DECLARACIÓN de INTENCIONES en DEFENSA del MARXISMO-LENINISMO
publicado en la antigua web leninismo.org (En Defensa del Marxismo-Leninismo) en mayo de 2004
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Se definía la web como: “La presente página tiene como propósito recopilar archivos, documentos e imágenes sobre la teoría, la praxis y la historia del marxismo-leninismo. El motivo principal para su creación reside en la escasez de este tipo de páginas en castellano. Ciertamente existen páginas pertenecientes a los distintos partidos y organizaciones marxistas-leninistas del Estado Español y de América Latina, así como otras dedicadas a recopilar textos de los clásicos del marxismo, pero no existe una web dedicada a la recopilación y exposición sistemática de artículos y ensayos sobre la teoría marxista-leninista (incluyendo una exposición básica y comprensiva del materialismo dialéctico e histórico), sobre la experiencia histórica de los países del llamado “socialismo real”, y sobre diversos aspectos del pasado y del presente económico, social, político y cultural de España y del mundo, abordados desde una perspectiva sistemática marxista-leninista o próxima al marxismo-leninismo. Los responsables de la presente web pretendemos paliar en parte esta situación”.
Materialismo Dialéctico, Modernismo y Postmodernismo
El marxismo-leninismo es un sistema teórico compuesto de elementos tanto filosóficos como científicos, cuyo conocimiento resulta imprescindible para comprender el mundo actual, su desarrollo y antecedentes históricos y sus previsibles derroteros futuros. Lejos de haber sido desmentido o refutado por el colapso de la Unión Soviética y de los países socialistas de Europa del Este (como si un fenómeno histórico concreto pudiera tener semejante relevancia epistemológica), lo cierto es que el marxismo-leninismo continúa siendo al día de hoy una teoría de una enorme potencia explicativa en las ciencias históricas y sociales. Lejos de haberse convertido en un programa de investigación estéril o degenerativo, continúa disfrutando de una extraordinaria fecundidad y vitalidad.
En esta página ofreceremos introducciones sencillas a los fundamentos básicos del materialismo dialéctico (la filosofía del marxismo), el materialismo histórico (la concepción científica de la historia y la sociedad elaborada por Marx) y la doctrina marxista-leninista (que integra en su seno las aportaciones del materialismo dialéctico e histórico, orientadas a la interpretación y transformación de la realidad mediante la praxis revolucionaria). Serán introducciones divulgativas y asequibles para cualquier persona, sin necesidad de poseer conocimientos específicos de filosofía o de ciencias sociales.
Adquiere especial relevancia en este sentido la crítica y discusión de las ideas y planteamientos del postmodernismo, la ideología dominante del tardocapitalismo monopolista o imperialismo de finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI. Esta ideología pretende minar todo tipo de resistencia u oposición a las clases dirigentes. Su contenido esencial es un idealismo subjetivo e irracionalista que arremete contra la racionalidad humana y contra la visión materialista del mundo característica de la ciencia, y en especial contra la teoría marxista revolucionaria. El objetivo de la ideología postmoderna consiste en impedir cualquier análisis racional de la sociedad capitalista contemporánea, así como minar toda actividad teorética transformadora y toda lucha política contra el capitalismo. El postmodernismo, en suma, tiene como principal finalidad desmantelar todo tipo de oposición por parte del proletariado, de la clase oprimida, contra las oligarquías explotadoras. En este sentido, como superestructura ideológica legitimadora del actual sistema, debe hallarse entre los principales frentes de combate que ha de librar el marxismo en el plano ideológico.
Frente al postmodernismo, el marxismo-leninismo defiende el materialismo dialéctico. El materialismo, además de ser la filosofía implícita en el desarrollo de la ciencia y la tecnología contemporáneas, se identifica en última instancia con el desarrollo de la racionalidad misma. Por su parte, la dialéctica consiste en la reflexión racional sobre las inconmensurabilidades y contradicciones existentes en la realidad fenoménica (las apariencias), con el fin de abstraer las ideas o conceptos que permitan organizar y dar sentido a dicha realidad.
Ahora bien, lo anterior no significa que el marxismo-leninismo sea una verdad absoluta y/o indubitable. Ni mucho menos. Como ha señalado el sociólogo y filósofo francés Edgar Morin, la condición humana se halla marcada por dos grandes incertidumbres: la incertidumbre cognitiva y la incertidumbre histórica. La incertidumbre cognitiva presenta a su vez tres aspectos: la incertidumbre cerebral, consistente en que el conocimiento nunca es un reflejo de lo real sino que implica una traducción y reconstrucción que conlleva inevitablemente riesgos de errores y distorsiones; la incertidumbre psicológica, en virtud de la cual el conocimiento de los hechos siempre es tributario de la interpretación, y la incertidumbre epistemológica, resultado de la crisis de los fundamentos de la certeza en la filosofía (a partir de Nietzsche) y en la ciencia (a partir de Bachelard y Popper). La incertidumbre histórica está ligada al carácter aparentemente caótico de la historia humana, una historia de 10.000 años en la que han existido fabulosas creaciones y destrucciones terribles, y en la que han tenido lugar grandes progresos de la civilización y de la economía seguidos por formidables regresiones (de la última de estas gigantescas regresiones hemos sido testigos recientemente, con el colapso de la Unión Soviética y los países socialistas europeos). Ciertamente la historia humana está sometida a determinaciones sociales y económicas muy fuertes, pero puede ser desviada o modificada por acontecimientos o accidentes particulares absolutamente impredecibles.
