Como era de esperar, poco a poco los hechos van dejando el camino expedito a la razón, en medio de despropósitos y de estruendosas manifestaciones que, muy lejos de ser objeto de la reflexión, es producto de las circunstancias que nos rodean. Muchos de los que hoy hablan de revolución lo hacen empujados por la necesidad de no verse desfasados. La causa fundamental de sus renovados criterios revolucionarios es acientífica porque sus razonamientos no están cimentados en principios ni por supuesto conectan con las leyes que rigen en el materialismo histórico. Sólo están acicateados por las influencias del momento extraordinario que vivimos, “evolucionan” a destiempo espoleados por los golpes recibidos, del mismo modo que se agitan las inconsistentes ideas pequeñoburguesas que inundan a todo el país: IU, 15M, etc. Y es que uno no se acuesta reformista y se levanta revolucionario. La verborrea pseudo revolucionaria tiene como cualquier fenómeno de la mente inconexo con la realidad un comienzo y un final, de acuerdo con las condiciones que lo determina.
Para ser objetivos hay que afirmar sin ningún género de cortapisas que los partidos de izquierda iban rezagados al principio de la crisis. Se puede comprobar su anacronía con tan sólo lanzar una leve mirada retrospectiva. Hace cuatro años numerosos grupos sostenían criterios diferenciados respecto las posiciones que mantienen en la actualidad. Se criminalizó al neoliberalismo que para ellos constituía la causa primaria de las crueldades del sistema, cuya tesis ha sido el fundamento y el sostén de los foros sociales internacionales, expresión suprema del reformismo más moderno. Al cabo de cuatro años de crisis, hasta el PCE quiere “arremeter” contra el capitalismo y se inventa frentes sociales, que no salen del papel pero que expelen el hedor oportunista de unas elecciones en marcha. Otros, por fin, han abandonado su apuesta por los trasnochados Frentes de Izquierda, así como también parece que han dejado de lado a la Republica Popular para ir directamente hacia el Socialismo, al mismo tiempo que por enésima vez han retocado su táctica de masas. Por último, las llamadas “alternativas” en el movimiento obrero al sindicalismo traidor impulsadas también por la gravedad de la crisis, piden su protagonismo pero hacen ostensión de las flaquezas mentales y físicas que son sus señas de identidad.
¿Qué ha sucedido? Ha sucedido que la crisis ha vapuleado a organizaciones y alternativas falsarias y les ha obligado a sacar la cabeza a flote para no morir asfixiados. La nueva profesión revolucionaria es totalmente oportunista pues no viene dada por el examen de las estructuras capitalistas en la etapa histórica que vivimos sino que es consecuencia de una circunstancia muy especial: ”la problemática actual del sistema capitalista, sumido en una crisis estructural, por lo cual la disyuntiva entre reforma y revolución está más viva que nunca: o se está del lado del reformismo y por tanto del capitalismo o se está del lado de la revolución y, consecuentemente, por la construcción del socialismo. El capitalismo, como podemos observar, es cada vez más extremo, en su imperiosa necesidad por salir de la crisis, sufriendo la clase trabajadora las consecuencias, siendo, por tanto, la única salida beneficiosa para los trabajadores la salida clasista a la crisis: una salida que sea socialista”.
¿Significa entonces, que si el capitalismo fuese capaz de superar la presente crisis y las clases trabajadoras retrocediesen hacia el año 2002-2003 habría que recuperar la tesis del paso previo, es decir, primero Republica Democrática y luego Socialismo?
Pero si el texto anterior corresponde a las palabras emitidas por un Partido Comunista que se precia de revolucionario, las del PCE no les va a la zaga: “Frente a quienes plantean la salida de la crisis en función de la recuperación del beneficio empresarial, desde el PCE valoraremos los resultados de la política del Gobierno en función de la creación de empleo y del avance en los derechos sociales y laborales.
