He mirado por el buscador, por si ya se había colgado, y no me aparece nada. El prefacio a esta obra en varios volúmenes de este marxista francés, publicada en los años 70 del pasado siglo y bastante difícil de encontrar en la actualidad. Altamente recomendable la reflexión sobre lo que nos plantea.
Por su extensión, lo cuelgo en varias entregas.
Por su extensión, lo cuelgo en varias entregas.
Me parece indispensable explicar al lector la razón por la cual he escrito este libro y el modo en que lo he hecho. Tengo que indicar igualmente la relación que guarda esta obra con mis escritos anteriores.
Lo más sencillo consiste en explicar su génesis y la transformación en un proyecto más ambicioso de lo que inicialmente era un proyecto más modesto.
El punto de partida inmediato de este trabajo fue la invasión ocupación de Checoslovaquia por el ejército soviético. Las personas que se consideran marxistas no pueden limitarse a “condenar” o “lamentar” los actos políticos; deben, también, explicarlos. Las “lamentaciones” y los “deseos” no ayudan a los pueblos más que a soportar sus desgracias, pero a descubrir las causas ni a luchar por su eliminación o contra su resurgimiento. Por el contrario, buscando las razones de lo que es realmente condenable desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores, se puede contribuir a que las fuerzas políticas evolucionen de manera que no se reproduzcan los actos “lamentables”.
En lo referente a la invasión de Checoslovaquia –y su ocupación- he creído tato más necesario no, limitarme a “lamentar” los hechos cuanto no sólo estaba en juego el destino de un pueblo que ha sufrido ya numerosas ocupaciones, sino también el juicio que podría merecer el estado a que ha llegado la propia Unión Soviética, pues fueron las tropas de ésta –en unión de las de sus “aliados”–las que llevaron a cabo la intervención.
Creo encontrarme capacitado para tratar los problemas de las Unión Soviética, dado que llevo cerca de cuarenta años estudiando este país y considero que todo lo que le concierne reviste una importancia y un alcance mundiales. Lo he creído desde 1934, cuando empecé mi aprendizaje del ruso, y he continuado creyéndolo posteriormente: en 1936, cuando me trasladé a la Unión Soviética para estudiar su sistema de planificación; en 1939, cuando publiqué un libro sobre el tema mencionado: en 1946, cuando publiqué otro libro que trataba los problemas teóricos y prácticos de la planificación; en 1950, cuando publiqué otro sobre la economía soviética, y en los años siguientes, al visitar varias veces el país y publicar diversos trabajo sobre la planificación 1 y sobre la transición al socialismo 2.
El interés que he volcado sobre la Unión Soviética desde mediados de la década de los treinta residía fundamentalmente en la identificación de los que sucedía en este país con la primera experiencia en la edificación del socialismo. Y no es que estuviese cegado ente las dificultades y contradicciones que surgían de esta edificación (no podía estarlo, puesto que me encontraba en Moscú en 1936, en el momento de “los grandes procesos”3, y pude notar diariamente el desconcierto de los moscovitas y el miedo, tanto de la gete de la calle como de los viejos militantes del Partido bolchevique y de la Internacional, a expresar sus opiniones). Pero a pesar de ello pensaba que la Revolución de Octubre no sólo había abierto una nueva ere en la historia de la humanidad –creencia que sigo manteniendo-, sino que el desarrollo económico y social de la Unión Soviética proporcionaba una especie de “modelo” para la construcción del socialismo. Los problemas y contradicciones que acompañaban a este desarrollo, pese a su evidente gravedad, me parecían producto, ante todo, de las particulares condiciones históricas rusas, considerando que no tenían por qué reproducirse en otros casos ni impedir la progresión del país hacia el socialismo y el comunismo.
