EL SOCIALISMO ES CIENCIA
escrito por KIM JONG IL
Artículo publicado en “Rodong Sinmun”, órgano del Comité Central del Partido del Trabajo de Corea - en castellano, publicado por Tribuna Popular del PC de Venezuela
Se publica en el Foro en dos mensajes dada su longitud
---mensaje nº 1---
El socialismo es ciencia. En diferentes países se frustró, pero sigue en pie como ciencia en el corazón de los pueblos. En vista de la situación por la que atraviesan algunos países que lo construían, los imperialistas y otros reaccionarios hablan ruidosamente del “fin del socialismo”. Los renegados arguyen que la misma idea socialista es una equivocación para justificar su abominable acto traidor. Pero es imposible tapar la verdad y eliminarla. El derrumbe del socialismo en varios países no significa su fracaso como ciencia sino el descrédito del oportunismo que lo degeneró. Aunque sufre temporalmente un doloroso revés a causa del oportunismo, con seguridad resurgirá y triunfará al fin por su cientificidad y veracidad.
El socialismo es el ideal y la bandera revolucionaria de las masas populares que luchan por la independencia, la cual se alcanza con el socialismo y el comunismo En la sociedad de clases antagónicas, la independencia de las masas populares sigue siendo objeto de brutal violación. Es ley que donde hay opresión existe resistencia y donde hay resistencia surge una revolución. A lo largo de un prolongado proceso histórico las masas populares han venido sosteniendo vigorosas luchas por la independencia, y en este trayecto se han intensificado esas luchas a la par que se sucedían las sociedades de clases. Pero este cambio sólo propició la sustitución de una forma por otra de la supresión de la independencia de las masas populares, sin que éstas se libraran del sometimiento socio-político.
Si en las sociedades de clases antagónicas es imposible alcanzar la independencia de las masas, es porque todas se basan en el individualismo, producto del régimen de propiedad privada. La sociedad basada en la propiedad privada y el individualismo que se deriva de ésta, se divide inevitablemente en clases antagónicas, crea conflictos clasistas y desigualdades sociales y conlleva a la explotación y opresión de las masas populares por una minoría clasista gobernante. La historia demuestra que en esa sociedad es imposible que las masas populares realicen su independencia. La síntesis de la historia del desarrollo de la sociedad comprueba que para alcanzar este objetivo es preciso pasar de la sociedad cimentada en el individualismo a la socialista y comunista, sustentada en el colectivismo.
El capitalismo convirtió el individualismo en ilimitada codicia de un puñado de capitalistas y llevó al extremo las contradicciones antagónicas en esa sociedad. Mientras tanto, la lucha de las masas populares por la soberanía entró en una nueva etapa de desarrollo. La presente es la época de la independencia, en la que las masas populares surgen como dueñas de su propio destino y que dominan el mundo. Esto testimonia que el paso de la sociedad apoyada en el individualismo a la sustentada en el colectivismo constituye una irrenunciable demanda del desarrollo de la historia.
El colectivismo implica la exigencia connatural del hombre. Sólo integrando una colectividad y actuando dentro de ella éste puede existir y progresar. Unicamente, mediante la cooperación colectiva de los miembros de la sociedad, y no de manera individual, es posible transformar la naturaleza y la sociedad y hacer realidad la demanda de independencia. Para integrar una colectividad y vivir en ella el hombre debe hacer realidad tanto su demanda individual como la de ésta en cuanto a la soberanía. La demanda de independencia de la colectividad es común a todos sus miembros y sirve para mantener su existencia y desarrollarse. La individual es de un miembro de la colectividad, y lógicamente puede ser garantizada por ésta por lo que él le aporta. La demanda de independencia del individuo es totalmente diferente a la codicia individualista que ignora la colectividad y lo subordina todo a intereses particulares. La independencia colectiva e individual pueden concretarse de modo inmejorable sólo a través del colectivismo. Las demandas del individuo desvinculadas del colectivismo se convierten en codicia individualista y en este caso llegan a lesionar a las de otros miembros de la colectividad y a obstruir su unidad y cooperación. Unicamente el colectivismo permite fortalecer la unidad y cooperación de la colectividad, aumentar el entusiasmo creador de todos sus integrantes y hace posible entrelazar con acierto la demanda de ésta y la de los individuos en cuanto a la independencia, y cumplirlas en conjunto y a plenitud. Integrar la colectividad y actuar dentro de ella es el modo de vida del hombre y su demanda de independencia puede hacerse realidad a plenitud sólo por medio del colectivismo. Por esta razón, la sociedad socialista y comunista, basada en él, es la sociedad más progresista, la que se aviene a la naturaleza independiente del hombre.
Por supuesto, el establecimiento del régimen socialista no significa la implantación inmediata y plena de los principios colectivistas en todas las esferas de la vida social. Es así porque en esta sociedad perduran por cierto tiempo los vestigios de la anterior. Pero este fenómeno es transitorio, y a medida que avanza el socialismo se va superando de modo gradual, y en todas las esferas de la vida social se aplican de lleno los principios del colectivismo.
Aunque el socialismo constituye una etapa inevitable del desarrollo de la historia y es la sociedad más progresista, y que corresponde a la naturaleza independiente del hombre, no se implanta por sí solo. Para realizar el socialismo es imprescindible preparar las fuerzas revolucionarias capaces de asumir y cumplir esta empresa, y adoptar correctos métodos de lucha. De lo contrario, la demanda independiente de las masas populares que aspiran al socialismo quedará como un mero anhelo. La idea de acabar con la explotación, la opresión las desigualdades sociales y la propiedad privada que las alimenta, y de levantar una sociedad equitativa, sustentada en la propiedad social, fue planteada hace mucho tiempo por los socialistas utópicos. Sin embargo, si bien compadecían a las masas trabajadoras por su lamentable situación de explotadas, no veían en ellas las fuerzas revolucionarias capaces de enterrar la sociedad explotadora y construir otra. Consideraban posible reparar los aspectos irracionales de la sociedad capitalista mediante la ilustración de las personas y la apelación a la “buena voluntad” de las clases explotadoras. Esperar de la “buena voluntad” de estas clases, cuya naturaleza es la codicia, constituye una ilusión, carente de fundamentos científicos. Esa esperanza se debía a sus limitaciones históricas.
Los explotadores y sus acólitos, preconizando la “colaboración entre las clases”, maniobraron para impedir la lucha de las masas trabajadoras contra la explotación y la opresión. En el seno del movimiento comunista los reformistas y revisionistas abogaron por esa “colaboración”, causando grandes daños al desarrollo del movimiento revolucionario. En la actualidad, los renegados del socialismo, ilusionados con el capitalismo y depositando esperanzas en la “ayuda” Y “cooperación” de los imperialistas, levantan una tumultuosa campaña de retorno a él. La historia demuestra que esperar de la “buena voluntad” de los explotadores o de la “colaboración entre las clases”, es hacer que la revolución fracase.
