El Estudio Interphone se inició en el año 2000 para determinar si el uso del móvil aumenta o no el riesgo de padecer tumores cerebrales. Estaba patrocinado por la OMS y dirigido por Elizabeth Cardis desde el Centro de Investigación de Epidemiología Ambiental de Barcelona.
Controló a 13.000 personas de entre 30 y 59 años de 13 países centrándose en cuatro tipos de tumores que se dan en los tejidos que más absorben la energía de las radiofrecuencias emitidas por los móviles: tumores cerebrales (glioma y meningioma), tumores del nervio acústico (schwannoma) y tumores de las glándulas parótidas. Se estudiaron 2.708 casos de glioma y 2.409 casos de meningioma.
Se presentó como el principal estudio realizado hasta el momento sobre el particular al evaluar la mayor cantidad de usuarios con al menos 10 años de exposición. Así que obviamente existía gran expectación por conocer sus conclusiones, sobre todo porque algunos de los resultados parciales que se habían ido conociendo parecían sostener la relación causa-efecto entre móviles y tumores.
El 18 de mayo de 2010 se publicaron los resultados en el International Journal of Epidemiology. La información transmitida por los medios de comunicación fue la de que no se había podido demostrar la relación entre el móvil y el tumor cerebral. “La OMS dice que no es posible vincular los móviles con el cáncer”. Así titulaban la noticia las agencias AFP y Reuters y ése fue más o menos el sentido de los encabezamientos de los informativos de casi todas las cadenas de radio y televisión y de la inmensa mayoría de los medios escritos.
Michael Milligan, Secretario General de la Mobile Manufacturers Forum -es decir, de la asociación de fabricantes-, dijo que “el Proyecto Interphone es el mayor estudio de su tipo jamás realizado en este campo y ofrece las garantías más importantes sobre la seguridad de los teléfonos móviles”.
Fue un alivio. Si preguntas en la calle compruebas que la mayoría de la gente piensa que los móviles no producen tumores; son leyendas urbanas, propias de conspiranoicos.
Como siempre, la verdad no tienen nada que ver con la noticia. Según el informe hay suficientes datos como para entender que la relación entre el móvil y el tumor cerebral existe, el riesgo es real y los efectos acumulativos de la radiación de los móviles -sobre todo en niños y adolescentes- puede terminar llevando en una década a numerosísimos casos de tumores cerebrales.
La realidad de los resultados se encierra en esta frase que aparece en las conclusiones del estudio: “Sesgos y errores limitan la solidez de las conclusiones que se pueden extraer de estos análisis e imposibilitan una interpretación causal”. En otras palabras, que el trabajo no ha servido para nada. Sus errores metodológicos fueron de tal calibre que hacían imposible llegar con objetividad a su objetivo principal: establecer la existencia o no de relación entre el uso masivo del móvil y la aparición a medio plazo de tumores cerebrales.
A pesar de lo cual se siguió adelante. Así que puede decirse que se ha tratado de un mero ejercicio propagandístico. Ahora bien, no es menos cierto que hay en él datos –que los medios de comunicación han silenciado, la mayoría porque ni los conoce ya que no han leído nada del estudio- que sí apuntan a la relación entre un uso intensivo de los móviles y los tumores cerebrales.
El error más concluyente de cara a poder afrontar el objetivo inicial del estudio fue la elección de la muestra. Tratar de estudiar los efectos acumulativos de las radiaciones emitidas por los móviles en usuarios que comenzaron a utilizarlos a finales de la década de los noventa para extrapolarlos a la actualidad convertía ya el objetivo del trabajo en un esfuerzo inútil habida cuenta del desarrollo masivo que durante ese tiempo ha tenido la telefonía móvil porque resulta que la mayor parte de los sujetos del estudio apenas usaban el móvil.
La media de uso de los sujetos evaluados estaba entre 2 y 2 horas y media al mes, cuando actualmente muchas personas -especialmente las más jóvenes- superan ese tiempo de uso a diario. Es evidente que con un tiempo de exposición al móvil tan anormalmente bajo –cinco minutos diarios- es prácticamente imposible establecer un riesgo de exposición a largo plazo.
Es como hacer un estudio con personas que se fumen dos o tres cigarrillos al mes durante diez años para descartar así que exista relación ente tabaco y cáncer. Eso no es estudio serio, es un estudio preparado para demostrar lo que uno quiere demostrar.
