Sociología de una revolución – libro de Frantz Fanon – publicado en 1959
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Este libro escrito en 1959 con el nombre de El año V de la revolución argelina, está claramente dirigido a simpatizantes occidentales de la causa argelina y trata de valorar los avances que lleva dicha revolución, como por ejemplo: las relaciones con las minorías étnicas, la importancia de haber inaugurado una radio clandestina, los cambios en la estructura familiar tradicional, el establecimiento de un servicio médico allí donde no había, ... y el que las militantes se quiten el velo para vestirse como europeas y realizar atentados.
En él se analiza cómo en los países dominados, el colonialismo, a través de las universidades, arraiga profundamente en el espíritu del colonizado la idea de que las esencias son eternas. Las esencias occidentales, por supuesto. El colonizado acepta lo bien fundado de estas ideas (en primer lugar el individualismo) y en un repliegue de su conciencia se convierte en centinela encargado de defender el pedestal grecolatino.
El colonialismo, recuerda Fanon, introdujo a martillazos la idea de una sociedad de individuos donde cada cual se encierra en su subjetividad, en el espíritu subterráneo, el egoísmo, la recriminación orgullosa y esa altanería pueril de querer decir siempre la última palabra. Y toda la actividad política que de aquí nace (en la que caben las disertaciones sobre el tema de los derechos) es político-electoral, orientada según la idea de que “cada hombre es un voto”.
Los partidos políticos del orden colonizado, por más nacionalistas y democráticos que se presenten, no insisten jamás en la prueba de la fuerza, porque su objetivo no es la transformación radical del sistema. Pacifistas, legalistas, de hecho partidarias del orden, esas formaciones plantean crudamente a la élite la demanda que les parece esencial: “Dénnos participación en el poder”. El diálogo entre esos partidos y el sistema colonial no se rompe jamás. Se discuten arreglos, representación electoral, libertad de prensa, libertad de asociación y reformas. Pero este sistema no es una máquina de pensar, no es un cuerpo guiado por la razón, sino una violencia organizada, una relación de fuerza que sólo puede inclinarse ante otra fuerza mayor: la fuerza desplegada de todo el pueblo, como lo demostró Vietnam.
En él se analiza cómo en los países dominados, el colonialismo, a través de las universidades, arraiga profundamente en el espíritu del colonizado la idea de que las esencias son eternas. Las esencias occidentales, por supuesto. El colonizado acepta lo bien fundado de estas ideas (en primer lugar el individualismo) y en un repliegue de su conciencia se convierte en centinela encargado de defender el pedestal grecolatino.
El colonialismo, recuerda Fanon, introdujo a martillazos la idea de una sociedad de individuos donde cada cual se encierra en su subjetividad, en el espíritu subterráneo, el egoísmo, la recriminación orgullosa y esa altanería pueril de querer decir siempre la última palabra. Y toda la actividad política que de aquí nace (en la que caben las disertaciones sobre el tema de los derechos) es político-electoral, orientada según la idea de que “cada hombre es un voto”.
Los partidos políticos del orden colonizado, por más nacionalistas y democráticos que se presenten, no insisten jamás en la prueba de la fuerza, porque su objetivo no es la transformación radical del sistema. Pacifistas, legalistas, de hecho partidarias del orden, esas formaciones plantean crudamente a la élite la demanda que les parece esencial: “Dénnos participación en el poder”. El diálogo entre esos partidos y el sistema colonial no se rompe jamás. Se discuten arreglos, representación electoral, libertad de prensa, libertad de asociación y reformas. Pero este sistema no es una máquina de pensar, no es un cuerpo guiado por la razón, sino una violencia organizada, una relación de fuerza que sólo puede inclinarse ante otra fuerza mayor: la fuerza desplegada de todo el pueblo, como lo demostró Vietnam.
En el libro se hacen afirmaciones tajantes de la necesidad de un avance claro del movimiento de las mujeres (la libertad del pueblo argelino se identifica con la liberación de las mujer, con su entrada en la Historia) y una total descalificación de los argelinos que recurren a la tortura para combatir a los franceses.
Frantz Fanon (isla de Martinica, Francia, 1925 – Maryland, EEUU, 1961) fue un psiquiatra, filósofo y escritor marxista que apoyó con las armas en la mano la lucha del Frente de Liberación Nacional de Argelia contra el colonialismo francés. Muy influyente en los movimientos de liberación a lo largo de cuarenta años, en especial por su libro Los condenados de la tierra (Les dammés de la terre). Luchó en el ejército francés durante la Segunda Guerra mundial y fué condecorado por sus acciones. Fue tratado de su grave enfermedad -cáncer- tanto en la URSS como en EEUU, en donde murió. Nunca se declaró comunista, pero sí marxista.
El libro, en formato pdf, con 74 páginas y 55, 075 KB, se descarga desde: [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
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Última edición por pedrocasca el Vie Dic 28, 2012 2:16 pm, editado 3 veces