De la sospecha al ultraje. ¿Todos, somos terroristas?. Néstor Estebenz Nogal
La noticia del terrorismo como concepto ha cambiado los términos del sentido clásico de la guerra. Las trincheras para enfrentarse dos bandos son totalmente obsoletas lo mismo que las barricadas en las ciudades para las luchas reivindicativas aunque su anecdotario suele terminar con un balance parecido: mobiliario urbano destrozado, mas CO2 contaminante por los neumáticos y otras cosas incendiadas y desalojo total por las fuerzas del orden que son enviadas a ordenar la situacion poniendo cada cosa en su lugar.
Siempre que me ha cacheado un guardia he sentido un profundo asco por ser tocado por ese desconocido. La experiencia me hizo sentir como un delincuente. La primera vez que tuve que sacarme los zapatos en un control de un aeropuerto (alemán) me pareció indignante. Mucho mas la prepotencia del tipo que me exigió hacer esto. Se sabe que todas las medidas supuestamente antiterroristas responden mas a principios de paranoia que a una investigación correcta para prever atentados. A pesar de cada nuevo nivel de control policíaco quien quiera hacer daño a una instalación, un edificio o un avión conseguirá hacerlo. Pero los nuevos episodios de ataques puntuales con dianas concretas no van a ser tan graves como la gravedad de la situación producida por esa paranoia estadounidense al temor a ser atacado su país.
Ese temor es directamente proporcional a su incapacidad para no detectar todos los peligros. Las figuras mas poderosas de la tierra saben que no son invulnerables. Hasta en alguna fiesta consiguió colarse una pareja de no invitados por conseguir su propio récord de jetsetismo o caradurismo fotografiándose nada menos que con el presidente. Hoy en día las cosas se han vuelto tan enrevesadas que colarse en un espacio publico en el que no se es invitado ya es considerado como allanamiento de morada y desplegar una pancarta en un cóctel diplomático prácticamente como un acto terrorista. ¡Cuidado! cuando te pregunte un policía estadounidense no le sonrías, podrá interpretar tu sonrisa como el último adiós de un hombre-bomba antes de autoinmolarse y te disparará. Es el momento de cuidar mucho la gestualidad, cualquier gesto brusco puede ser considerado como una amenaza, y ya se sabe: primero disparan después te preguntan.
Hay que tener en cuenta que las llamadas fuerzas del orden reclutan personalidades no suficientemente cribadas para aguantar un oficio en el que se está sometido a una alta presión que viene tanto de los peligros de la calle como de las presiones de la estructura piramidal en la que se meten. Todo lo que rece la constitución de un país sobre libertades y justicia queda en suspenso en las actividades de las instancias de seguridad del estado. El estado como institución de instituciones justifica los medios a su perpetuación como tal, fin crucial al que dedica la mayor parte (no toda, pero la mayor parte) de sus cometidos. El poder engancha tanto que oscurece la perspectiva por el cual se consiguió.
El mundo se ha vuelto infinitamente inseguro. Debe haber alguna corriente milenarista que profetizara el tercer milenio como el de lo peor. Lo cierto es que desde el 2001 no se ha parado de organizar medidas preventivas en contra del terrorismo difuso. Episódicamente las fuerzas del mal recuerdan a las fuerzas del bien que no se duerman en sus laureles ya que están amenazadas y que en cualquier momento pueden hacer estallar la paz de sus hogares. Esas fuerzas del bien para no ser pilladas desprevenidas se anticipan a los ataques y asumen el rol de los malos. El panorama mundial mezcla los papeles y cada zona geopolítica asiste a la función según las tesis de la ideología dominante en su área. El occidentalismo progresista deplora la intervención de sus países en contiendas armas en la zona oriental y de signos culturales muy distintos del planeta. Por otra parte también deplora las atrocidades que países como Irán hacen en nombre del Islam y de su manera de aplicar una cruenta mal llamada justicia. Moisés Naím1, lo asegura con rotundidad: “los conflictos internacionales no van a desaparecer”. Tenemos guerras para rato y si no son unas serán otras. Habla de la nueva estrategia de sanciones inteligentes contra alto funcionariado de países corruptos que tienen cuentas bancarias o propiedades en el extranjero. La cuestión es como cambiar de estrategias de presión para no dañar a los pueblos y sí escarmentar a sus élites y gobiernos fiscalizándoles sus propiedades y depósitos evadidos al extranjero.
El mercado de las armas sigue siendo uno de los más florecientes y el riesgo de morir por fuego amigo mas que por el enemigo es escandaloso. Por nuestro bien, por el bien ciudadano internacional se entiende, las autoridades y su gran maquinaria de control se permiten someternos a vigilancia y a sospechar de todo gesto irregular.
Actualmente hay compañías (como movistar) que interrumpen una conversación telefónica a mitad y sale la voz pregrabada diciendo que la línea anda sobrecargada y que establezcas la llamada pasado un tiempo. En el futuro -ojalá que no- habrá interrupciones no por saturación de línea sino por no consentimiento de la conversación en curso ya que en aras a la seguridad nacional se someterán a escucha todas las comunicaciones que se hagan. El ideal de todo poder es prever con antelación cualquier tipo de ataque o trama conspiratoria mientras que el ideal de todo ser libre es el de expresarse sin cortapisas.
