Sendas de fuego (Brunete)
texto de Mike Blacksmith
publicado en Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores - S.B.H.A.C. - sección de Relatos (y poemas) breves de la Guerra Civil española y la posguerra.
Dado lo denso del texto se publica en el Foro en dos mensajes
---mensaje nº 1---
Sí, a las 22 horas del día 5 de julio de 1937, con la fresca del anochecer, los soldados de la 10 Brigada Mixta de la 46 División republicana que mandaba Valentín González, "El Campesino", se infiltraron en el más absoluto silencio, entre las posiciones de la 71 División rebelde del Vértice de los Llanos, y el pueblo de Quijorna. El Batallón Especial del V Cuerpo de Ejercito iba en vanguardia. Sigilosos, los soldados republicanos atravesaban los ondulados páramos, como sombras guerreras, cargados de bombas de mano, fusiles-ametralladores, morteros ligeros, ametralladoras Maxim y una fuerte provisión de explosivos de toda clase. Su misión: infiltrase en la retaguardia enemiga, tomar por sorpresa sus posiciones y asegurarlas para que la masa de maniobra de la infantería de reserva y la brigada de carros pudiera avanzar y conquistar los puntos fuertes del enemigo en una arrolladora ofensiva. La moral era excelente. En días anteriores, el Comisario de la Brigada, e incluso otras personalidades de Partido Comunista les habían encarecido para que dieran todo lo que llevaban dentro. Iba a ser una batalla grandiosa para las armas de la República. Las ocho mejores Divisiones del Ejercito del Centro iban a copar en dos rápidas maniobras a nada menos que el cuerpo de ejercito de los duros hombres de Yagüe.
Mucho y bien se había preparado esta ofensiva, cuya paternidad recaía en el general Miaja, Jefe del Ejercito del Centro, y Vicente Rojo, su Jefe de Estado Mayor. Atrás quedaban las victorias defensivas del Jarama y de Guadalajara, y también las frustrantes ofensivas de Segovia-La Granja y de Huesca, dos fracasos del Ejercito Popular, ambas para salvar el Norte. Brunete ya no podría salvar Bilbao, que había sido tomado por Dávila, que sustituía a Mola, muerto en accidente de aviación cuando acudía a inspeccionar el frente de Segovia. Pero bien podía salvar Santander obligando a Franco a distraer sus fuerzas del Norte para taponar la brecha que la avalancha republicana iba a producir en el frente madrileño. La ofensiva estaba bien planteada. Un ataque de Norte a Sur a cargo de los Cuerpos de Ejercito V y XVIII, de Modesto y Jurado, partiendo de posiciones cercanas a Valdemorillo con objetivos finales de alcanzar Navalcarnero y Móstoles respectivamente, y un segundo ataque de Este a Oeste que desde las posiciones del Manzanares a la altura de Usera y Carabanchel y a cargo del II Cuerpo de Romero cerraría la bolsa, enlazando en Alcorcón con las tropas del XVIII Cuerpo. Para la primera acción se habían concentrado en los alrededores de Valdemorillo las divisiones del V Cuerpo de Modesto que en aquella batalla fueron la 46 del Campesino, la 11 de Lister y la 35 Internacional de Walter. Cubriendo el flanco izquierdo del ataque, el XVIII Cuerpo de Jurado, con las divisiones 34 de Galán, la 10 de Enciso y la 15 internacional mandada por Gal. En la reserva, la 45 Internacional de Kleber y la 47 de Durán. En el frente del Manzanares, el II Cuerpo del Teniente Coronel Romero, disponía de las divisiones 24 de Gallo y la 4 de Bueno.
A medianoche, la 100 Brigada Mixta de la 11 División, formada por fogueados veteranos de la 1ª Brigada Mixta y reemplazos de reciente instrucción, y al mando del Mayor de Milicias, Luis Rivas, siguió los pasos de sus compañeros de la 46 División y sin ningún tropiezo y sin que el enemigo lo advirtiera y bordeando la carretera de Villanueva de la Cañada a Brunete, se plantaron al amanecer frente al dormido Brunete, donde su reducida guarnición poco pudo hacer por defenderse. Los soldados de la 100, en cuanto las primeras luces del día aclararon, calaron bayonetas, se repartieron las bombas de mano, emplazaron sus máquinas y a una voz de su comandante se levantaron y cargaron contra las primeras casas del pueblo. El griterío alertó a la guarnición. Pero todo fue inútil. Compañía tras compañía, el Batallón de vanguardia, desalojó a los estupefactos falangistas que trataban de organizar la resistencia. El puesto de mando rebelde y algunos edificios resistieron aún unas horas, pero el fuego cruzado de las ametralladoras del batallón y el bien dirigido tiro de fusilería acompañado de rápidos asaltos terminó con las últimas resistencias. Los prisioneros fueron enviados a retaguardia, mientras en hileras, tirando de los mulos de aprovisionamiento, el resto de la Brigada dispuso una primera cobertura del perímetro. Los soldados registraron las casas del pueblo buscando botín de guerra, pero también otras cosas, tabaco, coñac, ¡lo que cayera! Y lo hubo abundante, coches, camiones cargados de material, y hasta un cañón contracarro alemán del 37. Apareció un pelotón que llevaba detenidas dos chicas que eran muy guapas. Las miraron con codicia, aunque con respeto. Ellas dijeron que eran desplazadas, pero estaba clarísimo que estaban ayudando a la logística de los rebeldes. El comandante quiso ser severo con ellas pero no fue capaz, y como la tropa revoloteaba curiosa a su alrededor, e incluso se oían comentarios sabrosos, decidió remitirlas a la retaguardia con un informe que escribió el comisario. Resultó que eran aristócratas andaluzas, aunque hablaban tan fino como los de Valladolid. También parece que en el envite donde fueron capturadas hubo sus más y sus menos en el trato que les dieron y que unos alféreces facciosos, ya rendidos, quisieron protegerlas, y fueron muertos por los soldados en el forcejeo que siguió.
