1º de Mayo, 2011, República Argentina.
Juan Ocampo, primer mártir de la clase trabajadora en Argentina
Era el año 1904. Estas tierras eran por entonces reino indiscutido de una podrida oligarquía terrateniente, sirviente del capital inglés (la situación mucho no cambio). Al frente de la presidencia se encontraba nada más y nada menos que Julio Argentino Roca, uno de los grandes genocidas de la historia Argentina. *1
La clase obrera venía naciendo de la mano de los cientos de miles de inmigrantes europeos. Poblaban el “granero del mundo”, y (los que se asentaban en las ciudades) trabajaban en el ferrocarril, el comercio, los barcos, los frigoríficos y una larga lista de rubros de una producción en pequeños talleres, que, en general, sólo servía para sostener las exportaciones de materias primas a Europa. A su vez surgían las primeras grandes fábricas como la alimenticia Bagley, y la Fábrica Argentina de Alpargatas.
Las condiciones de existencia de esa incipiente clase obrera eran infrahumanas. Con jornadas que llegaban a las 18 horas, y salarios que apenas alcanzaban para lograr la mera subsistencia. En el caso de las mujeres y los niños, el jornal era siempre menor. A su vez al llegar permanentemente los contingentes inmigrantes, el “sobrante” de mano de obra era empleado como peón “golondrina” en trabajos temporales (según los ritmos de las cosechas). Sin embargo, la pesadilla no terminaba al salir del trabajo. Sus “hogares” eran mayoritariamente los conventillos, miserables focos infecciosos donde vivían hacinadas cientos de personas. Como decía un informe de la época “el conjunto de piezas, más que asemejarse a habitaciones, cualquiera diría que son palomares” . *2
En ese contexto, difícil era contener a un movimiento obrero combativo, en ascenso, en el que proliferaban el anarquismo y el socialismo, importados en los transatlánticos. Hace pocos años habían tenido lugar las primeras huelgas, sectoriales y generales. Se multiplicaba la organización frente a un régimen fraudulento y represivo, que nada tenía para ofrecer a quienes habían dejado todo para cruzar el océano.
En respuesta a esa emergencia es que el régimen impone la “Ley de Residencia”, para extraer del seno del movimiento a los principales “agitadores”, y deportarlos a sus países de origen.
1º de Mayo de 1904
El movimiento huelguístico conoció durante el año, un auge sin precedentes. Las huelgas ya no sólo ocupaban el centro de la escena en la Capital, sino que se extendían por el interior del país (Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba, etc.).
En ese caldeado marco, como relata Osvaldo Bayer, el 1º de mayo se reúnen unos 70.000 obreros en el barrio de La Boca, tras las banderas rojas. El reclamo era el mismo que habían encarnado 18 años atrás los obreros de Chicago, y por el que habían sido condenados a la horca George Engel, Adolf Fischer, Albert Parsons, Auguste Spies y Louis Linng: la jornada laboral de 8 horas. 70.000 obreros era un número impactante, para una Buenos Aires que contaba con 800 mil habitantes.
“Ese acto se hizo a pesar que estaba prohibido por la policía y como se trataba de un 1° de mayo, ese día los obreros debían trabajar y si faltaban a sus tareas eran dejados cesantes por la patronal. Como se presumía, el acto fue atacado por la policía y se produjo el primer mártir de los obreros de Buenos Aires, el marinero Juan Ocampo, que fue muerto a balazos por la policía. El cadáver del joven marinero fue llevado por sus propios compañeros al local del diario anarquista “La Protesta” y velado allí.” *3
Los relatos indican que miles fueron los que acompañaron el cuerpo sin vida del joven de 18 años, cargado en hombros por sus compañeros. Los obreros cantaban el himno anarquista “Hijos del Pueblo”. Las mujeres improvisaban ramos de flores. Después de ser velado, esa misma noche “Roca mandó a la policía, que cuando llega destruye todo, y se lleva el cadáver de Juan Ocampo. Fue el primer desaparecido de la historia argentina”.