Desde el PCE planteamos la necesidad de conseguir la máxima Unidad Social y Política en torno a una Alternativa Social Anticapitalista…”
La indigencia teórico-práctica arrincona a los nuevos revolucionarios; en ambos casos la apuesta por el socialismo no sigue el discurso marxista, se parte del efecto del fenómeno pero no de la causa. La crisis exacerba las contradicciones en el sistema capitalista pero un partido comunista no adquiere su conciencia revolucionaria por la agudización de la luchas de clases. El papel del partido es explicar en estos momentos cómo las inferencias extremas de la crisis les da la razón en cuanto a su programa revolucionario ya constituido. Un partido Comunista que quiere ser la vanguardia del proletariado no puede improvisar (algo que es distinto a la adecuación). Se actualiza en el instante en que los estudios de la realidad objetiva proporciona los datos suficientes para avanzar o modificar el rumbo; en cambio, se improvisa cuando los acontecimientos van por delante. Entonces, el cambio de rumbo se verifica, no a través de un análisis científico, sino obligado por las circunstancias. Por esa razón ambos postulados se generan sobre bases falsas.
Hace años ya que el PCOE critica a quienes mantienen en sus idearios desde falsas proposiciones “revolucionarias” la revolución procesal, pues las etapas intermedias para llegar al socialismo hace tiempo que no encontraban el sustrato económico-político que le corresponde.
Nuestro Partido advirtió que el desarrollo de las fuerzas productivas de nuestro país, junto con el proceso democrático burgués llevado a cabo por el capital monopolista, obligaba a los comunistas a reconsiderar posiciones que eran reflejos de la decadencia del llamado Movimiento Comunista Internacional y, en consecuencia con nuestras conclusiones, invitábamos a todos los partidos a superar el periodo de confusión teórica que les atenazaba con el propósito de adoptar medidas prácticas en consonancia a los objetivos que había que perseguir. Nos referíamos a la unidad de acción para la construcción del Frente Único del Pueblo, bajo la dirección de las Asambleas de Comités y Delegados de empresas, en la que veíamos y continuamos viendo órganos embrionarios de poder para la lucha por el socialismo.
Los hechos posteriores vienen a darnos la razón. Todas las calles, avenidas y carreteras nos llevan a ese lugar. ¡Cuánto tiempo perdido! A día de hoy, el núcleo que debíamos haber construido entre todos se habría desarrollado al calor de la crisis y probablemente las cosas serían muy diferentes.
¿Acaso estamos delirando? ¿Por qué, entonces ahora, cuanto dijimos en aquel momento y ratificamos en éste, lo hacen suyo como una idea originaria? ASÍ SE ESCRIBE LA HISTORIA
Para ser objetivos hay que afirmar sin ningún género de cortapisas que los partidos de izquierda iban rezagados al principio de la crisis. Se puede comprobar su anacronía con tan sólo lanzar una leve mirada retrospectiva. Hace cuatro años numerosos grupos sostenían criterios diferenciados respecto las posiciones que mantienen en la actualidad. Se criminalizó al neoliberalismo que para ellos constituía la causa primaria de las crueldades del sistema, cuya tesis ha sido el fundamento y el sostén de los foros sociales internacionales, expresión suprema del reformismo más moderno. Al cabo de cuatro años de crisis, hasta el PCE quiere “arremeter” contra el capitalismo y se inventa frentes sociales, que no salen del papel pero que expelen el hedor oportunista de unas elecciones en marcha. Otros, por fin, han abandonado su apuesta por los trasnochados Frentes de Izquierda, así como también parece que han dejado de lado a la Republica Popular para ir directamente hacia el Socialismo, al mismo tiempo que por enésima vez han retocado su táctica de masas. Por último, las llamadas “alternativas” en el movimiento obrero al sindicalismo traidor impulsadas también por la gravedad de la crisis, piden su protagonismo pero hacen ostensión de las flaquezas mentales y físicas que son sus señas de identidad.