Los cocineros de la Brigada prepararon café caliente en hornillos portátiles, era el desayuno aplazado. Pero a esta hora ya hacía un calor del demonio y casi nadie lo quiso, la tropa buscó rápida sombra por los alrededores del pueblo. Nadie se explicaba que hacían allí parados dos batallones de la Brigada. Por la carretera de Sevilla la Nueva no se veía un alma, ni amiga ni enemiga. Una hora después llegaron unidades de la 9ª Brigada Mixta, encuadrada también en la 11 División, que tomaron posiciones por la carretera de Boadilla del Monte. Luego se destacó un batallón de dicha brigada para completar el cerco de Villanueva de la Cañada que por lo visto resistía a la 34 División del XVIII. Desde luego había tomate, pues los hombres de la 100 oyeron durante toda la mañana cañoneo y fuego de fusilería. Un prisionero locuaz, todavía con la camisa azul, le dijo a la tropa que el día anterior un tabor de regulares que guarnecía Brunete había partido para Quijorna, donde, estando la plaza fuertemente fortificada, y habiendo el Campesino dispersado sus fuerzas en ataques poco eficaces, los camaradas de la 10 Brigada de la 46 División tenían una buena ensalada de tiros. Modesto advirtió a media mañana la mala maniobra de su jefe de División, y como le conocía y le vigilaba en corto, partió para allá queriendo poner un poco de orden a los fogosos pero inútiles ataques del Campesino. Llegó la motorista, nuestra enlace con la Comandancia, había que recontar todo lo requisado y mandarlo a retaguardia. Además, el comandante de la Brigada pidió permiso para explorar la carretera de Sevilla la Nueva, destacando una fuerza motorizada, de motocicletas, y camiones, pues ni los carros, ni los auto ametralladoras-cañón habían llegado a esas horas. Después llegó el mismísimo Líster. Venía muy alterado porque tenía ambos flancos desguarnecidos, ni la 46 cubría el ala derecha, ni las fuerzas del XVIII habían conseguido rebasar Villanueva de la Cañada y enlazar con nuestro flanco izquierdo donde la 1ª Brigada se desplegaba en esos momentos. Lister comenzó a despotricar contra El Campesino, al que odiaba fraternalmente, también contra Jurado, el jefe del XVIII, que tenía retenidas a la 15 y a la 10 Divisiones. Y el buenazo de Álvarez, su comisario de división, trataba de consolarle. Pero la verdad era que Miaja y Rojo estaban remisos en destacar las reservas. Asombrados por la facilidad de la maniobra de Líster y temerosos de la reacción franquista que pudiera copar a la 11, no dieron permiso de avance sin que los flancos estuvieran bien asegurados. El mismo Líster estuvo de acuerdo. Pero los fascistas resistían en tres puntos, dos en la retaguardia de la 46, el vértice de los Llanos, unas alturas cercanas al río Perales, y el pueblo de Quijorna que tenía una fuerte guarnición y estaba bien atrincherada. Y otro a la retaguardia de la 11 pero en el sector del XVIII que era Villanueva de la Cañada, y que caería a la mañana siguiente por la acción decisiva de un batallón de carros y el arrojo de la infantería de la 34 que entró a bombazo de mano limpio y a la bayoneta calada.
Mientras tanto, la fuerza destacada en dirección a Sevilla la Nueva alcanzó esta población, algunos de cuyos habitantes huyeron despavoridos. Los exploradores descendieron de los vehículos y se apostaron entre los secos matorrales. No vieron enemigo por ninguna parte, ni aviación facciosa, ni movimiento de fuerza armada. No teniendo órdenes precisas de avanzar y dado lo exiguo de la fuerza, el capitán que la mandaba, ordenó la retirada no sin cierta pesadumbre. ¡Si hubiera estado allí los tanques! Podrían haber llegado a Navalcarnero en unas horas. La aviación republicana entró en acción sobre los focos de resistencia y otras columnas enemigas en retirada. Sobre las diez, unidades rebeldes se adentraron por el sector de la 1ª Brigada con la intención de socorrer Villanueva. La primera contraatacó y los facciosos se atrincheraron en unas alturas cercanas a Brunete. Se trataba de tropas de categoría, nada menos que el batallón de la Victoria mandado por un decidido oficial rebelde dispuesto a plantarle cara a Lister, quién inmediatamente organizó el ataque a la posición enemiga. Pero el 75 Batallón rebelde no cedió, pese a sufrir grandes bajas. Unidades de moros y legionarios fueron destacadas también horas más tarde al frente y a la derecha de nuestras posiciones en Brunete, pero no entraron en acción hasta el día siguiente. Para Modesto, el momento era crítico. Habló con el estado Mayor y con el mismo Jurado y les propuso que adelantaran sus hombres hasta enlazar con las tropas de Líster. Pero ni Miaja ni Rojo tenían la confianza de Modesto en su tropa. Únicamente, algunos batallones internacionales de la 15 se encaminaron hacia el Vértice Mosquito, aunque no pudieron cruzar el Guadarrama. Atardeció sobre los combatientes de la 100, que buscaron acomodo como mejor pudieron sobre las recién cavadas trincheras que el comandante había ordenado. A sus espaldas seguía el fregado, la 34 división con el apoyo de los internacionales de la 15 despejaban y hacían retirarse a la guarnición de Villanueva de la Cañada, y la 10 brigada de la 46 peleaba en Quijorna y en Los Llanos, todavía sin resultados. Pocos durmieron esa noche, los estampidos de la artillería e incluso de la aviación, relampagueaban en el horizonte a espaldas de los combatientes de Brunete. En Los Llanos, en Quijorna y en Villanueva de la Cañada se peleaba duramente contra sus decididos defensores.
En esta última localidad, el batallón británico de la 15 División internacional sufrió una artera emboscada de los rebeldes, que usando civiles como parapetos, trataban de romper el cerco. Cuando los británicos se hicieron con el control, no tuvieron muchas contemplaciones con los supervivientes. Era vital para la República limpiar cuanto antes aquellos focos de resistencia, de lo contrario peligraba la ofensiva, que como bien habían explicado los comisarios, no sólo se trataba de estrangular las tropas de Yagüe, sino obligar a Franco a retirar las Brigadas Navarras del frente de Santander. Por tanto, era previsible que el contraataque enemigo cayera sobre Brunete en cuestión de días, incluso de horas. El mismo Modesto no se explicaba el porqué del retraso del XVIII, y por qué Miaja le retenía parte de la 35 División, que bien empleada y con el apoyo de los tanques podía resolver de un solo golpe todo el ala derecha de la ofensiva. Pero así estaban las cosas. Para colmo de males, en el Puesto de Mando de la 11 se recibió la noticia de que todo el II Cuerpo de Romero se replegaba luego de un fácil avance hasta la carretera de Toledo. Las fuerzas que les hicieron retroceder no eran de envergadura, pero los soldados de Romero, ha poco milicianos, combatían mejor a la defensiva, con Madrid a sus espaldas. En las ofensivas se desorientaban, perdían el enlace con sus oficiales y rápidamente creían verse copados. La presencia de aviación en campo abierto les impelía a correr en todas direcciones, en vez de buscar refugio en las ondulaciones del terreno, como hacían los veteranos del V. Aún no eran verdaderos soldados del Ejercito Popular de la República. De amanecida, la tropa de la 100 se encontró con la cuba de agua vacía. Hubo que ir al pueblo a llenarla y el pelotón a su cargo se llevó un buen rapapolvo.
