[left]
León Trotsky fue asesinado porque Stalin temía, al igual que las potencias imperialistas, que la guerra mundial provocase una oleada revolucionaria anticapitalista que podría derribar, a la vez, al capitalismo en los principales países europeos y a la burocracia que había usurpado el poder en lo que había sido el país de la revolución socialista y de los consejos obreros.
Trotsky estaba por su parte convencido de que la revolución seguiría a la guerra y que la IVa Internacional que había creado con pocas decenas de seguidores guiaría millones de revolucionarios en pocos años y creía que, si el imperialismo no derribaba primero a la burocracia soviética y destruía la URSS, de la guerra podría salir una revolución política que barriese a la camarilla stalinista y regenerase la Unión Soviética.
La oleada revolucionaria, en efecto, se produjo después del derrumbe del nazifascismo pues a la masiva lucha anticapitalista en Europa se unió el poderoso movimiento anticolonial que liberó a Asia y Africa del yugo de las viejas potencias imperialistas y sacudió en una parte importante de América Latina al imperialismo estadounidense. Pero las otras previsiones de Trotsky no se cumplieron pues el líder de la revolución de Octubre había subestimado los terribles efectos nefastos de la dictadura stalinista sobre los obreros y campesinos de la Unión Soviética y su despolitización y desorganización así como el papel contrarrevolucionario de los partidos comunistas sometidos al Kremlin durante y después de la guerra, cuando fueron el principal factor de la restauración de los maltrechos Estados imperialistas europeos y de la llamada coexistencia pacífica con el imperialismo estadounidense.
En vez de ser barrida al terminar la guerra, la burocracia soviética se sobrevivió cuarenta años más, durante los cuales, para mantener su poder, concilió siempre con el capitalismo e introdujo los valores y conceptos de éste en la misma Unión Soviética y en el llamado movimiento comunista mundial lo cual, entre otras cosas, hizo posible que el capitalismo en crisis mundial sin precedentes dependa hoy fundamentalmente del capitalismo chino que se autotitula comunista.
En cuanto a la IVa Internacional, fue diezmada por la ocupación nazi de Europa, por el stalinismo que asesinó por doquier sus cuadros, por Chiang Kai-shek y Mao Zedong y por los partidos comunistas asiáticos, lo que le impidió crecer en los primeros años de la posguerra. Pero, sobre todo, no pudo crecer por los efectos combinados de la reconstrucción del capitalismo y la prosperidad de los años de posguerra y de la confianza que tenían los trabajadores sea en los partidos comunistas de masa (que les hablaban de comunismo mientras reconstruían el capitalismo junto a sus aliados burgueses), sea en los partidos socialistas tradicionales que también agitaban la bandera roja mientras reorganizaban los Estados burgueses, sea en fuerzas nacionalistas como el peronismo o el nasserismo que dirigían grandes masas y grandes procesos de transformación social. El aislamiento de los seguidores de Trotsky alimentó en sus filas el dogmatismo, la tendencia a tratar de analizar la realidad tratando de que encajase en los textos de los revolucionarios marxistas, de meter “el vino nuevo en odres viejas”, y alimentó los caudillismos y personalismos y el sectarismo en los pequeños partidos que trataban de reproducir el modelo leninista de partido, creado para las condiciones de la dictadura zarista y para un país donde los campesinos y los trabajadores eran iletrados y dependían pues, de un puñado de intelectuales revolucionarios.
La crisis mundial del sistema pone nuevamente en primer plano la necesidad de recurrir a Marx de modo marxiano, es decir, críticamente y con beneficio de inventario, para recuperar lo esencial e imperecedero del pensamiento y el método del barbudo revolucionario de Tréveris, como ha tratado de hacer Hobsbawm. El crecimiento de las protestas de las víctimas del sistema, por su lado, así como la falta de dirección, programa y organización de esos grandes movimientos protestatarios que corren el riesgo de ser meros estallidos sin futuro, plantea también la necesidad de ver qué es aún válido en el pensamiento y la acción de León Trotsky.
