La fallida crítica maoísta del capitalismo ruso
The Worker
(Enero de 1978)
El Partido comunista chino nunca ha proporcionado a sus seguidores con un análisis completo del ascenso del revisionismo soviético. La polémica acerca de la línea general a principios de la década de 1960 devastó a Khrushchev, mas los orígenes del revisionismo nunca fueron explicados. Los chinos han afirmado, en su “apoyo crítico” a Stalin, que él tuvo al menos parte de la culpa.
Ahora el Maoísta francés y profesor de La Sorbona Charles Bettelheim ha tomado parte en el tema. Se han publicado dos volúmenes de sus Luchas de clases en la URSS, y el primero se encuentra disponible en una traducción al inglés (Monthly Review Press, 1976). Este artículo es una reseña del Tomo I, que cubre el período 1917-1923.
El prefacio de Bettelheim explica que el libro es resultado de la “autorectificación” y de su ruptura personal con el “marxismo simplificado” de la Tercera Internacional. Bettelheim ha visitado China y ha elogiado el énfasis Maoísta en la industria a pequeña escala, descentralizada y su orientación en torno a la agricultura que es la base de la economía (ver su Cultural Revolution and Industrial Organization in China, 1974). En Luchas de clases en la URSS con frecuencia emplea ejemplos chinos de la actualidad para mostrar cómo debieron haber hecho las cosas los soviéticos. Este aspecto del libro se encuentra ahora teñido por el ampliamente público ataque del propio Bettelheim contra China y su reconocimiento de que hay algo terriblemente incorrecto con el socialismo chino. No obstante, todavía afirma ser un Maoísta y sostiene que el actual régimen es infiel a las ideas del Presidente.
Stalin atacado
El Volumen I conforma una revisión muy crítica del desarrollo soviético desde la revolución de febrero hasta la muerte de Lenin. Bettelheim dice claramente que no tiene deseos de defender a Stalin; de hecho, tiene la intención de echarle la culpa de casi todo lo que salió mal. Una serie de provocativos ataques contra Stalin no son explicados. Probablemente, serán objeto de los posteriores volúmenes de Bettelheim. Entre éstos se encuentran la “identificación mecanicista entre las formas jurídicas de propiedad y las relaciones de clase” y su tesis de la “primacía del desarrollo de las fuerzas productivas”. Bettelheim cita a Mao (a quien identifica como el autor de “El falso comunismo de Jruchov”): “Stalin se había alejado de la dialéctica del marxismo-leninismo, debido a su interpretación de las leyes de la lucha de clases en la sociedad socialista”.
El problema de Bettelheim – el problema de todos los atacantes de Stalin – es demostrar que Stalin no fue, como él mismo lo reconoció, “el fiel discípulo de Lenin”. Por otro lado, Bettelheim afirma que en sus últimos años Lenin se había emprendido en una cuidadosa reexaminación del bolchevismo, una tarea que dejó inconclusa a su muerte.
¿Lenin, un Maoísta?
Lo que Bettelheim trata de hacer es convertir a Lenin en un Maoísta. Impone a Lenin la imagen que Mao había creado de sí mismo. Así, Lenin es retratado como un líder “en oposición”, “nadando contra la corriente”, “solo con las masas, esperando”. Mientras que los Liu Shao-chis y Teng Hsiao-pings (o los Stalins) siguen consolidando a la nueva burguesía. El líder visionario queda exonerado de toda responsabilidad del sistema tal y como es; él es anulado todo el tiempo de todas las maneras. Como Mao en la revolución cultural, Lenin solo (con “las masas”, por supuesto) percibe un creciente dominio burocrático en el partido y el estado. Bettelheim tiene a Lenin reexaminando la economía del socialismo soviético, dando vuelta a un sistema “Maoístico” más orientado a los campesinos, menos centralizado. Y aunque Lenin siempre habló con claridad y precisión, Bettelheim trata de dar a sus palabras el misterio y, sobre todo, la ambigüedad que es característica de Mao.
