EL MILAGRO DEL MERCADO
Un columnista de opinión sugiere que la próxima vez que se siente a la mesa en la cena del Día de Acción de Gracias, debería agradecer no sólo por el pavo sobre su plato, sino también por el sistema económico en el que vive.
Dando gracias por "la Mano Invisible" Por Jeff Jacoby:
En Estados Unidos la gratitud hacia el todopoderoso es el tema del Día de Acción de Gracias, y lo ha sido desde que los peregrinos de Plymouth tuvieron su primera buena cosecha... hoy en día, en millones de casas a lo largo de la nación, Dios será agradecido por los muchos regalos -por el festín en la mesa y la compañía de los seres queridos, por la salud y la fortuna del año que se fue, por la paz en casa en tiempos de guerra, por los incalculables privilegios de haber nacido- o por convertirse en ciudadano estadounidense.
Pero probablemente a no muchos de nosotros se nos ocurrirá dar gracias por el hecho de que el supermercado local tenga muchos pavos que vender esta semana. Incluso es probable que los devotos no agradezcan a Dios por los itinerarios de las aerolíneas que les permitieron que sus seres queridos volaran a casa para el Día de Accion de Gracias. O por el estreno en el cine de "Master and Commander" en el fin de semana festivo. O por esa gran receta de pay de arándanos y manzanas que encontraron en la sección de comidas del periódico.
Es decir, no se agradece por esas cosas que tomamos por sentado. No se necesita de un milagro para explicar por qué las tiendas de víveres almacenan pavos antes del Día de Accion de Gracias, o por qué Hollywood libera las grandes películas en días de grandes festividades. Eso es lo que hacen. ¿Donde está Dios en todo esto?
Y sin embargo, ¿no hay ahí algo maravilloso -algo casi inexplicable- en la manera en que tu fin de semana del Día de Acción de Gracias sea posible por las habilidades y labores de un vasto número de completos extraños?
Por ejemplo, llevar el pavo a la mesa, requirió el esfuerzo de miles de personas, por supuesto los criadores del pavo, pero también los surtidores de comida quienes ofrecieron los nutrientes, y los camioneros que lo llevaron a las granjas, sin mencionar al arquitecto que diseño el criadero, los constructores y los técnicos que los mantienen trabajando. El ave tuvo que ser matada y desplumada, inspeccionada y trasportada, descargada y empaquetada, valuada y expuesta. A su vez, las peronas que llevaron a cabo todas esas tareas fueron apoyadas por ejércitos de otras personas que llevaron a cabo otras tareas, desde refinar la gasolina con la que llenaron los camiones, hasta manufacturar el plástico con el que fue envuelta la carne.
Las actividades de incontables hombres y mujeres, a lo largo de muchos meses, tuvieron que ser intrincadamente coreografiadas y coordinadas a un tiempo, para que cuando fuera a comprar un pavo fresco para Día de Acción de Gracias, hubiera uno -más bien, unas cuantas docenas- esperándolo.
El nivel de coordinación que fue requerido es alucinante. Pero lo que es más alucinante es es esto: nadie los coordinó.
Ningún zar de los pavos se sentó en su puesto de comando en algún lugar, consultando un plan maestro y dando órdenes. Nadie las forzó a cooperar por su beneficio. Y sin embargo cooperaron. Cuando llegó al supermercado, su pavo estaba ahí. No tuvo nada más que hacer, sólo comprarlo. Si eso no es un milagro, ¿cómo debemos llamarlo?
Adam Smith lo llamaba "la mano invisible", el misterioso poder que guía a innumerables personas, cada una trabajando para su propia ganancia, a promover resultados, que pueden beneficiar a muchos. Fuera del aparente caos de millones de transacciones privadas descoordinadas, emerge el espontáneo orden del mercado. Los seres humanos libres interectúan libremente, y el resultado es un arreglo de bienes y servicios más intensos de lo que la mente humana puede comprender. Ningún dictador, ninguna burocracia, ninguna supercomputadora lo planea por adelantado. De hecho, entre más planeada es una econonomía, se ve más plagada por fallas, por escasez y dislocaciones...
El orden social de la libertad, al igual que el bienestar y el progreso que lo hacen poisble, es un extraordinario regalo de allá arriba. En este Día de Accion de Gracias, y cada día, podemos estar agradecidos.
Fuente: The Boston Globe, noviembre 27,2003