A mi juicio, lo es la idea fundamental de que hay que ganar a las grandes masas a partir de su nivel de conciencia, que aún no es socialista pero puede llegar a serlo. Es decir, la idea de reivindicaciones transitorias que conduzcan hacia otras socialistas. En una palabra, la necesidad de seguir y aplicar la idea de un Programa de Transición, pero no así todas sus consignas, elaboradas para el proletariado europeo de los años 30. También la idea de la necesidad de una organización de los revolucionarios para hacer frente a la destrucción de los márgenes democráticos, que aumentará con la crisis. Pero no así el remedo del partido bolchevique, que le fue impuesto a Trotsky por la necesidad de defender el legado de Lenin y de aparecer como un leninista ortodoxo frente a Stalin y sus aliados, que lo calumniaban acusándolo de antileninista Igualmente el extremo rigor en el tratamiento de las ideas, pero no la inflexibilidad frente a quienes se desviaban parcialmente de ellas porque los tiempos actuales llevan a la unión de los anticapitalistas sobre la base de principios comunes pero aceptando un amplio margen para la discusión de las divergencias mientras que Trotsky, que sabía que sería asesinado en un momento u otro, era intransigente hasta en cestiones secundarias porque quería transmitir ideas firmes a un núcleo sólido aunque aislado de las masas y evitar la dispersión y la confusión provocadas por la derrota.
Pero lo más importante del legado de Trotsky es el internacionalismo, o sea, la visión global de la lucha por el socialismo, así como el combate decidido contra la burocratización del partido revolucionario y contra su fusión con el Estado, incluso si éste es un Estado revolucionario porque sigue estandoregido por reglas burguesas, así como su insistencia en basarse sobre la juventud y las mujeres en el campo de la revolución y en abrir la mente ante las nuevas ideas y fenómenos ya que el pensamiento de Marx no es el Talmud o un texto sagrado sino una herramienta para analizar la realidad, que es mucho más rica que la percepción teórica puntual de un pensador por grande que éste sea.
Trotsky subsistirá como el teórico del antiburocratismo y de la necesidad de retomar el humanismo revolucionario de Marx para quien nada de lo humano le era ajeno y, con rigor teórico pero también creatividad, el teórico de la urgencia de analizar de frente todos los fenómenos nuevos, confiando en la capacidad de comprensión de los trabajadores, a los que los burócratas y Líderes consideran mera masa de maniobra y no sujetos de su propia liberación..
FUENTE[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
Trotsky: ¡no pudieron matarlo!
Hace 71 años fue asesinado León Trotsky por un sicario de Stalin. Hoy, el criminal apenas es recordado, en cambio, para el altermundismo anticapitalista las ideas de Trotsky mantienen su vigencia
El sol resplandecía la mañana de ese 20 de agosto de 1940 en Coyoacán, una de las 16 delegaciones del Distrito Federal de México que curiosamente significa “lugar de coyotes”. León Trotsky, viejo revolucionario, el último de los bolcheviques, despertó a las 7:00 de la mañana sin la broma usual que compartía con Natalia Sedova, su compañera, luego de varios fallidos atentados contra sus vidas, “Ya ves, anoche no nos mataron”.
Pocas semanas antes, esa misma claridad solar lo había inspirado a escribir: “Natasha acaba de acercarse a la ventana desde el patio y la ha abierto más, para que el aire entre mejor en mi habitación. Puedo ver la verde franja de césped al pie del muro y el claro cielo azul encima de éste y la luz del sol en todas partes. La vida es hermosa. Que las futuras generaciones la limpien de todo mal, opresión y violencia, y la disfruten a plenitud”
Concepto de la historia
Trotsky se vistió rápido, tomó desayuno y como después narraría Sedova, “se dirigió con pasos vigorosos al patio para dar de comer a sus conejos”. Comentó con ella su último libro dejado a medias, Stalin, una biografía que destacaba la historia del gran organizador de derrotas, como lo calificaba a aquel, y que desarrollaba fiel a su concepto de la historia que debe estudiarse “sin reir, ni llorar, solo comprendiendo”.
Las guerras imperialistas
Trotsky priorizaba en esos días la inminente II Guerra Mundial, aportando mayores ideas al “derrotismo revolucionario” que consiste en que los trabajadores no deben defender ninguna patria imperialista, fuera “democrática” o fascista, porque de lo que se trataba era de transformar la guerra en revolución. “La guerra actual, comunicaba el Viejo a un dictáfono, es una continuación de la última. Pero una continuación no es una repetición, sino, un desarrollo, una profundización, una agudización”. Por lo que las respuestas también merecen evolucionar.