Así pues, la falta de fundamentos de certeza característica de todo el conocimiento humano --incluido el conocimiento científico-- no podía dejar de afectar, naturalmente, al marxismo-leninismo. Popper, Kuhn, Lakatos y Feyerabend, entre otros, han mostrado que las teorías científicas, igual que los icebergs, tienen una enorme parte sumergida que no es científica pero que resulta indispensable para el desarrollo de la ciencia. Lo propio de la cientificidad no es reflejar lo real sino traducirlo en teorías cambiantes y refutables. Las teorías científicas dan forma, ordenan y organizan los datos verificados sobre los que se fundan, y por ello mismo son sistemas de conceptos, construcciones cognoscitivas que se aplican a los datos para adecuárseles. Pero de manera continuada nuevos medios de observación o experimentación, una nueva atención, o bien nuevos hechos o accidentes, hacen surgir datos desconocidos y antes invisibles. A partir de ahí las teorías dejan de ser adecuadas, y si no es posible ampliarlas se hace necesario construir otras nuevas. Las teorías científicas son provisionales precisamente porque son científicas. La visión que da el filósofo Karl Popper de la evolución de la ciencia es la de una selección natural en la que las teorías resisten un tiempo, no porque sean "verdaderas" sino porque son las mejor adaptadas al estado contemporáneo de los conocimientos. Por su parte, Thomas S. Kuhn aporta otra idea no menos importante: en la evolución científica se producen transformaciones revolucionarias en las que un paradigma dominante --una gran macroteoría aceptada de forma general por toda la comunidad científica y a partir de la cual se realiza la investigación-- se hunde para dejar paso a un paradigma nuevo. Asimismo, Willard Van Orman Quine ha establecido otra idea fundamental, conocida como 'principio de subdeterminación de las teorías por la experiencia': dado cualquier conjunto de hechos empíricos, existen siempre varias teorías que son incompatibles entre sí pero que resultan compatibles por separado con dicho conjunto de datos.
Todo ello hace que hoy en día sea no sea posible ni deseable mantener una visión estrecha, cerrada y autosuficiente del marxismo-leninismo, que asevere la verdad indubitable de cada una de sus tesis, que codifique su corpus teórico en forma de una suerte de recetario inmutable, y además exija de cada persona que se considere comunista una adhesión y una creencia inconmovibles en todos o en la mayoría de sus postulados. Los contenidos de carácter más o menos dogmático desempeñaron un papel sumamente positivo en épocas pasadas, cuando era necesario contar con grandes masas de militantes y simpatizantes bien entrenados y motivados, organizados y unidos por una fuerte disciplina (y además se daban las condiciones objetivas y subjetivas que lo hacían posible), como única forma viable de vencer al implacable cerco de la reacción y al terrible acoso de las fuerzas imperialistas, que no conocían límites a la hora de movilizar todos los inmensos recursos con que contaban para aplastar al movimiento obrero. Sin embargo, hoy en día no se dan las condiciones políticas y sociales que existían en la era de las grandes revoluciones proletarias, y además se han producido grandes cambios en el ámbito noético (en el sentido antes señalado de problematización y crisis de los fundamentos de certeza del conocimiento científico y filosófico), de tal modo que no queda más remedio que "desblindar" el marxismo-leninismo, flexibilizarlo y someterlo a una dosis importante de relativización epistemológica, lo cual no implica en absoluto caer en el relativismo, el nihilismo y/o la ideología postmoderna. Se trata sencillamente de reconocer que no podemos afirmar que el marxismo-leninismo sea una teoría "verdadera" en términos indubitables, por las razones antes apuntadas, aunque sí podemos decir que es una teoría que explica muchos de los hechos conocidos y admitidos tan bien como otras teorías alternativas, y además es mejor que tales alternativas si se aceptan determinados presupuestos metodológicos, que no son sino una serie de opciones adoptadas en virtud de diversas razones de carácter filosófico, doctrinal, e incluso ético o valorativo.
Por otro lado, el marxismo-leninismo no sería una teoría propiamente científica sino un sistema filosófico, sin perjuicio de su rigurosidad formal y su sólida fundamentación en los hallazgos y teorías de las disciplinas científicas, y sin perjuicio de que entre sus contenidos se hallen efectivamente muchos elementos de carácter científico y técnico-praxeológico; por tanto, al carácter de provisionalidad y temporalidad propio del conocimiento científico debe añadirse el aspecto fuertemente conjetural e interpretativo de toda teoría filosófica, por muy rigurosa y científicamente fundada que ésta sea. Asimismo, el carácter totalizador del conocimiento que hizo que el marxismo-leninismo se convirtiera prácticamente en una cosmovisión --lo que también resultó muy positivo como método de formación de masas-- debe dejar paso a una perspectiva necesariamente más limitada y con pretensiones teoréticas menos ambiciosas y omnicomprensivas. Por último, es preciso no confundir "revisión" y "revisionismo" --un error que en ocasiones ha cometido el movimiento comunista. Lenin, Stalin, Mao y otros muchos revolucionarios y teóricos marxistas no afirmaron jamás que el cuerpo teórico del marxismo no debiera revisarse, modificarse o adaptarse a las peculiares y cambiantes circunstancias históricas y sociopolíticas; de hecho, el término "revisionismo" no hace referencia meramente a la "revisión" o modificación de los contenidos de la doctrina marxista-leninista, sino a la introducción de cambios en dicha doctrina que repercutan en beneficio de las clases dirigentes, que abandonen o debiliten toda postura coherentemente anti-imperialista, que asuman buena parte de la ideología burguesa y/o que resten fuerza y capacidad combativa a la teoría y la praxis del marxismo.
Los Países Socialistas
El marxismo-leninismo no es únicamente una teoría. Es asimismo una praxis, un instrumento revolucionario para transformar el mundo. Sus resultados fueron visibles en los países socialistas establecidos en diversos lugares del planeta a raíz de las revoluciones proletarias. En todos estos países la construcción socialista, realizada bajo los principios del marxismo-leninismo, condujo no sólo a un enorme desarrollo de las fuerzas productivas, sino también a considerables mejoras y avances en la calidad de vida de los ciudadanos. En definitiva, la construcción de verdaderos regímenes socialistas fue y sigue siendo la demostración palpable de que la consecución de una sociedad alternativa al capitalismo, una sociedad más justa, democrática, igualitaria y humana que éste, no es una utopía ni un sueño irrealizable.
