Foro Comunista

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    Dos formas de Internacionalismo

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    Mensaje por saninsky Sáb Ene 14, 2012 5:59 pm

    Lenin Obras completas volumen 27

    "En todas partes llamamos a la revolución obrera mundial (...) Rusia será poderosa y abundante si abandona todo desánimo y fraseología , si con los dientes apretados, reúne todas sus fuerzas y tensa todos los nervios y músculos, si se da cuenta que la salvación sólo se encuentra en el camino de la teoría socialista mundial, de la que hemos dado el pistoletazo de salida".


    y

    Roy Howard y Stalin (entrevista Howard-Stalin, marzo-abril, Communist International, 1936)

    "Howard: ¿Acaso esta declaración suya quiere decir que la Unión Soviética ha abandonada en alguna medida sus planes e intenciones para efectuar una revolución mundial?
    Stalin: Nunca tuvimos tales planes o intenciones.
    Howard: Sin duda se dará cuenta, señor Stalin, de que el mundo durante mucho tiempo ha tenido una idea diferente.
    Stalin: Eso es el resultado de un malentendido.
    Howard: ¿Un malentendido trágico?
    Stalin: No, cómico. O quizás tragicómico..."


    No contento, Gorbachov lleva incluso más lejos las ideas de Stalin:

    "Fuerzas de derechas y de propaganda en los EEUU presentan nuestro interés en América Latina como una intención de provocar una serie de revoluciones socialistas allí. ¡Eso es una tontería! La manera en que nos hemos comportado durante décadas demuestra que no estamos planificando nada parecido". (Mijail Gorbachov, Perestroika - Un nuevo pensamiento para nuestro país y el mundo, pp. 187-Cool.
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    Mensaje por NG Sáb Ene 14, 2012 6:08 pm

    Pon la cita bien troll y no te inventes cosas:
    Stalin: Este es el producto de un malentendido .... Usted ve, nosotros, los marxistas creen que una revolución también se llevará a cabo en otros países. Sin embargo, se llevará a cabo sólo cuando los revolucionarios en los países piensan que es posible, ni necesario. La exportación de la revolución es una tontería. Cada país hará su propia revolución, si quiere, y si no quiere, no habrá revolución. Por ejemplo, nuestro país quiso hacer una revolución y lo hizo, y ahora estamos construyendo una nueva sociedad sin clases.

    En cuanto a Lenin:
    “El desarrollo del capitalismo sigue un curso extraordinariamente desigual en los diversos países. De otro modo no puede ser bajo el régimen de producción de mercancías. De aquí la conclusión indiscutible de que el socialismo no puede triunfar simultáneamente en todos los países. Triunfará en uno o varios países, mientras los demás seguirán siendo, durante algún tiempo, países burgueses o preburgueses."
    Lenin (1916)

    "La desigualdad del desarrollo económico y político es una ley absoluta del capitalismo. De aquí se deduce que es posible que el socialismo triunfe primeramente en unos cuantos países capitalistas, o incluso en un solo país de forma aislada."
    Lenin (1915)
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    Mensaje por DP9M Sáb Ene 14, 2012 6:37 pm

    Obviamente, la escoria Troskista queda patente que solo sirve par amanipular a su interes absolutamente todo, ni que decir que absolutamente todo lo que sale d esus entrañas son ataques constantes al comunismo en favor de la Burguesia.

    Postead a este troskotroll lo que dicen todos los grandes revolucionarios del mundo sobre la peste del Troskismo.


    Troskotroll.

    Una sola vez más te veo postear un mensjae con itnención de manipular la historia, interpretando como le sale de las pelotas a uno lo que dijo o no dijo uno u otro y enseñando citas sacadas de contexto , sin postearlas ENTERAS y serás sancionado conforme al reglamento del foro.

    4.12.- No se recomienda la publicación de mensajes con contenidos absurdos, que contradigan informes técnicos o históricos, sin el apoyo de fuentes documentales o gráficas, que sean posteados con el ánimo de crear polémica para hundir el foro. Dicha actividad podrá ser considerada como labor de "troll o trolling"






    La teoría del socialismo en un solo país no niega, sino que presupone, la revolución mundial. El propio Stalin dijo claramente que, aunque la URSS pudiese y debiese construir el socialismo, la victoria definitiva del mismo sólo podía asegurarse en el ámbito internacional.

    Pero derrocar el Poder de la burguesía e instaurar el Poder del proletariado en un solo país no significa todavía garantizar el triunfo completo del socialismo. Después de haber consolidado su Poder y arrastrado consigo a los campesinos, el proletariado del país victorioso puede y debe edificar la sociedad socialista. Pero ¿significa esto que, con ello, el proletariado logrará el triunfo completo, definitivo, del socialismo, es decir, significa esto que el proletariado puede, con las fuerzas de un solo país, consolidar definitivamente el socialismo y garantizar completamente al país contra una intervención y, por tanto, contra la restauración? No. Para ello es necesario que la revolución triunfe, por lo menos, en algunos países. Por eso, desarrollar y apoyar la revolución en otros países es una tarea esencial para la revolución que ha triunfado ya. Por eso, la revolución del país victorioso no debe considerarse como una magnitud autónoma, sino como un apoyo, como un medio para acelerar el triunfo del proletariado en los demás países.

    Lenin expresó este pensamiento en dos palabras, cuando dijo que la misión de la revolución triunfante consiste en llevar a cabo "el máximo de lo realizable en un solo país para desarrollar, apoyar y despertar la revolución en todos los países" (v. t. XXIII, pág. 385).
    J. Stalin, Capítulo III, Los fundamentos del leninismo

    La revolución mundial está sometida a flujos y reflujos. En los flujos hay que apoyar la extensión del campo socialista, pero en los reflujos hay que replegarse y fortalecer y desarrollar la revolución y la construcción del socialismo en el propio país, a fin de llegar en las mejores condiciones posibles al próximo flujo de la revolución mundial. Y la revolución mundial fue apoyada por la URSS. Con sus más y sus menos, con sus aciertos y sus errores. Sin duda hubo errores tácticos en esta labor titánica, pero como bien dice NSV Liit:

    NSV Liit escribió:no hay más que ver que cuando Stalin llegó al poder en la URSS había un país socialista (con Mongolia son dos), y cuando murió había bastantes más

    De Shenin en el foro de URSS/TROSKI/troski al servicio de la contrarevolucion / pag 10.

    talin era Intenrnacionalista, como cualquier socialista. Las gilipolleces del nacionalismo son invenciones del estupido de Troski y toda la propagnada anticomunista que engendraron sus obras en la Burguesia. La pandilla de naztroll y toda esta mierda a copiado esta propaganda de los massmedia y se han inventado una mutación de retrasados mentales que en nada tiene que ver con la realidad.

    La historia demuestr lo que digo.

    Cuando llego Stalin a Secretario del partido, habian solo DOS paises socialistas , la URSS y Mongolia. Cuando murio habían unos cuantos más:

    China - República Popular de China (Zhōnghuá Rénmín Gònghéguó) (1 de octubre, 1949 -)
    Corea del norte - República popular democrática de Corea (Choson-minjujuui-inmin-konghwaguk) (9 de septiembre, 1948 -)
    República socialista de la gente de Albania (Republika Popullore Socialiste e Shqipërisë) (1 de enero, 1946 - 30 de abril, 1991)
    República popular de Bulgaria (Narodna Republika Balgariya) (15 de septiembre, 1946 - 7 de diciembre, 1990)
    República democrática finlandesa (Suomen Kansanvaltainen Tasavalta) (1 de diciembre, 1939 - 12 de marzo, 1940)
    República Democrática Alemana (Deutsche Demokratische Republik) (7 de octubre, 1949 - 3 de octubre, 1990)
    Comité político de la liberación nacional (Grecia) (24 de diciembre, 1947 - 28 de agosto, 1949)
    República popular de Hungría (Magyar Népköztársaság) (20 de agosto, 1949 - 23 de octubre, 1989)
    República soviética húngara (Magyar Tanácsköztársaság) (21 de marzo - 6 de agosto, 1919)
    República popular mongol (24 de noviembre, 1924 - 12 de febrero, 1992)
    República popular de Polonia (Polska Rzeczpospolita Ludowa) (28 de junio, 1945 - 19 de julio, 1989)
    República socialista de Rumania (Republica Socialistă România) (30 de diciembre, 1947 - 22 de diciembre, 1989)
    Unión de repúblicas socialistas soviéticas (Soyuz Sovetskikh Sotsialisticheskikh Respublik) (30 de diciembre, 1922 - 26 de diciembre, 1991)
    República popular de Tuvinian (Tuva Arat Respublik) (14 de agosto, 1921 - 11 de octubre, 1944)
    República democrática de Vietnam (Hòa de Cộng del chủ de Việt Nam Dân) (2 de septiembre, 1945 - 2 de julio, 1976)
    República federal socialista de Yugoslavia (Socijalistička Federativna Republika Jugoslavija, СоцијалистичкаФедеративнаРепубликаЈугославија) (29 de noviembre, 1943 - 27 de abril, 1992)


    Sin contar los movimientos prorevolucionarios que fueron derrotados como los de España, Grecia, Italia, Francia, etc....



    “El desarrollo del capitalismo sigue un curso extraordinariamente desigual en los diversos países. De otro modo no puede ser bajo el régimen de producción de mercancías. De aquí la conclusión indiscutible de que el socialismo no puede triunfar simultáneamente en todos los países. Triunfará en uno o varios países, mientras los demás seguirán siendo, durante algún tiempo, países burgueses o preburgueses. Esto no sólo habrá de provocar rozamientos, sino incluso la tendencia directa de la burguesía de los demás países a aplastar al proletariado triunfante del estado socialista”

    El programa militar de la revolución proletaria - V. I. Lenin 1916
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    Mensaje por DP9M Sáb Ene 14, 2012 6:45 pm

    ¿ Que os apostais a que si se pone a atacar a la URSS solo vaa usar propaganda anticomunista de la más visceral al nivel de Goebbels y Hearst ?¿ hacemos una porra ?



    Stalin contra Trotski - NUESTRAS DISCREPANCIAS

    publicado en el número 12 del diario Pravda el 19 de enero de 1921 firmado por J. Stalin

    tomado del blog de GAR kolektiboa en enero de 2012

    Nuestras discrepancias en la cuestión de los sindicatos no residen en una apreciación de principio de lo que éstos son. Los conocidos puntos de nuestro programa, que Trotski cita con frecuencia, acerca del papel de los sindicatos y la resolución del IX Congreso del Partido sobre los sindicatos sigue (y seguirán) en vigor.

    Nadie discute que los sindicatos y los organismos económicos deban penetrarse ni que se irán penetrando recíprocamente (“compenetración”). Nadie discute que el momento actual del resurgimiento económico del país dicta la transformación gradual de los sindicatos, que por el momento sólo de palabra son industriales, en auténticos sindicatos industriales, capaces de poner en pie las ramas básicas de nuestra industria. En pocas palabras: nuestras discrepancias no son discrepancias de principio.

    Tampoco tienen que ver nuestras discrepancias con la necesidad de una disciplina de trabajo en los sindicatos y entre la clase obrera en general. Las habladurías de que una parte de nuestro Partido “suelta las riendas” y deja las masas a merced de las fuerzas espontáneas, son fruto de la estulticia. El papel dirigente de los elementos del Partido en el seno de los sindicatos, y de los sindicatos en el seno de la clase obrera, sigue siendo una verdad incontrovertible.

    Menos todavía tienen que ver nuestras discrepancias con la composición de los C.C. de los sindicatos y del Consejo Central de los Sindicatos de toda Rusia, desde el punto de vista cualitativo. Todos coincidimos, en que la composición de estos organismos dista mucho de ser ideal, en que los sindicatos han sido diezmados por la serie de movilizaciones militares y de otra índole; todos coincidimos en que es menester devolverles sus viejos cuadros y proporcionarles otros nuevos, en que es necesario facilitarles medios técnicos, etc., etc.

    No, no es en este terreno donde residen nuestras discrepancias.

    Dos métodos de tratar con las masas obreras.

    Nuestras discrepancias se refieren a las formas de reforzar la disciplina de trabajo entre la clase obrera, a los métodos de tratar con las masas obreras, que van siendo incorporadas a la empresa de restablecer la industria, a los caminos a seguir para transformar los débiles sindicatos actuales en sindicatos potentes, verdaderamente industriales, capaces de hacer renacer, nuestra producción industrial.

    Existen dos métodos: el método coercitivo (método militar) y el método persuasivo (método sindical).

    El primer método no excluye en modo alguno los factores de persuasión, pero estos factores se hallan subordinados aquí a las exigencias del método coercitivo y constituyen para él un medio auxiliar. El segundo método, a su vez, no excluye los factores de coerción, pero estos factores se hallan subordinados a las exigencias del método persuasivo y constituyen para él un medio auxiliar.

    Confundir estos dos métodos es tan improcedente como meter en un mismo saco al ejército y a la clase obrera.

    Un grupo de funcionarios del Partido, con Trotski a la cabeza, embriagado por los éxitos de los métodos militares en el ejército, supone que es posible y necesario trasplantar estos métodos a los medios obreros, a los sindicatos, con el fin de lograr análogos éxitos en el fortalecimiento de los sindicatos, en el renacimiento de la industria. Pero este grupo olvida que el ejército y la clase obrera son dos medios distintos y que el método que es adecuado para el ejército puede ser inadecuado y pernicioso para la clase obrera y sus sindicatos.

    El ejército no es un todo homogéneo; se compone de dos grupos sociales fundamentales, los campesinos y los obreros, siendo el número de aquéllos varias veces mayor que el de éstos. Fundamentando la necesidad de aplicar en el ejército preferentemente los métodos coercitivos, el VIII Congreso del Partido3 se basaba en que nuestro ejército lo integran fundamentalmente campesinos, en que los campesinos no irían a luchar por el socialismo y en que era posible y necesario obligarles a luchar por el socialismo aplicando métodos coercitivos. De ahí surgieron formas de influencia tan típicamente militares como el sistema de los comisarios con las secciones políticas, los tribunales revolucionarios, las sanciones disciplinarias, la provisión de los cargos exclusivamente por designación superior, etc., etc.

    Al revés del ejército, la clase obrera constituye un medio social homogéneo con predisposición al socialismo en virtud de su situación económica; es fácilmente influenciable por la agitación comunista, se organiza voluntariamente en los sindicatos y constituye, por todo ello, la base, la médula del Estado Soviético.

    No es de extrañar, pues, que el empleo preferente de los métodos persuasivos sea la base de la labor práctica de nuestros sindicatos industriales. De ahí provienen métodos de influencia tan típicamente sindicales como el esclarecimiento, la propaganda de masas, el desarrollo de la iniciativa y de la actividad de las masas obreras, la elegibilidad de los cargos, etc.

    El error de Trotski consiste en que menosprecia la diferencia entre el ejército y la clase obrera, en que coloca en un mismo plano a las organizaciones militares y a los sindicatos y en que trata, al parecer por inercia, de trasladar los métodos militares del ejército a los sindicatos, a la clase obrera.

    “La mera contraposición de los métodos militares (la orden, el castigo) a los métodos sindicales (el esclarecimiento, la propaganda, la iniciativa) (dice Trotski en un documento) es una manifestación de prejuicios kautskiano-menchevico- eseristas. La contraposición de la organización de trabajo a la organización militar en un Estado obrero es de por sí una bochornosa capitulación ante el kautskismo”.

    Eso dice Trotski.

    Si hacemos abstracción de la innecesaria palabrería sobre el “kautskismo”, el “menchevismo”, etc., está claro que Trotski no ha comprendido la diferencia que hay entre las organizaciones obreras y las militares, no ha comprendido que la contraposición de los métodos militares a los métodosdemocráticos (sindicales) en el momento de la liquidación de la guerra y del renacimiento de la industria es necesaria, inevitable, y que, debido a ello, trasladar los métodos militares a los sindicatos es erróneo y nocivo.

    Esta incomprensión ha servido de base a los folletos de carácter polémico de Trotski acerca de los sindicatos, publicados recientemente. En esta incomprensión está el origen de los errores de Trotski.

    5 de enero de 1921.

