El leninismo, fase superior del marxismo - Darío Daniel Díaz
publicado por el colectivo Amauta en la web de la cátedra Che Guevara en diciembre de 2007
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El leninismo, fase superior del marxismo, de Darío Daniel Díaz:
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A modo de Introducción: Lenin fue un revolucionario proletario, político y científico a la vez. No era un filósofo, un sociólogo, un historiador, un economista, un analista político, un periodista, un abogado… Fue un militante de la revolución proletaria mundial. Se ha vuelto perentorio y estratégicamente decisivo, pues, la restauración más amplia del pensamiento y el accionar leninista. En última instancia, detrás de las aspiraciones posmodernistas, no ya el trago amargo, sino el intragable, es Lenin: el posmodernismo es un posleninismo.
Nota introductoria de Néstor Kohan, de la Cátedra Che Guevara-Colectivo Amauta:El siguiente trabajo ha sido elaborado por el compañero y amigo Darío Díaz, miembro de la dirección política del Movimiento Teresa Rodríguez (MTR) de Argentina. No ha sido redactado para una licenciatura, una maestría o un doctorado académico sino para el Curso de Teoría Política Latinoamericana de la Escola Nacional Florestan Fernandes (ENFF), organizado durante el año 2007 por el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil.
Siguiendo el método de Marx, caracterizado por el círculo «concreto-abstracto-concreto», la génesis de la reflexión del compañero Darío Díaz parte de la realidad política argentina y latinoamericana de donde deduce la necesidad de estudiar a Lenin; de allí abstrae y se interna en la teoría marxista de Lenin (cuya síntesis está volcada, como resultado, en la presente exposición lógica) para luego regresar a la praxis política cotidiana y a largo plazo.
Partiendo de ese ángulo metodológico, este ensayo se estructura, como suele ser habitual en todo el pensamiento marxista, a partir de la polémica. No podía ser de otro modo.
Hoy en día, el solo hecho de mencionar o escribir el nombre de Lenin motiva sonrisas burlonas, guiños petulantes, muecas autosuficientes y despectivas. Los relatos académicos posmodernos (y otros reformismos análogos, más o menos refinados o exquisitos, según el caso) han logrado instalar en algunos segmentos de la militancia popular y de la intelectualidad progresista un sentido común brutalmente alejado de las preocupaciones políticas radicales.
Becas, ONGs, subsidios y varios otros mecanismos de cooptación intelectual han bombardeado sistemátidcamente durante un cuarto de siglo (¡desde mucho antes de la caída del muro de Berlín!) contra la izquierda revolucionaria y sus fuentes de análisis político. Che Guevara tamizado sin Fidel y hasta contra la revolución cubana, Gramsci triturado en el molde pegajoso de la izquierda parlamentaria, Benjamin dulcificado con edulcorante dietético y ajeno a todo anticapitalismo, Marx convertido en un simple apologista de la globalización del capital y la expansión del comercio mundial. Y así de seguido… Mediante esas operaciones quirúrgicas implacables, Lenin fue cercado y convertido en un “monstruo autoritario”, “estatalista” y “enemigo de la diversidad”. Su nombre, asociado a la izquierda revolucionaria, antimperialista y anticapitalista, se transformó en la síntesis perfecta y emblemática del “demonio terrorista y subversivo”.
El ensayo de Darío Díaz sale precisamente a la palestra para impugnar y combatir contra esa meditada operación de desarme teórico. De ahí su escritura taxativa, tajante, sin contemplaciones, formulada en forma de tesis y subtesis siguiendo el estilo que adoptara el filósofo Ludwig Wittgenstein en su célebre Tractatus logico-philosophicus [1922]. Como hiciera Wittgenstein en aquel libro clásico, Darío Díaz propone abordar problemas reales de la teoría revolucionaria al mismo tiempo que elucidar pseudo problemas de los relatos académicos hoy a la moda. Quizás por eso haya elegido inspirarse en la forma de escritura de Wittgenstein. El autor de este ensayo no persigue alcanzar con el mismo la aprobación condescendiente de la Academia, la palmadita cómplice en el hombro, la tolerancia hipócrita de la intelectualidad cooptada por el poder. No se propone dialogar sino polemizar y combatir. No se dirige a los círculos de iniciados ni a las plumas consagradas sino a la militancia revolucionaria (de Argentina… pero también de América Latina).