Ciertamente, los medios de comunicación monopolistas y los adalides del pensamiento único, junto con los académicos que ven engrosadas sus cuentas bancarias por producir todo tipo de panfletos anticomunistas, han propagado y continúan propagando insistentemente el mito de que los países socialistas llevaron a sus pueblos al colapso económico, el hambre y la miseria, y de que además eliminaron todo tipo de libertades y derechos individuales en aras de la formación de estados totalitarios y represivos. Los más extremistas --que son los que más publicidad reciben de los medios de comunicación-- atribuyen a los países socialistas hasta cien millones de muertos, en un esfuerzo por presentar al socialismo y al movimiento obrero como peores incluso que el nazismo. Pero estas añagazas y libelos no son nada nuevo: comenzaron con la guerra de propaganda de los nazis y del Ministerio de Goebbels, y prosiguieron durante muchos años como parte de la guerra fría ideológico-cultural emprendida por los gobiernos e instituciones occidentales contra la URSS y los países socialistas. Y hoy se mantienen como forma de legitimación del actual estado de injusticia y explotación mundial : por muchos problemas e injusticias que existan en este sistema, siempre será mejor que el socialismo, se nos dice, y además la caída de la URSS ha demostrado que no hay alternativa posible.
Por ello, hoy más que nunca es necesario difundir la verdad de los hechos, desde un punto de vista que descarte la propaganda ideológica falaz en favor de un enfoque objetivo, imparcial y científico --o, al menos, dada la problematicidad de tales conceptos, más objetivo, imparcial y científico que la visión burguesa oficial. Para contribuir aunque sea modestamente a esta labor, intentaremos presentar documentación e información exhaustivas que desmientan con hechos contrastados las calumnias y mentiras lanzadas contra las revoluciones obreras y populares en las que los oprimidos tomaron las riendas de su destino y de su propio gobierno por primera vez en la historia: la URSS de Lenin y Stalin, la China Popular de Mao, la Corea Democrática de Kim-Il-Sung y Kim-Jong-Il, el Vietnam de Ho Chi Mihn, la Cuba revolucionaria de Fidel Castro, etc....
Básicamente, nuestra pretensión es presentar tanto una visión sistemática del marxismo-leninismo que permita comprender sus principales líneas teóricas y metodológicas y su decisiva contribución al acervo cultural de la especie humana, como una imagen objetiva y verídica de los países socialistas: la perspectiva que defendemos está basada en gran medida en lo que se conoce como el "Modelo Extra-paradigmático" de los estudios sobre el comunismo marxista-leninista. El Modelo Extra-paradigmático intenta explicar y comprender la experiencia del llamado "socialismo real" desde fuera de todo paradigma, en la medida de lo posible, y sobre todo desde fuera del Paradigma Totalitario dominante (defendido al mismo tiempo por nazis, derechistas, liberales, socialdemócratas, trotskistas y hasta por algunos autoproclamados comunistas). Según este Paradigma Totalitario, los regímenes comunistas fueron dictaduras totalitarias de partido único, y Stalin un monstruo sádico que ejerció una satrapía personal. Este Paradigma Totalitario, a la luz de una oleada de nuevos estudios científicos desarrollados en buena medida no por autores comunistas sino por autores burgueses celosos de su profesión y poco dispuestos a vender su integridad por un ascenso académico, se está revelando cada vez más como una historia absolutamente falsa. La leyenda burguesa oficial sobre Stalin, la URSS y los países socialistas es, sencillamente, una mitología inventada y ficticia de carácter propagandístico, con hondas raíces en la mitología judeocristiana y, especialmente, en el paradigma escolástico de la Gran Cadena del Ser (como ha visto muy bien Philip E. Panaggio en su ensayo Stalin y Yezhov: Una Visión Extra-paradigmática, publicado en esta misma web). De acuerdo con la historiografía burguesa oficial, Stalin fue un genocida de proporciones apocalípticas responsable de la muerte de millones de personas; sin embargo no hay ninguna prueba de semejante genocidio: ni documentos, ni evidencias materiales, ni fosas comunes, ni nada mínimamente tangible; tan sólo existen rumores y, sobre todo, una extensa bibliografía propagandística basada fundamentalmente en declaraciones procedentes de simpatizantes nazis y de nacionalistas ucranianos colaboradores del III Reich. Ciertamente durante la era de Stalin se cometieron errores y también se produjeron actuaciones injustas y extremas, pero en su mayoría resultaron inevitables en las condiciones en que tuvieron lugar; además, lo anterior no autoriza en ningún caso a hablar de genocidios o de represiones masivas e indiscriminadas, de las que hasta el día de hoy --es preciso insistir en ello-- no existe la menor prueba (en este punto es necesario recordar que quien debe aportar pruebas es el que afirma algo y no el que lo niega, lo cual constituye una regla básica y elemental de la lógica con la que no parecen estar muy familiarizados los acusadores de Stalin y del régimen soviético). Por si fuera poco, debemos considerar el hecho histórico innegable de que un país supuestamente desangrado y lleno de cadáveres fue capaz de derrotar prácticamente en solitario a la máquina de guerra más poderosa del mundo, el ejército de la Alemania nazi, así como de reconstruir en pocos años su industria para convertirse en una potencia económica y tecnológica mundial. El Paradigma Totalitario sencillamente no encaja con muchos de los hechos conocidos, por mucho que se vea ayudado por el principio de que una mentira mil veces repetida termina siendo generalmente aceptada como verdad.