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    Mensaje por DP9M Sáb Ene 14, 2012 6:50 pm

    [quote]
    CUESTIONES SOBRE STALIN

    Carlos Hermida


    Difícilmente encontraremos un dirigente político relevante, salvo el caso de Hitler, que
    haya sido objeto de una condena tan unánime por una mayoría de historiadores como lo ha
    sido Stalin. Su persona y su gestión política entre 1929, fecha en que ya se ha impuesto
    sobre sus adversarios políticos, y 1953, año de su muerte, han merecido los peores
    calificativos. No ha quedado ni una sola parcela de su gobierno que no haya sido juzgada
    con los términos más gruesos y la más absoluta de las descalificaciones. Desde la ayuda a
    la España republicana durante la Guerra Civil hasta el Pacto germano-soviético, pasando
    por los planes quinquenales y la colectivización de la agricultura, todo es considerado como
    una política pérfida y criminalfruto de una personalidad sádica y paranoica. Una condena
    que no sólo proviene de las filas de la burguesía, sino que en ella coinciden anarquistas,
    trotskistas y socialistas, quienes al parecer consideran a Stalin una especie de encarnación
    del Mal al que se le atribuyen todas las derrotas del movimiento obrero entre las dos
    guerras mundiales.
    En estos tiempos de pensamiento único y políticamente correcto, cualquiera que se
    atreva a realizar un juicio crítico sobre los clichés y estereotipos establecidos en torno a la
    figura de Stalin provoca las iras de los mandarines ideológicos del sistema y se arriesga a
    ser incluido en la nueva especie de nostálgicos, inadaptados, caducos y cuasi terroristas.
    No es sencillo, pues, nadar a contracorriente en este tema, porque al impugnar las
    versiones canónicas sobre Stalin puede dar la impresión de que se están justificando todas
    sus actuaciones, cuando de lo que se trata es de iluminar desde el rigor histórico unos años
    y una personalidad que no pueden despacharse con insultos y simplezas o interpretaciones
    psicológicas pedestres, como la que afirma que las señales de viruela en la cara
    ocasionaron en el dirigente soviético un comportamiento patológico [ 1 ].
    A continuación esbozaremos algunas cuestiones que, desde nuestro punto de vista, no
    pueden darse por concluidas ni cerradas, y que necesitan una reinterpretación histórica sin
    anteojeras doctrinales.

    ANTES Y DESPUÉS DE LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE

    Es un lugar común considerar que Stalin no desempeñó papel alguno en la revolución de
    Octubre y que era dentro del partido bolchevique una figura oscura y poco relevante. Es la
    caracterización que encontramos en numerosos textos de Trotski y en la mayoría de las
    biografías de Stalin. Isaac Deutscher afirma que "en los días de la sublevación, Stalin no
    figuró entre sus actores principales. Aún más que de costumbre, permaneció en la sombra"
    [ 2 ]. Nos parece un método pueril infravalorar a Stalin para realzar a Trotski. Es de sobra
    conocido que Trotski fue una figura capital en la toma del poder, de la misma forma que los
    bolcheviques obtuvieron el triunfo en la guerra civil contra los blancos en buena parte
    gracias a su genio organizativo, capaz de levantar el Ejército Rojo casi desde la nada. Pero
    todo esto no significa que Stalin fuera un provinciano del Caúcaso ignorado por Lenin.
    Stalin formó parte del Partido Socialdemócrata desde sus orígenes y se unió a los
    bolcheviques sin dudarlo cuando se produjo la escisión en el IIº Congreso del partido
    celebrado en 1903 (Trotski, por el contrario, no ingresó en el Partido bolchevique hasta julio
    de 1917). Detenido en numerosas ocasiones y desterrado a Siberia, en vísperas de la
    revolución de Octubre Stalin desempeñaba en el Partido los siguientes cargos: director de
    Pravda, órgano central del Partido; miembro del Comité Central; miembro del Buró Político;
    y responsable del Centro Revolucionario Militar del Comité Central, integrado por cinco
    miembros y encargado de dirigir la insurrección. No parece, pues, que fuese un personaje
    tan insignificante en las estructuras organizativas del bolchevismo.
    Tras el triunfo de la revolución, ocupó en el gobierno los cargos de Comisario de las
    Nacionalidades y Comisario para la Inspección Obrera y Campesina, y en abril de 1922 fue
    elegido Secretario General del Partido. Son suficientes estos datos para comprobar que
    Stalin estuvo siempre entre la élite dirigente de los bolcheviques y parece poco probable
    que hubiese alcanzado esa posición de ser un hombre tan falto de cualidades como en
    ocasiones se le retrata.
    Algo similar ocurre cuando se valora su trayectoria como teórico. No hace falta insistir en
    que Stalin no era un intelectual brillante al estilo de Lenin, Bujarin y Trotski, pero eso dista
    mucho de la imagen del dirigente inculto, preocupado sólo por las intrigas políticas, que a
    veces se transmite.
    Stalin conocía a fondo la teoría marxista. Sin ese conocimiento no hubiese podido escribir
    en 1913 El marxismo y la cuestión nacional, un estudio sobre el problema nacional que
    recibió los elogios del propio Lenin y del que el gran historiador Pierre Vilar dijo que era “el
    mejor estudio sintético del hecho nacional en el siglo XIX” [ 3 ]. Lenin no era una persona
    que prodigara alabanzas gratuitamente y mucho menos estaba dispuesto a realizar
    concesiones en cuestiones ideológicas o teóricas y Pierre Vilar, maestro de historiadores,
    fue una autoridad indiscutible en los temas relacionados con la nación y el estado nacional
    [ 4 ]. Sus opiniones son un aval de suficiente peso como para considerar que Stalin tenía
    una talla intelectual bastante notable. Sin ser un teórico de primera fila, muchos de sus
    escritos, como Los Fundamentos del leninismo (1924) o Sobre el materialismo dialéctico y
    el materialismo histórico, son lectura obligada para quien quiera adentrarse en el
    conocimiento del marxismo [ 5 ].
    Incluso sus críticos más encarnizados han reconocido que Stalin era un lector infatigable
    desde su juventud. Jean-Jaques Marie afirma refiriéndose a sus años escolares que
    “devora la biblioteca de la escuela.... y completa sus lecturas con obras no autorizadas de la
    biblioteca privada de la localidad...” [ 6 ], y Donal Rayfield refiere que “el error fatal en que
    incurrirían los enemigos de Stalin consistía en olvidar que se trataba de alguien
    extraordinariamente leído. Nosotros conocemos este dato gracias a lo que queda de su
    biblioteca, que rondaba los veinte mil volúmenes, por la notas y cartas que escribía
    solicitando libros , y que aún se conservan, y por los recuerdos de aquellos que le
    frecuentaron en su juventud.... Cuando cumplió los treinta había leído ya a los clásicos
    rusos y occidentales de la literatura, la filosofía y la teoría política. En los cuatro años que
    pasó desterrado en Siberia (1913-1917), asocial y poco comunicativo como era, leyó
    cuantos libros pudo tomar prestados de sus camaradas del exilio. Stalin leyó incluso en
    mitad del caos de la revolución y de la lucha por el poder. Desde los años veinte hasta su
    muerte, leyó además todas las publicaciones periódicas editadas por los emigrados” [ 7 ].
    Ni oscuro dirigente ni nulidad intelectual. Pero aún queda un argumento supremo para
    descalificar definitivamente a Stalin y considerarlo como un usurpador del poder. Nos
    referimos al conocido, y tantas veces citado, “Testamento” de Lenin. Se trata de un conjunto
    de notas dictados por Lenin a sus secretarias entre los días 23 de diciembre de 1922 y el 4
    de enero de 1923, tras el ataque de apoplejía sufrido en la noche del 15 al 16 de diciembre,
    que le dejó parcialmente paralizado. En las notas dictadas los días 23, 24 y 25 de diciembre
    realizaba una caracterización de los principales miembros del Comité Central. Refiriéndose
    a Stalin y Trotski afirmaba [ 8 ].
    “El camarada Stalin, al convertirse en secretario general, ha concentrado en sus
    manos un inmenso poder y no estoy seguro de que siempre pueda utilizarlo con
    suficiente prudencia. Por otra parte, el camarada Trotski, como ya lo ha demostrado
    su lucha contra el Comité Central, en la cuestión del Comisariado del Pueblo para
    las vías de comunicación, no se distingue únicamente por las más eminentes
    capacidades. Personalmente es, sin duda alguna, el hombre más capaz del Comité
    Central, pero se deja llevar excesivamente por la seguridad en sí mismo y se ve
    arrastrado, más de la cuenta, por el lado administrativo de las cosas.
    Estas dos cualidades de los dos jefes más notables del actual Comité Central
    pueden involuntariamente conducir a la escisión; si nuestro partido no toma las
    medidas para prevenirla, esta escisión se puede producir inopinadamente”.
    De este texto conviene resaltar varios aspectos. En primer término es necesario reseñar
    que Stalin y Trotski eran considerados como los dirigentes más cualificados del Partido. Las
    propias palabras de Lenin desmienten la tesis de un Stalin oscuro y poco capacitado
    defendida posteriormente por Trotski. En segundo lugar, ambos son objeto de crítica. A
    Trotski se le reconoce su inmensa capacidad, pero se le reprocha el dejarse arrastrar por la
    vertiente administrativa de los asuntos, es decir, su inclinación al burocratismo. En el caso
    de Stalin se hace una advertencia sobre el enorme poder que concentra en su cargo de
    secretario general del partido. No creo que se pueda deducir de aquí una especial
    animadversión de Lenin hacia Stalin ni que éste hubiese caído en desgracia. En los escritos
    de Lenin se pueden encontrar juicios durísimos sobre Trotski a propósito de su
    menchevismo y valoraciones muy positivas, de la misma forma que en febrero de 1913
    llamó a Stalin “maravilloso georgiano”. En los 55 tomos de las Obras Completas de Lenin,
    en la edición castellana de la editorial Progreso, es fácil hallar todo tipo de citas si lo que se
    quiere es emplearlas como arma arrojadiza para acusar de desviacionismo a cualquier
    dirigente bolchevique, pero el propio Lenin puso en guardia al partido sobre el peligro de
    reprochar a los militantes sus pasados errores políticos.
    Unos día más tarde, el 4 de enero de 1923, Lenin dictó una breve nota para añadir al
    texto anterior:
    “Stalin es demasiado brutal, y este defecto plenamente soportable en las relaciones
    entre nosotros, comunistas, se hace intolerable en la función de secretario general.
    Por lo que propongo a los camaradas que reflexionen sobre la manera de desplazar
    a Stalin de este puesto y de nombrar en su lugar a un hombre que, en todos los
    aspectos, se distinga del camarada Stalin por su superioridad, es decir que sea más
    paciente, más leal, más educado y más atento con los camaradas, menos
    caprichoso, etc. Esta circunstancia puede parecer una bagatela insignificante, pero
    pienso que para preservar al partido de la escisión y desde el punto de vista de lo
    que yo he escrito anteriormente sobre las relaciones mutuas entre Stalin y Trotski,
    no es una bagatela, a menos de ser una bagatela que pueda adquirir una
    importancia decisiva”.
    El cambio de tono y la contundencia que apreciamos en esta posdata están relacionados
    con la irritación que le causó a Lenin las noticias que le llegaron sobre el comportamiento de
    Stalin y Ordzhonikidze en relación con la cuestión de Georgia y su inserción en la URSS
    [ 9 ]. Lenin les acusó de nacionalismo ruso en unas notas dictadas a sus secretarias los
    días 30 y 31 de diciembre (“Contribución al problema de las naciones o sobre la
    autonomización”). Aun sin poner en duda la autoridad de Lenin, estamos en presencia de
    un nuevo debate político de gran calado en el seno del partido bolchevique, algo por lo
    demás habitual en la historia del bolchevismo. Y esos debates habían sido siempre
    intensos, apasionados, en los que la crítica política se ejercía sin concesiones. Que Lenin
    sugiriera la forma de desplazar a Stalin de la secretaría general no era algo novedoso. En
    vísperas de la revolución de Octubre exigió la expulsión de Zinoviev y Kamenev por exponer
    este último en el periódico Novaia Zhin su postura contraria a la insurrección. Una exigencia
    que no fue aceptada por el Comité Central y una buena prueba de la democracia interna
    que regía la vida del partido.
    Lo que sucedió tras la muerte de Lenin el 21 de enero de 1924 fue algo similar a lo
    acontecido entonces. El 22 de mayo de 1924, en una reunión del Comité Central, se decidió
    por unanimidad la continuidad de Stalin en su cargo y por 30 votos contra 10 se aprobó no
    leer el “testamento” en el decimotercer congreso del partido y darlo a conocer
    exclusivamente a los jefes de las delegaciones [ 10 ]. Nos parece bastante significativo que
    ni un solo miembro del Comité Central, incluido el propio Trotski, estuviera dispuesto a
    cumplir la propuesta de Lenin. Pasados los años se pueden hacer todo tipo de
    interpretaciones y juicios de valor, pero en aquel contexto histórico lo que sucedió realmente
    es que Stalin contó con el apoyo pleno de sus camaradas y Lenin fue desautorizado.