La revolución permanente
Las noticias del mundo giraban en su cabeza dedicada a pensar en el socialismo como meta de la humanidad, imposible "en un sólo país”, pero posible en países de capitalismo poco desarrollado, gracias a las leyes de la historia, del desarrollo desigual y combinado que permite a sociedades atrasadas ponerse al día en los adelantos alcanzados por las sociedades más avanzadas. No importa dónde ni bajo qué condiciones, se rompa la cadena del imperialismo capitalista. La gran transformación social solo podrá ser exitosa si aniquila la propiedad privada de los medios de producción y si esta revolución socialista encuentra su extensión internacional hasta copar el planeta entero. Tal es la esencia de la revolución permanente.
La derrota en España y la urgencia de la Cuarta Internacional
La derrota de la revolución española, ocasionada en gran medida por la política conjunta de reformistas, anarquistas y stalinistas, de impedir el socialismo con la excusa de que primero había que ganar la guerra contra el franquismo, para después “gozar de las reformas”, en la que el papel conciliador del POUM, inicialmente "trotskysta", también tuvo que ver en semejante descalabro, motivó la urgente convocatoria para la creación de la Cuarta Internacional, con el objeto de organizar fuerzas internacionales para mantener vigente y constante la lucha por el socialismo en base a las teorías del marxismo revolucionario.
Para Trosky no había tiempo que perder frente a los acontecimientos que ponían a la humanidad ante la disyuntiva de “socialismo o barbarie”. El era conciente de que su tiempo se acortaba pero no sabía cuanto. No supo en ese momento que su hora final había llegado.
El sicario de Stalin
A las cinco de la tarde, Trotsky, nuevamente salió al patio a dar de comer a sus conejos, cuando fue avisado de que “Jackson Monard, o Ramón Mercader” que, en plena estación de verano vestía sospechosamente abrigo y sombrero, pedía entrevistarse con él para una opinión del Viejo acerca de un artículo que el sicario de Stalin supuestamente escribió sobre la ocupación alemana de Francia.
Trotsky tuvo que vencer las dudas para quedarse a solas con Monard-Mercader, “ese hombre podría matarme” le dijo después a Joseph Hansen, uno de sus guardaespaldas enviado por el SWP de Estados Unidos.
Acababa de leer la primera cuartilla cuando Monard-Mercader descargó, con todas sus fuerzas, un zapapicos, o piqueta de alpinista, sobre la cabeza del bolchevique, con toda la intención de destruir el cerebro que no dejaba dormir en paz a Stalin, que desde lejos había conspirado para destruir el pensamiento de quien, a pesar de su exilio y soledad, mantenía viva la llama de la revolución socialista.
Su persistente vigencia
Han transcurrido 71 años, el mundo ha cambiado mucho desde entonces pero el capitalismo contra el que Trotsky luchó hasta su muerte persiste en su carrera destructiva, ya no solo de vidas sino del planeta mismo que, debido a su naturaleza depredadora y criminal, avanza al borde de la extinción.
Si el socialismo logra por fin evitar la destrucción del planeta, la imagen de Trotsky, con seguridad estará en la bandera de esa victoria. Entonces, resonarán sus últimas palabras dictadas a Hansen: “Me hallo cerca de la muerte por el golpe de un asesino político… me abatió en mi cuarto. Luché con él… entramos… entramos… hablamos de estadísticas francesas… me golpeó… dígales por favor a mis amigos… estoy seguro… de la victoria… de la Cuarta Internacional… ¡adelante!”
No hubo metáfora en su mensaje final. El gran organizador de la toma del Palacio de invierno en ese Octubre Ruso de 1917, el que de la nada construyó el Ejército Rojo, victorioso contra los ejércitos que apoyados por los imperialismos intentaron derrotar a la revolución, era contundente en sus palabras finales: No habrá liquidación del capitalismo, sin organizaciones políticas revolucionarias. Las movilizaciones sociales por si mismas no conducirán a la victoria socialista.
“La situación política mundial del momento, se caracteriza, ante todo, por la crisis histórica de la dirección del proletariado” (Trotsky, Primer párrafo del Programa de Transición, 1938).
Cerca de 350 mil personas siguieron el féretro que portaban los restos de León Davidovich Bronstein, Trotsky, por las calles del Distrito Federal. México país que le pone letra y música a su historia no dejó de ponérsela a este acontecimiento que enlutaba a los trabajadores del mundo.
FUENTE[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]