Todo esto equivale a un gran artificio y engaño de Bettelheim que debe producir a un Lenin que nunca existió. Toma citas completamente fuera de contexto, y generalmente carnea a Lenin a fin de hacerle encajar en el molde deseado. Afortunadamente, su fracaso ayuda a demostrar que, así como Lenin no es ningún Maoísta, Mao no es ningún Leninista.
He aquí la conclusión central de Bettelheim:
“Lo que Lenin anuncia en el otoño de 1921… es el esbozo de lo que será más tarde la línea política del partido comunista chino, una línea que se propone conducir al campesinado laborioso por la vía del socialismo, no por la coacción, sino por la persuasión. Es la línea cuyo contenido será desarrollado más por Lenin en sus textos de fines de 1922 y comienzos de 1923.
Desgraciadamente, ese gigantesco paso adelante se presenta a través de la engañosa metáfora de la «retirada».
El surgimiento de esta metáfora en el informe de Lenin sobre la NEP es el signo de que la amplitud de la ruptura política y teórica con los errores del periodo pasado apenas si comienza a aparecer ante el propio Lenin” (págs. 458-459).
El retiro que avanza
La interpretación de la “retirada” de Lenin como un “gigantesco paso adelante” sólo testimonia el oportunismo de Bettelheim y del Maoísmo en general. Él convierte la necesidad en una virtud.
“[Los últimos escritos de Lenin] demuestran de forma cada vez más neta que Lenin estaba a punto de romper con lo que había conservado de las interpretaciones «economistas» de los análisis de Marx… Aunque Lenin no aborda en toda su amplitud el problema de la transformación revolucionaria de las relaciones de producción en la industria (es decir, de la transformación radical del proceso de producción), aborda, sin embargo, aspectos extremadamente importantes –ya desde la primavera de 1921- cuando se pronuncia por un cierto desarrollo industrial que reposa sobre «una gran iniciativa de la base» y por el desarrollo de «la pequeña industria local». No obstante, Lenin no renuncia a un desarrollo rápido de la gran industria y traza el bosquejo de una perspectiva que tomará cuerpo en China con la doble consigna de «marchar sobre dos piernas» y «dos iniciativas valen más que una». Cierto, los textos de Lenin están aún lejos de estas consignas y de su relación con la lucha contra las diferentes formas de división del trabajo heredadas de las sociedades de clase, pero tal orientación es claramente perceptible” (págs. 435, 451).
Con frecuencia Bettelheim tiene a Lenin “dibujando” una línea, sobre todo porque él no puede encontrar a Lenin declarando claramente el punto que le gustaría encontrar. Lejos de ver la “orientación claramente perceptible” en la cita a la que Bettelheim se refiere, nos encontramos con una fuerte afirmación de la primacía de la industria pesada. Bettelheim ha sacado dos frases de su contexto a fin de sugerir algo absolutamente ajeno al Leninismo. Esta es la cita completa:
“Se ha puesto de manifiesto la demora en el restablecimiento de la gran industria, se ha revelado como insoportable el “encierro” del intercambio entre la industria y la agricultura, lo que significa que es necesario impulsar lo más factible: el restablecimiento de la pequeña industria. Hay que contribuir a la obra desde este lado, apuntalar este lado del edificio, semiderruido por la guerra y el bloqueo. Hay que desarrollar por todos los medios y a toda costa el intercambio, sin temor al capitalismo… La mejora conseguida aquí, a la menor distancia posible del “fundamento” más amplio y profundo, permitirá pasar con la mayor brevedad al más enérgico y victorioso restablecimiento de la gran industria”. (el énfasis es mío)
El pasaje es del folleto Sobre el impuesto en especie, una obra que debería estremecer a los Maoístas. Entre las otras suposiciones de Lenin, que le habrían ganado una gorra del burro en la revolución cultural, se encuentra la necesidad de aprender “de los especialistas burgueses, incluso de los comerciantes, de los pequeños capitalistas asociados en cooperativas, de los capitalistas en general”. (Lenin también sugiere que a los Mencheviques y los Socialistas Revolucionarios que se disfrazan con “el traje de moda de los sin partido” “hay que tenerlos a buen recaudo en las cárceles”. En otra sección de su libro, Bettelheim ataca el paso a un estado de un solo partido, acusando al partido bolchevique de que “frecuentemente ha preferido recurrir a los aparatos de acción represiva en lugar de poner el acento en la lucha ideológica”. La existencia de los “partidos democráticos” “no hubiera dejado de contribuir al desarrollo del marxismo revolucionario” (pág. 244).)