    LOS AÑOS TREINTA: REVOLUCIÓN EN LA REVOLUCIÓN

    Uno de los temas estrella de la historiografía académica, antes y después de la Guerra
    Fría, ha sido la represión estalinista. Con la finalidad de demostrar el supuesto carácter
    criminal del bolchevismo, una legión de historiadores han ido engordando sus méritos
    académicos con publicaciones en las que alegremente se han ofrecido cifras astronómicas
    de detenidos y fusilados en la URSS durante los años treinta. Aunque los archivos oficiales
    soviéticos estuvieron cerrados hasta los años noventa del pasado siglo, ello no fue
    obstáculo para que, saltándose todas las normas científicas de la investigación histórica, se
    afirmase con rotundidad que Stalin había asesinado a decenas de millones de personas,
    convirtiendo de esta forma al dirigente comunista en el paradigma de la malignidad,
    equiparable a Hitler. En definitiva, lo que se pretendía difundir -y en buena parte se ha
    conseguido- es que el nazismo y el comunismo son doctrinas similares y sistemas políticos
    gemelos, igualmente condenables por totalitarios.
    Aunque desde cualquier punto de vista esta comparación constituye una aberración, la
    teoría del totalitarismo ha sido aceptada en amplios medios intelectuales. Hitler y Stalin
    vendrían a ser las versiones alemana y rusa de un mismo sistema opresivo, esclavizador y
    criminal.
    Arropados por los medios de comunicación, que les proporcionan una amplia cobertura
    informativa, los profesionales del anticomunismo pueden propagar su versión sin encontrar
    la oportuna respuesta. Pero las descalificaciones no pueden ocultar eternamente la
    realidad, y los que se han negado siempre a ver la historia en blanco y negro en el tema del
    estalinismo ven confirmados algunos de sus planteamientos a partir de la apertura de los
    archivos soviéticos.
    Trabajando sobre los fondos documentales del Archivo Estatal de la Federación de Rusia
    (GARF), del Centro Ruso de Conservación y Estudio de Documentos de la Historia
    Reciente (RtsJIDNI) y del Depósito Central de Documentación Reciente (TsJSD), los
    investigadores J. Arch Getty y Oleg V. Naumov han calculado que la población reclusa a 1
    de enero de 1939, fecha en la que acabaron las grandes purgas del período 1936-1938,
    ascendía a 2.022.976 personas, tanto por delitos políticos como comunes, aunque una
    buena parte lo eran por los primeros. Según los archivos del Comisariado Popular de
    Asuntos Interiores (NKVD), los fusilados en 1937-1938 fueron 681.692, cifra que ascendería
    a 786.098 personas para el período 1930-1953. Si se sumaran a esta cifra los muertos en
    los campos de trabajo y en las prisiones estaríamos alrededor de 1,5 millones de muertos
    causados por la represión de los años treinta [ 11 ]. Por su parte el historiador Viktor
    Zemskov proporciona la cifra de 2,5 millones de detenidos para los años 1937-1938 y
    800.000 fusilados entre 1921 y 1953.
    Evidentemente son cifras tremendas, pero muy alejadas de las que en su momento se
    proporcionaron y que sólo respondían a una labor propagandística y desinformadora.
    Robert Conquest en su libro The Great Terror, publicado en 1968 (hay traducción
    castellana: El Gran Terror, Barcelona, Luis de Caralt, 1974), daba por buenas una cifra de
    detenidos entre 7 y 9 millones durante los años treinta, y Roy Medvedev estimaba las
    detenciones entre 4 y 5 millones [ 12 ]. En el lamentable y sectario Libro negro del
    comunismo (1998), que fue objeto de amplísimo y favorable tratamiento en los medios de
    comunicación, al contrario de lo que sucedió con El libro negro del capitalismo (Tafalla,
    Txalaparta, 2001), absolutamente ignorado por esos mismos medios que presumen de
    talante democrático, el número de detenidos en campos de trabajo se estima en 7 millones
    para los años 1934 a 1941.
    Curiosamente, los nuevos datos proporcionados por los archivos no han provocado
    rectificaciones ni reflexiones por parte de los propagadores de versiones oficiales, al menos
    en España. Muchos historiadores que lamentaban amargamente la imposibilidad de
    consultar los archivos soviéticos -lo que, por otra parte, les servía para confirmar el carácter
    dictatorial de la URSS-, parece que ahora ya no tienen la menor intención de trabajar en
    ellos. Cuando la realidad no ha confirmado sus insidias, han preferido volverle la espalda y
    dedicar su atención a otros temas más productivos. Ahora, los intelectuales orgánicos de la
    burguesía están empeñados en su particular cruzada contra el pérfido islamismo.
    No pretendemos aquí justificar la represión de los años treinta en la URSS, sino
    establecer unos elementos de objetividad al analizar un proceso histórico. Teniendo en
    cuenta que la población del país era de 170 millones de habitantes en 1939, la cifra muertos
    ocasionada por la represión, de acuerdo con los datos de Getty y Naumov citados más
    arriba, equivaldría al 0,89% de la población. En cuanto a los detenidos en el Gulag,
    supondrían entre el 1,19% y el 1,50%. Sin ignorar el sufrimiento y la tragedia que se
    esconden tras estas cifras, no parece que se correspondan con el pretendido holocausto
    cometido por Stalin contra los pueblos de la URSS. En cualquier caso, la simple
    enumeración de datos no aclara demasiadas cosas sobre lo ocurrido durante los años
    treinta. Es necesario inscribir la represión en un contexto extraordinariamente difícil para la
    Rusia soviética, cuando el fascismo avanzaba imparable en Europa con la connivencia de
    Francia e Inglaterra, y el país se encontraba sometido a un veloz proceso de cambio
    económico en un intento de construir el socialismo en un solo país. El aislamiento
    internacional y las tensiones sociales creadas por los planes quinquenales, así como el
    crecimiento de la burocracia, generaron probablemente una creciente sensación de
    amenaza en el grupo dirigente del Partido bolchevique. La represión no tuvo nada de plan
    premeditado ni era el resultado de mentes paranoicas, sino la respuesta a situaciones
    extremadamente complejas que no se deben pasar por alto. Por otro lado, debemos
    considerar que la represión es una cara de la realidad; la otra es el enorme crecimiento
    industrial, el avance cultural y científico y las inmensas posibilidades de promoción que se
    abrieron para la clase obrera en aquellos años, cuestiones todas ellas sobre las que se
    suele pasar de puntillas o simplemente infravalorarlas.
    Si fijamos nuestra atención en el tema educativo, el avance fue espectacular. En 1914,
    Rusia tenía 150 millones de habitantes, aproximadamente, y su tasa de analfabetismo se
    situaba en el 70,5% de la población [ 13 ], aunque hay autores que elevan esta cifra hasta el
    80% [ 14 ]. La revolución de Octubre abrió una etapa de inmensas transformaciones e
    innovaciones en el ámbito cultural y pedagógico, cuyo objetivo prioritario fue la lucha contra
    el analfabetismo y la elevación del nivel cultural de las masas, pero la guerra civil y la
    posterior reconstrucción del país dificultaron enormemente esa tarea. El censo de 1926
    arrojaba una cifra de población de 147.027.915 habitantes. Sabían leer y escribir el 39, 6%
    de la población. En los hombres la tasa alcanzaba hasta el 50,8% y en las mujeres
    descendía hasta el 29,2%. En Ucrania, la población alfabetizada llegaba al 44,9 %, pero en
    Uzbekistán bajaba hasta el 7,7% [ 15 ].
    Esta panorama cambió radicalmente con el inicio del Primer Plan Quinquenal (1928-
    1932). La política escolar, en consonancia con el impulso industrializador, se orientó hacia
    la rápida liquidación del analfabetismo, la escolarización obligatoria, la formación de
    especialistas y la cualificación técnica de los obreros.
    Los resultados fueron impresionantes. De 1930 a 1932, en las “escuelas de liquidación
    del analfabetismo” estudiaban treinta millones de personas. En 1941, el número de
    “escuelas de diez años”, en las que era posible cursar el ciclo completo de estudios
    primarios y secundarios se había multiplicado por diez respecto al primer plan quinquenal.
    La red escolar se extendió por todo el país y “el analfabetismo está a punto de desaparecer”
    [ 16 ]. El alumnado en establecimientos de enseñanza secundaria ascendía a 977.787
    personas en el curso 1928-1929, mientras que en los años 1933-1934 pasó a 2.011.798
    alumnos [ 17 ].
    El trepidante ritmo de la industrialización exigía una ingente formación de cuadros
    técnicos y obreros especializados. Entre 1928 y 1932 se formó anualmente una media de
    72.000 especialistas por las escuelas técnicas y 42.500 por las escuelas universitarias,
    frente a una media de 18.000 y 32.000, respectivamente, durante los años de Nueva
    Política Económica (NEP), que abarcó el período 1921-1928 [ 18 ].
    En cuanto a los estudiantes de enseñanza superior, su número era de 112.000 en 1914;
    176.000 en 1929 y ¡675.000! en 1941. A la altura de 1937 había en la URSS 1.750.000 jefes
    de empresas, centros administrativos e instituciones culturales; 250.000 arquitectos e
    ingenieros y 822.000 economistas y estadísticos [ 19 ]. Frente a las 78 Universidades y
    Escuelas Técnicas de 1914, en 1939 funcionaban 449 establecimientos de enseñanza
    superior.
    En un período de doce años, el comprendido entre 1929 y 1941, la URSS fue capaz de
    superar su secular atraso cultural y científico y colocarse en una situación equiparable a las
    grandes potencias capitalistas. Y no fue el menor mérito de este esfuerzo educativo el
    formar una generación de técnicos, ingenieros y científicos que colocaron a la Unión
    Soviética en un nivel militar que hizo posible su victoria sobre la Alemania nazi en la IIª
    Guerra Mundial.
    Asombrosos fueron también los resultados económicos de los tres primeros planes
    quinquenales [ 20 ]. La Renta Nacional se incrementó en un 86% durante el primer plan y
    otro 110% en el segundo, es decir, en diez años se había multiplicado por cuatro. Cuando el
    tercer plan quedó interrumpido por la guerra, ya se había incrementado en una tercera
    parte. En conjunto, la Renta Nacional pasó, en miles de millones de rublos, de 24,4 en
    1927/1928 a 128 en 1940. La producción industrial, que suponía el 34,8% de la producción
    total del país en 1928, alcanzó el 62,7% en 1940 [ 21 ].

    PRODUCCIÓN INDUSTRIAL DE LA URSS

    1928 1940
    Carbón (millones de toneladas) 35,5 165,9
    Petróleo (millones de toneladas) 11,6 31,1
    Electricidad (mil millones de Kw h) 5,0 48,3
    Acero (millones de toneladas) 4,3 18,3
    Cemento (millones de toneladas) 1,5 5,7
    Fertilizantes minerales (millones de toneladas) 0,1 3,2
    Tractores (mil unidades) 1,3 31,6
    Fuente: DOBB, Maurice, El desarrollo de la economía soviética desde 1917, Madrid, Tecnos,
    1972, pág. 319.
    Se construyeron cientos de fábricas y enormes presas, surgieron nuevas regiones
    industriales y se edificaron ciudades. Trotski calificó a Stalin de “enterrador de la
    revolución”, pero lo que ocurrió en la URSS en los años treinta difícilmente puede tener otro
    significado que no sea el de revolucionario. Una revolución educativa, pero también una
    revolución contra la NEP y la pequeña economía campesina. La planificación económica y
    la colectivización del campesinado fue una segunda revolución que removió a fondo las
    estructuras sociales del país. Una transformación tan intensa y en un período tan corto no
    podía estar exenta de violencia. Las resistencias del campesinado a la colectivización
    -lógicas desde su posición, pero contraproducentes desde el punto de vista de una
    industrialización acelerada- desencadenaron la respuesta represiva del Estado. El hecho de
    que las medidas de fuerza se extendieran al Partido y al Ejército tuvo que ver sin duda con
    el miedo a la formación de núcleos de resistencia a la política planificadora en el propio
    aparato del Estado y las sucesivas depuraciones de los depuradores tendrían estarían
    relacionadas con el objetivo de evitar la autonomía de la policía política. Las acusaciones
    contra los detenidos de mayor prestigio -espionaje, actividad contrarrevolucionaria, agentes
    del fascismo, etc.- formaban la coartada ideológica, obviamente falsa, que envolvía
    contradicciones sociales y políticas más profundas y servía para justificar ante los
    trabajadores la eliminación de personas tan conocidas como Zinoviev, Kamenev o Bujarin.
    Juzgar los hechos a posteriori es demasiado sencillo y con la perspectiva de lo que ya ha
    sucedido se puede justificar cualquier cosa -e incluso cualquier crimen-, pero es una
    realidad que la planificación económica de los años treinta, inseparable de la represión,
    permitió a la URSS derrotar a Hitler y, de esa forma, evitar que la Humanidad fuera
    esclavizada por el nazismo. No queremos hacer historia ficción, pero no hace falta tener
    una imaginación demasiado fértil para aventurar lo que hubiese ocurrido si Hitler gana la
    guerra: el holocausto global.
    A todos los que han hecho del anticomunismo su forma de vida -una forma muy bien
    remunerada- no estará de más refrescarles la memoria y recordarles que durante la
    dictadura franquista , para el período 1936-1945, las cifras no bajarán de 150.000 fusilados,
    cuando aún hay archivos por consultar, cientos de fosas comunes por exhumar y una masa
    enorme de documentación desaparecida, a los que deberían sumarse los fallecidos por
    hambre, enfermedades y malos tratos en prisiones y campos de concentración. En
    conjunto, un mínimo de 200.000 fallecidos a consecuencia directa de la represión,
    equivalente al 0,82% de la población de 1936 (24,5 millones de habitantes). Si añadiéramos
    la población exiliada al acabar la contienda y los encarcelados, las consecuencias
    represivas del franquismo afectaron aproximadamente al 2,5% de la población española.
    A la luz de estas cifras, la represión franquista fue proporcionalmente mayor que la
    estalinista y, paradójicamente, el tratamiento que recibe Franco por parte de los
    historiadores no es el mismo que el reservado para el dirigente soviético. Pero no podía ser
    de otro modo. Franco fue el defensor del orden capitalista y la burguesía española le mostró
    su agradecimiento en vida y se lo sigue mostrando tras su muerte. Para eso están Pío Moa,
    Ricardo de la Cierva y César Vidal. Stalin fue, por el contrario, la representación de una
    revolución proletaria triunfante -con sus defectos, sus errores y sus deformaciones-, pero
    una revolución que amenazaba el orden burgués, y eso es algo que las clases dominantes
    ni olvidan ni perdonan. Y el resultado es que Stalin fue un asesino y Franco un dirigente
    autoritario. Así se escribe la historia -o algunos así la escriben-.

    LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

    En la larga cadena de desastres atribuidos a Stalin, figura en el cuadro de honor la derrota
    de la República española en la guerra civil de 1936-1939. Tal es la versión que mantuvieron
    en su momento el POUM y la CNT -y que todavía cuenta con numerosos defensores-, al
    considerar al PCE una marioneta de Stalin. Con su política de ganar la guerra por encima
    de todo, los comunistas españoles sacrificaron la revolución, desmoralizaron al proletariado,
    se plegaron a las diabólicas maniobras estalinistas y sellaron la derrota republicana. El
    ejército franquista no cuenta, ni la actitud de Francia e Inglaterra. Por supuesto, los
    militantes poumistas y cenetistas mantuvieron la pureza revolucionaria y no cometieron
    errores. Este cuento se alimenta periódicamente con aportaciones supuestamente
    científicas.
    En 1998, el historiador Gerald Howson publicó Arms for Spain: The Untold Story of the
    Spanish Civil War (hay traducción castellana: Armas para España. La historia no contada
    de la Guerra Civil española. Barcelona, Península, 2000). La tesis central del libro defiende
    que el gobierno republicano, en su búsqueda desesperada por comprar armas, fue objeto
    de todo tipo de engaños por parte de traficantes sin escrúpulos. El mayor de estos timos
    habría sido perpetrado por Stalin, quien, según el autor, proporcionó a los republicanos
    españoles armas caras, escasas y obsoletas, auténticas piezas de museo cobradas a
    mayor precio que el de su valor real mediante la alteración artificial de los tipos de cambio
    entre la peseta, el dólar y el rublo.
    En la página 181 de la versión española leemos: “...aparte de los aviones, tanques y 150
    ametralladoras ligeras Degtyarev, todas las armas enviadas en 1936 eran viejas y en
    desuso: más de la mitad eran antiguas piezas de museo suministradas con tan pocas
    municiones que eran prácticamente inservibles”. Ahora bien, si esto fuese cierto, ¿cómo fue
    posible que el Ejército Popular de la República resistiese durante tres años al ejército
    franquista, pertrechado masivamente por Hitler y Mussolini? La heroicidad de los soldados
    republicanos no creemos que hubiese sido suficiente para aguantar tres años de lucha. Si
    la República fue capaz de detener a Franco a las puertas de Madrid, vencer en la batalla de
    Guadalajara y tomar la iniciativa durante la batalla del Ebro, eso fue posible gracias al
    armamento que llegó de la URSS, unido, obviamente, a la férrea voluntad de vencer al
    fascismo que mostraron los trabajadores españoles.
    La derrota de la República española no se debió a Stalin, sino a la vergonzosa actitud de
    los gobiernos francés y británico, quienes se plegaron a las exigencias de Hitler, permitieron
    el intervencionismo nazi y fascista en favor de Franco e impidieron que el legítimo y legal
    gobierno republicano pudiese adquirir libremente armas en el mercado internacional. Frente
    a esta política criminal de las llamadas potencias democráticas, sólo la URSS suministró
    armas a la República española . Esa es una realidad incontestable.
    El historiador Daniel Kowalski ha realizado un exhaustivo estudio sobre la implicación de
    la Unión Soviética en la guerra civil española, trabajando con la documentación registrada
    en los principales archivos soviéticos. El fruto de esa investigación ha sido el libro que lleva
    por título La Unión Soviética y la guerra Civil española. Una revisión crítica (Bracelona,
    Crítica, 2004).
    En sus conclusiones leemos:
    “Una vez involucrado en el conflicto y durante los diez primeros meses
    aproximadamente de ayuda militar, el régimen soviético no se anduvo por las ramas
    en su intento de cambiar el curso de la guerra y de ayudar a la República a ganarla.
    Se enviaron a España cantidades significativas de armamento de alta calidad y se
    pusieron al servicio de la República asesores militares de talento, tripulantes de
    carros de combate, pilotos y gran número de personal de apoyo. Los centros de
    adiestramiento militar de la URSS se pusieron a disposición de los jóvenes pilotos
    republicanos, y los mejores instructores rusos se encargaron inmediatamente de
    convertir en profesionales a los jóvenes aviadores de la República. Se envió a
    España la generación más nueva de aviones y tanques soviéticos, y se facilitó en
    cuanto fue posible las versiones más actualizadas de los mismos, especialmente el
    caza I-16 y el tanque rápido BT-5. Entre octubre de 1936 y otoño de 1937, los
    soviéticos abrigaron la esperanza de obtener la victoria en España, y no hay
    pruebas de que Stalin pretendiera sabotear las actividades bélicas de la República
    ni de hacer que el conflicto se alargara y se convirtiera en una guerra de desgaste.
    Además de trabajar para conseguir la victoria de la República, Moscú perseguía
    otros objetivos a largo plazo: disponer en la República española victoriosa de un
    verdadero aliado en el Mediterráneo occidental. Si el Kremlin hubiera visto en la
    República sólo una fuente de divisas,, como han sostenido algunos, o un
    instrumento de manipulación estratégica entre Occidente y Alemania, como han
    menudo han pretendido otros, probablemente el régimen no hubiera intentado
    involucrarse en la causa republicana en tantos aspectos...” [ 22 ].
    La obra de Kowalski refuta punto por punto las leyendas tejidas sobre la aviesas
    intenciones de Stalin en España. Hay un episodio de la guerra extremadamente significativo
    sobre la ayuda soviética. Tras la batalla del Ebro, el ejército republicano tenía una acuciante
    necesidad de material bélico, pero las reservas de oro depositadas en la URSS estaban
    agotadas. A mediados de noviembre de 1938, Negrín envió a Moscú a Hidalgo de Cisneros,
    jefe de la fuerza aérea republicana, con una carta dirigida a Stalin en la que solicitaba un
    enorme pedido de armamento: 250 aviones, 250 tanques, 650 piezas de artillería, 10.000
    ametralladoras, etc. Stalin aceptó las peticiones y envió inmediatamente a España un
    cargamento de armas valorado en 55.335.660 dólares, tal como indican los documentos de
    los archivos soviéticos. Siete barcos, siguiendo la ruta del mar del Norte, transportaron 134
    aviones, 40 carros de combate, 3.000 ametralladoras, quince lanchas torpederas y cuarenta
    mil fusiles, que fueron desembarcados en Francia. Sin embargo, la mayor parte de las
    armas no pudo ser utilizada por el ejército republicano, porque el gobierno francés retrasó
    su transito a territorio español y la ofensiva franquista sobre Cataluña en 1939 impidió que
    ese material llegase al gobierno republicano [ 23 ].
    Las pruebas documentales rebaten la tesis del abandono de la República por parte de la
    URSS y ratifican el esfuerzo de los soviéticos hasta el final de la contienda. El
    antiestalinismo visceral adopta posturas grotescas. Si Stalin apoya a la República, lo hace
    con intenciones ocultas. Si envía armas, son escasas y de mala calidad. Y si no las hubiera
    enviado, entonces se le acusaría de traicionar al proletariado español. Pero como el PCE
    defiende la República, lo que ahora traiciona Stalin es la revolución socialista. Por acción u
    omisión, Stalin siempre es culpable. En fin, por este camino pronto escucharemos y
    leeremos que la República no pereció a manos del fascismo. Todo fue producto de un
    contubernio que se urdió en el Kremlin. Si ya lo dijo Franco: “Rusia es culpable”.