¿Qué ha sucedido? Ha sucedido que la crisis ha vapuleado a organizaciones y alternativas falsarias y les ha obligado a sacar la cabeza a flote para no morir asfixiados. La nueva profesión revolucionaria es totalmente oportunista pues no viene dada por el examen de las estructuras capitalistas en la etapa histórica que vivimos sino que es consecuencia de una circunstancia muy especial: ”la problemática actual del sistema capitalista, sumido en una crisis estructural, por lo cual la disyuntiva entre reforma y revolución está más viva que nunca: o se está del lado del reformismo y por tanto del capitalismo o se está del lado de la revolución y, consecuentemente, por la construcción del socialismo. El capitalismo, como podemos observar, es cada vez más extremo, en su imperiosa necesidad por salir de la crisis, sufriendo la clase trabajadora las consecuencias, siendo, por tanto, la única salida beneficiosa para los trabajadores la salida clasista a la crisis: una salida que sea socialista”.
¿Significa entonces, que si el capitalismo fuese capaz de superar la presente crisis y las clases trabajadoras retrocediesen hacia el año 2002-2003 habría que recuperar la tesis del paso previo, es decir, primero Republica Democrática y luego Socialismo?
Pero si el texto anterior corresponde a las palabras emitidas por un Partido Comunista que se precia de revolucionario, las del PCE no les va a la zaga: “Frente a quienes plantean la salida de la crisis en función de la recuperación del beneficio empresarial, desde el PCE valoraremos los resultados de la política del Gobierno en función de la creación de empleo y del avance en los derechos sociales y laborales.
Desde el PCE planteamos la necesidad de conseguir la máxima Unidad Social y Política en torno a una Alternativa Social Anticapitalista…”
La indigencia teórico-práctica arrincona a los nuevos revolucionarios; en ambos casos la apuesta por el socialismo no sigue el discurso marxista, se parte del efecto del fenómeno pero no de la causa. La crisis exacerba las contradicciones en el sistema capitalista pero un partido comunista no adquiere su conciencia revolucionaria por la agudización de la luchas de clases. El papel del partido es explicar en estos momentos cómo las inferencias extremas de la crisis les da la razón en cuanto a su programa revolucionario ya constituido. Un partido Comunista que quiere ser la vanguardia del proletariado no puede improvisar (algo que es distinto a la adecuación). Se actualiza en el instante en que los estudios de la realidad objetiva proporciona los datos suficientes para avanzar o modificar el rumbo; en cambio, se improvisa cuando los acontecimientos van por delante. Entonces, el cambio de rumbo se verifica, no a través de un análisis científico, sino obligado por las circunstancias. Por esa razón ambos postulados se generan sobre bases falsas.
Hace años ya que el PCOE critica a quienes mantienen en sus idearios desde falsas proposiciones “revolucionarias” la revolución procesal, pues las etapas intermedias para llegar al socialismo hace tiempo que no encontraban el sustrato económico-político que le corresponde.
Nuestro Partido advirtió que el desarrollo de las fuerzas productivas de nuestro país, junto con el proceso democrático burgués llevado a cabo por el capital monopolista, obligaba a los comunistas a reconsiderar posiciones que eran reflejos de la decadencia del llamado Movimiento Comunista Internacional y, en consecuencia con nuestras conclusiones, invitábamos a todos los partidos a superar el periodo de confusión teórica que les atenazaba con el propósito de adoptar medidas prácticas en consonancia a los objetivos que había que perseguir. Nos referíamos a la unidad de acción para la construcción del Frente Único del Pueblo, bajo la dirección de las Asambleas de Comités y Delegados de empresas, en la que veíamos y continuamos viendo órganos embrionarios de poder para la lucha por el socialismo.
Los hechos posteriores vienen a darnos la razón. Todas las calles, avenidas y carreteras nos llevan a ese lugar. ¡Cuánto tiempo perdido! A día de hoy, el núcleo que debíamos haber construido entre todos se habría desarrollado al calor de la crisis y probablemente las cosas serían muy diferentes.
¿Acaso estamos delirando? ¿Por qué, entonces ahora, cuanto dijimos en aquel momento y ratificamos en éste, lo hacen suyo como una idea originaria? ASÍ SE ESCRIBE LA HISTORIA