La revolución de Octubre y el ajedrez
escrito por Alexandre García - publicado en Amistad Hispano-Soviética el 3 de marzo de 2017
“El ajedrez aporta la prueba indiscutible de la superioridad de la cultura socialista sobre la cultura decadente de las sociedades capitalistas.”
(Alexander Kótov, obrero y ajedrecista)
De muchos es conocida la hegemonía cuasi absoluta que tuvo la URSS en el ajedrez mundial durante la segunda mitad del siglo XX. De las 19 ediciones del Campeonato Mundial de Ajedrez celebradas entre 1948 hasta la disolución de la URSS, sólo hubo una ocasión en la cual el título mundial fue conseguido por un no-soviético (concretamente en 1972 por el estadounidense Bobby Fischer, quien de hecho había aprendido ruso para poder leer los manuales soviéticos de teoría). Todos los demás campeonatos fueron ganados por jugadores soviéticos. Algo parecido se puede decir de las Olimpiadas de Ajedrez por países, en las que la URSS mantuvo una hegemonía prácticamente ininterrumpida a partir de 1952 (exceptuando las Olimpiadas de Tel Aviv 1964, que la URSS boicoteó, y las de Buenos Aires 1978 en las que la República Popular de Hungría dio la gran sorpresa).
Esto en cuanto al ajedrez masculino. En el ajedrez femenino1, la dominación fue aún más abrumadora. La URSS venció en prácticamente todas las ediciones del Campeonato Mundial Femenino de Ajedrez para mujeres celebradas entre 1950 y 1988 (siendo el campeonato de 1991 ganado por la china Xie Jun), y ello si no contamos con que la jugadora de nacionalidad anglo-checoslovaca Vera Menchik ya lo había ganado en 1927 representando a la URSS. Y en los que respecta a las Olimpiadas de Ajedrez femeninas ocurre lo mismo: la URSS se proclamó ganadora de manera continuada desde su primera edición en 1957 hasta 1986 (las ediciones de 1988 y 1990 siendo ganadas, también, por la República Popular de Hungría).
Pero de lo que se es menos consciente es que aquellos logros tremendos llevan indudablemente el sello de la Gran Revolución de Octubre. Gracias al impulso de la Revolución, la URSS consiguió ser un país donde el ajedrez alcanzó el rango de deporte nacional, de donde salió una cantidad innumerable de Grandes Maestros, y que contribuyó enormemente al ajedrez en el plano teórico, cosa reconocida hoy sin falta por jugadores, especialistas y docentes de todas las opiniones políticas.
Y es que la popularidad que tuvo este juego en la URSS, y el importante lugar que ocupó en la formación intelectual de la sociedad, fueron posibles gracias a un meticuloso trabajo por parte del gobierno soviético a partir de 1917, mediante una política de captación y entrenamiento de talentos infantiles ya desde la escuela, y gracias al cuidado con el que se trataba a los jugadores para que pudiesen desarrollarse hasta niveles profesionales. Tras el triunfo de la Revolución y en la Guerra Civil Rusa (1918-1921), Lenin, que decía que el ajedrez era “la gimnasia de la mente”, así como el conjunto del Partido Comunista (bolchevique), tomaron medidas resueltas para conseguir darle un prestigio intelectual a la nueva Rusia. Los soviéticos quisieron dar un golpe en la mesa, en un afán de demostrar que, en un deporte intelectual, podían ser los mejores.
Antecedentes
Hay que subrayar que previamente a la Revolución, ya existía un cierto de cultivo. El ajedrez se practicaba con cierta dedicación en el Imperio Ruso desde el siglo XVIII, pero estaba reservado para las élites aristocráticas y burguesas: de los 70 millones de personas que habitaban el Imperio, apenas un par de miles practicaban el ajedrez con asiduidad, y solo unos cientos frecuentaban clubes y torneos. La escasez de medios era tal que las personas que poseían algún libro sobre ajedrez no pasaban de las 150.
A pesar de ello, surgió alrededor de una veintena de jugadores que jugaban a un nivel magistral, como Petrov, Shumov, Schiffers, o el más importante de ellos, Mijaíl Chigorin (1850-1908), considerado como el padre de la llamada “escuela rusa de ajedrez”. Pese a no hacerse nunca con el título de campeón del mundo oficial, Chigorin estuvo en la élite mundial entre 1883 y 1898, compitiendo con jugadores de la talla de Wilhelm Steinitz o Emmanuel Lasker, y llegando incluso a disputar el match por el título mundial en La Habana en 1892 contra el mismo Steinitz.
Chigorin fue un jugador creativo, algo irregular en las competiciones, pero que hizo grandes contribuciones a la teoría ajedrecística. Partidario del juego abierto y de la belleza para alcanzar la victoria, fue de los pocos que se atrevieron a refutar algunas de las ideas posicionales de Steinitz que predominaban en la época2. Chigorin defendía que lo fundamental era un rápido desarrollo de las piezas para atacar rápidamente el enroque del rival, y no tanto el ir acumulando pequeñas ventajas. (lo que hoy se llamaría un jugador de ataque). Respondía a las aperturas cerradas defendidas por Steinitz con defensas que no estaban en la teoría, pero que degeneraban en partidas cuyas posiciones se volvían muy abiertas. De esas innovaciones nació, por ejemplo, la llamada “Defensa Chigorin” contra el Gambito de Dama. Si bien esta última no ha alcanzado nunca una gran popularidad, lo cierto es que las ideas de Chigorin supusieron un gran avance en la teoría de aperturas, y sus ideas sirvieron de base sobre la que después se desarrollaría la escuela soviética.
Chigorin desempeñó un importante papel para que el ajedrez adquiera popularidad en Rusia, organizando los primeros torneos exclusivamente para jugadores rusos. Con las ganancias, impulsó varias revistas de ajedrez, como “El heraldo de ajedrez” y “La hoja de ajedrez”, que sacaban unos pocos cientos de ejemplares y apenas se sostenían económicamente. En ellas colaboraban con asiduidad grandes maestros rusos, gracias al tiempo libre que les dejaba la falta de torneos.
Gracias a los esfuerzos de Chigorin y otros colaboradores, a principios del siglo XX ya eran unos 500 en Rusia los aficionados a la práctica organizada del ajedrez. De ellos, medio centenar ya era capaz de competir con los Grandes Maestros de Europa. Pero el nivel de los jugadores rusos aún estaba lejos de alcanzar al de los jugadores alemanes o austriacos.
La misma URSS reconocería más tarde la contribución de Chigorin al ajedrez soviético, cuando en 1958 emitió un sello conmemorando a este jugador.
Chigorin influyó de manera especial en otro jugador, Alexander Alekhine, campeón del mundo en 1927, 1929, 1934 y 1937, y que antes de la I Guerra Mundial, ya cosechaba éxitos en torneos de ajedrez, siéndole entregado el título de Gran Maestro por el mismísimo Zar.
Es difícil relacionar directamente a Alekhine con la URSS, puesto que en el momento de ganar sus cuatro títulos mundiales había adquirido la nacionalidad francesa, y además no era precisamente un bolchevique (su padre era terrateniente y su madre era hija de un empresario). De hecho, con la Revolución de Octubre su familia fue despojada de sus bienes, por lo que emigró a Francia, adoptando la nacionalidad francesa en 1925. No obstante, su carrera coincide parcialmente con la aparición de la URSS, y de hecho, se encontraba en Moscú durante la Revolución.
