"Leyendo a Marx" - artículo publicado por el PCOE acerca del desconocimiento de Carlos Marx por parte de los científicos - septiembre de 2011
Leyendo a Marx - publicado en el blog del PCOE en la empresa SADIELLas ciencias modernas se desarrollan vertiginosamente, espoleadas por la necesidad de una investigación intensa y profunda que de respuestas a multitud de problemas de orden psicológico y físico que afectan al hombre contemporáneo y de manera muy especial a los ciudadanos de la llamada “sociedad occidental”. El stress, la depresión y la violencia que dominan a todas las edades, son objetos de una atención extraordinaria por parte de los científicos.
Periódicamente se celebran simposios, conferencias y congresos que evalúan los avances que se efectúan en cada rama científica y sus positivas repercusiones en la salud de las personas. Leyendo los anales de la historia científica se puede comprobar las categorías de los logros alcanzados. Y es aquí donde nace nuestra preocupación, mas bien, nuestras dudas acerca de la efectividad de los progresos en el campo de la sociología y en el de la sicología, en donde los problemas que les atañen, en vez de ser superados se acrecientan de forma alarmante.
¿Por qué en estas dos disciplinas tan importantes para la vida moderna, no se obtienen los mismos resultados que, por ejemplo, la cibernética, la electrónica, la medicina convencional, si al final éstas supeditan sus objetivos a los parámetros que ofrecen la sociología y la sicología?. La respuesta puede sorprender en primera instancia, pero nuestros estudios nos llevan a la conclusión de que la inmensa mayoría de nuestros científicos, son socialmente antimarxistas. Coinciden con Marx en la materialidad del mundo objetivo, a diferencias de algún que otro matiz de interpretación, pero en lo que se refiere a la sociología están anclados en la ideología burguesa. No comparten las teorías de Marx, por encontrarlas esquematizadas, rígidas y deterministas. En cambio, sostienen que el capitalismo, la “Democracia Occidental”, nos brinda un mundo multicolor, lleno de perspectivas pluridimensionales, en donde la libertad individual y la satisfacción espiritual se mueven por mayores espacios, a la par que ofrecen las más amplias oportunidades para la vida actual, en las que incluyen la investigación y la solución de los problemas.
Una interpretación sesgada de la teoría marxista, no es obra exclusiva de la burguesía, en este caso de los científicos “aburguesados”, también la encontramos subyacente entre sus seguidores, quienes extraen de su lectura un marxismo vulgarizado proporcionando los ingredientes que precisan los adversarios de Marx para justificar el rechazo a su doctrina.
Vulgarizar el marxismo significa definir rígidamente sus principios sin sacar el máximo provecho y sin dar oportunidad al enriquecimiento. “En general, el modo de producción de la vida material condiciona el proceso social, político y espiritual de la vida. No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino al contrario, su ser social es el que determina su conciencia” Eh aquí la clave doctrinal del marxismo que en la estructura social se explica a través de la relación que se establece entre las bases económicas (relaciones de producción) y las superestructuras (conciencia, religión, política etc.) Sobre las bases económicas se levantan las superestructuras que les son inherentes, con determinadas instituciones jurídicos-políticas, tipo de religión y de pensamiento social. Apoyándose esquemáticamente en dicha conexión se construyen los criterios mas dispares. Desde quienes opinan que Marx negaba la existencia del espíritu, hasta los que entienden que la conciencia del hombre no juega ningún papel en las teorías marxistas. Indudablemente, la lectura que se hace de las obras de Marx, es incompleta, distorsionada e interesada.
Por supuesto, que entre la base o estructuras (relaciones económicas) y las superestructuras (conciencia social, religiosa...) existen vínculos de reciprocidad –no reconocido con frecuencia- y es aquí donde se choca demasiadas veces. El hecho de que la economía (ser social) determine las superestructuras y entre ellas el tipo de pensamiento (grados de sicología y conciencia), no niega, ni mucho menos, que los cambios que se operan en éstas últimas influyan a su vez en el ser social -reciprocidad- ¿Cómo, si no, puede entenderse que en lucha contra la burguesía, el proletariado pase del estado de sicología al de conciencia de clase y pretenda la implantación del socialismo (modificación de la realidad existente) como solución de las contradicciones económicas existentes, reflejadas en la conciencia humana?.
