Le preocupaba que el aumento de la influencia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en América Latina disminuyera la credibilidad de Estados Unidos en el mundo
Más que poner en peligro vidas y propiedades estadounidenses, Estados Unidos temía que tras la caída del Triunvirato el movimiento constitucionalista fuera dominado por grupos de izquierda y que en el país se instalara un régimen comunista al estilo Cuba.
Los informes, transmitidos por la estación local de la CIA, de que más de 50 agentes comunistas entrenados en Cuba, Rusia y China habían entrado a República Dominicana en abril de 1965, refuerza esta impresión.
Una vez que Lyndon B. Johnson regresó a Washington el día 25 tras su descanso en Camp David, inmediatamente comenzó a hacer sentir su presencia en un aluvión de llamadas telefónicas y reuniones con sus asesores sobre la situación en Santo Domingo. Aunque preocupado por la invasión militar en Vietnam, Johnson no podía ignorar los intereses de Estados Unidos en República Dominicana y el deterioro de la situación.
La posición estratégica de Santo Domingo en el Caribe pesaba en su mente y de otros funcionarios.
Como más tarde recordó Johnson, “Fidel Castro tenía los ojos puestos en República Dominicana”.
Temía que el aumento de la penetración de la Unión Soviética en América Latina disminuyera la credibilidad de Estados Unidos en el mundo, al presentarse ese país como un baluarte contra la expansión del comunismo.
Johnson hizo este último punto explícito cuando le señaló a sus asesores a principios de la crisis, "¿Qué podemos hacer en Vietnam, si no podemos limpiar la República Dominicana?".
Por eso República Dominicana adquirió importancia de proporciones mundiales a la luz del hecho de que la invasión en Vietnam fue diseñada en gran medida a convencer a amigos y adversarios, especialmente en Europa, de que Estados Unidos tenía la voluntad y determinación en el cumplimiento de sus compromisos en todo el mundo.
Una respuesta vacilante a la crisis dominicana hubiese socavado la credibilidad de Washington en Vietnam, y esto a su vez iba a dañar la credibilidad en Europa, Oriente Medio, y en otros lugares
Teniendo en cuenta estos vínculos y lo que se percibía como de altos riesgos involucrados, Johnson hizo rápidamente evidente que iba a hacer valer sus prerrogativas presidenciales al máximo en la dirección de la respuesta de Estados Unidos a la crisis dominicana.
Como el diplomático estadounidense George Ball observó más tarde, “Johnson tomó el control hasta el punto en que asumió la dirección de la política del día a día y se convirtió, en efecto, como si fuera un funcionario dominicano."
Los asuntos polémicos en torno a la gestión política de las operaciones militares no habían aparecido todavía el 25 de abril, el segundo día de la crisis, por una sencilla razón: a medida que Johnson dirigió su atención a Santo Domingo, no pensaba él ni ninguno de sus asesores en una intervención con la esperanza que se pudiera concretar las gestiones que se hacían para la formación de una Junta Militar.
Sin embargo, antes de que el presidente se fuera a Camp David, la decisión de la participación militar de Estados Unidos en la crisis había sido tomada por algunos funcionarios de su Gobierno.
Una fuerza naval fue dirigida hacia las aguas dominicanas. La CIA dice que fue sólo una medida de precaución, pero, irónicamente, ante la determinación de Johnson para hacerse cargo de la situación, ésta se ordenó sin su autorización expresa.
Las unidades navales fueron enviadas la mañana del día 25 a petición del director estatal de Asuntos del Caribe, Kennedy Crockett.
Esto se hizo de conformidad con los procedimientos establecidos para una situación de crisis en que hay ciudadanos estadounidenses que deberían ser evacuados.
La medida propuesta era puramente cautelar, como el jefe de la misión de Estados Unidos en el país, William Connett, dejó en claro, ya que los ciudadanos estadounidenses y sus propiedades en Santo Domingo no se habían convertido en blanco de los rebeldes.
Según la CIA, las tropas eran para evacuar a 1.200 estadounidenses en Santo Domingo, y llevaban las instrucciones de permanecer, hasta nueva orden, fuera de la vista del público.
El día 25 el sistema de gestión de crisis creado por Washington aún permitía un cierto margen para que funcionarios estadounidenses de nivel medio pudieran ordenar los movimientos militares.
En los días siguientes cuando la situación evolucionó a una confrontación militar y sucumbieron las esperanzas de una pronta solución negociada a la crisis colocó a Estados Unidos más cerca de la intervención.
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