Los incontestables éxitos económicos obtenidos por la Unión Soviética –sobre todo en el terreno de la industria- a partir de los planes quinquenales, así como la victoria del Ejército rojo sobre el hitlerismo, la rápida reconstrucción económica de posguerra, el mejoramiento del nivel de vida del pueblo soviético y la ayuda del gobierno de la URSS a la China socialista, parecían confirmar mis creencias y previsiones, pese a que las desigualdades sociales desarrolladas en el curso de los primeros planes quinquenales no parecían tender hacia su desaparición, sino al contrario.
El propio XX Congreso del PCUS, aunque no proporcionaba análisis alguno sobre las dificultades y contradicciones que habían llevado a la indiscriminada y extensa represión de los años anteriores, y aunque se limitaba a sustituir este análisis por acusaciones personales contra Stalin (considerado único “responsable” de los aspectos “negativos” del pasado), parecía confirmar que, habiendo alcanzado un cierto nivel de desarrollo económico, la Unión Soviética iba a emprender el camino de una mayor democracia socialista, abriendo así posibilidades más vastas a las iniciativas de la clase obrera.
Este Congreso parecía igualmente indicar que el PCUS había conservado –o más bien recuperado- la capacidad de autocrítica indispensable para la rectificación de los errores 4.
Pero los hechos no han respondido a las esperanzas. La contradictoria realidad de la historia y de la sociedad soviéticas no han sido objeto de análisis alguno. Los aspectos de la realidad que deberían haber sido condenados y transformados no han sido explicados en función de las contradicciones internas de la Unión Soviética. Han sido presentados como “perversiones” debidas a la acción de una “personalidad” (la de Stalin). La aceptación por el PCUS de esa seudo-explicación testimonia su abandono del marxismo como instrumento de análisis. Esa aceptación le ha hecho incapaz de contribuir a transformar realmente las relaciones sociales que han dado origen a lo que se “condenaba” verbalmente. La seudo-explicación ha cumplido así su objetivo: consolidar las relaciones de clase que concentran el poder económico y político en manos de una minoría. Y las contradicciones nacidas de estas relaciones de clases, lejos de reducirse, se profundizan.
Entre otras muchas consecuencias, esta profundización de contradicciones sociales ha determinado la creciente degradación de las condiciones de funcionamiento de la economía soviética. Y lo mismo ha ocurrido en los países ligados a la URSS, cuyos dirigentes han seguido la misma línea política.
A falta de combatir las contradicciones sociales se ha recurrido a introducir “reformas económicas” tendentes a hacer “funcionar mejor” el sistema económico, especialmente acrecentando los poderes de los directores de las fábricas y reforzando continuamente las formas y los criterios capitalistas de gestión económica.
Contrariamente a las esperanzas de los dirigentes soviéticos y de los “países hermanos”, ninguna de las dificultades con que se enfrentaban han sido realmente resueltas por las diversas reformas”. Aunque se han obtenido “éxitos” momentáneos en puntos limitados, predominan los fracasos. Cabe señalar, en particular, la creciente dependencia respecto a las técnicas extranjeras, el endeudamiento exterior igualmente creciente, la notoria reducción del índice de desarrollo de la industria y las dificultades de aprovisionamiento; se multiplican los indicios de descontento de los trabajadores respecto a su situación y a las consecuencias que tienen para ellos las “reformas económicas”.
La noticia de lo ocurrido en Polonia en diciembre de 1970 ha trascendido a todo el mundo: los obreros de las grandes ciudades del Báltico (Gdansk, Gdynia, Szcecin y Sopot) se declaran en huelga contra la política gubernamental, que entraña el alza de los precios y la reducción del nivel de vida de los trabajadores. La represión ejercida contra los obreros polacos conduce a un contraataque de éstos, que ocupan los locales del Partido y de la policía política, y constituyen un comité de huelga que crea una milicia obrera. Aunque las fuerzas de seguridad aumentan la represión, causando numerosos muertos y heridos, los trabajadores resisten, continúan la huelga y obligan al poder a modificar la composición del equipo dirigente, a negociar con ellos y a ceder a un cierto número de reivindicaciones 5.
