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I parte
I parte
En diciembre de 2007 el papa Benedicto XVI anunció la congelación del proceso de beatificación de Eugenio Pacelli, Papa Pío XII, quien reinara en la monarquía vaticana desde 1939 hasta 1958, tiempo turbulento por la segunda guerra mundial y por los inicios de la guerra fría.
La decisión de Benedicto XVI se producía en un contexto de negociación con el estado de Israel de los bienes inmobiliarios de la Iglesia Católica en el Estado judío. La presión de diferentes grupos judíos y cristianos para no seguir con el proceso de beatificación de Pío XII, era porque cuestionaban el rol de dicho pontífice durante la segunda guerra mundial. Cuestionaban su famosa “neutralidad dulce” la cual la consideraban un demagogo eufemismo para encubrir su “pasividad cómplice” de las atrocidades de los gobiernos nazista y fascista.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial fueron múltiples las felicitaciones occidentales al papado de Eugenio Pacelli, por sus reiteradas alocuciones con mensajes de paz durante los años del conflicto. No fueron menos las alabanzas a Pacelli en la hora de su funeral en octubre de 1958. Hubo declaraciones positivas de personajes de relevancia entre la comunidad judía como Golda Meir y al mismísimo no religioso Albert Einstein. No fueron menores los pésames que muchos jefes de Estado de naciones mandaron a sus diferentes curias.
Cinco años después de la muerte de Pío XII, una vez pasada la euforia del reconocimiento de los políticos a Pacelli por haber salvado a la Iglesia y el patrimonio de San Pedro, el inconciente colectivo nacido de la reflexión de muchos estudiosos de la historia hizo estallar las dudas de las actuaciones de Pío XII. La chispa vino en 1963 el dramaturgo alemán Rolf Hochhuth con su obra de teatro “El Vicario”. Dicha obra de forma directa y fría rompió el encanto de un Pío XII cuasi santo y expuso a un Eugenio Pacelli insensible al dolor judío y de frío calculador en la defensa de las riquezas económicas del Vaticano. La obra de Hochhuth rompía el mito o creaba otro según sus detractores; una leyenda negra diría más de un defensor del Papado.
La respuesta del vaticano no se hizo esperar, pues el cardenal Montini (futuro Papa Pablo VI) unos días antes del conclave en el que sustituiría al recién fallecido Juan XXIII, mandó una carta donde de forma aireada protestaba por la calumniosa obra de teatro de Houchhuth.
En los años sesenta el Papa Pablo VI abrió el proceso de canonización de su amigo Eugenio Pacelli en medio de un mar de controversia que la obra “El Vicario” había activado. Las dudas sobre la actuación de Pío XII se extendieron como pólvora al vaivén de las múltiples presentaciones de la obra controversial en diferentes teatros del mundo occidental. No obstante, los católicos no se quedaron callados y de la misma manera se empezó a producir múltiples libros que defendían la santidad de Eugenio Pacelli y exigían que el papado aligerara el proceso para hacerlo beato. Se empezaron a recopilar múltiples testimonios de casos de judíos salvados por la supuesta buena influencia del Estado Vaticano. El celuloide hollywodiense no se quedó atrás y en 1983 el director Jerry London nos presentó la conmovedora vida del padre Hugo O´flalterty en la película Escarlata y Negro. La caracterización de Gregory Peck como el padre Hugo O´flalterty hizo sacar no pocas lágrimas a miles de entusiastas cinéfilos de la época. La astucia y los riesgos del padre O´flalterty para salvar a miles de judíos usando las estructuras del Vaticano asediado por un militar alemán despiadado, no dejó duda en muchos espectadores que la leyenda negra de “El Vicario” era una calumnia infundada.