Exponente de la llamada escuela hipermoderna3 de ajedrez, el juego de Alekhine encerraba una gran riqueza de ideas y una desbordante fantasía. Según Gary Kaspárov fue “probablemente el primer profesional de ajedrez”. Era un jugador muy serio, con una gran capacidad de trabajo, y excelente en muchas facetas del juego. Era un virtuoso del ajedrez de ataque, cosa que aunaba con una técnica exquisita para los finales (hasta el punto de que fue capaz de vencer al gran experto en finales José Raúl Capablanca en el Campeonato Mundial de 1927) y un profundo sentido estratégico. Pese a ser un personaje polémico y políticamente reprobable4, la escuela soviética siempre consideró que había un hilo rojo entre el ajedrez dinámico de Chigorin y Alekhine y el gusto por el juego de ataque de jugadores soviéticos como David Bronstein o Mijaíl Tal.
El impulso de la Revolución de Octubre
Como hemos apuntado antes, a principios del siglo XX, el ajedrez estaba reservado para unas élites restringidas. Esta situación empezó a cambiar radicalmente a partir de la Revolución de Octubre. Siguiendo las directrices de Lenin, los bolcheviques orientaron el juego hacia toda la población, promoviéndolo en la educación primaria, donde pasó a ser una asignatura complementaria. Veían en la práctica del ajedrez un medio para conducir el ideario, la conducta y la disciplina comunista, pues los valores de este juego –paciencia, disciplina, capacidad intelectual y trabajo colectivo, pues el ajedrez es un juego de equipo, en el que cada pieza debe coordinarse con las demás– se ajustaban al sistema de valores que se deseaba defender en la nueva sociedad socialista. Según Nikolai Krylenko, Comisario del Pueblo para Asuntos Militares, el ajedrez era “una expresión de los modos marxistas de pensamiento”.
Además, las condiciones económicas de la nueva Rusia empujaban a ello. Tras siete años de guerra con Alemania y guerra civil, la pobreza y la devastación de la economía eran abrumadoras. Los dirigentes bolcheviques vieron en el ajedrez un medio barato de prestigiar a la URSS, pues no requería de grandes inversiones. Para impulsar este juego, no hacen falta pistas de atletismo, ni gimnasios ni estadios de futbol, sólo un tablero de madera, unas piezas y un reloj.
Anatoli Kárpov describió aquella época con estas palabras: “[el ajedrez] era parte de la vida de la alta sociedad rusa y también lo jugaban algunos grandes escritores y científicos en la época imperial. Tras la Revolución, el nuevo poder decidió que Rusia era un país con mal nivel educativo, porque después de la Revolución muchos intelectuales dejaron el país. Eso provocó que hubiera que construir una nueva, por así decirlo, inteligencia o población bien formada. Pensaron que una de las formas más sencillas e inteligentes para hacerlo era a través del ajedrez… El nuevo poder decidió utilizar el ajedrez para educar a la gente y tuvo éxito.”
La gran tarea de divulgar el ajedrez recayó primero sobre Alexander Ilín-Zhenevski,que se hacía llamar así en recuerdo a su exilio en Ginebra suiza en la época de la lucha en clandestinidad de los bolcheviques.
Comisario de la Organización General de Reservistas de Moscú. Gran aficionado al ajedrez, introdujo su práctica en el Ejército Rojo. Estaba convencido de que el ajedrez podía jugar un papel importante en el plano político y que debía estar subordinado a la lucha ideológica.
Los primeros progresos tardaron poco en llegar. Antes de la guerra civil (1918-1921), los sindicatos ya organizaban un pequeño torneo en la República Soviética de Transcaucasia. Después, en plena guerra civil, Ilín-Zhenevski organizó la primera Olimpiada de Ajedrez de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia en octubre de 1920. Aquel torneo supuso el aldabonazo inicial para la organización de otros muchos otros en Moscú y Leningrado, como el torneo Internacional de Moscú de 1925 en el que Ilín-Zhenevski se convirtió en el primer soviético en derrotar al campeón mundial José Raúl Capablanca.
En 1924 se fundó la Sección de Ajedrez del Consejo Supremo de Cultura Física, y después se fundaron secciones similares en los Consejos de Cultura Física locales. El comandante en jefe del Ejército Rojo Nikolái Krylenko, a cargo de la misma, lanzó la consigna: “¡Llevad el ajedrez a los trabajadores! Debemos acabar de una vez por todas con la neutralidad del ajedrez, hemos de organizar brigadas de choque de jugadores de ajedrez y empezar de inmediato a cumplir el plan quinquenal del ajedrez.”
La escuela soviética se puso en marcha, caracterizándose por un afán de descubrir jóvenes talentos desde muy temprana edad, con un sistema de entrenamiento al más alto nivel, lográndose grandes avances en los métodos de enseñanza. De esta manera surgieron entrenadores de ajedrez altamente especializados como Romanovsky, Rabinóvich y Levenfish, los cuales, asesorados por especialistas en psicología y pedagogía como Vigotsky, Luria y Leontiev, idearon un sistema de enseñanza de máximo desempeño. Así, el ajedrez llego a tener un lugar reservado en los palacios de pioneros, en los que siempre había siempre una sección de ajedrez compuesta por niños de entre 6 y 17 años.
El sistema educativo soviético se ocupó trató desde el principio de llevar el ajedrez a las escuelas y las fábricas. Ello hizo posible la aparición de jugadores de alto nivel con un origen muy humilde, cosa absolutamente impensable en aquella época en Occidente. Ejemplo de ello lo tenemos en Alexander Kótov, hijo de un obrero de Tula, ingeniero de profesión y ganador del Torneo Interzonal de Estocolmo de 1952, por delante de Petrosián.
El número de aficionados en la URSS se disparó durante los años 20 y 30. De unos 1000 jugadores registrados en 1923, se pasó a 150.000 en 1929. Los sindicatos y los clubes de trabajadores fueron el alma de este movimiento de apasionamiento por el juego. A finales de los años 20, cada sindicato tenía un equipo con 28 jugadores registrados. Para hacernos una idea del lugar que ocupaba el ajedrez entre buena parte del proletariado soviético, baste decir que la fábrica automovilística Likachov de Moscú contaba con clubes de 26 deportes diferentes, siendo el de ajedrez el más grande. También se organizaban competiciones entre universidades e institutos científicos.
El resultado de décadas de dedicación al ajedrez fue que a mediados de los años 80, un total de 4.200.000 personas estaban inscritas en la Federación Soviética de Ajedrez, de las que más de un centenar poseía el título de Gran Maestro. Cada año, cientos de miles de niños participaban en el torneo “Torre Blanca”. En total, se estimaba que unos 12 millones de ciudadanos jugaban al ajedrez con asiduidad.
Inicio de la supremacía soviética
Después del final de la II Guerra Mundial, el trabajo realizado por el gobierno de la URSS empezó realmente a dar sus frutos. Ello se materializó en la persona de Mijaíl Botvínnik (1911-1995), patriarca del ajedrez soviético, seis veces campeón de la URSS y cinco veces campeón del mundo (en 1948, 1951, 1954, 1958 y 1961). Fue el primero de la larga serie de jugadores soviéticos que dominaron el ajedrez mundial durante la segunda mitad del siglo XX. Según Gary Kaspárov, con Botvínnik se produce en el ajedrez un “salto verdaderamente revolucionario.
Botvínnik fue el precursor del llamado método soviético de preparación, un aspecto del juego que en sí mismo es una de las grandes contribuciones de la URSS. Este cuidadoso sistema de preparación fue hecho posible gracias al apoyo que los jugadores recibían del Estado. A diferencia de en Occidente, a los jugadores soviéticos se les suministraba todo el apoyo económico y material necesario, y se les ponía al corriente de la práctica y las innovaciones teóricas en todo el mundo, facilitándoles gran cantidad de libros, revistas, boletines, etc., que se publicaban permanente en la URSS. Bobby Fischer siempre afirmó envidiar el respeto y el apoyo económico que los jugadores soviéticos recibían por parte del Estado.
