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    Los trabajadores de la enseñanza en los orígenes de la URSS

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    Los trabajadores de la enseñanza en los orígenes de la URSS Empty Los trabajadores de la enseñanza en los orígenes de la URSS

    Mensaje por Demofilo Lun Nov 22, 2010 8:35 pm

    Para robustecer el naciente Estado soviético fue muy importante asegurar la colaboración de los docentes. El maestro, sobre todo en el campo, constituía una gran fuerza cultural, a veces la única, capaz de ejercer gran influencia política sobre la población. El pueblo amaba a los maestros: a ellos se acudía para pedir consejo y ayuda y en busca de explicaciones sobre el sentido de los acontecimientos que vivía el país. Para poner a esta fuerza al servicio del poder soviético fue preciso llevar a cabo una paciente y minuciosa labor de esclarecimiento por las organizaciones del partido, los órganos del Estado y los sindicatos.

    Anatoli Lunacharski, dirigiéndose a los maestros, dijo que nadie exigía de los intelectuales que se infundieran de espíritu comunista y, en unión del partido, se dedicaran resueltamente a la creación del régimen comunista. Sin embargo, la colaboración era posible si el intelectual mostraba objetividad y acertaba a valorar el ingente trabajo trazado por los comunistas para transformar culturalmente a los trabajadores de la ciudad y el campo. No obstante, en los primeros tiempos de su existencia, el poder soviético no encontró en la parte más cualificada del magisterio esta disposición al entendimiento y la colaboración práctica.

    Un serio obstáculo en la vía de la colaboración del magisterio con el poder soviético fue la Unión de Maestros de toda Rusia, sobre todo su dirección, personificada en el Gran Consejo y el Pequeño Consejo de esta asociación. Después de su fiasco en la organización de la huelga general de maestros en los primeros meses de existencia del nuevo poder, la Unión de Maestros no renunció a la lucha. Lo único que hizo fue cambiar sus formas, pasando de los ataques a la descubierta contra la política del Partido Bolchevique a métodos más flexibles y velados de actividad antisoviética. Los dirigentes de la Unión de Maestros no pudieron dejar de tener en cuenta un factor tan importante como el apoyo de las masas populares al poder soviético. Con gran dolor de corazón, en un editorial de su órgano de prensa oficial hubieron de reconocer que “desde que se ha precisado claramente que el gobierno soviético y de los comisarios es apoyado y reconocido en cierta medida por las masas populares, no se puede preterirle y es difícil negarse en absoluto a mantener relaciones con él”. Esto, huelga decirlo, no significaba que la dirección de la Unión de Maestros, después de reconocer de facto el nuevo poder, hubiese decidido colaborar con él.

    Encubriéndose con los lemas de la salvación de la “auténtica democracia” y de las “conquistas de la revolución”, los jerarcas supremos del magisterio se orientaban especialmente hacia la autonomía de la escuela y su apoliticismo. En las condiciones de la lucha contra la autocracia zarista, la idea de la autonomía de la escuela era apoyada por la parte democrática del magisterio y tenía significado progresista. Pero después de la Revolución de Octubre, cuando el Estado soviético se había fijado como objetivo la instrucción de las amplias masas populares y cuando los intereses del Estado y de la escuela se unieron formando un todo, la idea de la autonomía escolar cobró un sentido contrarrevolucionario, vinculada a la idea del “apoliticismo” de la escuela. Los dirigentes de la Unión de Maestros de Rusia intentaron desterrar de la escuela la “política” y exigían que los dirigentes y partidos políticos no atentaran contra la escuela. Pero, como demostró la actividad de esta asociación, que hizo de la escuela una palestra de lucha política contra el poder soviético, la escuela no podía permanecer al margen de la política. Los dirigentes “sin partido” y “apolíticos” de la Unión de Maestros se revelaron como avezados “políticos”, que expresaban claramente sus simpatías y antipatías sociales.

    La Unión de Maestros de toda Rusia constituía una fuerza considerable. En sus organizaciones se agrupaban unos 50.000 maestros, siendo de notar que eran los pedagogos más cualificados. La asociación gozaba de influencia entre los maestros, y sus órganos impresos, “Noticias de la Unión de Maestros de toda Rusia”, “El maestro”, “El maestro petrogradense” y “El maestro nacional”, eran populares entre los maestros.

