La terrible historia de la infancia ha sido la gran olvidada de la historiografía oficial, mientras volvía a mirar y a releer los hilos del camarada SS-18 sobre "El bienestar de los niños soviéticos" y " la época dorada del socialismo" me acordé de un libro que leí hace años de Lloyd de Mause y que os recomiendo que leáis si no lo habéis hecho ya.
Oís llorar a los niños
Oh, hermanos míos...
The cry of the children (Elizabeth Barrett Browning)
La historia de la infancia es una pesadilla de la que hemos empezado a despertar hace muy poco. Cuanto más se retrocede en el pasado, más bajo es el nivel de la puericultura y más expuestos están los niños a la muerte violenta, el abandono, los golpes, el terror y los abusos sexuales. Nos proponemos aquí recuperar cuanto podamos de la historia de la infancia a partir de los testimonios que han llegado hasta nosotros.
Si los historiadores no han reparado hasta ahora en estos hechos es porque durante mucho tiempo se ha considerado que la historia seria debía estudiar los acontecimientos públicos, no privados. Los historiadores se han centrado tanto en el ruidoso escenario de la historia, con sus fantásticos castillos y sus grandes batallas, que por lo general no han prestado atención a lo que sucedía en los hogares y en el patio de recreo. Y mientras los historiadores suelen buscar en las batallas de ayer las causas de las de hoy, nosotros en cambio nos preguntamos cómo crea cada generación de padres e hijos los problemas que después se plantean en la vida pública.
A primera vista esta falta de interés por la vida de los niños resulta extraña. Los historiadores se han dedicado tradicionalmente a explicar la continuidad y el cambio en el transcurso del tiempo, y desde Platón se ha sabido que la infancia es una de las claves para ello. No se puede decir que fuese Freud quien descubrió la importancia de las relaciones padre-hijo para el cambio social; la frase de san Agustín, “Dadme otras madres y os daré otro mundo”, ha sido repetida por grandes pensadores durante quince siglos sin influir en la historiografía. Por supuesto, a partir de Freud nuestra visión de la infancia ha adquirido una nueva dimensión, y en los últimos cincuenta años el estudio de la infancia ha sido habitual para el psicólogo, el sociólogo y el antropólogo. Sólo está empezando a serlo para el historiador. Esta deliberada evitación exige una explicación.
Los historiadores atribuyen a la escasez de fuentes la falta de estudios serios sobre la infancia. Peter Laslett se pregunta por qué las “masas y masas de niños pequeños están extrañamente ausentes de los testimonios escritos... Hay algo misterioso en el silencio de esas multitudes de niños en brazos, de niños que empiezan a andar y de adolescentes en los relatos que los hombres escribían en la época sobre su propia experiencia... No podemos saber si los padres ayudaban a cuidar a los niños... Nada se sabe aún de lo que los psicólogos llaman control de esfínteres... En realidad, hay que hacer un esfuerzo mental para recordar continuamente que los niños estaban siempre presentes en gran número en el mundo tradicional; casi la mitad de la comunidad viviendo en una situación de semisupresión”.Como señala James Bossard, sociólogo de la familia: “Por desgracia, la historia de la infancia no se ha escrito nunca, y es dudoso que se pueda escribir algún día, debido a la escasez de datos históricos acerca de la infancia”.
Esta convicción es tan firme entre los historiadores que no es de extrañar que el presente libro se iniciara no en la esfera de la historia, sino en la del psicoanálisis aplicado. Hace cinco años yo estaba escribiendo un libro sobre una teoría psicoanalítica del cambio histórico y, al examinar los resultados de medio siglo de psicoanálisis aplicado, me pareció que éste no había llegado a ser una ciencia sobre todo porque no había adquirido carácter evolutivo. Dado que la repetición compulsiva, por definición, no puede explicar el cambio histórico, todos los intentos realizados por Freud, Roheim, Kardiner y otros autores para desarrollar una teoría del cambio acabaron en una estéril polémica del huevo o la gallina sobre si la educación de los niños depende de los rasgos culturales o a la inversa. Se demostró una y otra vez que las prácticas de crianza de los niños son la base de la personalidad adulta; el origen de las mismas sumió en la perplejidad a todos los psicoanalistas que se plantearon la cuestión.