No obstante aunque el germen de la duda había sido contenido, la campaña mediática de ambos bandos en controversia siguió a nivel de la intelectualidad. Era una lucha titánica aderezada con los juicios peyorativos de “leyenda negra” y “leyenda blanca”. Las turbulencias se calmaron por unos años hasta que el escritor de origen británico, John Cornwell, en 1999, publicó su obra “El Papa de Hitler”: La verdadera historia de Pío XII. Obra muy documentada a través de sus más de seiscientas páginas, que cuestionaba a Pío XII pero no sólo su silencio, sino que iba más allá; cuestionaba su rol dentro de la Iglesia y previo a su papado. Incluso acusa a Eugenio Pacelli y a la Iglesia de ser copartícipes y cómplices de la instauración del Fascismo en Italia y el Nazismo en Alemania. Además su estudio también extiende la culpabilidad Vaticana a las grandes matanzas de cristianos ortodoxos en los Balcanes.
La reacción del Vaticano a esta obra no se hizo esperar, pues el sacerdote Jesuita jefe de la causa de beatificación de Eugenio Pacelli, Peter Gumpel, circuló un extenso artículo desmenuzando la obra de Cornwell y criticándola sin contemplaciones.
Más leña al fuego echó el director griego Casta-Gavras con su película “Amén”, donde retoma la historia de “El Vicario” de Hochhuth. Más aireada fue la respuesta del promotor de la Fe Peter Gumpel S.J., pues manifestó que era parte de una campaña para desprestigiar a la Iglesia y que era parte de algo cíclico de gente sin escrúpulos que cuando ven que la causa de Pacelli va caminando, quieren detenerla.
Al margen de la controversia que ha despertado pasiones clericales y anticlericales, no se puede caer en juicios de valor sobre este espinoso tema sin antes conocer a fondo los hechos, el entorno y la biografía de Eugenio Pacelli. La primera pregunta que nos debemos hacer es ¿por qué su vida despierta tanta controversia? La respuesta obvia es que le tocó vivir tiempos difíciles de la historia, donde una guerra fraticida abrió heridas profundas que todavía la humanidad no ha podido cerrar. En la próxima entrega analizaremos los entretelones biográficos de este personaje enigmático llamado en su tiempo “Pastor Angelicus”.
II,III y IV partes
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I parte
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En diciembre de 2007 el papa Benedicto XVI anunció la congelación del proceso de beatificación de Eugenio Pacelli, Papa Pío XII, quien reinara en la monarquía vaticana desde 1939 hasta 1958, tiempo turbulento por la segunda guerra mundial y por los inicios de la guerra fría.
La decisión de Benedicto XVI se producía en un contexto de negociación con el estado de Israel de los bienes inmobiliarios de la Iglesia Católica en el Estado judío. La presión de diferentes grupos judíos y cristianos para no seguir con el proceso de beatificación de Pío XII, era porque cuestionaban el rol de dicho pontífice durante la segunda guerra mundial. Cuestionaban su famosa “neutralidad dulce” la cual la consideraban un demagogo eufemismo para encubrir su “pasividad cómplice” de las atrocidades de los gobiernos nazista y fascista.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial fueron múltiples las felicitaciones occidentales al papado de Eugenio Pacelli, por sus reiteradas alocuciones con mensajes de paz durante los años del conflicto. No fueron menos las alabanzas a Pacelli en la hora de su funeral en octubre de 1958. Hubo declaraciones positivas de personajes de relevancia entre la comunidad judía como Golda Meir y al mismísimo no religioso Albert Einstein. No fueron menores los pésames que muchos jefes de Estado de naciones mandaron a sus diferentes curias.
Cinco años después de la muerte de Pío XII, una vez pasada la euforia del reconocimiento de los políticos a Pacelli por haber salvado a la Iglesia y el patrimonio de San Pedro, el inconciente colectivo nacido de la reflexión de muchos estudiosos de la historia hizo estallar las dudas de las actuaciones de Pío XII. La chispa vino en 1963 el dramaturgo alemán Rolf Hochhuth con su obra de teatro “El Vicario”. Dicha obra de forma directa y fría rompió el encanto de un Pío XII cuasi santo y expuso a un Eugenio Pacelli insensible al dolor judío y de frío calculador en la defensa de las riquezas económicas del Vaticano. La obra de Hochhuth rompía el mito o creaba otro según sus detractores; una leyenda negra diría más de un defensor del Papado.
