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    "Los intelectuales, el marxismo-leninismo y la universidad capitalista" - artículo de Nega (Los Chicos del Maíz) publicado en Kaos en la red - diciembre de 2011 - Interesante

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    pedrocasca
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    "Los intelectuales, el marxismo-leninismo y la universidad capitalista" - artículo de Nega (Los Chicos del Maíz) publicado en Kaos en la red - diciembre de 2011 - Interesante Empty "Los intelectuales, el marxismo-leninismo y la universidad capitalista" - artículo de Nega (Los Chicos del Maíz) publicado en Kaos en la red - diciembre de 2011 - Interesante

    Mensaje por pedrocasca Miér Dic 28, 2011 2:07 pm

    "Los intelectuales, el marxismo-leninismo y la universidad capitalista"

    artículo de Nega (integrante de Los Chicos del Maíz)

    publicado en Kaos en la red - diciembre de 2011

    tomado del blog El camino de hierro

    A raíz de la muerte del «amado líder» Kim Jong Il, la rectificación (o lavada de la ropa sucia en público) de la líder estudiantil Camila Vallejo al respecto y algún que otro artículo en esta y otras webs de contrainformación, parece haberse desatado una verdadera caza de brujas contra el marxismo-leninismo o contra cualquier espacio político o persona que no abogue por la disolución de las clases sociales, una heterodoxia extrema y opine que el 15-M es el nuevo santo grial al que jamás cuestionar o poner en duda. El debate en las redes sociales ha sido encarnizado y como de costumbre y suele ocurrir en estos casos, han aflorado los odios viscerales, las tensiones (sexuales o no) no resueltas y los descalificativos propios de este tipo de menesteres y la verdad, algunos ya estamos un poquito hartos de que por estar en posesión de una serie de principios (sean válidos o no, eso por supuesto es rebatible) se nos acuse de vivir en el triásico. Pero este artículo no va sobre la muerte de Kim Jong Il y Corea del Norte y su modelo de socialismo, ni si quiera (muy a mi pesar) sobre Camila Vallejo.

    Una noche de farra en un garito poco recomendable del Barrio del Carmen en Valencia, me encontraba con dos amigos debatiendo esto mismo, el debate de siempre, ese debate eterno, imperecedero y en la Europa Occidental nunca resuelto: ¿Qué hacer? Uno de los interlocutores la noche de autos era Pablo Iglesias -profesor en la Complutense y flamante presentador de La Tuerka CMI- que me espetó gintonic en mano algo así como que la geografía y el en torno en el que nos criamos condiciona nuestras posiciones en política, es decir, si naces en Bilbao y eres un joven que aboga por la izquierda transformadora, muy probablemente acabes militando en la izquierda abertzale y si en cambio naciste en el barrio de Salamanca tu voto vaya destinado al Partido de Mariano Rajoy. Por supuesto se pueden dar variantes y excepciones que confirmen la regla pero señores esto es ciencia social no química ni matemáticas, analizamos tendencias que se repiten y crean patrones sociales y culturales. El otro interlocutor era Alfredo, licenciado en filosofía por la Complutense y aguerrido militante en la UJCE de Madrid, el mismo que me dijo algo parecido a: los que dicen que las clases sociales han desaparecido se levantan a las diez todos los días. En realidad creo que ambos tienen razón, incluso Alfredo y su frase lapidaria carente (aparentemente) de todo rigor científico o académico, de hecho la frase de Alfredo complementa de alguna manera el razonamiento de Pablo.