El caso es que la tropa se quedó en ayunas, lo que cabreó mucho al personal. Afortunadamente no faltó coñac para enjuagar la boca y matar el gusanillo. Nos enteramos de que Villanueva de la Cañada había sido tomada por la 34 y que había gran cantidad de prisioneros y botín de guerra, dijeron también que cayó un Coronel fascista. Todavía temprano aparecieron por el sur escuadrillas de aviones facciosos que bombardearon nuestras posiciones y las columnas de abastecimiento, haciendo mucho daño en hombres y precioso material, hasta que apareció "La Gloriosa" con sus excelentes Moscas I-16 y los dispersó. Lister ordenó a la 1ª Brigada que adelantara sus posiciones para enlazar con otras unidades del XVIII, que por fin se ponían en marcha, contactando finalmente en el puente de la carretera a Boadilla y que cruza el Guadarrama, con unidades de la 34 y de la 15 Internacional. A nuestra derecha también entraron en acción los internacionales de la 35, concretamente la XI Brigada, y para completar esta brillante maniobra, la 101 brigada de la 46 División del Campesino, que había sido creada a la par que la nuestra, atacó con coraje, en ese mismo sector, sobre el Monte Perales, expulsando de allí a elementos de vanguardia de la 150 División franquista (los moros) a los que hizo una carnicería. Y para terminar estas excelentes noticias, El amigo Jurado y previa preparación artillera y aérea lanzó la 10 División de Enciso y una brigada de la 45 Internacional contra Villanueva del Pardillo. ¡La ofensiva era generalizada! En ese estado de cosas. La 11 División recibió la orden de Modesto de profundizar al sur y al sudeste. Orden que recayó sobre la 9ª. Mientras la 1ª se empeñaba en un duro combate contra la cota que dominaba el 75 Batallón del enemigo. Ya muy debilitado por nuestro fuego de artillería y aviación. En cuanto a nosotros, se formó el batallón y tras repartir algunas provisiones y munición saltamos los parapetos y corrimos por la carretera de Sevilla la Nueva para tantear las posiciones de la 1ª Bandera de la Legión. Nos recibieron con fuego de maquinas automáticas, de las que tenían gran abundancia, pero del grupo de exploradores se destacaron unos hombres que les abrasaron con bombas de mano. Clavados en el suelo, les veíamos saltar de las trincheras y correr perseguidos por nuestros valientes exploradores. Era fácil distinguirlos, si tenían esos ridículos pantalones ceñidos a la pantorrilla eran legionarios, y si llevaban los bajos sueltos hasta las alpargatas, eran de los nuestros. Tomamos la posición y nos hicimos con sus máquinas, que sorprendentemente era rusas, seguramente perdidas por nuestros milicianos en las batallas de octubre a noviembre del 36.
Unos vehículos que venían a nuestra retaguardia retiraron los heridos pero no las máquinas que nos adjudicamos inmediatamente. El enemigo no contraatacó ese día nuestra nueva posición que estaba como a un kilómetro al sur del cruce de la carretera del Sevilla la Nueva con la de Villaviciosa. Lo que aprovechamos para fortificarnos y construir sombrajos donde refugiarnos del sofocante calor. Otro problema que se nos planteó fue el agua. Había que ir a por ella al pueblo con un par de mulos. Por tanto, se racionó a cantimplora por día y hombre, lo que era del todo insuficiente. Vimos pasar aviones alemanes que descargaron su mortífera carga contra nuestros puestos de retaguardia y carreteras aledañas. También nuestros cazas les hicieron frente con fortuna aunque no vimos aviones derribados. En la cota 633 se peleaba terriblemente, Líster se había destacado allí tomando las alturas circundantes pero el enemigo se defendía en esa loma con gran tenacidad, y hubo muchas bajas. Los internacionales de la 15 atacaron en dirección a la carretera de Boadilla con su arrojo acostumbrado obligando al enemigo a replegarse. Se decía que una compañía de la XV Brigada Internacional con el apoyo de una escuadrón de tanques había alcanzado las afueras de Boadilla del Monte, teniendo posteriormente que retirarse perseguidos por fuerzas de refresco franquistas que acudieron prestas a taponar la brecha. Otra buena noticia era que la 34 División había cruzado el Guadarrama en algunos puntos y amenazaba Villafranca del Castillo por el Sur, mientras se encontraba combatiendo victoriosamente por unas posiciones denominadas Loma Mocha y el castillo de Villafranca. La ofensiva parecía ir bien, la acción del XVIII Cuerpo, aunque algo tardía, asustó al mando franquista lo suficiente para que las brigadas rebeldes, IV y V de Navarra (en realidad, verdaderas divisiones) recibieran la orden de traslado al frente madrileño desde sus posiciones en el Norte. Los rebeldes también desplazaron divisiones en formación como la 108 y la 105, y para completar el masivo despliegue de tropas, crearon una división provisional, la 12 de Asensio, que casi era un cuerpo de ejercito, y que rápidamente tomó posiciones entre Villafranca del Castillo y la posición fortificada Romanillos. Para completar el despliegue, la 13 de Barrón y la 150 marroquí tenían orden de detener a las fuerzas republicanas en el sector de Brunete y también el furioso embate de la 101 Brigada del Campesino al norte de Perales de Mina. En el sector de Los Llanos, todavía resistían pequeñas unidades rebeldes, aunque muy desorganizadas. Se esperaba que la 10 Brigada limpiara la zona en las próximas horas. Por desgracia, un nuevo ataque del II Cuerpo de Romero fue duramente rechazado con gran fuego artillero y aéreo. Visto el gran refuerzo que los facciosos hicieron en el sector de ese frente, quedaba claro que la ofensiva dependía exclusivamente de las fuerzas del V y del XVIII. Los días siguientes fueron terribles en todos los sectores de la batalla. Continuaron los éxitos republicanos con la toma de Los Llanos al amanecer del día 8. Hubo allí escenas dantescas entre los moros supervivientes, unos se suicidaron en masa, otros realizaron ataques suicidas contra las patrullas de vanguardia de la 10 Brigada.
Hubo que cazarlos uno a uno pues parecían enloquecidos por la sed y las penurias pasadas. El XVIII tuvo un resonante éxito y logró cruzar el Guadarrama en toda su amplitud preparándose para atacar la línea fortificada Vértice Mosquito-Romanillos. Villanueva del Pardillo quedó completamente cercada y caería finalmente el día 10 con el consiguiente avance de la 10 División hasta las afueras de Villafranca del Castillo. En el sector del V, Quijorna costó mucho tomarlo, hubo que emplearse a fondo, pues los franquistas consiguieron reforzarlo en una audaz operación. Se emplearon fuerzas de la brigada de tanques, caballería y además de varios batallones de la 10 Brigada otro de la 11, el nuestro, que relevado de nuestras posiciones al sur de Brunete el día 8, entramos en acción contra dicha población apoyando el ataque de la 10 Brigada. La marcha fue rápida y fatigosa, en parte caminando por carretera, en parte por el llano y a la descubierta. La aviación enemiga había castigado duramente nuestros suministros, y había mucho material destrozado por cunetas y badenes. También había soldados sin enterrar, con los cuerpos hinchados y oliendo como sólo los cadáveres humanos lo hacen. Esto irritó mucho a la tropa, y se elevó una queja a Álvarez, Comisario de la División, porque muchos reconocían a compañeros en los muertos. Arrastrando nuestras pesadas Maxim, los morteros ligeros, los fusiles ametralladores, y los macutos repletos de munición y bombas de mano, alcanzamos nuestras posiciones al amanecer. Íbamos bien armados y equipados. Sólo el agua, el maldito agua, nos traía de cabeza. Se sudaba abundantemente, sobre todo las dotaciones de las Maxim. Teníamos muy buena opinión de estas máquinas, pero nunca entendimos por qué los rusos le habían puesto aquellas ruedas macizas, y lo que es peor, el pesado escudo que la protegía. Tirar de más de cincuenta kilos, bajo aquel sol de justicia, sin agua, y huyendo de la aviación enemiga, era una autentica tortura. Además, competían con nosotros por la escasa agua. Pero todo se lo perdonábamos cuando entraban en acción con su seguro tiroteo y su fiabilidad mecánica. La batalla fue muy dura. El propio Modesto la dirigía porque no confiaba en absoluto en la pericia del Campesino. Organizó certeramente el fuego artillero y coordinó los bombardeos aéreos de los Katiuska con la acción terrestre. Modesto era un buen táctico. A las diez de la mañana del día 9, nuestra artillería inició un preciso y rápido bombardeo que dejó a los defensores aturdidos.