    EL PACTO GERMANO-SOVIÉTICO

    Otro tema recurrente en la bibliografía sobre Stalin es el Pacto Germano-Soviético de No
    Agresión firmado el 23 de agosto en Moscú por el ministro de asuntos exteriores alemán,
    Von Ribbentrop y su homólogo soviético, Molotov. El Pacto, con una duración de diez años,
    establecía que ambas partes se "comprometían a abstenerse de todo acto de violación o
    acción agresiva, así como de todo ataque de la una contra la otra" (art. 1). Asimismo, en
    caso de que uno de los dos países fuera objeto de agresión militare por parte de una
    tercera potencia "la otra se compromete a no proporcionar apoyo alguno, de ninguna
    manera, a esa tercera potencia" (art. 2) ni tomará parte "en ningún grupo de potencias que,
    directa o indirectamente, vaya en contra de la otra parte" (art. 4). La firma de este Pacto
    causó una enorme conmoción en todo el mundo y, especialmente, entre los militantes
    comunistas, para quienes, en un primer momento, fue incomprensible que la Alemania nazi
    y la Rusia soviética llegaran a un acuerdo.
    El pacto germano-soviético ha sido considerado por la historiografía burguesa como la
    mayor traición de Stalin, acusándole de ser el causante de la Segunda Guerra Mundial por
    dejar las manos libres a Hitler para atacar a Francia e Inglaterra. Sin embargo, la realidad
    histórica es muy distinta a la que describen ciertos especialistas acostumbrados a una
    visión maniquea de la historia.
    Durante los años treinta las tensiones internacionales adquirieron un carácter explosivo
    debido a las agresiones de las potencias fascistas. El 30 de enero de 1933 Hitler fue
    nombrado canciller de Alemania e inició una política exterior cuyos ejes eran la destrucción
    del Tratado de Versalles y la conquista del “espacio vital”. Tras abandonar la Sociedad de
    Naciones (SDN), Hitler estableció el servicio militar obligatorio e inició el rearme alemán
    (marzo de 1935). Un año después, en marzo de 1936, remilitarizaba Renania. Ambos
    hechos constituían una flagrante violación del Tratado de Versalles, pero Francia e
    Inglaterra y la Sociedad de Naciones se limitaron a protestas verbales. El 13 de marzo de
    1938 Hitler se anexionó Austria (“Anschluss”) y a continuación exigió a Checoslovaquia la
    región de los Sudetes. En la Conferencia de Munich, celebrada en septiembre de 1938,
    Francia e Inglaterra capitularon ante el dictador alemán y obligaron al gobierno checo a
    entregar el territorio. Poco después, en marzo de 1939, las tropas alemanas entraron en
    Checoslovaquia. La parte occidental del país se convirtió en el “Protectorado de Bohemia y
    Moravia” y Eslovaquia pasó a ser un estado títere manejado por Alemania. El 23 de marzo,
    Hitler se anexionó, tras un ultimátum, el territorio lituano de Memel.
    Por su parte, Mussolini ocupó Abisinia (Etiopía) en octubre de 1935 y Japón había
    invadido Manchuria en septiembre de 1931. Era evidente que las potencias fascistas se
    proponían cambiar el orden mundial y para ello estrechaban lazos y establecían alianzas.
    Hitler y Mussolini enviaron cantidades masivas de armamento a Franco durante la guerra
    civil española, y en octubre de 1936 se formó el “Eje Roma-Berlín”. Japón y Alemania
    firmaron en noviembre de ese mismo año el “Pacto Antikomintern”, para combatir a la
    URSS y a la Internacional Comunista. Italia se unió al pacto en enero de 1937 y Franco lo
    hizo en marzo de 1939.
    Mientras la agresividad fascista no tenía límite, Francia e Inglaterra practicaban una
    política de apaciguamiento. En vez de oponerse resueltamente al fascismo, claudicaban
    una y otra vez, abandonando a su suerte a Checoslovaquia y traicionando a la República
    española. No se trataba de ceguera o de errores de apreciación, como apuntan algunos
    historiadores. Las clases dominantes inglesa y francesa veían en Hitler al anticomunista que
    les libraría de la Unión Soviética, al defensor del capitalismo que había destruido las
    poderosas organizaciones obreras en Alemania. Mientras Hitler marchara hacia el este, y
    allí estaba su espacio vital, se le podía dejar hacer [ 24 ].
    Pero las ambiciones del capitalismo alemán eran de orden mundial y terminaron por
    chocar con los intereses del imperialismo franco-británico. En marzo de 1939 Hitler exigió a
    Polonia la anexión de la ciudad de Dantzig y comunicación extraterritorial con Prusia
    Oriental. Francia e Inglaterra decidieron entonces endurecer su actitud y ofrecieron
    garantías militares a Polonia en caso de que fuese agredida y las hicieron extensivas a
    Grecia, Rumania y Turquía.
    En esas circunstancias que anunciaban la guerra, el gobierno soviético propuso el 17 de
    abril la creación de una gran coalición antinazi que englobaría a la URSS, Francia e
    Inglaterra. Entre el 12 y el 21 de agosto se celebraron conversaciones militares en Moscú.
    La delegación militar soviética , que estaba autorizada a firmar un convenio militar, propuso
    tres variantes de acción conjunta en caso de guerra. En la primera, si Alemania atacaba a
    Francia e Inglaterra, la URSS emplearía unas fuerzas equivalentes al 70% de las fuerzas
    movilizadas por Francia e Inglaterra. En la segunda variante, si Alemania se lanzaba contra
    Polonia y Rumania, Inglaterra y Francia declararían inmediatamente la guerra y la URSS
    participaría con un número de divisiones equivalentes a las empleadas por los francobritánicos.
    A las tropas soviéticas se les dejaría atravesar Polonia. En la tercera variante, si
    Alemania atacaba a la URSS, Francia e Inglaterra entrarían en guerra aportando un 70% de
    las fuerzas movilizadas por la Unión Soviética y Polonia emplearía cuarenta y cinco
    divisiones para atacar Alemania [ 25 ].
    Los gobiernos de Francia e Inglaterra desplazaron a Moscú una delegación de rango
    inferior y alargaron las conversaciones sin intención de firmar un tratado militar, tal como se
    pone de manifiesto en las Memorias del general francés Beaufré, miembro de la delegación
    franco-británica. Paralelamente a las conversaciones con los soviéticos, el gobierno inglés,
    a través de Horace Wilson, -intimo colaborador del primer ministro Neville Chamberlainentró
    en contacto con Wohlthat, alto funcionario alemán, y propuso al gobierno de Alemania
    un acuerdo económico que implicaba el reparto de los mercados europeos y un pacto de no
    agresión. Aunque estas proposiciones no fructificaron, son una buena muestra de que las
    llamadas potencias democráticas estaban intentando pactar una vez más con Hitler y
    lanzarlo contra la la Unión Soviética.
    La negativa de Francia e Inglaterra a firmar un acuerdo militar con Stalin dejó a la URSS
    en una situación de aislamiento y con el riesgo añadido de que se volviera a repetir con
    Polonia una situación similar a la de la Conferencia de Munich. Desde el VII Congreso de la
    Internacional Comunista (agosto de 1935) la política exterior de la URSS consistió en
    buscar alianzas con las potencias occidentales para hacer frente al fascismo, pero Francia
    e Inglaterra optaron por la vía de la claudicación frente a los dictadores fascistas. ¿Cuál
    debía ser la postura de Stalin en esas circunstancias? ¿Afrontar el riesgo de una guerra
    frente a una superpotencia militar e industrial como Alemania o buscar algún tipo de
    acuerdo con Hitler para ganar tiempo y reforzar la capacidad militar de la URSS? Es
    evidente que la única salida que tenía Stalin era alcanzar un acuerdo con Hitler.
    Culpar a Stalin del desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial es una
    tergiversación monstruosa de los acontecimientos históricos. Fueron los gobiernos de
    Francia e Inglaterra, con su obsesión anticomunista, los que permitieron el rearme de
    Alemania y consintieron las violaciones del derecho internacional perpetradas por Hitler. El
    resultado fue una guerra que costó cincuenta y cinco millones de muertos.

    EPISODIOS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

    La falsificación del pasado forma parte del instrumental utilizado por las clases
    dominantes para imponer su hegemonía ideológica sobre el conjunto de las clases
    dominadas y anular los referentes políticos e ideológicos de los trabajadores. Mediante la
    tergiversación de los hechos o su ocultación, la burguesía transmite una visión de la historia
    acorde con sus intereses; una historia oficial que sacraliza determinados acontecimientos y
    personajes, mientras ignora o estigmatiza otros, aquéllos que no encajan en su visión del
    mundo y en su orden.
    No es de extrañar que la revolución bolchevique y toda la historia de la URSS sean objeto
    de manipulación sistemática, porque no ha existido otro hecho en el siglo XX que haya
    causado tanto pavor a la burguesía. Octubre de 1917 es la peor pesadilla del capitalismo
    hecha realidad: el poder en manos de los trabajadores, fábricas y tierras nacionalizadas,
    soviets, obreros con armas, racionamiento con carácter de clase... en fin, el mundo cabeza
    abajo. Por ello, la desaparición de la URSS no ha puesto punto final a la propaganda
    anticomunista; es preciso borrar su recuerdo de la memoria histórica de la clase obrera.
    Un buen ejemplo de esta amnesia programada lo encontramos en determinados
    episodios de la Segunda Guerra Mundial. Si realizásemos una encuesta al azar
    preguntando a un número indeterminado de personas por el desembarco de Normandía, la
    mayoría de los encuestados sabría situarlo históricamente y respondería que los
    estadounidenses lo protagonizaron; sin embargo, esa misma mayoría no sería capaz de
    ubicar la batalla de Stalingrado o sus referencias serían más borrosas. En el imaginario
    popular, Normandía fue el hecho decisivo de la Segunda Guerra Mundial, el desembarco
    que hizo posible la victoria de los aliados y selló la derrota de la Alemania nazi, mientras que
    Stalingrado va cayendo en el olvido, relegado a un hecho de armas menor. Y la verdad es
    bien distinta. Stalingrado fue la batalla más importante de la Segunda Guerra Mundial, la
    que cambió el signo de la contienda, pero los potentes medios de comunicación
    norteamericanos, en especial el cine, han contribuido a crear el mito de Normandía,
    ocultando el papel de la URSS en la guerra.
    En la primavera de 1941 Hitler es dueño de Europa. Desde le comienzo de la
    conflagración el 1 de septiembre de 1939, los ejércitos alemanes han ocupado Polonia,
    Noruega, Dinamarca, la Francia atlántica, Gracia y Yugoslavia. Alemania cuenta con la
    alianza de Italia, Hungría, Bulgaria, Rumania y Eslovaquia, y algunos países oficialmente
    neutrales, como Suecia y España, colaboran activamente con los nazis. Sólo Inglaterra
    resiste, sometida a duros bombardeos y al bloqueo de la guerra submarina. Es ahora
    cuando Hitler decide acometer su gran objetivo militar, que no es otro que el del capitalismo
    alemán: la conquista de la Unión Soviética.
    El 22 de junio de 1941 un gigantesco ejército de 5 millones de soldados, en el que se
    incluyen fuerzas húngaras, rumanas, finlandesas e italianas, inició el ataque contra la
    URSS. En los tres primeros meses de lucha los soviéticos sufrieron continuas derrotas y los
    alemanes ocuparon las repúblicas bálticas, Bielorrusia, Moldavia y casi toda Ucrania. A
    pesar de las enormes pérdidas, la Unión Soviética resistió, y fue esta resistencia la que
    impidió que Hitler ganara la guerra. Si Stalin se hubiese rendido, como en junio de 1940
    hizo el gobierno francés, los nazis habrían controlado las gigantescas reservas de materias
    primas del país, así como innumerables fábricas e instalaciones industriales. Con este
    potencial económico en sus manos, no es difícil aventurar que el gobierno británico no
    hubiese podido continuar la lucha, pactando algún tipo de acuerdo con Alemania. No es
    exagerado afirmar, por tanto, que la tenacidad en la lucha del pueblo soviético fue
    trascendental para el curso de la guerra.
    Mientras estos acontecimientos sucedían en la URSS, la guerra se hacía cada vez más
    universal. El 7 de diciembre de 1941 los japoneses atacaron la base naval estadounidense
    de Pearl Harbour. Estados Unidos declaró la guerra al Japón y pocos días después
    Alemania e Italia declararon la guerra a Estados Unidos. A finales de año la contienda
    alcanzó una dimensión mundial y quedaron definidos los dos bandos contendientes: de un
    lado, Alemania, Italia y Japón -el denominado EJE- y, de otro, los aliados, Estados Unidos,
    Inglaterra y la Unión Soviética.
    En la primavera de 1942 el ejército alemán reanudó la ofensiva y en septiembre comenzó
    la batalla de Stalingrado. La conquista de la ciudad se convirtió para Hitler en un objetivo
    prioritario, pero su defensa adquirió también un valor simbólico para los soviéticos. Durante
    meses se combatió en la ciudad, que quedó completamente destruida, y los soldados
    soviéticos dieron innumerables muestras de heroísmo. El 2 de febrero de 1943 lo que
    quedaba del VI ejército alemán se rindió. El mariscal Von Paulus, 24 generales y 90.000
    soldados fueron hechos prisioneros. Durante todo el período de la batalla los alemanes
    perdieron 1.500.000 hombres, aproximadamente el 25% de las fuerzas que operaban en el
    frente soviético, 2.000 tanques, 10.000 cañones y 3.000 aviones [ 26 ]. El desastre fue de tal
    magnitud que los alemanes ya no lograrían recuperarse y las tropas soviéticas hicieron
    retroceder a la Wermacht durante el resto del año .En los primeros meses de 1944
    continuaron los éxitos del Ejército soviético y la retirada de los alemanes.
    La victoria de Stalingrado fue el resultado de varias causas. Una de ellas fue la enorme
    capacidad industrial de la URSS. A pesar de las enormes pérdidas de 1941, la economía
    planificada demostró su efectividad a lo largo de la contienda. Los soviéticos fueron
    capaces de fabricar más armamento, y en muchos casos de mejor calidad, que los
    alemanes. Los economistas neoliberales tienden a ridiculizar los logros de la planificación,
    pero los datos estadísticos son abrumadores. En 1941 la invasión nazi había privado a los
    soviéticos del 63% de toda la producción de carbón, el 68% del lingote de hierro, el 58% del
    acero, el 60% del aluminio, el 41% de las líneas férreas, el 84% del azúcar y el 38% de los
    cereales. ¿Qué país hubiera resistido en esas circunstancias? Y la URSS resistió.
    Sobreponiendose a una situación pavorosa, entre julio y noviembre de 1941 fueron
    desmontadas y transportadas hacia el este 1.523 empresas industriales. En sólo 19 días,
    del 19 de agosto al 5 de septiembre, se sacaron de la siderurgia “Zaporozhstal” 16.000
    vagones cargados de maquinaria. Diez millones de personas fueron evacuadas ante el
    avance alemán. Las plantas industriales fueron montadas de nuevo lejos del frente, en los
    Urales, Siberia Occidental y Asia Central. Nunca se había hecho nada parecido en país
    alguno [ 27 ].
    De estas fábricas salieron cantidades ingentes de armamento. La industria produjo
    durante la guerra 489.000 cañones, 130.800 aviones y 102.500 tanques y cañones
    autopropulsados [ 28 ].
    Aunque en diversas publicaciones se afirma sin pruebas documentales que la Unión
    Soviética recibió un inmenso apoyo militar de sus aliados, Alec Nove, especialista en
    economía soviética, sostiene que es “una realidad innegable que la ayuda de Occidente
    contribuyó relativamente poco a los armamentos de Rusia” [ 29 ].
    En segundo lugar, la identificación entre el partido comunista y el pueblo soviético.
    Contrariamente a las esperanzas de los invasores, la población de la URSS no se levantó ni
    se rebeló contra el gobierno, aunque en muchas zonas, como ocurrió en el resto de Europa,
    hubo colaboracionismo con el ocupante. Este hecho vendría a confirmar que la represión de
    los años treinta no abrió ninguna brecha insalvable entre gobernantes y gobernados y que el
    apoyo al régimen, aún en una situación militar en ocasiones desesperada, fue mayoritario.
    En tercer lugar, la victoria se debió también a la capacidad de Stalin, quien, superando los
    graves errores iniciales, supo rectificar, tomar decisiones adecuadas y dejar una amplia
    iniciativa a los oficiales del Estado Mayor.
    Stalingrado marcó la bisectriz de la guerra y así lo han reconocido multitud de
    historiadores. Henri Michel afirma que fue una victoria decisiva [ 30 ], Williammson Murray y
    Allan Millet, autores nada sospechosos de prosovietismo, consideran que fue una derrota
    catastrófica para las armas alemanas que inclinó la balanza a favor de los soviéticos [ 31 ] y
    Gerhard Weinberg estima que Stalingrado simbolizó el cambio de marcha de la guerra
    [ 32 ].
    El 6 de junio de 1944 los norteamericanos desembarcaron en Normandía. No se trata de
    menospreciar la contribución de Estados Unidos a la derrota del nazismo, pero la apertura
    del segundo frente en Europa se produjo cuando Alemania se encontraba en vísperas de su
    derrota. Estados Unidos e Inglaterra habían pospuesto durante dos años el desembarco en
    Francia para debilitar a la URSS, pero en el momento en que vieron que era capaz de ganar
    la guerra con sus propias fuerzas, entonces se decidieron a intervenir para frenar la
    influencia política de la Unión Soviética y controlar los movimientos de resistencia en los
    países de Europa Occidental. Es evidente que la liberación de toda Europa por las fuerzas
    armadas soviéticas habría significado un durísimo golpe para el capitalismo a escala
    mundial y los Estados Unidos estaban dispuesto a evitarlo a toda costa. De igual manera
    les preocupaba el protagonismo de los comunistas franceses e italianos en la lucha contra
    el ocupante alemán. A la altura de 1944 los problemas políticos pasaban a primer término,
    porque militarmente la guerra estaba ganada.
    Durante tres años la Unión Soviética luchó sola. El sacrificio y las penalidades soportadas
    por el pueblo de la URSS fueron enormes. Las pérdidas humanas se elevaron a 26 millones
    de personas, una buena parte civiles que fueron víctimas de la guerra de aniquilación
    practicada por los alemanes. Fueron destruidas 1.700 ciudades, 72.000 aldeas y 32.000
    empresas industriales. En conjunto, la URSS se vio privada del 30% de su riqueza nacional
    y el conjunto de sus pérdidas constituyó el 40% del total de las sufridas por todos los
    combatientes.
    El aporte decisivo de la URSS en la victoria adquiere también su verdadera dimensión
    cuando se analizan las bajas del ejército alemán en territorio soviético. El número muertos y
    heridos de los alemanes en el frente del este fue seis veces superior al que tuvieron en el
    frente occidental y mediterráneo, y allí fue destruido también el 75% de su armamento.