    Ambos ejemplos no podrían ser más acertados, colocando la lupa de cerca una constante se repite en todo el ejército de teóricos postmodernos hijos de la heterodoxia más extrema: el origen estrictamente académico de los susodichos, generalmente profesores de universidad a su vez hijos de profesores o catedráticos. Lo obvio emerge a la superficie, en realidad el origen académico disfraza a duras penas a la madre del cordero: el origen social. Según Vicenç Navarro y su libro El subdesarrollo social de España, tras la muerte del dictador en 1975, solamente el 18% de la población española estaba en posesión de estudios superiores. El dato es terrorífico y pone de manifiesto quién iba a la universidad durante el franquismo: los hijos de la clase dominante (por no decir burguesía y que me llamen estalinista del cretáceo superior). Esos que cuentan que corrieron delante de los grises, pero seamos sinceros, en realidad muy pocos corrieron delante de los grises como demuestra el hecho de que el dictador muriera en la cama apaciblemente o el posterior proceso de transición democrática, la mayor falacia de la España moderna, la misma que equiparó a víctimas con verdugos. Pero no hace falta recurrir a Navarro (en el fondo más marxista que muchos que se denominan como tales) para cerciorarse de que la educación bajo condiciones de producción capitalistas o bajo el turbo o post capitalismo industrial (que queda más chachi), reproduce y perpetúa el sistema de clases. Incluso en modelos en los que el estado de Bienestar se desarrolló plenamente como es el caso de la universidad de masas en la Francia de los años sesenta, se produce dicha perpetuación. Pierre Bourdieu (Los estudiantes y la cultura y La reproducción) demostró empíricamente que el origen social condiciona el acceso a la cultura incluso cuando ésta se ofrece de forma libre y gratuita, convirtiendo el proceso selectivo (meritocracia) en la «elección de los elegidos». Un tal Althusser argumentó en la misma línea desde un prisma más radical si cabe (Los aparatos ideológicos de estado).

    En la universidad te pagan por pensar, por investigar y claro, no es de recibo repetir lo que otros ya dijeron, sobre todo si repites postulados o posiciones que se encuentran abiertamente en guerra con la institución que te paga. Entonces tras el fracaso histórico que supuso mayo del 68 y el Otoño alemán, surge el maremoto de postmodernos, postestructuralistas, postfeministas, postobreristas, teoría Queer… y casi cualquier tendencia meridianamente autoproclamada de izquierdas pero que eso sí y como condición sine qua non, ataque ferozmente cualquier experiencia socialista real que se haya producido fuera del despacho de la universidad. Posteriormente los distintos aparatos se encargan de reproducir el modelo, el académico con sus toneladas de endogamia laboral, y el mediático con su capacidad de generar imaginarios sociales e ideológicos: cómo olvidar los piropos de New York Times a obras como Imperio… (Toni Negri & Michael Hardt). La explicación más justa aunque más incómoda fue que la mayoría de los estudiantes eran burgueses que no querían tomar el poder sino follar (así lo han reconocido muchos de sus protagonistas) a lo que hay que añadir un partido Comunista Francés que se orinó en los pantalones con diez millones de obreros declarados en huelga general indefinida que optó por negociar cuatro migajas y asegurarse la poltrona en lugar de tensar la cuerda hasta el límite. No importaba, había que seguir reinventando, sean términos, movimiento o la propia política en sí. El advenimiento de la crisis del petróleo y la revolución conservadora del tándem Thatcher-Reagan fue la barra libre para los reinventores, decostructores y postmos de toda índole y condición.

    De la misma forma que es harto improbable que encontremos un columnista en El País que elogie los avances en material social desde la llegada de Chávez al poder en Venezuela, tampoco encontraremos a catedráticos en una universidad capitalista (llamemos a las cosas por su nombre aunque sea por una vez) que cuestionen abiertamente ese modelo o (vayamos más allá del mero «pensamiento crítico») se posicionen sin remilgos del lado del enemigo. Sí, existe algo llamado libertad de cátedra pero no pequemos de ingenuos: prueba a hacer una tesis entorno a Lenin o el socialismo realmente existente para elogiar sus logros, sea en materia social en el interior o apoyando movimientos insurreccionales en el tercer mundo, a ver si encuentras profesor que te lleve la tesis. De hecho a Eric Hobsbawm casi lo lapidan públicamente cuando respondió afirmativamente a la pregunta de si mereció la pena históricamente la construcción del socialismo en Rusia y la Europa del este pese a sus «horrores». En cambio, en la universidad capitalista, siempre hay hueco para investigaciones de la «izquierda anticomunista» (leer al respecto el imprescindible La CIA y la guerra cultural fría de Stonor Saunders), prepara una tesis sobre los motivos de la caída del muro narrando lo perversa que era la burocracia al otro lado del telón de acero, quizá sobre el advenimiento de la postmodernidad y la disolución de las clases sociales, quizá en torno a las tesis de Baudrillard… se te rifarán los profesores, harás carrera. Con todo esto lo que vengo a decir es que Perro no come carne de perro, si se me permite el símil canino (lo siento pero me fascina la cultura popular y su sabiduría). Y es más o menos lo que Pasolini vino a decir con su hiriente sarcasmo cuando llamó «niños de papá» a los estudiantes movilizados de los sesenta, solidarizándose con los pobres policías que, hijos de la clase obrera, se veían abocados a ese trabajo alienante a cambio de una estabilidad laboral que el mundo del trabajo les negaba. Quizá el planteamiento de Pasolini tiene trampa y rebosa cinismo a raudales, pero a mí me encanta Pasolini y romperé una lanza en su defensa.