En su libro La Escuela Soviética de Ajedrez, Botvínnik decía: “Debe darse crédito a los maestros soviéticos por haber elaborado métodos de preparación. El nuestro, está disponible para todos y podemos asumir que la mayoría de los maestros soviéticos lo emplea cuando se prepara para alguna competencia importante. La parte más destaca del sistema consiste en la preparación de aperturas, entrenamiento físico, prácticas para corregir defectos; también cuestiones relacionadas con la rutina de los torneos”.
Los manuales de preparación de la URSS hacían especial hincapié en la importancia de tener una buena condición física, de tal manera que se aconsejaba a los jugadores que participaran en los programas de entrenamiento físico del GTO (Gotov ka Trudu i Oboronnie, “Preparación para el Trabajo y la Defensa de la URSS”). Los entrenadores se tomaban este aspecto del juego tan en serio que las preparaciones de los torneos se llegaron a hacer en balnearios. En el año 1953, de cara a la preparación del torneo de candidatos al título mundial de Zurich, el equipo nacional soviético (compuesto por Smyslov, Keres, Bronstein, Petrosián, Geller, Kótov, Taimánov, Averbaj y Boleslavski) estuvo dos semanas dedicándose exclusivamente a la preparación física, con entrenadores de natación, atletismo y especialistas en dietética. Solo a partir de la tercera semana empezaron a tocar el tablero.
Es más, hay que subrayar que algunos grandes maestros soviéticos destacaron en otros deportes. Puede mencionarse a Keres, que fue varias veces campeón nacional de tenis en la Estonia independiente, a Geller, notable jugador de baloncesto, y a Spassky, que corría los 100 metros en 11 segundos.
Otro aspecto a destacar del sistema de preparación era el minucioso estudio de las aperturas. Botvínnik cuenta que cuando se preparaba para jugar el match con el checoslovaco Salomon Flohr en 1933, analizó más de 100 partidas suyas antes de decidir qué aperturas tenía que jugar. Casi 30 años después, Botvínnik atribuyó su triunfo en el match de revancha en 1961 por el título mundial contra Mijaíl Tal a la floja preparación de éste en las aperturas.
El simple estudio de las partidas ya consumía para los ajedrecistas soviéticos cientos de horas y meses de estudio. Esto les permitía extraer conclusiones sobre las cualidades y los defectos de los adversarios. También jugaban un papel importante las partidas de entrenamiento, en las cuales se sometían a prueba nuevas variantes y se podían corregir defectos del jugador, llevando las partidas a posiciones en el tablero que no eran de su agrado.
Los soviéticos le daban mucha importancia al estudio de las tres fases del juego (apertura-medio juego-final), en coherencia con una visión dialéctica del mundo, que no concibe las fases del juego como aisladas entre sí. Siguiendo el consejo de Capablanca, que decía que “el ajedrez se aprende empezando por el final”, en las escuelas se hacía especial hincapié en que los niños aprendieran a manejarse en diversos tipos de final de partida, para aprender la autonomía de las piezas y su técnica de manejo (cosa que dio lugar a la expresión periodística sobre “la técnica soviética”), saber en qué casos un alfil es superior a un caballo, etc.
Al mismo tiempo, se analizaban las aperturas en conexión con el medio juego, o inclusive con un posible final de partida, en la que uno u otro bando tenga una desventaja estructural. De hecho, la importancia que se le da hoy en día al hecho de que, tras los primeros movimientos, un bando se queda con una o dos islas de peones y otro con dos o tres islas5, quedando éste en inferioridad estructural, es una aportación típicamente soviética. Mediante el estudio de este aspecto del juego querían saber qué variantes de una apertura permitían llegar una ventaja ganadora.
Y es que anteriormente, había una tendencia a analizar superficialmente las variantes de una apertura, y limitarse a decir que tal o cual bando tenía ventaja. Los soviéticos quisieron ir más lejos, experimentando con las aperturas llevándolas hasta el medio juego, para averiguar de qué manera esa ventaja estratégica podía convertirse en victoria. La mayor preparación que tenían en el estudio del desarrollo del medio juego pudo constatarse en un partida de un match Estados Unidos-URSS de 1945 entre Smyslov y Reschevsky, en la que tras la jugada 20, Smyslov apenas había gastado 6 minutos de reloj, mientras que Reschevsky, que era un genio natural, ya se encontraba apurado de tiempo.
Por último, los especialistas soviéticos consideraban que otro requisito para alcanzar el mayor nivel ajedrecístico era tener una buena cultura general y variados intereses intelectuales. Se pueden mencionar al respecto los trabajos de Botvínnik en el campo de la ingeniería eléctrica, el talento musical de Taimánov y Smyslov, o el hecho de que Kárpov haya sido catedrático de economía en la Universidad Lomonósov de Moscu. Ello se hacía valer oponiéndolo al limitado horizonte intelectual de algunos jugadores de Occidente como Bobby Fischer, que abandonó la escuela secundaria para dedicarse al ajedrez.
Volvamos a la trayectoria Botvínnik. Durante los años 30, los maestros soviéticos eran prácticamente desconocidos en Occidente, hasta que llegó Botvínnik, a quien se le dio un permiso para jugar torneos de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), con la condición de que ganara. Botvínnik pronto alcanzó la élite mundial, ganando en el torneo de Moscú de 1935, por delante de Lasker y Capablanca, y ganando contra Alekhine en el torneo AVRO de Holanda de 1938, donde quedó tercero. Por ello, la popularidad de Botvínnik en la URSS llegó a ser inmensa: todo el mundo, hasta gente analfabeta, sabía por todos los rincones de la URSS quién era Mijaíl Botvínnik.
Tras la II Guerra Mundial, Botvínnik fue miembro del equipo nacional que venció en todas las olimpiadas de ajedrez entre 1952 y 1964. Fue en la olimpiada de Helsinki 1952 cuando se empezó a ver quién iba a dominar el ajedrez mundial. Era la primera vez que la URSS participaba como equipo nacional, además con la incorporación del genial jugador de ataque Paul Keres (gracias a la incorporación de Estonia a la URSS). En aquel torneo se constató lo que todo el mundo ya sospechaba antes: ya en 1948, de los cinco aspirantes individuales al título mundial (que en teoría deberían haber sigo seis, pero el estadounidense Reuben Fine renunció a su plaza), estaban el holandés Euwe y el estadounidense Reshevsky como jugadores no soviéticos, y los otros tres eran Botvínnik, Keres y Smyslov. Era normal sospechar que algo estaba a punto de irrumpir. En las Olimpiadas de 1952, la URSS aplastó al resto de equipos, incluyendo a los Estados Unidos, que habían ganado las anteriores cuatro ediciones. El sueño de Lenin se había hecho realidad.
Cabe subrayar el hecho de que se incluso era más difícil ganar el campeonato nacional de la URSS que el propio título mundial. Ello se debía a que para clasificarse para el campeonato mundial había que jugar un torneo zonal, y luego otro interzonal, del que se clasificaban ocho jugadores para disputar el torneo de candidatos al título mundial, y del cual no se podían clasificar más de tres jugadores con la misma nacionalidad. Pero en cambio jugar el campeonato nacional de la URSS suponía tener que enfrentarse a Keres, Smyslov, Geller, Petrosián, Bronstein, Taimánov, Averbaj, Kótov, Tal, Tolush, Boleslavsky, y un largo etcétera. En la XIX edición del campeonato en 1951, Keres se hizo con el título de campeón nacional, ¡mientras que Botvínnik, que era el campeón del mundo reinante, quedó en quinto lugar! Otro apunte para ilustrar lo tremendamente competitivo que era el campeonato es que el mismísimo Gary Kaspárov nunca fue capaz de ganarlo en solitario: de sus cuatro participaciones, fue noveno en 1978, segundo en 1979, y empató en el primer puesto con Psajis en 1981 y con Kárpov en 1988.