Desde una perspectiva objetiva, factual, empírica y aun "positivista" --extra-paradigmática--, la valoración de los regímenes del llamado "socialismo real" resulta muy diferente de la habitual en la historiografía oficial burguesa. Todos los regímenes socialistas aumentaron de manera considerable la calidad y la esperanza de vida de sus ciudadanos, y consiguieron un aumento significativo del nivel de desarrollo económico, industrial, tecnológico, científico, educativo, sanitario y cultural (salvando determinadas rachas puntuales de depresión económica, en todo caso más suaves que las existentes en los regímenes capitalistas). Iniciaron la construcción de una sociedad sin clases y sin explotación del hombre por el hombre y avanzaron mucho en este terreno.
Así pues, de ninguna manera cabe afirmar que el socialismo haya fracasado. En los países que adoptaron la forma socialista de economía y organización social se produjeron inmensos cambios que mejoraron las condiciones de vida de las masas trabajadoras. La Unión Soviética, por ejemplo, pasó de ser un país atrasado y semi-feudal, en el momento de la revolución rusa de 1917, a convertirse en la segunda potencia económica mundial en los años 1960. En todos los países socialistas se logró un progreso notable, a pesar de que tuvieron que partir de situaciones extremadamente difíciles, con elevadas tasas de analfabetismo, economías empobrecidas e industrias escasamente desarrolladas. Las sociedades socialistas construyeron escuelas, casas y hospitales y levantaron grandes complejos industriales; eliminaron el desempleo masivo; proporcionaron a toda la población --de forma completamente gratuita-- una asistencia social y una atención sanitaria avanzadas y comprensivas; garantizaron a todos los ciudadanos un alojamiento digno, moderno y asequible, así como alquileres sumamente bajos que suponían un porcentaje muy pequeño del salario de un trabajador (alquileres que en la URSS y otros países socialistas europeos incluían la electricidad, la calefacción, el gas y el teléfono); desarrollaron ampliamente la cultura y la pusieron al alcance de todos los ciudadanos; garantizaron la educación gratuita, incluyendo la enseñanza universitaria; hicieron efectiva la igualdad de salarios y de oportunidades para las mujeres, al contrario que en las sociedades capitalistas de entonces y de ahora; construyeron instalaciones culturales, educativas y deportivas para los jóvenes; concedieron ayudas generosas a los países en vía de desarrollo; lograron enormes avances en la investigación científica y tecnológica (antes de los años 1980, la Unión Soviética llegó a contar aproximadamente con la cuarta parte de todos los científicos del mundo), etc., etc.... Por supuesto, como en todas las sociedades también se cometieron errores (muchos de ellos inevitables dadas las circunstancias).
La Unión Soviética y otros países socialistas de la Europa del Este fueron las primeras sociedades socialistas. Tuvieron que afrontar y superar muchas dificultades y también cometieron errores, como ya se ha señalado. Algunas cosas se hicieron mal --la democracia socialista no se puso en práctica de forma plena y se permitió que la economía y la vida social se estancaran hasta cierto punto (lo que se debió principalmente a la introducción progresiva de mecanismos de economía de mercado). Muchos de esos errores fueron inevitables dadas las peculiares circunstancias históricas, sociales y políticas en las que se llevó a cabo la construcción del socialismo; otros errores no sabemos si pudieron haber sido evitados de algún modo; y otros, en suma, se presentan como errores sólo desde un análisis retrospectivo. No obstante, de lo anterior no podemos concluir que el socialismo haya sido un fracaso. Las actuales organizaciones comunistas han aprendido mucho de tales experiencias y saben que los errores cometidos en el pasado no tienen por qué volver a repetirse en el futuro. Por otra parte, las experiencias de los países socialistas responden a unos contextos históricos, sociales, culturales y políticos muy concretos, y en tal sentido resultan irrepetibles.
En cuanto a las supuestas restricciones a la libertad individual tan a menudo voceadas por la propaganda burguesa, hay que señalar que la desinformación y la exageración sistemáticas también han sido la norma en este asunto. Ciertamente existió una restricción de la libertad ideológica, prohibiéndose toda manifestación de carácter racista, fascista y/o imperialista, y en ocasiones tal prohibición fue injusta y excesivamente aplicada a casos que no se ajustaban dentro de tales categorías; de todos modos dichos errores fueron en su mayoría inevitables y estuvieron provocados en muchos casos por la feroz hostilidad del cerco imperialista y de la reacción interna, y desde luego no soslayaron los amplios derechos sociales y las libertades individuales que fueron plenamente respetados dentro de los países socialistas. De hecho, la tan cacareada "libertad" supuestamente exclusiva de los regímenes capitalistas no es a menudo más que una mera libertad formal y no material, que en la práctica se reduce a la pura y simple libertad de mercado y de consumo, con todos los efectos alienantes y negativos que ésta conlleva. Un poema publicado en la revista digital Bright Red describe muy bien cuál es la naturaleza exacta de la "libertad" en un país capitalista del primer mundo (una "libertad" que obviamente no se aplica a las personas desfavorecidas de los países del primer mundo, ni tampoco a la inmensa mayoría de la humanidad):
La Libertad (bajo el Capitalismo)
La libertad es la opción de elegir entre 10 tipos de agua embotellada aunque no haya ni un solo río limpio.
La libertad es un nuevo coche con lector de CD, airbag y aire acondicionado gratis, aunque te ahogues en el aire contaminado cuando tengas que andar.
La libertad es elegir quién va a tomar las decisiones políticas, aunque no elijas cuáles van a ser esas decisiones.
La libertad es que puedas quejarte aunque nadie haga el menor caso de tu queja.
La libertad es una tarjeta de crédito, porque realmente no podemos permitirnos lo que compramos.
La libertad es poder consumir drogas, deseando tener los cuerpos y el aspecto que nos dicen debemos tener.
La libertad es poder tomar un panadol para aliviar el dolor, porque el mundo no reducirá su velocidad para nosotros.
La libertad es una comida instantánea hecha en dos minutos, aunque se padezca de por vida el efecto de los ingredientes artificiales.
La libertad es vestir como quieras, aunque tengas que obedecer un estricto código de etiqueta si quieres conservar tu empleo o entrar en un determinado club.