    LUCES Y SOMBRAS

    Todavía queda un largo camino para reconstruir históricamente la realidad de la URSS
    entre 1929 y 1953, pero con lo que ya sabemos, ¿cuál es la valoración de esos años
    dominados por la figura de Stalin? ¿Cuáles son los elementos que necesitamos barajar
    para emitir un dictamen objetivo? No cabe duda de que el historiador debe manejar multitud
    de fuentes en su reconstrucción del pasado y sopesar innumerables de factores, entre ellos
    los éticos, pero nunca debe perder de vista la capacidad de un sistema político y económico
    para impulsar el desarrollo de las fuerzas productivas, el avance científico y el progreso
    social. Salvo los reaccionarios empedernidos, hay un acuerdo unánime en que la
    Revolución Francesa fue un factor de progreso no ya para Francia, sino para toda la
    humanidad. Y tampoco hay duda de que sin violencia revolucionaria no hubiera sido posible
    abatir el Antiguo Régimen. Si alguien descalificara la revolución de 1789 por el hecho de
    que Luis XVI y su esposa María Antonieta fueron guillotinados, pensaríamos que habría
    perdido el juicio.
    Si juzgamos el pasado tomando como punto de referencia exclusivo el empleo de la
    violencia, cualquier época resulta espantosa. Desgraciadamente, el avance del mundo no
    ha sido un camino idílico. Ahora bien, no es lo mismo la violencia del esclavista que la
    violencia liberadora de los esclavos. Y tampoco son equiparables las guerras de agresión y
    las guerras de liberación. Que los medios de comunicación y la mayoría de intelectuales
    tiendan a mezclarlo y confundirlo todo, arrimando siempre el agua al molino de los intereses
    del capital, es una cosa y otra bien distinta la objetividad histórica.
    Consideramos que uno de los parámetros imprescindibles para analizar el tema que
    estamos tratando es el económico. De lo que se trata es de comprobar si la revolución
    bolchevique y concretamente la política económica diseñada por Stalin y el partido
    comunista sacaron a Rusia de su secular atraso y la acercaron al nivel de los países
    capitalistas más desarrollados. Para utilizar esta comparación nos basaremos en la
    producción per cápita entre 1913 y 1953.

    PRODUCCIÓN PER CÁPITA

    (Números índices. 1913= 100)
    1913 1938 1953
    Australia 100 98,3 122,6
    Bélgica 100 111,7 139
    Canadá 100 99,6 180,9
    Dinamarca 100 127,6 153,4
    Francia 100 123,3 164,1
    Alemania 100 132,2 146,3
    Italia 100 129,7 150,5
    Japón 100 192,1 153,8
    Holanda 100 120,5 144,9
    Noruega 100 169 214,8
    Suecia 100 138 187,1
    Suiza 100 149,9 190,4
    Reino Unido 100 119,2 141,7
    Estados Unidos 100 122,1 210,2
    URSS (Rusia en 1913) 100 161,5 264,4
    Fuente: MADDISON, Angus, Crecimiento económico en el Japón y en la URSS,
    México, Fondo de Cultura Económica, 1971, pág.190.
    Como se observa en la estadística, la URSS es el segundo país que más creció entre
    1913 y 1938, sólo por detrás de Noruega, y su crecimiento superó ampliamente al resto de
    los países entre 1938 y 1953. Es decir, la distancia entre la URSS y el resto del mundo
    capitalista se acortó, en virtud de un crecimiento acelerado que tuvo lugar a partir de la
    planificación económica; y ese crecimiento casi parece un milagro si tenemos en cuenta
    que la Rusia soviética recibió en herencia el desastre económico ocasionado por la Primera
    Guerra Mundial, se vio asolada por la guerra civil de 1918-1921 y posteriormente devastada
    en gran parte de su territorio por la invasión hitleriana. Que después de esas catástrofes la
    Unión Soviética incrementase su producto per cápita por encima de los países capitalistas
    es un éxito sin precedentes. ¿No demuestran estos datos que la política de Stalin en los
    años treinta fue correcta?
    No somos tan ingenuos como para pensar que los éxitos económicos lo justifican todo.
    Detrás de las grandes magnitudes macroeconómicas siempre hay elevados costes sociales
    en forma de sufrimiento y sacrificio. Las gigantescas inversiones que hicieron posible la
    industrialización soviética salieron de los recursos proporcionados por las granjas
    colectivas. Lo que podríamos denominar proceso de acumulación socialista fue soportado
    por el campesinado de los koljoses en forma de bajo consumo (33).
    La represión formó parte de la gran transformación económica y social de los años treinta,
    pero es absurdo pensar que las fábricas se levantaron impulsadas por el terror. Multitud de
    testimonios de la época nos hablan de entusiasmo y orgullo por lo conseguido.
    Los años treinta fueron un escenario con luces y sombras, brillo y penumbras. Lo que
    carece de sentido es considerar a Stalin como un Rasputín rojo que gobernaba mediante el
    terror, atrincherado en el Kremlin, odiado por la población y rodeado de una corte de
    paranoicos sedientos de sangre. Quienes difunden estas fabulaciones acostumbran a
    guardar silencio sobre las atrocidades del capitalismo y esa actitud les priva de cualquier
    autoridad moral en sus críticas.
    Tampoco merecen más crédito todos esos ensayistas que durante años nos han estado
    contando lo terrible que era el socialismo soviético y ahora guardan silencio sobre la
    catástrofe de la Rusia capitalista.
    En ocasiones la televisión nos ofrece imágenes de manifestaciones comunistas en la
    Plaza Roja de Moscú en las que personas muy mayores llevan pancartas con retratos de
    Stalin. La mayoría luce condecoraciones ganadas en la Segunda Guerra Mundial y las
    muestran con orgullo Los comentaristas les llaman despectivamente nostálgicos, pero se
    trata de algo muy diferente.
    Lo que esos manifestantes saben muy bien es que en con Stalin se convirtieron en
    ingenieros, médicos, oficiales del ejército o trabajadores cualificados. Tenían trabajo y un
    amplio sistema de protección social. Ahora, en la Rusia de Putin dominada por las mafias,
    están en la pobreza y muchos de ellos viven de la mendicidad.

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    Mensaje por DP9M Sáb Ene 14, 2012 6:53 pm

    Un hilo para leerse enterito, donde se pone interesante es al final:

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    La siguiente es una entrevista hecha por el escritor Inglés H. G. Wells a José Stalin en 1934, aparecida en el nº 17 de Bolchevik de 1934. Bolchevik 1934.

    Wells: Le estoy muy agradecido, Sr. Stalin, por darme la oportunidad de conversar con Ud. Hace poco estuve en los Estados Unidos. Tuve una larga entrevista con el presidente Roosevelt, y en ella traté de averiguar, por cuáles ideas se deja guiar él. Ahora vengo con Ud. para preguntarle, qué hace para cambiar el mundo.

    Stalin: No tanto.

    Wells: Viajo por el mundo como hombre sencillo, y como hombre sencillo observo lo que sucede a mi alrededor.

    Stalin: Hombres de la vida pública de su importancia, no son "gente sencilla". Naturalmente, sólo la historia pronuncia el juicio definitivo acerca de la importancia que tal o cual hombre haya tenido efectivamente; pero en todo caso, Ud. no contempla el mundo con los ojos del "hombre sencillo".

    Wells: No finjo modestia. Lo que quiero decir es, que trato de ver el mundo con los ojos del hombre sencillo, y no con los de un político de partido o de un alto funcionario de administración. Mi visita a los Estado Unidos me ha dado más de un estímulo para nuevas reflexiones. El viejo mundo financiero allí se está derrumbando; la vida económica del país va siendo reorganizada según nuevos principios. Lenin dijo: "Debemos aprender a manejar nuestros asuntos, debemos aprender de los capitalistas". Hoy, los capitalistas deben aprender de ustedes, y asimilar el espíritu del socialismo. Me parece, que los Estados Unidos se encuentran en un profundo proceso de reorganización, está naciendo una economía planificada, una economía socialista. Ud. y Roosevelt parten de posiciones diferentes. ¿Pero acaso no existen, a pesar de eso, puntos de contacto entre lo que se piensa en Washington y lo que se piensa en Moscú? ¿No existe un cierto parentesco entre las respectivas ideas y necesidades? Las mismas cosas me llamaron la atención en Washington como ahora aquí: se constituyen oficinas, se crea una serie de nuevos órganos reguladores del Estado, se organiza el servicio estatal que hace tiempo hacía falta. Lo que se necesita allí como aquí es la posibilidad de intervenir con medidas directivas.

    Stalin: Los Estados Unidos persiguen un fin diferente al nuestro en la URSS. El fin que persiguen los Estados Unidos se ha dado como resultado de los problemas económicos, de la crisis económica. Los americanos quieren encontrar una salida a la crisis, con medidas del capitalismo privado, sin cambiar la base económica. Intentan limitar a un mínimo el daño, las pérdidas que resultan del sistema económico actual. Con nosotros, en cambio, la vieja base económica ha sido, como Ud. sabe, destruida, y en su lugar fue creada una base económica nueva, completamente diferente. Aunque los americanos, a los que alude, alcanzaran su meta en parte, es decir, si lograsen limitar las pérdidas a un mínimo, no eliminarían las raíces de la anarquía inherente al sistema capitalista. Protegen el sistema económico que origina, forzosa e inevitablemente, anarquía de la producción. Para ellos no se trata, por lo tanto, de una reorganización de la sociedad, de abolir el viejo sistema social, del cual nacen la anarquía y las crisis, sino, a lo sumo, de restringir determinadas desventajas, de restringir determinados abusos. Subjetivamente, los americanos tal vez tengan la opinión de estar reorganizando la sociedad; pero objetivamente protegen la base actual de la sociedad. Por eso, objetivamente no habrá ninguna reorganización de la sociedad. Y tampoco una economía planificada. ¿Qué es la economía planificada? ¡Veamos algunas de sus cualidades! La economía planificada tiene como meta abolir la desocupación. Supongamos, que manteniendo el sistema capitalista, fuese posible limitar la desocupación a un cierto mínimo. Con seguridad, ningún capitalista aprobaría la eliminación total de la desocupación, la abolición del ejército de reserva de desocupados que está destinado a ejercer presión sobre el mercado de trabajo, y constituye una garantía de mano de obra barata. Ahí tiene Ud. una de las contradicciones de la "economía planificada" de la sociedad burguesa. ¡Sigamos! Economía planificada significa, impulsar la producción en aquellas ramas industriales, cuyos bienes son de especial importancia para la masa del pueblo. Pero Ud. sabe que, en el capitalismo, la ampliación de la producción se lleva a cabo de acuerdo a reglas totalmente diferentes, que el capital afluye a aquellos sectores económicos, en los que el pago de utilidades sea mayor. Nunca podrá Ud. inducir a un capitalista a que se inflinja pérdidas a sí mismo, y a que se contente con un pago de utilidades más bajo, para satisfacer las necesidades del pueblo. Sin que desaparezcan los capitalistas, sin que sea abolido el principio de la propiedad privada de los medios de producción, es imposible edificar una economía planificada.

    Wells: Estoy de acuerdo con Ud. en muchos sentidos. Pero quisiera realzar, que, al decidirse un país entero por el principio de la economía planificada, al comenzar el gobierno lentamente, paso a paso, a imponer ese principio consecuentemente, al final habrá desaparecido la oligarquía financiera, y se habrá alcanzado el socialismo, en el sentido anglosajón de la palabra. El efecto que parte de las ideas "New-Deal" de Roosevelt es extraordinariamente fuerte para mí, esas ideas son socialistas. Me parece que en vez de acentuar el contraste entre ambos mundos, deberíamos aspirar a encontrar un lenguaje común para todas las fuerzas constructivas.