Cuando se habla de la escuela soviética de ajedrez, muchas veces se piensa en jugadores de ataque con un estilo de juego dinámico, rápido y agresivo. Pero Botvínnik era un jugador muy posicional. La clave de su éxito residía en sus rigurosos estudios de las aperturas, muy por encima de cualquier otro jugador de la época, en un cálculo profundo y en una aguda técnicas en los finales. Su estilo de juego era poco apasionante, con planteamientos eran muy lógicos, pero profundizaba como nadie en las posiciones, por lo que era muy difícil ganarle, debido a la solidez de su juego. Sabía explotar la más mínima ventaja que le concediera el rival, estilo de juego emulado posteriormente por jugadores como Petrosián o Kárpov. A partir de 1960 se dedicaría al desarrollo de programas informáticos de ajedrez y a la formación de jóvenes ajedrecistas. Gary Kaspárov y Anatoli Kárpov se encontrarían entre sus alumnos.
Considerado en su época como el mejor jugador de la historia, fue el paradigma del jugador soviético: jugador muy estudioso, que se preparaba mucho las partidas, con un estilo muy profesional. Con él, el ajedrez se convirtió en una verdadera ciencia, demostrando que una buena preparación era la clave de un éxito duradero. Su dedicación era tal, que él, que detestaba el humo de los cigarrillos, se acostumbró a jugar partidas de entrenamiento con Viacheslav Ragozin, fumador asiduo, pidiéndole que fumara constantemente mientras jugaban.
Después de Botvínnik vinieron todos los demás jugadores soviéticos que dominaron el ajedrez mundial de manera ininterrumpida hasta la caída de la URSS, si exceptuamos el breve periodo de Bobby Fischer entre 1972-1975, tras su victoria en el “match del siglo” que le enfrentó a Spassky. Estos jugadores fueron los siguientes: el ruso Vassili Smyslov (1957-1958), el letón Mijaíl Tal (1960-1961), el armenio Tigrán Petrosián (1963-1969), el ruso Boris Spassky (1969-1972), el ruso Anatoli Kárpov (1975-1985) y el ruso-armenio Gary Kaspárov (1985-1990). Después, tras la caída de la URSS, los rusos Anatoli Kárpov y Alexander Jálifman se siguieron proclamando vencedores del campeonato mundial de la FIDE entre 1993 y 1999, mientras que en el campeonato mundial de la Professional Chess Association6, los rusos Gary Kaspárov y Vladimir Kramnik mantuvieron el título mundial entre 1993 y 2004.
En cuanto al Campeonato del Mundo de Ajedrez femenino, éstos son los nombres gloriosos de las jugadoras que llevaron en alto la bandera de la URSS a partir de 1949: la ucraniana Liudmila Rudenko (1949), la rusa Elizavieta Bykova (1953-1959), la georgiana Nona Gaprindachvili (1962-1975) y la georgiana Maia Chiburdanidze (1978-1988).
Un legado que pervive
Hoy la URSS ya no existe, pero la influencia del ajedrez soviético se sigue manteniendo a día de hoy, tanto en el plano de la enseñanza como en las competiciones de alto nivel. Las escuelas de Moscú y San Petersburgo en Rusia y las de Kiev, Odessa y Lvov en Ucrania se mantienen entre las líderes del mundo, pero las escuelas de países anteriormente pertenecientes a la URSS, principalmente Armenia, Georgia y Azerbaiyán, compiten con éxito con las rusas y ucranianas. Hoy, es imposible hablar de la historia del ajedrez sin mencionar a los Grandes Maestros de la era soviética, a la vez que su enriquecimiento de la teoría ajedrecística ya es patrimonio de todas las academias y escuelas a lo largo y ancho del mundo.
Estos inmensos logros de la URSS en el campo ajedrecístico son inseparables del socialismo como formación socio-económica superior al sistema capitalista.
Existe una ligazón estrecha entre socialismo y ajedrez, tanto por sus beneficios en la educación de los niños (desarrollando en ellos valores éticos), como por ser un deporte que estimula la mente, además de fomentar la capacidad de análisis y reflexión, la capacidad de decisión, la creatividad y el espíritu crítico.
Ni qué decir tiene que, debido a la influencia soviética, la popularidad del ajedrez conoció un auge creciente en resto de países de la comunidad socialista o en aquellos que en día iniciaron la senda del socialismo. Finalizaremos este artículo con una serie de datos que en la actualidad demuestran claramente la huella de la Revolución de Octubre y la construcción socialista en el siglo XX en el ajedrez mundial:
Tras la caída de la URSS, en todos los Campeonatos del Mundo de la FIDE celebrados entre 1993 y 2006, se proclamaron vencedores jugadores nacidos en países socialistas: como ya hemos dicho anteriormente, los rusos Anatoli Kárpov (1993-1998) y Alexander Jálifman (1999); el ucraniano Ruslán Ponomariov en 2002; el uzbeco Rustam Kasimdzhánov en 2004; el búlgaro Veselin Topálov en 2005, y el ruso Vladimir Krámnik en 2006 (con la excepción del Campeonato Mundial del año 2000 que fue ganado por el hindú Viswanathan Anand, no obstante jugando en la final frente al letón Alexéi Shírov).
Esto era en cuanto a la categoría masculina. En el ajedrez femenino, hasta el día de hoy la dominación por parte de mujeres nacidas en países socialistas ha sido absoluta. Estos son los nombres de las campeonas: la china Xie Jun (1991-1993 y 1999-2001); la húngara y hermana de Judit Pólgar, Zsuzsa Polgár (1996); la búlgara Antoaneta Stefanova (2004); la china Xu Yuhua (2006); la búlgara Alexandra Kosteniuk (2008); la china Hou Yifan (2010, 2011, 2013 y 2016) y las ucranianas Anna Ushenina (2012) y Mariya Muzychuk (2015). En el momento de escribir estas líneas, se estaba jugando en Teherán la final del Campeonato Mundial de Ajedrez femenino entre la china Zhongy Tan y la hermana de Mariya Muzychuk, Anna Muzychuk.
Todos estos datos nos demuestran hasta qué punto la cuestión del feminismo debe ir unida al comunismo.
En cuanto a las Olimpiadas de Ajedrez, también es preciso decir que en la categoría masculina se han proclamado vencedores de manera ininterrumpida países socialistas o países de la antigua URSS entre 1992 y 2014 (hasta que en 2016 los Estados Unidos de América se hicieron la medalla de oro): Rusia (1992-2002); Ucrania (2004 y 2010); Armenia (2006-2008 y 2012) y República Popular China (2014). Huelga subrayar que en las últimas Olimpiadas, en las que los Estados Unidos se proclamaron vencedores, Ucrania y Rusia se hicieron respectivamente con la medalla de plata y la medalla de bronce.
En la categoría femenina de las Olimpiadas, los países ganadores han sido, después de Hungría en 1988 y 1990, Ucrania (1992 y 2006); Georgia (1994-1996 y 2008); República Popular China (1998-2004 y 2014-2016); y Rusia (2010-2012).
En cuanto al ranking mundial de la FIDE7 (que es algo así como el equivalente del ranking de la ATP en Tenis), hay que decir que en los últimos años han desaparecido de los primeros puestos muchos jugadores provenientes de la antigua URSS (aunque encontramos8, entre otros, a Krámnik en el 4º puesto, a la joven promesa rusa Serguei Karjakin en el 8º, y al cubano Leinier Domínguez en el 22º, un dato que dice mucho sobre los logros de la revolución cubana). Pero en lo que respecta a la clasificación exclusiva de mujeres9, vemos que entre los diez primeros puestos encontramos a dos chinas, dos ucranianas, dos rusas, una lituana y una búlgara.
Si en cambio miramos en la página web de la FIDE la clasificación por países10 (mujeres y hombres confundidos), vemos que Rusia está en el primer puesto, la República Popular China en el 3º, Ucrania en el 4º, Azerbaiyán en el 6º, Polonia en el 8º y Armenia en el 10º.
escrito por Alexandre García - publicado en Amistad Hispano-Soviética el 3 de marzo de 2017
“El ajedrez aporta la prueba indiscutible de la superioridad de la cultura socialista sobre la cultura decadente de las sociedades capitalistas.”
