De nuevo “dos tácticas”
Alexánder Frólov
Soviétskaya Rossía
Traducido del ruso por Josafat S. Comín
marcha "naranjista"
mitin "antinaranjista
Hoy (sábado 4 de febrero) es en Rusia un día de grandes mítines. Moscú será el epicentro de los acontecimientos, Aquí, por un lado (como desarrollo de los mítines en la plaza Bolótnaya y en la avenida Sájarov) tendrá lugar una marcha “Por unas elecciones limpias”, por otro tendrá lugar un mitin “antinaranjista” en la colina Poklónnaya. La marcha se organizará en cuatro columnas (siguiendo el orden): cívica, liberal, nacionalista y de izquierdas. En el mitin, el auditorio tampoco se queda atrás en colorido: desde los “putinistas rojos” y los “Afgantsy” (veteranos de Afganistán), hasta los “eurásicos” y patriotas ortodoxos. También Zhirinovski, Novodvorskaya y Borov tienen pensado celebrar sus propios actos, aunque el acontecimiento central será sin duda ese enfrentamiento, por ahora a distancia, entre la marcha y el mitin. La correlación de sus resultados determinará la atmósfera política general, cuando menos en la capital, para todo lo que queda de mes hasta la jornada electoral.
El principal interés reside en el hecho de que tanto en la marcha como en el mitin van a tomar parte organizaciones de la izquierda, que protestan al mismo tiempo tanto contra el gobierno, como contra los “revolucionarios naranjistas”. Pero la táctica de comportamiento elegida es diametralmente opuesta. Las fuerzas de izquierda que estarán en la marcha, dicen que su tarea consiste en impedir que los liberales se apropien en solitario de la lógica indignación popular contra el fraude electoral, para llevar a cabo su propia labor de propaganda entre las filas de los manifestantes y de este modo atraerlos a su bando. Las fuerzas de izquierda que acuden al mitin, dicen que su tarea no es respaldar a Putin, sino repeler la amenaza “naranja”, aunque para ello haya que apretar los dientes y estar al lado de los partidarios de Putin.
En resumen la situación que se da es de lo más paradójica e intrincada. Si probamos a entender y extraer la quintaesencia de los argumentos, que se encuentran en la base de estas dos tácticas opuestas, obtendremos aproximadamente el siguiente resultado.
La izquierda que participa en la marcha, en esa presión general contra el gobierno, parte de que si en Rusia debe darse una revolución, ésta ─en virtud de las condiciones socio-económicas objetivas y contrariamente a los planes de los liberales─, debe ser inevitablemente “roja” y no “naranja”, algo a lo que que la izquierda debe contribuir por todos los medios. Mientras que esa “naranjada” no es más que la forma que tiene el gobierno de meter miedo. Como escribió uno de esos reputados blogueros rojos: “La amenaza naranja, es la amenaza roja, contada por la prensa amarilla”.
La izquierda que participa en el mitin “antinaranjista”, está convencida de que en el momento actual, en Rusia no puede haber más revolución que la “naranja”. Y por eso, como dice Kurguinián, hay que ayudar al régimen para que se siga pudriendo e incluso confiar en que se salve de esa putrefacción”.
En una palabra, son dos tácticas tan diferentes, que ambas partes se acusan abierta y mutuamente de traición. Los “antinaranjistas” acusan a sus oponentes de haber mordido el anzuelo de los liberales, para quienes esa “lucha por unas elecciones limpias” no es más que una cobertura propagandística, cuando en realidad lo que persiguen es empujar a Rusia por una espiral de nuevas conmociones revolucionarias, que desmembrarán el país acabando con Rusia. “Y vosotros, responde la otra parte, os estáis situando en la práctica, del lado del régimen “bonapartista” antipopular”. “No, ─se justifican aquellos─, ¡nosotros también estamos contra el régimen! “Entonces, ─les preguntan a los “antinaranjistas”─, ¿en qué consiste vuestra lucha contra el régimen? ¡si no estáis adoptando ninguna medida de lucha! Luego las acusaciones mutuas se repiten en un segundo círculo, en lo que parece un cuento sin final. La división es evidente.