El marxismo vinculó la demanda de las masas populares trabajadoras por el socialismo con las fuerzas revolucionarias y sus métodos de lucha. Dilucidó que en la sociedad capitalista existen contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, las cuales se resuelven por medio de la lucha de las masas trabajadoras contra las clases explotadoras, y los obreros son los destinados para encargarse de esta batalla y conducirla. Como resultado de que en virtud del marxismo se esclareció la inevitabilidad de la derrota del capitalismo y de la victoria del socialismo, y el deseo de las masas trabajadoras explotadas que aspiraban al socialismo se conectó con las fuerzas prácticas revolucionarias y sus métodos de lucha susceptibles de hacerlo realidad, el socialismo se transformó de utopía en ciencia, y se registró un viraje revolucionario en la historia de la lucha por la liberación de la humanidad.
No obstante, la doctrina socialista precedente, fundamentada en la concepción materialista de la historia, no pudo evitar limitaciones de índole histórica. No consideraba el movimiento socio-histórico como movimiento de su sujeto, las masas populares, que con su acción y rol iniciativos lo mueven e impulsan, sino como un proceso histórico natural que cambia y avanza principalmente por factores materiales y económicos. Según el principio que emana de esa concepción materialista de la historia, en la sociedad capitalista, a medida que se desarrollan las fuerzas productivas, se profundizan las irremediables contradicciones entre éstas y las relaciones de producción y las antagónicas entre las clases explotadoras y las explotadas, se incrementan y fortalecen las fuerzas revolucionarias, incluida la clase obrera, y consecuentemente, va madurando más y más la revolución. La anterior teoría sobre el socialismo consideró como lo principal el factor material y económico en la lucha revolucionaria, y no planteó como vía fundamental de la revolución el fortalecimiento de su sujeto y la elevación del papel de éste.
En lo tocante a la influencia que ejerce el desarrollo de las fuerzas productivas en la sociedad capitalista, no hay que considerar sólo un aspecto. Además de profundizar la polarización en “ricos y pobres” y las contradicciones entre las clases, incrementa la posibilidad de que los capitalistas monopolistas empleen una parte de sus altas ganancias monopólicas para paliar estas contradicciones. Del mismo modo, diferenciando a los campesinos y demás integrantes de la clase pequeñoburguesa, en grosa las files de los obreros industriales, al tiempo que aumenta en el sector de la producción la proporción de trabajadores que realizan labores intelectuales y técnicas, y la de los destinados al sector no productivo.
Por supuesto, en la lucha revolucionaria las condiciones objetivas ejercen influencias importantes. Pero, el factor que decide el triunfo o el fracaso de una revolución no reside en ellas, sino en cómo se fortalece su sujeto y eleva su papel. Si se cumple con éxito esta tara, es posible alcanzar la victoria del socialismo en cualquier país, no importa que el capitalismo esté o no desarrollado en él. La historia muestra que el socialismo triunfó en países relativamente atrasados antes que en los capitalistas desarrollados. Las experiencias de nuestra revolución, que ha avanzado bajo la bandera de la idea Juche, proporcionan pruebas fehacientes de que si se fortalece el sujeto de la revolución y eleva su papel, no sólo es posible aprovechar con acierto las condiciones objetivas dadas, sino también, convertirlas de desfavorables en favorables, las coyunturas negativas en positivas, el mal en bien, y así asegurar la victoria de la revolución.
Las limitaciones de la teoría precedente basada en el concepto materialista de la historia se pusieron de relieve en la construcción del socialismo, después de establecido este régimen.
En general, con el desarrollo de la sociedad se eleva el papel de las masas populares, sujeto de sus movimientos, porque, al mismo tiempo, se incrementan la conciencia independiente de las masas populares y su capacidad creadora. En la sociedad socialista su rol como sujeto de los movimientos sociales experimenta un incremento sin precedentes. Esta sociedad se desarrolla por la capacidad creadora de las masas populares dotadas de elevada conciencia ideológica y unidas en un solo cuerpo. En ella la transformación del hombre, la de su ideología, se presenta como la tarea perentoria, más importante que la preparación de las condiciones materiales y económicas, y sólo concediéndole la prioridad es posible reforzar el sujeto de la revolución e incrementar su papel para edificar con éxito el socialismo. Si se descuida esta tarea, mientras se da la importancia decisiva a las condiciones materiales y económicas objetivas, y se aferra a la construcción económica, relegando al segundo plano la transformación ideológica de las masas populares, es imposible construir con éxito el socialismo en todos sus aspectos y evitar el estancamiento en la misma edificación económica. Muchos fenómenos de esa índole se produjeron en algunos países que construían el socialismo, y los renegados, sacándoles partido, pusieron en marcha la “reorganización” y perpetraron el acto contrarrevolucionario de destruir el régimen económico socialista.
Si los creadores del marxismo desarrollaron la doctrina socialista fundamentándola en las condiciones materiales y económicas, fue porque se enfrentaban a la importante tarea histórica de combatir la teoría burguesa reaccionaria, la cual, preconizando el misticismo y fatalismo, santificaba el capitalismo y predicaba su “perpetuidad”. Hoy los traidores al socialismo, haciéndose ilusión con el capitalismo, se pronuncian por la preponderancia de lo material y lo económico, para resucitarlo.
Asentar el socialismo sobre un nuevo cimiento científico es una tarea de primer orden no sólo para superar las limitaciones históricas de la doctrina socialista precedente, sino también para defender el socialismo de la tergiversación de los oportunistas de toda laya y del ataque de los imperialistas.
Las experiencias prácticas de nuestra revolución comprueban lo científica y veraz que es esta teoría. Nuestro pueblo inició la batalla por el socialismo en la peliaguda situación de atraso de la sociedad colonial y semifeudal y se vio obligado a llevar a cabo la revolución y la construcción en condiciones más difíciles que otros. No obstante, nuestro Partido, al tomar firmemente como el eslabón principal la tarea de fortalecer el sujeto de la revolución y elevar su papel, aglutinando con solidez, en lo organizativo e ideológico, a las masas populares en torno suyo y del Líder según los postulados de la idea Juche, ha podido allanar de manera relevante el camino socialista. En la edificación del socialismo, al mismo tiempo que fortalecía por todos los medios el poderío político e ideológico de nuestra revolución anteponiendo seguramente la transformación de las personas, la de su ideología, a las demás tareas, consolidó la economía nacional independiente y la capacidad militar autodefensiva, gracias a lo cual, pese a tan complicada situación de hoy, se mantiene imperturbable e impulsa con energía la revolución y construcción. La experiencia muestra palpablemente que el socialismo de nuestro país fundamentado en la idea Juche, es el más científico y vital.
Nuestro socialismo está fundamentado en el criterio y la actitud jucheanos sobre el ser humano.
