I. Parte
DESARROLLAR LA GUERRA POPULAR SIRVIENDO
A LA REVOLUCION MUNDIAL
"Una gran revolución no puede evitar pasar por una guerra civil. Esta es una ley. Si no se ve más que el lado negativo de la guerra y no su lado positivo no se tiene más que una visión parcial del problema de la guerra. Hablar únicamente del carácter destructivo de la guerra es perjudicial para la revolución popular".
"Es bueno si el enemigo nos ataca, pues eso prueba que hemos deslindado campos con él. Y mejor aún si el enemigo nos ataca con furia y nos pinta de negro y carentes de toda virtud, porque eso no sólo testimonia que hemos deslindado campos, sino también que hemos alcanzado notables éxitos en el trabajo".
Pte. MAO TSETUNG.
I. SEIS AÑOS DE GUERRA POPULAR
UBICACION DEL SEXTO AÑO. El 17 de mayo se cumplió el sexto aniversario del inicio de la guerra popular en el Perú; hace seis años el Partido Comunista tomó las armas para llevar adelante la revolución democrática que derrumbe la explotación y opresión del imperialismo principalmente yanqui, del capitalismo burocrático y de la semifeudalidad subsistente a fin de conquistar el Poder para el proletariado y el pueblo, dentro del contexto de la revolución mundial y sirviéndola. Desde entonces y bajo las invictas banderas del marxismo-leninismo-maoísmo y el pensamiento guía, se desarrolla el camino de cercar las ciudades desde el campo y se libra la guerra revolucionaria en campo y ciudad como una sola unidad siendo el campo el teatro principal de la acción armada y el citadino complementario pero necesario; en síntesis una guerra popular, en esencia una guerra campesina dirigida por el Partido Comunista, cuya médula es crear bases de apoyo.
Los años transcurridos pueden sintetizarse así: el 80 es del inicio de la lucha armada, de la guerra de guerrillas; el 81 y 82 son del despliegue de la lucha guerrillera y del surgimiento de los Comités Populares, del Nuevo Poder de obreros, campesinos y pequeño burgueses, de dictadura conjunta, basada en la alianza obrero-campesina, dirigida por el proletariado a través de su Partido; el 83 y 84 son años de lucha en torno a restablecimiento-contrarrestablecimiento, esto es de la guerra contrarrevolucionaria por aplastar el Nuevo Poder y restablecer el Viejo y de la guerra popular por defender, desarrollar y construir el Poder Popular recién surgido, dura contienda librada entre las fuerzas armadas reaccionarias y el Ejército Guerrillero Popular; y del 85 a hoy la continuación de la defensa, desarrollo y construcción para el mantenimiento de las bases de apoyo y la expansión de la guerra popular a todo el ámbito de nuestras serranías de Norte a Sur.
La revolución peruana desde el 83 se desenvuelve bajo la gran concepción estratégica política de "Conquistar bases" y la militar de desarrollar la guerra popular, ésta, aplicando principalmente la guerra de guerrillas complementada con acciones guerrilleras de sabotaje, aniquilamiento selectivo y propaganda y agitación, cumple la tarea medular de crear, mantener y desarrollar bases de apoyo y expandir a todo el ámbito la guerra popular, siguiendo las variaciones que la fluidez de la guerra de guerrillas impone no sólo al Nuevo Estado sino a todas las formas de la construcción y trabajo revolucionarios. Es dentro del plan fundamental de "Conquistar bases" que se ubica el actual, "Plan de gran salto", que sujetándose a la estrategia política específica de "dos repúblicas se expresen, dos caminos, dos ejes", esto es: dos repúblicas, la del viejo Estado peruano reaccionario y la República Popular de Nueva Democracia en formación; dos caminos, el viejo e inconducente de los votos que sólo sirve a mantener el orden explotador y el nuevo de las armas que está transformando la sociedad peruana en función del pueblo; dos ejes, la gran burguesía como cabeza de la dictadura de clases imperante al servicio del imperialismo, el capitalismo burocrático y la semifeudalidad, el negro y oprobioso pasado en destrucción y el proletariado que, representado por su Partido Comunista, dirige la revolución democrática que triunfante abrirá las puertas al socialismo y continuando con revoluciones culturales, fundido en la gran epopeya de la revolución mundial, se adentrará en el futuro: el comunismo, meta única, necesaria, ineludible e irrenunciable de la humanidad. Estrategia política que a través de la estrategia militar de generalizar la guerra de guerrillas se plasma en cuatro campañas de contenidos específicos.