    Stalin: Al hablar de la imposibilidad de realizar los principios de la economía planificada, manteniendo al mismo tiempo la base económica del capitalismo, no quiero, en lo más mínimo, rebajas las excepcionales facultades personales de Roosevelt, su iniciativa, su valor y su fuerza de decisión. Indudablemente, Roosevelt es, entre todos los líderes del mundo capitalista de hoy, uno de los personajes más vigorosos y sobresalientes. Por eso quisiera volver a acentuar una vez más, que mi convicción acerca de la imposibilidad de la economía planificada bajo condiciones capitalistas no significa que ponga en duda las facultades personales, el talento y el valor del presidente Roosevelt. Pero si las circunstancias no lo permiten, el líder más dotado de clarividencia no puede alcanzar el objetivo del cual Ud. habla. En un sentido puramente teórico, por supuesto no queda excluida la posibilidad de acercarse, bajo las condiciones del capitalismo, paulatina y gradualmente a la meta que Ud. llama "socialismo en el sentido anglosajón de la palabra". Pero ¿qué clase de socialismo será ese? A lo sumo refrenaría a los representantes individuales más desvergonzados del capital y aplicaría el principio de la intervención en la economía nacional en un campo algo más amplio. Todo muy bien. Pero tan pronto Roosevelt o cualquier otro líder del mundo burgués de hoy, quiera is más allá, y quiera seriamente atacar las bases del capitalismo, irremediablemente sufrirá un fracaso rotundo. Los bancos, la industria, las grandes empresas, las grandes grajas agrícolas no le pertenecen a Roosevelt. Sin excepción son propiedad privada. El ferrocarril, la flota mercante, todo esto está en manos de propietarios privados. Y, finalmente, aún el ejército de obreros calificados, de ingenieros, de técnicos no está bajo el mando de Roosevelt, sino bajo el mando de propietarios privados: toda esta gente, sin excepción, trabaja para propietarios privados. Tampoco nos debemos olvidar de la función del Estado en el mundo burgués. El Estado es una institución que organiza la defensa del país y mantiene el "orden"; es una máquina para la recaudación de impuestos. El Estado capitalista no tiene mucho que ver con la economía en el sentido propio de la palabra; ésta no se encuentra en manos del Estado. Al contrario, el Estado está en manos de la economía capitalista. Justamente por eso, Roosevelt, a pesar de toda su energía, me temo que no logrará el fin señalado por Ud., siempre suponiendo que esté, efectivamente, persiguiendo tal fin. Tal vez sea posible, dentro de algunas generaciones, aproximarse un poco más a esa meta; personalmente, sin embargo, creo que ni siquiera eso es muy probable.

    Wells: Quizá esté yo más convencido de una interpretación económica de la política que Ud. Los inventos y la ciencia moderna han producido poderosas fuerzas que impulsan hacia una mejor organización, un mejor funcionamiento de la sociedad, es decir, al socialismo. Organización y regulación de la actividad individual se han convertido, por encima de toda teoría social, en necesidades mecánicas. Si empezamos por el control estatal de los bancos, y, en un segundo paso, ampliamos el control hasta incluir la industria pesada, luego la industria entera, el comercio, etc., entonces este control, que lo abarca todo, equivaldrá a la propiedad estatal de todas las ramas de la economía nacional. Este será el proceso de socialización. Socialismo e individualismo no son contrarios como blanco y negro. Hay muchas gradaciones. Existe un individualismo que raya en el bandolerismo, y existen una disciplina y una organización, que son equivalentes al socialismo. La introducción de la economía planificada depende, en gran parte, de los organizadores de la economía, de la inteligencia técnica bien formada, que poco a poco puede ser ganada para los principios de organización socialista. Esto es lo que importa. Pues organización viene antes que socialismo. Es el factor más importantes. Sin organización, la idea del socialismo queda siendo una simple idea.

    Stalin: Entre el individuo y el colectivo, entre los intereses del individuo y los de la comunidad, no existen antagonismos incompatibles, o por lo menos no deberían de existir. No deberían de existir, ya que el colectivismo, el socialismo, no niega los intereses individuales, sino que, al contrario, los une con los intereses del colectivo. El socialismo no puede separarse de los intereses individuales. Sólo la sociedad socialista puede satisfacer al máximo estos intereses personales. Más aún: Sólo la sociedad socialista puede intervenir con decisión a favor de los intereses del individuo. En este sentido, no existen antagonismos incompatibles entre "individualismo" y socialismo. Pero ¿podemos negar los antagonismos entre las clases, entre la clase poseedora, la clase de los capitalistas; y la clase trabajadora, el proletariado? De un lado tenemos la clase poseedora, a la cual le pertenecen los bancos, las fábricas, las minas, los medios de transporte, las plantaciones en las colonias. Esa gente no ve más que su propio interés: quiere lucros. No se somete a la voluntad del colectivo; intenta subordinar todo lo colectivo a su voluntad. Por otro lado, tenemos a la clase de los pobres, la clase explotada, a la cual no le pertenecen ni fábricas, ni empresas, ni bancos, que, para poder vivir, está forzada a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas, y que carece de la posibilidad de satisfacer sus necesidades más elementales. ¿Cómo armonizar intereses y aspiraciones tan contrarios? A mi parecer Roosevelt no logró encontrar el camino hacia la reconciliación de estos intereses. Eso es también imposible, como lo demuestra la experiencia. Por supuesto Ud. conoce la situación en los Estados Unidos mejor que yo, pues nunca he estado allí y me informo acerca de las condiciones americanas, principalmente por medio de la literatura. Pero tengo alguna experiencia en la lucha por el socialismo, y esta experiencia me dice, que Roosevelt, si realmente tratara de servir a los intereses de la clase obrera a costa de la clase capitalista, será substituido, de parte de esa clase capitalista, por otro presidente. Los capitalistas dirán: los presidentes van y vienen, mas nosotros no nos vamos, si tal o cual presidente no representa nuestros intereses, nos buscaremos otros. ¿Qué puede, a fin de cuentas, oponer el presidente a la voluntad de la clase capitalista?

    Wells: Me opongo a esa simplificada subdivisión de la humanidad en pobres y ricos. Desde luego que existe una categoría de gente, que sólo persigue afanosamente el lucro propio. Pero ¿acaso no se le ve a esta gente como a una plaga, en el oeste tanto como aquí? ¿No existe mucha gente en el oeste, para la cual el beneficio no es ninguna meta en sí, que dispone de ciertos medios financieros, que quiere invertir y costear el sustento de estas inversiones, sin que vean en esto su meta principal? Ven en las inversiones una necesidad desagradable. ¿Acaso no existen muchos ingenieros capaces, que cumplen con su deber, organizadores de la economía, que encuentran el acicate para su actividad en otra cosa que no sea el lucro? A mi parecer existe una clase numéricamente fuerte de gente capacitada, que admite que el sistema actual es insatisfactorio, y que jugará un papel importante aún en la sociedad capitalista del futuro. Durante los últimos años he pugnado mucho, he pensado mucho acerca de la necesidad de hacer propaganda por el socialismo y el cosmopolitismo en amplios círculos de los ingenieros, los pilotos, los empleados técnico-militares. Carece de sentido querer acercarse a esos círculos con una propaganda de una simple lucha de clases. Esa gente comprende, en qué estado se encuentra el mundo. Comprende que es un maldito caos, pero el simple antagonismo de la lucha de clases de Ud., lo toma como algo disparatado.
    Stalin: Ud. se contrapone a la subdivisión simplificada de la humanidad en pobres y ricos. Naturalmente, existe una capa media; existe la inteligencia técnica a la que se refirió, y existen personas muy buenas y muy honestas en ella. También existen, en ella, personas deshonestas y malas. Generalmente Ud. encuentra aquí todo tipo de gente. Pero antes que nada la humanidad se divide en pobres y ricos, en poseedores y explotados, y apartar la vista de esta división fundamental, significa apartar la vista del hecho fundamental. Yo no niego la existencia de capas medias, intermedias, que se puedan poner del lado de una, o de otra de las dos clases combatientes, o que se mantengan en una posición neutral en esta lucha. Pero repito, apartar la vista de esta división fundamental de la sociedad, o de la lucha fundamental entre las dos clases principales significa cerrar los ojos ante los hechos. Esta lucha se está librando y se seguirá librando. Cómo termine la lucha, depende del proletariado, de la clase obrera.

    Wells: Pero ¿no existe mucha gente, que no es pobre, y sin embargo trabaja, trabaja productivamente?

    Stalin: Naturalmente que hay pequeños propietarios de tierra, artesanos, pequeños comerciantes; pero el destino de un país no depende de esa gente, sino de las masas trabajadoras que producen todo aquello que la sociedad necesita.

    Wells: Pero tendrá que reconocer que existen géneros de capitalistas que difieren mucho entre sí. Hay capitalistas que sólo piensan en el lucro, sólo piensan en hacerse ricos; pero también hay quienes están dispuestos a hacer sacrificios. Tome por ejemplo al viejo Morgan. Sólo pensaba en el lucro; era sencillamente un parásito de la sociedad; sólo acumulaba posesiones. Pero tome a Rockefeller. Era un organizador brillante; ha demostrado de manera ejemplar cómo se debe organizar la explotación del petróleo. O tome a Ford. Desde luego que Ford busca el beneficio propio. ¿Pero no es también un organizador apasionado de la racionalización en la producción, del cual Ud. aprende? Quiero señalar que en los últimos tiempos se ha producido un cambio importante en la actitud de los países de habla inglesa con respecto a la URSS. La causa de esto hay que buscarla en la posición de Japón y en los acontecimientos en Alemania. Pero al lado de eso existen otras razones que no tiene su origen en la política internacional. Existe una causa más profunda, y está, justamente, en que mucha gente se va dando cuenta de que el sistema basado en el lucro privado se está derrumbando. Bajo estas circunstancias me parece que no debemos poner el antagonismo entre ambos mundos en primer plano, sino que nos deberíamos esforzar por unificar todas las corrientes constructivas, todas las fuerzas constructivas, en la medida de lo posible, en una línea. Tengo la impresión, de que mi posición es más izquierdista que la suya, Sr. Stalin, creo que el viejo sistema está más cercano a su fin de lo que Ud. cree.

    Stalin: Al hablar de capitalistas, que sólo buscan el lucro, sólo buscan la riqueza, no estoy queriendo decir que esa gente no tenga ningún valor y que no sirva para nada más. Muchos de ellos disponen, sin duda, de grandes capacidades organizativas, que no pretendería negar ni soñando. No es poco lo que los hombres de la Unión Soviética aprendemos de los capitalistas. Y Morgan, al cual caracteriza de modo tan desventajoso, fue indudablemente, un organizador bueno ya capaz. Pero si habla de gente resuelta a crear un mundo nuevo, por cierto que no la encontrará en las filas de aquellos que sirven fielmente a la causa del lucro. Nosotros y ellos estamos en dos polos opuestos. Ud. ha mencionado a Ford. Desde luego que es un organizador capaz de la producción. ¿Pero no conoce su actitud para con la clase obrera? ¿No sabe a cuántos obreros lanza a la calle? El capitalista está encadenado al lucro, y ningún poder del mundo lo puede arrancar de allí. El capitalismo no es eliminado por los organizadores de la producción, por la inteligencia técnica, sino por la clase obrera, porque las capas que mencionamos no tienen un papel autónomo. El ingeniero, el organizador de la producción, no trabaja como él quiere, sino como debe, trabaja de una manera que sirve a los intereses de su patrón. Desde luego que hay excepciones; hay hombres en esa capa que han despertado del delirio capitalista. En determinadas condiciones, la inteligencia técnica puede lograr milagros y prestar grandes servicios a la humanidad. Pero también puede causar grandes daños. No es poca la experiencia que tenemos los hombres de la Unión Soviética con la inteligencia técnica. Después de la Revolución de Octubre, una determinada parte de la inteligencia técnica se negó a colaborar en la construcción de la nueva sociedad; se resistía a este trabajo de construcción y lo saboteaba. Hicimos todo lo que pudimos para integrar a la intelectualidad técnica a este trabajo constructivo; lo intentamos de una manera y de otra. Pasó mucho tiempo antes de que nuestros intelectuales preparados se encontraran dispuestos a apoyar el nuevo sistema activamente. Hoy, lo mejor de esta intelectualidad técnica está en la línea más avanzada de aquellos que construyen la sociedad socialista. Partiendo de estas experiencias, estamos muy lejos de subestimar tanto los buenos como los malos lados de esta intelectualidad; sabemos que, de un lado, puede causa daño, del otro, puede lograr "milagros". Naturalmente , las cosas serían diferentes, si fuese posible arrancar a la intelectualidad, de un solo golpe, del mundo capitalista. Pero eso es utópico. ¿Hay entre la intelectualidad técnica, muchos que osarían romper con el mundo burgués e intervenir a favor de la edificación de una nueva sociedad? ¿Cree Ud. que haya mucha gente de ese tipo, digamos, en Inglaterra o en Francia? No, son sólo pocos, los que estarían dispuestos a separarse de sus patronos y empezar con la construcción de un nuevo mundo. Además, ¿podemos ignorar el hecho que, para cambiar el mundo, se tiene que estar en posesión del poder político? Me parece, Sr. Wells, que subestima mucho la cuestión del poder político, que esta pregunta, en su concepción, no está considerada en absoluto. ¿Qué puede hacer esa gente, aún con las mejores intenciones del mundo, si no está en condiciones de plantearse la pregunta del poder, y no está, ella misma, en posesión del poder? En el mejor de los casos, puede apoyar a la clase que tome el poder, pero no puede cambiar el mundo por su propia fuerza. Eso sólo lo puede hacer una clase mayoritaria, que se pone en el lugar de la clase capitalista, y se convierte, en vez de ésta, en dirigente. Esta clase, es la clase obrera. Desde luego que hay que aceptar la ayuda de la intelectualidad técnica; y, en sentido inverso, hay que ayudarle a ella. Pero no se debe creer, que la intelectualidad técnica fuese capaz de jugar un papel histórico autónomo. La transformación del mundo es un proceso grande, complicado y penoso. Esta gran tarea exige una gran clase. Sólo grandes barcos emprenden largos viajes.

    Wells: Sí, pero para emprender un viaje largo, se necesita un capitán y un timonel.

    Stalin: Eso es correcto, pero lo primero que se necesita para un viaje largo, es un barco grande. ¿Qué es un timonel sin barco? Nada.

    Wells: El barco grande es la humanidad, no una clase.

    Stalin: Ud., Sr. Wells, por lo visto parte de la suposición, de que todos los hombres son buenos. Yo, mientras tanto, no olvido que también existen muchos hombres malos. No creo en la virtud de la burguesía.

    Wells: Recuerdo la situación de la intelectualidad hace algunas décadas. En aquel entonces, la intelectualidad técnica era numéricamente pequeña, pero había mucho que hacer, y cada ingeniero tenía, técnica e intelectualmente, su oportunidad. Por eso, la intelectualidad técnica era la clase menos revolucionaria. Hoy, mientras tanto, hay intelectuales técnicos de sobra, y su mentalidad ha cambiado muy marcadamente. El hombre con formación profesional, que antes jamás habría prestado atención a discursos revolucionarios, ahora se interesa mucho por ellos. Recientemente estuve en una cena de la Royal Society, nuestra gran sociedad científica inglesa. El discurso del presidente fue una intervención en defensa de la planificación social y del control científico. Hoy, el hombre que está al frente de la Royal Society, sostiene ideas revolucionarias e insiste en una reorganización científica de la sociedad humana. Su propaganda de guerra de clases no ha podido adaptarse al paso de este desarrollo. El pensar humano cambia.

    Stalin: Ya lo sé, sí, y la explicación de esto hay que buscarla en el hecho de encontrarse la sociedad capitalista en una callejón sin salida. Los capitalistas buscan un camino que los conduzca fuera de este callejón sin salida, que sea compatible con el prestigio de esta clase, con los intereses de esta clase, pero no lo encuentran. Podrán salirse un corto trecho fuera de la crisis, gateando con pies y manos en el suelo, pero no pueden encontrar un camino que les posibilite salir con la cabeza erguida, un camino que no atentara fundamentalmente contra los intereses del capitalismo. Esto se comprende, naturalmente, en amplios círculos de la intelectualidad técnica. Una gran parte de esos hombres empieza a comprender la comunidad de intereses con la clase que es capaz de mostrar una escapatoria al callejón sin salida.

    Wells: Si hay alguien que entienda algo de la revolución, del lado práctico de la revolución, es Ud., Sr. Stalin. ¿Acaso se han sublevado alguna vez las masas? ¿No es una verdad innegable, que todas las revoluciones son hechas por una minoría?

    Stalin: Para hacer una revolución, es menester una minoría revolucionaria dirigente; pero la minoría más capacitada, más abnegada, y más enérgica, quedaría desvalida, si no pudiese basarse en el apoyo, por lo menos pasivo, de millones.

    Wells: ¿Por lo menos pasivo? ¿Tal vez subconsciente?

    Stalin: En parte también el apoyo semiinstintivo, y semiconsciente, pero sin el apoyo de millones aún la mejor minoría sería impotente.