“Los autores de ese estudio –denunciaría Michael Kundi, jefe del Instituto de Salud Ambiental de la Universidad Médica de Viena (Austria)- enfatizan que en general no se detectó un mayor riesgo… pero eso no es sorprendente.
Ninguna exposición a agentes carcinógenos que causan tumores sólidos -como el cáncer cerebral o los cánceres de pulmón, por ejemplo a causa del tabaco y del asbesto- ha demostrado hasta ahora aumentar significativamente el riesgo de cáncer en personas con una duración tan corta de exposición. Además el período de latencia para el cáncer de cerebro es de 15 a 30 años”.
La metodología empleada comparando sujetos sanos con enfermos de cáncer cerebral a través de un grupo control fue tan absurda que la conclusión real bien podría haber sido que el uso del móvil reduce el riesgo de contraer tumor cerebral en un 20%, algo absolutamente ridículo.
¿A quién se le ocurrió un protocolo tan anti-científico y absurdo? A quienes lo financiaron. Hoy se sabe que el Estudio Interphone costó 19.200.000 euros de los que 5.500.000 los aportó la propia industria de la telefonía. Tres millones y medio de ellos el Mobile Manufacturer´s Forum (MMF) y la Asociación GSM tras un acuerdo con la UICC (International Union Against Cancer) para “garantizar la independencia de los científicos participantes”. Y millón y medio más de forma indirecta -por ejemplo a través de tasas y honorarios recogidos por las agencias gubernamentales- operadores y fabricantes de teléfonos móviles. En suma, el estudio –con investigadores independientes o no- se diseñó desde el principio de forma que fuese imposible relacionar los móviles con tumores cerebrales, y a pesar de eso se ha corroborado
Lo singular es que a pesar de eso algunos de los datos -ocultos en la maraña estadística de Interphone- indican que aún con poco uso y bajo tiempo de exposición hay riesgo de cáncer, todo lo contrario de lo que la propaganda mediática ha asegurado a bombo y platillo. La realidad aflora en cada una de las declaraciones públicas efectuadas por los involucrados en el trabajo. “El estudio no evidencia mayor riesgo de cáncer pero no podemos concluir que no haya riesgo alguno porque hay suficientes datos que sugieren un riesgo posible”, reconocería la propia coordinadora del estudio, la doctora Elisabeth Cardis. Por su parte, Christopher Wild, director de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, que fue la entidad que instó a que se hiciese el estudio, declararía nada más informarse de la “falta de conclusiones” que como los patrones de uso de los móviles han cambiado mucho últimamente “es imprescindible continuar con el estudio de la relación entre el uso del teléfono móvil y el riesgo de cáncer de cerebro. Se necesitan más investigaciones antes de poder asegurar que no hay relación entre las radiaciones de los móviles y el cáncer cerebral”.
De hecho su idea es ampliar la investigación y ver si además de tumores en el cerebro pueden los móviles provocarlos en el nervio acústico del oído y en la parótida. Sin olvidar los posibles efectos de los mismos en niños -mucho más susceptibles a las radiaciones- porque en esta ocasión no se les incluyó.
La explicación a tan calculada “ambigüedad” se encuentra en unas líneas del comunicado principal, reflejo de los datos aparecidos en el Apéndice 2 del estudio. En términos estadísticos el informe afirma:
“En el decil más alto (el décimo) del tiempo acumulado de llamada, 1640 horas el OR fue de 1,40 (IC 95% 1,03-1,89) para glioma y de 1,15 (IC 95% 0,81-1,62) para meningioma pero hay valores de uso improbables en este grupo.
Los OR para glioma mostraron una tendencia a ser mayores en el lóbulo temporal que en los otros lóbulos del cerebro pero los intervalos de confianza de las estimaciones lóbulo-específicas fueron amplios. Los OR para glioma mostraron una tendencia a ser mayores en sujetos que indicaron utilizar más el teléfono móvil en el mismo lado de la cabeza donde posteriormente apareció el tumor que en el otro lado”.
El doctor David Carpenter, coeditor de BioInitiative Report y director del Instituto de Salud y Medio Ambiente de la Universidad de Albany, dice que esos datos confirman que el uso regular de un móvil aumenta significativamente el riesgo de glioma, añadiendo que los tumores tienen más posibilidades de aparecer en el lado del cerebro que más se utiliza al hablar con el móvil: “Los resultados finales del Estudio Interponerealizado durante diez años por la Organización Mundial de la Salud –afirma Carpenter contradiciendo lo dicho por la gran mayoría de los medios de comunicación- confirman los informes previos y revelan lo que muchos expertos han advertido: el uso regular del teléfono celular por adultos puede aumentar el riesgo de glioma en un 40% con 1.640 horas o más de uso (es decir, media hora diaria durante diez años) en el lado de la cabeza que la mayoría utiliza para realizar llamadas”.
