Guáimaro, Cuba (Reuters) . Guáimaro, a 650 kilómetros al este de La Habana, es un pequeño pueblo situado a lo largo de la Carretera Central de Cuba, famoso por ser el sitio donde se firmó la primera Constitución de la isla durante la guerra de independencia con España.
Por estos días, el pueblo habla de otro tipo de independencia en la Cuba controlada por el Estado. Es la del restaurante privado “Magno”, el más lujoso del lugar, y su propietario Tomás Mayedo Fernández, condenado en el pasado por homicidio involuntario y convertido ahora en un hombre de éxito.
LOCAL DE MODA
El restaurante es uno de los más de 1.000 que han abierto en la isla de Gobierno comunista desde que el presidente Raúl Castro dio luz verde a fines del 2010 al desarrollo de pequeñas empresas privadas, como parte de una reforma más amplia que busca modernizar la economía de estilo soviético.
Una comida en “Magno” cuesta desde unos pocos dólares si es un sánguche y cerveza, hasta más 10 dólares si se opta por carne de res o langosta, en un país donde el salario promedio es menos de 20 dólares.
En Guáimaro hay otros dos restaurantes privados y algunos estatales en mal estado que son más orientados a pobladores que a visitantes, donde no hay aire acondicionado ni se ofrece langosta, camarones, carne de res, whisky y ron añejo.
“Todo fue saliendo poco a poco. No soy gastronómico, no tengo conocimiento de esas cosas, pero me gusta el tema del negocio y cuando salió la ley empecé en esto”, dijo Mayedo, quien es hijo de un ganadero.
VIENDO EL POTENCIAL
El lugar, sin embargo, tenía un gran potencial por estar situado frente a la Carretera Central, lo que permite el acceso a una gama amplia de clientes que pasan por el pequeño pueblo en el camino a otras provincias del país, dijo.
Según dijo, comenzó con una pequeña cafetería, hasta que en diciembre del 2010 abrió al lado el restaurante. Sus planes no se detienen allí.
“Magno” abrió poco tiempo antes de que el presidente estadounidense, Barack Obama, levantara las restricciones para que los cubano-estadounidenses visiten su tierra natal.
Sólo había un lugar para ir, “Magno”, que se ha convertido en una especie de restaurante de moda, bien conocido en la zona. “Diciembre fue de lejos el mejor mes que hemos tenido”, dijo Mayedo.
Su esposa Yaima López ayuda a dirigir el negocio, mientras que su tía, una economista estatal retirada, se encarga de llevar las cuentas. Dos primos, con algo de dinero ganado trabajando en Angola, le prestaron el capital inicial.
Los momentos más difíciles fueron al principio, cuando Mayedo creaba su clientela ante los temores de ir a la quiebra. “Como todos los negocios el primer y segundo año son los más difíciles. Y este es el campo, no la capital, donde hay más demanda. Aquí dependemos de las personas que pasan por la carretera”, explicó.
LOS IMPUESTOS
En la medida que su negocio ha crecido, Mayedo subió a ocho empleados a tiempo completo para ayudar en la inversión. Admitió que el mayor desafío ha sido la formación de una fuerza laboral que sea disciplinada y preste atención a los detalles.
Sin problemas serios con el Gobierno, está muy agradecido por las reformas en curso y cree que llegaron para quedarse. “Gracias por darnos la oportunidad de poder demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de hacer algo bueno”, dijo.
“Ningún país puede subsidiar los gastos de una población completa. Nosotros aportamos salario a los trabajadores, aportamos impuestos y ayudamos a la economía”, agregó.
En un país donde por décadas la mayoría trabajaba para el Estado y no se pagaban impuestos hasta hace poco, está siendo aplicado un sistema impositivo a cientos de miles de empresas y granjas privadas surgidas bajo el plan de más de 300 reformas económicas aplicadas por Castro.
Mayedo dijo que su tía estaba preparando su primera declaración jurada sobre la renta. Encogiéndose de hombros, admitió que la escala de hasta 50 por ciento de impuestos sobre las ganancias era algo para preocuparse, pero dijo que era mejor eso a no pagar nada por no tener ganancias.