SOBRE LA GUERRA CONTRARREVOLUCIONARIA. Y como tenía que ser, pues toda guerra se da entre dos campos, contra el desarrollo de la guerra popular se levantó la guerra contrarrevolucionaria; necesariamente el Estado peruano, la dictadura de grandes burgueses y terratenientes bajo amparo del imperialismo yankee principalmente, defendió su subsistencia amenazada. Al comienzo minimizando el problema, para guardar su falsa imagen democrática y seguir percibiendo capitales, ya sea préstamos o inversiones, lanzó a sus fuerzas policiales, las que en medio de sus abusos, atropellos y crímenes fueron humillantemente derrotadas y obligadas a abandonar el campo para refugiarse en capitales provinciales o departamentales de las zonas en contienda; así fracasaron estruendosamente todos los operativos policiales, montados con tan escandalosa como desorientadora propaganda y surgieron los primeros Comités Populares. Ante el surgimiento del Nuevo Poder se quebró la reticencia del gobierno de Belaúnde a la intervención de las fuerzas armadas reaccionarias; se impuso la necesidad de clase de los explotadores y opresores y se encomendó a las Fuerzas Armadas (Ejército, Marina de Guerra y Fuerza Aérea), a la columna vertebral del Estado, el restablecimiento del orden público con el apoyo de las Fuerzas Policiales (Guardia Civil, Guardia Republicana, Policía de Investigaciones), poniendo en estado de emergencia y bajo control político-militar a la región de Ayacucho, Huancavelica y Apurímac, desde diciembre del 82 hasta hoy; situación que después fue extendida a otras zonas de los departamentos de Pasco, Huánuco y San Martín, con variaciones pero que en lo fundamental aún subsiste. Este control militar ha tenido un nuevo e importante hito con la imposición del estado de emergencia y toque de queda en Lima y Callao, desde comienzos de febrero 86, así la propia capital de la república y con ella más de seis millones de personas se suman a las ya sometidas a mandato castrense. A resultas de ello en la actualidad siete y medio millones de los veinte de la población peruana están bajo mando de la autoridad militar; millón y medio bajo absoluto e irrefrenado control político-militar, sometidos a nuevos amos dueños de vidas y haciendas, redivivos gamonales engalonados de horca y cuchillo; mientras seis millones en el centro de la cacareada democracia viven sin garantías ni derechos expuestos a la prepotencia, atropello y asesinato artero bajo autoridad marcial que hasta se irroga derecho a prohibir actuaciones artísticas en espectáculos por ellos mismos autorizados.
Cómo han conducido las fuerzas armadas la guerra contrarrevolucionaria? Han seguido fundamentalmente las concepciones de su amo el imperialismo yanqui, la teoría establecida por éste sobre la guerra contrarrevolucionaria en base a su experiencia, principalmente a la extraída de Vietnam y particularmente de la sacada del combate contra la lucha armada en América Latina, en especial de Centroamérica; ésa es la fuente teórica básica, a la que se añade la experiencia "antiterrorista" de Israel y de sus pares de Argentina, así como la asesoría de Alemania Federal, Taiwán, España, etc. A lo que añaden la experiencia de los pocos meses de lucha antiguerrillera del año 65 y la más circunscrita de su lucha en La Convención. Las operaciones están bajo dirección del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas que actúa según lo dispuesto por el Consejo de Defensa Nacional encabezado por el Presidente de la República, ya sea Belaúnde o Alan García, de ahí la directa e ineludible responsabilidad de éstos en todo lo ejecutado, a más de la dirección política que los hace los primeros y fundamentales responsables de la guerra contrarrevolucionaria. En síntesis, han aplicado la conocida estrategia de la contrarrevolución mundial para combatir la lucha revolucionaria, la subversión armada y la guerra popular; estrategia que ha sido vencida reiteradas veces, aplastada y derrotada cabal y completamente por la guerra popular, mostrando ante el mundo una y otra vez la superioridad de la estrategia del proletariado sobre la del imperialismo.