    La línea táctica del partido en orden a cualquier organización social de tendencia antisoviética estaba determinada no sólo por el carácter de la actividad de tal organización, sino también por la actitud de las masas hacia ella. Y como en el primer tiempo el magisterio tuvo puesta su confianza en la dirección de la asociación y la seguía en lo fundamental, se trató de incorporar a la Unión de Maestros al movimiento sindical de toda Rusia, encabezado por el Consejo Central de los Sindicatos de toda Rusia, a fin de lograr de este modo arrancar de la influencia ideológica de la burguesía a los miembros de la Unión de Maestros. Sin embargo, la dirección de esta asociación, integrada por demócratas constitucionalistas y eseristas, rechazó categóricamente su participación en las labores del I Congreso de los Sindicatos de toda Rusia, celebrado en enero de 1918. Entonces el partido cambió de táctica: desplegó un gran trabajo de esclarecimiento entre los afiliados de base de la asociación. Esta línea táctica fue la principal durante todo el año 1918, que transcurrió bajo el signo de la lucha por la agrupación de las fuerzas progresistas del magisterio.

    La Unión de Maestros de toda Rusia fue la organización de intelectuales burgueses que mantuvo más tiempo sus posiciones. Sin embargo, como fruto de la gran labor propagandística de denuncia de la política de sus dirigentes realizada por las organizaciones del partido y de los sindicatos y también como resultado del fortalecimiento del poder soviético y de otros factores, en el otoño de 1918 empezaron a menguar rápidamente las filas de esta asociación. El otoño y el final de 1918 fue el período de completa descomposición de esta organización social del magisterio, que hasta poco antes había sido fuerte y prestigiosa. Verdad es que su dirección trató de continuar la lucha, intentando reunir congresos y conferencias de maestros, celebrados bajo sus consignas, y aprovechó cualquier ocasión para contribuir a la restauración del viejo régimen, pero cada vez era mayor el número de colectividades de maestros que declaraban su adhesión al poder soviético.

    Así, en el congreso de maestros de la provincia de Kursk, celebrado a comienzos de mayo de 1918, la mayoría de los delegados (166 contra 3) aprobó una resolución en la que se decía: “El poder soviético lo entendemos como el poder del pueblo, que aspira a restructurar la vida del Estado en base a los justos principios del socialismo... Consideramos que reconocer este poder y apoyarlo por todos los medios constituye una misión sagrada del maestro nacional en su trabajo social y pedagógico” [1]. Incluso los dirigentes de la Unión de Maestros de toda Rusia más rabiosos en su intransigencia frente al poder de los Soviets se vieron obligados a reconocer que “no hay un frente único del magisterio, no hay unidad de pensamiento y de acción”.

    A finales de 1918, la Unión de Maestros, a consecuencia de su proceder antisoviético, había perdido definitivamente la influencia entre amplias masas de maestros. En los medios del magisterio ya era evidente el viraje hacia la colaboración con el poder soviético. Después de analizar la situación existente, el Comité Ejecutivo Central de toda Rusia dispuso en diciembre de 1918 “disolver la UMR, personificada en sus organizaciones centrales y locales, y suspender sus órganos de prensa centrales y locales: “Noticias de la Unión de Maestros de toda Rusia”, “El maestro petrogradense”, “El maestro” y otros órganos. El Gobierno soviético no adoptó ninguna medida represiva contra los antiguos miembros de la Unión de Maestros. En aquellos momentos la autoridad de esta organización era tan baja que su disolución no suscitó protestas.

    La suerte de la Unión de Maestros de toda Rusia fue muy aleccionadora para la intelectualidad burguesa. Vino a demostrar que las organizaciones de intelectuales que se habían apartado del pueblo y actuaban en pugna con sus intereses perdían en definitiva su influjo y prestigio y acababan desapareciendo de la arena política. Acreditó también que ningunos llamamientos y consignas demagógicos de la dirección de la Unión de Maestros podían llevar a éstos al camino de la lucha activa contra el poder soviético. En su inmensa mayoría, el magisterio siguió fiel a sus tradiciones democráticas y a la idea de la dedicación al pueblo.

    Ahora bien, no debe suponerse que la disolución de la Unión de Maestros de toda Rusia convirtió a la numerosa legión del magisterio en exponente y enérgico paladín entre el pueblo de la política del poder soviético. Parte de los maestros, sobre todo en las ciudades, ofrecían una resistencia pasiva a las iniciativas del poder soviético en la esfera de la instrucción pública, cumplían formalmente sus obligaciones y aprovechaban toda ocasión para señalar los errores y reveses de los organismos locales de instrucción pública y para hacer patente su propio “apoliticismo”.

    Dada la gran insuficiencia de fuerzas culturales, particularmente en el campo, el maestro hubiera podido jugar un gran papel no sólo con respecto a la instrucción de las masas en general, sino también a su educación política.

