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    CÓMO HACER LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA

    agnimascerodonte
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    CÓMO HACER LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA Empty CÓMO HACER LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA

    Mensaje por agnimascerodonte Miér Dic 28, 2011 4:04 am

    MAGIA, PODER, POLÍTICA Y PRÁCTICA-CRÍTICA

    O

    CÓMO HACER LA REVOLUCIÓN SOCIALISTA
    ÉTICA, EFICIENTE Y EFECTIVAMENTE








    El poder social, es…, la fuerza de producción multiplicada, que nace por la obra de la cooperación de diferentes individuos bajo la acción de la división del trabajo...

    El primer Estado de hecho comprobable es la organización corpórea de los individuos.

    Tanto las relaciones jurídicas como las formas de Estado no pueden explicarse por si mismas ni por la llamada evolución general del espíritu humano; se originan más bien en las condiciones materiales de existencia que Hegel, siguiendo el ejemplo de los ingleses y franceses del siglo XVIII comprendía bajo el nombre de sociedad civil, y la anatomía de la sociedad civil debe buscarse en la economía política.

    El poder político, hablando propiamente, es la violencia organizada de una clase para la opresión de otra.

    Una vez que en el curso del desarrollo hayan desaparecido las diferencias de clase y se haya concentrado toda la producción en manos de los individuos asociados, el poder público perderá su carácter político.

    Lo mismo por sus costumbres que por su ciencia económica, la oligarquía financiera es el renacimiento del lumpenproletariado en la cúspide de la sociedad burguesa.

    …la crítica no es una pasión de la cabeza sino la cabeza de la pasión. No es el bisturí anatómico , sino un arma. Su objeto es el enemigo, al que no trata de refutar, sino de destruir.

    Es cierto que el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas, que el poder material tiene que derrocarse por medio del poder material, pero también la teoría se convierte en poder material tan pronto como se apodera de las masas. Y la teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y demuestra ad hominem, y argumenta y demuestra ad hominem cuando se hace radical. Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo.

    Hay que enseñar al pueblo a asustarse de sí mismo, para infundirle ánimo.




    Carlos Marx





    “La magia es la ciencia y el arte de manejar el cambio que se produce en conformidad con la voluntad”

    Esta definición del hermetismo contemporáneo, despojada de cualquier mistificación fetichista, se reduce en general a la práctica, en particular a la práctica-crítica, en específico a la práctica-crítica transformadora y en concreto a la práctica-crítica transformadora revolucionaria.

    Cuando se habla de la magia es común remitirse al ilusionismo, que no pasa en nuestros días de ser una actividad recreativa del orden de las artes escénicas, tanto más apreciada como espectáculo cuanto más compleja y completamente puede engañar a la percepción racional de la realidad; o a la charlatanería metafísica de lo paranormal y lo sobrenatural, que no pasa de ser mera ilusión, tanto más temida o apreciada cuanto mayor es el grado de ignoranacia o seudoconcreción de la objetividad psíquica de sus adeptos e ingenuos seguidores.

    Lo que no es común, pero comprensible en virtud de la carga semántica que estas dos manifestaciones de la vida cotidiana han incorporado limitativamente al sentido y significado del vocablo, es remitirse a la magia como una actividad concientemente orientada a la inducción de cambios en la realidad objetiva de acuerdo con un propósito predeterminado.

    Allegándonos a su etimología se comprende por qué la magia no tiene en realidad nada que ver con el significado de los dos sentidos de su uso común.

    La magia era la actividad práctica ritual de los magi, una antigua casta sacedotal del oriente medio, razón por la cual es de lo más factible y probable que el vocablo con el que se define, y derivaciones tales como magno, magnánimo, magnífico, majestuoso, majestad, magisterio, maestro, etc., provenga del antiguo persa magush que contiene la raíz magh: ser capaz, tener poder.

    Luego entonces, si la magia resulta ser la actividad propia de los que son capaces, de los que tienen poder, no es del nada arbitrario remitir directamente su sentido y significado a la esfera de realización del poder social. Es ésta la razón por la cual la tradición post-neotestamentaria del cristianismo otorgó la categoría de reyes (del latín rex/regis, derivada de la raíz indoeuropea reg, relativa a las reglas, por derivación al que rige, al que gobierna, o sea, al que tiene poder y es capaz de gobernar), a los magos llegados del oriente que son mencionados en el relato de la Natividad.