Masas contra masas. Cuando ingresó la Fuerza Armada hacía tres años que estudiaba la guerra revolucionaria, más aún asesoró; y planificó las acciones de las Fuerzas Policiales, así entró con ventaja y, obviamente, contando con mayores y mejores medios humanos y materiales que la policía. De inmediato puso en marcha su plan de utilizar masas contra masas, siguiendo la vieja norma imperialista de contraponer nativos contra nativos. Primero utilizó contingentes previamente preparados, escogidos entre licenciados y campesinos ligados al gamonalismo y abigeato, a los que manejó como agentes e infiltrados entre el campesinado, unidos a la red de espionaje que años atrás, desde la década del 70, recomenzaron a montar, sobre esta base de agentes, infiltrados, espías y soplones y con la ayuda de autoridades, gamonales y gamonalillos, más sus lacayos, formó mesnadas que bajo mando militar y en acciones combinadas con las fuerzas policiales y armadas (cuyos miembros reiteradamente actuaban disfrazados de campesinos o policías), desataron el terror blanco en el campo asesinando militantes, combatientes, dirigentes de masas y campesinos desarrollando verdaderas cacerías de revolucionarios y avanzados, a más de robos, violaciones, torturas, saqueos, incendios y matanzas; aplicaron así la siniestra política de robar todo, quemar todo y matar a todos. Posteriormente por el terror blanco y bajo amenaza de muerte sometieron a parte de las masas, de esta manera surgieron masas presionadas bajo control inmediato de las mesnadas obligadas a apoyar la guerra contrarrevolucionaria: montando vigilancia, deteniendo y asesinando guerrilleros, integrando operativos de arrasamiento contra comunidades o pueblos vecinos y hasta distantes, participando en operaciones de búsqueda y persecución de guerrillas. Masas presionadas que después fueron agrupadas con las de zonas aledañas para formar nucleamientos bajo directo mando militar, donde a más de impedirles transitar libremente, pues ni a trabajar pueden ir solos y controlarlas constantemente, se las somete a militarización organizadas en "rondas" y "comités de defensa" obligándolas a armarse rudimentariamente, y hundidas en el hambre y la miseria se les impuso participar en las acciones militares del terror blanco y la guerra contrarrevolucionaria. En conclusión, si bien las fuerzas policiales también fueron usadas como carne de cañón por las Fuerzas Armadas, así como para éstas lo son siempre los soldados, marineros y avioneros, es la masa presionada la principal y verdadera carne de cañón en el siniestro plan de oponer masas contra masas, de contraponer nativos a nativos; masas presionadas a las que siempre han puesto y ponen como vanguardia en los ataques y operativos reaccionarios o en torno a las fuerzas represivas como parapetos protectores; masas presionadas que han sufrido 2,600 bajas (incluidos miembros de mesnadas), casi cinco veces más del número de uniformados de las fuerzas armadas y policiales muertos (sin contar los centenares de sus infiltrados, agentes y soplones).
El genocidio. Mas no pudiendo sofrenar la guerra popular con su política de masas contra masas, las fuerzas armadas reaccionarias recurrieron al más negro, protervo y criminal genocidio, una de las más grandes infamias de la historia republicana del Perú. Ya desde su inicio la intervención militar mostró claros rasgos genocidas: Huambo, Iquicha, Huaychao, etc., son muestras. A la última el presidente Belaúnde cínicamente saludó y apoyó como "respuesta gallarda del campesinado al terrorismo", bueno es aclarar que él mismo había aprobado y autorizado tales acciones y públicamente no sólo avalaba sino llamaba al genocidio; he ahí el autoproclamado demócrata, humanista y cristiano respetuoso de la constitución y las leyes, para siempre bañado en la sangre del pueblo que comenzó a derramar a raudales, en ella la de los periodistas artera y cobardemente asesinados en Uchuraqay.