Industria liviana vs. industria pesada
Bettelheim no sólo engaña completamente sugiriendo que Lenin muestra afinidad en Sobre el impuesto en especie al desarrollo industrial basado en la industria a pequeña escala, sino que no puede encontrar una sugerencia similar en cualquiera de sus otros escritos. Los últimos escritos de Lenin, que Bettelheim concibe como el signo de su cambio de opinión, son igualmente enfáticos sobre el papel de la industria pesada. Aún en noviembre de 1922, con tan sólo unos meses de carrera política activa restante, Lenin escribió: “Economizamos en todas las cosas, hasta en escuelas. Debemos hacer esto porque sabemos que a menos que salvemos la industria pesada, a menos que la restauremos, no seremos capaces de aumentar una industria en absoluto; y sin una industria iremos bajo como un país independiente”.
Además de aquellas pocas palabras de Sobre el impuesto en especie tomadas fuera de contexto, Bettelheim señala a “Sobre la Cooperación”, escrito por Lenin a principios de 1923, como prueba de sus puntos de vista cambiantes. Dice que el trabajo tiene “importancia decisiva” porque rompe con las concepciones “estatistas” que estaban extendidas entre los bolcheviques y “prolonga… la ruptura con las concepciones de la II Internacional, ya operada en «El Estado y la Revolución»” (pág. 449). Si este fuera un “nuevo Lenin”, seguramente nunca inquietó al “estatista” Stalin. El artículo de Lenin sobre la cooperación proporcionó una guía para los bolcheviques en toda la década de 1930 y se destaca por un comentario especial en la Historia del PCUS (B).
La otra tesis importante de Bettelheim en su Luchas de clases en la URSS es “la transformación de la dictadura del proletariado” en una máquina cada vez más burocrática, la eventual “independencia” del estado del proletariado. Esta es esencialmente la misma explicación dada por Trotsky, que evocó una “burocracia” que gobernada una dictadura del proletariado “degenerada”. El argumento oportunista permite a Bettelheim condenar todo en la Rusia soviética de los primeros años, sin embargo, se ahorra la molestia de explicar por qué Mao aceptó su liderazgo durante 35 años.
“El poder soviético ha evolucionado rápidamente hacia un sistema de relaciones políticas profundamente diferente de aquel cuyas características fundamentales había expuesto Lenin en El Estado y la Revolución. Según la expresión de Engels, acentuada por Lenin en su obra, esas características habrían debido hacer del Estado soviético algo diferente al «Estado en su sentido propio». Este poder, en efecto, debía reposar fundamentalmente sobre los soviets locales, en tanto que los órganos centrales del Estado funcionarían más que nada como lugares de centralización.
En la práctica, tales relaciones, parcialmente no estatales, que aparecen de forma embrionaria en el sistema de los soviets, no llegan a consolidarse. La concentración del poder en los órganos estatales centrales predomina sobre la centralización. El papel de los soviets locales, o bien no adquiere consistencia o bien tiende a reducirse al igual que se reduce el papel de los congresos de los soviets. Este movimiento se prosigue y se acelera con el «comunismo de guerra» y da lugar a una tendencia cada vez más notoria hacia la autonominación de los aparatos administrativos del Estado. Estos no están, realmente, bajo el control de las masas populares y tienden incluso a desasirse de la autoridad efectiva del partido bolchevique” (pág. 229).
Esta es en pocas palabras la tesis de Bettelheim. Y es poco diferente de la propuesta por los anarquistas y trotskistas. Como Trotsky, Bettleheim desea separar a Lenin de esta tendencia burocrática y hacer de él su crítico más temprano, “que nada contra la corriente”. Él describe un Lenin que está abatido, cínico, a la espera de una nueva “rectificación” (¿tal vez una “revolución cultural”?) El pobre Lenin es dañado por su inclinación a la autocrítica. Como él a menudo comentaba, los enemigos de la URSS aprovechan estos pasajes para afirmar que “incluso Lenin admite que todo va mal”.