    Pero aún se puede hurgar más a fondo, ya que en el mismo contexto del hermetismo contemporáneo a la definción le acompaña inmediatamente el siguiente postulado:

    “Todo cambio requerido debe ser efectuado por la interposición del medio adecuado”

    Y las sentencias subsecuentes:

    1. “Todo acto intencional es un acto mágico”
    2. “Todo acto que se lleva a cabo es conforme al postulado”

    El postulado nos remite a las condiciones objetivas (contexto, elementos y métodos operativos) que son necesarios y suficientes para que el acto, la acción, la actividad, en fin: la práctica, sea la causa eficiente del efecto intencionalmente planteado. Lo cual implica que el sujeto activo de la práctica comprende y domina adecuadamente el contexto general, los elementos y los procedimientos funcionales del objeto pasivo de la práctica, así como la naturaleza específica, la dinámica propia y los elementos particulares de intervención en dicho objeto. Es decir, realiza en sí y para sí la unión sistémica de conocimiento (ciencia) y experiencia empírica (arte) de su actividad intencionalmente direccionada o, como se expresa en términos marxistas-leninistas-maoístas, de teoría y práctica, dando por sentado que la teoría es la sistematización metodológica de la práctica y que, por tanto, en su realización concreta conforman una unidad dinámica indisoluble.

    La primera sentencia por su lado, nos remite en particular al objetivo y, por tanto, a su enunciación. Aunque rigurosamente no puede hablarse de actos carentes de intención, en este contexto corresponde al esclarecimiento racional de dos cuestiones básicas:

    1. ¿Por qué?
    2. ¿Para qué?

    Una vez que el objetivo u objetivos están perfectamente definidos, jerarquizados en orden de su importancia e integrados metodológicamente al contexto del objeto pasivo de la intervención, queda una tercera cuestión por resolver:

    3. ¿Cómo?

    Es decir, enunciar claramente la manera, los pasos que son necesarios y suficientes para alcanzar el objetivo u objetivos planteados. Lo cual se divide en dos ejes:

    1. Estrategia
    2. Táctica

    La estrategia corresponde al planteamiento metodológico general, ajustándose a los tres principios definidos por el mayor genio estratégico de la historia moderna, Mao Tse-Tung:

    1. “Actuar con razón, siempre con razón”
    2. “Actuar con ventaja, siempre con ventaja”
    3. “Actuar con límite, siempre con límite”

    La táctica debe responder al planteamiento concreto de realización de cada uno de estos tres principios en el proceso operativo; debe corresponder, por tanto, a su definición específica.

    Cubiertos cabalmente cada uno de estos aspectos metodológicos se cumple con la segunda sentencia; de lo contrario es también una advertencia en el sentido de fracaso, del no cumplimiento de los objetivos, del no logro y realización del cambio intencionalmente planteado y, por tanto, de la ineficiencia e ineficacia del poder.

    Pero el poder, en particular el poder social, no es algo abstracto o indeterminado, sino una forma concreta, específica y condicionada de la energía: la energía humana socialmente potenciada. En términos de la física clásica, la energía es la fuerza motriz de la materia, cuya fórmula general en cuanto potencia fue concebida explícitamente por Einstein como factorización o producto aritmético de la masa por el cuadrado de la velocidad de la luz:

    E = m*c2

    Donde E corresponde a energía, m a masa y c2 al cuadrado de la velocidad de la luz.

    No hay entonces ningún misterio, ningún secreto que tenga que ser revelado con relación a qué es, dónde se localiza y cómo se realiza el poder social. Una definición de la física clásica más cercana al lenguaje cotidiano nos dice que la energía es la capacidad de realizar un trabajo. Y esta capacidad específicamente humana es la fuerza de trabajo, algo que está indisolublemente ligado a la corporeidad orgánica de cada individuo, una propiedad intrínseca de su naturaleza material que se potencializa socialmente con la agregación e integración organizacional de individuos y que, en términos absolutos de máxima potencia, incorporando los elementos técnico-científicos, el dinero, el territorio, las materias primas, las fuentes de energía no humanas, los métodos de organización y dirección del trabajo y las instituciones organizacionales, constituye el poder social, el cual sintéticamente se manifiesta en tres áreas o esferas de acción:

    1. El poder económico
    2. El poder público
    3. El poder civil

    El primero se deriva directamente de la posesión de la riqueza; el segundo de la hegemonía en el Estado; y el tercero tanto de la posesión de la riqueza y de las relaciones hegemónicas del poder público como de la vinculación asociativa de los individuos en instituciones civiles, su extensión territorial, la magnitud de su masa social y/o su influencia específica (consenso) en la masa social. Aquí es de suma importancia tomar en consideración que el elemento modulador de la influencia social es la información y que el aspecto fundamental de la hegemonía es el consenso, por lo cual las instituciones civiles inmersas en los procesos de comunicación masiva se erigen fácticamente como encarnación de ¼ poder: el poder de la opinión pública.

    Como puede deducirse fácilmente, las vinculaciones, imbricaciones e interrelaciones entre poder económico y poder civil son tan profundas y estrechas que las más de las veces es prácticamente imposible establecer sus distinciones a ciencia cierta, lo que no invalida el hecho de que, por tal razón, es en la esfera de acción del poder civil donde la lucha por el poder social acusa su razgos más intensos y estratégicamente definitorios; en tanto que no puede dejar de considerarse el hecho de que el poder público detenta una parte muy ponderable del poder económico, no sólo como soberano recaudador y administrador de la hacienda pública; sino, fundamentalmente, como regulador y modulador de las dinámicas de acumulación y distribución social de la riqueza; y de que su presencia e influencia en la esfera de acción del poder civil determina e impone pautas para el desarrollo y realización concretas del poder civil, sobre todo por medio de los programas políticos, sociales, culturales, fiscales, de fomento productivo, de infraestructura mobiliaria, de contención y/o de exterminio, por lo que la consecución del dominio del poder público asume una importancia estratégica de primer orden.

    Es aquí donde el problema del poder político reclama una puntual consideración. El poder político no es más que la expresión enajenada-fetichizada del poder público en que se realiza concretamente el dominio de una clase sobre el conjunto de la sociedad bajo la forma del derecho de apropiación privativa de la riqueza social, por lo que la política viene a ser una forma alienada del poder civil cuyo objeto de intervención se mueve y orienta a la consecución del poder público en el marco de los límites de ejercicio que el poder político le impone; o sea, en el contexto inmodificable de la dominación de una clase sobre el conjunto de la sociedad. De aquí que cada acto de afirmación del poder civil realizado por la práctica-crítica con relación a la esfera de acción del poder público tiene que entenderse y contextualizarse como un acto de desenajenación del poder público; es decir, un acto de desalienación, despolitización y apropiación civil del poder público, de empoderamiento civil frente a la clase dominante, hasta la total desenajenación-reapropiación civil del poder público y la subsunción en éste del poder económico. Esto no significa, por tanto, renunciar desde el poder civil a la consecución del poder público; por el contrario, no sólo es necesario sino, como se apunto antes, un aspecto estratégico de primer orden que implica, por la naturaleza propia tanto de la consecución del poder público del estado capitalista como de la práctica-crítica del poder civil en la sociedad capitalista, la conformación de un partido práctico-crítico completamente despolitizado; es decir, donde haya sido eliminada en términos prácticos concretos la dominación de la clase dominante como planteamiento estratégico de la disolución general del dominio de clase y de las clases sociales antagónicas.