    Wells: Al observar la propaganda comunista en el oeste, tengo la impresión, que esa propaganda, en vista de la situación actual, suena muy atrasada, pues es propaganda para la insurrección. Propaganda a favor del derrocamiento del sistema social por la violencia, fue buena y justa, cuando iba dirigida contra una tiranía. Pero en las condiciones actuales, derrumbándose solo el sistema de todos modos, se debería de atribuir importancia al rendimiento, a la eficacia, a la productividad, y no a la sublevación. Yo encuentro, que el tono de sublevación es un tono falso. La propaganda comunista en el oeste es una contrariedad para los hombres de mentalidad constructiva.

    Stalin: Naturalmente, el viejo sistema se derrumba y se pudre. Correcto. Pero también es correcto, que se están haciendo nuevos esfuerzos, para, con otros métodos, con todos los medios, proteger este sistema moribundo, y salvarlo. Ud. saca una conclusión errónea de una premisa correcta. Con razón afirma, que el viejo mundo se derrumba. Pero se equivoca, si cree, que se derrumba por sí solo. No, la sustitución de un sistema social por otro es un proceso revolucionario, largo y penoso. No es un proceso espontáneo simplemente, sino una lucha: es un proceso que se lleva a cabo en el choque de las clases. El capitalismo se pudre, pero no se le puede comparar sencillamente con un árbol, que esté tan corrompido, que tiene que caer a tierra por sí solo. No, la revolución, el relevo de un sistema por otro, ha sido siempre una lucha, una lucha penosa y cruel, una lucha de vida o muerte. Y cada vez que los hombres del mundo nuevo llegaron al poder, tuvieron que defenderse de los intentos del mundo viejo de restaurar el viejo orden por la violencia; estos hombres del mundo nuevo siempre han tenido que estar en guardia, siempre dispuestos a rechazar los ataques del mundo viejo al nuevo sistema. Sí, tiene razón al decir que se derrumba el viejo sistema social; pero no se derrumba por sí mismo. Tome por ejemplo el fascismo. El fascismo es una fuerza reaccionaria que, utilizando la violencia, intenta conservar el viejo mundo. ¿Qué quiere hacer con los fascistas? ¿Discutir con ellos? ¿Tratar de convencerlos? Pero así, con ellos, no se logra ni lo más mínimo. Los comunistas no glorifican, de ninguna manera, la aplicación de la violencia. Pero ellos, los comunistas, no tienen la intención de dejarse sorprender, no se pueden fiar de que el viejo mundo se saldrá del escenario voluntariamente, ven, que el viejo sistema se defiende por la violencia y, por eso mismo, los comunistas le dicen a la clase obrera: ¡Contestad a la violencia con la violencia, haced todo lo que esté en vuestras fuerzas para impedir que os aplaste el viejo orden moribundo, no dejéis que os aten las manos, aquellas manos, con las que derribaréis el viejo sistema! Ud. ve, por lo tanto, que los comunistas no consideran la sustitución de un sistema social por otro simplemente como un proceso espontáneo y pacífico, sino como un proceso complicado, largo y violento. Los comunistas no pueden cerrar los ojos ante los hechos.

    Wells: Pero mire lo que está sucediendo en el mundo capitalista. Esto no es, simplemente, un colapso, es un estallido de violencia reaccionaria, que termina en el bandolerismo. Y a mi parecer, los socialistas pueden, cuando se da un conflicto con la violencia reaccionaria e inepta, acudir a la ley, y en vez de considerar a la policía como su enemigo, deberían apoyarla en su lucha contra los reaccionarios. Creo que carece de sentido operar con los métodos del viejo y rígido socialismo de insurrecciones.

    Stalin: Los comunistas se basan en ricas experiencias históricas; esas experiencias enseñan, que una clase agotada no abandona el escenario voluntariamente. Piense en la historia de Inglaterra en el siglo XVII. ¿No decían en aquel entonces muchos que el viejo sistema social estaba podrido? Pero, a pesar de ello, ¿no fue necesario un Cromwell para anonadarlo por la fuerza?

    Wells: Cromwell operaba sobre la base de la constitución, y en nombre del orden constitucional.

    Stalin: ¡En nombre de la constitución ejerció violencia, hizo ejecutar al rey, disolvió y esparció el parlamento, hizo encarcelar o decapitar gente! O tome un ejemplo de la historia de mi país. ¿No estaba claro hace mucho, que se pudría, se desplomaba el sistema zarista? Pero ¿cuánta sangre tuvo que ser derramada aún, para abatirlo? ¿Y la Revolución de Octubre? ¿No hubo muchos que veían con toda claridad, que solamente nosotros, los bolcheviques, señalábamos una salida? ¿No estaba claro que el capitalismo ruso estaba podrido? Pero Ud. sabe cuán fuerte fue la resistencia, cuánta sangre tuvo que ser derramada para defender la Revolución de Octubre contra todos sus enemigos, en el interior y en el extranjero. O tome a Francia a finales del siglo XVIII. Mucho tiempo antes de 1789 ya estaba claro, cuán podrido estaba el poder del rey, cuán podrido estaba el sistema feudal. Sin embargo, aquello no pudo llevarse a cabo sin un levantamiento popular, un choque de las clases. ¿Por qué? Porque aquellas clases que tienen que abandonar el escenario de la historia, son las últimas en creer que su juego se ha acabado. Es imposible convencerlas de ello. Creen, que las grietas en la putrefacta estructura del viejo orden podrían ser remendadas, que la estructura tambaleante del viejo orden podría ser arreglada y salvada. Por eso mismo, las clases que están hundiéndose, acuden a las armas y se valen de cualquier medio, para mantenerse como clase dominante.

    Wells: ¿Pero acaso la Gran Revolución francesa no fue encabezada por algunos abogados?

    Stalin: Estoy lejos de querer menoscabar el papel de la inteligencia en movimientos revolucionarios: Pero ¿fue la Gran Revolución francesa una revolución de abogados, o una revolución del pueblo, que logró la victoria movilizando a amplias masas populares para la lucha contra el feudalismo, y defendiendo los intereses del Tercer Estado? ¿Y actuaron los abogados entre los dirigentes de la Gran Revolución francesa de acuerdo a las leyes del viejo orden? ¿No introdujeron un derecho nuevo, burgués-revolucionario? Ricas experiencias históricas enseñan que hasta hoy ninguna clase se ha retirado para hacerle lugar a otra voluntariamente. Esto, en la historia no tiene precedente. Los comunistas han aprendido esta lección histórica. Los comunistas celebrarían que la burguesía se retirase voluntariamente. Pero tal giro de las cosas es, como sabemos por experiencia, improbable. Por eso, los comunistas están prevenidos para lo peor, y se dirigen a la clase obrera con el llamamiento de estar alerta y preparada para la lucha. ¿De qué vale un dirigente que adormece la vigilancia de su ejército, un dirigente que no comprende que el enemigo no va a capitular, que tiene, que tiene que ser destruido? Quien, como dirigente, actúa de tal manera, engaña, traiciona a la clase obrera. Esta es la razón por la cual opino, que aquello que a Ud. la parece atrasado, para la clase obrera es, en realidad, una norma para la actividad revolucionaria.

    Wells: No niego que sea necesario hacer uso de la violencia, pero sí es mi opinión, que las formas de lucha deberían ser concertadas como mejor se pueda, con las posibilidades que ofrecen las leyes existentes dignas de ser defendidas contra ataques reaccionarios. No hay ninguna necesidad de desorganizar el sistema viejo, ya que éste, tal como están las cosas, se va desorganizando por sí solo. Por eso, la sublevación contra el orden viejo, contra la ley, me parece anticuada y superada por el desarrollo. Estoy, dicho sea de paso, exagerando conscientemente, para que la verdad se haga visible de modo más claro. Puedo formular mi punto de vista de la siguiente manera: primero, estoy a favor del orden; segundo, ataco al sistema existente en tanto que no puede garantizar el orden; tercero, temo que la propaganda a favor de la guerra de clases vaya a alejar del socialismo justamente a aquellas personas cultas, que el socialismo necesita.

    Stalin: Si se quiere lograr un gran objetivo, un objetivo social importante, se precisa una fuerza central, un baluarte, una clase revolucionaria. Como próximo paso, es necesario organizar el apoyo de esta fuerza central por parte de fuerzas auxiliares; en este caso, dicha fuerza auxiliar es el Partido, al cual están afiliadas también las mejores fuerzas de la inteligencia. Ud. acaba de hablar de "personas cultas". Pero ¿en qué personas cultas pensaba? En Inglaterra durante el siglo XVII, en Francia a fines del siglo XVIII, y en Rusia durante la época de la Revolución de Octubre, ¿no estaban muchas personas del lado del viejo orden? El viejo orden tenía a su servicio a muchas personas sumamente cultas, que defendían el viejo orden, que combatían el nuevo orden. La cultura es un arma, cuyo efecto depende de qué mano la haya forjado, qué mano la dirija. Por supuesto, el proletariado necesita personas sumamente cultas. Ciertamente; los ingenuos no pueden ser de ninguna ayuda para el proletariado en su lucha por el socialismo, en la edificación de una nueva sociedad. No subestimo el rol de la inteligencia; al contrario, lo subrayo. Pero la pregunta es la siguiente: ¿de qué inteligencia estamos hablando? Porque hay diferentes tipos de inteligencia.

    Wells: No puede haber revolución sin cambios radicales en la instrucción pública. Basta citar dos ejemplos: el ejemplo de la República alemana, que no tocó el viejo sistema educacional, y que por eso nunca se convirtió en República; y el ejemplo del Labour Party inglés, que no tiene la intención de insistir en una transformación radical de la instrucción pública.

    Stalin: Muy acertado. Permítame ahora responder a sus tres puntos. Primero: Lo más importante para la revolución es la existencia de un baluarte social. Tal baluarte social es la clase obrera. Segundo: se precisa de una fuerza auxiliar, aquello, que los comunistas llaman Partido. Al Partido está afiliada la inteligencia obrera, y aquellos elementos de la inteligencia técnica que están estrechamente ligados a la clase obrera. La inteligencia se fuerte solamente, si se une con la clase obrera. Si se contrapone a la clase obrera, se convierte en una simple cifra. El nuevo poder político crea las nuevas leyes, el nuevo orden, el cual es un orden revolucionario. Yo no estoy a favor del orden sin más ni más. Yo estoy a favor de un orden que corresponda a los intereses de la clase obrera. Por supuesto, si algunas leyes del viejo orden pueden ser utilizadas en interés de la lucha por un orden nuevo, esto debería de hacerse. No tengo objeciones contra su postulación de que el sistema actual debería ser atacado, en tanto que no puede garantizar el orden necesario para el pueblo. Y, finalmente, está equivocado si cree que los comunistas están enamorados de la violencia. Con todo gusto renunciarían a la aplicación de violencia, si la clase dominante estuviera dispuesta a cederle su lugar a la clase obrera. Pero la experiencia histórica indica lo contrario de tal suposición.

    Wells: Aunque también es cierto, que la historia de Inglaterra conoce un caso, en que una clase le dejara el poder a otra clase voluntariamente. En el periodo entre 1830 y 1870, la aristocracia, que en las postrimerías del siglo XVIII tuvo aún una influencia considerable, voluntariamente, sin lucha seria, le cedió el poder a la burguesía, lo cual fue una de las causas para el sentimental mantenimiento de la monarquía. En lo sucesivo, esta transferencia del poder condujo a que erigiera su dominio la oligarquía financiera.

    Stalin: Pero Ud. se ha pasado imperceptiblemente de cuestiones de la revolución a cuestiones de la reforma. Eso no es lo mismo. ¿No opina que el movimiento cartista tuvo gran significado para las reformas en la Inglaterra del siglo XIX?

    Wells: Los cartistas poco hicieron, y desaparecieron sin dejar huellas.

    Stalin: No comparto su opinión. Los cartistas, y el movimiento huelguístico organizado por ellos, tuvieron un papel importante; obligaron a las clases dominantes a una serie de concesiones con respecto al derecho de sufragio, con respecto a la abolición de los llamados "distritos electorales corrompidos", con respecto a algunos puntos de la "Carta". El cartismo jugó un rol histórico de no poca importancia y obligó a una parte de las clases dominantes, a menos que hubiese querido tolerar continuas conmociones, a hacer ciertas concesiones, ciertas reformas. En general cabe decir que las clases dominantes de Inglaterra, la aristocracia tanto como la burguesía, se han mostrado desde el punto de vista de sus intereses de clase, del punto de vista del afianzamiento de su poder, ser las más hábiles, las más flexibles en comparación con todas las otras clases dominantes. Tome, digamos, un ejemplo de la historia de nuestros días -la huelga general en Inglaterra, en el año 1926. En caso de semejante acontecimiento, a saber, que el Consejo general de los sindicatos dé la orden de huelga, cualquier otra burguesía hubiese, en primer lugar, hecho detener a los dirigentes sindicales. No así la burguesía británica, que con ello actuó de manera absolutamente inteligente, desde el punto de vista de sus propios intereses. No me imagino que la burguesía de los Estados Unidos, de Alemania o de Francia hubiese aplicado una estrategia tan flexible. Para mantener su dominio, las clases dominantes de Gran Bretaña no han rehusado nunca hacer pequeñas concesiones, o reformas. Pero sería un error tomar estas reformas por revolucionarias.

    Wells: Ud. Tiene una opinión más favorable de las clases dominantes de mi país que yo. Pero ¿existe gran diferencia entre una pequeña revolución y una gran reforma? ¿Acaso una reforma no es una pequeña revolución?

    Stalin: A consecuencia de la presión desde abajo, de la presión de las masas, la burguesía puede, manteniendo el sistema socio-económico reinante, ocasionalmente conceder determinadas reformas parciales. Al actuar así, calcula que esas concesiones son necesarias para mantener su dominio de clase. Es pues, por este motivo, imposible caracterizar una reforma como revolución. Por ello, no hemos de esperar ningún cambio del sistema social que se realice como imperceptible transición de un sistema a otro, por vía de reformas, a través de concesiones de la clase dominante.

    Wells: Le agradezco mucho por esta conversación, que para mí ha tenido una gran importancia. Cuando me estuvo explicando diversos puntos, posiblemente haya recordado el pasado, cuando en los círculos ilegales antes de la revolución, solía explicar los fundamentos del socialismo. Hay actualmente sólo dos personas sobre la tierra, cuya opinión, cuya más mínima declaración es escuchada todavía por millones -de Ud. y Roosevelt. Otros, que prediquen cuanto quieran; lo que digan no será impreso ni tenido en cuenta. Aún no puedo apreciar, cuánto ha sido logrado en su país. Pero he visto ya las caras contentar de hombres y mujeres sanos, y sé, que algo muy significativo se está realizando aquí. La diferencia, en comparación con 1920, es asombrosa.

    Stalin: Mucho más se hubiera podido conseguir, si los bolcheviques hubiésemos sido más inteligentes.

    Wells: No, si los seres humanos fuésemos más inteligentes. Sería una buena cosa inventar un plan quinquenal para la reconstrucción del cerebro humano, pues obviamente le faltan muchas cosas imprescindibles para un orden social perfecto.

    Stalin: ¿Piensa quedarse aquí para el Congreso de la Unión de Escritores Soviéticos?

    Wells: Desafortunadamente tengo varios compromisos, y me puedo quedar sólo por una semana en la URSS. Vine con el deseo de hablar con Ud. y estoy muy contento con nuestra charla. Pero, con los escritores, con los que pueda encontrarme, pienso hablar de la posibilidad de su afiliación al PEN-Club. Es ésta una organización internacional de escritores, que fue fundada por Galsworthy; después de morir él, yo me convertí en su presidente. La organización es aún débil, pero tiene grupos de afiliados en muchos países, y, lo cual es aún más importante, la prensa informa muy detalladamente acerca de los discursos de sus miembros. Su principio es la libre manifestación de opiniones -también de opiniones contrarias. Espero poder discutir este punto con Gorki. No sé, si aquí ya se está preparado para tanta libertad...

    Stalin: Los bolcheviques llamamos a eso "autocrítica". Se acostumbra en toda la URSS. Si Ud. deseara alguna cosa, yo le podría ayudar con voluntarios.

    Wells: Le estoy muy agradecido.

    Stalin: Yo le agradezco por la entrevista.