Basta media hora de uso diario del móvil para que aumente un 40% el riesgo de tener un tumor cerebral. “Aunque este estudio no es perfecto –añade Carpenter- los riesgos documentados en él deben alertarnos seriamente para proceder a limitar el uso del teléfono móvil, restringir su uso -especialmente en el caso de los niños- y pedir a los fabricantes que rediseñen sus teléfonos móviles y las PDA. El despliegue de las nuevas tecnologías inalámbricas pueden suponer riesgos para la población que son generalizados e involuntarios y aumentan los costos de salud a largo plazo”.
Los resultados de Interphone respaldan los estudios previos efectuados en el Hospital Universitario de Orebro de Suecia, la Universidad de Utah y la Universidad de California en Berkeley donde distintos meta-análisis constataron la existencia de un mayor riesgo de glioma. “Las conclusiones finales de Interphone –afirma Lennart Hardell, del Hospital Universitario de Orebro- apoyan los resultados de varios grupos de investigación: el uso continuo del teléfono móvil aumenta el riesgo de padecer cáncer cerebral. No esperaríamos ver un riesgo considerablemente mayor de tumor cerebral en la mayoría de los agentes causantes de cáncer, excepto a largo plazo (10 años o más) como en este caso, en la población de usuarios regulares de telefonía móvil”. Luego denunciaría que el Estudio Interphone excluyera a los niños y a los mayores de 59 años y no se estudiara el efecto de los inalámbricos. “La radiación de algunos teléfonos inalámbricos –explica- es tan alta como la de los móviles”.
Actualmente hay ya cuatro mil millones de personas que usan móviles y cada vez más expertos se temen que decenas de millones de niños, adolescentes y jóvenes que hoy usan esos aparatos sin restricción sufran en el futuro tumores cerebrales. Que pase como con el tabaco cuya industria se pasó décadas asegurando que no estaba “científicamente demostrada” la relación entre su consumo y el cáncer. No olvidemos que los niños corren mayor riesgo que los adultos porque sus cráneos están aún formándose y las radiaciones les afectan con mayor intensidad.
El Informe BioInitiative del 2007 -cuyos autores examinaron más de 1.300 publicaciones científicas- ya se hicieron serias advertencias sobre los posibles riesgos de los móviles y demás emisores de radiaciones electromagnéticas. En sus Conclusiones se desaconsejó el continuo despliegue de fuentes de radiación y se propuso nuevos límites de seguridad pública con base biológica para hacer frente a los riesgos emergentes de las nuevas tecnologías. Una postura que recogió el Parlamento Europeo solicitando a la Comisión que revisase cuanto antes toda la normativa para hacerla más restrictiva.
En los años 2008 y 2009 cuatro grupos independientes de investigadores -Peter Kan en Journal of Neurooncology (2008), Yueh-Ying Han en Surgical Neurology (2009), Seung-Kwon en Journal of Clinical Oncology (2009) y Vini Khurana y Charles Teo en Surgical Neurology (2009)- publicaron estudios revisados por especialistas que concluían que el uso prolongado de móviles aumenta el riesgo de desarrollar un tumor cerebral en el mismo lado de la cabeza que el utilizado habitualmente para hablar. Según los neurocirujanos australianos Khurana y Teo el riesgo de contraer un tumor cerebral tras 10 años de uso del móvil se multiplica por dos. Siendo cinco veces mayor entre los niños que empiezan a utilizarlo antes de los 20 años.
Al conocer los resultados del Estudio Interphone Teo declararó en la televisión australiana: “Si la pregunta es si creo que los teléfonos móviles pueden causar tumores cerebrales la respuesta es sí, lo creo (...) Estoy muy preocupado y deprimido por el número de niños que estoy viendo llegar con tumores cerebrales. Tumores cerebrales malignos. Sólo en los últimos tres o cuatro semanas he visto a media docena de niños con tumores que en realidad deberían haber sido benignos y todos ellos han sido malignos. Estamos haciendo algo mal, muy mal”. Su compañero Khurana declararía por su parte: “El uso a largo plazo de los teléfonos móviles duplica el riesgo de contraer determinados tumores cerebrales. Y pienso que puede ser una apreciación que se quede corta”.