Los “acontecimientos” polacos representan un giro en las relaciones entre la clase obrera y el poder político en los países de la zona soviética. Se sabe que tuvieron profundo eco en la clase obrera de la URSS, y provocaron gran temor entre los dirigentes soviéticos. Temor que se ha traducido en la revisión de los planes económicos de 1971, así como en la acentuación de la represión.
La tendencia a acentuar la represión en la Unión Soviética es cada vez más nítida en los últimos años. Lo prueban la adopción de medidas policíacas y la estimación en los dos millones del número de personas internadas en los campos.
Sobre la base de la acentuación de las contradicciones internas, la política internacional de la URSS se caracteriza por la negación creciente de lo que, en el pasado, constituía los aspectos socialistas de la política exterior soviética. En lugar de la ayuda concedida ulteriormente a China y Albania se asiste desde 1960 –en nombre de las “divergencias” ideológicas- a un intento deliberado de sabotear el desarrollo económico de esos países, en particular mediante la ruptura unilateral de los acuerdos previamente concluidos, la suspensión de los suministros necesarios a las fábricas en curso de construcción, la retirada de técnicos, etc. De esta manera, la Unión Soviética pretende, aunque sin éxito, utilizar las relaciones económicas establecidas desde antes con ambos países, para presionarlos brutalmente con el fin de someterlos a su hegemonía.
Desde el punto de vista general, la política internacional soviética aparece cada vez más como una política de gran potencia que intenta obtener para sí misma el máximo de ventajas económicas y políticas, sacando partido d las estrechas relaciones establecidas con otros países. Esta política de corte imperialista ha llevado a la URSS a colaborar y a tener contradicciones con los Estados Unidos, simultáneamente. Ambas potencias luchan entre sí en pos de la hegemonía mundial. Y son así conducidas a establecer compromisos que van en detrimento de los pueblos. Hablan de “distensión” mientras libran una carrera de armamentos que sobrepasa todos los precedentes históricos, mientras el imperialismo norteamericano prosigue de hecho la guerra contra el pueblo vietnamita.
Al situarse en el mismo terreno que los Estados Unidos, es decir, al competir con ellos por la hegemonía mundial la URSS se ha lanzado a construir una fuerza militar ofensiva sin precedentes, dotándose de gigantescos medios de intervención a escala del globo. Para lograr una fuerza militar igual e incluso superior en ciertos aspectos a la de los Estados Unidos, la Unión Soviética consagra actualmente entre un 25 y un 30 por ciento de su producto nacional bruto a gastos militares (frente al 7 u 8 por 100 de los EE.UU.. Aumenta cada año el número de sus divisiones dispuestas a la intervención en las fronteras chinas, aunque su potencial más importante se encuentra dispuesto rente a Europa occidental y aumente con igual rapidez.
Para poder contar con los instrumentos de una política exterior de tipo imperialista, los dirigentes soviéticos echan una pesada carga sobre los hombros de los pueblos de la URSS y sobre las posibilidades de desarrollo del país. Finalmente, se ven obligados a buscar ayuda técnica y financiera del imperialismo norteamericano, aun enfrentándose a él.
La constatación de esta evolución (en la que la intervención en Checoslovaquia no constituye más que uno de los momentos) me ha llevado a reexaminar también el pasado de la Unión Soviética, pues no es posible mantener que el curso seguido por este país proviene únicamente de la “responsabilidad personal” de algunos dirigentes. El acceso al poder por parte de éstos y la posibilidad de llevar a cabo la política descrita sólo pueden explicarse por la naturaleza de las relaciones sociales actualmente predominantes en la URSS; relaciones que necesariamente han ido formándose durante un largo período anterior. De aquí surge la necesidad de efectuar el análisis de esas relaciones.
El análisis que he emprendido se apoya igualmente en la experiencia adquirida por mí mediante el estudio de las transformaciones económicas y políticas en China y en Cuba.