Instantes después, la aviación descargó su fuego sobre sus trincheras sin darles tiempo a replegarse a posiciones más seguras, como habitualmente hacían cuando tronaba la artillería republicana. La compañía especial de la 46 División avanzó resuelta y atacó el cementerio mientras otras unidades lo hacían simultáneamente contra las alturas que protegían la población. Emboscados entre los olivares, les tiroteamos cuando se replegaban. Cedían en todas partes. Modesto ordenó entonces atacar al escuadrón de T-26 y pegados a su trasera y esquivando su fuego automático cargamos contra su flanco con grave peligro de cerco para ellos. En ese momento, nuestra caballería les cayó encima y ya fue su desbandada. Entramos en el pueblo protegidos por los carros y pegados a las paredes para evitar los pacos. Quijorna era nuestro. Fue una acción magnífica de Modesto, que en esta ocasión demostró que no sólo era capaz de mandar un cuerpo de ejercito, sino que si hacía falta, se ponía en primera línea y mandaba, los batallones y la compañías como el mejor capitán. Lastima que no hubiera emprendido esta acción el primer día de la ofensiva. Debido a fuertes contraataques de la 13 División rebelde, fuimos destacados de nuevo al frente al sudeste de Brunete. Los fascistas atacaron con terrible eficacia, coordinando, como sólo ellos sabían, su artillería y su aviación. Los aviones He-51, protegidos por los modernísimos Me-109, formaban una cadena continua de ataque en picado sobre nuestras posiciones que, causaba gran mortandad cuando sus bombas de 50 kilos nos caían del cielo mezcladas con bidones de gasolina. Su efecto era terrible. Levantaba los hombres y los sacos terreros varios metros del suelo, y luego, una pegajosa espuma negruzca quedaba ardiendo sobre todo lo que alcanzaba la vista. La primera vez que recibimos ese tipo de ataque quedamos tan aterrorizados que la tropa no se movió de los agujeros donde se acurrucaba hasta pasado un buen rato del bombardeo. Para terminar de destrozarnos, y cuando nos creíamos sobrevivientes del mismo infierno, su artillería pesada nos castigó con no menos estrago. No hubo apenas unos minutos entre el ultimo cañonazo y el griterío creciente que nos anunció que los legionarios cargaban. Recuerdo como nuestro Comisario agarró a los supervivientes de la camisa y los levantó a voces para que pusieran las Maxim a funcionar, porque era imposible reaccionar y tener la mente fría después de lo que nos había caído encima. Aquella parálisis que la combinación de ataques aéreos y artilleros provocaba, dejaba compañías enteras a merced del enemigo. Sólo la enorme valentía de algunos oficiales y comisarios conseguía sacar a la tropa del aturdimiento y desorientación que semejante lluvia de fuego y metralla producía. Además, al poco de reaccionar, al sentir en la piel, aquellos gritos inhumanos que el enemigo daba, nos quedó a la vista, en sus más amplia y desoladora expresión, lo que habían sido nuestros parapetos, regados de cadáveres destrozados, carbonizados, en los que pese a todo, reconocíamos a nuestros camaradas. Y en este trance, un clamor gimiente, un odio irrefrenable recorrió nuestras filas, que reaccionando con automatismo al oír el tranquilizador tiro de nuestras Maxim, se transformó en un arrojo inexplicable que nos impelía a saltar de los parapetos y correr contra el enemigo para destriparlo y abrasarlo a bombazos, culpable al fin y al cabo de hacer una guerra tan inhumana.
Y así fue. El batallón, rabioso, pero cargado de gravedad, caló bayonetas y casi sin correr, con los dientes apretados y el valor enloquecido de los sobrevivientes, avanzó contra las oleadas legionarias, quienes al vernos en tan loco pero desafiante ataque, flaquearon y quedaron mudos, no pudiendo creerse lo que veían. La matanza que siguió fue inenarrable. Los oficiales legionarios, aún más tenaces que su hombres, impidieron la desbandada pistola en mano, liquidando sin piedad a los remisos. No les quedó más remedio que enfrentársenos. De aquella compañía del Tercio no hubo supervivientes, pues los pocos que optaron por rendirse fueron muertos en el acto, casi sin mirarlos, con un odio atroz. Cuando el comandante de la Brigada consiguió retomar el control, bien podía haber disuelto el batallón, pues sólo 90 hombres quedábamos ilesos.
Al volver a nuestras posiciones, nadie pudo hablar, aquel sofocante calor y el terror y la furia, dejaron nuestras bocas y nuestras gargantas completamente secas. Y además no había agua. En todo el sector de la 11 División, la lucha había sido durísima, terribles bombardeos seguidos de furiosos avances rebeldes y prontos contraataques republicanos. Pero ellos eran relevados por tropas de refresco y nosotros no. Pues las reservas del V estaban empeñadas, concretamente en nuestro flanco derecho y además en peores aprietos. Tres batallones de la 150 División enemiga asaltaron las posiciones de la XI Brigada Internacional. Hasta el día 12, todo el V Cuerpo aguantó firme la impresionante embestida fascista. Afortunadamente, en el sector del XVIII, la 34 División tomó el vértice Mocha poniendo en apuros las posiciones enemigas de Villafranca del Castillo. En cuanto a la línea fortificada Vértice Mosquito-Romanillos, la 15 División Internacional, al límite de los soportable, atacó y atacó una y otra vez, hasta que las compañías se disolvían en la nada y los batallones quedaban en pelotones. Y en los ojos de estos valerosos combatientes iba quedando sedimentada la faz de la locura, ora indiferente a todo, ora iracunda, ora temerosa. Habiendo unidades de la 34 de relevarles so pena de que cayeran muertos de agotamiento. O quizá llegado al límite que todo soldado tiene, los soldados pasearían desnudos por los parapetos sin importarles un bledo los tiradores enemigos o incluso le pegarían un tiro a un estúpido oficial incapaz de comprender la situación. La División del Campesino siempre era motivo de rumores y macutazos.
La compañera enlace nos dijo mientras cavábamos pozos antiaéreos y sin descender de la motocicleta, que había aparecido muerta y con las testículos en la boca toda una compañía republicana en el sector del río Perales. Y que el Campesino había organizado inmediatamente un ataque frontal, casi suicida, donde un tabor de moros había sido capturado. Se decía que los hombres del Campesino los habían fusilado en silencio, uno por uno, sin gritos ni palabra alguna, ni por parte de fusilados ni de fusiladores. Tanto horrores y en tan pocos días, y la patente imposibilidad de continuar la ofensiva debilitaron la moral de la tropa, aunque no de los hombres conscientes. No sabíamos que lo peor estaba aún por llegar, que llegaríamos a beber de los pozos emponzoñados por cadáveres sin enterrar, que la disentería nos dejaría exhaustos, y que jamás seríamos relevados de aquellas posiciones infernales donde durante días y días, artillería, aviación, tanques e infantería se abatirían sobre nosotros hasta aniquilarnos pero no vencernos.
texto de Mike Blacksmith
publicado en Sociedad Benéfica de Historiadores Aficionados y Creadores - S.B.H.A.C. - sección de Relatos (y poemas) breves de la Guerra Civil española y la posguerra.