Desde el momento que un agente de control amparado por el criterio de la seguridad de un área (sea un local o todo un país) interrumpe o barra el paso de alguien o lo chequea corporalmente para evitar un daño (un atentado) crea otro, incomparablemente menor sí, pero daño a fin de cuentas (un ultraje). Cabe pensar que así como se emitieron tarjetas vip y de acceso a clubes elitistas en el futuro habrán dispositivos de garantías para no andar haciendo colas de control quienes sean fiables. Una especie de categoría de fiability new person daría nuevas credenciales. ¿pero quien es permanentemente fiable en una sociedad de traiciones y traidores?
La tesis que ampara a una clase de terrorismo tiene que ver con la falta de medios para tener ejércitos propios acudiendo a la bomba ( uno de los peores artefactos de destrucción y uno de los primeros en demostrar su injusticia al no discriminar el enemigo del que pasaba cerca). Para nada su pobreza armamentística excusa acudir ni a olas de mortandad indiscriminadas ni tampoco a la autoinmolación.
La conclusión de terminar con los actos de violencia escarmentista (por justicieros que pretendan ser) es la única posible. Hasta Otegi representando a Batasuna ha terminado -con demora pero con claridad- por impugnar la violencia etarra y por separar el proceso de independencia de Euskalherria de sus atentados. Contra el terrorismo de los estados (algunos como Israel deberían figurar en esa lista de organizaciones terroristas decidida por USA) se ha demostrado que las acciones de los bomber men no dejan de mantener la situacion en stand by. Hay muchas hot zone del planeta donde la gente se mata o donde se muere con mas facilidad por acciones armadas. Lugares que podrían ser incomparablemente mejores sin la alarma permanentemente sonando. Tomas Alcoverro, de origen barcelonés, periodista decano en Beirut, la ciudad de la pólvora y el jazmín, da cuenta de ese paraíso infernal de los periodistas y de los que les toca vivir siempre un conflicto inconcluso.
Quienes tenemos la suerte de vivir en sociedades relativamente tranquilas sin temor a cruzarnos con una bala o con una esquirla y que no andamos trasegando con explosivos se nos trate de sospechosos cuando todo lo que tenemos para cambiar el mundo son las palabras de la conciencia descartando que la fuerza de la violencia pueda ser mas efectiva.
La noticia del terrorismo como concepto ha cambiado los términos del sentido clásico de la guerra. Las trincheras para enfrentarse dos bandos son totalmente obsoletas lo mismo que las barricadas en las ciudades para las luchas reivindicativas aunque su anecdotario suele terminar con un balance parecido: mobiliario urbano destrozado, mas CO2 contaminante por los neumáticos y otras cosas incendiadas y desalojo total por las fuerzas del orden que son enviadas a ordenar la situacion poniendo cada cosa en su lugar.
Siempre que me ha cacheado un guardia he sentido un profundo asco por ser tocado por ese desconocido. La experiencia me hizo sentir como un delincuente. La primera vez que tuve que sacarme los zapatos en un control de un aeropuerto (alemán) me pareció indignante. Mucho mas la prepotencia del tipo que me exigió hacer esto. Se sabe que todas las medidas supuestamente antiterroristas responden mas a principios de paranoia que a una investigación correcta para prever atentados. A pesar de cada nuevo nivel de control policíaco quien quiera hacer daño a una instalación, un edificio o un avión conseguirá hacerlo. Pero los nuevos episodios de ataques puntuales con dianas concretas no van a ser tan graves como la gravedad de la situación producida por esa paranoia estadounidense al temor a ser atacado su país.
Ese temor es directamente proporcional a su incapacidad para no detectar todos los peligros. Las figuras mas poderosas de la tierra saben que no son invulnerables. Hasta en alguna fiesta consiguió colarse una pareja de no invitados por conseguir su propio récord de jetsetismo o caradurismo fotografiándose nada menos que con el presidente. Hoy en día las cosas se han vuelto tan enrevesadas que colarse en un espacio publico en el que no se es invitado ya es considerado como allanamiento de morada y desplegar una pancarta en un cóctel diplomático prácticamente como un acto terrorista. ¡Cuidado! cuando te pregunte un policía estadounidense no le sonrías, podrá interpretar tu sonrisa como el último adiós de un hombre-bomba antes de autoinmolarse y te disparará. Es el momento de cuidar mucho la gestualidad, cualquier gesto brusco puede ser considerado como una amenaza, y ya se sabe: primero disparan después te preguntan.