En lo que a este último país se refiere, se trata de una experiencia práctica muy concreta, ya que he participado en numerosas ocasiones en la discusión de los problemas planteados por la planificación de su economía entre los años 1964 y 1966. Desde ese momento, y apoyado en la citada experiencia, me he inclinado a replantearme críticamente el conjunto de las concepciones relativas a las condiciones de elaboración de los planes económicos, a la significación de la planificación en la transición socialista y al alcance de la existencia de las relaciones mercantiles y monetarias en las formaciones sociales, donde la propiedad de los medios de producción por parte del Estado desempeña un papel dominante.
A fin de precisar la naturaleza de las tesis expuestas en este estudio y de permitir al lector situarlas mejor en relación con las desarrolladas en los dos libros precedentes (los cuales fueron en gran medida el fruto de mi experiencia de los problemas de Cuba), no es inútil indicar los límites de las revisiones más arriba mencionadas.
En Transition vers l´économie socialiste –libro que recoge una serie de exposiciones y textos redactados entre 1962 y 1967- yo asociaba la existencia de relaciones mercantiles y monetarias tanto en Cuba como en la Unión Soviética) con la de unidades productivas que funcionaban de forma relativamente independiente entre sí (pese a la presencia de un plan económico) y con una situación que las caracterizaba como sujetos económicos”6.
Mi análisis entonces pretendía explicar la experiencia de relaciones mercantiles y monetarias –y la de relaciones salariales- por la existencia de relaciones sociales reales e independientes de la voluntad de los hombres (relaciones que no basta, por lo tanto, declarar “abolidas” para verlas “desaparecer”. En el marco de ese análisis presentaba las relaciones mercantiles y monetarias como la manifestación de relaciones sociales profundas: aquéllas no eran más que los efectos de éstas y de sus exigencias objetivas de reproducción.
Hoy ya no considero satisfactoria la forma específica de ese análisis, propuesto en 1962 y 1967. La reflexión sobre las condiciones de la construcción del socialismo en China –y muy en particular sobre las lecciones que cabe desprender de la Revolución Cultural- me obligan a modificar muy seriamente sus términos.
La principal insuficiencia de mis textos de 1962 y 1967 reside en que lo que allí se considera como impuesto por las exigencias objetivas se refiere esencialmente al nivel de desarrollo de las fuerzas productivas 7. Y aunque se menciona el concepto de “naturaleza de las fuerzas productivas”, la significación precisa de este concepto no se desarrolla en parte alguna. En consecuencia, no queda patente que el principal obstáculo a una política socialmente unificada (en la que el plan económico no puede constituir más que el medio) no se encuentra en el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, sino en la naturaleza de las relaciones sociales dominantes, esto es, se encuentra, simultáneamente, en la reproducción de la división capitalista del trabajo y en las relaciones ideológicas y políticas, que, aun siendo un efecto de esta división, constituyen las condiciones sociales de esta reproducción (porque hacen “funcionar” a los individuos y a las empresas como “sujetos” que otorgan la primacía a los intereses articulares respecto a los colectivos. Estos últimos, por otra parte, pueden revestir un carácter simplemente momentáneo o ilusorio si no están identificadas con una política que tienda efectivamente a crear las condiciones para la desaparición de los intereses de clase de naturaleza antagónica.
Lo que no queda claro, por tanto, en los escritos reproducidos bajo el título de Transition vers l´économie socialiste es que el desarrollo de las fuerzas productivas no puede nunca, por sí solo, hacer desaparecer las formas capitalistas de la división del trabajo ni las demás relaciones sociales burguesas. Lo que en esos escritos no se dice es que únicamente la lucha de clases bajo la dictadura del proletariado, correctamente dirigida –gracias a la experimentación científica de masas y al análisis teórico-, puede conseguir la desaparición de las relaciones económicas capitalistas al atacar la división capitalista del trabajo y, al mismo tiempo, las relaciones ideológica y políticas que permiten la reproducción de las relaciones de explotación y de opresión.