    Desde la formación económico-social tributario-estamentaria hasta el capitalismo, la magia ha venido dominando la esfera del poder público bajo la forma de poder político. Alesteir Crowley, mejor conocido en el mundanal, aristocrático y elitista círculo del hermetismo contemporáneo como La Bestia, cuyo número de identidad es 666, se convirtió en los albores de 1900 en el maestro e ideólogo de la oligarquía, siendo sus enseñanzas desde entonces materia de riguroso estudio y aplicación por los herederos de aquella rancia aristocracia, vinculados ahora discretamente por lazos y pactos de sangre en una sociedad secreta denominada Club Bilderberg que opera al amparo de las sombras como el poder político real global del mundo, imponiendo y quitando gobiernos a su soberana voluntad, las modalidades de desarrollo social y de acumulación y distribución de la riqueza, así como pautas culturales y de manipulación social a gran escala por medio de su estrategia de shock; y, fundamentalmente, su estrategia de genocidio global, con la suprema intención de heredar en exclusivo para sus descendientes, y los descendientes de sus descendientes, un planeta tierra, “su” planeta tierra, con todas las riquezas materiales y culturales acumuladas a lo largo de la historia bajo el cuidado y servicio de autómatas cibernéticos que les aseguren y garanticen una paradisíaca existencia y una prolongada supervivencia. Es ese mismo Alesteir Crowley de quién se citan la definición, el postulado y las sentencias que caracterizan a la magia; en cuyas manos y en las de sus adeptos oligárquicos asumió y se ha desarrollado, en cuanto poder político, como nigromancia, magia negra, perversión del poder social.

    Es hora ya de acabar con su dominación, es hora de ya de oponer la teurgia a la nigromancia, la magia blanca histórico-natural de la práctica-critica a la magia negra contranatural y antihistórica del poder político, la práctica-crítica transformadora revolucionaria de los oprimidos y explotados del mundo a la dominación de la pandilla de salteadores bursátiles del Club Bilderberg y sentar las bases para el establecimiento y desarrollo de la sociedad comunista técnico-científica, la hermandad de la especie humana, en función de la propiedad y el disfrute común de la riqueza social y cultural acumulada por el trabajo social a través de los siglos.

    Es nuestra tarea inmediata, como auténticos y consecuentes revolucionarios, tomar los becerros de oro de la fascinación y destruirlos a los pies mismos de de los altares de sacrifico a la bestia del poder de este mundo, el mundo capitalista, a la clara luz de los hechos y frente a los ojos abiertos de las masas populares.

    Por ello es necesario entender, antes que nada, que la distinción interna del poder social en tres esferas de acción es el efecto del desarrollo histórico directamente vinculado a la amplificación de la complejidad organizacional del trabajo social; complejidad que, desde luego, no tiende a reducirse sino a magnificarse; razón por la cual se requieren medios cada vez más potentes para manejarla de manera precisa y adecuada, al efecto de alcanzar un estado homeostático de la sociedad que trascienda el dominio de la necesidad en función del imperio de la libertad.

    Estos medios, no está por demás enunciarlo, se encuentran ya en las manos humanas gracias al desarrollo de la física clásica relativista, la física cuántica, la caótica, la teoría de la incompletitud, la teoría de la complejidad, la informática, la sistémica, la microelectrónica, la cibernética, la mecatrónica, la inteligencia artificial y la robótica, pero cuyos efectos no se han podido extender al conjunto de la humanidad por la acción limitante de la apropiación privativa del trabajo social. De aquí que el objetivo estratégico general de la práctica-crítica transformadora revolucionaria no pueda ser más que neutralizar los efectos socialmente limitativos de la propiedad privada, lo que implica el desarrollo del proceso táctico que corresponde a la naturaleza y características del poder social y a las del objetivo estratégico predeterminado.

    En virtud de que el poder social se distingue internamente, como se ha enunciado ya, en tres esferas particulares de acción: el poder civil, el poder público y el poder económico; y un subcampo en la esfera del poder civil: el poder de la opinión pública; la táctica tiene que plantearse en términos de un conjunto de acción que aborde integralmente cada uno de estos elementos. Y toda vez que el objetivo implica la superación de los efectos limitativos de la propiedad privada, este conjunto de acción debe realizarla metodológicamente en términos práctico-críticos concretos. Es decir, simultáneamente debe desarrollar la acción en cada esfera del poder social como un todo unitario y, desde ya, como práctica-crítica transformadora revolucionaria, modificando en principio el modo social de organización y gestión del trabajo social, en función de la superación del individualismo, la distinción y el antagónismo de clase, y sobre la base del predominio de la coordinación y la subsunción del orden de jeraquía en el orden de importancia en la estratificación operativa de la gestión de los procesos particulares y general del conjunto de acción; lo que implica el diseño y realización concreta de un modelo de sistema viable, cuyo elemento de identidad sistémica es el modo operativo y el de integridad homeostática un prototipo operativo metasistémico controlador en el que la función de gestión-dirección, siendo relativa al aspecto modulador de la información, corresponde a la forma más alta y desarrollada de la objetividad psíquica: la concreción, por tanto, a la intelectualidad orgánica revolucionaria.