    El Comité Central del partido se ocupó mucho del trabajo de propaganda y agitación entre los maestros. Se practicaban formas de influencia ideológica sobre ellos tales como la participación de los comunistas en la labor de sus congresos y conferencias, la formación de bibliotecas políticas para el personal de las escuelas, la instrucción de los maestros que impartían disciplinas sociales y la lectura de informes y conferencias sobre temas políticos para los maestros por funcionarios del partido. En las capitales de provincia y cabezas de distrito se organizaban cursillos de rudimentos políticos, escuelas del partido y de los Soviets y cursos de agitadores, que preparaban profesores de rudimentos políticos entre los trabajadores de la enseñanza. Se realizó una labor de propaganda por el ingreso de los maestros en el Partido Comunista.

    El gobierno soviético mostró una especial preocupación por el trabajo entre los maestros rurales. En aquel tiempo había muchos maestros en los pueblos que simpatizaban sinceramente con el poder soviético. Era preciso organizarlos y prestarles ayuda. A este propósito ofrece gran interés la exposición de la función del maestro rural y de los métodos para atraerle al trabajo social que hacían unas instrucciones enviadas a las localidades rurales por la sección del Comité Central para el trabajo en el campo: “En los maestros hay que fijar la mayor atención. Los propios maestros... proceden del medio campesino y sólo por atraso se oponen al comunismo. Normalmente, el maestro conoce bien todo lo que ocurre en la aldea y sabe quiénes viven en ella y qué les interesa; hay que acercarse más a ellos. Si el maestro es bueno, pero no consciente, hay que... procurar con cuidado ponerle de nuestra parte y ayudarle en lo que necesita, convencerle y ayudarle con víveres, mover un poco a las autoridades de la ciudad para que le den lápices y cuadernos, darle a leer un buen libro y atraerle a la labor cultural y educativa. Al maestro adecuado hay que zarandearle y hacerle que atraiga al trabajo a otros maestros y les ayude en su difícil y penosa obra” [2].

    En la I Conferencia de toda Rusia sobre el trabajo en el campo, celebrada en noviembre de 1919, Lenin subrayó que, a pesar de la compleja situación política y militar, el trabajo en el campo constituía uno de los problemas más importantes de la construcción socialista. Lenin exhortó a las organizaciones rurales del partido a utilizar ampliamente a los especialistas burgueses. En las instrucciones aprobadas por la conferencia se recomendaba incorporar obligatoriamente a los maestros rurales a la participación en el trabajo del partido.

    En la obra de educación política del magisterio jugó un destacado papel Nadia Krupskaia, veterana militante del partido y compañera de Lenin. Maestra ella misma, conocía perfectamente el estado de ánimo, la sicología, la vida y las condiciones de existencia de este sector de la intelectualidad y sabía encontrar la mejor manera de abordar sus problemas. En los primeros años del poder soviético no hubo un congreso de maestros de toda Rusia o un foro sobre asuntos de la instrucción pública en los que Krupskaya no participase con la mayor actividad. Muy a menudo hablaba en mítines y asambleas de maestros, explicando la política del partido en la esfera de la instrucción pública y la misión del magisterio en la construcción de la nueva sociedad: criticó el lema “El maestro y la escuela al margen de la política”, que era bien acogido por una parte considerable de los pedagogos. Por ejemplo, en uno de sus discursos dijo que “no hay nada más ingenuo que la afirmación de que la pedagogía puede y debe ser ajena a la política. ¿Qué es política en la acepción amplia del término? Es nuestra comprensión de las tareas del momento actual, de los medios para cumplirlas, etc. La pedagogía es, en tres cuartas partes, una ciencia social, y por eso no hay modo posible de separar de ella los problemas candentes de la política, los problemas candentes de nuestro tiempo” [3].

    El libro “La instrucción pública y la democracia” (1919) de N. Krúpskaya y numerosos artículos suyos sobre problemas de la enseñanza ayudaron a atraer hacia el poder soviético a muchas personas que antes vacilaron o tuvieron un espíritu antisoviético.

    A la educación ideológica de los maestros supuso una gran aportación al viejo bolchevique S. Mitskevich, que, por encargo del partido, participó en la organización de la Unión de Trabajadores de la Enseñanza, de la que fue elegido presidente. Mitskevich sabía llevarse bien tanto con los jóvenes de ánimo exaltado como con los viejos científicos. Muchos corifeos de la pedagogía no aceptaban ingresar en la Unión recién constituida, se declaraban en huelga, formaban comisiones y presentaban peticiones en las que formulaban exigencias increíbles. Pero Mitskévich, lejos de rechazar a los airados e incrédulos, les persuadía con palabras y hechos de la naturaleza progresista de la instrucción pública soviética.