Si en 1962-1967 no enuncié las formulaciones que expongo ahora, fue porque estaba aún fuertemente influenciado por una cierta concepción del “marxismo” que ha dominado ampliamente en Europa y que consiste en una forma particular de lo que Lenin denominó “economismo”8. Las lecciones extraídas de la Revolución Cultural en China son las que me han permitido avanzar en la ruptura con el “economismo”, enlazando de nuevo, así, en el contenido revolucionario del marxismo, contenido que ha estado enmascarado, “encubierto” por los muchos años de práctica “economista” que han caracterizado al movimiento obrero europeo 9.
En Cálculo económico y formas de propiedad (texto en el cual anuncio ya la preparación de un análisis de la formación social soviética), esbozo el abandono de la problemática anterior que tendía a hacer depender la desaparición de las relaciones mercantiles y monetarias y el progreso de la planificación socialista ante todo del desarrollo de las fuerzas productivas (desarrollo concebido aún de forma “unilineal”), y no, en primer lugar, de la revolucionarización de las relaciones sociales. Repito que ha sido en el curso de estos últimos años –en parte a través de la reflexión sobre la Revolución Cultural y su significado- cuando me he visto impulsado a tener en cuenta de forma más sistemática lo que implica el rechazo de la “problemática de las fuerzas productivas”, es decir, de una concepción que subordina unilateralmente la transformación de las relaciones sociales al desarrollo de las fuerzas productivas. Es en estas condiciones como, entre 1968 y hoy, redacté una serie de artículos sobre algunos problemas del socialismo 10 y emprendí un nuevo análisis de la Unión Soviética, con objeto de delimitar mejor la especificidad del capitalismo de Estado y las relaciones y prácticas de clase hoy dominantes en ese país.
A principio de 1969 acabé la redacción de un primer texto (no publicado) que exponía los resultados de ese análisis, del cual se desprende que en la URSS existen hoy, tras la pantalla de la propiedad estatal, relaciones de explotación semejantes a las existentes en los países capitalistas, aún cuando la forma de existencia de esas relaciones, y sólo éstas, reviste un carácter particular: el carácter particular que le confiere el capitalismo de Estado no es más que “el capitalismo llevado a su límite extremo”.
No obstante, al releer dicho texto y al someterlo a crítica, he observado una carencia de trasfondo histórico. No puede comprenderse, en efecto, el presente de este país sin relacionarlo con su pasado. No basta con poner de manifiesto las relaciones y las prácticas dominantes en la actualidad. Es preciso explicar cómo han llegado a ser dominantes. La pregunta, pues, es la siguiente: ¿de qué manera y a través de qué luchas y contradicciones se ha transformado el primer país de dictadura del proletariado en un país que practica una política imperialista, que no vacila en utilizar sus fuerzas armadas para defender en otros países sus intereses de gran potencia?
El análisis de las transformaciones sufridas por la Unión Soviética no es menos importante, en definitiva, que el análisis de su situación actual; puede ser una cantera irremplazable de enseñanzas y contribuir así a evitar que otras revoluciones proletarias sigan la misma senda, y en lugar de al socialismo lleguen a una forma específica de capitalismo tan opresora y agresiva como las “formas” clásicas.
Pese a las dificultades, el actual periodo exige la realización de esta tarea. Y aunque nuestro análisis no sea perfecto, sí nos ayudará a comprender un pasado que es también nuestro presente, a entender cómo una revolución proletaria puede transformase en su contrario: una contrarrevolución burguesa.