    La magnitud, extensión e intensidad de sus efectos en la realización del objetivo estratégico se puede visualizar en cuatro etapas sucesivas de progresión gradual que corresponden a cuatro objetivos tácticos particulares:

    1. Diseño, conformación y puesta en práctica del modelo de sistema viable como conjunto de acción.

    2. Conquista y ejercicio del poder público.

    3. Establecimiento del poder popular (subsunción del poder público en el poder civil).

    4. Consolidación del poder popular (subsunción del poder económico en el poder público).

    La práctica histórica ha evidenciado hasta la saciedad que la conquista y el ejercicio del poder público es un elemento obligado e insustituible del proceso de transición revolucionaria de la formación económico-social, no sólo por ser el poder público la palanca cuyo punto de apoyo es el poder económico para que el poder civil se materialice como la fuerza motriz del desarrollo social, sino por ser en sí mismo y para sí mismo, en tanto estado, el metasistema operativo controlador de la formación económico-social.

    No entender esto u obviarlo en la práctica-crítica transformadora, conduce absoluta e inevitablemente al callejón sin salida de la utopía y a la impotencia revolucionaria de los modelos de promoción popular e intervención social de la práctica-crítica transformadora en las condiciones generales de existencia de la sociedad.

    Pero es igualmente obligado e insustituible, al efecto de que el proceso de transición no quede atrapado en las aguas pantanosas de la contrarevolución, solventar de antemano el problema mismo de la transición, dar un salto cuántico precursor fuera del sistema mediante un prototipo operativo metasistémico, cuyas características tienen que ser correlativas no sólo a las características, a las necesidades de desarrollo y a las tendencias práctico-empíricas presentes en el sistema de origen; sino, principal y fundamentalmente, a la identidad, a las características y a la naturaleza propias del sistema operativo de la formación económico-social inmediata subsecuente.

    Siendo el modo de producción el elemento de identidad sistémica de la formación económico-social, se ubica de manera lógica y natural como el objeto directo e inmediato de conmutación revolucionaria en y para el prototipo operativo metasistémico controlador en términos dialécticos de idéntico contrario superior: síntesis progresiva de la contradicción inmediata precedente.

    Antes del advenimiento y desarrollo de la automatización de los procesos productivos del trabajo social, este planteamiento estaba condenado inevitablemente al fracaso, manteniendo atrapada a la práctica-crítica transformadora revolucionaria en el contexto general del modo de producción capitalista, en la contradicción y la autonegación, haciéndola presa facil de la contrarevolución y la regeneración de la apropiación privativa del trabajo social.

    Ningún esfuerzo, por más socialmente poderoso que fuera, estaba en condiciones de realizarlo en términos prácticos concretos, ni siquiera, vamos, de visualizarlo concretamente en la objetividad psíquica más allá de lo que podemos denominar quiméricas fantasías. A lo más que pudo llegar tal esfuerzo de concreción fue a identificar la superación del modo de producción capitalista con la apropiación social de la fuerza productiva y la distribución ético-racional de las cargas y productos del trabajo social, dejándo intácto, como elemento inevitable e insuperable de las condiciones de existencia y supervivencia de la especie humana, el aspecto fundamental y problemático que está en la causa y origen de la enajenación del trabajo social y de la alienación de la dimensión antropológica del ser social: la dependencia del ejercicio y explotación de la fuerza de trabajo humana como medio de apropiación y realización de dichas condiciones de existencia y supervivencia .

    En la actualidad no sólo es materialmente posible sino que está ya inscrito en la dinámica operativa de los procesos productivos del trabajo social, con la incorporación en ésta de la automatización robotizada. Fenómeno operante de la realidad objetiva susceptible, por tanto, de ser incorporado en la concreción de la objetividad psíquica como modo de producción robótico-automatizado , lo que implica la superación de la dependencia de la fuerza física de trabajo humana en la realización y apropiación de las condiciones de existencia y supervivencia de la especie, el posicionamiento de la actividad intelectual como medio supremo de realización de la dimensión antropológica del ser social y, fundamentalmente, la desvalorización mercantil de la producción social.

