I Boris Kagarlitsky
Extractos de
Desrevisando a Marx
por Boris Kagarlitsky
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Las conclusiones categóricas y rotundas del gran economista [Marx] crean malestar. Se lo ponen difícil a la gente que busca compromisos con el orden capitalista para llevar a cabo políticas moderadas y flexibles, y, en último análisis, constituyen un veredicto moral sobre tales individuos. Por ese motivo, el deseo de revisar el marxismo surgió casi simultáneamente a la aparición de los partidos obreros parlamentarios.
Para moderarse, el socialismo tuvo que pasar a través del revisionismo. Si el marxismo pertenece al pasado, entonces sus conclusiones más duras han perdido su importancia moral para la sociedad contemporánea. Todo lo que queda del socialismo histórico es un conjunto de "valores" generales que cada cual es libre de interpretar como desee. Es bastante obvio que el capitalismo cambia, y que resulta inútil librar [una batalla ideológica] sobre él con la ayuda de citas de libros escritos durante el pasado siglo.
Ni la moderación ni el compromiso son pecados en sí mismos. En condiciones políticas particulares, cualquier partido serio está condenado a buscar compromisos. En política no debe ignorarse la relación de fuerzas.
Hay cierto sabor de contabilidad comercial en el mismo término de revisionismo. No nos referimos a un repensamiento del marxismo, a una crítica de él, sino a un cálculo mecánico de la liquidez teórica disponible, o del "debe" y el "haber" de la doctrina. Tras esta contabilidad, pueden seguir siendo usados algunos "valores" remanentes, mientras que los productos ideológicos caducados son anotados como chatarra.
En esta rigidez y en esta "pasión por lo concreto", los revisionistas son muy semejantes al más conservador de los ortodoxos. La única diferencia reside en que este último se agarra a cada artículo de la ideología, tratando de probar, como anciano inquilino, que debe guardarse dentro de casa "por si acaso...", mientras que los ideólogos revisionistas intentan vaciar el edificio desechando lo antes posible todo lo "superfluo".
El método analítico del revisionismo podría denominarse como descriptivo. Comparando la descripción de uno u otro fenómeno social en el marxismo clásico con la realidad moderna, las revisionistas concluyen, muy razonablemente, que hay diferencias. Cuando este estudio concluye, las diferencias constatadas son vistas como razones en sí mismas para rechazar las conclusiones de Marx. No hay análisis en el sentido preciso de la palabra; se trata, simplemente, de un pensamiento superfluo. El problema es que esa realidad sigue cambiando. Los sucesos y procesos descritos por los revisionistas también se desvanecen en el pasado, sometiendo también a duda sus propias conclusiones.
Históricamente, el discurso revisionista fue muy importante para el desarrollo del pensamiento socialista. El revisionismo de Bernstein fue el punto de partida para Lenin, Trotsky, Gramsci... Los debates sobre la pertinencia del marxismo, periódicamente recurrentes, y las más recientes revisiones marcan la aproximación a un punto de inflexión en la historia del movimiento socialista y del pensamiento socialista. Estas discusiones dan indiscutible testimonio de la crisis del marxismo o de sus interpretaciones dominantes, incluyendo las versiones revisionistas.
Tras el "fin de la historia", la historia comienza nuevamente. La pregunta inevitable es: ¿quién está anticuado ahora? Tras la defunción del Estado de bienestar el mundo no se ha hecho más estable, más justo o más libre., pues la transformación de la violencia en una norma de vida social está devaluando las libertades cívicas.
Pero, aunque se denuncian los vicios del nuevo orden mundial, la izquierda no le ha enfrentado su propia ideología. "La izquierda tiene que aceptar el hecho de que el proyecto marxista de revolución lanzado por el Manifiesto Comunista ha muerto. Habrá posiblemente revoluciones, pero no serán explícitamente socialistas ni seguirán la tradición marxista iniciada con la Primera Internacional"(10).
