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    "Comunistas" - breve texto de Jon Odriozola - año 2008 - en los mensajes: "El clan Bush y el nazismo", artículo del mismo autor

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    pedrocasca
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    Mensaje por pedrocasca Miér Dic 07, 2011 1:23 pm

    Comunistas

    texto de Jon Odriozola

    publicado en kaosenlared.net - año 2008

    Decía José Bergamín que, con los comunistas, hasta la muerte, pero ni un paso más. El birlibirloquesco don Pepe Bergamín, que no era un futbolista, era católico y más gongorino y quevedesco -una amalgama inmiscible- que apostólico y romano.

    Quiera su Dios que lo tenga en el cielo -como a los futbolistas- y no en el infierno que es adonde van los comunistas. Me refiero a los comunistas de verdad -incurriendo, tal vez, en una «petición de principio»- y no a los de mentirijillas. Y, en especial, a los revolucionarios profesionales -Lenin dixit- que dan todo por la causa obrera arriesgando la vida y sabedores de que sufrirán tortura (aunque no hace falta que seas comunista para pasar este trance), cárcel, exilio y, no pocas veces, la incomprensión de sus seres más queridos y allegados. Hablo de comunistas que todavía piensan en hacer o, mejor dicho, organizar la Revolución (iba a decir «como Dios manda» pero me entró risión). Son «ortodoxos» (opinión recta, en griego), palabra desprestigiada por gente que se la pasa «revisando» todo sin dar un palo al agua en la vida (la praxis consiste en dar palos al agua), en estos tiempos que, lo siento, siguen siendo modernos pues que, ¿quién se acuerda ya de la «posmodernidad», esa «futura antigualla» que dijera y vaticinara A. Sastre ya en los 80?

    Tranquilícese el lector: no me volví tarado. Quiero decir que no me hice comunista (¿escuchó bien, señor juez?). Me gustaría serlo pero ni tengo fondo ni estoy en forma. De joven supuse que lo fui: bah,un sarampión. Ahora soy un hombre de bien, cabal. Para ser comunista, o sea, insisto, de los de verdad y no de los que intercambian cromos y puestecillos en el patio del colegio institucional, hay que renunciar a todo menos a la dignidad. Y eso es duro. Mucho. La almohada, cuando quieres ahogar la (mala) conciencia, y la consultas, sabe de esto. La dignidad es un bien inmaterial. No es como comer chícharos (así llaman los sevillanos a las alubias) u otros hedonismos groseros y antiepicúreos: esto, concedamos, puede llamarse felicidad a ratos, pero no dignidad. Esta última es algo que, bajo el estiércol que es el capitalismo, te tienes que «comer» (=tragar) si quieres sobrevivir y simular que te va bonito. El precio de la felicidad-basura es la indignidad. Me pongo apocalíptico pero la almohada, impertinente, me exige.

    Los comunistas son perdedores más por naturaleza (el capitalismo es un fenómeno «natural» como saben los socialdemócratas de medio pelo) que por convicción. Hasta el día menos pensado, claro. Les dicen que son cuatro gatos (Picasso fue un gato, por cierto) y les hablan de lo jurásico de su utopía y no reniegan de su herejía a sabiendas de lo que les espera. Hay algo masoquista en ellos. Salvo que se arrepientan y se vuelvan conversos y no relapsos. Es entonces que podrán defender sus ideas siempre que no se les ocurra llevarlas a la práctica, por supuesto.

    No entiendo por qué el Estado (de Derecho) los teme tanto si son cuatro y no representan ningún peligro para la «sociedad». ¿Quizá si fueran «cinco» habría que ir al estado de excepción?. Los comunistas, qué curiosa especie …


    Última edición por pedrocasca el Jue Jun 20, 2013 12:43 pm, editado 1 vez
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    pedrocasca
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    Mensaje por pedrocasca Jue Jun 20, 2013 12:43 pm

    El clan Bush y el nazismo

    artículo de Jon Odriozola

    tomado de taringa.net en junio de 2013

    A la historiografía burguesa le gusta presentar los grandes acontecimientos históricos como producto de grandes líderes carismáticos que subyugan e hipnotizan a las masas con su sugestiva oratoria. De este modo, por ejemplo, Hitler, un pintor mediocre que vivía en albergues nocturnos, llegó a convertirse en el führer encandilador de Alemania en los años 30 y 40. Se suceden biografías y películas siempre sobre una persona y se procura eludir las soterradas condiciones sociopolíticas y económicas que posibilitaron el régimen nazi y catapultaron a Hitler al Bundestag.

    Es conocido que los magnates alemanes de la industria y el acero Krupp y Thyssen financiaron al partido nazi y auparon a Hitler al poder. Pero, quizá, no es tan sabido que fueron también los banqueros de Wall Street los que sufragaron de forma encubierta su fulgurante ascensión hacia el poder. De esto trata el libro de Venster G.Tarpley y Antón Chaitkin titulado “George Bush, la biografía desautorizada”, donde el clan Bush tiene un papel relevante y preponderante. Sobre todo Prescott Bush, abuelo de George W. Bush.

    Prescott Bush es uno de los directores ejecutivos de la Union Banking Company (UBC), testaferro de los nazis en Nueva York y Londres. Vía UBC, Prescott Bush y su suegro, George Herbert Walker, unieron sus fuerzas en compañía del industrial alemán Fritz Thyssen para financiar a Hitler antes y durante la II Guerra Mundial. La fortuna de la familia Bush se amasó gracias a los contratos financieros establecidos con la Alemania hitleriana. Por supuesto, la opinión pública estadounidense ignora esto porque ni Dan Rather ni el New York Times, el periodismo «liberal», les informará de ello.