    A este modo de producción corresponden, en consecuencia, determinadas relaciones sociales. En virtud de que los cada vez más potentes y sofisticados medios productivos robótico-automatizados van requiriendo progresivamente el mínimo de intervención directa del ser humano, la enorme masa de la humanidad va quedando marginada de la esfera de la producción de los bienes de consumo necesarios para su sustentación, amplificando el tiempo disponible para el desarrollo y realización de actividades formativas y recreativas, lo cual sólo es posible en la medida en que cada individuo dispone de los bienes de consumo necesarios y suficientes para su sustentación y reproducción; pero, si no los produce directamente, ni tiene siquiera una participación indirecta en su producción, ¿cómo puede entonces disponer de ellos para sí? Si y sólo si detenta una relación de apropiación con los medios técnico-científicos de la producción robótico-automatizada. La cual, por el carácter social de la producción, no puede realizarse directamente de manera indiviudal, sino como propiedad común del conjunto social, bajo la administración y supervisión de un metasistema operativo controlador, controlado y supervisado a su vez por el poder civil bajo la forma de sistema federado, estratificado por niveles territoriales, e integrado mediante un proceso electivo representativo directo de lo particular a lo general, a partir de asambleas generales de las unidades territoriales básicas hasta la asamblea general del poder social del conjunto territorial nacional, con carácter honorífico, por tiempo indefinido y condicionado a la revocación de mandato en cualquier momento de su ejercicio.

    Siendo éste el sistema operativo del poder social bajo el modo de producción robótico-automatizado del comunismo técnico-científico, se impone, por tanto, de manera lógica y natural como diseño funcional del modelo de sistema viable del conjunto de acción de la práctica crítica transformadora revolucionaria. Sin embargo, el prototipo metasistémico operativo controlador tiene que detentar, por necesidad, algunas características adicionales propias de la sectorización del conjunto de actividades comunicativas, formativas, recreativas, asistenciales, productivas y distributivas, en correspondencia con las características del metasistema operativo controlador de la formación económico-social comunista técnico-científica y, fundamentalmente, de las que corresponden a su carácter de partido práctico-crítico del poder civil para la conquista, ejercicio y conmutación revolucionaria del poder público del estado capitalista.

    Aquí es donde los principios estratégicos maoístas reclaman su atención. La conquista, ejercicio y conmutación revolucionaria del poder público del estado capitalista impone de manera natural los límites que la práctica-crítica transformadora revolucionaria no puede transgredir, a riesgo de problematizar, dificultar, prolongar y elevar el costo material, social y humano en la consecución del objetivo estratégico. En este sentido, su programa y subsistema operativo correspondiente detentan un carácter electoral, pacífico y legal, reforzado y potenciado por un programa y subsistema operativo civil de accion afirmativa y resistencia pacífica y legal, un programa y subsistema operativo de comunicación social masivo multimediático, práctico-didáctico y crítico-científico, y, fundamentalmente, un programa y subsistema operativo de economía transcicional en la esfera del poder económico.

    El programa y el susbsistema operativo correspondiente al proceso de coerción social de la hegemonía, siendo un elemento esencial del poder político, no pueden formar parte integrante del modelo de sistema viable de la práctica-crítica transformadora revolucionaria, no sólo por ser el aspecto central y primordial de disolución de la dominación clasista; sino, porque en última instancia, en términos de defensa estratégica de la práctica-crítica transformadora revolucionaria, el internacionalismo pacifista, la cooperación y la coordinación internacional de la práctica-crítica transformadora revolucionaria, en cuanto poder social mundial global, son las armas más potentes, éticas, eficientes y efectivas de contención y superación de la resistencia del poder político de la oligarquía; además, porque en la actual etapa de consunción sistémica integral del capitalismo, su dominación se sustenta cada vez más franca y evidentemente en el uso indiscriminado de la fuerza, con costos materiales y de consenso social cada vez más elevados, evidenciando una debilidad estratégica para justificar la necesidad social de su existencia y dominación.