La libertad es una hipoteca inmobiliaria, mientras los beneficios de los bancos son de miles de millones.
La libertad es una taza desechable, la libertad es un ecosistema desechable, la libertad es la última conveniencia mientras la tierra se muere a pasos agigantados: la libertad no se preocupa por las consecuencias de sus acciones.
La libertad es un sistema de valores basado en la apatía y el despilfarro.
La libertad es una ilusión en la que nos quieren hacer creer.
La libertad es una mentira.
No creo en nada de todo esto.
La libertad traerá la muerte a este planeta, y yo no quiero morir todavía.
El marxismo-leninismo es un sistema teórico compuesto de elementos tanto filosóficos como científicos, cuyo conocimiento resulta imprescindible para comprender el mundo actual, su desarrollo y antecedentes históricos y sus previsibles derroteros futuros. Lejos de haber sido desmentido o refutado por el colapso de la Unión Soviética y de los países socialistas de Europa del Este (como si un fenómeno histórico concreto pudiera tener semejante relevancia epistemológica), lo cierto es que el marxismo-leninismo continúa siendo al día de hoy una teoría de una enorme potencia explicativa en las ciencias históricas y sociales. Lejos de haberse convertido en un programa de investigación estéril o degenerativo, continúa disfrutando de una extraordinaria fecundidad y vitalidad.
En esta página ofreceremos introducciones sencillas a los fundamentos básicos del materialismo dialéctico (la filosofía del marxismo), el materialismo histórico (la concepción científica de la historia y la sociedad elaborada por Marx) y la doctrina marxista-leninista (que integra en su seno las aportaciones del materialismo dialéctico e histórico, orientadas a la interpretación y transformación de la realidad mediante la praxis revolucionaria). Serán introducciones divulgativas y asequibles para cualquier persona, sin necesidad de poseer conocimientos específicos de filosofía o de ciencias sociales.
Adquiere especial relevancia en este sentido la crítica y discusión de las ideas y planteamientos del postmodernismo, la ideología dominante del tardocapitalismo monopolista o imperialismo de finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI. Esta ideología pretende minar todo tipo de resistencia u oposición a las clases dirigentes. Su contenido esencial es un idealismo subjetivo e irracionalista que arremete contra la racionalidad humana y contra la visión materialista del mundo característica de la ciencia, y en especial contra la teoría marxista revolucionaria. El objetivo de la ideología postmoderna consiste en impedir cualquier análisis racional de la sociedad capitalista contemporánea, así como minar toda actividad teorética transformadora y toda lucha política contra el capitalismo. El postmodernismo, en suma, tiene como principal finalidad desmantelar todo tipo de oposición por parte del proletariado, de la clase oprimida, contra las oligarquías explotadoras. En este sentido, como superestructura ideológica legitimadora del actual sistema, debe hallarse entre los principales frentes de combate que ha de librar el marxismo en el plano ideológico.
Frente al postmodernismo, el marxismo-leninismo defiende el materialismo dialéctico. El materialismo, además de ser la filosofía implícita en el desarrollo de la ciencia y la tecnología contemporáneas, se identifica en última instancia con el desarrollo de la racionalidad misma. Por su parte, la dialéctica consiste en la reflexión racional sobre las inconmensurabilidades y contradicciones existentes en la realidad fenoménica (las apariencias), con el fin de abstraer las ideas o conceptos que permitan organizar y dar sentido a dicha realidad.
Ahora bien, lo anterior no significa que el marxismo-leninismo sea una verdad absoluta y/o indubitable. Ni mucho menos. Como ha señalado el sociólogo y filósofo francés Edgar Morin, la condición humana se halla marcada por dos grandes incertidumbres: la incertidumbre cognitiva y la incertidumbre histórica. La incertidumbre cognitiva presenta a su vez tres aspectos: la incertidumbre cerebral, consistente en que el conocimiento nunca es un reflejo de lo real sino que implica una traducción y reconstrucción que conlleva inevitablemente riesgos de errores y distorsiones; la incertidumbre psicológica, en virtud de la cual el conocimiento de los hechos siempre es tributario de la interpretación, y la incertidumbre epistemológica, resultado de la crisis de los fundamentos de la certeza en la filosofía (a partir de Nietzsche) y en la ciencia (a partir de Bachelard y Popper). La incertidumbre histórica está ligada al carácter aparentemente caótico de la historia humana, una historia de 10.000 años en la que han existido fabulosas creaciones y destrucciones terribles, y en la que han tenido lugar grandes progresos de la civilización y de la economía seguidos por formidables regresiones (de la última de estas gigantescas regresiones hemos sido testigos recientemente, con el colapso de la Unión Soviética y los países socialistas europeos). Ciertamente la historia humana está sometida a determinaciones sociales y económicas muy fuertes, pero puede ser desviada o modificada por acontecimientos o accidentes particulares absolutamente impredecibles.
Así pues, la falta de fundamentos de certeza característica de todo el conocimiento humano --incluido el conocimiento científico-- no podía dejar de afectar, naturalmente, al marxismo-leninismo. Popper, Kuhn, Lakatos y Feyerabend, entre otros, han mostrado que las teorías científicas, igual que los icebergs, tienen una enorme parte sumergida que no es científica pero que resulta indispensable para el desarrollo de la ciencia. Lo propio de la cientificidad no es reflejar lo real sino traducirlo en teorías cambiantes y refutables. Las teorías científicas dan forma, ordenan y organizan los datos verificados sobre los que se fundan, y por ello mismo son sistemas de conceptos, construcciones cognoscitivas que se aplican a los datos para adecuárseles. Pero de manera continuada nuevos medios de observación o experimentación, una nueva atención, o bien nuevos hechos o accidentes, hacen surgir datos desconocidos y antes invisibles. A partir de ahí las teorías dejan de ser adecuadas, y si no es posible ampliarlas se hace necesario construir otras nuevas. Las teorías científicas son provisionales precisamente porque son científicas. La visión que da el filósofo Karl Popper de la evolución de la ciencia es la de una selección natural en la que las teorías resisten un tiempo, no porque sean "verdaderas" sino porque son las mejor adaptadas al estado contemporáneo de los conocimientos. Por su parte, Thomas S. Kuhn aporta otra idea no menos importante: en la evolución científica se producen transformaciones revolucionarias en las que un paradigma dominante --una gran macroteoría aceptada de forma general por toda la comunidad científica y a partir de la cual se realiza la investigación-- se hunde para dejar paso a un paradigma nuevo. Asimismo, Willard Van Orman Quine ha establecido otra idea fundamental, conocida como 'principio de subdeterminación de las teorías por la experiencia': dado cualquier conjunto de hechos empíricos, existen siempre varias teorías que son incompatibles entre sí pero que resultan compatibles por separado con dicho conjunto de datos.