¿Dónde está la salida? Partimos del hecho, de que ambos flancos del movimiento de izquierdas, comparten adversarios: “el bonapartismo y el naranjismo”. Las diferencias están solo en qué considerar principal peligro y contra qué luchar en primer lugar. Esa es una divergencia que no se trata de atenuar, sino de reconocer vacía, artificial, e incluso impuesta a la izquierda por bonapartistas y naranjistas. No hay ni puede haber aquí secuencia de prioridades, no hay ni puede haber ninguna elección del “mal menor”. Es imprescindible adelantar a los naranjistas en la lucha con los bonapartistas y a los bonapartistas en la lucha con los naranjistas. En definitiva se trata de vencer a unos y a otros.
Va a ser difícil resolver esta tarea de forma rápida. La campaña “Por unas elecciones limpias” solo es un episodio de esta lucha. Aunque un episodio relevante. Hay que reconocer que la realización del lema de las elecciones limpias, no en su significado naranja, sino en su COMPLETA extensión, conduce inevitablemente a la revolución. La mayoría de los participantes de los mítines en la plaza Bolótnaya y la av. Sájarov aseguraban que estaban a favor de unas elecciones limpias, pero en contra de revoluciones (lemas parecidos también podían verse en el mitin “antinaranjista”: ¡Sí a las elecciones limpias, no a los “naranjistas”! ¡Cambios sí, revolución no!). sin embargo no se han parado a pensar si de verdad son posibles unas elecciones limpias sin una ruptura radical del actual sistema socio-político y económico. Después de todo unas elecciones limpias no son solo aquellas donde no se arrojen papeletas en las urnas, no haya “tiovivos” de votantes y se adjudiquen votos inexistentes en el escrutinio, no es solo un recuento correcto de las papeletas depositadas en las urnas. Poner en práctica ese lema significa dotar de significado real el artículo número 3 de la Constitución, donde se proclama que la única fuente de poder en la Federación de Rusia es el pueblo. Ese artículo hoy en día no deja de ser una perogrullada hipócrita, que en modo alguno se corresponde con la situación real de las cosas. Aparte del “pueblo” en la sociedad existen y actúan del modo más activo, otras fuentes de poder que en absoluto debemos despreciar. En primer lugar es la fuerza de la propiedad, del capital. En segundo lugar, es la fuerza de las armas. En tercer lugar es la fuerza de la propaganda.
La compra de voluntades, el sometimiento y el engaño, son los tres pilares sobre los que se asienta el poder en cualquier sociedad explotadora. Y no caben elecciones realmente limpias, honestas y transparentes, mientras esos tres recursos no estén bajo la estricta supervisión del pueblo. ¿Es eso lo que quieren y a lo que aspiran los liberales? No, no es eso lo que quieren, sus aspiraciones son muy distintas. Todo lo que necesitan es que esos recursos que están ahora en manos de la burocracia bonapartista putinista, pasen a ser controlados por ellos y nada más.
Eso no significa que no haya que luchar por unas elecciones limpias. Por supuesto que hay que hacerlo, pero a nuestra manera, sin darles el sentido que les dan los liberales. En 1906, en vísperas de las elecciones a la segunda Duma zarista, Lenin escribía, a cuenta de una situación absolutamente análoga, sobre las diferencias de la comprensión democrática y liberal de las elecciones limpias: “La representación popular soberana es la finalización de la revolución, su culminación, la victoria total de ésta. Mientras que los cadetes quieren frenar la revolución, paralizarla con pequeñas concesiones”. De ahí el principio “Bolótnico” de unas “elecciones limpias sin revolución”, que en la práctica comparten los “antinaranjistas”.