El año 83, en el departamento de Ayacucho, comenzó el aniquilamiento del campesinado y la destrucción de comunidades y pequeños poblados; en Espite, provincia de Cangallo, en junio, desde helicópteros ametrallaron a las masas y lanzaron granadas a la población que buscaba huir por los cerros. En el mes de julio, en Oqopeja y Uchuraqay, pueblos de la provincia de Huanta, también desde helicópteros las masas fueron ametralladas y aniquiladas con granadas; y en Paccha, pueblo de Vinchos, provincia de Huamanga, la mayoría fue asesinada y el resto del la población llevada a Lima. En julio, en la ciudad de Ayacucho aparecen los primeros cadáveres monstruosamente torturados tirados en las calles y alrededores; en los dos meses anteriores a las elecciones municipales de noviembre fueron arrojados más de 800 atrozmente asesinados, rematados después de la bestial tortura. En Sivia, provincia de La Mar, en noviembre, como represalia a emboscada sufrida por el Ejército, apresaron a 60 personas y de ellas indiscriminadamente asesinaron a 20; un mes antes, en Sillco, provincia de Huanta, lanzaron granadas y dispararon contra la masa por primera vez. Rematando esta matanza, el día de las elecciones, en Soccos, provincia de Huamanga, el destacamento policial del lugar asesinó a más de 50 personas participantes de una fiesta matrimonial, luego de torturarlos; oficialmente murieron 37.
A todo este reaccionario terror blanco, en el mismo departamento, se sumó la aparición de campos de concentración, grandes centros de tortura masiva y siniestra, controlados por el Ejército en el cuartel "Los Cabitos" de la ciudad de Ayacucho, en Totos (Cangallo) y Qoisa y Pichari (La Mar); y en Huanta a cargo de la Marina. En el de Totos, hasta julio 83, había más de 100 enterrados clandestinamente; se degolló a más de 20 personas, se entierran vivos a los más torturados y nuevos prisioneros obligados a cavar las fosas de más de 3 metros de profundidad fueron empujados a las mismas, mientras otros eran arrojados atados de pies y manos; allá la tortura es brutal, sadismo y para aterrar más al pueblo clavan en estacas cabezas degolladas.
Pero el genocidio no quedó sólo en Ayacucho, en octubre, también del 83, se extendió al departamento de Pasco, centro minero del país; allí, en Chinche, caserío de la provincia de Alcides Carrión, fueron aniquilados 45 campesinos. Y el 13 de noviembre, día de las elecciones municipales, en Parabamba, provincia de Tayacaja del departamento de Huancavelica, desde tres helicópteros ametrallaron a la población muriendo más de 50 personas, en represalia por la emboscada que la guerrilla hizo a una patrulla del Ejército, el mismo día.
En el año 84 el genocidio expresó características macabras y llegó al horror, las fuerzas armadas, principalmente, y las policiales mostraron su negro y podrido odio enfurecido, ciego y rabioso contra el pueblo, en sus frustrados afanes de acabar con la guerra revolucionaria aislando a las guerrillas de las masas campesinas pobres en especial; una vez más, como es su tradición, la reacción armada se cebó con la carne y la sangre del pueblo desarmado. Veamos algunas de las "heroicidades" que pasan al acervo de su falsa gloria e infundado orgullo.
