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    Los trabajadores agrícolas de Almería son esclavos modernos, segun organizaciones humanitarias

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    Los trabajadores agrícolas de Almería son esclavos modernos, segun organizaciones humanitarias Empty Los trabajadores agrícolas de Almería son esclavos modernos, segun organizaciones humanitarias

    Mensaje por Xisco Sáb Feb 12, 2011 4:40 pm

    Un reportaja del diario británico The Gardian descubre las espantosas condiciones en las que viven los trabajadores inmigrantes. Escrito por Felicity Lawrence (guardian.co.uk), Lunes, 7 febrero 2011

    Foro Social de Almería | The Gardian (UK)

    http://www.kaosenlared.net/noticia/trabajadores-agricolas-almeria-son-esclavos-modernos-segun-organizacio

    Los trabajadores agrícolas de Almería son esclavos modernos, segun organizaciones humanitarias 166540_Chabolas


    La Costa del Sol es famosa por sus playas y turistas, pero tras ellas se oculta un mundo de invernaderos industriales donde inmigrantes africanos trabajan en condiciones extremas.
Una investigación de la industria hortofrutícola de invernadero en el sur de España (valorada en dos mil millones de euros anuales), por parte del periódico Inglés “The Guardian”, ha descubierto la “explotación” de decenas de miles de trabajadores inmigrantes dedicados al cultivo de verduras para supermercados británicos. 



    Organizaciones benéficas, que trabajan con trabajadores ilegales durante la campaña de este año, dicen que los abusos a estos trabajadores se corresponden con la definición oficial que la ONU da para la esclavitud moderna, ya que a algunos trabajadores se les ha retenido su salario por quejarse. Las condiciones parecen haberse deteriorado aún más desde que el colapso del auge inmobiliario español ha conducido a miles de inmigrantes de la construcción a la horticultura en busca de trabajo. 



    Entre las conclusiones de “The Guardian” se destacan:

    - Trabajadores inmigrantes africanos viven en chozas hechas de cajas viejas y trozos de plástico, sin servicios sanitarios ni acceso a agua potable. 



    - Los salarios son habitualmente inferiores a la mitad del salario mínimo legal. 



    - A los trabajadores sin papeles se les dice que serán denunciados a la policía si se quejan. 


    - Segregación impuesta por el acoso policial cuando los trabajadores africanos se salen fuera de las zona de invernaderos y entran en las zonas turísticas. 



    La situación de los inmigrantes que trabajan en las fincas de tomate, pimiento, pepino y calabacín de Almería es tan desesperada que la Cruz Roja ha estado distribuyendo paquetes de comida gratuita a miles de ellos. Su coordinador local ha descrito como "inhumanas" estas condiciones. “Anti-Slavery International” [Contra la Esclavitud]” dijo a “The Guardian” que la evidencia era "profundamente preocupante", y planteó el "fantasma de la sanción estatal en la práctica de la esclavitud en el siglo 21en Europa". 



    La historia de Mohamed es típica de la de miles de africanos que trabajan bajo el calor sofocante de los invernaderos de plástico. 



    En 2004, después de haber pagado €1000 a contrabandistas por traerlo en un barco de pesca, llegó ilegalmente al sur de España desde Marruecos para trabajar en los invernaderos. En aquella época Mohamed podía ganar 30 euros por una jornada de ocho horas diarias. Ahora tiene suerte si puede conseguir 20 euros al día. 



    El salario mínimo legal por un día de trabajo actualmente sobrepasa los 44 euros, pero la crisis económica ha generado un superávit de inmigrantes desesperados por trabajar, lo que permite a los agricultores bajar los salarios. 



    La casa de Mohamed es una choza en la zona de invernaderos que se encuentra cercana a la zona turística de Roquetas de Mar en la Costa del Sol. La casa está hecha de pallets de madera toscamente ensamblados que se usan normalmente para el transporte de las cosechas, y está cubierta con una capa de plástico agrícola de desecho. No hay agua potable ni servicios sanitarios. 



    Hay más o menos 100 chozas como ésta al lado de la de Mohamed. Los empleos son esporádicos y sin contrato, por un día o incluso por unas horas. A veces, cuando él y sus compatriotas han estado sin trabajar durante semanas, no tienen comida, a menos que la Cruz Roja les entregue alimentos. "Vivimos como animales carroñeros. No hay trabajo, ni dinero, ni comida", dice. 



    Jawara llegó desde Gambia en el 2008 con otros 85, embalados como carga en un pequeño barco pesquero. Se sentía afortunado de haber sobrevivido al trauma del viaje. Algunos de los venían con él se ahogaron o murieron en el barco. Tras ser puesto en libertad después de 40 días para buscar trabajo, ahora vive con otras 10 personas del África subsahariana en un cortijo abandonado entre los invernaderos de Almería, cerca de la ciudad mercado de San Isidro. 