El estadounidense Roger Burbach y el nicaragüense Orlando Núñez ven la única alternativa al neoliberalismo en movimientos espontáneos que expresen necesidades básicas. Una nueva y más justa sociedad "tendrá que proceder de una amalgama de los diferentes movimientos nacionales, étnicos y culturales del mundo."(11).
Los intelectuales que han perdido su referencia política no necesitan mucho para satisfacerse: "Cualquier política puede llamarse socialista si apunta a limitar el carácter elemental del mercado y a redistribuir las rentas"(14).
El proyecto socialista tiene que traducirse a un lenguaje comprensible para la gente. No es el lenguaje cultivado por los intelectuales occidentales, del radicalismo y el multiculturalismo postmodernos. Es el lenguaje simple y directo del marxismo clásico.
Un retorno al marxismo significa ante todo restaurar la centralidad de clase en el pensamiento político de la izquierda. El marxismo clásico nunca argumentó que la contradicción entre trabajo y capital era la única presente en la sociedad, o necesariamente la más aguda. Ni Marx ni Engels afirmaron que la sociedad está totalmente, y sin excepción, dividida en clases (basta con recordar su razonamiento según el cual no había clases en la Alemania de comienzos del XIX). Marx y Engels solamente afirmaron (y bastante apropiadamente) que la contradicción entre trabajo y capital era crucial, y que sin tomarla en cuenta no podrían resolverse otros problemas y contradicciones. El reduccionismo de clase ha sido, de hecho, una verdadera característica de la tradición marxista.
El conflicto entre trabajo y capital no es solamente un choque de intereses, sino que también involucra una contraposición de valores, principios y morales. Solamente un socialismo ético que descanse sobre una base firme puede tener un significado positivo. Necesitamos saber nítidamente de qué lado estamos.
Notas:
10. R. Burbach, O. Nuñez y B. Kagarlitsky. Globalization and its Discontents. The Rise of Postmodern Socialism. London and Chicago, 1997, p. 142.
11. ibid, p. 145.
14. Svobodnaya mysl', 1995, nº.3, p. 75.
Extractos de
Desrevisando a Marx
por Boris Kagarlitsky
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Las conclusiones categóricas y rotundas del gran economista [Marx] crean malestar. Se lo ponen difícil a la gente que busca compromisos con el orden capitalista para llevar a cabo políticas moderadas y flexibles, y, en último análisis, constituyen un veredicto moral sobre tales individuos. Por ese motivo, el deseo de revisar el marxismo surgió casi simultáneamente a la aparición de los partidos obreros parlamentarios.
Para moderarse, el socialismo tuvo que pasar a través del revisionismo. Si el marxismo pertenece al pasado, entonces sus conclusiones más duras han perdido su importancia moral para la sociedad contemporánea. Todo lo que queda del socialismo histórico es un conjunto de "valores" generales que cada cual es libre de interpretar como desee. Es bastante obvio que el capitalismo cambia, y que resulta inútil librar [una batalla ideológica] sobre él con la ayuda de citas de libros escritos durante el pasado siglo.
Ni la moderación ni el compromiso son pecados en sí mismos. En condiciones políticas particulares, cualquier partido serio está condenado a buscar compromisos. En política no debe ignorarse la relación de fuerzas.
Hay cierto sabor de contabilidad comercial en el mismo término de revisionismo. No nos referimos a un repensamiento del marxismo, a una crítica de él, sino a un cálculo mecánico de la liquidez teórica disponible, o del "debe" y el "haber" de la doctrina. Tras esta contabilidad, pueden seguir siendo usados algunos "valores" remanentes, mientras que los productos ideológicos caducados son anotados como chatarra.
En esta rigidez y en esta "pasión por lo concreto", los revisionistas son muy semejantes al más conservador de los ortodoxos. La única diferencia reside en que este último se agarra a cada artículo de la ideología, tratando de probar, como anciano inquilino, que debe guardarse dentro de casa "por si acaso...", mientras que los ideólogos revisionistas intentan vaciar el edificio desechando lo antes posible todo lo "superfluo".
