21 de Enero de 1921: Nace el Partido Comunista de Italia
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Han transcurrido 89 años desde aquel 21 de enero de 1921 cuando en
Livorno los comunistas y elementos de vanguardia de la clase obrera
italiana fundaron el Partido Comunista de Italia, Sección de la
Internacional Comunista.
La fundación del Partido Comunista tiene lugar en una situación
revolucionaria creada en Europa durante la Primera Guerra Mundial y la
revolución proletaria en Rusia que en Italia fue el origen, durante el
bienio 1919-20 de una serie de tenaces luchas obreras y populares que
culminaron en la ocupación de fábricas: una situación que todavía hoy
tienen la mejor descripción en páginas escritas cinco años después por
Antonio Gramsci en el diario del Partido «l’Unità»
« La ocupación de las fábricas no ha sido olvidada por las masas.
[…]Ello fue la prueba general de la clase revolucionaria.[…] Si el
movimiento fracasó, no se puede echar la culpa a la clase obrera en
tanto que tal, sino al partido socialista que no cumplió con sus
deberes, que era incapaz, inepto, que iba a la cola de la clase obrera
en vez de ir a la cabeza.[…] Los obreros que ocuparon las fábricas
estuvieron, en tanto que clase, a la altura de sus tareas y funciones.
[…] NO se ocuparon los ferrocarriles ni la flota. […] No fueron
ocupados los bancos ni los centros comerciales. No pudieron resolver
los grandes problemas nacionales e internacionales, porque no
conquistaron el Poder de Estado. Esos problemas deberían haber sido
afrontados por el Partido socialista y los sindicatos, que en vez de
ello capitularon vergonzosamente so pretexto de la inmadurez de las
masas; la realidad es que eran los dirigentes los inmaduros e
incapaces, no la clase. Eso llevó a la ruptura de Livorno y a la
creación de un nuevo partido, el Partido Comunista.» («l’Unità», 1 de
Octubre de 1926)
«El proletariado era lo bastante fuerte en 1910-1920, como para
someterse pasivamente a la opresión capitalista. Mas su fuerza
organizada era titubeante, debilitada interiormente porque el Partido
socialista era una amalgama de al menos tres partidos» (l’Unità, 26 de septiembre de 1926)
Esto no es una reflexión de ayer. Es algo que atañe directamente a
la clase obrera italiana de hoy, de la que una parte continúa a
identificarse política y organizativamente con los partidos de
Rifondazione Comunista y del P de CI, la proyectada Federación no es
más que una confusa amalgama de posiciones ideológicas y políticas que
no tiene nada que ver con el marxismo revolucionario, con el leninismo,
va del más clásico reformismo de la socialdemocracia de derecha al
maximalismo centrista típico de la socialdemocracia de «izquierda»
europea. Este último siembra hoy las peores ilusiones: lucha de clases,
sí, incluso dura si es necesario, pero ninguna perspectiva de ruptura
revolucionaria con el sistema institucional del Estado burgués y con su
falsa democracia parlamentaria que según el centralismo maximalista es
el terreno en el que se logrará la emancipación de la clase obrera.
El Gramsci de ayer es más actual que nunca:
«¿Qué quiere hacer el maximalismo con este incómodo viraje? O
aquí o allá; o con la socialdemocracia o con el comunismo. […] Desde
que existe la socialdemocracia es natural e inevitable que a través de
sus variopintos agentes introduzca continuamente en la clase obrera su
propia ideología y contamine y desvíe la ideología proletaria.. La
escisión clara y resuelta de esa ideología es inevitable y
absolutamente necesaria. Primero dividirse, es decir, separar la
ideología revolucionaria de la ideología burguesa (la socialdemocracia
de cualquier tipo); luego unirse, o sea, unificar a la clase obrera en
torno a la ideología revolucionaria» («l’Unitá», 9 de enero de 1926)
En los años 20 del pasado siglo, los partidos comunistas nacieron en
clara ruptura con el revisionismo de aquel período histórico; Antonio
Gramsci sintetizó eficazmente la lucha del marxismo revolucionario:
«Primera fase. Socialismo utópico, con la impronta nacional de cada
país, que manifiesta la revuelta instintiva de las primeras
organizaciones proletarias. […]Segunda fase. Socialismo proletario de
Marx y Engels o comunismo. Actuar contra los distintos socialismos
nacionales y utópicos y hacerse con la victoria. En la II
Internacional, esta tendencia renace bajo la bandera del marxismo como
revisionismo de la doctrina marxista. […] Tercera fase. Por una parte
el leninismo. Que renueva en una situación histórica cambiante, más
compleja y más rica, la lucha de Marx y Engels, y restaura y desarrolla
la doctrina marxista. Y por otra parte, un ulterior desarrollo de los
revisionismos nacionales.» («l’Unità», 22 octubre de 1926)
Esa misma dialéctica se ha reproducido en los años 50, del pasado
siglo, con el desarrollo del revisionismo moderno, con nuevas formas de
los revisionismos nacionales, los cuales –con sus ataques a Stalin-
renegaban de la esencia revolucionaria e internacionalista del
leninismo enmascarado con una formal y mistificadora adhesión a Lenin.