    Los hombres duermen en la parte que aún tiene la apariencia de un techo. Están hacinados en tres pequeñas habitaciones agriadas por el olor a humedad y comida rancia. Las paredes están ennegrecidas por la estufa de acampar que utilizan para cocinar. El cuarto de baño es la dependencia de al lado, sin techo desde hace mucho tiempo y sus ladrillos reducidos a escombros. El salón consiste en un sofá viejo y apoyado contra paredes rotas. No hay aquí tampoco saneamiento y los hombres viven entre el trabajo agrícola que encuentran en los cultivos de tomate, la caridad y los paquetes de la Cruz Roja. 



    Jawara llegó a San Isidroto para unirse a su hermano, pero éste murió apenas tres meses más tarde a causa de problemas renales. Al carecer de papeles estaban demasiado asustados para ir al médico y no tenían dinero para pagar medicamentos. Su padre también murió mientras él estaba fuera. Al igual que muchos de los entrevistados Jawerea habló de su vergüenza por las condiciones de vida, el racismo que se ha encontrado en todas partes y por lo poco que les pagan. No quiso ser filmado en el caso de que su familia vea cómo vive. 



    Sang, también de Gambia, se considera relativamente afortunado por compartir un cortijo abandonado con alrededor de otras 40 personas del oeste de África. Un agricultor local se lo alquila de manera ilegal, ya que si bien tiene techo y electricidad, no tiene agua corriente. 



    Además del alquiler, los migrantes tienen que pagar 600 euros al mes para que un camión cisterna les llene de agua un viejo pozo en el patio. Sang, que ha estado manteniendo con su salario a cerca de 30 miembros de su familia en Gambia, también ha visto reducidas el número de horas de trabajo a unas pocas cada vez que consigue trabajo debido a la crisis. 



    Almería era la región más pobre de España, pero el auge en el sector hortofrutícola desde finales de los 80 ha ayudado a transformar la zona, que se encuentra en la Costa del Sol. A pesar de que los turistas británicos rara vez lo ven, a menos de una milla de los hoteles turísticos en la playa hay un vasto paisaje industrial de invernaderos de plástico que ocupa más de 400 kilómetros cuadrados de la llanura costera. 



    El comercio de hortalizas cultivadas en la región satisface la demanda de ensalada fresca del Reino Unido durante todo el año. Representa un valor de dos mil millones de euros al año para la economía española, según José Ángel Aznar, profesor de economía aplicada en la Universidad de Almería. Casi todas las principales cadenas de distribución del norte de Europa, incluyendo los supermercados británicos, se abastecen de los cultivos de ensalada de la región cuando la temporada agrícola llega a su fin en estos países. Compran las hortalizas en subastas de las cooperativas a las que pertenecen los agricultores de Almería. 



    Pero el auge ha sido sólo posible gracias a los inmigrantes. Los invernaderos necesitan una gran cantidad de mano de obra barata que se puede movilizar o desmovilizar en cualquier momento. El trabajo es irregular y difícil, y con temperaturas que alcanzan entre los 40ºC y los 45ºC, por lo que no es atractivo para la población local. Por lo tanto, a miles de trabajadores ilegales han llegado a Almería, primero de Marruecos, a continuación de el este de Europa y el África subsahariana. 



    Las estimaciones del número total de inmigrantes trabajando en los invernaderos varían, pero Juan Carlos Checa, investigador de antropología social en la universidad, estima su número en abril de 2010 entre 80.000 y 90.000. 



    Spitou Mendy, que llegó como un inmigrante ilegal desde Senegal hasta que obtuvo sus papeles en una amnistía, ayuda ahora a dirigir el Sindicato de Obreros del Campo (SOC), un pequeño sindicato para inmigrantes. Él piensa que el número ha aumentado a más de 100.000 debido a la recesión. 



    El Gobierno español permite solicitar la regularización a aquellos que puedan demostrar que han trabajado durante más de tres años, y muchos lo han hecho, pero decenas de miles de personas aún se encuentran en Almería de forma ilegal, presas fáciles para la “explotación”. Condiciones que ya eran terribles se han deteriorado aún más en los últimos dos años, según Mendy. 



    Los agricultores dicen que los supermercados han exprimido sus márgenes aún más durante la crisis, mientras que los costos de los combustibles y fertilizantes han subido. No tienen más remedio que bajar los salarios, que es el único elemento de los costos de producción que pueden controlar. Los agricultores que tratan de emplear a personas legalmente y pagando de acuerdo con el convenio encuentran difícil competir o tener beneficios. 