    El mismo planteamiento se esboza en la brutal y soberbia cinta brasileña Tropa de elite, cuando el policía-estudiante que tras el asesinato de su amigo y compañero, se encara con esos jóvenes a los que grita burgueses. Los mismos que por un lado pretenden ayudar a la favela a través de movimientos sociales y ONG’s, pero a su vez perpetúan la marginalidad de dicha favela al consumir drogas, elemento fundamental que aúpa a los cárteles y bandas de jóvenes narcotraficantes. La contradicción es enorme y brutal pero los jóvenes universitarios brasileños del film que citan a Foucault ni si quiera llegan a percibirla: ellos van a la favela de forma altruista, casi de turistas, no viven en ella. Pasolini sencillamente se hubiera masturbado con dicho film.

    Algo parecido le pasa a muchos teóricos y académicos, visitan la precariedad, la clase obrera, las clases populares (el término me es indiferente) como meros turistas, no como miembros en activo de la misma. Luego se sorprenden airados cuando ningún juez se atreve a agarrar por los cuernos la cuestión de las fosas comunes y los represaliados por el franquismo. Su ingenuidad les delata: para alcanzar el puesto de juez es necesario estudiar como mínimo hasta los 30 ó 35 años, ¿quién puede mantener a un hijo estudiando hasta dichas edades? ¿Se puede opositar a juez trabajando a media jornada en Mc Donalds?¿Cuántos funcionarios grupo A son hijos de trabajadores de la Ford o la SEAT? ¿Por qué el porcentaje de fracaso escolar en el barrio del Cristo es del 88%? Podríamos seguir hasta la eternidad pero recuerden a Bourdieu y Althusser. De hecho lo más gracioso es que el único juez que se ha atrevido a investigar el caso (Garzón) es de origen humilde, la ciencia social en ocasiones puede ser insultantemente exacta. Lo mismo ocurre con notarios, abogados del estado o registradores de la propiedad. El círculo se cierra, la clase dominante se reproduce y perpetúa y a todo esto, los muertos siguen en las cuentas. Pedir jueces solidarios con las víctimas del franquismo es como buscar periodistas de izquierdas en un informativo masivo. O como buscar académicos comunistas que no ataquen ferozmente las experiencias socialistas reales. Aunque siendo francos, quizá están ahí por eso mismo.

    Por último advertirles que no, que no vamos a sentir vergüenza ni de lo que somos ni de nuestro pasado, por muchos errores que se cometieran, que los hubo y algunos enormes e históricos. Suficientes toneladas de propaganda se han vertido por parte del enemigo como para encima subirnos al carro del linchamiento. Donde el académico bien pagado ve dogmatismo, nosotros vemos solidaridad de clase. Alguno que otro fue un hijo de puta, eso es más que obvio, pero como dijo Kissinger muy maquiavélico él (y muy solidario con su clase): es NUESTRO hijo de puta. Eso algunos lo entenderán cuando no visiten a la clase obrera como turistas y cuando su madre llegue con la espalda rota de fregar suelos de despachos.

