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Tenemos lo que nos merecemos. El pueblo es el único culpable de creer las mentiras y las falsas esperanzas de cambio que ídolos de la burguesía lanzan constantemente. Ayer, durante el 38 Congreso del PSOE, algunos nos retorcíamos de dolor y rabia cada vez que se pronunciaba la palabra ''socialismo'' en el más equívoco de los sentidos. Una congregación esperpéntica basada en un estruendo populista de consignas y una falta evidente de respuestas.
Se lo han trabajado demasiado bien para construir un engañoso sistema bipartidista, donde dos partidos cuyo único objetivo es mantener su riqueza por encima de cualquier otro interés común se alternan en el poder en pequeños ciclos, mientras que sus posturas antagónicas solo se fundamentan en el rencor y en el apego a las siglas. Un sistema donde la dictadura mercantil y la sociedad construida en base al dinero se alza por encima de las personas y sus derechos. Y además, seguimos sin tregua a aquellos que durante años estuvieron trabajando para crear en nuestras cabezas la mentalidad del esclavo.
La manipulación, tantas veces repetida, de la que ayer hizo gala el Partido ¿Socialista? ¿Obrero? Español es un nuevo ejemplo del intento desesperado por continuar el exagerado robo a todos aquellos que no tienen el privilegio de poseer los medios de producción.
Un gobierno que, tras ocho años en el poder, se atreve a declararse ''socialista'' y se enorgullece de hechos tan penosos como el establecimiento total del ficticio sistema democrático, la integración de nuestro país en la Unión Europea, la inyección de dinero público a la banca privada, o la instauración del neoliberalismo como política económica superior al bien común. Un país donde donde se permite la acumulación de capital en paraísos fiscales, donde se apoyan intervenciones militares en Libia, donde la libertad de expresión se coarta a golpe limpio. La mayor parte de la reserva general de miedo -el paro-, se traslada a la juventud, herederos del desastre.
Pero no se confundan: En el otro lado tenemos más de lo mismo. Estamos relegados a elegir entre capitalismo A o Capitalismo B como única salvación de un sistema fraudulento con muerte anunciada. Más allá del discurso y la fachada nos encontramos con un partido conservador, y otro directamente involucionista. Cualquier signo reticente de cambio será un mero adorno para simular el ablandamiento de los grilletes que atan a las clases más castigadas. El obstáculo es, y será, la credulidad de estas.
El mismo perro con distinto collar. Somos España, la putilla neoliberal del imperialismo.