abandonar definitivamente todo lo que podía ser visto como socialismo y convertirse en el instrumento político de las políticas neoliberales, rivalizando incluso con los partidos de derecha en el celo con el cual esas políticas se aplicaron. La ausencia de una verdadera alternativa de izquierda y la claudicación socialdemócrata explica una gran parte de la apatía política, del ausentismo electoral y el surgimiento electoral -en la mayoría de los países europeos- de los xenofóbicos partidos de extrema derecha que en medio de esta crisis y para atrapar el voto de las masas trabajadoras recurren cada vez más a un discurso anticapitalista.
El último ejemplo de la “conversión” de los partidos de extrema derecha europeos se manifestó en Francia con la llegada de Marine LePen a la presidencia del Frente Nacional fundado por su padre, Jean-Marie LePen, y la inclusión de un discurso “anticapitalista” en un programa que sigue siendo manifiestamente reaccionario y xenofóbico. Nada nuevo bajo el sol de los disfraces que la extrema derecha utiliza en su búsqueda por llegar al poder si uno recuerda las “raíces socialistas” del fascismo de Benito Mussolini, o el ala “socialista” de nacional-socialismo nazi, encabezada por Ernst Rohm, jefe de las fuerzas de choque de Hitler (ver la insuperable crónica histórica del nacimiento hasta la caída del nazismo escrita por William L. Shirer: The Rise and Fall of the Third Reich).
Canadá
- Elaborando sobre por qué los socialdemócratas canadienses -el Nuevo Partido Demócrata (NPD)- no han logrado capitalizar la pérdida de apoyos electorales del Partido Liberal de Canadá –de centroderecha-, ni tampoco de que el primer ministro conservador Stephen Harper se haya definido a sí mismo como un “lúgubre ideólogo de extrema derecha”, el historiador canadiense David Goutor escribe (Toronto Star, 29 diciembre 2010), que para liberarse de esta incapacidad el NPD tendría dos opciones: dar un dramático giro hacia la derecha para atraer a los votantes liberales, lo cual llevará a un masivo levantamiento dentro del Partido y a una marginalización de la base partidaria, como ocurrió cuando Tony Blair creó el Nuevo Laborismo en Gran Bretaña, o superar su aversión al riesgo adoptando posiciones controversiales en asuntos cruciales.
Esta segunda y “mejor opción” que tendría “un impacto real en la vida política” canadiense, según el historiador y profesor de Estudios Laborales de la Universidad McMaster en Ontario, ni siquiera significa que el NPD abrace “posiciones radicales”, sino que de manera más decisiva y confiada incluya en su agenda política los principios socialdemócratas que animan a esta formación política, en lugar de ponerlos en un segundo plano como ha venido haciendo.
Dirigiéndose a este problema de ausencia de partidos políticos capaces de catalizar el creciente descontento el profesor Goutor afirma que el actual discurso político debe consistir en una evaluación de los daños causados por las políticas de libre mercado, los cortes fiscales que favorecen a los ricos, la desregulación y el desmantelamiento de los programas sociales, subrayando que “las conservadoras políticas de liberalización comercial y de reducción fiscal que han prevalecido desde mediados de los 80 nunca han sido tan vulnerables como ahora a todo tipo de ataque político”.
Por todo esto el NPD, uno de los pocos partidos socialdemócratas que no abrazó el neoliberalismo, tiene frente a si una gran oportunidad, y lo único que necesita –escribe Goutor- es tener fe en sus principios y, sobre todo, no perder el momento y actuar decisivamente.
EE.UU.gringos
- Desde el economista estadunidense Jeffrey D. Sachs, uno de los promotores de la “terapia de choque” -que tantos daños causó en Bolivia (1985), Polonia (1989) y Rusia (1991)-, reconvertido en crítico del neoliberalismo, hasta el filósofo Francis Fukuyama que en 1989 decretó el “fin de la historia” y el triunfo global del capitalismo- consideran que el Partido Demócrata, que se supone representaba a las fuerzas socialdemócratas y de tendencia liberal, está al servicio de la oligarquía dominante, y solo ven salida a la crisis actual en Estados Unidos a través de la política.
Sachs concluye en que frente a la claudicación del presidente Demócrata Barack Obama -quien “llegó al poder con la promesa de cambio” pero no ha realizado cambio alguno porque “su gobierno está lleno de banqueros de Wall Street”- y con la posición recalcitrante de los Republicanos es evidente que podrá surgir “un tercer partido, comprometido con la limpieza de la política estadounidense y la restauración de una medida de decencia y justicia. Esto tomará su tiempo. El sistema político está profundamente sesgado contra todo reto a los dos partidos en el poder. Sin embargo, el tiempo del cambio vendrá. Los republicanos creen que tienen la ventaja y pueden seguir pervirtiendo el sistema para favorecer a los ricos. Creo que los acontecimientos futuros demostrarán lo equivocados que están.”