    En los ojos de Mendy las condiciones son de esclavitud. “Usted no encuentra a ‘los hijos de España’ en los invernaderos, sólo los negros y las personas de las antiguas colonias”, dice. “Los agricultores sólo quieren una mano de obra no calificada, maleable, que cueste absolutamente nada. Sólo una parte de la industria se está beneficiando de todo esto. Es la gran agroindustria la que gana. Son los capitalistas los que ganan. Y la humanidad muere de esa manera. Se trata de la esclavitud en Europa. En la puerta de Europa, existe la esclavitud como si estuviéramos en el siglo diez y seis.” 



    Cherif, que solía ser maestro de francés y alemán en Senegal, pero ahora mantiene dos hijos con lo que él gana cogiendo tomates unos días de un mes, ha encontrado a los agricultores más que dispuestos a aprovecharse de los trabajadores ilegales. “Tenemos que cerrar la boca y no hablar sobre las condiciones. Hace mucho, mucho calor; no hay agua para beber y es agotador. Me pagan sólo entre 20 y 25 euros por día y no me siento libre. La policía me vigila si voy a los lugares equivocados.” 



    Al igual que muchos con los que hablamos, los agricultores habían rehusado pagar a Cherif por trabajo que había hecho. “Un agricultor no quiso pagarme ni a mí ni a otro africano. Me debía 200 euro. El otro trabajador se peleó con él y consiguió su dinero, pero yo no me quise pelear. Así que estuve yendo su casa cada día durante dos meses que me dio el dinero, pero aun así me estafó 5 euros.”


    Las tensiones entre los inmigrantes y las comunidades locales se han incrementado en los últimos meses. El SOC teme una repetición de la violencia y los disturbios que se produjeron en el año 2000 en El Ejido. Mendy explicó que había visto signos de alerta en San Isidro en octubre pasado cuando un agricultor fue asesinado en el almacén de invernadero y los locales de inmediato señalaron con el dedo a los inmigrantes. Miles protestaron en las calles tras funeral, retratando a los africanos en pancartas racistas como ovejas negras y diciendo: "Inmigrantes: comportaros o largaros". Más tarde se supo que la policía estaba investigando los vínculos de este agricultor con la delincuencia organizada. 



    Sin embargo, la mayoría de las veces las dos comunidades están totalmente separadas. Los únicos negros que la gente ve negro en las zonas turísticas son unos pocos los vendedores ambulantes vendiendo baratijas en las playas, mientras que los africanos y marroquíes viven escondidos en las chabolas entre los invernaderos. Llegan a los pueblos agrícolas de madrugada para hacer cola en las carreteras principales en busca de trabajo, pero se espera que se desvanezcan después. Varios de los entrevistados describieron como la policía los acosaba cuando se salían fuera de las zonas de invernadero. 



    La hermana Purificación, o Puri, como se la conoce, es una de las cuatro monjas católicas de la orden de las Hermanas Misericordiosas de la Caridad que viven en San Isidro. Recuerda cómo los primeros negros africanos llegaron al pueblo el 2002. 



    Los centros de detención en las Islas Canarias que recibían inmigrantes que llegaban ilegalmente en barcos procedentes de África estaban llenos. Con el fin de procesar a los recién llegados, las autoridades españolas comenzaron a enviarlos a aeropuertos en la Península para dispersarlos por áreas donde su trabajo era necesario. Alquilaron un autobús para llevar a unos 30 africanos desde el aeropuerto de Madrid al centro de San Isidro, donde se instruyó al conductor para que abriese las puertas en la Plaza de Colonización, la plaza principal, y simplemente los pusiese en libertad. “Esa fue la primera vez que la gente vió a un negro aquí.


    “El gobierno no les dio absolutamente nada, ni dinero, ni papeles, nada, sólo se les dijo, ahí os quedais. Nadie sabía de dónde venían. Las autoridades locales se lavaron las manos. La gente del pueblo no quería tener nada que ver con ellos. Nosotras no teníamos ni idea de qué hacer”, explicó Puri. 



    Al final, las monjas llevarón a los africanos a un invernadero abandonado. Otros comenzaron a llegar y a construir chozas de cartón bajo esta estructura en ruinas, hasta que más de 300 personas que vivían allí en un barrio de chabolas improvisadas, sin servicios de saneamiento. “Las condiciones eran terribles, horribles, inhumanas", recordó Puri. 