Podrán suscribirse o no la totalidad de sus tesis, pero lo cierto es que éstas poseen un mérito a toda prueba: vuelven a ubicar a Lenin en el centro de la agenda política de la izquierda latinoamericana (de donde nunca debería haber desaparecido).
Después de que el zapatismo legitimara en los ’90 la crítica al neoliberalismo y de que al despuntar el siglo XXI Hugo Chavez instalara nuevamente, y a escala continental, el debate sobre el socialismo, recuperar hoy a Lenin (y a su principal discípulo y continuador latinoamericano: Ernesto Che Guevara) se ha convertido en la palabra de orden. Tarea impostergable, desafío ineludible.
No es casual que este “volver a Lenin” al que nos invita Darío Díaz se haya generado a partir de un curso político del MST brasileño (donde junto a la perspectiva marxista guevarista también circularon, en forma contradictoria, relatos posmodernos, críticos del Che Guevara y de Lenin). Tampoco es aleatorio que en diversos encuentros políticos continentales (desde el Encuentro CONO SUR organizado desde Chile hasta el reciente seminario guevarista suramericano reunido en Buenos aires) hayan vuelto al eje de la discusión las preguntas por la actualidad del Che y los problemas abiertos por la reflexión de Lenin.
América Latina vive un nuevo momento histórico. No debemos desaprovecharlo. Aceptar el discurso políticamente correcto del progresismo bienpensante resulta hoy criminal y suicida. Ya no alcanza con criticar el neoliberalismo. Tampoco es viable el “capitalismo con rostro humano” (o “capitalismo nacional” o “capitalismo andino” o “capitalismo a la uruguaya”, etc., etc). Las burguesías nativas, lumpenes y dependientes, no tienen —nunca han tenido— suficiente fuerza e independencia para emancipar a nuestros pueblos de la dominación imperialista.
Leído desde lo más profundo y entrañable de América Latina, despojado de toda costra burocrática, de todo slogan dogmático y de todo ese andamiaje anquilosado que lo tergiversó y manipuló durante años, el fuego incandescente de Lenin continúa inspirando los sueños de la juventud y los proyectos de la izquierda más radical.
El ensayo del compañero Darío Díaz constituye parte de ese renacido interés continental. Bien vale la pena leerlo y estudiarlo. Con detenimiento, seriamente y sin superficialidades ni clichés trillados. La rigurosidad del pensamiento crítico es también parte de ese espíritu de Lenin que debemos retomar si pretendemos ir hasta el final en la lucha continental contra todas las dominaciones.
Siguiendo el método de Marx, caracterizado por el círculo «concreto-abstracto-concreto», la génesis de la reflexión del compañero Darío Díaz parte de la realidad política argentina y latinoamericana de donde deduce la necesidad de estudiar a Lenin; de allí abstrae y se interna en la teoría marxista de Lenin (cuya síntesis está volcada, como resultado, en la presente exposición lógica) para luego regresar a la praxis política cotidiana y a largo plazo.
Partiendo de ese ángulo metodológico, este ensayo se estructura, como suele ser habitual en todo el pensamiento marxista, a partir de la polémica. No podía ser de otro modo.
Hoy en día, el solo hecho de mencionar o escribir el nombre de Lenin motiva sonrisas burlonas, guiños petulantes, muecas autosuficientes y despectivas. Los relatos académicos posmodernos (y otros reformismos análogos, más o menos refinados o exquisitos, según el caso) han logrado instalar en algunos segmentos de la militancia popular y de la intelectualidad progresista un sentido común brutalmente alejado de las preocupaciones políticas radicales.