La revancha histórica
La estatua más grande y mejor ubicada (apuntando a la Rosada), recuerda a Roca como uno de los mayores héroes nacionales. Y, lógicamente, para Juan Ocampo no hay ni una línea en los libros de historia. Pero esto sería anecdótico si no simbolizara las relaciones de explotación y opresión que hasta hoy se mantienen.
Es cierto que ya no es común trabajar 18 horas (o por lo menos si no se es inmigrante de un país limítrofe y se trabaja en un taller clandestino); es cierto que no hay tanto trabajo infantil (salvo en las grandes plantaciones de ajo, frutas y otras); es cierto que ya no viven 200.000 personas en los conventillos (aunque sí en las villas miseria, y muchos más); es cierto que trabajando 10 o 12 horas al día se puede comer y llegar vivo al otro día (aunque no un buen asado, desde ya); es cierto que ya no gobierna únicamente una oligarquía terrateniente (aunque el “agro-power”, a veces con los mismos apellidos de ese entonces, se lleva las más grandes porciones de la torta); es cierto que ya no hay un régimen servil al imperialismo inglés (aunque su lugar lo ocupe el tío Sam, todos los “fondos buitres”… y los ingleses se lleven nuestro petróleo); es cierto que no hay un régimen tan fraudulento (aunque se siga reprimiendo a los trabajadores: Fuentealba, Kraft…). Es cierto.
Pero también es cierto que la mitad de los trabajadores cobra menos de 1.500 pesos; el 50% de los trabajadores estamos en negro; un 70% precarizados; y estas cifras crecen cuando hablamos de los jóvenes (de la edad de Juan por ejemplo). Y mientras los capitalistas amasan fortunas históricas, los más jóvenes tenemos que dejar cada día más horas “extras” dentro de la fábrica para llegar a fin de mes.
Hace un siglo, los que se reunían en el Jockey Club o la SRA, eran defendidos por los Roca, la policía, la Liga Patriótica, los grandes diarios y los carneros marginales de ese entonces. Hoy esos carneros se encuentran en las cúpulas de las centrales sindicales, defendiendo junto a los Kirchner, los Macri, Carrió y compañía, la policía y los grandes medios, a los que se reúnen en la AEA, la UIA o la SRA… o el G20.
Pero al igual que hace un siglo, y tras enormes derrotas, hoy el movimiento obrero, salvando las distancias, comienza a levantar la cabeza. El despertador sonó con la lucha de los obreros de la multinacional yanqui Kraft. Pero el fenómeno se extiende por abajo, en todo el país. Son decenas de miles los que ponen en pie sus propias organizaciones de base, a pesar de la burocracia, el estado y las patronales. Ahí están el Subte, Zanón, Pepsico, Fate, Stefani, para nombra los más resonantes. Este 1º de mayo llenaremos la Plaza de Mayo con el mismo espíritu que hace 106 años sobrevolaba La Boca.
Será nuestra tarea, la tarea de la juventud trabajadora, que las 8 horas algún día sean una anticuada conquista. Tomaremos el cielo por asalto. Daremos vuelta la tortilla. Para lo único que servirán las toneladas de bronce de Roca será para ahorrar en minería. Y nuestros mártires, desde los de Chicago y Juan Ocampo, hasta Carlos Fuentealba, serán honrados no con estatuas, para que caguen las palomas, sino con una sociedad nueva, en la que la miseria y explotación del hombre por el hombre, sean cosa de los libros de historia.
EM
1) El encargado de la “campaña del desierto”, cínico nombre con que se denominó el exterminio de decenas de miles de pobladores originarios, en pos de la propiedad de un puñado de terratenientes. Entre otras perlitas en su currículum, tiene el mérito de haber restablecido la esclavitud. Y el primero en responder con la represión abierta al naciente movimiento obrero.
2) Tomado de Adrián Patroni, Los trabajadores en la Argentina. Buenos Aires 1898. Citado por Hugo Campo en Los orígenes del movimiento obrero argentino.