Las matanzas genocidas. En el departamento de Ayacucho a fines de junio asesinaron 150 personas en la zona de San Francisco. En julio: el 5 asesinan 30 campesinos en Chiara, el 8, luego de operativo de Rosario matan a 40; el 12, en Pomabamba aniquilan a 30; el 15, en represalia por acción de Apacheta asesinan a 17; el 16, hallan 25 cadáveres torturados en carretera a Huamanguilla. En agosto: el 3, encuentran 37 cadáveres de torturados en Puramanta; el 18, hallan 17 cadáveres de niños y adolescentes torturados en Cocahuichun, en la Vía Libertadores y 8 cadáveres, dos niños, en Leompata; el 27, encuentran 19 asesinados en Sajrarumi y 21 en San Francisco. En setiembre: el 1, en Churrumbamba y Misquibamba, 23 campesinos asesinados. El mismo mes, en el departamento de San Martín, en Paraíso, provincia de Mariscal Cáceres asesinan a 22 campesinos. En el departamento de Huancavelica, entre el 15 y 23 de octubre, operativo del Ejército asesina a 75 campesinos en Milpo y 15 en Pillo-Pachamarca. En noviembre: el 19, nuevamente en Ayacucho aniquilan a 50 campesinos en Putis y Chullay; en Lucmahuaiqo, Vilcabamba, departamento de Cuzco, soldados de Andahuaylas y mesnadas asesinan a 22 campesinos el día 23 y el 26 a otros 20. Y otra vez en Huancavelica, el 6 de diciembre, fuerzas policiales matan 38 campesinos en Cuñi, cerca de Marcas en la provincia de Acobamba; y el mismo mes en Ayacucho, hallan 16 cadáveres en Ayahuarcuna.
Dentro de esta siniestra ola genocida del 84 merece resaltar algunas acciones, también en el departamento de Ayacucho, correspondientes a junio y julio: en Vinchos aniquilaron a 40 comisarios de Comités Populares; en Remillapata fusilan a dos niños de 9 y 11 años junto con su madre y padre que era Comisario de Seguridad y en Mayopampa a un comisario le aventaron a una casa ardiendo; viles asesinatos que muestran el ensañamiento y ferocidad que fusilan hasta niños por el simple hecho de ser hijos de miembros del Nuevo Poder, expresando monstruosamente el odio y temor que éste les inspira. En Balcón incursionan setenta marinos y asesinan 18 campesinos, entre ellos 6 niños cuyos cadáveres se llevan; un tercio de muertos fueron niños, es que el asesinato de niños es una política persistente para amedrentar y doblegar a los padres, así como protervo y manido medio para escarmentar especialmente a los revolucionarios; sin embargo, en despreciativo sarcasmo volvieron el día siguiente trayendo alimentos pretendiendo comprarse al pueblo siendo justa e iracundamente rechazados. Después de emboscada en Pichari, llegó la "benemérita" Guardia Civil paró un camión que traía pasajeros y los bajaron y aniquilaron; fuerzas de base del Ejército Guerrillero Popular los enterraron, eran 20, pero se les imputó el asesinato; ésta también es otra política usual de las fuerzas reaccionarias que comúnmente se disfrazan con ropas campesinas para cometer atropellos, saqueos, violaciones, incendios, arrestamientos y espeluznantes crímenes incluyendo particularmente niños, e imputarlos a los guerrilleros y así buscar contraponerlos con las masas, una muestra de esto es el aniquilamiento de 50 campesinos por la Marina, en el período indicado, en un lugar denominado Azángaro, a veinte minutos de Luricocha. Un ejemplo de amedrentamiento masivo es éste: en San Francisco cuando los campesinos bajaban a la selva para cosechar eran aniquilados indiscriminadamente, sin siquiera pedirles documentos. En Huamanguilla asesinaron a 9 campesinos, pero a uno de ellos lo quemaron; este método es muy usual para escarmentar a los demás con el ensañamiento contra quien consideran comunista o guerrillero; otro ejemplo similar: en Chuschi a un campesino le ataron dinamita al cuerpo y lo volaron mientras gritaban "Así mueren los terrucos!", el 10 de enero del 83, esta bárbara política se dio, pues, desde los inicios de la intervención de las fuerzas armadas y prosigue hasta hoy. En esta negra ola de muerte el arrasamiento se extendió, un botón de muestra es el operativo en Incaraqay que luego de robar todo incendió 500 viviendas; y el exterminio llegó hasta desaparecer pueblos, así el 15 de julio el Ejército con apoyo de mesnadas aniquiló a toda la población de Quinua y desapareció el pueblo totalmente, borrándolo del mapa. Pero con esto no termina, el terror blanco continúa cebándose infamemente en el pueblo: el 22 de agosto, también del 84, operativo de la Marina en Sivia, en represalia por emboscada, apresó a 50 jóvenes indiscriminadamente y los fusiló, de esta manera, emulando a los fascistas alemanes que incendiaron Europa en la II Guerra Mundial, asesinaron a 10 hijos del pueblo por cada miembro de la Marina que cayó en combate. Y el 10 de noviembre, la Marina con el apoyo de la Guardia Republicana remató a 40 campesinos en Quimbiri, luego de torturarlos salvajemente en Luisiana, una muestra expresiva de la constante política de no dejar huellas para ocultar crímenes exterminando a las víctimas.