Becas, ONGs, subsidios y varios otros mecanismos de cooptación intelectual han bombardeado sistemátidcamente durante un cuarto de siglo (¡desde mucho antes de la caída del muro de Berlín!) contra la izquierda revolucionaria y sus fuentes de análisis político. Che Guevara tamizado sin Fidel y hasta contra la revolución cubana, Gramsci triturado en el molde pegajoso de la izquierda parlamentaria, Benjamin dulcificado con edulcorante dietético y ajeno a todo anticapitalismo, Marx convertido en un simple apologista de la globalización del capital y la expansión del comercio mundial. Y así de seguido… Mediante esas operaciones quirúrgicas implacables, Lenin fue cercado y convertido en un “monstruo autoritario”, “estatalista” y “enemigo de la diversidad”. Su nombre, asociado a la izquierda revolucionaria, antimperialista y anticapitalista, se transformó en la síntesis perfecta y emblemática del “demonio terrorista y subversivo”.
El ensayo de Darío Díaz sale precisamente a la palestra para impugnar y combatir contra esa meditada operación de desarme teórico. De ahí su escritura taxativa, tajante, sin contemplaciones, formulada en forma de tesis y subtesis siguiendo el estilo que adoptara el filósofo Ludwig Wittgenstein en su célebre Tractatus logico-philosophicus [1922]. Como hiciera Wittgenstein en aquel libro clásico, Darío Díaz propone abordar problemas reales de la teoría revolucionaria al mismo tiempo que elucidar pseudo problemas de los relatos académicos hoy a la moda. Quizás por eso haya elegido inspirarse en la forma de escritura de Wittgenstein. El autor de este ensayo no persigue alcanzar con el mismo la aprobación condescendiente de la Academia, la palmadita cómplice en el hombro, la tolerancia hipócrita de la intelectualidad cooptada por el poder. No se propone dialogar sino polemizar y combatir. No se dirige a los círculos de iniciados ni a las plumas consagradas sino a la militancia revolucionaria (de Argentina… pero también de América Latina).
Podrán suscribirse o no la totalidad de sus tesis, pero lo cierto es que éstas poseen un mérito a toda prueba: vuelven a ubicar a Lenin en el centro de la agenda política de la izquierda latinoamericana (de donde nunca debería haber desaparecido).
Después de que el zapatismo legitimara en los ’90 la crítica al neoliberalismo y de que al despuntar el siglo XXI Hugo Chavez instalara nuevamente, y a escala continental, el debate sobre el socialismo, recuperar hoy a Lenin (y a su principal discípulo y continuador latinoamericano: Ernesto Che Guevara) se ha convertido en la palabra de orden. Tarea impostergable, desafío ineludible.
No es casual que este “volver a Lenin” al que nos invita Darío Díaz se haya generado a partir de un curso político del MST brasileño (donde junto a la perspectiva marxista guevarista también circularon, en forma contradictoria, relatos posmodernos, críticos del Che Guevara y de Lenin). Tampoco es aleatorio que en diversos encuentros políticos continentales (desde el Encuentro CONO SUR organizado desde Chile hasta el reciente seminario guevarista suramericano reunido en Buenos aires) hayan vuelto al eje de la discusión las preguntas por la actualidad del Che y los problemas abiertos por la reflexión de Lenin.
América Latina vive un nuevo momento histórico. No debemos desaprovecharlo. Aceptar el discurso políticamente correcto del progresismo bienpensante resulta hoy criminal y suicida. Ya no alcanza con criticar el neoliberalismo. Tampoco es viable el “capitalismo con rostro humano” (o “capitalismo nacional” o “capitalismo andino” o “capitalismo a la uruguaya”, etc., etc). Las burguesías nativas, lumpenes y dependientes, no tienen —nunca han tenido— suficiente fuerza e independencia para emancipar a nuestros pueblos de la dominación imperialista.
Leído desde lo más profundo y entrañable de América Latina, despojado de toda costra burocrática, de todo slogan dogmático y de todo ese andamiaje anquilosado que lo tergiversó y manipuló durante años, el fuego incandescente de Lenin continúa inspirando los sueños de la juventud y los proyectos de la izquierda más radical.
El ensayo del compañero Darío Díaz constituye parte de ese renacido interés continental. Bien vale la pena leerlo y estudiarlo. Con detenimiento, seriamente y sin superficialidades ni clichés trillados. La rigurosidad del pensamiento crítico es también parte de ese espíritu de Lenin que debemos retomar si pretendemos ir hasta el final en la lucha continental contra todas las dominaciones.
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