El criterio y la actitud respecto al hombre constituye el fundamento en la concepción y actitud con que se trata y comprende el desarrollo de la sociedad y la revolución. Del mismo modo viene a ser la pauta para valorar la cientificidad y justeza de las ideas y teorías, las políticas y los lineamientos. El carácter científico y la veracidad de nuestro socialismo radican precisamente, en que está fundamentado en el punto de vista y actitud más correctos y originales sobre el ser humano.
La cuestión de cómo verla no es un simple asunto teórico, sino un problema socio-político que refleja los intereses de clases. Históricamente, entre el progreso y la reacción se desplegaron serios debates filosóficos al respecto.
Las clases gobernantes reaccionarias y sus portavoces tergiversaron la esencia del ser humano conforme a los intereses de los explotadores y la utilizaron para justificar su régimen. En otros tiempos, en los debates filosóficos prevalecían dos criterios: uno, que consideraba al hombre como ente espiritual y, otro, que lo veía como materia. Para la concepción religiosa e idealista, que lo consideraba como un mero espíritu, el hombre es producto de un ser misterioso y sobrenatural y su destino lo decide éste. La utilizaron las clases gobernantes reaccionarias y sus portavoces para predicar que la desgraciada situación de las masas trabajadoras, explotadas y oprimidas, es inevitable, y por consiguiente, deben seguir el predestinado destino. La concepción que valora al hombre como un simple ser natural, biológico, no deja apreciar la diferencia cualitativa entre el hombre que, medido y controlado por la conciencia, actúa con fines bien definidos, y los seres biológicos que actúan por instinto. Las clases gobernantes reaccionarias y sus portavoces la emplearon para defender la sociedad capitalista donde reina la ley de la selva. Los traidores al socialismo restauran el capitalismo introduciendo la libertad burguesa y la economía de mercado capitalista, porque parten de ese criterio y posición reaccionarios sobre el hombre.
El hombre no es un ser puramente espiritual, ni un simple ente biológico. Es un ser social que vive y actúa en el marco de las relaciones sociales. Esta es la importante característica que lo distingue.
El marxismo definió la esencia del hombre como el conjunto de las relaciones sociales, lo cual hizo un aporte histórico a combatir el criterio no científico y reaccionario que lo consideraba como un ser puramente espiritual o simplemente biológico. Sin embargo, esa definición no es una evaluación integral de sus características esenciales, y por ende, tampoco puede explicar correctamente los vínculos entre él y el mundo, ni el papel y lugar que ocupa en éste.
La idea Juche ha sido la primera en aclarar de modo científico las características esenciales del hombre, y sobre esta base ha explicado de un nuevo modo el papel y lugar que ocupa en el mundo.
En otros tiempos, hubo también muchas tentativas de explicar la esencia del hombre partiendo principalmente de sus características. Podemos citar como ejemplo la determinación del hombre como ente de palabra, trabajo y pensamiento. Pero esto es sólo la observación de un determinado aspecto de sus actividades, las cuales son la manifestación de sus atributos esenciales.
El hombre es un ser social con espíritu independiente, espíritu creador y conciencia. He aquí sus características esenciales.
El espíritu independiente es un atributo del ser social, el cual, siendo dueño del mundo y de su propio destino, quiere vivir y progresar de manera independiente, sin verse sometido ni restringido. El espíritu creador es otro de sus atributos, éste le permite, con fines bien definidos, transformar el mundo y forjar su destino conforme a las demandas suyas. Y la conciencia es el atributo que le posibilita determinar todas sus actividades encaminadas a conocer y transformar al mundo y a sí mismo. Garantiza el espíritu de independencia y el creador. Por actuar de manera independiente y creadora guiado por la conciencia, el hombre se distingue cualitativamente de los animales, que se mueven según los instintos. Su acción es un proceso en el que exterioriza su espíritu independiente, espíritu creador y conciencia, mientras sus actividades independientes, creadoras y conscientes son su modo de ser.
Al margen de su organismo desarrollado, en especial, de su cerebro altamente desarrollado, es inconcebible que se valore como ente social con espíritu independiente, espíritu creador y conciencia. Este organismo, biológicamente es la base que le permite poseer espíritu independiente, espíritu creador y conciencia. Mas, no tiene en sí la capacidad para engendrarlos espontáneamente. Estos son atributos sociales que se forman y desarrollan en el proceso de sus actividades socio-históricas dentro del marco de las relaciones sociales.
Por poseer independencia, espíritu creador y conciencia el hombre puede forjar su destino con sus propias fuerzas. Para un ente biológico, su destino depende de cómo se adapta al medio ambiente; puede afirmarse que es parte de la naturaleza. Al contrario, el hombre es el dueño y artífice del mundo; forja su destino por su cuenta y transforma el mundo conforme a sus necesidades. A medida que se desarrollan la independencia, el espíritu creador y la conciencia, se fortalecen su posición y papel de dueño y artífice del mundo, lo cual se manifiesta en su esfuerzo por transformar la naturaleza y la sociedad. A la par que se desarrollan la conciencia ideológica independiente y las facultades creadoras del hombre y se eleva su papel, se incrementan las riquezas de la sociedad y mejoran las relaciones que rigen en ella. En el proceso de desarrollo histórico todas las generaciones toman esas riquezas y las relaciones creadas por las antecesoras, o sea, aprovechan las condiciones objetivas dadas. Aunque éstas desempeñan un rol importante en el desarrollo de la sociedad, no son sino un producto histórico de las actividades independientes, creadoras y conscientes del hombre, y éste es quien las aprovecha y desarrolla. Aunque ellas sean favorables, la sociedad no puede avanzar con rapidez si no son elevadas ni se despliegan a plenitud el espíritu independiente, la creatividad y la conciencia del hombre que las aprovecha y desarrolla; pero en contraste, aunque sean desfavorables, si son elevadas y despliegan plenamente, su desarrollo puede ser rápido. Esto significa que el proceso histórico del desarrollo social lo determina el grado del progreso y el despliegue de esos atributos del hombre. Las masas trabajadoras explotadas desearon desde temprano una nueva sociedad, de igualdad, libre de explotación y opresión; pero si no pudieron lograrla en otras épocas es porque su conciencia ideológica independiente y su facultad creadora no estaban desarrolladas y su papel fue limitado. El hombre transforma la naturaleza y la sociedad, y lleva hacia adelante la historia, y cuanto más rápidamente se desarrollan su conciencia ideológica independiente y capacidad creadora y se eleva su papel, tanto más se acelera el progreso de la sociedad y la historia, y con más éxito se impulsa el proceso revolucionario y constructivo. Puede decirse que la historia del desarrollo social es, en definitiva, la de la evolución del espíritu independiente, espíritu creador y la conciencia del hombre.
El hombre, por su independencia, creatividad y conciencia, deviene el ser más valioso y potente. Es el único dueño y transformador del mundo. En éste no hay otro más valioso y poderoso que él.