Si en Italia el revisionismo moderno tiene su forma principal en el
«togliatismo», no ha desaparecido con la autoliquidación del PCI
togliatiano, y ha asumido –en otros partidos y formaciones políticas-
múltiples formas caracterizadas por la combinación ecléctica de inocuos
«residuos» del marxismo con ideologías ajenas a él, como el viejo
obrerismo, el anarquismo, las tendencias pequeñoburguesas de los
movimientos ecologistas, feministas y pacifistas, hasta la última
aparición oportunista, el llamado «socialismo y comunismo del siglo XXI»
En 1921, cuando nació el Partido Comunista de Italia, la
homogeneidad ideológica de sus dirigentes y militantes no era total.
Pero bajo la dirección de la Tercera Internacional y mediante el
llamado proceso de «bolchevización» la asimilación del leninismo fue
esencialmente asumida entre 1924 y 1927, y el Partido – mediante las
tesis de su Tercer Congreso- pudo dotarse finalmente de una plataforma
consecuentemente internacionalista y revolucionaria.
Hoy en Italia, los auténticos comunistas, mediante la confrontación,
el debate abierto, la crítica y la autocrítica, debemos luchar por
lograr la unidad ideológica y política sobre la base del
marxismo-leninismo y del internacionalismo proletario. Estrechar los
lazos con los elementos más conscientes y avanzados de la clase obrera
y con su lucha, esto es, de un punto de vista estratégico, la tarea
fundamental para la reconstrucción del Partido Comunista en nuestro,
país.
21 de Enero de 2010 Piattaforma Comunista.
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
Han transcurrido 89 años desde aquel 21 de enero de 1921 cuando en
Livorno los comunistas y elementos de vanguardia de la clase obrera
italiana fundaron el Partido Comunista de Italia, Sección de la
Internacional Comunista.
La fundación del Partido Comunista tiene lugar en una situación
revolucionaria creada en Europa durante la Primera Guerra Mundial y la
revolución proletaria en Rusia que en Italia fue el origen, durante el
bienio 1919-20 de una serie de tenaces luchas obreras y populares que
culminaron en la ocupación de fábricas: una situación que todavía hoy
tienen la mejor descripción en páginas escritas cinco años después por
Antonio Gramsci en el diario del Partido «l’Unità»
« La ocupación de las fábricas no ha sido olvidada por las masas.
[…]Ello fue la prueba general de la clase revolucionaria.[…] Si el
movimiento fracasó, no se puede echar la culpa a la clase obrera en
tanto que tal, sino al partido socialista que no cumplió con sus
deberes, que era incapaz, inepto, que iba a la cola de la clase obrera
en vez de ir a la cabeza.[…] Los obreros que ocuparon las fábricas
estuvieron, en tanto que clase, a la altura de sus tareas y funciones.
[…] NO se ocuparon los ferrocarriles ni la flota. […] No fueron
ocupados los bancos ni los centros comerciales. No pudieron resolver
los grandes problemas nacionales e internacionales, porque no
conquistaron el Poder de Estado. Esos problemas deberían haber sido
afrontados por el Partido socialista y los sindicatos, que en vez de
ello capitularon vergonzosamente so pretexto de la inmadurez de las
masas; la realidad es que eran los dirigentes los inmaduros e
incapaces, no la clase. Eso llevó a la ruptura de Livorno y a la
creación de un nuevo partido, el Partido Comunista.» («l’Unità», 1 de
Octubre de 1926)
«El proletariado era lo bastante fuerte en 1910-1920, como para
someterse pasivamente a la opresión capitalista. Mas su fuerza
organizada era titubeante, debilitada interiormente porque el Partido
socialista era una amalgama de al menos tres partidos» (l’Unità, 26 de septiembre de 1926)
Esto no es una reflexión de ayer. Es algo que atañe directamente a
la clase obrera italiana de hoy, de la que una parte continúa a
identificarse política y organizativamente con los partidos de
Rifondazione Comunista y del P de CI, la proyectada Federación no es
más que una confusa amalgama de posiciones ideológicas y políticas que
no tiene nada que ver con el marxismo revolucionario, con el leninismo,
va del más clásico reformismo de la socialdemocracia de derecha al
maximalismo centrista típico de la socialdemocracia de «izquierda»
europea. Este último siembra hoy las peores ilusiones: lucha de clases,
sí, incluso dura si es necesario, pero ninguna perspectiva de ruptura
revolucionaria con el sistema institucional del Estado burgués y con su
falsa democracia parlamentaria que según el centralismo maximalista es
el terreno en el que se logrará la emancipación de la clase obrera.