    Hagamos un poco de historia. En 1922 W. Averell Harriman fue a Berlín a fin de encontrarse con los miembros de la familia Thyssen para fundar una filial bancaria. El presidente de este banco sería el ya mentado G. H. Walker, suegro de Prescott Bush. En 1924 se creó la UBC para unir sus fuerzas al Bank voor Hendel en Scheepvaart holandés de Thyssen. Su principal director sería Prescott Bush.

    Fue tras el gran crack financiero de 1929-31 que debilitó a todos los gobiernos cuando algunos anglo-estadounidenses decidieron instalar el régimen hitleriano en Alemania. Fritz Thyssen fue el primero en hacer despegar al partido nazi, entregándole 25.000 dólares a mitad de los años 20. En 1931 se unió al partido nazi y pronto llegó a ser amigo íntimo de Hitler. Thyssen estaba tan fascinado con Hitler que llegó a escribir un libro titulado “Yo financié a Hitler”. Eran buenos tiempos. También utilizó su influencia para crear el German Steel Trust, fundado en 1926 por el capo de Wall Street Clarence Dillon. ¿Quién fue uno de los asistentes de Dillon en ese proyecto? Agárrense: el padre de Prescott Bush, Sam Bush.

    Los Thyssen obtuvieron su financiación inicial a partir de dos puntales, a saber: el Brown Brothers Harriman (BBH) y la UBC. Personajes clave en esos dos puntales serían los ubicuos G. H. Walker y, cómo no, Prescott Bush. La UBC fue creada para transferir fondos entre Manhattan y Alemania a través de los bancos holandeses de Thyssen. Los Thyssen se beneficiaron de la ayuda de la familia real holandesa, que cooperó para ocultar sus cuentas en toda una serie de bancos holandeses. La UBC se convirtió en un canal secreto para el dinero nazi que partía de Alemania hacia Estados Unidos, pasando por Holanda. Y cuando los nazis tenían necesidad de renovar sus suministros, la BBH encauzaba sus fondos directamente hacia Alemania. La UBC recibía el dinero, después Holanda y el BBH lo reexpedían. Y ¿quién forma parte de la oficina que dirigía las dos compañías? Lo adivinaron: Prescott Bush, el primer blanqueador de dinero de los nazis. Sus operaciones eran tan desleales hacia sus compatriotas americanos que en 1942 el Gobierno estadounidense ordenó la incautación de todas las operaciones bancarias nazis en Nueva York cuyo responsable era él.

    La guerra se termina en 1945 y Fritz Thyssen muere en 1951. A su muerte los restantes accionistas de la UBC liquidaron sus activos siendo Presscott uno de los beneficiarios, recibiendo millón y medio de dólares. Sus colegas (los mismos traidores de Wall Street que financiaron a Hitler) fueron los mismos que iban a lanzar a George Bush senior (el papá del Bush actual) al puesto de director de la CIA en los años 70 y más tarde en la Casa Blanca.

    Para acabar tan siniestra intrahistoria, digamos dos palabras sobre Bernardo de Holanda. Bernardo de Lippe-Biesterfeld, príncipe alemán, se casó con la princesa y futura reina Juliana de Holanda en 1937. Luego de este braguetazo, el príncipe Bernardo, notorio pronazi que fundara en los años 50 el grupo Bilderberg (ver post-scríptum), permitió a la familia Thyssen blanquear su dinero a través de Holanda, mientras que los Rockefeller se procuraban casi un tercio del control de los intereses de Thyssen (fue David Rockefeller quien fundó la célebre Comisión Trilateral). El BBH y la UBC, por los cuales el dinero se encauzaba hacia los Estados Unidos, fueron fundados por los miembros de la cofradía (?) Huesos y Calaveras de la Universidad de Yale. Sin hablar ahora de las relaciones comerciales de la familia Bush con la familia Bin Laden y el grupo Carlyle, que esa es otra, Huesos y Calaveras es una secta cristiano-satánica a la que pertenecieron los arrapiezos Bush cuando eran universitarios en Yale. Durante seis meses Bush hijo fue investigado por el fiscal de Brownsville (Texas), acusado de uno de los asesinatos rituales cometidos por la secta, pero el proceso fue paralizado por papá Bush, entonces jefe de la CIA. También un informe de la CIA de 1963 documenta la conexión de Bush hijo con una red antisemita de ultraderecha (hoy tan amigos del sionismo), por no mencionar los lazos que unían a Bush padre y al norcoreano fascista Sun Myung Moon. En fin, unos «angelitos».

    En 1954 Bernardo de Holanda fundó un club de personas influyentes y poderosas para fortalecer las relaciones de los países occidentales y frenar el «expansionismo soviético». La primera reunión se hizo en el hotel holandés Bilderberg. Los Rockefeller o los Rothchilds o Kissinger mantuvieron con sus fortunas y latrocinios este txoko. En 1989 se reunieron en el balneario de La Toja siendo recibidos por Felipe González. Allí pululaban los exquisitos Miguel Boyer, Polanco y, como invitados, Esperanza Aguirre, Jordi Pujol (un cristiano «fundamentalista» en sus años mozos) o el hoy académico de la lengua Juan Luis Cebrián. Pertenecen a la «sociedad», dicho ahora a la donostiarra manera, Donald Rumsfeld, el presidente de Coca-Cola, el de France Telecom o el promotor de becarias Bill Clinton. Uno de los mecenas de tanto filantropismo es la rica familia sueca de los Wallberg, cuya hija está casada con Kofi Annan, secretario general de la ONU. Les gusta sentirse, como diría James Cagney, en la cima del mundo. Claro que, como decía Marx, todo lo sólido se desvanece en el aire.

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