La incomprensión de este razonamiento materialista y dialéctico, influye en algo tan importante como la toma de posición respecto al devenir. ¿Qué hacer con la sociedad capitalista? ¿Esperar que el desarrollo social dentro del marco burgués la supere? (Negación de la conciencia) (conclusión socialdemócrata al leer a Marx) o ¿Luchar contra dicho sistema e instaurar un nuevo modo de producción de acuerdo con las necesidades sociales? (Influencia de la conciencia adquirida por las condiciones materiales sobre el ser social).
Ignorar la obra de Marx, por desconocimiento, o por hacer una lectura de la misma con desatinados prejuicios, es prescindir de una de las fuentes más ricas e inagotables de argumentos que nos pueden servir de base para la comprensión de los fenómenos de este mundo. Así lo comprendieron anteriormente los representantes de varias ramas del saber humano, geógrafos, historiadores, filósofos y el mundo se lo agradece. Desde entonces acá las enseñanzas, nos deparan rigor y ciencia, no sin antes superar las trabas de las ciencias oficiales burguesas.
Sicólogos y sociólogos, deberían desprenderse también de las ataduras que les ligan a los intereses del sistema y tomar buena nota de ello, si quieren ahondar en las causas de las dolencias que ahogan a la sociedad vigente. Marx tiene respuestas inexploradas a planteamientos actuales, pero su estudio requiere objetividad e independencia. El fenómeno de la alienación y su resolución, constituye uno de los pilares más grueso y sólido de su ideología.
Entrar de lleno en el análisis marxista de la alienación humana, nos permite reconsiderar algunos aspectos de la sociología, como es el problema de la libertad y también nos penetra en áreas comprendidas en la sicología, concretamente en lo relativo al comportamiento del hombre. Por esta razón, merece la pena que nos detengamos un instante en su examen.
En los “Manuscritos económico-filosóficos” encontramos lo siguiente: “La producción produce al hombre no sólo como una mercancía, la mercancía humana, el hombre con el carácter de mercancía, sino que lo produce con arreglo a este carácter, como un ente deshumanado tanto espiritual como físicamente” -el subrayado es nuestro-. A criterios de Marx, los primitivos medios de producción concebidos por el hombre como simples instrumentos y materiales de la actividad productiva, son transformados con la aparición de la propiedad privada en fines a los que subordina el mismo hombre. Por lo tanto “No es el obrero el que emplea los medios de producción, sino que son los medios de producción los que emplean al obrero. En lugar de consumirlos como elementos materiales de su actividad productiva, son ellos los que lo consumen como fermento de su proceso vital...”
La vida espiritual del obrero se enajena en el proceso de producción. El obrero no es ya siquiera un apéndice de los instrumentos de trabajo, porque la máquina no es diseñada para adecuarse al hombre, como en el caso del hacha de piedra con respecto al hombre primitivo, sino todo lo contrario, es el hombre el que ha de estudiar o reciclarse para poder ser utilizado por la máquina. Los términos se invierten, mientras la máquina adquiere el valor supremo para el capitalista, el obrero se deshumaniza.
El obrero pierde su naturaleza intrínseca, la de ser hombre. Recordemos que lo que separa al primer homo hábilis del reino animal es la capacidad para producir sus instrumentos de trabajo. Instrumentos de producción que elabora para su provecho y para el beneficio de la comunidad humana. Sin embargo, la propiedad privada hurta al hombre la cualidad que le da carta de naturaleza humana, devolviéndole al reino de lo inconsciente, de la barbarie, modificando su sicología y su carácter a la vez que exhuma de sus entrañas la bestia ancestral.
La relación que se establece entre el obrero y los medios de producción, cualesquiera que estos sean es la de subordinación. La máquina (o cualquier otro medio de producción) es el ente principal, al que el obrero sirve de instrumento. De resignación, puesto que es obligado a la subordinación o, por el contrario, está condenado al paro, a la miseria etc., es decir, a mayor grado de alienación. De enajenación, su voluntad es reprimida y hurtada. En este caso, su criterio no vale nada. Y así sucesivamente, podemos descubrir los lamentables efectos que infiere el proceso de producción en el obrero, que afectan a sus sistemas psíquico y nervioso. Muchas de las enfermedades modernas son inexplicables si no atendemos al lugar que ocupa el obrero en el proceso de producción en el sistema capitalista. La provincia de Sevilla descuella en la comisión de delitos, en el consumo de drogas y en otras “bajezas” sociales. La explicación hay que buscarla en su alto índice de desempleo, alrededor del 25% de la Población Activa que hace que uno de cada cuatro de sus habitantes bordee el umbral de la miseria (Cáritas).). El stress, la depresión, la violencia, no son mas que síntomas de alienación social. Un trabajador que durante 8, 10 ó 12 horas del día depende de su trabajo, está siendo estigmatizado, y está dando pasos hacia la deshumanización, difícilmente, podrá volver al reino de lo consciente el resto del día, que por otro lado es cuando sufre en sus carnes todas las consecuencias de su alienación laboral: cansancio, aturdimiento mental, alteración nerviosa, manifiesta insolvencia para relacionarse con el exterior debidamente –pareja e hijos, vecinos..- crisis económica etc. , que se producen en distintos niveles.