    Complejo y difícil fue el proceso de agrupación profesional de los maestros. Como contrapeso a la Unión de Maestros de toda Rusia, a finales de 1917 se organizó la Unión de Maestros Internacionalistas, que agrupaba a los trabajadores de la enseñanza y de la educación que “se mantenían en el terreno de la revolución social y de la destrucción del actual sistema escolar”. Pero esta asociación era muy poco numerosa. A fines de 1918 sólo había llegado a tener algo más de 12.000 maestros. Este número tan insignificante de sus adherentes lo explica la circunstancia de que la Unión de Maestros Intemacionalistas adoptó una actitud errónea respecto a la mayoría de los maestros. Aislándose de los maestros de la base, únicamente admitía en su seno a los pedagogos “políticamente maduros”. Sus dirigentes mantenían posiciones sectarias, declarando que el poder soviético incurría en una grave equivocación al no tomar medidas tajantes con relación a todo el magisterio de la época zarista, con el que, a su juicio, no se debía tener contemplaciones, ya que “si acaso una centésima parte de los maestros puede ser realmente apta para cumplir las nuevas tareas de la educación revolucionaria”.

    Por otro lado, la Unión de Maestros Intemacionalistas llevó a cabo una gran labor para diferenciar políticamente a los maestros y elevar el número de partidarios activos del poder soviético. No obstante, su acción en este sentido habría sido más eficiente de no haber pecado de estrechez orgánica y de sectarismo, que le impidieron convertirse en la organización masiva del magisterio soviético.

    En el verano de 1919, en base a la Unión de Maestros Intemacionalistas, se constituyó el Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza y de la Cultura Socialista de toda Rusia (en 1921 cambió su nombre por el de Unión de los Trabajadores de la Enseñanza), que llegó a ser la verdadera organización masiva de los maestros de la ciudad y el campo. Esta asociación desplegó un gran trabajo de educación política de los maestros, de protección de los derechos profesionales de los trabajadores de la enseñanza y de incorporación de ellos a la creación de la nueva escuela.

    La propaganda y agitación generales del partido, la labor educativa de sus organizaciones de base y la fundación y actividad del Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de toda Rusia no podían por menos de reportar fruto. Las informaciones que llegaban de las provincias de Tver, Tula, Arjánguelsk, Penza, Kursk y otras se referían a la intensificación de la actividad social de los maestros, al ingreso de los mejores de ellos en el partido y a la reanimación del trabajo cultural y educativo en el campo. En la escuela empezó a centrarse paulatinamente la vida social de los pueblos. Muchos maestros rurales intervenían en las asambleas de campesinos, organizaban bibliotecas y Casas del Pueblo y prestaban su concurso a las organizaciones del partido en las campañas político-sociales. Por doquier surgían bibliotecas rurales, organizadas sobre todo por los maestros. Según datos incompletos del Comisariado del Pueblo de Instrucción, a comienzos de 1919 había 12.007 bibliotecas rurales.

    El Partido Comunista y el Estado soviético, pese a todas las dificultades acarreadas por la guerra civil y la intervención, se desvelaron por llevar adelante la instrucción pública. Y eso que las dificultades eran enormes. En las condiciones de la guerra y del desbarajuste económico, la escuela atravesó una situación sumamente grave. Los edificios escolares apenas se reparaban y el material pedagógico quedaba inservible. Sentíase una aguda falta de maestros y escaseaban los manuales, el material didáctico y los objetos de escritorio. Apenaba sobre todo el estado de las escuelas ubicadas en las zonas que habían sido teatro de las operaciones bélicas. Muchas escuelas fueron destruidas u ocupadas como cuarteles y hospitales; la situación económica de los maestros era difícil. Todo esto dejó marcada una lacerante huella en la escuela soviética de los primeros años de la revolución.

    Trabajar en las escuelas constituía una obra realmente complicada. Sin embargo, muchos maestros no cesaron en su labor, tan necesaria para el pueblo; con perseverancia y decisión procuraban reorganizar la escuela a base de los nuevos principios, venciendo inmensos obstáculos. El poder soviético hizo todo lo que permitía aquella rigurosa época para aliviar la situación de las escuelas y de los maestros. Ya a comienzos de 1918, por decreto del Consejo de Comisarios del Pueblo se elevó de 50 a 100 rublos el sueldo de los maestros nacionales. A partir de marzo del mismo año su sueldo se fijó entre 300 y 500 rublos. En noviembre de 1918, a causa del aumento de la carestía, el sueldo mensual de los maestros fue subido a 600–800 rublos. Además, a los pedagogos se les concedió la misma superficie de vivienda que a los médicos e ingenieros y se tomaron medidas encaminadas a mejorar la situación de los maestros que habían quedado inválidos para el trabajo.