Hallazgo de fosas. Otra estremecedora prueba del genocidio perpetrado por la Fuerzas Armadas fue el hallazgo de fosas, espectáculo macabro y espeluznante que remeció la conciencia nacional con inapagable grito herido de hombres, mujeres y niños destruidos, quebrantadas vidas del pueblo convertidas en embravecido clamor de histórica justicia de clase que sólo la revolución armada en marcha habrá de satisfacer, constante denuncia inacallable de la barbarie con que el reaccionario Estado peruano se defiende utilizando sus Fuerzas Armadas y bajo la dirección del gobierno de turno, acciopopulista o aprista, con Belaúnde o Alan García, pues está en juego la misma dictadura de clase, el mismo orden de explotación y opresión imperante. En el departamento de Ayacucho el 19 de agosto del 84 se encontró una fosa con 10 cadáveres en la Vía de los Libertadores; el 22, del mismo mes y año, una fosa con 30 muertos en la carretera Huanta-Mayo, a 30 kilómetros de Huanta. El 23 se encontraron 7 fosas con 89 cadáveres en avanzado estado de descomposición en Pucayacu, este hallazgo removió profundamente la opinión pública desatando la condena y el repudio de las masas contra las fuerzas armadas y el gobierno de Belaúnde, entonces de turno; el mando político-militar de la zona era el general Adrián Huamán Centeno y el responsable directo de la matanza el capitán de corbeta Alvaro Artaza Adrianzén, al primero Alan García Pérez intentó volverlo a nombrar jefe en el mismo Ayacucho y Barrantes lo apelaba "el general campesino", al segundo se le abrió juicio en su propia rama, la Marina, y bajo el actual gobierno aprista fue ascendido, su caso archivado y enviado a España para protegerlo. El mismo día se encontró fosa con 30 cadáveres en Ayahuarcuna (Macachacra); el 25, otras fosas en Quinua y Muyuri; el 28, una fosa con 12 degollados en Cocahuischaca, Vía de los Libertadores. En setiembre los campesinos denuncian existencia de fosas en Toldorumi, Zamatapampa y Usutapampa, en la provincia de Víctor Fajardo y en Pichuyrumi y Qarpaqasa en Cangallo, estas denuncias como muchas no merecieron atención alguna de las autoridades o los grandes diarios por afán de ocultar la real dimensión del genocidio. El 13 del mismo mes se descubre 3 nuevas fosas con 50 muertos en Iribamba; el 14, se hallan una fosa con 5 cadáveres en Luricocha y en Qasa-Orqo otra con 10 muertos torturados; el 18, una fosa con 5 en Yanaorqo. En octubre: el 18, fosa con 25 cadáveres en Vado Chico (Huanta); el 20, una con 8 muertos en Capitán-pampa, otra con 3 en Ayahuarcuna y una tercera con 5 en Iribamba; el 25, 4 nuevas fosas con 41 cadáveres en Vado Chico, y el 28, una con 4 muertos en Laurente (Huanta). En noviembre: el 13, una fosa con 15 cadáveres en Huamanguilla; el 19, se encuentran 3 fosas con 45 asesinados en Las Vegas, kilometro 25 de la carretera Ayacucho-Huanta; y el 22, se hallan 3 fosas con 10 cadáveres en Ñeque.