Todo ello hace que hoy en día sea no sea posible ni deseable mantener una visión estrecha, cerrada y autosuficiente del marxismo-leninismo, que asevere la verdad indubitable de cada una de sus tesis, que codifique su corpus teórico en forma de una suerte de recetario inmutable, y además exija de cada persona que se considere comunista una adhesión y una creencia inconmovibles en todos o en la mayoría de sus postulados. Los contenidos de carácter más o menos dogmático desempeñaron un papel sumamente positivo en épocas pasadas, cuando era necesario contar con grandes masas de militantes y simpatizantes bien entrenados y motivados, organizados y unidos por una fuerte disciplina (y además se daban las condiciones objetivas y subjetivas que lo hacían posible), como única forma viable de vencer al implacable cerco de la reacción y al terrible acoso de las fuerzas imperialistas, que no conocían límites a la hora de movilizar todos los inmensos recursos con que contaban para aplastar al movimiento obrero. Sin embargo, hoy en día no se dan las condiciones políticas y sociales que existían en la era de las grandes revoluciones proletarias, y además se han producido grandes cambios en el ámbito noético (en el sentido antes señalado de problematización y crisis de los fundamentos de certeza del conocimiento científico y filosófico), de tal modo que no queda más remedio que "desblindar" el marxismo-leninismo, flexibilizarlo y someterlo a una dosis importante de relativización epistemológica, lo cual no implica en absoluto caer en el relativismo, el nihilismo y/o la ideología postmoderna. Se trata sencillamente de reconocer que no podemos afirmar que el marxismo-leninismo sea una teoría "verdadera" en términos indubitables, por las razones antes apuntadas, aunque sí podemos decir que es una teoría que explica muchos de los hechos conocidos y admitidos tan bien como otras teorías alternativas, y además es mejor que tales alternativas si se aceptan determinados presupuestos metodológicos, que no son sino una serie de opciones adoptadas en virtud de diversas razones de carácter filosófico, doctrinal, e incluso ético o valorativo.
Por otro lado, el marxismo-leninismo no sería una teoría propiamente científica sino un sistema filosófico, sin perjuicio de su rigurosidad formal y su sólida fundamentación en los hallazgos y teorías de las disciplinas científicas, y sin perjuicio de que entre sus contenidos se hallen efectivamente muchos elementos de carácter científico y técnico-praxeológico; por tanto, al carácter de provisionalidad y temporalidad propio del conocimiento científico debe añadirse el aspecto fuertemente conjetural e interpretativo de toda teoría filosófica, por muy rigurosa y científicamente fundada que ésta sea. Asimismo, el carácter totalizador del conocimiento que hizo que el marxismo-leninismo se convirtiera prácticamente en una cosmovisión --lo que también resultó muy positivo como método de formación de masas-- debe dejar paso a una perspectiva necesariamente más limitada y con pretensiones teoréticas menos ambiciosas y omnicomprensivas. Por último, es preciso no confundir "revisión" y "revisionismo" --un error que en ocasiones ha cometido el movimiento comunista. Lenin, Stalin, Mao y otros muchos revolucionarios y teóricos marxistas no afirmaron jamás que el cuerpo teórico del marxismo no debiera revisarse, modificarse o adaptarse a las peculiares y cambiantes circunstancias históricas y sociopolíticas; de hecho, el término "revisionismo" no hace referencia meramente a la "revisión" o modificación de los contenidos de la doctrina marxista-leninista, sino a la introducción de cambios en dicha doctrina que repercutan en beneficio de las clases dirigentes, que abandonen o debiliten toda postura coherentemente anti-imperialista, que asuman buena parte de la ideología burguesa y/o que resten fuerza y capacidad combativa a la teoría y la praxis del marxismo.
Los Países Socialistas
El marxismo-leninismo no es únicamente una teoría. Es asimismo una praxis, un instrumento revolucionario para transformar el mundo. Sus resultados fueron visibles en los países socialistas establecidos en diversos lugares del planeta a raíz de las revoluciones proletarias. En todos estos países la construcción socialista, realizada bajo los principios del marxismo-leninismo, condujo no sólo a un enorme desarrollo de las fuerzas productivas, sino también a considerables mejoras y avances en la calidad de vida de los ciudadanos. En definitiva, la construcción de verdaderos regímenes socialistas fue y sigue siendo la demostración palpable de que la consecución de una sociedad alternativa al capitalismo, una sociedad más justa, democrática, igualitaria y humana que éste, no es una utopía ni un sueño irrealizable.