    El robustecimiento del Estado soviético y las victorias del Ejército Rojo, la labor de propaganda y agitación del partido entre los maestros así como la actitud positiva del Gobierno soviético y de las organizaciones sociales hacia ellos, determinaron que la masa de maestros fuera decidiéndose paulatinamente a colaborar con el poder soviético. El diario Pravda señaló el 4 de septiembre de 1920 que “entre la inmensa masa de los que trabajan en el campo de la instrucción pública se observa un sensible viraje hacia la ideología comunista”. Entre los maestros seguía habiendo no pocos elementos antisoviéticos, pero en el período final de la guerra civil ya no tenían una influencia decisiva.

    El Partido bolchevique dio los primeros pasos en orden a la preparación de nuevos pedagogos entre los obreros y campesinos. En 1919 se organizaron en el país más de 150 cursos pedagógicos. “La figura principal de los oyentes —se decía en la noticia que daba cuenta de esto— es la población trabajadora”. A esos cursos asistieron en total unas 6.500 personas. Las secciones locales de instrucción pública de los Soviets adoptaron eficaces medidas para readaptar a los maestros por medio de cursos breves, en los que pedagogos daban conferencias sobre los fundamentos del socialismo científico, sociología, teoría y práctica de la escuela laboral y metódica didáctica. Los congresos, conferencias y cursos ayudaban a la masa de maestros a formar claro juicio de la esencia de los eventos, revelaban el significado político de las reformas en la esfera de la instrucción, ayudaban a comprender los principios fundamentales de la organización de la escuela laboral única, etc.

    A pesar de las ingentes dificultades, la red escolar en el país, lejos de reducirse, fue ampliada considerablemente. Mientras en el curso escolar de 1914/15 el número de escuelas primarias y de enseñanza media se cifró en 106.400, estudiando en ellas 7.800.000 niños, en el curso escolar de 1920/21 llegaron a 118.408, con un total de 9.781.000 alumnos. En la consecución de este avance correspondió un inmenso mérito a los maestros.

    Notas:

    [1] Pravda, 10 de mayo de 1918.
    [2] Datos del Archivo Central del Partido del Instituto de Marxismo–Leninismo.
    [3] N. Krupskaia: Del maestro. Artículos, discursos y cartas escogidos, Moscu, 1960, pg.78.
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    Mensaje por AsturcOn Lun Nov 22, 2010 10:18 pm

    Estas son las cosas que la gente tendría que saber de la URSS, su seguridad social, su sanidad, su educación, la prohibición de la explotación infantil, la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, todo esto tendría que ocupar un lugar en los libros de texto de escuelas y universidades en las que solo se habla del plan quinquenal, el gulag, las purgas y el dictador Stalin.

    Saludos.

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    Mensaje por Zaitzev Vie Mar 25, 2011 2:20 am

    AsturcOn escribió: Estas son las cosas que la gente tendría que saber de la URSS, su seguridad social, su sanidad, su educación, la prohibición de la explotación infantil, la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, todo esto tendría que ocupar un lugar en los libros de texto de escuelas y universidades en las que solo se habla del plan quinquenal, el gulag, las purgas y el dictador Stalin.

    Saludos.

    Envidio a los maestros de allá y aquellos momentos: en mi caso y de quienes viven en México tenemos que lidiar con un sindicato de maestros que está corrupto desde hace algún tiempo, comenzo a interezarle mas cobrar los cheques que por el trabajo, y eso fué lo que fastidiaba el trabajo en sí, ahora, estamos peor que nunca, por que ahora tenemos que lidiar con el auge del imperio "Bully" o mejor dicho del "Bullying" y con una jefa del SNTE que se gasta el dinero para sus cirugías plasticas. Ojalá pudiesemos recordar aquellos viejos tiempos y volver a aprender lo que habiamos olvidado.
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    Mensaje por ajuan Vie Mar 25, 2011 3:51 am

    Como me gustaria o me hubiese gustado conocer algun maestro de esa epoca.Deben de haber sido muy buenos y verdaderos.No como hoy que nos enseñan cosas que no tienen sentido y mentiras capitalistas.Me estoy cansando de escuchar EEUU, Dia d salvacion de europa,genocidio sovietico,stalin asesino,etc.

    Hay que hacerles comprender a los profesores que el corazon de la enseñansa es la verdad.


    Muy buena informacion,seguramente ira a mi bibloteca.

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