(...)El primer rasgo definitorio del marxismo de derecha es su actitud idolátrica del pasado. Defiende un mundo pretérito heroico, sea el de la revolución de octubre, la china, la cubana o los años setenta en la Argentina. Suele identificarse con individuos (Marx, Lenin, Trotsky, Stalin, Mao o Guevara), ante los que guarda una veneración incapaz de analizar críticamente. Una evidencia de esa inclinación mitológica es el uso de retratos, pinturas o fotografías, que se cuelgan en las paredes. La mirada del héroe vigila que los hijos no se descarríen del mandato(...)
(...)el marxismo de derecha es incompatible con esta estructura de modernidad radicalizada que caracteriza a la política de izquierda. Habla y repite palabras de revolución, pero se apoya en fórmulas añosas, asume mandatos de páginas amarillas, venera la tradición propia, pero que es una tradición al fin. Su deseo es volver al pasado. Añora tomas del Palacio de Invierno, asaltos al Moncada, Largas Marchas o nuevos 1968(...)
(...)El temperamento de derecha desea la seguridad absoluta y la complejidad del pensamiento le parece una concesión a la debilidad ideológica. Pensar es ceder. Dudar es claudicar. Revisar es traicionar(...)
(...)La derecha en el marxismo está indistintamente ligada al extremismo revolucionario o al reformismo más oportunista. Sus cualidades pueden afectar cualquier variante de las opciones estratégicas(...)
(...)el momento más propicio para el marxismo de derecha es la época contemporánea. El fracaso de buena parte de los supuestos teórico-políticos de la izquierda marxista y la derrota de sus proyectos estratégicos ocurridos durante los últimos treinta años a lo largo de todo el planeta es la circunstancia material de mediano plazo que nutre al marxismo de derecha(...)
(...)Ser marxista de izquierda es perder el ceño de una historia de derrotas, para elaborarlas y mirar el presente y el futuro abiertos para el saber y la acción. Es estudiar y combatir al capital y a la explotación, pero también adoptar como propias, sin subordinaciones, todas las luchas emancipatorias progresivas. Es revisar sin pena ni autorrepresión los conocimientos establecidos. Es leer las obras de la tradición como un alimento que nutre cuando es digerido por las necesidades actuales, y reformuladas, quizás gravemente, para ser adecuadas a las necesidades contemporáneas. Es adoptar una cadencia creativa, innovadora, lejos de la repetición dogmática. Es reconstruir críticamente más de un siglo y medio de luchas, donde no todo fue error y tragedia, sino donde también hubo victorias y renovaciones. Es multiplicar las búsquedas y alianzas con sectores inquietos y disconformes con la realidad en sus diversas manifestaciones. Ser de izquierda es también disfrutar de serlo, incluso en el peligro que implicará cuando llegue el momento de la ruptura radical. El marxismo de izquierda es un marxismo desde abajo, democrático y revolucionario, en exploración de nuevas formas de organización y praxis(...)