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    Mensaje por celrevgalegas Sáb Ene 14, 2012 7:28 pm

    Saninsky, se te ha visto el plumero... no manipules.
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    Mensaje por gazte Sáb Ene 14, 2012 10:53 pm

    NG escribió:Pon la cita bien troll y no te inventes cosas:
    Stalin: Este es el producto de un malentendido .... Usted ve, nosotros, los marxistas creen que una revolución también se llevará a cabo en otros países. Sin embargo, se llevará a cabo sólo cuando los revolucionarios en los países piensan que es posible, ni necesario. La exportación de la revolución es una tontería. Cada país hará su propia revolución, si quiere, y si no quiere, no habrá revolución. Por ejemplo, nuestro país quiso hacer una revolución y lo hizo, y ahora estamos construyendo una nueva sociedad sin clases.

    En cuanto a Lenin:
    “El desarrollo del capitalismo sigue un curso extraordinariamente desigual en los diversos países. De otro modo no puede ser bajo el régimen de producción de mercancías. De aquí la conclusión indiscutible de que el socialismo no puede triunfar simultáneamente en todos los países. Triunfará en uno o varios países, mientras los demás seguirán siendo, durante algún tiempo, países burgueses o preburgueses."
    Lenin (1916)

    "La desigualdad del desarrollo económico y político es una ley absoluta del capitalismo. De aquí se deduce que es posible que el socialismo triunfe primeramente en unos cuantos países capitalistas, o incluso en un solo país de forma aislada."
    Lenin (1915)

    un pequeño apunte, congreso de estocolmo, lenin:

    “Formularía la idea de la siguiente forma: la revolución rusa puede triunfar por sí misma, pero sólo con sus propias fuerzas le es imposible conseguir y consolidar sus conquistas. No puede conseguirlo a menos que triunfe una revolución socialista en Occidente. Sin esta condición, la restauración es inevitable, con la municipalización, la nacionalización o la división de la tierra; bajo todas y cada una de las formas de posesión y propiedad, el pequeño propietario siempre será un baluarte de la restauración. Después de la victoria de la revolución democrática, el pequeño propietario inevitablemente se volverá contra el proletariado, y cuanto antes los enemigos comunes del proletariado y de los pequeños propietarios, como los capitalistas, los terratenientes, la burguesía financiera y así sucesivamente sean derrocados, antes ocurrirá esto. Nuestra república democrática no tiene otra ayuda que el proletariado socialista de Occidente”


    pd:
    4.7.- No se recomiendan citas largas de documentos o artículos más de lo necesario para la comprensión del tema.
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    Mensaje por NG Sáb Ene 14, 2012 11:16 pm

    gazte escribió:
    NG escribió:Pon la cita bien troll y no te inventes cosas:
    Stalin: Este es el producto de un malentendido .... Usted ve, nosotros, los marxistas creen que una revolución también se llevará a cabo en otros países. Sin embargo, se llevará a cabo sólo cuando los revolucionarios en los países piensan que es posible, ni necesario. La exportación de la revolución es una tontería. Cada país hará su propia revolución, si quiere, y si no quiere, no habrá revolución. Por ejemplo, nuestro país quiso hacer una revolución y lo hizo, y ahora estamos construyendo una nueva sociedad sin clases.

    En cuanto a Lenin:
    “El desarrollo del capitalismo sigue un curso extraordinariamente desigual en los diversos países. De otro modo no puede ser bajo el régimen de producción de mercancías. De aquí la conclusión indiscutible de que el socialismo no puede triunfar simultáneamente en todos los países. Triunfará en uno o varios países, mientras los demás seguirán siendo, durante algún tiempo, países burgueses o preburgueses."
    Lenin (1916)

    "La desigualdad del desarrollo económico y político es una ley absoluta del capitalismo. De aquí se deduce que es posible que el socialismo triunfe primeramente en unos cuantos países capitalistas, o incluso en un solo país de forma aislada."
    Lenin (1915)

    un pequeño apunte, congreso de estocolmo, lenin:

    “Formularía la idea de la siguiente forma: la revolución rusa puede triunfar por sí misma, pero sólo con sus propias fuerzas le es imposible conseguir y consolidar sus conquistas. No puede conseguirlo a menos que triunfe una revolución socialista en Occidente. Sin esta condición, la restauración es inevitable, con la municipalización, la nacionalización o la división de la tierra; bajo todas y cada una de las formas de posesión y propiedad, el pequeño propietario siempre será un baluarte de la restauración. Después de la victoria de la revolución democrática, el pequeño propietario inevitablemente se volverá contra el proletariado, y cuanto antes los enemigos comunes del proletariado y de los pequeños propietarios, como los capitalistas, los terratenientes, la burguesía financiera y así sucesivamente sean derrocados, antes ocurrirá esto. Nuestra república democrática no tiene otra ayuda que el proletariado socialista de Occidente”


    pd:
    4.7.- No se recomiendan citas largas de documentos o artículos más de lo necesario para la comprensión del tema.
    gazte no le des bola a este por favor Laughing Laughing Laughing
    Ya hemos debatido todo esto en el foro mil veces, incluso tu y yo hemos hablado sobre esto,
    y yo mismo he utilizado tu frase de firma para mostrarle a Aleseyevich su
    escepticismo acerca de Lenin y su pensamiento en esa época. Eso no quita que después cambiara de opinión,
    y se acercara al "Socialismo en un solo país" que se acabaría imponiendo a su muerte.
    SS-18 ha puesto todo ese texto para demostrarle que esta errado, seguramente el mismo cerrara este tema.
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    Mensaje por RDC Dom Ene 15, 2012 2:32 pm

    Lenin en un principio defendía la tesis marxista heredada a través de la II Internacional de la revolución europea, pero tras el triunfo de la Revolución Rusa se desprendió de esa tesis. Ya anteriormente como muestran las citas de 1915 y 1916 había roto parcialmente esa visión con motivo del paso del capitalismo premonopolista al imperialismo y la ley de desarrollo desigual. Pero como dije anteriormente tras el triunfo de la Revolución Rusa se desembarazó de esa tesis marxista:

    "Ahora bien, ¿cabe concebir que una república socialista pueda subsistir en medio del cerco capitalista? Eso parecía inconcebible lo mismo en el sentido político que en el militar. Que esto es posible en los sentidos político y militar es ya cosa demostrada, ya es un hecho."

    Informe de la gestión del CEC de toda Rusia y del CCP al IX Congreso de los soviets de toda Rusia, 23 de diciembre de 1921.

    "El desenlace de la lucha depende, en última instancia, del hecho de que Rusia, la India, China, etc., constituyen la mayoría gigantesca de la población. Y precisamente esta mayoría de la población es la que se incorpora en los últimos años con inusitada rapidez a la lucha por su liberación, de modo que, en este sentido, no puede haber ni sombra de duda respecto al desenlace final de la lucha a escala mundial.

    Pero lo que nos interesa no es esta inevitabilidad de la victoria definitiva del socialismo. Lo que nos interesa es la táctica que nosotros, el Partido Comunista de Rusia, que nosotros, el Poder soviético de Rusia, debemos seguir para impedir que los Estados contrarrevolucionarios de Europa Occidental nos aplasten. Para asegurar nuestra existencia hasta la siguiente colisión militar entre el Occidente imperialista contrarrevolucionario y el Oriente revolucionario y nacionalista, entre los Estados más civilizados del mundo y los Estados atrasados al modo oriental, los cuales, sin embargo, constituyen la mayoría, es preciso que esta mayoría tenga tiempo de civilizarse."

    Más vale poco y bueno, 2 de marzo de 1923.

    La imposibilidad de la revolución permanente o internacional no radica tanto en el hecho de la ley de desarrollo desigual del imperialismo como en el hecho de que para que la revolución proletaria se desarrolle y triunfe es necesario la existencia del sujeto revolucionario, del Partido Comunista, por ello en base a la existencia o no de PC se podrá producir la revolución en unos determinados países y en otros no, hasta que se produzca la (re)constitución del PC en esos países. Por eso la revolución proletaria triunfó en Rusia, donde existía un PC constituido a través de la lucha de dos líneas contra el revisionismo durante años, mientras que en Alemania, Hungría, etc. fracasó. En estos países la revolución se produjo, aparte de por la situación creada por la guerra imperialista, por el influjo que produjo la Revolución Rusa tanto en el ala izquierda del movimiento socialdemócrata como en el proletariado de estos países. En estos países los PC se habían constituido simplemente como escisión del ala izquierda de la socialdemocracia por la influencia del Partido Bolchevique y de la Revolución de Octubre sin pasar por un período de luchas ideológicas y políticas como habían pasado los bolcheviques en Rusia, eran partidos débiles que no habían pasado por procesos de constitución como el Partido Bolchevique sino que se constituyeron en un acto formal tras escindirse de la socialdemocracia. Por estas razones, constitución formal de los PC y por cierto espontaneísmo revolucionario con motivo de la influencia de la Revolución Rusa, estas revoluciones estaban fracasadas de antemano.

    Es cierto que el hecho de que se produzca una revolución socialista en un país influirá sobre el movimiento comunista y sobre el proletariado de otros países pero si no existe Partido Comunista reconstituido ninguna revolución proletaria triunfará en esos países, ya que sin PC no hay revolución proletaria. Como máximo habrá revoluciones o revueltas espontáneas que por su origen están destinadas al fracaso. Claro que tampoco se le puede pedir peras al olmo y no se puede esperar que los trotskistas comprendan esto ya que como reverso izquierdista de la socialdemocracia que son adoptan todas sus limitaciones: partido de masas, espontaneísmo, economicismo, etc. y por tanto no comprenden la teoría leninista del Partido Proletario de Nuevo Tipo. Y si tras la primera oleada de la Revolución Proletaria Mundial no han sabido realizar un balance de estas experiencias donde se demostró en la práctica, la cual es el criterio de la verdad, que la teoría de la revolución permanente es completamente errónea no se puede esperar absolutamente nada de este movimiento, donde sus miembros han abandonado por completo el análisis marxista sustituyendo por el idealismo revolucionario.
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    Mensaje por gazte Dom Ene 15, 2012 2:51 pm

    La imposibilidad de la revolución permanente o internacional no radica tanto en el hecho de la ley de desarrollo desigual del imperialismo como en el hecho de que para que la revolución proletaria se desarrolle y triunfe es necesario la existencia del sujeto revolucionario, del Partido Comunista, por ello en base a la existencia o no de PC se podrá producir la revolución en unos determinados países y en otros no, hasta que se produzca la (re)constitución del PC en esos países. Por eso la revolución proletaria triunfó en Rusia, donde existía un PC constituido a través de la lucha de dos líneas contra el revisionismo durante años, mientras que en Alemania, Hungría, etc. fracasó. En estos países la revolución se produjo, aparte de por la situación creada por la guerra imperialista, por el influjo que produjo la Revolución Rusa tanto en el ala izquierda del movimiento socialdemócrata como en el proletariado de estos países. En estos países los PC se habían constituido simplemente como escisión del ala izquierda de la socialdemocracia por la influencia del Partido Bolchevique y de la Revolución de Octubre sin pasar por un período de luchas ideológicas y políticas como habían pasado los bolcheviques en Rusia, eran partidos débiles que no habían pasado por procesos de constitución como el Partido Bolchevique sino que se constituyeron en un acto formal tras escindirse de la socialdemocracia. Por estas razones, constitución formal de los PC y por cierto espontaneísmo revolucionario con motivo de la influencia de la Revolución Rusa, estas revoluciones estaban fracasadas de antemano.

    de acuerdo, y como se materializa eso? o, como intentaron materializar los bolchevique eso? con la creacion de la tercera internacional, la necesidad de organizar el partido en todo el mundo, pero no como amalgama de partidos organizados de manera aislada, que es como ve alguna gente una internacional, sino como un partido con diferentes secciones que abarque a todo el mundo.
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    Mensaje por RDC Dom Ene 15, 2012 4:15 pm

    gazte escribió:de acuerdo, y como se materializa eso? o, como intentaron materializar los bolchevique eso? con la creacion de la tercera internacional, la necesidad de organizar el partido en todo el mundo, pero no como amalgama de partidos organizados de manera aislada, que es como ve alguna gente una internacional, sino como un partido con diferentes secciones que abarque a todo el mundo.

    Sí, esa fue la forma que se adoptó en la constitución de la III Internacional. Ahora bien, ¿fue correcta y puede ser extrapolable al futuro? No lo sé, determinar lo primero requerirá un estudio y análisis profundo sobre la Internacional Comunista dentro del balance del Ciclo de Octubre y lo segundo dependerá de la forma en que se inicie el nuevo Ciclo de la Revolución Proletaria Mundial, por lo cual es imposible determinarlo en la actualidad. La tarea de los comunistas en la actualidad no es la reconstitución de la Internacional sino del Partido Comunista.

    Ahora bien, como dije antes la constitución de los PC en el resto de países fue más formal que real. Se llevó a cabo mediante la aceptación de las 21 condiciones (aunque en aquella época era lo correcto y lo único posible por la influencia que la Revolución de Octubre y los bolcheviques había supuesto en el ala izquierda del movimiento socialdemócrata y en el movimiento espontáneo de las masas proletarias) y los resultados no fueron nada buenos (no hubo ninguna revolución proletaria o democrático-popular que triunfase bajo la dirección de la IC) y ya sabemos como terminó finalmente esta. Pero bueno, como dije antes, esto requiere un análisis profundo.
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    Mensaje por saninsky Vie Ene 27, 2012 9:53 am


    "En la época de Stalin –un tiempo de preparación ante la inminente agresión de la Alemania fascista contra la URSS-
    la preeminencia de los intereses colectivos, sociales sobre los individuales, puede decirse que se llevó hasta sus
    últimas consecuencias. Precisamente en ese tiempo, Stalin adopta una decisión, que solo puede calificarse de
    revolucionaria: renunciar directamente a la idea de la revolución a nivel mundial –algo considerado axioma en el
    Komintern y el partido bolchevique- y tomar la línea de la construcción del socialismo en un solo país: la URSS.
    No solo se trató de una decisión revolucionaria y patriótica, sino que determinaría la lucha implacable de Stalin y el
    partido contra Trotsky y el trotskismo."

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    Mensaje por saninsky Vie Ene 27, 2012 9:53 am

    Estamos lejos incluso de haber terminado el período de transición del capitalismo al socialismo. Jamás
    nos hemos dejado engañar por la esperanza de que podríamos terminarlo sin la ayuda del proletariado
    internacional. Jamás nos hemos equivocado en esta cuestión (...) Naturalmente, la victoria definitiva del
    socialismo en un sólo país es imposible. Nuestro destacamento de obreros y campesinos, que apoya al
    Poder soviético, es uno de los destacamentos del ejército universal fraccionado hoy por la guerra mundial;
    pero este ejército tiende a la unificación, (...) y ahora vemos claro cuán lejos irá el desarrollo de la
    revolución; ha comenzado la obra el ruso, la llevarán a cabo el alemán, el francés y el inglés, y triunfará el
    socialismo" (Lenin, Obras Completas, vol. 36, pp. 281-89).
    8 de marzo de 1918


    "Si examinamos la situación a escala histórica mundial, no cabe la menor duda de que si nuestra

    revolución se quedase sola, si no existiese un movimiento revolucionario en otros países, no existiría
    ninguna esperanza de que llegase a alcanzar el triunfo final. Si el Partido Bolchevique se ha hecho cargo
    de todo, lo ha hecho convencido de que la revolución madura en todos los países y que a la larga —y no a
    la corta— cualesquiera que fuesen las dificultades que hubiéramos de atravesar, cualesquiera que fuesen
    las derrotas que tuviésemos deparadas, la revolución socialista internacional tiene que venir, pues ya
    viene, tiene que madurar, pues ya madura y llegará a madurar del todo. Nuestra salvación de todas estas
    dificultades —repito— está en la revolución europea" (Lenin, Obras Completas, vol. 36, p. 12).


    Y concluía: "Pero, de todos modos, y con todas las peripecias posibles imaginables, si la revolución
    alemana no estalla, estamos perdidos" (Ibid., p. 16). Semanas después repitió la misma idea: "Nuestro
    atraso nos ha hecho avanzar y pereceremos si no sabemos sostenernos hasta que encontremos el poderoso
    apoyo de los obreros sublevados de otros países" (Ibid., p. 243)

    La transformación de nuestra revolución rusa en una revolución socialista no fue una aventura dudosa,
    sino una necesidad, ya que no había otra alternativa: el imperialismo anglo-francés y americano destruirán
    inevitablemente la independencia y libertad de Rusia si la revolución socialista mundial, el bolchevismo
    mundial no triunfa" (Lenin, Collected Works, vol. 28, pp. 188).
    15 de marzo 1919:

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