El desmedido consumo en Estados Unidos se paga con las guerras de los otros. Marcelo Colussi sostiene que lo que se consume hay que pagarlo, como verdad trivial incuestionable. Y afirma que si queremos decirlo de otra manera, quizás en términos económicos, dando por supuesto una estructura monetaria: "nada gratis"; de igual forma, en términos más coloquiales: nada viene del aire.
Y siguiendo el hilo de su pensamiento, nos dice que Estados Unidos, durante todo el siglo XX, marcó el ritmo de la economía mundial, constituyéndose en la potencia dominante con la mayor cuota de poder que sociedad alguna haya tenido en toda su historia, fue construyendo un modelo cultural enviable, monstruoso, francamente descabellado: el hiperconsumo. La apología del consumo se entronizó en su cotidianeidad pasando a ser, por lejos, la nueva deidad a cuyo alrededor se construyó toda la vida. Consumismo hedonista, consumismo por el puro placer de consumir: figura rayana en lo psicótico que no tiene perspectiva, que se cierra sola, que se termina autofagocitando. La actual catástrofe medioambiental es su consecuencia directa.
Sólo para graficarlo con un ejemplo: mientras el consumo de agua necesario para una vida equilibrada es de 25 litros diarios por persona, término medio, contra el litro diario que consume un africano, un ciudadano estadounidense utiliza 100. Si se le preguntara a ese ciudadano común el por qué de ese desmedido consumo, no tendría respuestas. Levantando los hombros con desdén diría simplemente: porque "así es" y punto.
El cronista que nos ocupa manifiesta que así se edificó Estados Unidos; consumiendo, produciendo y consumiendo sin desmayo. Consumiendo más de lo necesario, creando continuamente nuevas necesidades. "Lo que hace grande a este país pudo llegar a decir el gerente de la agencia publicitaria BBDO, estadounidense y una de las más grandes del mundo, es la creación de necesidades y deseos, la creación de la insatisfacción por lo viejo y fuera de moda". Consumir sin límites, pero llega un momento que eso topa con los límites: ¡hay que pagar lo que se consume! Vale entonces las palabras iniciales: "nada es gratis"
La pregunta es, ¿quién va a pagar ese hiperconsumo desmedido de la sociedad estadounidense? Su población representa menos del 5% de la población mundial, pero consume el 25% de la producción de todo el planeta. ¿ Quién paga todo esto? Su pasivo es impagable. Estados Unidos como potencia no está derrotada, pero ha iniciado un ciclo de regresión.
EL AUTOR ES ABOGADO
Y siguiendo el hilo de su pensamiento, nos dice que Estados Unidos, durante todo el siglo XX, marcó el ritmo de la economía mundial, constituyéndose en la potencia dominante con la mayor cuota de poder que sociedad alguna haya tenido en toda su historia, fue construyendo un modelo cultural enviable, monstruoso, francamente descabellado: el hiperconsumo. La apología del consumo se entronizó en su cotidianeidad pasando a ser, por lejos, la nueva deidad a cuyo alrededor se construyó toda la vida. Consumismo hedonista, consumismo por el puro placer de consumir: figura rayana en lo psicótico que no tiene perspectiva, que se cierra sola, que se termina autofagocitando. La actual catástrofe medioambiental es su consecuencia directa.
Sólo para graficarlo con un ejemplo: mientras el consumo de agua necesario para una vida equilibrada es de 25 litros diarios por persona, término medio, contra el litro diario que consume un africano, un ciudadano estadounidense utiliza 100. Si se le preguntara a ese ciudadano común el por qué de ese desmedido consumo, no tendría respuestas. Levantando los hombros con desdén diría simplemente: porque "así es" y punto.
El cronista que nos ocupa manifiesta que así se edificó Estados Unidos; consumiendo, produciendo y consumiendo sin desmayo. Consumiendo más de lo necesario, creando continuamente nuevas necesidades. "Lo que hace grande a este país pudo llegar a decir el gerente de la agencia publicitaria BBDO, estadounidense y una de las más grandes del mundo, es la creación de necesidades y deseos, la creación de la insatisfacción por lo viejo y fuera de moda". Consumir sin límites, pero llega un momento que eso topa con los límites: ¡hay que pagar lo que se consume! Vale entonces las palabras iniciales: "nada es gratis"
La pregunta es, ¿quién va a pagar ese hiperconsumo desmedido de la sociedad estadounidense? Su población representa menos del 5% de la población mundial, pero consume el 25% de la producción de todo el planeta. ¿ Quién paga todo esto? Su pasivo es impagable. Estados Unidos como potencia no está derrotada, pero ha iniciado un ciclo de regresión.
EL AUTOR ES ABOGADO