Eslóganes anarquistas
Para probar su punto, Bettelheim cita nuevamente a Lenin fuera de contexto y tergiversa su significado. El verdadero Lenin, como lo revela una lectura más exhaustiva de los textos, era crítico, pero optimista, y estaba lleno de soluciones concretas, prácticas y realizables. Los eslóganes anarquistas sobre “una nueva revolución” son completamente ajenos a él.
Bettelheim cita a Lenin sobre el tema de los viejos funcionarios Zaristas y burgueses en el aparato estatal: “Los hemos arrojado de la puerta, pero vuelven a colarse por la ventana” (pág. 299). Bettelheim deja la impresión de que Lenin estaba desdeñoso y frustrado. Pero en otra parte del mismo artículo, ignorada por Bettelheim, Lenin dice: “Hemos extirpado de raíz el cuerpo administrativo, esencialmente burocrático y de opresión burguesa, cuerpo que sigue siendo así incluso en las repúblicas burguesas más libres”.
En otro pasaje, Bettelheim cita: “En los puestos inferiores se cuentan por centenares de miles los antiguos funcionarios que hemos heredado del régimen zarista y de la sociedad burguesa y que trabajan contra nosotros, unas veces de manera consciente, y otras inconsciente” (pág. 299). Pero contrariamente a las suposiciones de Bettelheim, Lenin confiaba en que este problema se estaba solucionando, como lo demuestra el resto del pasaje (que él no cita): “Es indudable que, en este terreno, no se conseguirá nada a corto plazo. Tendremos que trabajar muchos años para perfeccionar la administración, renovarla y atraer nuevas fuerzas. Lo estamos haciendo a ritmo bastante rápido, quizá demasiado rápido… Si no nos precipitamos demasiado en esta labor, dentro de algunos años tendremos una masa de jóvenes capaces de cambiar radicalmente nuestra administración”.
Burocracia
La conclusión de Bettelheim en esta sección sobre la burocracia y la batalla de Lenin contra ella tiene un tono indiscutible: “Desde últimos de 1920, Lenin no duda en escribir:
«La tarea del poder soviético consiste en destruir totalmente el antiguo aparato de Estado, como fue destruido en Octubre, y transferir el poder a los soviets…»
Como es sabido, el antiguo aparato de Estado reconstruido no fue nunca destruido, como Lenin pedía; no ha hecho más que desarrollarse y reforzarse” (pág. 300).
Bettelheim sugiere que el comentario de Lenin era un desafío, lanzado hacía un Partido que no cooperaba, y que nunca le siguió. Pero Lenin llega a decir, en la siguiente oración: “Sin embargo, nuestro programa reconoce que hubo un renacimiento de los métodos burocráticos y que actualmente aún no existe una base económica para una auténtica sociedad socialista. Una base cultural, alfabetización, y en general un nivel más alto de cultura faltan en la masa de trabajadores y campesinos”. No es de extrañar que Bettelheim no cite el párrafo entero. Esto huele a la Estalinista “teoría de la primacía de las fuerzas productivas”. La verdadera demanda de Lenin, descrita más adelante en el pasaje, que según Betteleheim nunca fue escuchada, era “una lucha sistemática” contra “el renacimiento de los métodos burocráticos”. Y Lenin todavía tenía tres años de vida política activa, por lo que fue capaz de dirigir esta lucha.
El discurso de Khruschev
Los argumentos de Bettelheim han sido refutados adecuadamente muchas veces, comenzando con Lenin, que autocríticamente combatió contra las deformaciones burocráticas que sabía que eran tanto inevitables como superables. Lenin, cuya gran virtud fue su “sentido práctico”, contestaría a Bettelheim: “¿Cómo habría usted solucionado estos problemas?” Y en su momento, Bettelheim podría haberle contestado “Como han hecho en China”. Lamentablemente para Bettelheim, este argumento ya no está disponible para él.