Sin embargo, los reaccionarios burgueses no lo consideran desde este punto de vista sino como medio de producción de bienes materiales, un ente insignificante que se compra y vende como una mercancía con capacidad de trabajo. Tampoco lo estiman como un ente poderoso que forja por su cuenta su propio destino sino como un incapaz que se gobierna por el oro. Si los traidores al socialismo han restaurado el capitalismo y abolido todas las disposiciones populares, considerando el desempleo y la pobreza como un medio de presión para incentivar el interés por la competencia e incrementar la intensidad del trabajo, y si, desconfiando de la fuerza de sus pueblos, depositan esperanzas en la “ayuda” y la “cooperación” de países capitalistas del Occidente, y adulan y obedecen a los imperialistas, esto también tiene que ver con su criterio burgués reaccionario acerca del hombre.
El socialismo, centrado en el hombre, se basa en el principio socio- histórico, sustentado en la idea Juche, que aclara original y científicamente las leyes del desarrollo de la sociedad y la historia, circunscribiéndose al ser humano. Se trata de un socialismo muy científico que, partiendo de la concepción y la actitud jucheanas acerca del hombre, permite ponerlo todo a su servicio y solucionar todos los problemas con la elevación de su papel creador. Nuestro socialismo defiende y asegura de manera consecuente la independencia del hombre, incrementa con rapidez y pone de pleno manifiesto su conciencia ideológica y capacidad creadora, de modo que se eleva extraordinariamente su posición y papel come dueño y transformador del mundo, y se impulsan con vigor la revolución y la labor de construcción.
Además, la idea Juche ha esclarecido de manera original la esencia de la vida del hombre y el valor de su existencia.
Considerando al hombre como un organismo biológico, su vida significa, precisamente, la física. Pero él no tiene sólo vida física. La idea Juche ha sido la primera en la historia en definir que el hombre, además, tiene la vida socio-política. Si la física le es consustancial por ser un organismo biológico, la socio-política la adquiere como ente social. Como ente social le es propia la vida socio-política.
Para el hombre la vida física es valiosa. Sólo si la posee, también puede tener la socio-política. En este sentido puede decirse que la vida material, que cubre las demandas de la vida física, satisface la primera necesidad del hombre. Como éste es un ser social, a diferencia de un simple ente biológico, su demanda por la vida material crece sin cesar, ejerciendo influencia sobre la socio-política a medida que se eleva su grado de independencia, facultad creadora y conciencia, y se desarrolla la sociedad. La vida material, estable y sana, no sólo cubre satisfactoriamente las demandas vitales, sino que también sirve de garantía material para mantener y hacer brillar la socio-política.
Para el hombre, desde luego, es valiosa la vida física, pero lo es más la socio-política. Valorar más ésta que aquélla es una demanda intrínseca del hombre, ente social. Si, haciendo caso omiso de las demandas de la vida socio-política, se atienden sólo las de la física, no puede ser una vida de gran valor aunque se asegure una rica vida material, sino resultará deformada y vacua como la de un animal, por contravenir la naturaleza del ser humano.
La independencia es la vida para el hombre. Este, ente social independiente, quiere vivir de manera soberana, sin verse sometido, ni restringido por nada. Vivir independiente significa defender su posición, y ejercer sus derechos como dueño del mundo y de su propio destino. Sólo cuando el hombre, ente social, materializa sus exigencias de independencia, y goza del derecho a ella puede decir que vive con dignidad, disfrutando de la vida socio-política. Si uno pierde la independencia y se somete a otros, aunque esté vivo, no se diferencia de un muerto en el plano social y político. La demanda del hombre de vivir en independencia se realiza, ante todo, mediante la actividad política independiente. Esta actividad es inconcebible si el hombre está avasallado política o socialmente.
Como la vida socio-política es la más valiosa para el hombre, poseerla y hacerla brillar proporciona un alto valor para vivir. El hombre la recibe del colectivo social. Este es, pues, la matriz de esa vida. Por tanto, la existencia del hombre se valora según cómo se une con el colectivo social. Resulta valiosa si disfruta del afecto y la confianza de la colectividad social; de lo contrario no tiene valor. El individuo puede gozar de ese afecto y confianza cuando pone los intereses de la colectividad por encima de los personales y le sirve con lealtad. En resumidas cuentas, el hombre disfruta de la más valiosa y digna vida cuando une su destino al del colectivo y le sirve con abnegación, y cuando en medio de su afecto y confianza despliega actividades independientes y creadoras. He aquí, precisamente, el camino que conduce a hacer brillar su vida socio-política y vivir con dignidad como ser social.
En la actualidad, los reaccionarios burgueses y los traidores al socialismo consideran como un fenómeno normal la explotación y dominación del hombre por el hombre y consideran a éste como un ente vil que persigue sólo su propia ambición material; 10 que es una evidente expresión del carácter reaccionario de su punto de vista y actitud burgueses en cuanto a la esencia de la vida del hombre y el valor de su existencia.
La auténtica vida con que todas las personas pueden hacer brillar la valiosa socio-política, y satisfacer plenamente las exigencias de la física, puede darse sólo, por excelencia en la sociedad socialista basada en el colectivismo. Esta sociedad les posibilita desenvolverse de manera independiente y creadora en las actividades socio-políticas y demás planos sociales, libres de toda clase de explotación y opresión, de dominación y sojuzgamiento. Para que en ella las personas gocen de una existencia independiente y creadora, con alta conciencia y capacidad como dueñas de la sociedad, es preciso programar con acierto sus actividades orgánico- ideológicas y culturales. Sólo cuando ellas posean una firme conciencia ideológica independiente y capacidad creadora desarrollada integralmente adquiridas a través de las actividades organizativo-ideológicas revolucionarias y las culturales sanas y fecundas, pueden hacer activos aportes a la sociedad y al colectivo, y disfrutar de una vida de gran valor como dignos miembros de la sociedad.
El nuestro es un socialismo auténtico, centrado en el hombre: valora al hombre en todas sus magnitudes, encarna a plenitud sus exigencias consustanciales, y así permite a todos poseer y hacer valer constantemente la vida socio-política, y satisface a plenitud las demandas de su vida física. El socialismo humano céntrico propicia que todos los miembros de la sociedad, con elevada conciencia ideológica y facultad creadora, se entreguen a la sociedad y el colectivo y lleven por igual y a sus anchas, en medio de su afecto y confianza, una existencia armoniosa, digna y valiosa.
Nuestro socialismo está cimentado en el criterio y la posición jucheanos en cuanto a las masas populares.
La verosimilitud y superioridad del socialismo se manifiestan en el apoyo y la confianza que depositan en él las masas populares. Nuestro socialismo es el más potente y ventajoso porque al estar sustentado en el criterio y la posición jucheanos acerca de las masas populares, disfruta de su absoluto apoyo y confianza.