(Alexander Kótov, obrero y ajedrecista)
De muchos es conocida la hegemonía cuasi absoluta que tuvo la URSS en el ajedrez mundial durante la segunda mitad del siglo XX. De las 19 ediciones del Campeonato Mundial de Ajedrez celebradas entre 1948 hasta la disolución de la URSS, sólo hubo una ocasión en la cual el título mundial fue conseguido por un no-soviético (concretamente en 1972 por el estadounidense Bobby Fischer, quien de hecho había aprendido ruso para poder leer los manuales soviéticos de teoría). Todos los demás campeonatos fueron ganados por jugadores soviéticos. Algo parecido se puede decir de las Olimpiadas de Ajedrez por países, en las que la URSS mantuvo una hegemonía prácticamente ininterrumpida a partir de 1952 (exceptuando las Olimpiadas de Tel Aviv 1964, que la URSS boicoteó, y las de Buenos Aires 1978 en las que la República Popular de Hungría dio la gran sorpresa).
Esto en cuanto al ajedrez masculino. En el ajedrez femenino1, la dominación fue aún más abrumadora. La URSS venció en prácticamente todas las ediciones del Campeonato Mundial Femenino de Ajedrez para mujeres celebradas entre 1950 y 1988 (siendo el campeonato de 1991 ganado por la china Xie Jun), y ello si no contamos con que la jugadora de nacionalidad anglo-checoslovaca Vera Menchik ya lo había ganado en 1927 representando a la URSS. Y en los que respecta a las Olimpiadas de Ajedrez femeninas ocurre lo mismo: la URSS se proclamó ganadora de manera continuada desde su primera edición en 1957 hasta 1986 (las ediciones de 1988 y 1990 siendo ganadas, también, por la República Popular de Hungría).
Pero de lo que se es menos consciente es que aquellos logros tremendos llevan indudablemente el sello de la Gran Revolución de Octubre. Gracias al impulso de la Revolución, la URSS consiguió ser un país donde el ajedrez alcanzó el rango de deporte nacional, de donde salió una cantidad innumerable de Grandes Maestros, y que contribuyó enormemente al ajedrez en el plano teórico, cosa reconocida hoy sin falta por jugadores, especialistas y docentes de todas las opiniones políticas.
Y es que la popularidad que tuvo este juego en la URSS, y el importante lugar que ocupó en la formación intelectual de la sociedad, fueron posibles gracias a un meticuloso trabajo por parte del gobierno soviético a partir de 1917, mediante una política de captación y entrenamiento de talentos infantiles ya desde la escuela, y gracias al cuidado con el que se trataba a los jugadores para que pudiesen desarrollarse hasta niveles profesionales. Tras el triunfo de la Revolución y en la Guerra Civil Rusa (1918-1921), Lenin, que decía que el ajedrez era “la gimnasia de la mente”, así como el conjunto del Partido Comunista (bolchevique), tomaron medidas resueltas para conseguir darle un prestigio intelectual a la nueva Rusia. Los soviéticos quisieron dar un golpe en la mesa, en un afán de demostrar que, en un deporte intelectual, podían ser los mejores.
Antecedentes
Hay que subrayar que previamente a la Revolución, ya existía un cierto de cultivo. El ajedrez se practicaba con cierta dedicación en el Imperio Ruso desde el siglo XVIII, pero estaba reservado para las élites aristocráticas y burguesas: de los 70 millones de personas que habitaban el Imperio, apenas un par de miles practicaban el ajedrez con asiduidad, y solo unos cientos frecuentaban clubes y torneos. La escasez de medios era tal que las personas que poseían algún libro sobre ajedrez no pasaban de las 150.
A pesar de ello, surgió alrededor de una veintena de jugadores que jugaban a un nivel magistral, como Petrov, Shumov, Schiffers, o el más importante de ellos, Mijaíl Chigorin (1850-1908), considerado como el padre de la llamada “escuela rusa de ajedrez”. Pese a no hacerse nunca con el título de campeón del mundo oficial, Chigorin estuvo en la élite mundial entre 1883 y 1898, compitiendo con jugadores de la talla de Wilhelm Steinitz o Emmanuel Lasker, y llegando incluso a disputar el match por el título mundial en La Habana en 1892 contra el mismo Steinitz.
Chigorin fue un jugador creativo, algo irregular en las competiciones, pero que hizo grandes contribuciones a la teoría ajedrecística. Partidario del juego abierto y de la belleza para alcanzar la victoria, fue de los pocos que se atrevieron a refutar algunas de las ideas posicionales de Steinitz que predominaban en la época2. Chigorin defendía que lo fundamental era un rápido desarrollo de las piezas para atacar rápidamente el enroque del rival, y no tanto el ir acumulando pequeñas ventajas. (lo que hoy se llamaría un jugador de ataque). Respondía a las aperturas cerradas defendidas por Steinitz con defensas que no estaban en la teoría, pero que degeneraban en partidas cuyas posiciones se volvían muy abiertas. De esas innovaciones nació, por ejemplo, la llamada “Defensa Chigorin” contra el Gambito de Dama. Si bien esta última no ha alcanzado nunca una gran popularidad, lo cierto es que las ideas de Chigorin supusieron un gran avance en la teoría de aperturas, y sus ideas sirvieron de base sobre la que después se desarrollaría la escuela soviética.
Chigorin desempeñó un importante papel para que el ajedrez adquiera popularidad en Rusia, organizando los primeros torneos exclusivamente para jugadores rusos. Con las ganancias, impulsó varias revistas de ajedrez, como “El heraldo de ajedrez” y “La hoja de ajedrez”, que sacaban unos pocos cientos de ejemplares y apenas se sostenían económicamente. En ellas colaboraban con asiduidad grandes maestros rusos, gracias al tiempo libre que les dejaba la falta de torneos.
Gracias a los esfuerzos de Chigorin y otros colaboradores, a principios del siglo XX ya eran unos 500 en Rusia los aficionados a la práctica organizada del ajedrez. De ellos, medio centenar ya era capaz de competir con los Grandes Maestros de Europa. Pero el nivel de los jugadores rusos aún estaba lejos de alcanzar al de los jugadores alemanes o austriacos.
La misma URSS reconocería más tarde la contribución de Chigorin al ajedrez soviético, cuando en 1958 emitió un sello conmemorando a este jugador.
Chigorin influyó de manera especial en otro jugador, Alexander Alekhine, campeón del mundo en 1927, 1929, 1934 y 1937, y que antes de la I Guerra Mundial, ya cosechaba éxitos en torneos de ajedrez, siéndole entregado el título de Gran Maestro por el mismísimo Zar.
Es difícil relacionar directamente a Alekhine con la URSS, puesto que en el momento de ganar sus cuatro títulos mundiales había adquirido la nacionalidad francesa, y además no era precisamente un bolchevique (su padre era terrateniente y su madre era hija de un empresario). De hecho, con la Revolución de Octubre su familia fue despojada de sus bienes, por lo que emigró a Francia, adoptando la nacionalidad francesa en 1925. No obstante, su carrera coincide parcialmente con la aparición de la URSS, y de hecho, se encontraba en Moscú durante la Revolución.