    Por supuesto que se trata de tendencias sociales y apuesto a que seguro que existen adoradores de Daniel Bell y Baudrillard hijos de fontaneros, pero la constante (miembros de la clase dominante que terminan en la academia vomitando mierda sobre las experiencias socialistas tangibles, desde una óptica “de izquierdas” eso sí) se produce y es una realidad social, casi cultural, que está ahí. Una realidad que sin la transformación (especialmente económica) completa de la sociedad se torna una quimera luchar contra ella, es como ser de izquierdas y pretender presentar un telediario en Antena 3. Por ello mi seductora e hipotética tesis en torno a guerrillas urbanas en occidente y comunicación, se verá relegada por un trabajo que investigue a John Ford u Orson Wells, que seguramente tendrá más aceptación y me causará menos problemas y dolores de cabeza. Pero ya sabemos que las ideas de la clase dominante son siempre las ideas dominantes en cada época. No importa, seguiremos al acecho.

    El poder está en todas partes como decía Foucault; en la forma de organización social y política, en las relaciones de pareja, en las relaciones de producción, educativas… Es muy fácil criticar el marxismo-leninismo desde posiciones minoritarias que jamás alcanzaron cotas de poder. Es como cuando Izquierda Anticapitalista le dice a Izquierda Unida que son unos blandos y unos reformistas y probablemente con razón, pero desde el gueto ideológico cualquier puede ser radical. Con el caso de la URSS y el socialismo realmente existente (como le gusta decir a la pléyade postmoderna) sucede parecido, trostkistas, anarquistas, negristas, luxemburguistas… todos se lanzan al cuello y todos tienen soluciones mágicas, soluciones que jamás salieron del local donde se reúnen o del despacho de la universidad o la tesis doctoral. Otra forma de medir cuan viable es cada proyecto es el miedo y por tanto el terror y la persecución que cada grupo o corriente despierta en el enemigo, en el imperialista. Y mientras los trostkistas fueron acogidos en el regazo del imperio (el caso Orwell y sus chivatazos es paradigmático) o Negri & Hardt fueron recibidos con confeti en las editoriales del enemigo, el marxista leninista ha sido perseguido y torturado en todos los rincones del globo. ¿Por qué? Por que el marxismo-leninismo ha sido el único que en algún momento consiguió derrotar al imperialismo (URSS, China, Cuba, Vietnam…) y por tanto alcanzar el poder de forma completa, eso por supuesto te expone a errores pero claro, es imposible cometer errores históricos si tu doctrina la siguen cuatro amiguetes en un local. Cuando pones en jaque al imperialismo (que se dice muy a la ligera) es inevitable que se produzcan esos errores, pero insisto, es muy fácil criticar desde guetos ideológicos que jamás se vieron en la necesidad de organizar y ejercer el Poder. Y ahí están los hechos. Lo verdaderamente asombroso es que nos llamen sectarios cuando somos la tercera fuerza en países como Grecia, Portugal o Bélgica… Ah! en Rusia la segunda, quizá la primera si no fuera por ese pucherazo descomunal. La vuelta de los comunistas a Rusia pagaría muchas nóminas en la academia.

    De veras y sinceramente, que a los dinosaurios leninistas nos encantaría sumarnos al linchamiento de alguna vía al socialismo que se produjera mediante alguna de esas fórmulas mágicas, tan horizontales, divertidas y carentes de violencia para así poder presentar tesis en la universidad, pero diantre, no se ha producido ni se produce ninguna.

    Perro no come carne de perro o como decimos en mi tierra y grita KOP: «Sols el poble salva al poble» (sólo el pueblo salva al pueblo), la cultura popular vuelve a venir como anillo al dedo. Esa cultura popular que surge de abajo, por y para la gente de abajo, que hace que muchos jóvenes cambiemos el chip y un poco más de vuelta de todo, reneguemos de los Alba Rico y Ramonet y sus desviaciones exóticas en favor de la OTAN y nos acerquemos cada vez con más ternura y convicción a los Cañamero y Gordillo, pese incluso sí, a sus limitaciones académicas. Es solidaridad de clase visceral, primitiva, algunos ni si quiera llegarán a entenderlo nunca.


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