Las masas populares son el sujeto de la historia. Forman una colectividad social integrada principalmente por los trabajadores sobre la base de la comunidad de sus exigencias por la independencia y de sus actividades creadoras.
escrito por KIM JONG IL
Artículo publicado en “Rodong Sinmun”, órgano del Comité Central del Partido del Trabajo de Corea - en castellano, publicado por Tribuna Popular del PC de Venezuela
Se publica en el Foro en dos mensajes dada su longitud
---mensaje nº 1---
El socialismo es ciencia. En diferentes países se frustró, pero sigue en pie como ciencia en el corazón de los pueblos. En vista de la situación por la que atraviesan algunos países que lo construían, los imperialistas y otros reaccionarios hablan ruidosamente del “fin del socialismo”. Los renegados arguyen que la misma idea socialista es una equivocación para justificar su abominable acto traidor. Pero es imposible tapar la verdad y eliminarla. El derrumbe del socialismo en varios países no significa su fracaso como ciencia sino el descrédito del oportunismo que lo degeneró. Aunque sufre temporalmente un doloroso revés a causa del oportunismo, con seguridad resurgirá y triunfará al fin por su cientificidad y veracidad.
El socialismo es el ideal y la bandera revolucionaria de las masas populares que luchan por la independencia, la cual se alcanza con el socialismo y el comunismo En la sociedad de clases antagónicas, la independencia de las masas populares sigue siendo objeto de brutal violación. Es ley que donde hay opresión existe resistencia y donde hay resistencia surge una revolución. A lo largo de un prolongado proceso histórico las masas populares han venido sosteniendo vigorosas luchas por la independencia, y en este trayecto se han intensificado esas luchas a la par que se sucedían las sociedades de clases. Pero este cambio sólo propició la sustitución de una forma por otra de la supresión de la independencia de las masas populares, sin que éstas se libraran del sometimiento socio-político.
Si en las sociedades de clases antagónicas es imposible alcanzar la independencia de las masas, es porque todas se basan en el individualismo, producto del régimen de propiedad privada. La sociedad basada en la propiedad privada y el individualismo que se deriva de ésta, se divide inevitablemente en clases antagónicas, crea conflictos clasistas y desigualdades sociales y conlleva a la explotación y opresión de las masas populares por una minoría clasista gobernante. La historia demuestra que en esa sociedad es imposible que las masas populares realicen su independencia. La síntesis de la historia del desarrollo de la sociedad comprueba que para alcanzar este objetivo es preciso pasar de la sociedad cimentada en el individualismo a la socialista y comunista, sustentada en el colectivismo.
El capitalismo convirtió el individualismo en ilimitada codicia de un puñado de capitalistas y llevó al extremo las contradicciones antagónicas en esa sociedad. Mientras tanto, la lucha de las masas populares por la soberanía entró en una nueva etapa de desarrollo. La presente es la época de la independencia, en la que las masas populares surgen como dueñas de su propio destino y que dominan el mundo. Esto testimonia que el paso de la sociedad apoyada en el individualismo a la sustentada en el colectivismo constituye una irrenunciable demanda del desarrollo de la historia.
El colectivismo implica la exigencia connatural del hombre. Sólo integrando una colectividad y actuando dentro de ella éste puede existir y progresar. Unicamente, mediante la cooperación colectiva de los miembros de la sociedad, y no de manera individual, es posible transformar la naturaleza y la sociedad y hacer realidad la demanda de independencia. Para integrar una colectividad y vivir en ella el hombre debe hacer realidad tanto su demanda individual como la de ésta en cuanto a la soberanía. La demanda de independencia de la colectividad es común a todos sus miembros y sirve para mantener su existencia y desarrollarse. La individual es de un miembro de la colectividad, y lógicamente puede ser garantizada por ésta por lo que él le aporta. La demanda de independencia del individuo es totalmente diferente a la codicia individualista que ignora la colectividad y lo subordina todo a intereses particulares. La independencia colectiva e individual pueden concretarse de modo inmejorable sólo a través del colectivismo. Las demandas del individuo desvinculadas del colectivismo se convierten en codicia individualista y en este caso llegan a lesionar a las de otros miembros de la colectividad y a obstruir su unidad y cooperación. Unicamente el colectivismo permite fortalecer la unidad y cooperación de la colectividad, aumentar el entusiasmo creador de todos sus integrantes y hace posible entrelazar con acierto la demanda de ésta y la de los individuos en cuanto a la independencia, y cumplirlas en conjunto y a plenitud. Integrar la colectividad y actuar dentro de ella es el modo de vida del hombre y su demanda de independencia puede hacerse realidad a plenitud sólo por medio del colectivismo. Por esta razón, la sociedad socialista y comunista, basada en él, es la sociedad más progresista, la que se aviene a la naturaleza independiente del hombre.
Por supuesto, el establecimiento del régimen socialista no significa la implantación inmediata y plena de los principios colectivistas en todas las esferas de la vida social. Es así porque en esta sociedad perduran por cierto tiempo los vestigios de la anterior. Pero este fenómeno es transitorio, y a medida que avanza el socialismo se va superando de modo gradual, y en todas las esferas de la vida social se aplican de lleno los principios del colectivismo.
Aunque el socialismo constituye una etapa inevitable del desarrollo de la historia y es la sociedad más progresista, y que corresponde a la naturaleza independiente del hombre, no se implanta por sí solo. Para realizar el socialismo es imprescindible preparar las fuerzas revolucionarias capaces de asumir y cumplir esta empresa, y adoptar correctos métodos de lucha. De lo contrario, la demanda independiente de las masas populares que aspiran al socialismo quedará como un mero anhelo. La idea de acabar con la explotación, la opresión las desigualdades sociales y la propiedad privada que las alimenta, y de levantar una sociedad equitativa, sustentada en la propiedad social, fue planteada hace mucho tiempo por los socialistas utópicos. Sin embargo, si bien compadecían a las masas trabajadoras por su lamentable situación de explotadas, no veían en ellas las fuerzas revolucionarias capaces de enterrar la sociedad explotadora y construir otra. Consideraban posible reparar los aspectos irracionales de la sociedad capitalista mediante la ilustración de las personas y la apelación a la “buena voluntad” de las clases explotadoras. Esperar de la “buena voluntad” de estas clases, cuya naturaleza es la codicia, constituye una ilusión, carente de fundamentos científicos. Esa esperanza se debía a sus limitaciones históricas.
Los explotadores y sus acólitos, preconizando la “colaboración entre las clases”, maniobraron para impedir la lucha de las masas trabajadoras contra la explotación y la opresión. En el seno del movimiento comunista los reformistas y revisionistas abogaron por esa “colaboración”, causando grandes daños al desarrollo del movimiento revolucionario. En la actualidad, los renegados del socialismo, ilusionados con el capitalismo y depositando esperanzas en la “ayuda” Y “cooperación” de los imperialistas, levantan una tumultuosa campaña de retorno a él. La historia demuestra que esperar de la “buena voluntad” de los explotadores o de la “colaboración entre las clases”, es hacer que la revolución fracase.