    Es igualmente importante desechar el recurso de la violencia anarquizante de la acción directa, no sólo por ser la manifestación más obvia del empiriocriticismo y de la desviación infantil del izquierdismo de la práctica-crítica, sino, fundamentalmente, por ser consustancial al deterioro ético de la dimensión antropológica del ser social, que la objetividad psíquica rechaza instintivamente con efectos devastadores en el proceso del consenso social para la realización óptima de la hegemonía.

    Sólo el método de la resistencia civil pacífica y legal de la acción afirmativa es consustancial a la práctica-crítica transformadora revolucionaria auténtica y consecuente.

    No se trata, por tanto, de descubrir el hilo negro o de inventar la fórmula del agua tibia, sino de integrar sistémicamente los elementos operantes de la realidad objetiva para magnificar y potenciar su desarrollo y efectos prácticos concretos bajo la forma de un estado de ruptura transicional civilizatoria de la formación económico-social del capitalismo.

    Siendo el poder económico el punto de apoyo del poder social, es decir, la base material sobre la cual se sostiene el poder social para la realización y el desarrollo de las condiciones de existencia de la humanidad, la práctica-crítica transformadora revolucionaria tiene que abordar, inexcusablemente, la labor de realizar y desarrollar esa base de apoyo material en términos de proceso transcicional. Las grandes y graves limitaciones potenciales de la práctica-crítica del poder civil derivan directamente de la precariedad existencial de esta base material. En la fórmula potencial del poder social, la magnitud es directamente proporcional a la masa de riqueza social:

    Dm=Km

    Donde D es la democracia (poder social), K el capital (riqueza social) y m la magnitud potencial.

    La columna vertebral del poder económico es el sistema financiero y su médula nerviosa el crédito. De allí que el aspecto primoridial del programa y del subsistema operativo de economía transicional tienen que empezar por integrar y desarrollar un sistema financiero y de crédito de carácter social y solidario, que permita y sustente el desarrollo consistente, sano y equilibrado del sector social de la economía, para alcanzar los niveles óptimos de autosuficiencia y estar en condiciones de competir y subordinar al sector privado. Su carácter tiene que ser, por fuerza, absolutamente cooperativo.

    En torno a este sistema financiero debe integrarse y desarrollarse el conjunto de unidades productivas de base, cuyo carácter social, no está por demás enunciarlo, tiene que desarrollar en general el principio cooperativo, sin descuidar, desde luego, la integración y el desarrollo de las unidades productivas individuales, familiares y de pequeña propiedad, donde el cooperativismo imponga restricciones al desarrollo de la economía social y solidaria o donde no sea necesario para la existencia y desarrollo de economías de autoconsumo, como la economía doméstica autosustentable.

    Un tercer entorno, que complementa y cierra sobre sí mismo el programa y subsistema operativo de la economía social y solidaria, tiene que integrar y desarrollar un conjunto de unidades de acopio y redes de distribución y consumo que impacten directamente sobre los costos de intermediación y el precio de consumo final de la producción.

    Estos tres conjuntos, integrados en términos de un corporativo social de capital variable, no sólo estarán en condiciones de competir con los grandes consorcios multinacionales, sino derrotarlos en eficiencia funcional, sustentabilidad ambiental, rentabilidad social y bienestar general. Desde luego que no puede llegarse de la noche a la mañana a este nivel de desarrollo, que en el camino tendrán que superarse obstáculos, sobre todo derivados de la impericia y el error en virtud de que “no es lo mismo conocer el camino que recorrerlo”; pero también es cierto que “al andar se hace camino y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”.



    Actualmente el poder civil se encuentra disgregado y corrompido por el individualismo, el sectarismo, el liberalismo, el economicismo, el economismo, el espontaneismo, el mecanicismo, el electorerismo, el politicismo, el voluntarismo crítico-utópico, el fanatismo, el misticismo y el fetichismo del sentido común y la seudoconcreción; pero esta insania no oculta su extraordinaria vitalidad, diversidad y potencialidad. Las instituciones civiles inmersas en procesos de promoción popular e intervención social abundan a pasto, en tanto que el proceso de consunción integral del capitalismo es caldo de cultivo de explosiones cotidianas y espontáneas de indignación y descontento de masas que reclaman con urgencia alternativas de supervivencia y proyección social.