El Gramsci de ayer es más actual que nunca:
«¿Qué quiere hacer el maximalismo con este incómodo viraje? O
aquí o allá; o con la socialdemocracia o con el comunismo. […] Desde
que existe la socialdemocracia es natural e inevitable que a través de
sus variopintos agentes introduzca continuamente en la clase obrera su
propia ideología y contamine y desvíe la ideología proletaria.. La
escisión clara y resuelta de esa ideología es inevitable y
absolutamente necesaria. Primero dividirse, es decir, separar la
ideología revolucionaria de la ideología burguesa (la socialdemocracia
de cualquier tipo); luego unirse, o sea, unificar a la clase obrera en
torno a la ideología revolucionaria» («l’Unitá», 9 de enero de 1926)
En los años 20 del pasado siglo, los partidos comunistas nacieron en
clara ruptura con el revisionismo de aquel período histórico; Antonio
Gramsci sintetizó eficazmente la lucha del marxismo revolucionario:
«Primera fase. Socialismo utópico, con la impronta nacional de cada
país, que manifiesta la revuelta instintiva de las primeras
organizaciones proletarias. […]Segunda fase. Socialismo proletario de
Marx y Engels o comunismo. Actuar contra los distintos socialismos
nacionales y utópicos y hacerse con la victoria. En la II
Internacional, esta tendencia renace bajo la bandera del marxismo como
revisionismo de la doctrina marxista. […] Tercera fase. Por una parte
el leninismo. Que renueva en una situación histórica cambiante, más
compleja y más rica, la lucha de Marx y Engels, y restaura y desarrolla
la doctrina marxista. Y por otra parte, un ulterior desarrollo de los
revisionismos nacionales.» («l’Unità», 22 octubre de 1926)
Esa misma dialéctica se ha reproducido en los años 50, del pasado
siglo, con el desarrollo del revisionismo moderno, con nuevas formas de
los revisionismos nacionales, los cuales –con sus ataques a Stalin-
renegaban de la esencia revolucionaria e internacionalista del
leninismo enmascarado con una formal y mistificadora adhesión a Lenin.
Si en Italia el revisionismo moderno tiene su forma principal en el
«togliatismo», no ha desaparecido con la autoliquidación del PCI
togliatiano, y ha asumido –en otros partidos y formaciones políticas-
múltiples formas caracterizadas por la combinación ecléctica de inocuos
«residuos» del marxismo con ideologías ajenas a él, como el viejo
obrerismo, el anarquismo, las tendencias pequeñoburguesas de los
movimientos ecologistas, feministas y pacifistas, hasta la última
aparición oportunista, el llamado «socialismo y comunismo del siglo XXI»
En 1921, cuando nació el Partido Comunista de Italia, la
homogeneidad ideológica de sus dirigentes y militantes no era total.
Pero bajo la dirección de la Tercera Internacional y mediante el
llamado proceso de «bolchevización» la asimilación del leninismo fue
esencialmente asumida entre 1924 y 1927, y el Partido – mediante las
tesis de su Tercer Congreso- pudo dotarse finalmente de una plataforma
consecuentemente internacionalista y revolucionaria.
Hoy en Italia, los auténticos comunistas, mediante la confrontación,
el debate abierto, la crítica y la autocrítica, debemos luchar por
lograr la unidad ideológica y política sobre la base del
marxismo-leninismo y del internacionalismo proletario. Estrechar los
lazos con los elementos más conscientes y avanzados de la clase obrera
y con su lucha, esto es, de un punto de vista estratégico, la tarea
fundamental para la reconstrucción del Partido Comunista en nuestro,
país.
21 de Enero de 2010 Piattaforma Comunista.