3) Osvaldo Bayer, 86 años de democracia.
http://coophum.foroactivo.com/t317-juan-ocampo-mrtir-de-la-juventud-trabajadora
Gracias por leer
Juan Ocampo, primer mártir de la clase trabajadora en Argentina
Era el año 1904. Estas tierras eran por entonces reino indiscutido de una podrida oligarquía terrateniente, sirviente del capital inglés (la situación mucho no cambio). Al frente de la presidencia se encontraba nada más y nada menos que Julio Argentino Roca, uno de los grandes genocidas de la historia Argentina. *1
La clase obrera venía naciendo de la mano de los cientos de miles de inmigrantes europeos. Poblaban el “granero del mundo”, y (los que se asentaban en las ciudades) trabajaban en el ferrocarril, el comercio, los barcos, los frigoríficos y una larga lista de rubros de una producción en pequeños talleres, que, en general, sólo servía para sostener las exportaciones de materias primas a Europa. A su vez surgían las primeras grandes fábricas como la alimenticia Bagley, y la Fábrica Argentina de Alpargatas.
Las condiciones de existencia de esa incipiente clase obrera eran infrahumanas. Con jornadas que llegaban a las 18 horas, y salarios que apenas alcanzaban para lograr la mera subsistencia. En el caso de las mujeres y los niños, el jornal era siempre menor. A su vez al llegar permanentemente los contingentes inmigrantes, el “sobrante” de mano de obra era empleado como peón “golondrina” en trabajos temporales (según los ritmos de las cosechas). Sin embargo, la pesadilla no terminaba al salir del trabajo. Sus “hogares” eran mayoritariamente los conventillos, miserables focos infecciosos donde vivían hacinadas cientos de personas. Como decía un informe de la época “el conjunto de piezas, más que asemejarse a habitaciones, cualquiera diría que son palomares” . *2
En ese contexto, difícil era contener a un movimiento obrero combativo, en ascenso, en el que proliferaban el anarquismo y el socialismo, importados en los transatlánticos. Hace pocos años habían tenido lugar las primeras huelgas, sectoriales y generales. Se multiplicaba la organización frente a un régimen fraudulento y represivo, que nada tenía para ofrecer a quienes habían dejado todo para cruzar el océano.
En respuesta a esa emergencia es que el régimen impone la “Ley de Residencia”, para extraer del seno del movimiento a los principales “agitadores”, y deportarlos a sus países de origen.
1º de Mayo de 1904
El movimiento huelguístico conoció durante el año, un auge sin precedentes. Las huelgas ya no sólo ocupaban el centro de la escena en la Capital, sino que se extendían por el interior del país (Tucumán, Santiago del Estero, Córdoba, etc.).
En ese caldeado marco, como relata Osvaldo Bayer, el 1º de mayo se reúnen unos 70.000 obreros en el barrio de La Boca, tras las banderas rojas. El reclamo era el mismo que habían encarnado 18 años atrás los obreros de Chicago, y por el que habían sido condenados a la horca George Engel, Adolf Fischer, Albert Parsons, Auguste Spies y Louis Linng: la jornada laboral de 8 horas. 70.000 obreros era un número impactante, para una Buenos Aires que contaba con 800 mil habitantes.
“Ese acto se hizo a pesar que estaba prohibido por la policía y como se trataba de un 1° de mayo, ese día los obreros debían trabajar y si faltaban a sus tareas eran dejados cesantes por la patronal. Como se presumía, el acto fue atacado por la policía y se produjo el primer mártir de los obreros de Buenos Aires, el marinero Juan Ocampo, que fue muerto a balazos por la policía. El cadáver del joven marinero fue llevado por sus propios compañeros al local del diario anarquista “La Protesta” y velado allí.” *3
Los relatos indican que miles fueron los que acompañaron el cuerpo sin vida del joven de 18 años, cargado en hombros por sus compañeros. Los obreros cantaban el himno anarquista “Hijos del Pueblo”. Las mujeres improvisaban ramos de flores. Después de ser velado, esa misma noche “Roca mandó a la policía, que cuando llega destruye todo, y se lleva el cadáver de Juan Ocampo. Fue el primer desaparecido de la historia argentina”.