Pero el principio, volvemos a repetir, debe ser otro: avanzar sin “naranjismos” en la lucha contra el bonapartismo y adelantar al bonapartismo en su lucha contra el “naranjismo”. ¿Cómo realizar en la práctica esta máxima? Eso es algo sobre lo que flexionar. Lo único claro es que para ello se necesita revisar completamente las dos tácticas descritas.
Notas de la Traducción
¿Y el PCFR? ¿dónde se sitúa? se preguntarán los lectores.
El PCFR no tomó parte oficialmente en ninguno de los dos actos. Se desmarca de ambas tácticas. Habla de “peste naranja” que busca repetir el escenario del 91, e insiste en que es imprescindible evitar a toda costa que esta gente pueda llegar al poder. Lógicamente tampoco pueden apoyar un acto del gobierno donde se defiende el curso de Putin, que a fin de cuentas ha sido el que ha conducido a la situación actual.
El PCFR se limitó a aprovechar la coyuntura para repartir su material de propaganda, cerca de 30 mil ejemplares entre octavillas y periódicos, con las principales tesis programáticas del partido. Como dijo Ziugánov en una entrevista para el diario “Kommersant”: “Repartimos mi llamamiento a los ciudadanos del país como candidato a presidente: hace dos semanas que lo presenté en mi tierra, en Oriol. Había 23 cámaras de televisión. En ninguna de las principales cadenas, mostraron mis tesis programáticas”.
Luego el periodista le pregunta: ¿No teme usted que sus partidarios, que participan en respaldo de Putin, no le vayan a entender correctamente?
- “Nuestros partidarios son gente curtida e inteligente, que todo lo han visto y lo entenderán. Por cierto que después de 20 años, conozco a todo ese público “naranja”, con nombres y apellidos. No tenemos miedo. Lo que debe asustarnos es lo que estos “naranjistas” están proponiendo: la variante egipcia. Vean lo que está pasando hoy en Egipto. Nos proponen el mismo escenario en un país con 30 mil cabezas nucleares”.
Fuentes:http://www.sovross.ru/modules.php?name=News&file=article&sid=590031
http://kprf.ru/actions/102190.html
Alexánder Frólov
Soviétskaya Rossía
Traducido del ruso por Josafat S. Comín
marcha "naranjista"
mitin "antinaranjista
Hoy (sábado 4 de febrero) es en Rusia un día de grandes mítines. Moscú será el epicentro de los acontecimientos, Aquí, por un lado (como desarrollo de los mítines en la plaza Bolótnaya y en la avenida Sájarov) tendrá lugar una marcha “Por unas elecciones limpias”, por otro tendrá lugar un mitin “antinaranjista” en la colina Poklónnaya. La marcha se organizará en cuatro columnas (siguiendo el orden): cívica, liberal, nacionalista y de izquierdas. En el mitin, el auditorio tampoco se queda atrás en colorido: desde los “putinistas rojos” y los “Afgantsy” (veteranos de Afganistán), hasta los “eurásicos” y patriotas ortodoxos. También Zhirinovski, Novodvorskaya y Borov tienen pensado celebrar sus propios actos, aunque el acontecimiento central será sin duda ese enfrentamiento, por ahora a distancia, entre la marcha y el mitin. La correlación de sus resultados determinará la atmósfera política general, cuando menos en la capital, para todo lo que queda de mes hasta la jornada electoral.
El principal interés reside en el hecho de que tanto en la marcha como en el mitin van a tomar parte organizaciones de la izquierda, que protestan al mismo tiempo tanto contra el gobierno, como contra los “revolucionarios naranjistas”. Pero la táctica de comportamiento elegida es diametralmente opuesta. Las fuerzas de izquierda que estarán en la marcha, dicen que su tarea consiste en impedir que los liberales se apropien en solitario de la lógica indignación popular contra el fraude electoral, para llevar a cabo su propia labor de propaganda entre las filas de los manifestantes y de este modo atraerlos a su bando. Las fuerzas de izquierda que acuden al mitin, dicen que su tarea no es respaldar a Putin, sino repeler la amenaza “naranja”, aunque para ello haya que apretar los dientes y estar al lado de los partidarios de Putin.