El genocidio prosigue en 1985, aunque su intensidad no es la misma. Hasta el término del mandato de Belaúnde cabe resaltar la continuación del hallazgo de fosas en Ayacucho; así en enero, el día 11 se halla una fosa en Paqueq (Huanta) con 4; el 16, se encuentran cuatro fosas: una en Huamanguilla con 11 cadáveres; otra en Qanqana (Huanta) con 5, una tercera en Pava con 3 y otra en Pacha con 16, las dos últimas en la provincia de Huamanga; el 10 de marzo se hallan 2 fosas con 30 cadáveres cerca de Huanta. Y además la prosecución de la matanza, en la misma región, como lo demuestran estos datos: el 23 de febrero en Canaire asesinaron a 50 campesinos; el 26 de junio en Miopata-Suco (Huanta) aniquilaron 12 campesinos y en el mes de julio: el día 9 degüellan y descuartizan a 8 campesinos en Manzanayoq y 8 en Pacomarca, ambos en la provincia de Cangallo; y el 12, asesinan a 12 campesinos, saquean e incendian en Waracayoq y en Chacarí a 5 campesinos. Pero el genocidio vuelve a extenderse al departamento de Huánuco, el 21 de febrero hallan una fosa con 5 cadáveres en Alto Pacae; el 22 asesinan a 12 campesinos en La Soledad; y el 28 otra fosa con 7 muertos en Aucayacu; en marzo asesinan a 30 en Arancay; y el 27 de junio descubren una fosa con 11 cadáveres en Yanajanja (Nuevo Progreso). Así el gobierno acciopopulista que inició el gran baño de sangre en el país terminó totalmente empapado en ella y el expresidente Belaúnde hundido en el oprobio del genocidio del cual no podrá eximirse jamás, dejándonos una valiosa lección: cuanto más "democracia", "derechos humanos" y "paz" pregonan los gobiernos de turno del Estado peruano más hambre, miseria, represión, terror y muerte hasta el genocidio desencadenan furibundos contra el pueblo peruano.
Y desde que inició el gobierno aprista dirigido por García Pérez, cómo se desarrolla la guerra contrarrevolucionaria y en cuanto se refiere a los problemas que estamos ventilando? Nuevamente en la región donde opera el comando político-militar número 5 cuyo centro principal de operaciones es el departamento de Ayacucho, en el mes de agosto, el día 2 comienza un operativo que arrasa pueblos en Huambalpa, Carhuanca, Pujas, Vilcashuamán, Vischongo y Cangallo; y el 10, arrasan Huamanmarca y asesinan a 7 campesinos. El 14 de agosto el Perú se conmocionó con el genocidio de Aqomarca, en el lugar denominado Llocllapampa fueron descubiertas 8 fosas conteniendo 69 cadáveres, más 2 asesinados en Piteq, 1 en Yuraqera, 1 en Mayopampa, 2 en Ahuaqpampa y 3 en Qeuqeqata; todos ellos fueron bárbaramente aniquilados por el Ejército: rodearon el poblado, acorralaron a los campesinos, separaron hombres de mujeres y niños, violaron, saquearon, balearon, remataron, calcinaron, incendiaron lo restante y enterraron en fosas los pedazos y restos de cadáveres imposibles de identificar. En medio de la fanfarria de verborrea demagógica sobre "revolución", "Estado nacional, democrático y popular", "democracia", "respeto de los derechos humanos", "no responder a la barbarie con la barbarie", "pacificación", "combatir con la ley en la mano" y demás baratijas echadas al viento por el gobierno aprista, Aqomarca explosionó desgarrando la falsedad, poniendo en evidencia el engaño, haciendo trizas la ficción de los ilusos y desenmascarando por enésima vez al oportunismo; vinieron el ajetreo parlamentario, la farsa de gestos y