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---mensaje nº 1---
Sí, a las 22 horas del día 5 de julio de 1937, con la fresca del anochecer, los soldados de la 10 Brigada Mixta de la 46 División republicana que mandaba Valentín González, "El Campesino", se infiltraron en el más absoluto silencio, entre las posiciones de la 71 División rebelde del Vértice de los Llanos, y el pueblo de Quijorna. El Batallón Especial del V Cuerpo de Ejercito iba en vanguardia. Sigilosos, los soldados republicanos atravesaban los ondulados páramos, como sombras guerreras, cargados de bombas de mano, fusiles-ametralladores, morteros ligeros, ametralladoras Maxim y una fuerte provisión de explosivos de toda clase. Su misión: infiltrase en la retaguardia enemiga, tomar por sorpresa sus posiciones y asegurarlas para que la masa de maniobra de la infantería de reserva y la brigada de carros pudiera avanzar y conquistar los puntos fuertes del enemigo en una arrolladora ofensiva. La moral era excelente. En días anteriores, el Comisario de la Brigada, e incluso otras personalidades de Partido Comunista les habían encarecido para que dieran todo lo que llevaban dentro. Iba a ser una batalla grandiosa para las armas de la República. Las ocho mejores Divisiones del Ejercito del Centro iban a copar en dos rápidas maniobras a nada menos que el cuerpo de ejercito de los duros hombres de Yagüe.
Mucho y bien se había preparado esta ofensiva, cuya paternidad recaía en el general Miaja, Jefe del Ejercito del Centro, y Vicente Rojo, su Jefe de Estado Mayor. Atrás quedaban las victorias defensivas del Jarama y de Guadalajara, y también las frustrantes ofensivas de Segovia-La Granja y de Huesca, dos fracasos del Ejercito Popular, ambas para salvar el Norte. Brunete ya no podría salvar Bilbao, que había sido tomado por Dávila, que sustituía a Mola, muerto en accidente de aviación cuando acudía a inspeccionar el frente de Segovia. Pero bien podía salvar Santander obligando a Franco a distraer sus fuerzas del Norte para taponar la brecha que la avalancha republicana iba a producir en el frente madrileño. La ofensiva estaba bien planteada. Un ataque de Norte a Sur a cargo de los Cuerpos de Ejercito V y XVIII, de Modesto y Jurado, partiendo de posiciones cercanas a Valdemorillo con objetivos finales de alcanzar Navalcarnero y Móstoles respectivamente, y un segundo ataque de Este a Oeste que desde las posiciones del Manzanares a la altura de Usera y Carabanchel y a cargo del II Cuerpo de Romero cerraría la bolsa, enlazando en Alcorcón con las tropas del XVIII Cuerpo. Para la primera acción se habían concentrado en los alrededores de Valdemorillo las divisiones del V Cuerpo de Modesto que en aquella batalla fueron la 46 del Campesino, la 11 de Lister y la 35 Internacional de Walter. Cubriendo el flanco izquierdo del ataque, el XVIII Cuerpo de Jurado, con las divisiones 34 de Galán, la 10 de Enciso y la 15 internacional mandada por Gal. En la reserva, la 45 Internacional de Kleber y la 47 de Durán. En el frente del Manzanares, el II Cuerpo del Teniente Coronel Romero, disponía de las divisiones 24 de Gallo y la 4 de Bueno.
A medianoche, la 100 Brigada Mixta de la 11 División, formada por fogueados veteranos de la 1ª Brigada Mixta y reemplazos de reciente instrucción, y al mando del Mayor de Milicias, Luis Rivas, siguió los pasos de sus compañeros de la 46 División y sin ningún tropiezo y sin que el enemigo lo advirtiera y bordeando la carretera de Villanueva de la Cañada a Brunete, se plantaron al amanecer frente al dormido Brunete, donde su reducida guarnición poco pudo hacer por defenderse. Los soldados de la 100, en cuanto las primeras luces del día aclararon, calaron bayonetas, se repartieron las bombas de mano, emplazaron sus máquinas y a una voz de su comandante se levantaron y cargaron contra las primeras casas del pueblo. El griterío alertó a la guarnición. Pero todo fue inútil. Compañía tras compañía, el Batallón de vanguardia, desalojó a los estupefactos falangistas que trataban de organizar la resistencia. El puesto de mando rebelde y algunos edificios resistieron aún unas horas, pero el fuego cruzado de las ametralladoras del batallón y el bien dirigido tiro de fusilería acompañado de rápidos asaltos terminó con las últimas resistencias. Los prisioneros fueron enviados a retaguardia, mientras en hileras, tirando de los mulos de aprovisionamiento, el resto de la Brigada dispuso una primera cobertura del perímetro. Los soldados registraron las casas del pueblo buscando botín de guerra, pero también otras cosas, tabaco, coñac, ¡lo que cayera! Y lo hubo abundante, coches, camiones cargados de material, y hasta un cañón contracarro alemán del 37. Apareció un pelotón que llevaba detenidas dos chicas que eran muy guapas. Las miraron con codicia, aunque con respeto. Ellas dijeron que eran desplazadas, pero estaba clarísimo que estaban ayudando a la logística de los rebeldes. El comandante quiso ser severo con ellas pero no fue capaz, y como la tropa revoloteaba curiosa a su alrededor, e incluso se oían comentarios sabrosos, decidió remitirlas a la retaguardia con un informe que escribió el comisario. Resultó que eran aristócratas andaluzas, aunque hablaban tan fino como los de Valladolid. También parece que en el envite donde fueron capturadas hubo sus más y sus menos en el trato que les dieron y que unos alféreces facciosos, ya rendidos, quisieron protegerlas, y fueron muertos por los soldados en el forcejeo que siguió.