La revancha histórica
La estatua más grande y mejor ubicada (apuntando a la Rosada), recuerda a Roca como uno de los mayores héroes nacionales. Y, lógicamente, para Juan Ocampo no hay ni una línea en los libros de historia. Pero esto sería anecdótico si no simbolizara las relaciones de explotación y opresión que hasta hoy se mantienen.
Es cierto que ya no es común trabajar 18 horas (o por lo menos si no se es inmigrante de un país limítrofe y se trabaja en un taller clandestino); es cierto que no hay tanto trabajo infantil (salvo en las grandes plantaciones de ajo, frutas y otras); es cierto que ya no viven 200.000 personas en los conventillos (aunque sí en las villas miseria, y muchos más); es cierto que trabajando 10 o 12 horas al día se puede comer y llegar vivo al otro día (aunque no un buen asado, desde ya); es cierto que ya no gobierna únicamente una oligarquía terrateniente (aunque el “agro-power”, a veces con los mismos apellidos de ese entonces, se lleva las más grandes porciones de la torta); es cierto que ya no hay un régimen servil al imperialismo inglés (aunque su lugar lo ocupe el tío Sam, todos los “fondos buitres”… y los ingleses se lleven nuestro petróleo); es cierto que no hay un régimen tan fraudulento (aunque se siga reprimiendo a los trabajadores: Fuentealba, Kraft…). Es cierto.
Pero también es cierto que la mitad de los trabajadores cobra menos de 1.500 pesos; el 50% de los trabajadores estamos en negro; un 70% precarizados; y estas cifras crecen cuando hablamos de los jóvenes (de la edad de Juan por ejemplo). Y mientras los capitalistas amasan fortunas históricas, los más jóvenes tenemos que dejar cada día más horas “extras” dentro de la fábrica para llegar a fin de mes.
Hace un siglo, los que se reunían en el Jockey Club o la SRA, eran defendidos por los Roca, la policía, la Liga Patriótica, los grandes diarios y los carneros marginales de ese entonces. Hoy esos carneros se encuentran en las cúpulas de las centrales sindicales, defendiendo junto a los Kirchner, los Macri, Carrió y compañía, la policía y los grandes medios, a los que se reúnen en la AEA, la UIA o la SRA… o el G20.
Pero al igual que hace un siglo, y tras enormes derrotas, hoy el movimiento obrero, salvando las distancias, comienza a levantar la cabeza. El despertador sonó con la lucha de los obreros de la multinacional yanqui Kraft. Pero el fenómeno se extiende por abajo, en todo el país. Son decenas de miles los que ponen en pie sus propias organizaciones de base, a pesar de la burocracia, el estado y las patronales. Ahí están el Subte, Zanón, Pepsico, Fate, Stefani, para nombra los más resonantes. Este 1º de mayo llenaremos la Plaza de Mayo con el mismo espíritu que hace 106 años sobrevolaba La Boca.
Será nuestra tarea, la tarea de la juventud trabajadora, que las 8 horas algún día sean una anticuada conquista. Tomaremos el cielo por asalto. Daremos vuelta la tortilla. Para lo único que servirán las toneladas de bronce de Roca será para ahorrar en minería. Y nuestros mártires, desde los de Chicago y Juan Ocampo, hasta Carlos Fuentealba, serán honrados no con estatuas, para que caguen las palomas, sino con una sociedad nueva, en la que la miseria y explotación del hombre por el hombre, sean cosa de los libros de historia.
EM
1) El encargado de la “campaña del desierto”, cínico nombre con que se denominó el exterminio de decenas de miles de pobladores originarios, en pos de la propiedad de un puñado de terratenientes. Entre otras perlitas en su currículum, tiene el mérito de haber restablecido la esclavitud. Y el primero en responder con la represión abierta al naciente movimiento obrero.
2) Tomado de Adrián Patroni, Los trabajadores en la Argentina. Buenos Aires 1898. Citado por Hugo Campo en Los orígenes del movimiento obrero argentino.
3) Osvaldo Bayer, 86 años de democracia.
http://coophum.foroactivo.com/t317-juan-ocampo-mrtir-de-la-juventud-trabajadora
Gracias por leer