El marxismo vinculó la demanda de las masas populares trabajadoras por el socialismo con las fuerzas revolucionarias y sus métodos de lucha. Dilucidó que en la sociedad capitalista existen contradicciones entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, las cuales se resuelven por medio de la lucha de las masas trabajadoras contra las clases explotadoras, y los obreros son los destinados para encargarse de esta batalla y conducirla. Como resultado de que en virtud del marxismo se esclareció la inevitabilidad de la derrota del capitalismo y de la victoria del socialismo, y el deseo de las masas trabajadoras explotadas que aspiraban al socialismo se conectó con las fuerzas prácticas revolucionarias y sus métodos de lucha susceptibles de hacerlo realidad, el socialismo se transformó de utopía en ciencia, y se registró un viraje revolucionario en la historia de la lucha por la liberación de la humanidad.
No obstante, la doctrina socialista precedente, fundamentada en la concepción materialista de la historia, no pudo evitar limitaciones de índole histórica. No consideraba el movimiento socio-histórico como movimiento de su sujeto, las masas populares, que con su acción y rol iniciativos lo mueven e impulsan, sino como un proceso histórico natural que cambia y avanza principalmente por factores materiales y económicos. Según el principio que emana de esa concepción materialista de la historia, en la sociedad capitalista, a medida que se desarrollan las fuerzas productivas, se profundizan las irremediables contradicciones entre éstas y las relaciones de producción y las antagónicas entre las clases explotadoras y las explotadas, se incrementan y fortalecen las fuerzas revolucionarias, incluida la clase obrera, y consecuentemente, va madurando más y más la revolución. La anterior teoría sobre el socialismo consideró como lo principal el factor material y económico en la lucha revolucionaria, y no planteó como vía fundamental de la revolución el fortalecimiento de su sujeto y la elevación del papel de éste.
En lo tocante a la influencia que ejerce el desarrollo de las fuerzas productivas en la sociedad capitalista, no hay que considerar sólo un aspecto. Además de profundizar la polarización en “ricos y pobres” y las contradicciones entre las clases, incrementa la posibilidad de que los capitalistas monopolistas empleen una parte de sus altas ganancias monopólicas para paliar estas contradicciones. Del mismo modo, diferenciando a los campesinos y demás integrantes de la clase pequeñoburguesa, en grosa las files de los obreros industriales, al tiempo que aumenta en el sector de la producción la proporción de trabajadores que realizan labores intelectuales y técnicas, y la de los destinados al sector no productivo.
Por supuesto, en la lucha revolucionaria las condiciones objetivas ejercen influencias importantes. Pero, el factor que decide el triunfo o el fracaso de una revolución no reside en ellas, sino en cómo se fortalece su sujeto y eleva su papel. Si se cumple con éxito esta tara, es posible alcanzar la victoria del socialismo en cualquier país, no importa que el capitalismo esté o no desarrollado en él. La historia muestra que el socialismo triunfó en países relativamente atrasados antes que en los capitalistas desarrollados. Las experiencias de nuestra revolución, que ha avanzado bajo la bandera de la idea Juche, proporcionan pruebas fehacientes de que si se fortalece el sujeto de la revolución y eleva su papel, no sólo es posible aprovechar con acierto las condiciones objetivas dadas, sino también, convertirlas de desfavorables en favorables, las coyunturas negativas en positivas, el mal en bien, y así asegurar la victoria de la revolución.
Las limitaciones de la teoría precedente basada en el concepto materialista de la historia se pusieron de relieve en la construcción del socialismo, después de establecido este régimen.
En general, con el desarrollo de la sociedad se eleva el papel de las masas populares, sujeto de sus movimientos, porque, al mismo tiempo, se incrementan la conciencia independiente de las masas populares y su capacidad creadora. En la sociedad socialista su rol como sujeto de los movimientos sociales experimenta un incremento sin precedentes. Esta sociedad se desarrolla por la capacidad creadora de las masas populares dotadas de elevada conciencia ideológica y unidas en un solo cuerpo. En ella la transformación del hombre, la de su ideología, se presenta como la tarea perentoria, más importante que la preparación de las condiciones materiales y económicas, y sólo concediéndole la prioridad es posible reforzar el sujeto de la revolución e incrementar su papel para edificar con éxito el socialismo. Si se descuida esta tarea, mientras se da la importancia decisiva a las condiciones materiales y económicas objetivas, y se aferra a la construcción económica, relegando al segundo plano la transformación ideológica de las masas populares, es imposible construir con éxito el socialismo en todos sus aspectos y evitar el estancamiento en la misma edificación económica. Muchos fenómenos de esa índole se produjeron en algunos países que construían el socialismo, y los renegados, sacándoles partido, pusieron en marcha la “reorganización” y perpetraron el acto contrarrevolucionario de destruir el régimen económico socialista.
Si los creadores del marxismo desarrollaron la doctrina socialista fundamentándola en las condiciones materiales y económicas, fue porque se enfrentaban a la importante tarea histórica de combatir la teoría burguesa reaccionaria, la cual, preconizando el misticismo y fatalismo, santificaba el capitalismo y predicaba su “perpetuidad”. Hoy los traidores al socialismo, haciéndose ilusión con el capitalismo, se pronuncian por la preponderancia de lo material y lo económico, para resucitarlo.
Asentar el socialismo sobre un nuevo cimiento científico es una tarea de primer orden no sólo para superar las limitaciones históricas de la doctrina socialista precedente, sino también para defender el socialismo de la tergiversación de los oportunistas de toda laya y del ataque de los imperialistas.
Las experiencias prácticas de nuestra revolución comprueban lo científica y veraz que es esta teoría. Nuestro pueblo inició la batalla por el socialismo en la peliaguda situación de atraso de la sociedad colonial y semifeudal y se vio obligado a llevar a cabo la revolución y la construcción en condiciones más difíciles que otros. No obstante, nuestro Partido, al tomar firmemente como el eslabón principal la tarea de fortalecer el sujeto de la revolución y elevar su papel, aglutinando con solidez, en lo organizativo e ideológico, a las masas populares en torno suyo y del Líder según los postulados de la idea Juche, ha podido allanar de manera relevante el camino socialista. En la edificación del socialismo, al mismo tiempo que fortalecía por todos los medios el poderío político e ideológico de nuestra revolución anteponiendo seguramente la transformación de las personas, la de su ideología, a las demás tareas, consolidó la economía nacional independiente y la capacidad militar autodefensiva, gracias a lo cual, pese a tan complicada situación de hoy, se mantiene imperturbable e impulsa con energía la revolución y construcción. La experiencia muestra palpablemente que el socialismo de nuestro país fundamentado en la idea Juche, es el más científico y vital.
Nuestro socialismo está fundamentado en el criterio y la actitud jucheanos sobre el ser humano.
El criterio y la actitud respecto al hombre constituye el fundamento en la concepción y actitud con que se trata y comprende el desarrollo de la sociedad y la revolución. Del mismo modo viene a ser la pauta para valorar la cientificidad y justeza de las ideas y teorías, las políticas y los lineamientos. El carácter científico y la veracidad de nuestro socialismo radican precisamente, en que está fundamentado en el punto de vista y actitud más correctos y originales sobre el ser humano.