Mao y los comunistas chinos aprovecharon la ocasión del discurso secreto de Khruschev para lanzar su propia campaña contra Stalin. Además del énfasis de Stalin en la industria pesada a gran escala (algo que heredó de Lenin), los chinos se opusieron a la manera en la que trató con los campesinos como demasiada áspera (no es de extrañar que Bettelheim trata de encontrar un Lenin que se ablanda en la cuestión campesina), su insistencia en que la industrialización debe constituir la base de la colectivización agrícola y su estricta adhesión a una economía de planificación centralizada. No es por lo tanto ninguna sorpresa que el Maoísta Bettelheim sea duro con Stalin, aunque el alcance de su ataque pueda incluso impresionar a algunos Maoístas.
El ajuste de cuentas de Bettelheim con Stalin es un refrito de las escrituras de Leon Trotsky e Issac Deutscher. Bettelheim hace especial hincapié en la polémica a finales de 1922 de Stalin con Lenin sobre la cuestión de Georgia, un período complicado en el que la posición de Stalin, como enlace del Comité Central con un enfermizo Lenin, lo dejó en la línea de fuego de un hombre que estaba mal físicamente y descontento con su aislamiento de la actividad del partido. El comportamiento inusual de Lenin en este momento y las fuentes no fiables participantes en la lucha (Trotsky es el principal) hacen que sea peligroso para cualquier marxista honesto tratar de demostrar una profunda grieta entre Lenin y Stalin. De todos los líderes del partido, ninguno había estado tan cerca de Lenin durante un tiempo tan largo. Y esta primera pelea entre los dos nunca podría igualar la intensidad de las frecuentes batallas de Lenin con Trotsky, Bujarin, Zinoviev y Kamenev, quienes junto con Stalin combatieron por la dirección del partido.
Bettelheim afirma que Stalin encabezó una “oposición no declarada” después de 1921. Estas y otras acusaciones contra Stalin están basadas en invenciones notoriamente anticomunistas como Que juzgue la historia de Medvedev, El último combate de Lenin del trotskista Lewin y en los “documentos” descubiertos por Khrushcev después de 1956. Es muy vergonzoso que semejante material pueda encontrar su lugar en un serio estudio marxista. Quizás si Solzhenitsyn habría hecho algunas afirmaciones absurdas que ayudaran a los argumentos de Bettelheim, también aparecería en el libro.
Mao y Bujarin
En comparación con Stalin, Bujarin es tratado bastante bien. Con frecuencia es citado bajo una luz favorable. Pero esto es lógico, puesto que la línea oportunista del derechista Bujarin sobre el campesinado y sobre la industrialización a un ritmo lento corresponde más estrechamente con la de Mao. Podemos esperar con interés a Bettelheim sobre Bujarin en los futuros volúmenes.
Bettelheim llega incluso a afirmar que el partido bolchevique no era un partido Leninista, debido a que Lenin frecuentemente “iba en contra de la corriente”. Pero concluir que porque Lenin lideró el partido, estaba por lo tanto en contra de éste o en contra por éste, es un gran error. Cuando Lenin fue “en contra de la corriente”, rápidamente fue seguido, generalmente dentro de unos días, por la mayoría del partido. Stalin era el más importante entre aquellos que inclinaban al partido hacia las opiniones de Lenin. Nuevamente, en la puesta de Lenin “contra la corriente” Bettelheim trata de convertirlo en un Mao.
Aunque fracase en desarrollar su punto, Bettelheim juega con la tesis de que los bolcheviques no habían preparado adecuadamente a las masas para el poder, que la revolución de octubre se produjo demasiado temprano. “El apoyo de las masas populares al partido bolchevique se basa esencialmente en la coincidencia con las consignas políticas inmediatas de la voluntad de paz de las masas y de la lucha de los campesinos por la tierra” (pág. 110). Apenas una coincidencia, la revolución debió su éxito a la capacidad de los bolcheviques para formular lemas (tales como “paz, tierra y pan”) que eran simples y comprensibles, y esto llevó a las masas al objetivo revolucionario del gobierno soviético.
A veces Bettelheim se queja de la escasez de trabajadores en el aparato administrativo. Y a veces se queja de que había demasiados, que había “un lado negativo de ello”, porque los trabajadores comunistas se corrompieron en el estado.