    No cabe duda que el grado de dificultad para trascender y solventar este conjunto de problemáticas es altísismo, en tanto que se trata de los procesos mismos de la alienación de la objetividad psíquica, expresados en términos de un sistema compuesto de múltiples relaciones de dominación. No existe una fórmula general para lidiar con este sistema más allá o más acá de la práctica-crítica transformadora revolucionaria misma; su superación, por tanto, describe el desarrollo progresivo de la práctica en práctica-crítica transformadora revolucionaria.

    Largo y espinoso es el camino que ha de recorrer, pues se trata no sólo de un proceso de reeducación formativa en general de la consciencia social, lo que implica metodológicamente la reconfiguración del ser social, el cual está íntimamente ligado a las condiciones materiales de existencia y, por tanto, a la economía; o sea, a reconfigurarse gradualmente sobre la base de la realización del programa y el subsistema operativo de economía transicional; sino, en particular y fundamentalmente, de la reeducación de la voluntad de poder en la vocación de servicio, todo ello en términos, no de coacción, sino de persuación y consentimiento voluntario.

    Fácilmente las pasiones ególatras pueden echar por la borda en cualquier momento los avances alcanzados en el proceso de su desarrollo, en tanto y en cuanto el poder político de la oligarquía no haya sido eliminado de la faz de la tierra.

    Hay dudas razonables, que no pueden dejar de tenerse en consideración, en el sentido de que este planteamiento metodológico no pasa de ser mera ilusión, la alas etéreas de una fantástica quiméra condenada a desvanecerse en el fuego abrazador de la “naturaleza” esencialmente egoísta, mezquina y perversa del ser humano; sin embargo, existe también la convicción fundada de que los resplandores de la concreción realizados periódicamente en personas de carne y hueso que son y han sido los maestros de la humanidad, los teurgos de la práctica-crítica histórico-natural del devenir de la sociedad, no son resultado de la casualidad o de la intervención orientadora de potestades suprasensibles abocadas a la tarea de encausar el proceso ontogénico del ser social hacia la realización de un fin de perfección ideal; sino que han sido y son, por el contrario, ejemplo y testimonio de la capacidad intriséca del ser humano para elevarse subjetivamente por encima de las limitaciones y miserias de su condición existencial y concretar en la objetividad psíquica una poderosa fuerza material de transformación de la realidad objetiva: la conciencia de los principios que la condicionan y determinan.

    Personas de carne y hueso, hay que repetirlo una y mil veces para que resuene poderosamente en la consciencia de las masas y fortalezca la convicción de que no eran dioses ni seres especiales llegados de otras dimensiones hipotéticas del espacio o el tiempo, ni siquiera distintos o más aptos que el resto de su congéneres por cuestiones raciales, genéricas, económicas o culturales; de que basta, por tanto, para cualquier ser humano, un mínimo ejercicio de la voluntad de poder para trascender en la objetividad psíquica las limitaciones y miserias de la realidad objetiva que se expresan en el sentido común y la seudoconcreción, y hacer de la conciencia social una poderosa fuerza material para la superación real objetiva de las limitaciones y miserias de las condiciones generales de existencia de la sociedad.

    Prodigios mayores a las piramides de Egipto o a los viajes interplanetarios surgirán mágicamente de la potente e inacabable fuente de la práctica-crítica. Entonces no será necesario tomar el cielo por asalto, porque el cielo será el hogar construido por el hombre nuevo y eterno, expresión de la identidad absoluta del ser universal en el si mismo.

    ¿Cuestión de fe?

    ¿Y qué es la fe si no pensamiento sinestésico: la forma concreta de la voluntad de poder orientada a la realización de un propósito predeterminado con la certeza absoluta de su objetivación?

    Sin fe el ser humano no pasa de ser un objeto pasivo de las condiciones de su existencia; pero la fe sin praxis es una cosa muerta: el cadáver descompuesto de la voluntad de poder a merced de los carroñeros de la inconsecuencia.

    Esta fe práctico-crítica todopoderosa terminará por derrumbar los altares donde los falsos profetas encumbran los becerros de oro de la fascinación para desviar la mirada de las masas del verdadero objeto de la fe: la revolución socialista.

    Baste con citar el antiguo axioma de la sabiduría china que se ha convertido en apotegma por antonomasia de la caótica: el simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo.

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