La respuesta del vaticano no se hizo esperar, pues el cardenal Montini (futuro Papa Pablo VI) unos días antes del conclave en el que sustituiría al recién fallecido Juan XXIII, mandó una carta donde de forma aireada protestaba por la calumniosa obra de teatro de Houchhuth.
En los años sesenta el Papa Pablo VI abrió el proceso de canonización de su amigo Eugenio Pacelli en medio de un mar de controversia que la obra “El Vicario” había activado. Las dudas sobre la actuación de Pío XII se extendieron como pólvora al vaivén de las múltiples presentaciones de la obra controversial en diferentes teatros del mundo occidental. No obstante, los católicos no se quedaron callados y de la misma manera se empezó a producir múltiples libros que defendían la santidad de Eugenio Pacelli y exigían que el papado aligerara el proceso para hacerlo beato. Se empezaron a recopilar múltiples testimonios de casos de judíos salvados por la supuesta buena influencia del Estado Vaticano. El celuloide hollywodiense no se quedó atrás y en 1983 el director Jerry London nos presentó la conmovedora vida del padre Hugo O´flalterty en la película Escarlata y Negro. La caracterización de Gregory Peck como el padre Hugo O´flalterty hizo sacar no pocas lágrimas a miles de entusiastas cinéfilos de la época. La astucia y los riesgos del padre O´flalterty para salvar a miles de judíos usando las estructuras del Vaticano asediado por un militar alemán despiadado, no dejó duda en muchos espectadores que la leyenda negra de “El Vicario” era una calumnia infundada.
No obstante aunque el germen de la duda había sido contenido, la campaña mediática de ambos bandos en controversia siguió a nivel de la intelectualidad. Era una lucha titánica aderezada con los juicios peyorativos de “leyenda negra” y “leyenda blanca”. Las turbulencias se calmaron por unos años hasta que el escritor de origen británico, John Cornwell, en 1999, publicó su obra “El Papa de Hitler”: La verdadera historia de Pío XII. Obra muy documentada a través de sus más de seiscientas páginas, que cuestionaba a Pío XII pero no sólo su silencio, sino que iba más allá; cuestionaba su rol dentro de la Iglesia y previo a su papado. Incluso acusa a Eugenio Pacelli y a la Iglesia de ser copartícipes y cómplices de la instauración del Fascismo en Italia y el Nazismo en Alemania. Además su estudio también extiende la culpabilidad Vaticana a las grandes matanzas de cristianos ortodoxos en los Balcanes.
La reacción del Vaticano a esta obra no se hizo esperar, pues el sacerdote Jesuita jefe de la causa de beatificación de Eugenio Pacelli, Peter Gumpel, circuló un extenso artículo desmenuzando la obra de Cornwell y criticándola sin contemplaciones.
Más leña al fuego echó el director griego Casta-Gavras con su película “Amén”, donde retoma la historia de “El Vicario” de Hochhuth. Más aireada fue la respuesta del promotor de la Fe Peter Gumpel S.J., pues manifestó que era parte de una campaña para desprestigiar a la Iglesia y que era parte de algo cíclico de gente sin escrúpulos que cuando ven que la causa de Pacelli va caminando, quieren detenerla.
Al margen de la controversia que ha despertado pasiones clericales y anticlericales, no se puede caer en juicios de valor sobre este espinoso tema sin antes conocer a fondo los hechos, el entorno y la biografía de Eugenio Pacelli. La primera pregunta que nos debemos hacer es ¿por qué su vida despierta tanta controversia? La respuesta obvia es que le tocó vivir tiempos difíciles de la historia, donde una guerra fraticida abrió heridas profundas que todavía la humanidad no ha podido cerrar. En la próxima entrega analizaremos los entretelones biográficos de este personaje enigmático llamado en su tiempo “Pastor Angelicus”.
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