La cuestión de cómo verla no es un simple asunto teórico, sino un problema socio-político que refleja los intereses de clases. Históricamente, entre el progreso y la reacción se desplegaron serios debates filosóficos al respecto.
Las clases gobernantes reaccionarias y sus portavoces tergiversaron la esencia del ser humano conforme a los intereses de los explotadores y la utilizaron para justificar su régimen. En otros tiempos, en los debates filosóficos prevalecían dos criterios: uno, que consideraba al hombre como ente espiritual y, otro, que lo veía como materia. Para la concepción religiosa e idealista, que lo consideraba como un mero espíritu, el hombre es producto de un ser misterioso y sobrenatural y su destino lo decide éste. La utilizaron las clases gobernantes reaccionarias y sus portavoces para predicar que la desgraciada situación de las masas trabajadoras, explotadas y oprimidas, es inevitable, y por consiguiente, deben seguir el predestinado destino. La concepción que valora al hombre como un simple ser natural, biológico, no deja apreciar la diferencia cualitativa entre el hombre que, medido y controlado por la conciencia, actúa con fines bien definidos, y los seres biológicos que actúan por instinto. Las clases gobernantes reaccionarias y sus portavoces la emplearon para defender la sociedad capitalista donde reina la ley de la selva. Los traidores al socialismo restauran el capitalismo introduciendo la libertad burguesa y la economía de mercado capitalista, porque parten de ese criterio y posición reaccionarios sobre el hombre.
El hombre no es un ser puramente espiritual, ni un simple ente biológico. Es un ser social que vive y actúa en el marco de las relaciones sociales. Esta es la importante característica que lo distingue.
El marxismo definió la esencia del hombre como el conjunto de las relaciones sociales, lo cual hizo un aporte histórico a combatir el criterio no científico y reaccionario que lo consideraba como un ser puramente espiritual o simplemente biológico. Sin embargo, esa definición no es una evaluación integral de sus características esenciales, y por ende, tampoco puede explicar correctamente los vínculos entre él y el mundo, ni el papel y lugar que ocupa en éste.
La idea Juche ha sido la primera en aclarar de modo científico las características esenciales del hombre, y sobre esta base ha explicado de un nuevo modo el papel y lugar que ocupa en el mundo.
En otros tiempos, hubo también muchas tentativas de explicar la esencia del hombre partiendo principalmente de sus características. Podemos citar como ejemplo la determinación del hombre como ente de palabra, trabajo y pensamiento. Pero esto es sólo la observación de un determinado aspecto de sus actividades, las cuales son la manifestación de sus atributos esenciales.
El hombre es un ser social con espíritu independiente, espíritu creador y conciencia. He aquí sus características esenciales.
El espíritu independiente es un atributo del ser social, el cual, siendo dueño del mundo y de su propio destino, quiere vivir y progresar de manera independiente, sin verse sometido ni restringido. El espíritu creador es otro de sus atributos, éste le permite, con fines bien definidos, transformar el mundo y forjar su destino conforme a las demandas suyas. Y la conciencia es el atributo que le posibilita determinar todas sus actividades encaminadas a conocer y transformar al mundo y a sí mismo. Garantiza el espíritu de independencia y el creador. Por actuar de manera independiente y creadora guiado por la conciencia, el hombre se distingue cualitativamente de los animales, que se mueven según los instintos. Su acción es un proceso en el que exterioriza su espíritu independiente, espíritu creador y conciencia, mientras sus actividades independientes, creadoras y conscientes son su modo de ser.
Al margen de su organismo desarrollado, en especial, de su cerebro altamente desarrollado, es inconcebible que se valore como ente social con espíritu independiente, espíritu creador y conciencia. Este organismo, biológicamente es la base que le permite poseer espíritu independiente, espíritu creador y conciencia. Mas, no tiene en sí la capacidad para engendrarlos espontáneamente. Estos son atributos sociales que se forman y desarrollan en el proceso de sus actividades socio-históricas dentro del marco de las relaciones sociales.
Por poseer independencia, espíritu creador y conciencia el hombre puede forjar su destino con sus propias fuerzas. Para un ente biológico, su destino depende de cómo se adapta al medio ambiente; puede afirmarse que es parte de la naturaleza. Al contrario, el hombre es el dueño y artífice del mundo; forja su destino por su cuenta y transforma el mundo conforme a sus necesidades. A medida que se desarrollan la independencia, el espíritu creador y la conciencia, se fortalecen su posición y papel de dueño y artífice del mundo, lo cual se manifiesta en su esfuerzo por transformar la naturaleza y la sociedad. A la par que se desarrollan la conciencia ideológica independiente y las facultades creadoras del hombre y se eleva su papel, se incrementan las riquezas de la sociedad y mejoran las relaciones que rigen en ella. En el proceso de desarrollo histórico todas las generaciones toman esas riquezas y las relaciones creadas por las antecesoras, o sea, aprovechan las condiciones objetivas dadas. Aunque éstas desempeñan un rol importante en el desarrollo de la sociedad, no son sino un producto histórico de las actividades independientes, creadoras y conscientes del hombre, y éste es quien las aprovecha y desarrolla. Aunque ellas sean favorables, la sociedad no puede avanzar con rapidez si no son elevadas ni se despliegan a plenitud el espíritu independiente, la creatividad y la conciencia del hombre que las aprovecha y desarrolla; pero en contraste, aunque sean desfavorables, si son elevadas y despliegan plenamente, su desarrollo puede ser rápido. Esto significa que el proceso histórico del desarrollo social lo determina el grado del progreso y el despliegue de esos atributos del hombre. Las masas trabajadoras explotadas desearon desde temprano una nueva sociedad, de igualdad, libre de explotación y opresión; pero si no pudieron lograrla en otras épocas es porque su conciencia ideológica independiente y su facultad creadora no estaban desarrolladas y su papel fue limitado. El hombre transforma la naturaleza y la sociedad, y lleva hacia adelante la historia, y cuanto más rápidamente se desarrollan su conciencia ideológica independiente y capacidad creadora y se eleva su papel, tanto más se acelera el progreso de la sociedad y la historia, y con más éxito se impulsa el proceso revolucionario y constructivo. Puede decirse que la historia del desarrollo social es, en definitiva, la de la evolución del espíritu independiente, espíritu creador y la conciencia del hombre.
El hombre, por su independencia, creatividad y conciencia, deviene el ser más valioso y potente. Es el único dueño y transformador del mundo. En éste no hay otro más valioso y poderoso que él.