En resumen la situación que se da es de lo más paradójica e intrincada. Si probamos a entender y extraer la quintaesencia de los argumentos, que se encuentran en la base de estas dos tácticas opuestas, obtendremos aproximadamente el siguiente resultado.
La izquierda que participa en la marcha, en esa presión general contra el gobierno, parte de que si en Rusia debe darse una revolución, ésta ─en virtud de las condiciones socio-económicas objetivas y contrariamente a los planes de los liberales─, debe ser inevitablemente “roja” y no “naranja”, algo a lo que que la izquierda debe contribuir por todos los medios. Mientras que esa “naranjada” no es más que la forma que tiene el gobierno de meter miedo. Como escribió uno de esos reputados blogueros rojos: “La amenaza naranja, es la amenaza roja, contada por la prensa amarilla”.
La izquierda que participa en el mitin “antinaranjista”, está convencida de que en el momento actual, en Rusia no puede haber más revolución que la “naranja”. Y por eso, como dice Kurguinián, hay que ayudar al régimen para que se siga pudriendo e incluso confiar en que se salve de esa putrefacción”.
En una palabra, son dos tácticas tan diferentes, que ambas partes se acusan abierta y mutuamente de traición. Los “antinaranjistas” acusan a sus oponentes de haber mordido el anzuelo de los liberales, para quienes esa “lucha por unas elecciones limpias” no es más que una cobertura propagandística, cuando en realidad lo que persiguen es empujar a Rusia por una espiral de nuevas conmociones revolucionarias, que desmembrarán el país acabando con Rusia. “Y vosotros, responde la otra parte, os estáis situando en la práctica, del lado del régimen “bonapartista” antipopular”. “No, ─se justifican aquellos─, ¡nosotros también estamos contra el régimen! “Entonces, ─les preguntan a los “antinaranjistas”─, ¿en qué consiste vuestra lucha contra el régimen? ¡si no estáis adoptando ninguna medida de lucha! Luego las acusaciones mutuas se repiten en un segundo círculo, en lo que parece un cuento sin final. La división es evidente.
¿Dónde está la salida? Partimos del hecho, de que ambos flancos del movimiento de izquierdas, comparten adversarios: “el bonapartismo y el naranjismo”. Las diferencias están solo en qué considerar principal peligro y contra qué luchar en primer lugar. Esa es una divergencia que no se trata de atenuar, sino de reconocer vacía, artificial, e incluso impuesta a la izquierda por bonapartistas y naranjistas. No hay ni puede haber aquí secuencia de prioridades, no hay ni puede haber ninguna elección del “mal menor”. Es imprescindible adelantar a los naranjistas en la lucha con los bonapartistas y a los bonapartistas en la lucha con los naranjistas. En definitiva se trata de vencer a unos y a otros.
Va a ser difícil resolver esta tarea de forma rápida. La campaña “Por unas elecciones limpias” solo es un episodio de esta lucha. Aunque un episodio relevante. Hay que reconocer que la realización del lema de las elecciones limpias, no en su significado naranja, sino en su COMPLETA extensión, conduce inevitablemente a la revolución. La mayoría de los participantes de los mítines en la plaza Bolótnaya y la av. Sájarov aseguraban que estaban a favor de unas elecciones limpias, pero en contra de revoluciones (lemas parecidos también podían verse en el mitin “antinaranjista”: ¡Sí a las elecciones limpias, no a los “naranjistas”! ¡Cambios sí, revolución no!). sin embargo no se han parado a pensar si de verdad son posibles unas elecciones limpias sin una ruptura radical del actual sistema socio-político y económico. Después de todo unas elecciones limpias no son solo aquellas donde no se arrojen papeletas en las urnas, no haya “tiovivos” de votantes y se adjudiquen votos inexistentes en el escrutinio, no es solo un recuento correcto de las papeletas depositadas en las urnas. Poner en práctica ese lema significa dotar de significado real el artículo número 3 de la Constitución, donde se proclama que la única fuente de poder en la Federación de Rusia es el pueblo. Ese artículo hoy en día no deja de ser una perogrullada hipócrita, que en modo alguno se corresponde con la situación real de las cosas. Aparte del “pueblo” en la sociedad existen y actúan del modo más activo, otras fuentes de poder que en absoluto debemos despreciar. En primer lugar es la fuerza de la propiedad, del capital. En segundo lugar, es la fuerza de las armas. En tercer lugar es la fuerza de la propaganda.
