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En julio de 1941, en la plenitud de su poder, Hitler accede a los ruegos de su corte y consiente en que se registren por escrito las reflexiones-monólogos con las que deleita a sus íntimos durante las comidas y cenas. No admite ningún medio mecánico, y sí la presencia de un taquígrafo, que desde un rincón no muy visible puede tomar notas que luego serán corregidas, aprobadas y guardadas por su secretario, Martin Bormann. Nacen así las “Bormann-Vermerke“, más conocidas en español e inglés como “Las conversaciones de sobremesa”, tal y como se publicaron en español, muy censuradas, en los años 50. En el 2004 la editorial Crítica rehizo esta traducción, con las partes suprimidas, buena parte de ellas bastante peyorativas respecto a los españoles, la Falange, Franco, o la Iglesia Católica. De esta última edición, “Las conversaciones privadas de Hitler”, proviene la traducción de los fragmentos que iremos reproduciendo. Las citas se intentan poner en su contexto, por lo que incluimos párrafos referidos a otras naciones.
17 de septiembre de 1941, por la tarde y noche del 17 al 18.
La India se sumiría en la decadencia si los ingleses fueran expulsados de ella. Nuestro cometido en el este será análogo al de los ingleses de la India.
Ni siquiera a Hungría podría ser exportado el nacionalsocialismo. En conjunto el húngaro es tan perezoso como el ruso. Es por naturaleza un hombre de la estepa. Desde este punto de vista, Horthy tiene razón al pensar que si renunciara al sistema de la gran propiedad la producción descendería rápidamente.
Igual sucede en España: si las grandes propiedades desaparecieran, reinaría en ella el hambre.
El agricultor alemán está animado por el gusto del progreso. Piensa en sus hijos. El ucraniano desconoce el sentido del deber.
pg. 26
Noche del 27 al 28 de septiembre de 1941.
Es un contrasentido temer que los hombres pierdan sus constumbres de vida sencilla. Tienen que perderlas, porque esta modestia es enemiga del progreso.
En este aspecto vemos, por ejemplo, a los americanos, distintos de los españoles, que se contentarían con unas pocas aceitunas al día en vez de trabajar para tener más. La Iglesia ha sabido aprovecharse de esta concepción de la vida. Afirma que los pobres de espíritu —así como los otros pobres— irán al cielo, mientras qye los ricos pagarán con eternos sufrimientos las ventajas de su existencia terrenal. A la Iglesia le lleva a decir esto el acuerdo tácito entre sacerdotes y propietarios, que dan con gusto a la Iglesia un poco de dinero para que pueda seguir animando a los pobres a someterse.
pg. 36.
Las conversaciones privadas de Hitler (Bormann-Vermerke) Traducción de Alfredo Nieto, Alberto Vilán, Renato Lavergne y Alberto Clavería. Editorial Crítica, Barcelona 2004. Hay ediciones posteriores en kiosco.
En julio de 1941, en la plenitud de su poder, Hitler accede a los ruegos de su corte y consiente en que se registren por escrito las reflexiones-monólogos con las que deleita a sus íntimos durante las comidas y cenas. No admite ningún medio mecánico, y sí la presencia de un taquígrafo, que desde un rincón no muy visible puede tomar notas que luego serán corregidas, aprobadas y guardadas por su secretario, Martin Bormann. Nacen así las “Bormann-Vermerke“, más conocidas en español e inglés como “Las conversaciones de sobremesa”, tal y como se publicaron en español, muy censuradas, en los años 50. En el 2004 la editorial Crítica rehizo esta traducción, con las partes suprimidas, buena parte de ellas bastante peyorativas respecto a los españoles, la Falange, Franco, o la Iglesia Católica. De esta última edición, “Las conversaciones privadas de Hitler”, proviene la traducción de los fragmentos que iremos reproduciendo. Las citas se intentan poner en su contexto, por lo que incluimos párrafos referidos a otras naciones.
17 de septiembre de 1941, por la tarde y noche del 17 al 18.
La India se sumiría en la decadencia si los ingleses fueran expulsados de ella. Nuestro cometido en el este será análogo al de los ingleses de la India.
Ni siquiera a Hungría podría ser exportado el nacionalsocialismo. En conjunto el húngaro es tan perezoso como el ruso. Es por naturaleza un hombre de la estepa. Desde este punto de vista, Horthy tiene razón al pensar que si renunciara al sistema de la gran propiedad la producción descendería rápidamente.
Igual sucede en España: si las grandes propiedades desaparecieran, reinaría en ella el hambre.
El agricultor alemán está animado por el gusto del progreso. Piensa en sus hijos. El ucraniano desconoce el sentido del deber.
pg. 26
Noche del 27 al 28 de septiembre de 1941.
Es un contrasentido temer que los hombres pierdan sus constumbres de vida sencilla. Tienen que perderlas, porque esta modestia es enemiga del progreso.
En este aspecto vemos, por ejemplo, a los americanos, distintos de los españoles, que se contentarían con unas pocas aceitunas al día en vez de trabajar para tener más. La Iglesia ha sabido aprovecharse de esta concepción de la vida. Afirma que los pobres de espíritu —así como los otros pobres— irán al cielo, mientras qye los ricos pagarán con eternos sufrimientos las ventajas de su existencia terrenal. A la Iglesia le lleva a decir esto el acuerdo tácito entre sacerdotes y propietarios, que dan con gusto a la Iglesia un poco de dinero para que pueda seguir animando a los pobres a someterse.
pg. 36.
Las conversaciones privadas de Hitler (Bormann-Vermerke) Traducción de Alfredo Nieto, Alberto Vilán, Renato Lavergne y Alberto Clavería. Editorial Crítica, Barcelona 2004. Hay ediciones posteriores en kiosco.