Exponente de la llamada escuela hipermoderna3 de ajedrez, el juego de Alekhine encerraba una gran riqueza de ideas y una desbordante fantasía. Según Gary Kaspárov fue “probablemente el primer profesional de ajedrez”. Era un jugador muy serio, con una gran capacidad de trabajo, y excelente en muchas facetas del juego. Era un virtuoso del ajedrez de ataque, cosa que aunaba con una técnica exquisita para los finales (hasta el punto de que fue capaz de vencer al gran experto en finales José Raúl Capablanca en el Campeonato Mundial de 1927) y un profundo sentido estratégico. Pese a ser un personaje polémico y políticamente reprobable4, la escuela soviética siempre consideró que había un hilo rojo entre el ajedrez dinámico de Chigorin y Alekhine y el gusto por el juego de ataque de jugadores soviéticos como David Bronstein o Mijaíl Tal.
El impulso de la Revolución de Octubre
Como hemos apuntado antes, a principios del siglo XX, el ajedrez estaba reservado para unas élites restringidas. Esta situación empezó a cambiar radicalmente a partir de la Revolución de Octubre. Siguiendo las directrices de Lenin, los bolcheviques orientaron el juego hacia toda la población, promoviéndolo en la educación primaria, donde pasó a ser una asignatura complementaria. Veían en la práctica del ajedrez un medio para conducir el ideario, la conducta y la disciplina comunista, pues los valores de este juego –paciencia, disciplina, capacidad intelectual y trabajo colectivo, pues el ajedrez es un juego de equipo, en el que cada pieza debe coordinarse con las demás– se ajustaban al sistema de valores que se deseaba defender en la nueva sociedad socialista. Según Nikolai Krylenko, Comisario del Pueblo para Asuntos Militares, el ajedrez era “una expresión de los modos marxistas de pensamiento”.
Además, las condiciones económicas de la nueva Rusia empujaban a ello. Tras siete años de guerra con Alemania y guerra civil, la pobreza y la devastación de la economía eran abrumadoras. Los dirigentes bolcheviques vieron en el ajedrez un medio barato de prestigiar a la URSS, pues no requería de grandes inversiones. Para impulsar este juego, no hacen falta pistas de atletismo, ni gimnasios ni estadios de futbol, sólo un tablero de madera, unas piezas y un reloj.
Anatoli Kárpov describió aquella época con estas palabras: “[el ajedrez] era parte de la vida de la alta sociedad rusa y también lo jugaban algunos grandes escritores y científicos en la época imperial. Tras la Revolución, el nuevo poder decidió que Rusia era un país con mal nivel educativo, porque después de la Revolución muchos intelectuales dejaron el país. Eso provocó que hubiera que construir una nueva, por así decirlo, inteligencia o población bien formada. Pensaron que una de las formas más sencillas e inteligentes para hacerlo era a través del ajedrez… El nuevo poder decidió utilizar el ajedrez para educar a la gente y tuvo éxito.”
La gran tarea de divulgar el ajedrez recayó primero sobre Alexander Ilín-Zhenevski,que se hacía llamar así en recuerdo a su exilio en Ginebra suiza en la época de la lucha en clandestinidad de los bolcheviques.
Comisario de la Organización General de Reservistas de Moscú. Gran aficionado al ajedrez, introdujo su práctica en el Ejército Rojo. Estaba convencido de que el ajedrez podía jugar un papel importante en el plano político y que debía estar subordinado a la lucha ideológica.
Los primeros progresos tardaron poco en llegar. Antes de la guerra civil (1918-1921), los sindicatos ya organizaban un pequeño torneo en la República Soviética de Transcaucasia. Después, en plena guerra civil, Ilín-Zhenevski organizó la primera Olimpiada de Ajedrez de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia en octubre de 1920. Aquel torneo supuso el aldabonazo inicial para la organización de otros muchos otros en Moscú y Leningrado, como el torneo Internacional de Moscú de 1925 en el que Ilín-Zhenevski se convirtió en el primer soviético en derrotar al campeón mundial José Raúl Capablanca.
En 1924 se fundó la Sección de Ajedrez del Consejo Supremo de Cultura Física, y después se fundaron secciones similares en los Consejos de Cultura Física locales. El comandante en jefe del Ejército Rojo Nikolái Krylenko, a cargo de la misma, lanzó la consigna: “¡Llevad el ajedrez a los trabajadores! Debemos acabar de una vez por todas con la neutralidad del ajedrez, hemos de organizar brigadas de choque de jugadores de ajedrez y empezar de inmediato a cumplir el plan quinquenal del ajedrez.”
La escuela soviética se puso en marcha, caracterizándose por un afán de descubrir jóvenes talentos desde muy temprana edad, con un sistema de entrenamiento al más alto nivel, lográndose grandes avances en los métodos de enseñanza. De esta manera surgieron entrenadores de ajedrez altamente especializados como Romanovsky, Rabinóvich y Levenfish, los cuales, asesorados por especialistas en psicología y pedagogía como Vigotsky, Luria y Leontiev, idearon un sistema de enseñanza de máximo desempeño. Así, el ajedrez llego a tener un lugar reservado en los palacios de pioneros, en los que siempre había siempre una sección de ajedrez compuesta por niños de entre 6 y 17 años.
El sistema educativo soviético se ocupó trató desde el principio de llevar el ajedrez a las escuelas y las fábricas. Ello hizo posible la aparición de jugadores de alto nivel con un origen muy humilde, cosa absolutamente impensable en aquella época en Occidente. Ejemplo de ello lo tenemos en Alexander Kótov, hijo de un obrero de Tula, ingeniero de profesión y ganador del Torneo Interzonal de Estocolmo de 1952, por delante de Petrosián.
El número de aficionados en la URSS se disparó durante los años 20 y 30. De unos 1000 jugadores registrados en 1923, se pasó a 150.000 en 1929. Los sindicatos y los clubes de trabajadores fueron el alma de este movimiento de apasionamiento por el juego. A finales de los años 20, cada sindicato tenía un equipo con 28 jugadores registrados. Para hacernos una idea del lugar que ocupaba el ajedrez entre buena parte del proletariado soviético, baste decir que la fábrica automovilística Likachov de Moscú contaba con clubes de 26 deportes diferentes, siendo el de ajedrez el más grande. También se organizaban competiciones entre universidades e institutos científicos.
El resultado de décadas de dedicación al ajedrez fue que a mediados de los años 80, un total de 4.200.000 personas estaban inscritas en la Federación Soviética de Ajedrez, de las que más de un centenar poseía el título de Gran Maestro. Cada año, cientos de miles de niños participaban en el torneo “Torre Blanca”. En total, se estimaba que unos 12 millones de ciudadanos jugaban al ajedrez con asiduidad.
Inicio de la supremacía soviética
Después del final de la II Guerra Mundial, el trabajo realizado por el gobierno de la URSS empezó realmente a dar sus frutos. Ello se materializó en la persona de Mijaíl Botvínnik (1911-1995), patriarca del ajedrez soviético, seis veces campeón de la URSS y cinco veces campeón del mundo (en 1948, 1951, 1954, 1958 y 1961). Fue el primero de la larga serie de jugadores soviéticos que dominaron el ajedrez mundial durante la segunda mitad del siglo XX. Según Gary Kaspárov, con Botvínnik se produce en el ajedrez un “salto verdaderamente revolucionario.
Botvínnik fue el precursor del llamado método soviético de preparación, un aspecto del juego que en sí mismo es una de las grandes contribuciones de la URSS. Este cuidadoso sistema de preparación fue hecho posible gracias al apoyo que los jugadores recibían del Estado. A diferencia de en Occidente, a los jugadores soviéticos se les suministraba todo el apoyo económico y material necesario, y se les ponía al corriente de la práctica y las innovaciones teóricas en todo el mundo, facilitándoles gran cantidad de libros, revistas, boletines, etc., que se publicaban permanente en la URSS. Bobby Fischer siempre afirmó envidiar el respeto y el apoyo económico que los jugadores soviéticos recibían por parte del Estado.