Sin embargo, los reaccionarios burgueses no lo consideran desde este punto de vista sino como medio de producción de bienes materiales, un ente insignificante que se compra y vende como una mercancía con capacidad de trabajo. Tampoco lo estiman como un ente poderoso que forja por su cuenta su propio destino sino como un incapaz que se gobierna por el oro. Si los traidores al socialismo han restaurado el capitalismo y abolido todas las disposiciones populares, considerando el desempleo y la pobreza como un medio de presión para incentivar el interés por la competencia e incrementar la intensidad del trabajo, y si, desconfiando de la fuerza de sus pueblos, depositan esperanzas en la “ayuda” y la “cooperación” de países capitalistas del Occidente, y adulan y obedecen a los imperialistas, esto también tiene que ver con su criterio burgués reaccionario acerca del hombre.
El socialismo, centrado en el hombre, se basa en el principio socio- histórico, sustentado en la idea Juche, que aclara original y científicamente las leyes del desarrollo de la sociedad y la historia, circunscribiéndose al ser humano. Se trata de un socialismo muy científico que, partiendo de la concepción y la actitud jucheanas acerca del hombre, permite ponerlo todo a su servicio y solucionar todos los problemas con la elevación de su papel creador. Nuestro socialismo defiende y asegura de manera consecuente la independencia del hombre, incrementa con rapidez y pone de pleno manifiesto su conciencia ideológica y capacidad creadora, de modo que se eleva extraordinariamente su posición y papel come dueño y transformador del mundo, y se impulsan con vigor la revolución y la labor de construcción.
Además, la idea Juche ha esclarecido de manera original la esencia de la vida del hombre y el valor de su existencia.
Considerando al hombre como un organismo biológico, su vida significa, precisamente, la física. Pero él no tiene sólo vida física. La idea Juche ha sido la primera en la historia en definir que el hombre, además, tiene la vida socio-política. Si la física le es consustancial por ser un organismo biológico, la socio-política la adquiere como ente social. Como ente social le es propia la vida socio-política.
Para el hombre la vida física es valiosa. Sólo si la posee, también puede tener la socio-política. En este sentido puede decirse que la vida material, que cubre las demandas de la vida física, satisface la primera necesidad del hombre. Como éste es un ser social, a diferencia de un simple ente biológico, su demanda por la vida material crece sin cesar, ejerciendo influencia sobre la socio-política a medida que se eleva su grado de independencia, facultad creadora y conciencia, y se desarrolla la sociedad. La vida material, estable y sana, no sólo cubre satisfactoriamente las demandas vitales, sino que también sirve de garantía material para mantener y hacer brillar la socio-política.
Para el hombre, desde luego, es valiosa la vida física, pero lo es más la socio-política. Valorar más ésta que aquélla es una demanda intrínseca del hombre, ente social. Si, haciendo caso omiso de las demandas de la vida socio-política, se atienden sólo las de la física, no puede ser una vida de gran valor aunque se asegure una rica vida material, sino resultará deformada y vacua como la de un animal, por contravenir la naturaleza del ser humano.
La independencia es la vida para el hombre. Este, ente social independiente, quiere vivir de manera soberana, sin verse sometido, ni restringido por nada. Vivir independiente significa defender su posición, y ejercer sus derechos como dueño del mundo y de su propio destino. Sólo cuando el hombre, ente social, materializa sus exigencias de independencia, y goza del derecho a ella puede decir que vive con dignidad, disfrutando de la vida socio-política. Si uno pierde la independencia y se somete a otros, aunque esté vivo, no se diferencia de un muerto en el plano social y político. La demanda del hombre de vivir en independencia se realiza, ante todo, mediante la actividad política independiente. Esta actividad es inconcebible si el hombre está avasallado política o socialmente.
Como la vida socio-política es la más valiosa para el hombre, poseerla y hacerla brillar proporciona un alto valor para vivir. El hombre la recibe del colectivo social. Este es, pues, la matriz de esa vida. Por tanto, la existencia del hombre se valora según cómo se une con el colectivo social. Resulta valiosa si disfruta del afecto y la confianza de la colectividad social; de lo contrario no tiene valor. El individuo puede gozar de ese afecto y confianza cuando pone los intereses de la colectividad por encima de los personales y le sirve con lealtad. En resumidas cuentas, el hombre disfruta de la más valiosa y digna vida cuando une su destino al del colectivo y le sirve con abnegación, y cuando en medio de su afecto y confianza despliega actividades independientes y creadoras. He aquí, precisamente, el camino que conduce a hacer brillar su vida socio-política y vivir con dignidad como ser social.
En la actualidad, los reaccionarios burgueses y los traidores al socialismo consideran como un fenómeno normal la explotación y dominación del hombre por el hombre y consideran a éste como un ente vil que persigue sólo su propia ambición material; 10 que es una evidente expresión del carácter reaccionario de su punto de vista y actitud burgueses en cuanto a la esencia de la vida del hombre y el valor de su existencia.
La auténtica vida con que todas las personas pueden hacer brillar la valiosa socio-política, y satisfacer plenamente las exigencias de la física, puede darse sólo, por excelencia en la sociedad socialista basada en el colectivismo. Esta sociedad les posibilita desenvolverse de manera independiente y creadora en las actividades socio-políticas y demás planos sociales, libres de toda clase de explotación y opresión, de dominación y sojuzgamiento. Para que en ella las personas gocen de una existencia independiente y creadora, con alta conciencia y capacidad como dueñas de la sociedad, es preciso programar con acierto sus actividades orgánico- ideológicas y culturales. Sólo cuando ellas posean una firme conciencia ideológica independiente y capacidad creadora desarrollada integralmente adquiridas a través de las actividades organizativo-ideológicas revolucionarias y las culturales sanas y fecundas, pueden hacer activos aportes a la sociedad y al colectivo, y disfrutar de una vida de gran valor como dignos miembros de la sociedad.
El nuestro es un socialismo auténtico, centrado en el hombre: valora al hombre en todas sus magnitudes, encarna a plenitud sus exigencias consustanciales, y así permite a todos poseer y hacer valer constantemente la vida socio-política, y satisface a plenitud las demandas de su vida física. El socialismo humano céntrico propicia que todos los miembros de la sociedad, con elevada conciencia ideológica y facultad creadora, se entreguen a la sociedad y el colectivo y lleven por igual y a sus anchas, en medio de su afecto y confianza, una existencia armoniosa, digna y valiosa.
Nuestro socialismo está cimentado en el criterio y la posición jucheanos en cuanto a las masas populares.
La verosimilitud y superioridad del socialismo se manifiestan en el apoyo y la confianza que depositan en él las masas populares. Nuestro socialismo es el más potente y ventajoso porque al estar sustentado en el criterio y la posición jucheanos acerca de las masas populares, disfruta de su absoluto apoyo y confianza.
Las masas populares son el sujeto de la historia. Forman una colectividad social integrada principalmente por los trabajadores sobre la base de la comunidad de sus exigencias por la independencia y de sus actividades creadoras.
---fin del mensaje nº 1---
Última edición por pedrocasca el Vie Mar 23, 2012 7:14 pm, editado 1 vez