La experiencia soviética confirma que lo más difícil no es derrotar las antiguas clases dominantes, sino, ante todo, destruir las antiguas relaciones sociales –sobre las que puede reconstruirse un sistema de explotación semejante al que se ha creído liquidar definitivamente- e impedir después que estas relaciones se reconstruyan a partir de los elementos anteriores, presentes durante mucho tiempo aún en las nuevas relaciones sociales. En nuestra época, por consiguiente, resulta de importancia vital que se comprendan las razones por las cuales la primera revolución socialista victoriosa ha desembocado, finalmente, en la realidad soviética actual. Sin esta comprensión –y a pesar de las lecciones positivas e irreemplazables que pueden extraerse de los éxitos de la revolución china- son enormes, en efecto, los riesgos de que lo iniciado aquí o allá como revolución proletaria se convierta, finalmente, en algo muy diferente del socialismo.
El texto a que había llegado en 1969 me resultaba, por tanto, insuficiente. Debido a ello, antes de publicarlo –previa revisión- he creído necesario complementarlo con un análisis sobre el pasado de la Unión Soviética. Al abordar esta tarea pude constatar que era tan compleja, por lo menos, como la precedente. En primer lugar, porque cubría un periodo histórico mucho más largo y más rico en acontecimientos y en luchas; en segundo lugar, porque había que esforzarse en indagar –más allá de la historia particular de la URSS- el movimiento general de las contradicciones cuya forma de existencia era esa misma particularidad, ya que ésta, por sí sola, habría podido parecer “accidental” o “fortuita” y no habría permitido extraer las lecciones necesarias de lo que había ocurrido en la URSS.
Mi objetivo era adquirir un conocimiento suficientemente preciso de la historia de la Unión Soviética que me capacitase para escribir algo diferente a una historia de este país: escribir un análisis de la lucha de clases en la URSS desde la Revolución de Octubre, de alcance suficientemente universal, aunque se presentase bajo los rasgos específicos de una historia contemporánea de ese país. He decidido, por tanto, analizarlos momentos decisivos por que ha pasado la formación soviética social soviética, y he intentado determinar la naturaleza de las relaciones sociales existentes y dominantes en cada uno de esos momentos. También he intentado captar la naturaleza de las fuerzas sociales que han contribuido a modificar la articulación de tales relaciones, pese a que muy frecuentemente tenían lugar luchas que perseguían transformaciones muy diferentes de las que efectivamente se han producido. El volumen que el lector tiene entre sus manos expone el comienzo de los resultados de este trabajo, que debe culminar con el análisis de la sociedad soviética actual: análisis que resultaría en parte incomprensible sin un conocimiento suficiente de las condiciones en que se ha plasmado la realidad actual.
Los análisis indicados continúan, por tanto, el trabajo de rectificación esbozado entre 1962 y 1967.
Este trabajo de rectificación y de análisis concreto de la Unión Soviética, de su presente y de su pasado, me ha conducido así a romper progresivamente con una determinada concepción petrificada y simplista del “marxismo” y a reincorporarme al que yo considero contenido revolucionario del materialismo histórico y del materialismo dialéctico 11.
El presente volumen expone sólo una parte de los resultados de mi trabajo, pero creo necesario dar desde ahora una visión general del conjunto, pues lo que está en juego sobrepasa ampliamente mi simple “itinerario personal”, de escaso interés para el lector.
Como ya recordé anteriormente, el “marxismo simplificado” del que he intentado desprenderme no me era”personal”; era el que las secciones europeas de la III Internacional, en ruptura cada vez más acentuadas con el leninismo, habían hecho prevalecer en Europa (a partir del comienzo de los años treinta, en el momento en que yo empezaba a reflexionar sobre el socialismo. Ese “marxismo simplificado” contenía, por lo demás, si no en germen al menos como una posibilidad, las premisas del revisionismo moderno, esto es, de una ideología burguesa que, como tal, contribuye a consolidar la existencia de relaciones sociales capitalistas en la Unión Soviética y fuera de ella.
Sería una pretensión ilusoria la de lanzarse analizar todos los aspectos del “marxismo petrificado”, con el cual debe romper este estudio si quiere hacer inteligible lo sucedido en la Unión Soviética (los principales de dichos aspectos se pondrán de manifiesto con la lectura del presente texto). Pero es necesario, por el contrario, la enunciación y discusión de algunas de sus tesis explícitas o implícitas a fin de comprender mejor el sentido de la rectificación que llevo a cabo en las páginas de este libro, así como el significado de los resultados que se compilarán al final de la obra.
