El Partido Comunista Chino, fundado en Shanghái el 1 de julio de 1921, celebrará sus 90 con reformas importantes en su economía, pero manteniendo la dura doctrina, sin admitir disidencias.
PEKIN (ANSA). Sólidamente instalado en el poder de un país que ostenta la segunda economía del mundo, y cortejado por el resto del planeta por su enorme mercado, el 40 por ciento de los nuevos miembros del partido son estudiantes y el 38,5 por ciento mujeres (22,5 por ciento del total).
Los datos fueron presentados en Pekín por Wang Qinfeng, vicepresidente de la Comisión Organizativa del Partido. De los tres millones de nuevos miembros, precisó Wang, el 80 por ciento tiene menos de 35 años: un dato satisfactorio para el Partido, que también sufre el envejecimiento progresivo de la sociedad, con un cuarto de afiliados mayores de 60 años.
Ser miembro del Partido da prestigio y refuerza la posibilidad de acceder a trabajos estables y bien pagos en la administración pública o las empresas estatales, que se siguen llevando la parte del león en la economía china.
Richard McGregor, ex corresponsal desde Pekín del Financial Times, escribió en su libro “The Party” (Allen Lane, 2010) que el PCC como el comunismo de otros lugares en sus días dorados erradicó o debilitó a sus rivales políticos, eliminó la autonomía de la magistratura y de la prensa, limitó las religiones y la sociedad civil.
También “centralizó el poder político, estableció una vasta red de controles policiales, envió a los disidentes a los campos de trabajo”. Y además presidió 30 años de progreso económico ininterrumpido.
Sin embargo, algunas señales indican que no las tiene todas consigo. La reciente ola de represión deriva, según los críticos del régimen, de un fuerte sentimiento de inseguridad de un grupo dirigente que –aunque carece de desafiantes creíbles– considera que su legitimidad está ligada a la continua mejora económica.
La represión también fue desencadenada por el temor a un contagio de las revoluciones populares en algunos países árabes, mientras el Nobel de la Paz 2010 Liu Xiaobo sigue en prisión y su esposa Liu Xia está totalmente aislada en Pekín.
Aunque niega que sea un punto débil, el profesor de la Escuela Central del Partido de Pekín He Zhongshan subrayó que hoy en día solo siete millones de afiliados pertenecen a la “clase obrera” del país.
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PEKIN (ANSA). Sólidamente instalado en el poder de un país que ostenta la segunda economía del mundo, y cortejado por el resto del planeta por su enorme mercado, el 40 por ciento de los nuevos miembros del partido son estudiantes y el 38,5 por ciento mujeres (22,5 por ciento del total).
Los datos fueron presentados en Pekín por Wang Qinfeng, vicepresidente de la Comisión Organizativa del Partido. De los tres millones de nuevos miembros, precisó Wang, el 80 por ciento tiene menos de 35 años: un dato satisfactorio para el Partido, que también sufre el envejecimiento progresivo de la sociedad, con un cuarto de afiliados mayores de 60 años.
Ser miembro del Partido da prestigio y refuerza la posibilidad de acceder a trabajos estables y bien pagos en la administración pública o las empresas estatales, que se siguen llevando la parte del león en la economía china.
Richard McGregor, ex corresponsal desde Pekín del Financial Times, escribió en su libro “The Party” (Allen Lane, 2010) que el PCC como el comunismo de otros lugares en sus días dorados erradicó o debilitó a sus rivales políticos, eliminó la autonomía de la magistratura y de la prensa, limitó las religiones y la sociedad civil.
También “centralizó el poder político, estableció una vasta red de controles policiales, envió a los disidentes a los campos de trabajo”. Y además presidió 30 años de progreso económico ininterrumpido.
Sin embargo, algunas señales indican que no las tiene todas consigo. La reciente ola de represión deriva, según los críticos del régimen, de un fuerte sentimiento de inseguridad de un grupo dirigente que –aunque carece de desafiantes creíbles– considera que su legitimidad está ligada a la continua mejora económica.
La represión también fue desencadenada por el temor a un contagio de las revoluciones populares en algunos países árabes, mientras el Nobel de la Paz 2010 Liu Xiaobo sigue en prisión y su esposa Liu Xia está totalmente aislada en Pekín.
Aunque niega que sea un punto débil, el profesor de la Escuela Central del Partido de Pekín He Zhongshan subrayó que hoy en día solo siete millones de afiliados pertenecen a la “clase obrera” del país.
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