El vocablo deshumanización conlleva la pérdida del yo (hombre) y lo que queda es subordinación, enajenación y represión. (Igual que en las bestias de carga). La sociología y la sicología moderna parten desde esta realidad pero falseándola (sin preocuparse de sus causas), para determinar el estado de ánimo que origina el stress, la acritud del carácter y las enfermedades nerviosas. La subordinación, la enajenación y la depresión en manos de los sicólogos y sociólogos son sinónimas de exceso de trabajo, con lo cual, eximen de cualquier responsabilidad a la esencia del capitalismo, a lo sumo estiman que es un defecto del sistema pero sin cuestionar el sistema en sí. La solución, es evidente, consiste en atacar individualmente el problema alejado de la realidad colectiva. Basta con aplicar una terapia de descanso, consejos, sedantes etc., que calman los efectos, pero que mantienen intactas las causas.
La violencia en todas sus vertientes, después de recrudecer y aumentar su penalización continua existiendo y creciendo. Es cierto, que entre los orígenes de la violencia se destaca la marginación. No obstante, jamás se llega a concretar cual es la raíz de la marginación. Porque, aún cuando se achaca al capitalismo la culpa de su existencia, ésta es también entendida como un defecto corregible por el sistema al que consideran único posible o menos malo.
Otro de los motivos en los que se apoyan los científicos para justificar la proliferación de la violencia, es la agresividad que muestran los programas televisivos, desconectando la causa -medios de comunicación- de su causa precedente -propiedad privada-. En este supuesto, la medicina aconsejada es la de censurar a los medios de difusión. Con esta medida solo se lograría reducir el porcentaje de violencia pero no erradicarlo, que es de lo que se trata.
Los hay quienes imputan a razones biológicas el comportamiento violento y a la débil naturaleza humana, la aparición de enfermedades nerviosas. De todos los modos, la falsedad impera, la ligereza y los rodeos son las únicas armas que emplean los sociólogos y sicólogos para dar soluciones a los problemas cardinales de nuestra sociedad. La violencia, el stress, y la depresión, no nacen con el hombre, no obedecen a deficiencias biológicas, sino que entrañan sus raíces en el sistema social. Con lo que de una u otra forma todos parecen estar de acuerdo, ¿por qué, entonces, no se atajan de raíz?. La clave, repetimos, está en no querer o no saber leer a Marx. El cinismo se exacerba en una cantidad nada despreciable de sociólogos cuando dicen que de Marx lo que les interesa es su método de análisis, pero no sus proyectos políticos. Como si una cosa y otra pudieran separarse.
A diferencia de las corrientes filosóficas precedentes y posteriores, el marxismo no se contenta con la interpretación de los fenómenos, sino que reflexiona su solución, síntesis de su pensamiento revolucionario. Si Marx denuncia la alienación es con el propósito de suprimirla. Así pues, si las enfermedades sociales “modernas” es el resultado de la alienación, es obvio que solo acabando con ésta es posible eliminar para siempre las enfermedades que les son propias.
Cuando se elimine la alienación, el hombre se reencontrará consigo mismo, volverá al reino de lo consciente, de la auténtica libertad, porque desaparecerá la subordinación, dejando de ser un objeto maleable y pasivo del proceso de producción. Toda regresión a lo ancestro se habrá disipado. Ya no ha lugar al stress, a la enajenación de su voluntad. Es la vuelta al humanismo y las enfermedades propias de su estado de involución, también habrán desaparecido, con ellas la acritud de carácter que conduce a la violencia en todas sus vertientes. Cuando desaparezca la alienación, la difusión de la violencia por los aparatos emisores no será posible, no habrá propiedad privada con intereses en su divulgación.