Contra el terror rojo
Bettelheim se opone a la policía secreta, que creó “un clima desfavorable a la libre expresión de las opiniones y al libre desarrollo de las iniciativas” (pág. 262). Pero él no explica cómo hay que arreglárselas sin una, tampoco lucha contra la defensa de Lenin del terror revolucionario y su papel práctico en la creación de la Cheka y más tarde de la GPU. El libro sería más divertido si Bettelheim cuadrara estos puntos con la práctica china, donde la batalla por lo general termina antes de haber comenzado. La pobre víctima encuentra allí su nombre en un cartel pegado a la pared, acusado de misteriosos “delitos” y nunca se le permite un juicio o la posibilidad de hablar en su propia defensa. Nunca se le vuelve a ver o a oír. La hipocresía de las críticas ultrademocráticas y liberales de Bettelheim a la URSS bajo Lenin y Stalin y su totalmente acrítica democracia de partidos, “libre expresión de las opiniones y al libre desarrollo de las iniciativas”. [?]
Muchas de sus críticas a la URSS se encuentran definitivamente en una vena anarquista. Entra éstas se incluyen el lamento de Bettelheim por los “partidos democráticos”, su disgusto por el uso de los expertos burgueses, por los salarios a destajo y por los altos sueldos de los técnicos. Bettelheim da una presentación extensa y favorable de la “Oposición Obrera”: “Las tesis de la «oposición obrera» enlazaban en buena medida con las que Lenin había desarrollado en las Tesis de Abril y en El Estado y la Revolución; expresaban las aspiraciones de una parte de la clase obrera soviética y algunas de las exigencias de la progresión de la revolución por vía socialista” (pág. 368). La principal debilidad de la Oposición Obrera, dice Bettelheim, es que “no constituyen una ruptura con lo que quedaba de «economismo» en las posiciones globales del partido bolchevique” (pág. 369). Lenin llamó a la Oposición Obrera “desviación anarcosindicalista”, y Stalin dijo que era “era un grupo de tipo anarcosindicalista, contrario al Partido”.
La tentativa de Bettelheim de convertir a Lenin en un Maoísta o en un “proto-Maoísta”, que en sus meses finales “traza” una nueva línea, no nace por los hechos. Además de no tener ninguna base en los propios artículos, corren totalmente a contrapelo del trabajo teórico de toda la vida de Lenin y sus logros prácticos en la edificación del socialismo soviético. Lenin creyó en la primacía de la industria pesada, él nunca dio ninguna consideración a las nociones Maoístas de una coalición entra la industria a pequeña escala y la industria a gran escala. Él creyó que la alianza entre obreros y campesinos era el fundamento del régimen soviético, mas siempre insistió en que los trabajadores debieran liderar dicha alianza. Lenin fue muy crítico de la burocracia, pero él se opuso implacablemente a aquellos anarquistas que enmascaraban su perspectiva fundamentalmente anti-partido con los lemas sobre la “burocracia”. Lenin apoyó el uso de incentivos materiales, de expertos burgueses, de una policía secreta, suprimió los “partidos democráticos” y se negó a tolerar las facciones dentro del partido.
Lenin y Stalin
En cuanto a Stalin, su papel como un fiel discípulo de Lenin debe estar fuera de toda duda. Bettelheim lo tiene que atacar a fin de convertir a Lenin en un Maoísta, porque sabe que no puede haber conciliación entre Stalin y Mao.
El libro de Bettelheim nos debería ayudar a ver que Mao no era ningún Leninista. Los Maoístas han presentado a su timonel como el quinto de una línea que va de Marx a Stalin. Bettelheim lo tiene más claro. Él se da cuenta que el Maoísmo que dirigió el comunismo chino en los años 1950, 1960 y 1970 fue tanto una ruptura con Stalin como lo fue con Khruschev. Él intenta, sin éxito, hacer a Mao el heredero de Lenin.
Lenin escribió que “el anarquismo ha sido a menudo una especie de expiación de los pecados oportunistas del movimiento obrero”. Esto sigue siendo cierto hoy en día. Las desviaciones anarquistas del Maoísmo son el precio que el movimiento comunista ha tenido que pagar por el revisionismo que siguió a la muerte de Stalin.