En su libro La Escuela Soviética de Ajedrez, Botvínnik decía: “Debe darse crédito a los maestros soviéticos por haber elaborado métodos de preparación. El nuestro, está disponible para todos y podemos asumir que la mayoría de los maestros soviéticos lo emplea cuando se prepara para alguna competencia importante. La parte más destaca del sistema consiste en la preparación de aperturas, entrenamiento físico, prácticas para corregir defectos; también cuestiones relacionadas con la rutina de los torneos”.
Los manuales de preparación de la URSS hacían especial hincapié en la importancia de tener una buena condición física, de tal manera que se aconsejaba a los jugadores que participaran en los programas de entrenamiento físico del GTO (Gotov ka Trudu i Oboronnie, “Preparación para el Trabajo y la Defensa de la URSS”). Los entrenadores se tomaban este aspecto del juego tan en serio que las preparaciones de los torneos se llegaron a hacer en balnearios. En el año 1953, de cara a la preparación del torneo de candidatos al título mundial de Zurich, el equipo nacional soviético (compuesto por Smyslov, Keres, Bronstein, Petrosián, Geller, Kótov, Taimánov, Averbaj y Boleslavski) estuvo dos semanas dedicándose exclusivamente a la preparación física, con entrenadores de natación, atletismo y especialistas en dietética. Solo a partir de la tercera semana empezaron a tocar el tablero.
Es más, hay que subrayar que algunos grandes maestros soviéticos destacaron en otros deportes. Puede mencionarse a Keres, que fue varias veces campeón nacional de tenis en la Estonia independiente, a Geller, notable jugador de baloncesto, y a Spassky, que corría los 100 metros en 11 segundos.
Otro aspecto a destacar del sistema de preparación era el minucioso estudio de las aperturas. Botvínnik cuenta que cuando se preparaba para jugar el match con el checoslovaco Salomon Flohr en 1933, analizó más de 100 partidas suyas antes de decidir qué aperturas tenía que jugar. Casi 30 años después, Botvínnik atribuyó su triunfo en el match de revancha en 1961 por el título mundial contra Mijaíl Tal a la floja preparación de éste en las aperturas.
El simple estudio de las partidas ya consumía para los ajedrecistas soviéticos cientos de horas y meses de estudio. Esto les permitía extraer conclusiones sobre las cualidades y los defectos de los adversarios. También jugaban un papel importante las partidas de entrenamiento, en las cuales se sometían a prueba nuevas variantes y se podían corregir defectos del jugador, llevando las partidas a posiciones en el tablero que no eran de su agrado.
Los soviéticos le daban mucha importancia al estudio de las tres fases del juego (apertura-medio juego-final), en coherencia con una visión dialéctica del mundo, que no concibe las fases del juego como aisladas entre sí. Siguiendo el consejo de Capablanca, que decía que “el ajedrez se aprende empezando por el final”, en las escuelas se hacía especial hincapié en que los niños aprendieran a manejarse en diversos tipos de final de partida, para aprender la autonomía de las piezas y su técnica de manejo (cosa que dio lugar a la expresión periodística sobre “la técnica soviética”), saber en qué casos un alfil es superior a un caballo, etc.
Al mismo tiempo, se analizaban las aperturas en conexión con el medio juego, o inclusive con un posible final de partida, en la que uno u otro bando tenga una desventaja estructural. De hecho, la importancia que se le da hoy en día al hecho de que, tras los primeros movimientos, un bando se queda con una o dos islas de peones y otro con dos o tres islas5, quedando éste en inferioridad estructural, es una aportación típicamente soviética. Mediante el estudio de este aspecto del juego querían saber qué variantes de una apertura permitían llegar una ventaja ganadora.
Y es que anteriormente, había una tendencia a analizar superficialmente las variantes de una apertura, y limitarse a decir que tal o cual bando tenía ventaja. Los soviéticos quisieron ir más lejos, experimentando con las aperturas llevándolas hasta el medio juego, para averiguar de qué manera esa ventaja estratégica podía convertirse en victoria. La mayor preparación que tenían en el estudio del desarrollo del medio juego pudo constatarse en un partida de un match Estados Unidos-URSS de 1945 entre Smyslov y Reschevsky, en la que tras la jugada 20, Smyslov apenas había gastado 6 minutos de reloj, mientras que Reschevsky, que era un genio natural, ya se encontraba apurado de tiempo.
Por último, los especialistas soviéticos consideraban que otro requisito para alcanzar el mayor nivel ajedrecístico era tener una buena cultura general y variados intereses intelectuales. Se pueden mencionar al respecto los trabajos de Botvínnik en el campo de la ingeniería eléctrica, el talento musical de Taimánov y Smyslov, o el hecho de que Kárpov haya sido catedrático de economía en la Universidad Lomonósov de Moscu. Ello se hacía valer oponiéndolo al limitado horizonte intelectual de algunos jugadores de Occidente como Bobby Fischer, que abandonó la escuela secundaria para dedicarse al ajedrez.
Volvamos a la trayectoria Botvínnik. Durante los años 30, los maestros soviéticos eran prácticamente desconocidos en Occidente, hasta que llegó Botvínnik, a quien se le dio un permiso para jugar torneos de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), con la condición de que ganara. Botvínnik pronto alcanzó la élite mundial, ganando en el torneo de Moscú de 1935, por delante de Lasker y Capablanca, y ganando contra Alekhine en el torneo AVRO de Holanda de 1938, donde quedó tercero. Por ello, la popularidad de Botvínnik en la URSS llegó a ser inmensa: todo el mundo, hasta gente analfabeta, sabía por todos los rincones de la URSS quién era Mijaíl Botvínnik.
Tras la II Guerra Mundial, Botvínnik fue miembro del equipo nacional que venció en todas las olimpiadas de ajedrez entre 1952 y 1964. Fue en la olimpiada de Helsinki 1952 cuando se empezó a ver quién iba a dominar el ajedrez mundial. Era la primera vez que la URSS participaba como equipo nacional, además con la incorporación del genial jugador de ataque Paul Keres (gracias a la incorporación de Estonia a la URSS). En aquel torneo se constató lo que todo el mundo ya sospechaba antes: ya en 1948, de los cinco aspirantes individuales al título mundial (que en teoría deberían haber sigo seis, pero el estadounidense Reuben Fine renunció a su plaza), estaban el holandés Euwe y el estadounidense Reshevsky como jugadores no soviéticos, y los otros tres eran Botvínnik, Keres y Smyslov. Era normal sospechar que algo estaba a punto de irrumpir. En las Olimpiadas de 1952, la URSS aplastó al resto de equipos, incluyendo a los Estados Unidos, que habían ganado las anteriores cuatro ediciones. El sueño de Lenin se había hecho realidad.
Cabe subrayar el hecho de que se incluso era más difícil ganar el campeonato nacional de la URSS que el propio título mundial. Ello se debía a que para clasificarse para el campeonato mundial había que jugar un torneo zonal, y luego otro interzonal, del que se clasificaban ocho jugadores para disputar el torneo de candidatos al título mundial, y del cual no se podían clasificar más de tres jugadores con la misma nacionalidad. Pero en cambio jugar el campeonato nacional de la URSS suponía tener que enfrentarse a Keres, Smyslov, Geller, Petrosián, Bronstein, Taimánov, Averbaj, Kótov, Tal, Tolush, Boleslavsky, y un largo etcétera. En la XIX edición del campeonato en 1951, Keres se hizo con el título de campeón nacional, ¡mientras que Botvínnik, que era el campeón del mundo reinante, quedó en quinto lugar! Otro apunte para ilustrar lo tremendamente competitivo que era el campeonato es que el mismísimo Gary Kaspárov nunca fue capaz de ganarlo en solitario: de sus cuatro participaciones, fue noveno en 1978, segundo en 1979, y empató en el primer puesto con Psajis en 1981 y con Kárpov en 1988.