Los cocineros de la Brigada prepararon café caliente en hornillos portátiles, era el desayuno aplazado. Pero a esta hora ya hacía un calor del demonio y casi nadie lo quiso, la tropa buscó rápida sombra por los alrededores del pueblo. Nadie se explicaba que hacían allí parados dos batallones de la Brigada. Por la carretera de Sevilla la Nueva no se veía un alma, ni amiga ni enemiga. Una hora después llegaron unidades de la 9ª Brigada Mixta, encuadrada también en la 11 División, que tomaron posiciones por la carretera de Boadilla del Monte. Luego se destacó un batallón de dicha brigada para completar el cerco de Villanueva de la Cañada que por lo visto resistía a la 34 División del XVIII. Desde luego había tomate, pues los hombres de la 100 oyeron durante toda la mañana cañoneo y fuego de fusilería. Un prisionero locuaz, todavía con la camisa azul, le dijo a la tropa que el día anterior un tabor de regulares que guarnecía Brunete había partido para Quijorna, donde, estando la plaza fuertemente fortificada, y habiendo el Campesino dispersado sus fuerzas en ataques poco eficaces, los camaradas de la 10 Brigada de la 46 División tenían una buena ensalada de tiros. Modesto advirtió a media mañana la mala maniobra de su jefe de División, y como le conocía y le vigilaba en corto, partió para allá queriendo poner un poco de orden a los fogosos pero inútiles ataques del Campesino. Llegó la motorista, nuestra enlace con la Comandancia, había que recontar todo lo requisado y mandarlo a retaguardia. Además, el comandante de la Brigada pidió permiso para explorar la carretera de Sevilla la Nueva, destacando una fuerza motorizada, de motocicletas, y camiones, pues ni los carros, ni los auto ametralladoras-cañón habían llegado a esas horas. Después llegó el mismísimo Líster. Venía muy alterado porque tenía ambos flancos desguarnecidos, ni la 46 cubría el ala derecha, ni las fuerzas del XVIII habían conseguido rebasar Villanueva de la Cañada y enlazar con nuestro flanco izquierdo donde la 1ª Brigada se desplegaba en esos momentos. Lister comenzó a despotricar contra El Campesino, al que odiaba fraternalmente, también contra Jurado, el jefe del XVIII, que tenía retenidas a la 15 y a la 10 Divisiones. Y el buenazo de Álvarez, su comisario de división, trataba de consolarle. Pero la verdad era que Miaja y Rojo estaban remisos en destacar las reservas. Asombrados por la facilidad de la maniobra de Líster y temerosos de la reacción franquista que pudiera copar a la 11, no dieron permiso de avance sin que los flancos estuvieran bien asegurados. El mismo Líster estuvo de acuerdo. Pero los fascistas resistían en tres puntos, dos en la retaguardia de la 46, el vértice de los Llanos, unas alturas cercanas al río Perales, y el pueblo de Quijorna que tenía una fuerte guarnición y estaba bien atrincherada. Y otro a la retaguardia de la 11 pero en el sector del XVIII que era Villanueva de la Cañada, y que caería a la mañana siguiente por la acción decisiva de un batallón de carros y el arrojo de la infantería de la 34 que entró a bombazo de mano limpio y a la bayoneta calada.
Mientras tanto, la fuerza destacada en dirección a Sevilla la Nueva alcanzó esta población, algunos de cuyos habitantes huyeron despavoridos. Los exploradores descendieron de los vehículos y se apostaron entre los secos matorrales. No vieron enemigo por ninguna parte, ni aviación facciosa, ni movimiento de fuerza armada. No teniendo órdenes precisas de avanzar y dado lo exiguo de la fuerza, el capitán que la mandaba, ordenó la retirada no sin cierta pesadumbre. ¡Si hubiera estado allí los tanques! Podrían haber llegado a Navalcarnero en unas horas. La aviación republicana entró en acción sobre los focos de resistencia y otras columnas enemigas en retirada. Sobre las diez, unidades rebeldes se adentraron por el sector de la 1ª Brigada con la intención de socorrer Villanueva. La primera contraatacó y los facciosos se atrincheraron en unas alturas cercanas a Brunete. Se trataba de tropas de categoría, nada menos que el batallón de la Victoria mandado por un decidido oficial rebelde dispuesto a plantarle cara a Lister, quién inmediatamente organizó el ataque a la posición enemiga. Pero el 75 Batallón rebelde no cedió, pese a sufrir grandes bajas. Unidades de moros y legionarios fueron destacadas también horas más tarde al frente y a la derecha de nuestras posiciones en Brunete, pero no entraron en acción hasta el día siguiente. Para Modesto, el momento era crítico. Habló con el estado Mayor y con el mismo Jurado y les propuso que adelantaran sus hombres hasta enlazar con las tropas de Líster. Pero ni Miaja ni Rojo tenían la confianza de Modesto en su tropa. Únicamente, algunos batallones internacionales de la 15 se encaminaron hacia el Vértice Mosquito, aunque no pudieron cruzar el Guadarrama. Atardeció sobre los combatientes de la 100, que buscaron acomodo como mejor pudieron sobre las recién cavadas trincheras que el comandante había ordenado. A sus espaldas seguía el fregado, la 34 división con el apoyo de los internacionales de la 15 despejaban y hacían retirarse a la guarnición de Villanueva de la Cañada, y la 10 brigada de la 46 peleaba en Quijorna y en Los Llanos, todavía sin resultados. Pocos durmieron esa noche, los estampidos de la artillería e incluso de la aviación, relampagueaban en el horizonte a espaldas de los combatientes de Brunete. En Los Llanos, en Quijorna y en Villanueva de la Cañada se peleaba duramente contra sus decididos defensores.
En esta última localidad, el batallón británico de la 15 División internacional sufrió una artera emboscada de los rebeldes, que usando civiles como parapetos, trataban de romper el cerco. Cuando los británicos se hicieron con el control, no tuvieron muchas contemplaciones con los supervivientes. Era vital para la República limpiar cuanto antes aquellos focos de resistencia, de lo contrario peligraba la ofensiva, que como bien habían explicado los comisarios, no sólo se trataba de estrangular las tropas de Yagüe, sino obligar a Franco a retirar las Brigadas Navarras del frente de Santander. Por tanto, era previsible que el contraataque enemigo cayera sobre Brunete en cuestión de días, incluso de horas. El mismo Modesto no se explicaba el porqué del retraso del XVIII, y por qué Miaja le retenía parte de la 35 División, que bien empleada y con el apoyo de los tanques podía resolver de un solo golpe todo el ala derecha de la ofensiva. Pero así estaban las cosas. Para colmo de males, en el Puesto de Mando de la 11 se recibió la noticia de que todo el II Cuerpo de Romero se replegaba luego de un fácil avance hasta la carretera de Toledo. Las fuerzas que les hicieron retroceder no eran de envergadura, pero los soldados de Romero, ha poco milicianos, combatían mejor a la defensiva, con Madrid a sus espaldas. En las ofensivas se desorientaban, perdían el enlace con sus oficiales y rápidamente creían verse copados. La presencia de aviación en campo abierto les impelía a correr en todas direcciones, en vez de buscar refugio en las ondulaciones del terreno, como hacían los veteranos del V. Aún no eran verdaderos soldados del Ejercito Popular de la República. De amanecida, la tropa de la 100 se encontró con la cuba de agua vacía. Hubo que ir al pueblo a llenarla y el pelotón a su cargo se llevó un buen rapapolvo.
