La miseria moral del periodismo guay
Manuel Navarrete
Rebelión
Dedicado a David y Sergio, que se lamentaban la otra tarde en Casa Cornelio de que aún no podamos usar “la crítica de los puños”, teniendo que ceñirnos a “los puños de la crítica”. Por el momento.
Decía un guerrillero tupamaro, en película de Costa-Gavras, que nosotros sí creemos en las casualidades; lo que pasa es que las analizamos como hechos objetivos. Ignacio Escolar, qué casualidad, nunca critica al PSOE.
Fue locutor de la Cadena Ser. Su padre, el director de 20 Minutos, fue también subdirector de El País. Es asiduo de esas insufribles tertulias, por desgracia más “vivas” que “rojas”, de la Sexta. Fue director del diario Público. Y, en efecto, su flequillo no engaña: aunque no tuvo tiempo de licenciarse en periodismo, todavía saca ratos para tocar en un grupo popero indie. O sea.
Hasta un “escolar” (con minúscula) sabe que Prisa y Mediapró pagan buenos sobornos… digo, salarios. Muchos nunca los percibiremos, porque criticamos al PSOE, autor de los mayores recortes sociales, reconversiones industriales, reformas laborales y acciones de terrorismo de Estado de nuestra historia reciente.
En tiempos en que la crisis destroza la vida de cada vez más gente y en que, en consecuencia, la hegemonía cultural de la sociedad va cambiando, surgen estos personajes “de la ceja” para tratar de domesticar la inevitable reacción popular, cumpliendo el rol histórico de quien intenta evitar que las masas rompan los cauces institucionales impuestos por sus opresores.
Y, en consecuencia con lo anterior, en etapas de construcción de alternativas, hasta que el proceso revolucionario no esté lo bastante avanzado, el primer enemigo no está en el poder capitalista, que desgraciadamente nos queda todavía muy lejos. Sino en la zancadilla de gente como esa que tenemos “al lado” pero que, a nivel histórico, no son sino representantes del poder capitalista infiltrados en el interior de nuestras filas; siendo además, de hecho, los únicos agentes de dicho poder a nuestro alcance.
Este es un planteamiento posible pero, por supuesto, hay otros. Hay, por ejemplo, quien considera que debemos defender medios como eldiario.es, el nuevo proyecto de Ignacio Escolar. Un diario que se ha regocijado ante la criminal explotación laboral en Bangladesh, pues Escolar, en contra incluso de la opinión de otros periodistas del medio (antidemocráticamente, ergo), ha impuesto que se publique un artículo de Roger Senserrich en el que se dicen lindezas como que las multinacionales son lo mejor que le ha pasado a Bangladesh, porque sin ellas se morirían de hambre.
Supongo que para Senserrich las empresas europeas, empezando por la Compañía de Indias Orientales que asoló varios océanos en el siglo XVII, siempre han ayudado mucho a países como Bangladesh. Lo que pasa es que materializaban su ayuda de una manera un tanto peculiar y sui generis: caza y tráfico de esclavos, piratería, saqueo, colonialismo, eliminación a cañonazos de cualquier eventual rival comercial.
¿Ignora o finge ignorar Senserrich que la India y Egipto estaban, a principios del XIX, firmemente desarrolladas a nivel industrial y fueron los británicos quienes destruyeron sus telares para convertirlos en monocultivos de algodón a su servicio?
¿Conoce Senserrich lo que es el intercambio desigual? ¿Estaría dispuesto a que lo trabajadores de las fábricas de Bangladesh cobraran por fabricar artículos textiles lo mismo que él por sus artículos periodísticos a favor del neocolonialismo? ¿Estaría dispuesto, en consecuencia, a que los productos por ellos fabricados fueran más caros (al incrementarse el precio de producción) y, por tanto, a que el salario que Senserrich percibe por escribir artículos neocolonialistas tuviera menos valor real y sirviera para adquirir menos productos fabricados en el Tercer Mundo? ¿O es más bien al contrario y cree que debe haber distintas clases de salarios para las distintas clases de seres humanos? ¿No hace, pues, sino defender conscientemente su nivel de vida primermundista, aunque sea a costa de la explotación de la mayoría de la población del planeta?
Senserrich desliza la idea de que Bangladesh es un país pobre por naturaleza, ya que carece de recursos. Interesante. ¿Entonces África (que tiene petróleo, oro, gas y coltan) debería ser un lugar más rico que España (que no tiene apenas combustibles fósiles)? ¿Acaso Suiza o Reino Unido son países ricos a causa de su “exuberancia natural”? ¿Realmente cree Senserrich que se puede salir del subdesarrollo exportando productos baratos en masa, cuando eso no hace sino deprimir los términos de intercambio? ¿Tiene alguna idea este hombre de cómo funciona el sistema económico internacional?
Si en eldiario.es hubiera decencia, a Roger Senserrich se le habría expulsado de forma inmediata y fulminante, con una buena bofetada en la cara de finiquito a ser posible; pero obviamente no ha sido así (lo de la expulsión) porque tampoco es así (lo de la vergüenza). Desde Bernstein (que justificaba explícitamente el expansionismo alemán para que los obreros alemanes sacaran tajada) hasta los escribientes de eldiario.es, la socialdemocracia fue siempre cómplice del imperialismo.
Critican a la CEOE local precisamente porque quieren aliarse a la “CEOE” global en su saqueo de la periferia. El caso es que, con posterioridad a la publicación de “eso”, ante las indignadas críticas de una parte ingenua de los lectores (¿qué esperaban de un medio así?), Escolar no ha tenido el valor de mantenerse firme en sus convicciones y ha “pedido disculpas” a la gente, aun permaneciendo fijo en la idea de que la “pluralidad” es un valor fundamental en su medio, alejado de todo “dogmatismo”.
Interesante. ¿Me permitiría Ignacio Escolar escribir una columna en su medio en la que yo criticara al PSOE? Del obvio hecho de que no se infiere que esa pluralidad tiene límites. La cuestión es, pues, como en todos los medios de comunicación de la historia, dónde poner esos límites, que no son censura ni “dogmatismo” sino línea editorial.
En un medio de Ignacio Escolar puedes ser partidario de la semi-esclavitud de los trabajadores del Tercer Mundo, pero no puedes criticar al PSOE. Puedes “condenar a ETA”, pero no puedes defender a Cuba. Puedes alabar la llamada “transición española”, pero no condenar la invasión de Libia o Siria. Y, en consecuencia, reforzar un solo ápice la confianza del pueblo hacia este tipo de medios es tirar piedras contra nuestro propio tejado.