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Gustavo de Arístegui, portavoz del PP en la Comisión de Exteriores en el Congreso, ha protagonizado una bochornosa intervención en el programa Los Desayunos de TVE esta mañana.
Libia, el tema central de la entrevista que ha conducido, magistral como siempre, Ana Pastor, ha llevado al señor Arístegui a defender apasionadamente un ataque "democrático" contra el pueblo libio, una ocupación militar en toda regla para defender (pásmense) la estabiilidad económica del mundo, me pregunto dónde dejaría eso la "estabilidad moral y democrática" del mundo. Otra opción que maneja en su argumentario es la de las sanciones económicas a Libia, lo que difícilmente penaliza al dictador, sino más bien a su pueblo.
Ha criticado con dureza al todavía dirigente libio Gadafi, tachándole de cruel y desorganizado dictador, incluso en los tiempos (antiguos y recientes) en los que José María Aznar se reunía con él, tanto en España como en Libia. El recordatorio que Ana Pastor le ha hecho de las reuniones que todos los dirigentes recientes han mantenido con Gadafi no ha parecido sentarle muy bien a Arístegui.
Arístegui ha insistido en la ausencia de instituciones democráticas en Libia, lo que según él ha derivado en un falta absoluta de base para establecer una democracia. Arístegui olvida dos datos muy importantes, en España no hay una verdadera democracia, no hay que olvidar que tenemos un jefe de estado impuesto por un dictador, del que además heredó leyes y decretos aún vergonzosamente en vigor; y dos: Libia, bajo el mandato de tan desaforado dictador, alcanzó el mayor índice de desarrollo humano de toda África, muy lejos del alcanzado por los países en los que la mano neoliberal ha tenido mayor protagonismo, cuyo futuro sucumbió bajo el peso de los "inocentes" préstamos del FMI.
Por último, olvida Arístegui, si de dictaduras se trataba, hacer ninguna valoración de la dictadura asesina a que está sometido el pueblo palestino con la connivencia internacional que tanto defiende este portavoz.
Este señor será experto en la zona, pero también parece experto en mirar para otra parte cuando la dictadura la ejerce el capital, o cuando a los dictadores todavía no los llama así la Comunidad Internacional.
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Libia, el tema central de la entrevista que ha conducido, magistral como siempre, Ana Pastor, ha llevado al señor Arístegui a defender apasionadamente un ataque "democrático" contra el pueblo libio, una ocupación militar en toda regla para defender (pásmense) la estabiilidad económica del mundo, me pregunto dónde dejaría eso la "estabilidad moral y democrática" del mundo. Otra opción que maneja en su argumentario es la de las sanciones económicas a Libia, lo que difícilmente penaliza al dictador, sino más bien a su pueblo.
Ha criticado con dureza al todavía dirigente libio Gadafi, tachándole de cruel y desorganizado dictador, incluso en los tiempos (antiguos y recientes) en los que José María Aznar se reunía con él, tanto en España como en Libia. El recordatorio que Ana Pastor le ha hecho de las reuniones que todos los dirigentes recientes han mantenido con Gadafi no ha parecido sentarle muy bien a Arístegui.
Arístegui ha insistido en la ausencia de instituciones democráticas en Libia, lo que según él ha derivado en un falta absoluta de base para establecer una democracia. Arístegui olvida dos datos muy importantes, en España no hay una verdadera democracia, no hay que olvidar que tenemos un jefe de estado impuesto por un dictador, del que además heredó leyes y decretos aún vergonzosamente en vigor; y dos: Libia, bajo el mandato de tan desaforado dictador, alcanzó el mayor índice de desarrollo humano de toda África, muy lejos del alcanzado por los países en los que la mano neoliberal ha tenido mayor protagonismo, cuyo futuro sucumbió bajo el peso de los "inocentes" préstamos del FMI.
Por último, olvida Arístegui, si de dictaduras se trataba, hacer ninguna valoración de la dictadura asesina a que está sometido el pueblo palestino con la connivencia internacional que tanto defiende este portavoz.
Este señor será experto en la zona, pero también parece experto en mirar para otra parte cuando la dictadura la ejerce el capital, o cuando a los dictadores todavía no los llama así la Comunidad Internacional.
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