El caso es que la tropa se quedó en ayunas, lo que cabreó mucho al personal. Afortunadamente no faltó coñac para enjuagar la boca y matar el gusanillo. Nos enteramos de que Villanueva de la Cañada había sido tomada por la 34 y que había gran cantidad de prisioneros y botín de guerra, dijeron también que cayó un Coronel fascista. Todavía temprano aparecieron por el sur escuadrillas de aviones facciosos que bombardearon nuestras posiciones y las columnas de abastecimiento, haciendo mucho daño en hombres y precioso material, hasta que apareció "La Gloriosa" con sus excelentes Moscas I-16 y los dispersó. Lister ordenó a la 1ª Brigada que adelantara sus posiciones para enlazar con otras unidades del XVIII, que por fin se ponían en marcha, contactando finalmente en el puente de la carretera a Boadilla y que cruza el Guadarrama, con unidades de la 34 y de la 15 Internacional. A nuestra derecha también entraron en acción los internacionales de la 35, concretamente la XI Brigada, y para completar esta brillante maniobra, la 101 brigada de la 46 División del Campesino, que había sido creada a la par que la nuestra, atacó con coraje, en ese mismo sector, sobre el Monte Perales, expulsando de allí a elementos de vanguardia de la 150 División franquista (los moros) a los que hizo una carnicería. Y para terminar estas excelentes noticias, El amigo Jurado y previa preparación artillera y aérea lanzó la 10 División de Enciso y una brigada de la 45 Internacional contra Villanueva del Pardillo. ¡La ofensiva era generalizada! En ese estado de cosas. La 11 División recibió la orden de Modesto de profundizar al sur y al sudeste. Orden que recayó sobre la 9ª. Mientras la 1ª se empeñaba en un duro combate contra la cota que dominaba el 75 Batallón del enemigo. Ya muy debilitado por nuestro fuego de artillería y aviación. En cuanto a nosotros, se formó el batallón y tras repartir algunas provisiones y munición saltamos los parapetos y corrimos por la carretera de Sevilla la Nueva para tantear las posiciones de la 1ª Bandera de la Legión. Nos recibieron con fuego de maquinas automáticas, de las que tenían gran abundancia, pero del grupo de exploradores se destacaron unos hombres que les abrasaron con bombas de mano. Clavados en el suelo, les veíamos saltar de las trincheras y correr perseguidos por nuestros valientes exploradores. Era fácil distinguirlos, si tenían esos ridículos pantalones ceñidos a la pantorrilla eran legionarios, y si llevaban los bajos sueltos hasta las alpargatas, eran de los nuestros. Tomamos la posición y nos hicimos con sus máquinas, que sorprendentemente era rusas, seguramente perdidas por nuestros milicianos en las batallas de octubre a noviembre del 36.
Unos vehículos que venían a nuestra retaguardia retiraron los heridos pero no las máquinas que nos adjudicamos inmediatamente. El enemigo no contraatacó ese día nuestra nueva posición que estaba como a un kilómetro al sur del cruce de la carretera del Sevilla la Nueva con la de Villaviciosa. Lo que aprovechamos para fortificarnos y construir sombrajos donde refugiarnos del sofocante calor. Otro problema que se nos planteó fue el agua. Había que ir a por ella al pueblo con un par de mulos. Por tanto, se racionó a cantimplora por día y hombre, lo que era del todo insuficiente. Vimos pasar aviones alemanes que descargaron su mortífera carga contra nuestros puestos de retaguardia y carreteras aledañas. También nuestros cazas les hicieron frente con fortuna aunque no vimos aviones derribados. En la cota 633 se peleaba terriblemente, Líster se había destacado allí tomando las alturas circundantes pero el enemigo se defendía en esa loma con gran tenacidad, y hubo muchas bajas. Los internacionales de la 15 atacaron en dirección a la carretera de Boadilla con su arrojo acostumbrado obligando al enemigo a replegarse. Se decía que una compañía de la XV Brigada Internacional con el apoyo de una escuadrón de tanques había alcanzado las afueras de Boadilla del Monte, teniendo posteriormente que retirarse perseguidos por fuerzas de refresco franquistas que acudieron prestas a taponar la brecha. Otra buena noticia era que la 34 División había cruzado el Guadarrama en algunos puntos y amenazaba Villafranca del Castillo por el Sur, mientras se encontraba combatiendo victoriosamente por unas posiciones denominadas Loma Mocha y el castillo de Villafranca. La ofensiva parecía ir bien, la acción del XVIII Cuerpo, aunque algo tardía, asustó al mando franquista lo suficiente para que las brigadas rebeldes, IV y V de Navarra (en realidad, verdaderas divisiones) recibieran la orden de traslado al frente madrileño desde sus posiciones en el Norte. Los rebeldes también desplazaron divisiones en formación como la 108 y la 105, y para completar el masivo despliegue de tropas, crearon una división provisional, la 12 de Asensio, que casi era un cuerpo de ejercito, y que rápidamente tomó posiciones entre Villafranca del Castillo y la posición fortificada Romanillos. Para completar el despliegue, la 13 de Barrón y la 150 marroquí tenían orden de detener a las fuerzas republicanas en el sector de Brunete y también el furioso embate de la 101 Brigada del Campesino al norte de Perales de Mina. En el sector de Los Llanos, todavía resistían pequeñas unidades rebeldes, aunque muy desorganizadas. Se esperaba que la 10 Brigada limpiara la zona en las próximas horas. Por desgracia, un nuevo ataque del II Cuerpo de Romero fue duramente rechazado con gran fuego artillero y aéreo. Visto el gran refuerzo que los facciosos hicieron en el sector de ese frente, quedaba claro que la ofensiva dependía exclusivamente de las fuerzas del V y del XVIII. Los días siguientes fueron terribles en todos los sectores de la batalla. Continuaron los éxitos republicanos con la toma de Los Llanos al amanecer del día 8. Hubo allí escenas dantescas entre los moros supervivientes, unos se suicidaron en masa, otros realizaron ataques suicidas contra las patrullas de vanguardia de la 10 Brigada.
Hubo que cazarlos uno a uno pues parecían enloquecidos por la sed y las penurias pasadas. El XVIII tuvo un resonante éxito y logró cruzar el Guadarrama en toda su amplitud preparándose para atacar la línea fortificada Vértice Mosquito-Romanillos. Villanueva del Pardillo quedó completamente cercada y caería finalmente el día 10 con el consiguiente avance de la 10 División hasta las afueras de Villafranca del Castillo. En el sector del V, Quijorna costó mucho tomarlo, hubo que emplearse a fondo, pues los franquistas consiguieron reforzarlo en una audaz operación. Se emplearon fuerzas de la brigada de tanques, caballería y además de varios batallones de la 10 Brigada otro de la 11, el nuestro, que relevado de nuestras posiciones al sur de Brunete el día 8, entramos en acción contra dicha población apoyando el ataque de la 10 Brigada. La marcha fue rápida y fatigosa, en parte caminando por carretera, en parte por el llano y a la descubierta. La aviación enemiga había castigado duramente nuestros suministros, y había mucho material destrozado por cunetas y badenes. También había soldados sin enterrar, con los cuerpos hinchados y oliendo como sólo los cadáveres humanos lo hacen. Esto irritó mucho a la tropa, y se elevó una queja a Álvarez, Comisario de la División, porque muchos reconocían a compañeros en los muertos. Arrastrando nuestras pesadas Maxim, los morteros ligeros, los fusiles ametralladores, y los macutos repletos de munición y bombas de mano, alcanzamos nuestras posiciones al amanecer. Íbamos bien armados y equipados. Sólo el agua, el maldito agua, nos traía de cabeza. Se sudaba abundantemente, sobre todo las dotaciones de las Maxim. Teníamos muy buena opinión de estas máquinas, pero nunca entendimos por qué los rusos le habían puesto aquellas ruedas macizas, y lo que es peor, el pesado escudo que la protegía. Tirar de más de cincuenta kilos, bajo aquel sol de justicia, sin agua, y huyendo de la aviación enemiga, era una autentica tortura. Además, competían con nosotros por la escasa agua. Pero todo se lo perdonábamos cuando entraban en acción con su seguro tiroteo y su fiabilidad mecánica. La batalla fue muy dura. El propio Modesto la dirigía porque no confiaba en absoluto en la pericia del Campesino. Organizó certeramente el fuego artillero y coordinó los bombardeos aéreos de los Katiuska con la acción terrestre. Modesto era un buen táctico. A las diez de la mañana del día 9, nuestra artillería inició un preciso y rápido bombardeo que dejó a los defensores aturdidos.