Cuando se elimine la alienación, los problemas que surgieron con ella desaparecerán también con ella. Ahora bien. Como la alienación no es una propiedad del pensamiento, sino que corresponde a una situación histórica dada, como consecuencia de la aparición de la propiedad privada sobre los medios de producción, así también, cuando se suprima la propiedad privada sobre los medios de producción y solo entonces, se operará el “retorno del ente hombre a su objetividad natural o, mejor aún, a una objetividad que es al mismo tiempo natural y humana”. Entonces y no antes ni después, comenzará la civilización.
Periódicamente se celebran simposios, conferencias y congresos que evalúan los avances que se efectúan en cada rama científica y sus positivas repercusiones en la salud de las personas. Leyendo los anales de la historia científica se puede comprobar las categorías de los logros alcanzados. Y es aquí donde nace nuestra preocupación, mas bien, nuestras dudas acerca de la efectividad de los progresos en el campo de la sociología y en el de la sicología, en donde los problemas que les atañen, en vez de ser superados se acrecientan de forma alarmante.
¿Por qué en estas dos disciplinas tan importantes para la vida moderna, no se obtienen los mismos resultados que, por ejemplo, la cibernética, la electrónica, la medicina convencional, si al final éstas supeditan sus objetivos a los parámetros que ofrecen la sociología y la sicología?. La respuesta puede sorprender en primera instancia, pero nuestros estudios nos llevan a la conclusión de que la inmensa mayoría de nuestros científicos, son socialmente antimarxistas. Coinciden con Marx en la materialidad del mundo objetivo, a diferencias de algún que otro matiz de interpretación, pero en lo que se refiere a la sociología están anclados en la ideología burguesa. No comparten las teorías de Marx, por encontrarlas esquematizadas, rígidas y deterministas. En cambio, sostienen que el capitalismo, la “Democracia Occidental”, nos brinda un mundo multicolor, lleno de perspectivas pluridimensionales, en donde la libertad individual y la satisfacción espiritual se mueven por mayores espacios, a la par que ofrecen las más amplias oportunidades para la vida actual, en las que incluyen la investigación y la solución de los problemas.
Una interpretación sesgada de la teoría marxista, no es obra exclusiva de la burguesía, en este caso de los científicos “aburguesados”, también la encontramos subyacente entre sus seguidores, quienes extraen de su lectura un marxismo vulgarizado proporcionando los ingredientes que precisan los adversarios de Marx para justificar el rechazo a su doctrina.
Vulgarizar el marxismo significa definir rígidamente sus principios sin sacar el máximo provecho y sin dar oportunidad al enriquecimiento. “En general, el modo de producción de la vida material condiciona el proceso social, político y espiritual de la vida. No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino al contrario, su ser social es el que determina su conciencia” Eh aquí la clave doctrinal del marxismo que en la estructura social se explica a través de la relación que se establece entre las bases económicas (relaciones de producción) y las superestructuras (conciencia, religión, política etc.) Sobre las bases económicas se levantan las superestructuras que les son inherentes, con determinadas instituciones jurídicos-políticas, tipo de religión y de pensamiento social. Apoyándose esquemáticamente en dicha conexión se construyen los criterios mas dispares. Desde quienes opinan que Marx negaba la existencia del espíritu, hasta los que entienden que la conciencia del hombre no juega ningún papel en las teorías marxistas. Indudablemente, la lectura que se hace de las obras de Marx, es incompleta, distorsionada e interesada.
Por supuesto, que entre la base o estructuras (relaciones económicas) y las superestructuras (conciencia social, religiosa...) existen vínculos de reciprocidad –no reconocido con frecuencia- y es aquí donde se choca demasiadas veces. El hecho de que la economía (ser social) determine las superestructuras y entre ellas el tipo de pensamiento (grados de sicología y conciencia), no niega, ni mucho menos, que los cambios que se operan en éstas últimas influyan a su vez en el ser social -reciprocidad- ¿Cómo, si no, puede entenderse que en lucha contra la burguesía, el proletariado pase del estado de sicología al de conciencia de clase y pretenda la implantación del socialismo (modificación de la realidad existente) como solución de las contradicciones económicas existentes, reflejadas en la conciencia humana?.
La incomprensión de este razonamiento materialista y dialéctico, influye en algo tan importante como la toma de posición respecto al devenir. ¿Qué hacer con la sociedad capitalista? ¿Esperar que el desarrollo social dentro del marco burgués la supere? (Negación de la conciencia) (conclusión socialdemócrata al leer a Marx) o ¿Luchar contra dicho sistema e instaurar un nuevo modo de producción de acuerdo con las necesidades sociales? (Influencia de la conciencia adquirida por las condiciones materiales sobre el ser social).