Controló a 13.000 personas de entre 30 y 59 años de 13 países centrándose en cuatro tipos de tumores que se dan en los tejidos que más absorben la energía de las radiofrecuencias emitidas por los móviles: tumores cerebrales (glioma y meningioma), tumores del nervio acústico (schwannoma) y tumores de las glándulas parótidas. Se estudiaron 2.708 casos de glioma y 2.409 casos de meningioma.
Se presentó como el principal estudio realizado hasta el momento sobre el particular al evaluar la mayor cantidad de usuarios con al menos 10 años de exposición. Así que obviamente existía gran expectación por conocer sus conclusiones, sobre todo porque algunos de los resultados parciales que se habían ido conociendo parecían sostener la relación causa-efecto entre móviles y tumores.
El 18 de mayo de 2010 se publicaron los resultados en el International Journal of Epidemiology. La información transmitida por los medios de comunicación fue la de que no se había podido demostrar la relación entre el móvil y el tumor cerebral. “La OMS dice que no es posible vincular los móviles con el cáncer”. Así titulaban la noticia las agencias AFP y Reuters y ése fue más o menos el sentido de los encabezamientos de los informativos de casi todas las cadenas de radio y televisión y de la inmensa mayoría de los medios escritos.
Michael Milligan, Secretario General de la Mobile Manufacturers Forum -es decir, de la asociación de fabricantes-, dijo que “el Proyecto Interphone es el mayor estudio de su tipo jamás realizado en este campo y ofrece las garantías más importantes sobre la seguridad de los teléfonos móviles”.
Fue un alivio. Si preguntas en la calle compruebas que la mayoría de la gente piensa que los móviles no producen tumores; son leyendas urbanas, propias de conspiranoicos.
Como siempre, la verdad no tienen nada que ver con la noticia. Según el informe hay suficientes datos como para entender que la relación entre el móvil y el tumor cerebral existe, el riesgo es real y los efectos acumulativos de la radiación de los móviles -sobre todo en niños y adolescentes- puede terminar llevando en una década a numerosísimos casos de tumores cerebrales.
La realidad de los resultados se encierra en esta frase que aparece en las conclusiones del estudio: “Sesgos y errores limitan la solidez de las conclusiones que se pueden extraer de estos análisis e imposibilitan una interpretación causal”. En otras palabras, que el trabajo no ha servido para nada. Sus errores metodológicos fueron de tal calibre que hacían imposible llegar con objetividad a su objetivo principal: establecer la existencia o no de relación entre el uso masivo del móvil y la aparición a medio plazo de tumores cerebrales.
A pesar de lo cual se siguió adelante. Así que puede decirse que se ha tratado de un mero ejercicio propagandístico. Ahora bien, no es menos cierto que hay en él datos –que los medios de comunicación han silenciado, la mayoría porque ni los conoce ya que no han leído nada del estudio- que sí apuntan a la relación entre un uso intensivo de los móviles y los tumores cerebrales.
El error más concluyente de cara a poder afrontar el objetivo inicial del estudio fue la elección de la muestra. Tratar de estudiar los efectos acumulativos de las radiaciones emitidas por los móviles en usuarios que comenzaron a utilizarlos a finales de la década de los noventa para extrapolarlos a la actualidad convertía ya el objetivo del trabajo en un esfuerzo inútil habida cuenta del desarrollo masivo que durante ese tiempo ha tenido la telefonía móvil porque resulta que la mayor parte de los sujetos del estudio apenas usaban el móvil.
La media de uso de los sujetos evaluados estaba entre 2 y 2 horas y media al mes, cuando actualmente muchas personas -especialmente las más jóvenes- superan ese tiempo de uso a diario. Es evidente que con un tiempo de exposición al móvil tan anormalmente bajo –cinco minutos diarios- es prácticamente imposible establecer un riesgo de exposición a largo plazo.
Es como hacer un estudio con personas que se fumen dos o tres cigarrillos al mes durante diez años para descartar así que exista relación ente tabaco y cáncer. Eso no es estudio serio, es un estudio preparado para demostrar lo que uno quiere demostrar.
“Los autores de ese estudio –denunciaría Michael Kundi, jefe del Instituto de Salud Ambiental de la Universidad Médica de Viena (Austria)- enfatizan que en general no se detectó un mayor riesgo… pero eso no es sorprendente.