    A medida que venía más gente, las monjas comenzaron a preocuparse por problemas de salud. Se encuentran con tuberculosis, el sida y la hepatitis entre los migrantes, pero sabían que no podían obtener ayuda médica adecuada. Comenzaron a llevar a aquellos que estaban enfermos a cortijos abandonados para aislarlos del resto. “No teníamos los medios para hacer nada más. El gobierno no estaba haciendo casi nada.” 



    Luego, en septiembre del 2005, estalló un gran incendio. Cientos de africanos huyeron de las chabolas al quemarse el plástico. El cuerpo de bomberos y la policía llegaron, pero una vez que el fuego fue apagado se fueron, negándose a ayudar, de acuerdo a Puri. 



    Las monjas utilizaron sus propios pequeños coches para comenzar a desplazar a los más de 300 hombres a otros lugares donde había otros inmigrantes alojados en la zona - en cortijos y pozos subterráneos. Pero a las dos de la mañana todavía había 120 hombres sin ningún lugar adonde ir y se decidió que debían dormir en la plaza principal, con las monjas acompañándoles en muestra de solidaridad. “Estuvimos allí tres días. El pueblo no hizo nada. El gobierno no hizo nada. Yo estaba llorando de rabia, de impotencia y de indignación", afirma Puri. 



    Hoy en día las monjas dirigen un centro de alimentación donde reparten comida y ropa a los inmigrantes. En esta pequeña comunidad agrícola de tan sólo 7.000 habitantes tienen más de 4.000 beneficiarios registrados en su ordenador. 



    “El año pasado se produjeron aquí cinco muertes de inmigrantes por accidentes nocturnos de tráfico”, añadió Puri. “Hace unos 18 meses, un trabajador africano murió en uno de los invernaderos. - Cayó dentro del tanque de agua y no pudo salir No hubo castigo para el agricultor, no preguntas de la policía”, nos dijo Puri. “Soy muy consciente de que lo que estamos haciendo no es una solución real. Pero ellos saben al menos que si están enfermos o desesperados, estamos aquí para sosterner su mano.” 



    Estas condiciones no se limitan sólo a Almería. Cuando la cosecha de la aceituna estaba a punto de comenzar justo antes de la Navidad pasada en la región de Jaén, miles de migrantes se trasladaron para allá tratando desesperadamente de encontrar trabajo. Sin dinero ni abrigo, la mayoría recibía alimentos una vez al día en un centro gestionado por la Cruz Roja. Se les permitió permanecer en el centro durante tres días, y después tenían que abandonarlo. La mayoría dormía a la intemperie. Los que tenían papeles podían solicitar un pase gratuito de autobús todas las mañanas en el centro de la Cruz Roja para desplacer a los olivares para intentar reengancharse al trabajo. 



    La Cruz Roja en Jaén no contestó a nuestras llamadas, pero su coordinador en Almería, Francisco Vicente, estima que hay entre 15.000 y 20.000 inmigrantes sin hogar sólo en su provincia, de los cuales unos 5.000 viven en casas abandonadas y chabolas sin agua corriente ni electricidad. “Estos son comunidades más ‘establecidas’, a las que la Cruz Roja puede al menos llegar. Pero hay otros diseminados por la ciudad, durmiendo cerca de cajeros automáticos, o simplemente en las calles. Esto es inhumano”, añadió. 



    Mendy nos dijo que había una conspiración de silencio acerca de estas condiciones de vida. “Todo el mundo sabe que este sistema existe, esto es el neoliberalismo salvaje. Pero la gente se ha tapado los sus oídos.” 



    Vicente está de acuerdo: “Esto se está oculta, la gente no está interesada en que esto se haga público. No me refiero sólo a los políticos. A veces es la propia sociedad - la gente - que no se levanta”, nos dijo. 



    El ministro español de Interior no respondió cuando se le pidió un comentario. 



    El director de “Anti-Slavery International”, Aidan McQuade, dijo: “La evidencia obtenida por ‘The Guardian’ sugiere que podríamos estar viendo el surgimiento de una nueva forma de esclavitud, que es profundamente inquietante. 



    "El hecho de que las autoridades españolas han trasladado inmigrantes irregulares a las zonas del país donde su trabajo es necesario, y donde además los trabajadores inmigrantes reciben normalmente la mitad del salario mínimo legal y son amenazados con la deportación si se quejarse de sus condiciones de trabajo, establece una presunción de connivencia oficial en el tráfico de trabajadores inmigrantes en las fincas agrícolas del sur de España. 



    “Esto plantea de hecho el fantasma de la sanción por parte del estado de la esclavitud en el siglo 21 en Europa.”

    http://fsalmeria.org/2011/02/09/esclavitud-en-almeria/

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