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Por estos días, el pueblo habla de otro tipo de independencia en la Cuba controlada por el Estado. Es la del restaurante privado “Magno”, el más lujoso del lugar, y su propietario Tomás Mayedo Fernández, condenado en el pasado por homicidio involuntario y convertido ahora en un hombre de éxito.
LOCAL DE MODA
El restaurante es uno de los más de 1.000 que han abierto en la isla de Gobierno comunista desde que el presidente Raúl Castro dio luz verde a fines del 2010 al desarrollo de pequeñas empresas privadas, como parte de una reforma más amplia que busca modernizar la economía de estilo soviético.
Una comida en “Magno” cuesta desde unos pocos dólares si es un sánguche y cerveza, hasta más 10 dólares si se opta por carne de res o langosta, en un país donde el salario promedio es menos de 20 dólares.
En Guáimaro hay otros dos restaurantes privados y algunos estatales en mal estado que son más orientados a pobladores que a visitantes, donde no hay aire acondicionado ni se ofrece langosta, camarones, carne de res, whisky y ron añejo.
“Todo fue saliendo poco a poco. No soy gastronómico, no tengo conocimiento de esas cosas, pero me gusta el tema del negocio y cuando salió la ley empecé en esto”, dijo Mayedo, quien es hijo de un ganadero.
VIENDO EL POTENCIAL
El lugar, sin embargo, tenía un gran potencial por estar situado frente a la Carretera Central, lo que permite el acceso a una gama amplia de clientes que pasan por el pequeño pueblo en el camino a otras provincias del país, dijo.
Según dijo, comenzó con una pequeña cafetería, hasta que en diciembre del 2010 abrió al lado el restaurante. Sus planes no se detienen allí.
“Magno” abrió poco tiempo antes de que el presidente estadounidense, Barack Obama, levantara las restricciones para que los cubano-estadounidenses visiten su tierra natal.
Sólo había un lugar para ir, “Magno”, que se ha convertido en una especie de restaurante de moda, bien conocido en la zona. “Diciembre fue de lejos el mejor mes que hemos tenido”, dijo Mayedo.
Su esposa Yaima López ayuda a dirigir el negocio, mientras que su tía, una economista estatal retirada, se encarga de llevar las cuentas. Dos primos, con algo de dinero ganado trabajando en Angola, le prestaron el capital inicial.
Los momentos más difíciles fueron al principio, cuando Mayedo creaba su clientela ante los temores de ir a la quiebra. “Como todos los negocios el primer y segundo año son los más difíciles. Y este es el campo, no la capital, donde hay más demanda. Aquí dependemos de las personas que pasan por la carretera”, explicó.
LOS IMPUESTOS
En la medida que su negocio ha crecido, Mayedo subió a ocho empleados a tiempo completo para ayudar en la inversión. Admitió que el mayor desafío ha sido la formación de una fuerza laboral que sea disciplinada y preste atención a los detalles.
Sin problemas serios con el Gobierno, está muy agradecido por las reformas en curso y cree que llegaron para quedarse. “Gracias por darnos la oportunidad de poder demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de hacer algo bueno”, dijo.
“Ningún país puede subsidiar los gastos de una población completa. Nosotros aportamos salario a los trabajadores, aportamos impuestos y ayudamos a la economía”, agregó.
En un país donde por décadas la mayoría trabajaba para el Estado y no se pagaban impuestos hasta hace poco, está siendo aplicado un sistema impositivo a cientos de miles de empresas y granjas privadas surgidas bajo el plan de más de 300 reformas económicas aplicadas por Castro.
Mayedo dijo que su tía estaba preparando su primera declaración jurada sobre la renta. Encogiéndose de hombros, admitió que la escala de hasta 50 por ciento de impuestos sobre las ganancias era algo para preocuparse, pero dijo que era mejor eso a no pagar nada por no tener ganancias.
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