Ciertamente, los medios de comunicación monopolistas y los adalides del pensamiento único, junto con los académicos que ven engrosadas sus cuentas bancarias por producir todo tipo de panfletos anticomunistas, han propagado y continúan propagando insistentemente el mito de que los países socialistas llevaron a sus pueblos al colapso económico, el hambre y la miseria, y de que además eliminaron todo tipo de libertades y derechos individuales en aras de la formación de estados totalitarios y represivos. Los más extremistas --que son los que más publicidad reciben de los medios de comunicación-- atribuyen a los países socialistas hasta cien millones de muertos, en un esfuerzo por presentar al socialismo y al movimiento obrero como peores incluso que el nazismo. Pero estas añagazas y libelos no son nada nuevo: comenzaron con la guerra de propaganda de los nazis y del Ministerio de Goebbels, y prosiguieron durante muchos años como parte de la guerra fría ideológico-cultural emprendida por los gobiernos e instituciones occidentales contra la URSS y los países socialistas. Y hoy se mantienen como forma de legitimación del actual estado de injusticia y explotación mundial : por muchos problemas e injusticias que existan en este sistema, siempre será mejor que el socialismo, se nos dice, y además la caída de la URSS ha demostrado que no hay alternativa posible.
Por ello, hoy más que nunca es necesario difundir la verdad de los hechos, desde un punto de vista que descarte la propaganda ideológica falaz en favor de un enfoque objetivo, imparcial y científico --o, al menos, dada la problematicidad de tales conceptos, más objetivo, imparcial y científico que la visión burguesa oficial. Para contribuir aunque sea modestamente a esta labor, intentaremos presentar documentación e información exhaustivas que desmientan con hechos contrastados las calumnias y mentiras lanzadas contra las revoluciones obreras y populares en las que los oprimidos tomaron las riendas de su destino y de su propio gobierno por primera vez en la historia: la URSS de Lenin y Stalin, la China Popular de Mao, la Corea Democrática de Kim-Il-Sung y Kim-Jong-Il, el Vietnam de Ho Chi Mihn, la Cuba revolucionaria de Fidel Castro, etc....
Básicamente, nuestra pretensión es presentar tanto una visión sistemática del marxismo-leninismo que permita comprender sus principales líneas teóricas y metodológicas y su decisiva contribución al acervo cultural de la especie humana, como una imagen objetiva y verídica de los países socialistas: la perspectiva que defendemos está basada en gran medida en lo que se conoce como el "Modelo Extra-paradigmático" de los estudios sobre el comunismo marxista-leninista. El Modelo Extra-paradigmático intenta explicar y comprender la experiencia del llamado "socialismo real" desde fuera de todo paradigma, en la medida de lo posible, y sobre todo desde fuera del Paradigma Totalitario dominante (defendido al mismo tiempo por nazis, derechistas, liberales, socialdemócratas, trotskistas y hasta por algunos autoproclamados comunistas). Según este Paradigma Totalitario, los regímenes comunistas fueron dictaduras totalitarias de partido único, y Stalin un monstruo sádico que ejerció una satrapía personal. Este Paradigma Totalitario, a la luz de una oleada de nuevos estudios científicos desarrollados en buena medida no por autores comunistas sino por autores burgueses celosos de su profesión y poco dispuestos a vender su integridad por un ascenso académico, se está revelando cada vez más como una historia absolutamente falsa. La leyenda burguesa oficial sobre Stalin, la URSS y los países socialistas es, sencillamente, una mitología inventada y ficticia de carácter propagandístico, con hondas raíces en la mitología judeocristiana y, especialmente, en el paradigma escolástico de la Gran Cadena del Ser (como ha visto muy bien Philip E. Panaggio en su ensayo Stalin y Yezhov: Una Visión Extra-paradigmática, publicado en esta misma web). De acuerdo con la historiografía burguesa oficial, Stalin fue un genocida de proporciones apocalípticas responsable de la muerte de millones de personas; sin embargo no hay ninguna prueba de semejante genocidio: ni documentos, ni evidencias materiales, ni fosas comunes, ni nada mínimamente tangible; tan sólo existen rumores y, sobre todo, una extensa bibliografía propagandística basada fundamentalmente en declaraciones procedentes de simpatizantes nazis y de nacionalistas ucranianos colaboradores del III Reich. Ciertamente durante la era de Stalin se cometieron errores y también se produjeron actuaciones injustas y extremas, pero en su mayoría resultaron inevitables en las condiciones en que tuvieron lugar; además, lo anterior no autoriza en ningún caso a hablar de genocidios o de represiones masivas e indiscriminadas, de las que hasta el día de hoy --es preciso insistir en ello-- no existe la menor prueba (en este punto es necesario recordar que quien debe aportar pruebas es el que afirma algo y no el que lo niega, lo cual constituye una regla básica y elemental de la lógica con la que no parecen estar muy familiarizados los acusadores de Stalin y del régimen soviético). Por si fuera poco, debemos considerar el hecho histórico innegable de que un país supuestamente desangrado y lleno de cadáveres fue capaz de derrotar prácticamente en solitario a la máquina de guerra más poderosa del mundo, el ejército de la Alemania nazi, así como de reconstruir en pocos años su industria para convertirse en una potencia económica y tecnológica mundial. El Paradigma Totalitario sencillamente no encaja con muchos de los hechos conocidos, por mucho que se vea ayudado por el principio de que una mentira mil veces repetida termina siendo generalmente aceptada como verdad.
Desde una perspectiva objetiva, factual, empírica y aun "positivista" --extra-paradigmática--, la valoración de los regímenes del llamado "socialismo real" resulta muy diferente de la habitual en la historiografía oficial burguesa. Todos los regímenes socialistas aumentaron de manera considerable la calidad y la esperanza de vida de sus ciudadanos, y consiguieron un aumento significativo del nivel de desarrollo económico, industrial, tecnológico, científico, educativo, sanitario y cultural (salvando determinadas rachas puntuales de depresión económica, en todo caso más suaves que las existentes en los regímenes capitalistas). Iniciaron la construcción de una sociedad sin clases y sin explotación del hombre por el hombre y avanzaron mucho en este terreno.
