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    "Sobre el testimonio antropológico para aclarar la supremacía masculina sobre las mujeres" - texto de Bonnie Anderson y Judith Zinsser

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    pedrocasca
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    Mensaje por pedrocasca Vie Mar 09, 2012 10:32 pm

    "Sobre el testimonio antropológico para aclarar la supremacía masculina sobre las mujeres"

    texto de Bonnie Anderson y Judith Zinsser

    breve extracto del libro de los mismos autores titulado Historia de las mujeres: una historia propia

    La antropología estudia pueblos contemporáneos y emplea el análisis comparativo entre culturas para tratar de investigar los modelos de comportamiento humano. Es problemático extrapolar retrospectivamente en el tiempo, con el propósito de deducir el comportamiento de pueblos prehistóricos.

    Todas las culturas modernas conocidas han sido influidas por agentes externos y los modos de vida modernos pueden no ser los mismos que los de los pueblos prehistóricos. Pero los antropólogos se han dado cuenta de estos problemas y, últimamente, las antiguas generalizaciones sobre las relaciones entre sexos han dado paso a estudios más complejos y elaborados. Se han intentado compensar pasados prejuicios en la recogida e interpretación de datos. Como resultado, la subordinación femenina se considera, cada vez más, una variable y no una condición humana universal. Aunque no se han hallado culturas en las que dominasen las mujeres, existen abundantes testimonios de sociedades en las que los sexos están integrados y equiparados, o separados y equiparados. El interés ha pasado de afirmar a negar la universalidad de la subordinación femenina a estudiar aquellos factores que la hacen más o menos probable. En especial se ha centrado la atención en la implicaciones de la división sexual del trabajo.

    Todas las sociedades humanas estipulan ciertas tareas como las propias de uno u otro sexo. La división no es del todo arbitraria. En todas las sociedades humanas conocidas, las mujeres tienen la responsabilidad básica de cuidado de los niños pequeños; los hombres tienen la responsabilidad básica de la caza mayor. Pero la división del trabajo, por sí sola, no significa automáticamente que el trabajo de un sexo sea más valioso que el del otro. La división del trabajo conduce a la subordinación femenina sólo cuando las sociedades están sometidas a ciertos tipos de tensiones sociales. El factor más crucial parece ser la presión del entorno, que origina la competencia en el interior del grupo o con grupos vecinos debido a la disminución de los recursos. Aunque la relación entre la disminución de los recursos y la subordinación femenina no es inevitable ni automática, ésta apareció sólo donde existieron tales tensiones ecológicas y sociales.

    Basando sus conclusiones en un estudio de ciento ochenta y seis culturas, la antropóloga Peggy Reeves Sanday plantea la hipótesis de que en las más antiguas sociedades humanas, antes de la presión de población, las mujeres y los hombres habrían vivido de modo relativamente igualitario. Pero cuando con el aumento de sus miembros, el hambre, la migración forzosa o la guerra contra otros grupos se convirtieron en los únicos medios de supervivencia del grupo, aumentó la tendencia a someter a las mujeres. En estas sociedades la subordinación femenina fue racionalizada y justificada. Se representó a las mujeres como un peligro al que era necesario controlar. Aparecieron los tabúes de la menstruación, destinados principalmente a proteger a los hombres de la "contaminación". El nacimiento se consideró una experiencia obstaculizante y, algunas veces, el grupo practicaba el infanticidio selectivo femenino. Se suponía que los varones debían ser activos y agresivos, y las mujeres pasivas y obedientes. Se transmitieron estas características a los niños y fueron tan aceptadas que pronto se consideraron innatas y naturales de ambos sexos. Una vez establecida la subordinación femenina pareció correcta e inevitable. Además, fue poderosamente reforzada por la aparición de la guerra.

    A medida que los recursos necesarios para la supervivencia disminuían, los grupos competían por ellos tanto interna como externamente. Es probable que bajo estas condiciones se desarrollara la primera guerra. En las primeras guerras el armamento era sencillo, las armas de caza se convirtieron en las armas de guerra. La mayoría de las sociedades enseñan la técnica de las armas sólo a los hijos varones. Es fácil que el monopolio masculino de estas armas y la técnica para emplearlas condujera al dominio masculino de las mujeres, ya fuera por medio de la acción, ya por la amenaza de la fuerza. No se conoce ninguna cultura en la que se haya formado a las mujeres para ser tan belicosas y agresivas como los hombres, y en la mayoría de las culturas guerreras sólo se exige a los hombres que sean agresivos. Las mujeres son adiestradas para ser sumisas y obedientes a los varones.

    No todas las culturas, ni siquiera las guerreras, desarrollan un sistema de dominación masculina. "El que la dominación masculina forma parte de la solución a las tensiones depende de la configuración de la cultura que prevalece previamente", escribe Sanday. Pero muchas culturas evolucionan de la participación en al guerra a la dominación masculina, hasta llegar a la creación de una cultura guerrera. En tales culturas la guerra era la actividad masculina más importante. En la guerra el hombre arriesgaba la vida por su familia y su grupo, adquiriendo así una función valiosa. En las culturas guerreras la mujer está sometida al hombre y menos valorada que él. Pero las mujeres han aceptado semejante sometimiento y desvalorización. Rara vez una mujer ha imaginado convertirse en guerrera y desafiar la muerte. En cambio, ha dependido de la protección de los guerreros varones. Cuando aparece la guerrera masculina, una mujer necesita protección frente a otros guerreros, sobre todo si está embarazada o al cuidado de hijos pequeños. Con frecuencia, el precio de tal protección ha sido su sometimiento, pero es el precio que debe pagar por su supervivencia y la del grupo.

    La evolución de la guerra y el desarrollo de culturas guerreras en ciertas sociedades explica la subordinación de las mujeres en Europa, en la época del descubrimiento de la escritura. Entre la sociedades prehistóricas europeas existía la guerra: por ejemplo, la mayoría de los objetos micénicos hallados son armas o retratos de guerreros. Una vez se desarrollo la cultura guerrera, se convirtió en un sistema casi inexpugnable. Aseguraba la supervivencia del grupo en lo que se había convertido en un mundo hostil. Sus valores se transmitían a las futuras generaciones y se consideraban naturales e inevitables. Las creencias, historias y religiones de un grupo justificaban y glorificaban la guerra y a los guerreros masculinos. Así ocurre en los primero escritos de la cultura europea. La épica griega de Homero, las Doce Tablas de la Antigua Roma, el Pentateuco de los hebreo, todos describen culturas guerreras en las que la subordinación de las mujeres está establecida.
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    Mensaje por Paulina Sáb Mar 10, 2012 2:42 am

    Allá por el año 1884 ya un señorconocido por el nombre de Engels daba este tipo de información. Triste que por ser un hombre, las mujeres no crean en su estudio dialéctico y esperen a que sean mujeres las que lo expliquen para creerlo. Echar un vistazo al origen de la famiia, la propiedad privada y el estado y comprobareis que este tipo de trabajos complementan aquel otro. No niegan lo que Engels presenta sino por el contrario.

    Espero que las feministas se denomimen o no marxistas pero con mayor motivo éstas últimas, puedan ver sus errores.

    Salud

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