El método analítico del revisionismo podría denominarse como descriptivo. Comparando la descripción de uno u otro fenómeno social en el marxismo clásico con la realidad moderna, las revisionistas concluyen, muy razonablemente, que hay diferencias. Cuando este estudio concluye, las diferencias constatadas son vistas como razones en sí mismas para rechazar las conclusiones de Marx. No hay análisis en el sentido preciso de la palabra; se trata, simplemente, de un pensamiento superfluo. El problema es que esa realidad sigue cambiando. Los sucesos y procesos descritos por los revisionistas también se desvanecen en el pasado, sometiendo también a duda sus propias conclusiones.
Históricamente, el discurso revisionista fue muy importante para el desarrollo del pensamiento socialista. El revisionismo de Bernstein fue el punto de partida para Lenin, Trotsky, Gramsci... Los debates sobre la pertinencia del marxismo, periódicamente recurrentes, y las más recientes revisiones marcan la aproximación a un punto de inflexión en la historia del movimiento socialista y del pensamiento socialista. Estas discusiones dan indiscutible testimonio de la crisis del marxismo o de sus interpretaciones dominantes, incluyendo las versiones revisionistas.
Tras el "fin de la historia", la historia comienza nuevamente. La pregunta inevitable es: ¿quién está anticuado ahora? Tras la defunción del Estado de bienestar el mundo no se ha hecho más estable, más justo o más libre., pues la transformación de la violencia en una norma de vida social está devaluando las libertades cívicas.
Pero, aunque se denuncian los vicios del nuevo orden mundial, la izquierda no le ha enfrentado su propia ideología. "La izquierda tiene que aceptar el hecho de que el proyecto marxista de revolución lanzado por el Manifiesto Comunista ha muerto. Habrá posiblemente revoluciones, pero no serán explícitamente socialistas ni seguirán la tradición marxista iniciada con la Primera Internacional"(10).
El estadounidense Roger Burbach y el nicaragüense Orlando Núñez ven la única alternativa al neoliberalismo en movimientos espontáneos que expresen necesidades básicas. Una nueva y más justa sociedad "tendrá que proceder de una amalgama de los diferentes movimientos nacionales, étnicos y culturales del mundo."(11).
Los intelectuales que han perdido su referencia política no necesitan mucho para satisfacerse: "Cualquier política puede llamarse socialista si apunta a limitar el carácter elemental del mercado y a redistribuir las rentas"(14).
El proyecto socialista tiene que traducirse a un lenguaje comprensible para la gente. No es el lenguaje cultivado por los intelectuales occidentales, del radicalismo y el multiculturalismo postmodernos. Es el lenguaje simple y directo del marxismo clásico.
Un retorno al marxismo significa ante todo restaurar la centralidad de clase en el pensamiento político de la izquierda. El marxismo clásico nunca argumentó que la contradicción entre trabajo y capital era la única presente en la sociedad, o necesariamente la más aguda. Ni Marx ni Engels afirmaron que la sociedad está totalmente, y sin excepción, dividida en clases (basta con recordar su razonamiento según el cual no había clases en la Alemania de comienzos del XIX). Marx y Engels solamente afirmaron (y bastante apropiadamente) que la contradicción entre trabajo y capital era crucial, y que sin tomarla en cuenta no podrían resolverse otros problemas y contradicciones. El reduccionismo de clase ha sido, de hecho, una verdadera característica de la tradición marxista.
El conflicto entre trabajo y capital no es solamente un choque de intereses, sino que también involucra una contraposición de valores, principios y morales. Solamente un socialismo ético que descanse sobre una base firme puede tener un significado positivo. Necesitamos saber nítidamente de qué lado estamos.
Notas:
10. R. Burbach, O. Nuñez y B. Kagarlitsky. Globalization and its Discontents. The Rise of Postmodern Socialism. London and Chicago, 1997, p. 142.
11. ibid, p. 145.
14. Svobodnaya mysl', 1995, nº.3, p. 75.