Ignorar la obra de Marx, por desconocimiento, o por hacer una lectura de la misma con desatinados prejuicios, es prescindir de una de las fuentes más ricas e inagotables de argumentos que nos pueden servir de base para la comprensión de los fenómenos de este mundo. Así lo comprendieron anteriormente los representantes de varias ramas del saber humano, geógrafos, historiadores, filósofos y el mundo se lo agradece. Desde entonces acá las enseñanzas, nos deparan rigor y ciencia, no sin antes superar las trabas de las ciencias oficiales burguesas.
Sicólogos y sociólogos, deberían desprenderse también de las ataduras que les ligan a los intereses del sistema y tomar buena nota de ello, si quieren ahondar en las causas de las dolencias que ahogan a la sociedad vigente. Marx tiene respuestas inexploradas a planteamientos actuales, pero su estudio requiere objetividad e independencia. El fenómeno de la alienación y su resolución, constituye uno de los pilares más grueso y sólido de su ideología.
Entrar de lleno en el análisis marxista de la alienación humana, nos permite reconsiderar algunos aspectos de la sociología, como es el problema de la libertad y también nos penetra en áreas comprendidas en la sicología, concretamente en lo relativo al comportamiento del hombre. Por esta razón, merece la pena que nos detengamos un instante en su examen.
En los “Manuscritos económico-filosóficos” encontramos lo siguiente: “La producción produce al hombre no sólo como una mercancía, la mercancía humana, el hombre con el carácter de mercancía, sino que lo produce con arreglo a este carácter, como un ente deshumanado tanto espiritual como físicamente” -el subrayado es nuestro-. A criterios de Marx, los primitivos medios de producción concebidos por el hombre como simples instrumentos y materiales de la actividad productiva, son transformados con la aparición de la propiedad privada en fines a los que subordina el mismo hombre. Por lo tanto “No es el obrero el que emplea los medios de producción, sino que son los medios de producción los que emplean al obrero. En lugar de consumirlos como elementos materiales de su actividad productiva, son ellos los que lo consumen como fermento de su proceso vital...”
La vida espiritual del obrero se enajena en el proceso de producción. El obrero no es ya siquiera un apéndice de los instrumentos de trabajo, porque la máquina no es diseñada para adecuarse al hombre, como en el caso del hacha de piedra con respecto al hombre primitivo, sino todo lo contrario, es el hombre el que ha de estudiar o reciclarse para poder ser utilizado por la máquina. Los términos se invierten, mientras la máquina adquiere el valor supremo para el capitalista, el obrero se deshumaniza.
El obrero pierde su naturaleza intrínseca, la de ser hombre. Recordemos que lo que separa al primer homo hábilis del reino animal es la capacidad para producir sus instrumentos de trabajo. Instrumentos de producción que elabora para su provecho y para el beneficio de la comunidad humana. Sin embargo, la propiedad privada hurta al hombre la cualidad que le da carta de naturaleza humana, devolviéndole al reino de lo inconsciente, de la barbarie, modificando su sicología y su carácter a la vez que exhuma de sus entrañas la bestia ancestral.
La relación que se establece entre el obrero y los medios de producción, cualesquiera que estos sean es la de subordinación. La máquina (o cualquier otro medio de producción) es el ente principal, al que el obrero sirve de instrumento. De resignación, puesto que es obligado a la subordinación o, por el contrario, está condenado al paro, a la miseria etc., es decir, a mayor grado de alienación. De enajenación, su voluntad es reprimida y hurtada. En este caso, su criterio no vale nada. Y así sucesivamente, podemos descubrir los lamentables efectos que infiere el proceso de producción en el obrero, que afectan a sus sistemas psíquico y nervioso. Muchas de las enfermedades modernas son inexplicables si no atendemos al lugar que ocupa el obrero en el proceso de producción en el sistema capitalista. La provincia de Sevilla descuella en la comisión de delitos, en el consumo de drogas y en otras “bajezas” sociales. La explicación hay que buscarla en su alto índice de desempleo, alrededor del 25% de la Población Activa que hace que uno de cada cuatro de sus habitantes bordee el umbral de la miseria (Cáritas).). El stress, la depresión, la violencia, no son mas que síntomas de alienación social. Un trabajador que durante 8, 10 ó 12 horas del día depende de su trabajo, está siendo estigmatizado, y está dando pasos hacia la deshumanización, difícilmente, podrá volver al reino de lo consciente el resto del día, que por otro lado es cuando sufre en sus carnes todas las consecuencias de su alienación laboral: cansancio, aturdimiento mental, alteración nerviosa, manifiesta insolvencia para relacionarse con el exterior debidamente –pareja e hijos, vecinos..- crisis económica etc. , que se producen en distintos niveles.