Instantes después, la aviación descargó su fuego sobre sus trincheras sin darles tiempo a replegarse a posiciones más seguras, como habitualmente hacían cuando tronaba la artillería republicana. La compañía especial de la 46 División avanzó resuelta y atacó el cementerio mientras otras unidades lo hacían simultáneamente contra las alturas que protegían la población. Emboscados entre los olivares, les tiroteamos cuando se replegaban. Cedían en todas partes. Modesto ordenó entonces atacar al escuadrón de T-26 y pegados a su trasera y esquivando su fuego automático cargamos contra su flanco con grave peligro de cerco para ellos. En ese momento, nuestra caballería les cayó encima y ya fue su desbandada. Entramos en el pueblo protegidos por los carros y pegados a las paredes para evitar los pacos. Quijorna era nuestro. Fue una acción magnífica de Modesto, que en esta ocasión demostró que no sólo era capaz de mandar un cuerpo de ejercito, sino que si hacía falta, se ponía en primera línea y mandaba, los batallones y la compañías como el mejor capitán. Lastima que no hubiera emprendido esta acción el primer día de la ofensiva. Debido a fuertes contraataques de la 13 División rebelde, fuimos destacados de nuevo al frente al sudeste de Brunete. Los fascistas atacaron con terrible eficacia, coordinando, como sólo ellos sabían, su artillería y su aviación. Los aviones He-51, protegidos por los modernísimos Me-109, formaban una cadena continua de ataque en picado sobre nuestras posiciones que, causaba gran mortandad cuando sus bombas de 50 kilos nos caían del cielo mezcladas con bidones de gasolina. Su efecto era terrible. Levantaba los hombres y los sacos terreros varios metros del suelo, y luego, una pegajosa espuma negruzca quedaba ardiendo sobre todo lo que alcanzaba la vista. La primera vez que recibimos ese tipo de ataque quedamos tan aterrorizados que la tropa no se movió de los agujeros donde se acurrucaba hasta pasado un buen rato del bombardeo. Para terminar de destrozarnos, y cuando nos creíamos sobrevivientes del mismo infierno, su artillería pesada nos castigó con no menos estrago. No hubo apenas unos minutos entre el ultimo cañonazo y el griterío creciente que nos anunció que los legionarios cargaban. Recuerdo como nuestro Comisario agarró a los supervivientes de la camisa y los levantó a voces para que pusieran las Maxim a funcionar, porque era imposible reaccionar y tener la mente fría después de lo que nos había caído encima. Aquella parálisis que la combinación de ataques aéreos y artilleros provocaba, dejaba compañías enteras a merced del enemigo. Sólo la enorme valentía de algunos oficiales y comisarios conseguía sacar a la tropa del aturdimiento y desorientación que semejante lluvia de fuego y metralla producía. Además, al poco de reaccionar, al sentir en la piel, aquellos gritos inhumanos que el enemigo daba, nos quedó a la vista, en sus más amplia y desoladora expresión, lo que habían sido nuestros parapetos, regados de cadáveres destrozados, carbonizados, en los que pese a todo, reconocíamos a nuestros camaradas. Y en este trance, un clamor gimiente, un odio irrefrenable recorrió nuestras filas, que reaccionando con automatismo al oír el tranquilizador tiro de nuestras Maxim, se transformó en un arrojo inexplicable que nos impelía a saltar de los parapetos y correr contra el enemigo para destriparlo y abrasarlo a bombazos, culpable al fin y al cabo de hacer una guerra tan inhumana.
Y así fue. El batallón, rabioso, pero cargado de gravedad, caló bayonetas y casi sin correr, con los dientes apretados y el valor enloquecido de los sobrevivientes, avanzó contra las oleadas legionarias, quienes al vernos en tan loco pero desafiante ataque, flaquearon y quedaron mudos, no pudiendo creerse lo que veían. La matanza que siguió fue inenarrable. Los oficiales legionarios, aún más tenaces que su hombres, impidieron la desbandada pistola en mano, liquidando sin piedad a los remisos. No les quedó más remedio que enfrentársenos. De aquella compañía del Tercio no hubo supervivientes, pues los pocos que optaron por rendirse fueron muertos en el acto, casi sin mirarlos, con un odio atroz. Cuando el comandante de la Brigada consiguió retomar el control, bien podía haber disuelto el batallón, pues sólo 90 hombres quedábamos ilesos.
Al volver a nuestras posiciones, nadie pudo hablar, aquel sofocante calor y el terror y la furia, dejaron nuestras bocas y nuestras gargantas completamente secas. Y además no había agua. En todo el sector de la 11 División, la lucha había sido durísima, terribles bombardeos seguidos de furiosos avances rebeldes y prontos contraataques republicanos. Pero ellos eran relevados por tropas de refresco y nosotros no. Pues las reservas del V estaban empeñadas, concretamente en nuestro flanco derecho y además en peores aprietos. Tres batallones de la 150 División enemiga asaltaron las posiciones de la XI Brigada Internacional. Hasta el día 12, todo el V Cuerpo aguantó firme la impresionante embestida fascista. Afortunadamente, en el sector del XVIII, la 34 División tomó el vértice Mocha poniendo en apuros las posiciones enemigas de Villafranca del Castillo. En cuanto a la línea fortificada Vértice Mosquito-Romanillos, la 15 División Internacional, al límite de los soportable, atacó y atacó una y otra vez, hasta que las compañías se disolvían en la nada y los batallones quedaban en pelotones. Y en los ojos de estos valerosos combatientes iba quedando sedimentada la faz de la locura, ora indiferente a todo, ora iracunda, ora temerosa. Habiendo unidades de la 34 de relevarles so pena de que cayeran muertos de agotamiento. O quizá llegado al límite que todo soldado tiene, los soldados pasearían desnudos por los parapetos sin importarles un bledo los tiradores enemigos o incluso le pegarían un tiro a un estúpido oficial incapaz de comprender la situación. La División del Campesino siempre era motivo de rumores y macutazos.
La compañera enlace nos dijo mientras cavábamos pozos antiaéreos y sin descender de la motocicleta, que había aparecido muerta y con las testículos en la boca toda una compañía republicana en el sector del río Perales. Y que el Campesino había organizado inmediatamente un ataque frontal, casi suicida, donde un tabor de moros había sido capturado. Se decía que los hombres del Campesino los habían fusilado en silencio, uno por uno, sin gritos ni palabra alguna, ni por parte de fusilados ni de fusiladores. Tanto horrores y en tan pocos días, y la patente imposibilidad de continuar la ofensiva debilitaron la moral de la tropa, aunque no de los hombres conscientes. No sabíamos que lo peor estaba aún por llegar, que llegaríamos a beber de los pozos emponzoñados por cadáveres sin enterrar, que la disentería nos dejaría exhaustos, y que jamás seríamos relevados de aquellas posiciones infernales donde durante días y días, artillería, aviación, tanques e infantería se abatirían sobre nosotros hasta aniquilarnos pero no vencernos.
---fin del mensaje nº 1---
Última edición por pedrocasca el Vie Abr 06, 2012 11:58 am, editado 2 veces