Así pues, de ninguna manera cabe afirmar que el socialismo haya fracasado. En los países que adoptaron la forma socialista de economía y organización social se produjeron inmensos cambios que mejoraron las condiciones de vida de las masas trabajadoras. La Unión Soviética, por ejemplo, pasó de ser un país atrasado y semi-feudal, en el momento de la revolución rusa de 1917, a convertirse en la segunda potencia económica mundial en los años 1960. En todos los países socialistas se logró un progreso notable, a pesar de que tuvieron que partir de situaciones extremadamente difíciles, con elevadas tasas de analfabetismo, economías empobrecidas e industrias escasamente desarrolladas. Las sociedades socialistas construyeron escuelas, casas y hospitales y levantaron grandes complejos industriales; eliminaron el desempleo masivo; proporcionaron a toda la población --de forma completamente gratuita-- una asistencia social y una atención sanitaria avanzadas y comprensivas; garantizaron a todos los ciudadanos un alojamiento digno, moderno y asequible, así como alquileres sumamente bajos que suponían un porcentaje muy pequeño del salario de un trabajador (alquileres que en la URSS y otros países socialistas europeos incluían la electricidad, la calefacción, el gas y el teléfono); desarrollaron ampliamente la cultura y la pusieron al alcance de todos los ciudadanos; garantizaron la educación gratuita, incluyendo la enseñanza universitaria; hicieron efectiva la igualdad de salarios y de oportunidades para las mujeres, al contrario que en las sociedades capitalistas de entonces y de ahora; construyeron instalaciones culturales, educativas y deportivas para los jóvenes; concedieron ayudas generosas a los países en vía de desarrollo; lograron enormes avances en la investigación científica y tecnológica (antes de los años 1980, la Unión Soviética llegó a contar aproximadamente con la cuarta parte de todos los científicos del mundo), etc., etc.... Por supuesto, como en todas las sociedades también se cometieron errores (muchos de ellos inevitables dadas las circunstancias).
La Unión Soviética y otros países socialistas de la Europa del Este fueron las primeras sociedades socialistas. Tuvieron que afrontar y superar muchas dificultades y también cometieron errores, como ya se ha señalado. Algunas cosas se hicieron mal --la democracia socialista no se puso en práctica de forma plena y se permitió que la economía y la vida social se estancaran hasta cierto punto (lo que se debió principalmente a la introducción progresiva de mecanismos de economía de mercado). Muchos de esos errores fueron inevitables dadas las peculiares circunstancias históricas, sociales y políticas en las que se llevó a cabo la construcción del socialismo; otros errores no sabemos si pudieron haber sido evitados de algún modo; y otros, en suma, se presentan como errores sólo desde un análisis retrospectivo. No obstante, de lo anterior no podemos concluir que el socialismo haya sido un fracaso. Las actuales organizaciones comunistas han aprendido mucho de tales experiencias y saben que los errores cometidos en el pasado no tienen por qué volver a repetirse en el futuro. Por otra parte, las experiencias de los países socialistas responden a unos contextos históricos, sociales, culturales y políticos muy concretos, y en tal sentido resultan irrepetibles.
En cuanto a las supuestas restricciones a la libertad individual tan a menudo voceadas por la propaganda burguesa, hay que señalar que la desinformación y la exageración sistemáticas también han sido la norma en este asunto. Ciertamente existió una restricción de la libertad ideológica, prohibiéndose toda manifestación de carácter racista, fascista y/o imperialista, y en ocasiones tal prohibición fue injusta y excesivamente aplicada a casos que no se ajustaban dentro de tales categorías; de todos modos dichos errores fueron en su mayoría inevitables y estuvieron provocados en muchos casos por la feroz hostilidad del cerco imperialista y de la reacción interna, y desde luego no soslayaron los amplios derechos sociales y las libertades individuales que fueron plenamente respetados dentro de los países socialistas. De hecho, la tan cacareada "libertad" supuestamente exclusiva de los regímenes capitalistas no es a menudo más que una mera libertad formal y no material, que en la práctica se reduce a la pura y simple libertad de mercado y de consumo, con todos los efectos alienantes y negativos que ésta conlleva. Un poema publicado en la revista digital Bright Red describe muy bien cuál es la naturaleza exacta de la "libertad" en un país capitalista del primer mundo (una "libertad" que obviamente no se aplica a las personas desfavorecidas de los países del primer mundo, ni tampoco a la inmensa mayoría de la humanidad):
La Libertad (bajo el Capitalismo)
La libertad es la opción de elegir entre 10 tipos de agua embotellada aunque no haya ni un solo río limpio.
La libertad es un nuevo coche con lector de CD, airbag y aire acondicionado gratis, aunque te ahogues en el aire contaminado cuando tengas que andar.
La libertad es elegir quién va a tomar las decisiones políticas, aunque no elijas cuáles van a ser esas decisiones.
La libertad es que puedas quejarte aunque nadie haga el menor caso de tu queja.
La libertad es una tarjeta de crédito, porque realmente no podemos permitirnos lo que compramos.
La libertad es poder consumir drogas, deseando tener los cuerpos y el aspecto que nos dicen debemos tener.
La libertad es poder tomar un panadol para aliviar el dolor, porque el mundo no reducirá su velocidad para nosotros.
La libertad es una comida instantánea hecha en dos minutos, aunque se padezca de por vida el efecto de los ingredientes artificiales.
La libertad es vestir como quieras, aunque tengas que obedecer un estricto código de etiqueta si quieres conservar tu empleo o entrar en un determinado club.
La libertad es una hipoteca inmobiliaria, mientras los beneficios de los bancos son de miles de millones.
La libertad es una taza desechable, la libertad es un ecosistema desechable, la libertad es la última conveniencia mientras la tierra se muere a pasos agigantados: la libertad no se preocupa por las consecuencias de sus acciones.
La libertad es un sistema de valores basado en la apatía y el despilfarro.
La libertad es una ilusión en la que nos quieren hacer creer.
La libertad es una mentira.
No creo en nada de todo esto.
La libertad traerá la muerte a este planeta, y yo no quiero morir todavía.
-- Fin del mensaje nº 1 --
Última edición por pedrocasca el Lun Ene 02, 2012 12:42 pm, editado 1 vez