Cuando se habla de la escuela soviética de ajedrez, muchas veces se piensa en jugadores de ataque con un estilo de juego dinámico, rápido y agresivo. Pero Botvínnik era un jugador muy posicional. La clave de su éxito residía en sus rigurosos estudios de las aperturas, muy por encima de cualquier otro jugador de la época, en un cálculo profundo y en una aguda técnicas en los finales. Su estilo de juego era poco apasionante, con planteamientos eran muy lógicos, pero profundizaba como nadie en las posiciones, por lo que era muy difícil ganarle, debido a la solidez de su juego. Sabía explotar la más mínima ventaja que le concediera el rival, estilo de juego emulado posteriormente por jugadores como Petrosián o Kárpov. A partir de 1960 se dedicaría al desarrollo de programas informáticos de ajedrez y a la formación de jóvenes ajedrecistas. Gary Kaspárov y Anatoli Kárpov se encontrarían entre sus alumnos.
Considerado en su época como el mejor jugador de la historia, fue el paradigma del jugador soviético: jugador muy estudioso, que se preparaba mucho las partidas, con un estilo muy profesional. Con él, el ajedrez se convirtió en una verdadera ciencia, demostrando que una buena preparación era la clave de un éxito duradero. Su dedicación era tal, que él, que detestaba el humo de los cigarrillos, se acostumbró a jugar partidas de entrenamiento con Viacheslav Ragozin, fumador asiduo, pidiéndole que fumara constantemente mientras jugaban.
Después de Botvínnik vinieron todos los demás jugadores soviéticos que dominaron el ajedrez mundial de manera ininterrumpida hasta la caída de la URSS, si exceptuamos el breve periodo de Bobby Fischer entre 1972-1975, tras su victoria en el “match del siglo” que le enfrentó a Spassky. Estos jugadores fueron los siguientes: el ruso Vassili Smyslov (1957-1958), el letón Mijaíl Tal (1960-1961), el armenio Tigrán Petrosián (1963-1969), el ruso Boris Spassky (1969-1972), el ruso Anatoli Kárpov (1975-1985) y el ruso-armenio Gary Kaspárov (1985-1990). Después, tras la caída de la URSS, los rusos Anatoli Kárpov y Alexander Jálifman se siguieron proclamando vencedores del campeonato mundial de la FIDE entre 1993 y 1999, mientras que en el campeonato mundial de la Professional Chess Association6, los rusos Gary Kaspárov y Vladimir Kramnik mantuvieron el título mundial entre 1993 y 2004.
En cuanto al Campeonato del Mundo de Ajedrez femenino, éstos son los nombres gloriosos de las jugadoras que llevaron en alto la bandera de la URSS a partir de 1949: la ucraniana Liudmila Rudenko (1949), la rusa Elizavieta Bykova (1953-1959), la georgiana Nona Gaprindachvili (1962-1975) y la georgiana Maia Chiburdanidze (1978-1988).
Un legado que pervive
Hoy la URSS ya no existe, pero la influencia del ajedrez soviético se sigue manteniendo a día de hoy, tanto en el plano de la enseñanza como en las competiciones de alto nivel. Las escuelas de Moscú y San Petersburgo en Rusia y las de Kiev, Odessa y Lvov en Ucrania se mantienen entre las líderes del mundo, pero las escuelas de países anteriormente pertenecientes a la URSS, principalmente Armenia, Georgia y Azerbaiyán, compiten con éxito con las rusas y ucranianas. Hoy, es imposible hablar de la historia del ajedrez sin mencionar a los Grandes Maestros de la era soviética, a la vez que su enriquecimiento de la teoría ajedrecística ya es patrimonio de todas las academias y escuelas a lo largo y ancho del mundo.
Estos inmensos logros de la URSS en el campo ajedrecístico son inseparables del socialismo como formación socio-económica superior al sistema capitalista.
Existe una ligazón estrecha entre socialismo y ajedrez, tanto por sus beneficios en la educación de los niños (desarrollando en ellos valores éticos), como por ser un deporte que estimula la mente, además de fomentar la capacidad de análisis y reflexión, la capacidad de decisión, la creatividad y el espíritu crítico.
Ni qué decir tiene que, debido a la influencia soviética, la popularidad del ajedrez conoció un auge creciente en resto de países de la comunidad socialista o en aquellos que en día iniciaron la senda del socialismo. Finalizaremos este artículo con una serie de datos que en la actualidad demuestran claramente la huella de la Revolución de Octubre y la construcción socialista en el siglo XX en el ajedrez mundial:
Tras la caída de la URSS, en todos los Campeonatos del Mundo de la FIDE celebrados entre 1993 y 2006, se proclamaron vencedores jugadores nacidos en países socialistas: como ya hemos dicho anteriormente, los rusos Anatoli Kárpov (1993-1998) y Alexander Jálifman (1999); el ucraniano Ruslán Ponomariov en 2002; el uzbeco Rustam Kasimdzhánov en 2004; el búlgaro Veselin Topálov en 2005, y el ruso Vladimir Krámnik en 2006 (con la excepción del Campeonato Mundial del año 2000 que fue ganado por el hindú Viswanathan Anand, no obstante jugando en la final frente al letón Alexéi Shírov).
Esto era en cuanto a la categoría masculina. En el ajedrez femenino, hasta el día de hoy la dominación por parte de mujeres nacidas en países socialistas ha sido absoluta. Estos son los nombres de las campeonas: la china Xie Jun (1991-1993 y 1999-2001); la húngara y hermana de Judit Pólgar, Zsuzsa Polgár (1996); la búlgara Antoaneta Stefanova (2004); la china Xu Yuhua (2006); la búlgara Alexandra Kosteniuk (2008); la china Hou Yifan (2010, 2011, 2013 y 2016) y las ucranianas Anna Ushenina (2012) y Mariya Muzychuk (2015). En el momento de escribir estas líneas, se estaba jugando en Teherán la final del Campeonato Mundial de Ajedrez femenino entre la china Zhongy Tan y la hermana de Mariya Muzychuk, Anna Muzychuk.
Todos estos datos nos demuestran hasta qué punto la cuestión del feminismo debe ir unida al comunismo.
En cuanto a las Olimpiadas de Ajedrez, también es preciso decir que en la categoría masculina se han proclamado vencedores de manera ininterrumpida países socialistas o países de la antigua URSS entre 1992 y 2014 (hasta que en 2016 los Estados Unidos de América se hicieron la medalla de oro): Rusia (1992-2002); Ucrania (2004 y 2010); Armenia (2006-2008 y 2012) y República Popular China (2014). Huelga subrayar que en las últimas Olimpiadas, en las que los Estados Unidos se proclamaron vencedores, Ucrania y Rusia se hicieron respectivamente con la medalla de plata y la medalla de bronce.
En la categoría femenina de las Olimpiadas, los países ganadores han sido, después de Hungría en 1988 y 1990, Ucrania (1992 y 2006); Georgia (1994-1996 y 2008); República Popular China (1998-2004 y 2014-2016); y Rusia (2010-2012).
En cuanto al ranking mundial de la FIDE7 (que es algo así como el equivalente del ranking de la ATP en Tenis), hay que decir que en los últimos años han desaparecido de los primeros puestos muchos jugadores provenientes de la antigua URSS (aunque encontramos8, entre otros, a Krámnik en el 4º puesto, a la joven promesa rusa Serguei Karjakin en el 8º, y al cubano Leinier Domínguez en el 22º, un dato que dice mucho sobre los logros de la revolución cubana). Pero en lo que respecta a la clasificación exclusiva de mujeres9, vemos que entre los diez primeros puestos encontramos a dos chinas, dos ucranianas, dos rusas, una lituana y una búlgara.
Si en cambio miramos en la página web de la FIDE la clasificación por países10 (mujeres y hombres confundidos), vemos que Rusia está en el primer puesto, la República Popular China en el 3º, Ucrania en el 4º, Azerbaiyán en el 6º, Polonia en el 8º y Armenia en el 10º.