En una comunicación presentada en 1968 a la Association for Applied Psychoanalysis (Asociación de Psicoanálisis Aplicado) esbocé una teoría evolutiva del cambio histórico en las relaciones paternofiliales y propuse que, puesto que los historiadores no habían abordado todavía la tarea de escribir la historia de la infancia, la Asociación patrocinara la labor de un grupo de historiadores que estudiara las fuentes para descubrir las principales etapas de la crianza de los niños en Occidente desde la Antigüedad. Este libro es el resultado de ese proyecto.
La “teoría psicogénica de la historia” esbozada en mi propuesta de proyecto comenzaba con una teoría general del cambio histórico. Su postulado era que la fuerza central del cambio histórico no es la tecnología ni la economía, sino los cambios “psicogénicos” de la personalidad resultantes de interacciones de padres e hijos en sucesivas generaciones. Esta teoría entrañaba varias hipótesis, sujetas cada una de ellas a confirmación o refutación con arreglo a los datos históricos empíricos:
1. La evolución de las relaciones paternofiliales constituye una causa independiente del cambio histórico. El origen de esta evolución se halla en la capacidad de sucesivas generaciones de padres para regresar a la edad psíquica de sus hijos y pasar por las ansiedades de esa edad en mejores condiciones esta segunda vez que en su propia infancia. Este proceso es similar al del psicoanálisis, que implica también un regreso y una segunda oportunidad de afrontar las ansiedades de la infancia.
2. Esta presión generacional” a favor del cambio psíquico no sólo es espontánea, originándose en la necesidad del adulto de regresar y en el esfuerzo del niño por establecer relaciones, sino que además se produce independientemente del cambio social y tecnológico. Por lo tanto, puede darse incluso en periodos de estancamiento social y tecnológico.
3. La historia de la infancia es una serie de aproximaciones entre adulto y niño en la que cada acortamiento de la distancia psíquica provoca nueva ansiedad. La reducción de esta ansiedad del adulto es la fuente principal de las prácticas de crianza de los niños de cada época.
4. El complemento de la hipótesis de que la historia supone una mejora general de la puericultura es que cuanto más se retrocede en el tiempo menos eficacia muestran los padres en la satisfacción de las necesidades de desarrollo del niño. Esto quiere decir por ejemplo, que si en Estados Unidos hay actualmente menos de un millón de niños maltratados, habría un momento histórico en que la mayoría de los niños eran maltratados, según el significado que hoy damos a este término.
5. Dado que la estructura psíquica ha de transmitirse siempre de generación en generación a través del estrecho conducto de la infancia, las prácticas de crianza de los niños de una sociedad no son simplemente uno entre otros rasgos culturales. Son la condición misma de la transmisión y desarrollo de todos los demás elementos culturales e imponen límites concretos a lo que se puede lograr en todas las demás esferas de la historia. Para que se mantengan determinados rasgos culturales se han de dar determinadas experiencias infantiles, y una vez que esa experiencia ya no se dan, los rasgos desaparecen.
Ahora bien, es evidente que una teoría psicológica evolutiva tan ambiciosa como ésta no puede someterse a prueba realmente en un solo libro, y en éste nos hemos fijado el objetivo, más modesto, de reconstruir a partir de los datos disponibles la situación de un hijo y de un padre en otras épocas. Los testimonios que pueda haber de la existencia de pautas evolutivas reales de la infancia en el pasado sólo aparecerán cuando expongamos la historia fragmentaria y a menudo confusa que hemos descubierto de la vida de los niños en Occidente durante los últimos 2,000 años.
HISTORIA DE LA INFANCIA( Lloyd deMause)