La compra de voluntades, el sometimiento y el engaño, son los tres pilares sobre los que se asienta el poder en cualquier sociedad explotadora. Y no caben elecciones realmente limpias, honestas y transparentes, mientras esos tres recursos no estén bajo la estricta supervisión del pueblo. ¿Es eso lo que quieren y a lo que aspiran los liberales? No, no es eso lo que quieren, sus aspiraciones son muy distintas. Todo lo que necesitan es que esos recursos que están ahora en manos de la burocracia bonapartista putinista, pasen a ser controlados por ellos y nada más.
Eso no significa que no haya que luchar por unas elecciones limpias. Por supuesto que hay que hacerlo, pero a nuestra manera, sin darles el sentido que les dan los liberales. En 1906, en vísperas de las elecciones a la segunda Duma zarista, Lenin escribía, a cuenta de una situación absolutamente análoga, sobre las diferencias de la comprensión democrática y liberal de las elecciones limpias: “La representación popular soberana es la finalización de la revolución, su culminación, la victoria total de ésta. Mientras que los cadetes quieren frenar la revolución, paralizarla con pequeñas concesiones”. De ahí el principio “Bolótnico” de unas “elecciones limpias sin revolución”, que en la práctica comparten los “antinaranjistas”.
Pero el principio, volvemos a repetir, debe ser otro: avanzar sin “naranjismos” en la lucha contra el bonapartismo y adelantar al bonapartismo en su lucha contra el “naranjismo”. ¿Cómo realizar en la práctica esta máxima? Eso es algo sobre lo que flexionar. Lo único claro es que para ello se necesita revisar completamente las dos tácticas descritas.
Notas de la Traducción
¿Y el PCFR? ¿dónde se sitúa? se preguntarán los lectores.
El PCFR no tomó parte oficialmente en ninguno de los dos actos. Se desmarca de ambas tácticas. Habla de “peste naranja” que busca repetir el escenario del 91, e insiste en que es imprescindible evitar a toda costa que esta gente pueda llegar al poder. Lógicamente tampoco pueden apoyar un acto del gobierno donde se defiende el curso de Putin, que a fin de cuentas ha sido el que ha conducido a la situación actual.
El PCFR se limitó a aprovechar la coyuntura para repartir su material de propaganda, cerca de 30 mil ejemplares entre octavillas y periódicos, con las principales tesis programáticas del partido. Como dijo Ziugánov en una entrevista para el diario “Kommersant”: “Repartimos mi llamamiento a los ciudadanos del país como candidato a presidente: hace dos semanas que lo presenté en mi tierra, en Oriol. Había 23 cámaras de televisión. En ninguna de las principales cadenas, mostraron mis tesis programáticas”.
Luego el periodista le pregunta: ¿No teme usted que sus partidarios, que participan en respaldo de Putin, no le vayan a entender correctamente?
- “Nuestros partidarios son gente curtida e inteligente, que todo lo han visto y lo entenderán. Por cierto que después de 20 años, conozco a todo ese público “naranja”, con nombres y apellidos. No tenemos miedo. Lo que debe asustarnos es lo que estos “naranjistas” están proponiendo: la variante egipcia. Vean lo que está pasando hoy en Egipto. Nos proponen el mismo escenario en un país con 30 mil cabezas nucleares”.
Fuentes:http://www.sovross.ru/modules.php?name=News&file=article&sid=590031
http://kprf.ru/actions/102190.html