El vocablo deshumanización conlleva la pérdida del yo (hombre) y lo que queda es subordinación, enajenación y represión. (Igual que en las bestias de carga). La sociología y la sicología moderna parten desde esta realidad pero falseándola (sin preocuparse de sus causas), para determinar el estado de ánimo que origina el stress, la acritud del carácter y las enfermedades nerviosas. La subordinación, la enajenación y la depresión en manos de los sicólogos y sociólogos son sinónimas de exceso de trabajo, con lo cual, eximen de cualquier responsabilidad a la esencia del capitalismo, a lo sumo estiman que es un defecto del sistema pero sin cuestionar el sistema en sí. La solución, es evidente, consiste en atacar individualmente el problema alejado de la realidad colectiva. Basta con aplicar una terapia de descanso, consejos, sedantes etc., que calman los efectos, pero que mantienen intactas las causas.
La violencia en todas sus vertientes, después de recrudecer y aumentar su penalización continua existiendo y creciendo. Es cierto, que entre los orígenes de la violencia se destaca la marginación. No obstante, jamás se llega a concretar cual es la raíz de la marginación. Porque, aún cuando se achaca al capitalismo la culpa de su existencia, ésta es también entendida como un defecto corregible por el sistema al que consideran único posible o menos malo.
Otro de los motivos en los que se apoyan los científicos para justificar la proliferación de la violencia, es la agresividad que muestran los programas televisivos, desconectando la causa -medios de comunicación- de su causa precedente -propiedad privada-. En este supuesto, la medicina aconsejada es la de censurar a los medios de difusión. Con esta medida solo se lograría reducir el porcentaje de violencia pero no erradicarlo, que es de lo que se trata.
Los hay quienes imputan a razones biológicas el comportamiento violento y a la débil naturaleza humana, la aparición de enfermedades nerviosas. De todos los modos, la falsedad impera, la ligereza y los rodeos son las únicas armas que emplean los sociólogos y sicólogos para dar soluciones a los problemas cardinales de nuestra sociedad. La violencia, el stress, y la depresión, no nacen con el hombre, no obedecen a deficiencias biológicas, sino que entrañan sus raíces en el sistema social. Con lo que de una u otra forma todos parecen estar de acuerdo, ¿por qué, entonces, no se atajan de raíz?. La clave, repetimos, está en no querer o no saber leer a Marx. El cinismo se exacerba en una cantidad nada despreciable de sociólogos cuando dicen que de Marx lo que les interesa es su método de análisis, pero no sus proyectos políticos. Como si una cosa y otra pudieran separarse.
A diferencia de las corrientes filosóficas precedentes y posteriores, el marxismo no se contenta con la interpretación de los fenómenos, sino que reflexiona su solución, síntesis de su pensamiento revolucionario. Si Marx denuncia la alienación es con el propósito de suprimirla. Así pues, si las enfermedades sociales “modernas” es el resultado de la alienación, es obvio que solo acabando con ésta es posible eliminar para siempre las enfermedades que les son propias.
Cuando se elimine la alienación, el hombre se reencontrará consigo mismo, volverá al reino de lo consciente, de la auténtica libertad, porque desaparecerá la subordinación, dejando de ser un objeto maleable y pasivo del proceso de producción. Toda regresión a lo ancestro se habrá disipado. Ya no ha lugar al stress, a la enajenación de su voluntad. Es la vuelta al humanismo y las enfermedades propias de su estado de involución, también habrán desaparecido, con ellas la acritud de carácter que conduce a la violencia en todas sus vertientes. Cuando desaparezca la alienación, la difusión de la violencia por los aparatos emisores no será posible, no habrá propiedad privada con intereses en su divulgación.
Cuando se elimine la alienación, los problemas que surgieron con ella desaparecerán también con ella. Ahora bien. Como la alienación no es una propiedad del pensamiento, sino que corresponde a una situación histórica dada, como consecuencia de la aparición de la propiedad privada sobre los medios de producción, así también, cuando se suprima la propiedad privada sobre los medios de producción y solo entonces, se operará el “retorno del ente hombre a su objetividad natural o, mejor aún, a una objetividad que es al mismo tiempo natural y humana”. Entonces y no antes ni después, comenzará la civilización.