Francia
- La toma de conciencia de que solo la política puede llevar a los cambios fundamentales que son necesarios para resolver esta crisis y cambiar la naturaleza del sistema está mucho más claramente expresada en el libro de Jean-Luc Mélenchon (Qu’ils s’en aillent Tous!, Flammarion, 2010), un verdadero manifiesto de la “revolución ciudadana” en Francia para “retomar el poder de la oligarquía, del monarca presidencial, y del dinero Rey”.
Para Mélenchon la izquierda –que en este caso debería incluir a los miembros del Partido Socialista (PS) francés que no han abandonado los principios de Jean Jaurés- debe asumir la tarea histórica de derribar el neoliberalismo y frenar así el ascenso de la extrema derecha, que hoy se presenta bajo el mismo disfraz de una fuerza “anticapitalista” pero que en el fondo se ve destinada a ser la fuerza principal en una alianza con la oligarquía dominante.
El ex ministro socialista, fundador del Partido de Izquierda y ardiente promotor del Frente de Izquierda –que busca la unidad programática de las fuerzas de izquierda con vistas a las elecciones presidenciales del 2012-, es un acerbo critico de la claudicación socialdemócrata (3) y se nutre del conocimiento de las experiencias políticas de los movimientos populares en Argentina, Venezuela, Bolivia y Ecuador.
En su libro y en las intervenciones públicas Mélenchon no tiene pelos en la lengua para describir el saqueo del sistema neoliberal en Francia, la obscena acumulación de riqueza en pocas manos –el 0.1 por ciento de la población- producto de las privatizaciones, bajas de salarios, deslocalizaciones de la producción y del sistema desregulado de las finanzas europeas, y la necesidad de crear un movimiento popular capaz, a través de las elecciones, de llegar al poder para convocar a una Asamblea Constituyente que decida efectuar transformaciones radicales en la forma de gobierno –una democracia participativa y no delegada-, en todos sus niveles, en las instituciones y en las políticas distributivas de la riqueza nacional.
No vacila en proponer el retorno a un sistema tributario progresivo con aumentos impositivos de hasta el 100 por ciento para los ingresos y ganancias de capital que excedan el límite de 350 mil euros anuales por contribuyente, lo cual evidentemente solo afectará al 0.05 por ciento de la población, esos “15 mil ultra ricos” que son los principales beneficiarios de la desregulación y las demás políticas neoliberales.
Diputado en el parlamento Europeo por el Frente de Izquierda (Partido Comunista Francés (PCF), Partido de Izquierda e Izquierda Unitaria), Mélenchon es probablemente la figura política de la izquierda francesa más odiada por los grupos de poder de la derecha –que lo acusan de populismo o de “imitar el discurso provocador” de Maurice Thorez, el ex secretario general del PCF- y también por aquellos dirigentes del PS que siguen manteniendo que “no es posible salirse del sistema” neoliberal y que quisieran ver al ex ministro socialista y actual director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, como candidato a las presidenciales del 2012, y que solo ven la necesidad de un Frente de Izquierda para apoyar al PS en una eventual segunda ronda electoral en 2012 para derrotar a la derecha dirigida por Nicolás Sarkozy o a la extrema derecha del FN.
¿Una real alternativa política?
La tenacidad en la lucha por una unidad de las fuerzas de izquierda -y no solo para entregar en bandeja un triunfo al PS- y su capacidad de resumir clara y brevemente los problemas y las soluciones al alcance del pueblo, han convertido a Mélenchon en una figura con creciente popularidad entre los jóvenes y los votantes de la izquierda, y en un elemento clave para evitar que la apatía y el desencanto hacia los partidos políticos, la frustración por el atascamiento político y los impacto de las políticas neoliberales, sigan alimentando a las fuerzas de extrema derecha, como el FN.
Alemania
En Alemania la izquierda agrupada en torno a Die Linke (La Izquierda) ha logrado avances electorales en las últimas elecciones regionales y federales, y empieza a tomar forma como alternativa a los socialdemócratas del PSA, o como socio de estos últimos en una alianza de gobierno.
Reino Unido
Y no faltan analistas del “establishment” en Gran Bretaña que por los impactos de las políticas de austeridad del gobierno Conservador-Liberal vaticinan el surgimiento de nuevas fuerzas de izquierda junto al fortalecimiento del ala izquierda del Partido Laborista en Gran Bretaña.