Hay que tener en cuenta que las llamadas fuerzas del orden reclutan personalidades no suficientemente cribadas para aguantar un oficio en el que se está sometido a una alta presión que viene tanto de los peligros de la calle como de las presiones de la estructura piramidal en la que se meten. Todo lo que rece la constitución de un país sobre libertades y justicia queda en suspenso en las actividades de las instancias de seguridad del estado. El estado como institución de instituciones justifica los medios a su perpetuación como tal, fin crucial al que dedica la mayor parte (no toda, pero la mayor parte) de sus cometidos. El poder engancha tanto que oscurece la perspectiva por el cual se consiguió.
El mundo se ha vuelto infinitamente inseguro. Debe haber alguna corriente milenarista que profetizara el tercer milenio como el de lo peor. Lo cierto es que desde el 2001 no se ha parado de organizar medidas preventivas en contra del terrorismo difuso. Episódicamente las fuerzas del mal recuerdan a las fuerzas del bien que no se duerman en sus laureles ya que están amenazadas y que en cualquier momento pueden hacer estallar la paz de sus hogares. Esas fuerzas del bien para no ser pilladas desprevenidas se anticipan a los ataques y asumen el rol de los malos. El panorama mundial mezcla los papeles y cada zona geopolítica asiste a la función según las tesis de la ideología dominante en su área. El occidentalismo progresista deplora la intervención de sus países en contiendas armas en la zona oriental y de signos culturales muy distintos del planeta. Por otra parte también deplora las atrocidades que países como Irán hacen en nombre del Islam y de su manera de aplicar una cruenta mal llamada justicia. Moisés Naím1, lo asegura con rotundidad: “los conflictos internacionales no van a desaparecer”. Tenemos guerras para rato y si no son unas serán otras. Habla de la nueva estrategia de sanciones inteligentes contra alto funcionariado de países corruptos que tienen cuentas bancarias o propiedades en el extranjero. La cuestión es como cambiar de estrategias de presión para no dañar a los pueblos y sí escarmentar a sus élites y gobiernos fiscalizándoles sus propiedades y depósitos evadidos al extranjero.
El mercado de las armas sigue siendo uno de los más florecientes y el riesgo de morir por fuego amigo mas que por el enemigo es escandaloso. Por nuestro bien, por el bien ciudadano internacional se entiende, las autoridades y su gran maquinaria de control se permiten someternos a vigilancia y a sospechar de todo gesto irregular.
Actualmente hay compañías (como movistar) que interrumpen una conversación telefónica a mitad y sale la voz pregrabada diciendo que la línea anda sobrecargada y que establezcas la llamada pasado un tiempo. En el futuro -ojalá que no- habrá interrupciones no por saturación de línea sino por no consentimiento de la conversación en curso ya que en aras a la seguridad nacional se someterán a escucha todas las comunicaciones que se hagan. El ideal de todo poder es prever con antelación cualquier tipo de ataque o trama conspiratoria mientras que el ideal de todo ser libre es el de expresarse sin cortapisas.
Desde el momento que un agente de control amparado por el criterio de la seguridad de un área (sea un local o todo un país) interrumpe o barra el paso de alguien o lo chequea corporalmente para evitar un daño (un atentado) crea otro, incomparablemente menor sí, pero daño a fin de cuentas (un ultraje). Cabe pensar que así como se emitieron tarjetas vip y de acceso a clubes elitistas en el futuro habrán dispositivos de garantías para no andar haciendo colas de control quienes sean fiables. Una especie de categoría de fiability new person daría nuevas credenciales. ¿pero quien es permanentemente fiable en una sociedad de traiciones y traidores?
La tesis que ampara a una clase de terrorismo tiene que ver con la falta de medios para tener ejércitos propios acudiendo a la bomba ( uno de los peores artefactos de destrucción y uno de los primeros en demostrar su injusticia al no discriminar el enemigo del que pasaba cerca). Para nada su pobreza armamentística excusa acudir ni a olas de mortandad indiscriminadas ni tampoco a la autoinmolación.
La conclusión de terminar con los actos de violencia escarmentista (por justicieros que pretendan ser) es la única posible. Hasta Otegi representando a Batasuna ha terminado -con demora pero con claridad- por impugnar la violencia etarra y por separar el proceso de independencia de Euskalherria de sus atentados. Contra el terrorismo de los estados (algunos como Israel deberían figurar en esa lista de organizaciones terroristas decidida por USA) se ha demostrado que las acciones de los bomber men no dejan de mantener la situacion en stand by. Hay muchas hot zone del planeta donde la gente se mata o donde se muere con mas facilidad por acciones armadas. Lugares que podrían ser incomparablemente mejores sin la alarma permanentemente sonando. Tomas Alcoverro, de origen barcelonés, periodista decano en Beirut, la ciudad de la pólvora y el jazmín, da cuenta de ese paraíso infernal de los periodistas y de los que les toca vivir siempre un conflicto inconcluso.
Quienes tenemos la suerte de vivir en sociedades relativamente tranquilas sin temor a cruzarnos con una bala o con una esquirla y que no andamos trasegando con explosivos se nos trate de sospechosos cuando todo lo que tenemos para cambiar el mundo son las palabras de la conciencia descartando que la fuerza de la violencia pueda ser mas efectiva.