Ninguna exposición a agentes carcinógenos que causan tumores sólidos -como el cáncer cerebral o los cánceres de pulmón, por ejemplo a causa del tabaco y del asbesto- ha demostrado hasta ahora aumentar significativamente el riesgo de cáncer en personas con una duración tan corta de exposición. Además el período de latencia para el cáncer de cerebro es de 15 a 30 años”.
La metodología empleada comparando sujetos sanos con enfermos de cáncer cerebral a través de un grupo control fue tan absurda que la conclusión real bien podría haber sido que el uso del móvil reduce el riesgo de contraer tumor cerebral en un 20%, algo absolutamente ridículo.
¿A quién se le ocurrió un protocolo tan anti-científico y absurdo? A quienes lo financiaron. Hoy se sabe que el Estudio Interphone costó 19.200.000 euros de los que 5.500.000 los aportó la propia industria de la telefonía. Tres millones y medio de ellos el Mobile Manufacturer´s Forum (MMF) y la Asociación GSM tras un acuerdo con la UICC (International Union Against Cancer) para “garantizar la independencia de los científicos participantes”. Y millón y medio más de forma indirecta -por ejemplo a través de tasas y honorarios recogidos por las agencias gubernamentales- operadores y fabricantes de teléfonos móviles. En suma, el estudio –con investigadores independientes o no- se diseñó desde el principio de forma que fuese imposible relacionar los móviles con tumores cerebrales, y a pesar de eso se ha corroborado
Lo singular es que a pesar de eso algunos de los datos -ocultos en la maraña estadística de Interphone- indican que aún con poco uso y bajo tiempo de exposición hay riesgo de cáncer, todo lo contrario de lo que la propaganda mediática ha asegurado a bombo y platillo. La realidad aflora en cada una de las declaraciones públicas efectuadas por los involucrados en el trabajo. “El estudio no evidencia mayor riesgo de cáncer pero no podemos concluir que no haya riesgo alguno porque hay suficientes datos que sugieren un riesgo posible”, reconocería la propia coordinadora del estudio, la doctora Elisabeth Cardis. Por su parte, Christopher Wild, director de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer, que fue la entidad que instó a que se hiciese el estudio, declararía nada más informarse de la “falta de conclusiones” que como los patrones de uso de los móviles han cambiado mucho últimamente “es imprescindible continuar con el estudio de la relación entre el uso del teléfono móvil y el riesgo de cáncer de cerebro. Se necesitan más investigaciones antes de poder asegurar que no hay relación entre las radiaciones de los móviles y el cáncer cerebral”.
De hecho su idea es ampliar la investigación y ver si además de tumores en el cerebro pueden los móviles provocarlos en el nervio acústico del oído y en la parótida. Sin olvidar los posibles efectos de los mismos en niños -mucho más susceptibles a las radiaciones- porque en esta ocasión no se les incluyó.
La explicación a tan calculada “ambigüedad” se encuentra en unas líneas del comunicado principal, reflejo de los datos aparecidos en el Apéndice 2 del estudio. En términos estadísticos el informe afirma:
“En el decil más alto (el décimo) del tiempo acumulado de llamada, 1640 horas el OR fue de 1,40 (IC 95% 1,03-1,89) para glioma y de 1,15 (IC 95% 0,81-1,62) para meningioma pero hay valores de uso improbables en este grupo.
Los OR para glioma mostraron una tendencia a ser mayores en el lóbulo temporal que en los otros lóbulos del cerebro pero los intervalos de confianza de las estimaciones lóbulo-específicas fueron amplios. Los OR para glioma mostraron una tendencia a ser mayores en sujetos que indicaron utilizar más el teléfono móvil en el mismo lado de la cabeza donde posteriormente apareció el tumor que en el otro lado”.
El doctor David Carpenter, coeditor de BioInitiative Report y director del Instituto de Salud y Medio Ambiente de la Universidad de Albany, dice que esos datos confirman que el uso regular de un móvil aumenta significativamente el riesgo de glioma, añadiendo que los tumores tienen más posibilidades de aparecer en el lado del cerebro que más se utiliza al hablar con el móvil: “Los resultados finales del Estudio Interponerealizado durante diez años por la Organización Mundial de la Salud –afirma Carpenter contradiciendo lo dicho por la gran mayoría de los medios de comunicación- confirman los informes previos y revelan lo que muchos expertos han advertido: el uso regular del teléfono celular por adultos puede aumentar el riesgo de glioma en un 40% con 1.640 horas o más de uso (es decir, media hora diaria durante diez años) en el lado de la cabeza que la mayoría utiliza para realizar llamadas”.