Tres de las tesis fundamentales de ese “marxismo petrificado”, con el cual hay que romper para devolver al materialismo histórico y al materialismo dialéctico su verdadero carácter revolucionario, se refiere al fundamento de las relaciones de clase, al papel de las fuerzas productivas y a las condiciones de existencia y extinción del Estado. Me limitaré a simples anotaciones en torno a estas tres tesis y a las funciones ideológicas y políticas que, objetivamente, han desempeñado.
NOTAS
[1] Planificación y Crecimiento accelerado, (1974)
[2] En particular, La Transición a la economía socialista, (1968), y Cálculo económico y Formas de propriedad, (1970). Estos dos últimos libros llevan también la marca de dos randes experiencias sociales y políticas. Las revoluciones china y cubana, con las que he estado en relación sostenida a partir de 1958 y 1960, respectivamente. Han sido marcados también por la renovación del pensamiento marxista en Francia. Renovación que ha estado ligada especialmente a la difusión cada vez más amplia del pensamiento de Mao Tse-tung y ha sido marcada por la ruptura que L. Althusser y los que han trabajado con él han realizado mediante una lectura “economista” de El Capital de Marx.
[3] Se trataba, entonces, del proceso que tenía como principales acusados a Zinoviev y Kámenev. Cada día, muy temprano, los moscovitas hacían cola ante los quioscos para estar seguros de poder comprar su diario con la actas de los procesos.
[4] Tal era, igualmente, en 1956, la opinión del partido comunista hino, opinión expresada en dos artículos titulados “A propósito de la experiencia histórica del dictadura del proletariado”. Estos artículos, publcados el 5 de abril y el 29 de diciembre de 1956 por el Renmn Ribao, son generalmente atribuidos a Mao Tsé-tung.
[5] Se dispone de relatos detallados de lo sucedido en los puertos polacos y de la discusiones que han seguido a los enfrentamientos armados de diciembre de 1970 (cf., por eemplo, Gierek face aux grevistes de Szzecin SELIO, Paris 1971).
[6] Ch. Betellheim, la Transición a la economía socialista, op. Cit., p. 30, 70 y 175
[7] Ibid., p.45 a 77 y mas epexcialmente p. 48
[8] El problema del “economismo” es vuelto a tratar más adelante (cf. infra, p. 25)
[9] Cf. Ch. Bettelheim, Revolución Cultural y organización industrial en China, (1973)
[10] Cf. Paul M. Sweez y Ch. Bettelheim, Algunos problemas actuales del socialismo, (1972)
[11] “Reincorporarse” al contenido revolucionario del marxismo no es, evidentemente, “reencontrar” las tesis que Marx y Engels habrían formulado hace un siglo, aproximadamente, antes de las lecciones que las luchas de clases desarrolladas desde entonces permiten extraer hoy. “Reincorporarse” es eliminar las concepciones cuyo contenido es erróneo (aunque hayan podido parecer verdaderas en una cierta época) y que son un obstáculo al desarrollo de la teoría marxista, a su enriquecimiento a partir del análisis concreto de las luchas de clases y de sus efectos. Como escribía Lenin, hablando de la actitud de los marxistas revolucionarios hacia la teoría de Marx: “Nosotros no consideramos, en absoluto, la teoría de Marx como algo acabado e intangible; estamos convencidos, por el contrario, que ha puesto simplemente la piedra angular de la ciencia que los socialistas deben llevar más lejos en todas las direcciones si no quieren dejarse distanciar por la vida”. (Cf. Lenin, Nuestro programa. En adelante, y salvo indicación contraria, todas las citas de Lenin están tomadas de la versión española de sus Obras)
Última edición por Winstanley el Mar Jul 03, 2012 6:57 pm, editado 2 veces