Basta media hora de uso diario del móvil para que aumente un 40% el riesgo de tener un tumor cerebral. “Aunque este estudio no es perfecto –añade Carpenter- los riesgos documentados en él deben alertarnos seriamente para proceder a limitar el uso del teléfono móvil, restringir su uso -especialmente en el caso de los niños- y pedir a los fabricantes que rediseñen sus teléfonos móviles y las PDA. El despliegue de las nuevas tecnologías inalámbricas pueden suponer riesgos para la población que son generalizados e involuntarios y aumentan los costos de salud a largo plazo”.
Los resultados de Interphone respaldan los estudios previos efectuados en el Hospital Universitario de Orebro de Suecia, la Universidad de Utah y la Universidad de California en Berkeley donde distintos meta-análisis constataron la existencia de un mayor riesgo de glioma. “Las conclusiones finales de Interphone –afirma Lennart Hardell, del Hospital Universitario de Orebro- apoyan los resultados de varios grupos de investigación: el uso continuo del teléfono móvil aumenta el riesgo de padecer cáncer cerebral. No esperaríamos ver un riesgo considerablemente mayor de tumor cerebral en la mayoría de los agentes causantes de cáncer, excepto a largo plazo (10 años o más) como en este caso, en la población de usuarios regulares de telefonía móvil”. Luego denunciaría que el Estudio Interphone excluyera a los niños y a los mayores de 59 años y no se estudiara el efecto de los inalámbricos. “La radiación de algunos teléfonos inalámbricos –explica- es tan alta como la de los móviles”.
Actualmente hay ya cuatro mil millones de personas que usan móviles y cada vez más expertos se temen que decenas de millones de niños, adolescentes y jóvenes que hoy usan esos aparatos sin restricción sufran en el futuro tumores cerebrales. Que pase como con el tabaco cuya industria se pasó décadas asegurando que no estaba “científicamente demostrada” la relación entre su consumo y el cáncer. No olvidemos que los niños corren mayor riesgo que los adultos porque sus cráneos están aún formándose y las radiaciones les afectan con mayor intensidad.
El Informe BioInitiative del 2007 -cuyos autores examinaron más de 1.300 publicaciones científicas- ya se hicieron serias advertencias sobre los posibles riesgos de los móviles y demás emisores de radiaciones electromagnéticas. En sus Conclusiones se desaconsejó el continuo despliegue de fuentes de radiación y se propuso nuevos límites de seguridad pública con base biológica para hacer frente a los riesgos emergentes de las nuevas tecnologías. Una postura que recogió el Parlamento Europeo solicitando a la Comisión que revisase cuanto antes toda la normativa para hacerla más restrictiva.
En los años 2008 y 2009 cuatro grupos independientes de investigadores -Peter Kan en Journal of Neurooncology (2008), Yueh-Ying Han en Surgical Neurology (2009), Seung-Kwon en Journal of Clinical Oncology (2009) y Vini Khurana y Charles Teo en Surgical Neurology (2009)- publicaron estudios revisados por especialistas que concluían que el uso prolongado de móviles aumenta el riesgo de desarrollar un tumor cerebral en el mismo lado de la cabeza que el utilizado habitualmente para hablar. Según los neurocirujanos australianos Khurana y Teo el riesgo de contraer un tumor cerebral tras 10 años de uso del móvil se multiplica por dos. Siendo cinco veces mayor entre los niños que empiezan a utilizarlo antes de los 20 años.
Al conocer los resultados del Estudio Interphone Teo declararó en la televisión australiana: “Si la pregunta es si creo que los teléfonos móviles pueden causar tumores cerebrales la respuesta es sí, lo creo (...) Estoy muy preocupado y deprimido por el número de niños que estoy viendo llegar con tumores cerebrales. Tumores cerebrales malignos. Sólo en los últimos tres o cuatro semanas he visto a media docena de niños con tumores que en realidad deberían haber sido benignos y todos ellos han sido malignos. Estamos haciendo algo mal, muy mal”. Su compañero Khurana declararía por su parte: “El uso a largo plazo de los teléfonos móviles duplica el riesgo de contraer determinados tumores cerebrales. Y pienso que puede ser una apreciación que se quede corta”.