supuestas medidas presidenciales, el rasgarse las vestiduras y las acomodaticias transacciones de la oposición, mientras el pueblo con su repudio y condena avanza en la clarificación del enrarecido ambiente político. Ha pasado casi un año, se remudaron mandos, se responsabilizó a los tenientes Telmo Hurtado, Paz Bustamante y Rivera Rondón, las comisiones presentaron sus informes, etc., etc.; y hoy Telmo Hurtado ha ascendido y se perfecciona en el extranjero, seguramente en Estados Unidos o en algún punto bajo su control, Paz B. también ha ascendido y Rivera R. tiene seguro ascenso el 87; y la investigación, el proceso que les iniciara el Ejército?, sepulcral silencio y la sanción de diez días de rigor que contra el teniente Hurtado propuso la inspectoría castrense se habrá aplicado?; y la justicia?, como en el caso de Pucayacu sólo la revolución triunfante la impondrá.
Pero "la lucha con la Constitución y la ley en la mano" continúa. Entre el 28 de agosto y el 4 de setiembre son asesinados 60 campesinos en Huambalpa; el 28 de agosto en Pucayacu se descubre una nueva fosa con 7 cadáveres. Y prosigue la "democrática" aplicación de "la lucha con la Constitución y la ley en la mano": en setiembre, hasta el 25, fueron arrasados los pueblos de Aqomarca, Umaru, Incaraqay, Pantin, Tankiwa, Cochapata, Mayopampa y Manallasaq. El 2 y 3 de setiembre un nuevo genocidio: Umaru y Bellavista, 66 muertos, el dos, 29 asesinados en Bellavista y el tres, en segundo genocidio inmediato, 37 campesinos aniquilados, entre ellos once niños menores de nueve años. El 13 del mismo mes matan a siete testigos de Llocllapampa, entre ellos un niño de nueve años; el 28, se hallan 4 fosas con más de 80 cadáveres en Totora cerca de Sachabamba. En el departamento de Huánuco, en Huácar, provincia de Ambo se descubren 4 fosas con 14 cadáveres; y en el departamento de San Martín, en Situyi, provincia de Mariscal Cáceres, se encuentra una fosa con 7 asesinados.
El 4 de octubre nuevamente la sociedad peruana se remece con otro genocidio, esta vez en la propia capital de la república, en el penal de Lurigancho 30 prisioneros de guerra son asesinados y 23 heridos, ante los ojos de siete mil internos. Siguiendo plan establecido con anticipación y buscando doblegar a los prisioneros de guerra para golpear la revolución, se lanzó a los Llapan Atic, cuerpo antisubversivo de la Guardia Republicana, armados hasta los dientes contra el pabellón británico que ocupaban estos "inculpados por terrorismo"; ante la impotencia de doblegar la heroica resistencia, utilizando dinamita y un cargador frontal para abrir un boquete en los muros, para después lanzar dinamitazos dentro del pabellón, bombas lacrimógenas e incendiarias y luego asaltar, remataron heridos, quemaron vivos y apalearon brutalmente a los sobrevivientes para terminar incendiando el pabellón y borrar huellas de su monstruoso crimen genocida. Mas, pese a sus protervos afanes de silenciar y ocultar los hechos, la verdad se abrió paso desenmascarando más al gobierno aprista y su responsabilidad insoslayable por esta nueva y alevosa barbarie.
El 2 de noviembre en Uchuyunqa, provincia de La Mar, Ayacucho, asesinan a 19 campesinos; y rematando el año, las masas de San Martín denuncian matanzas en Aucayacu, Campo Grande, Venenillo, Madre Mía y Palo de Acero. Y llegado el año 86, la situación continúa, basten los siguiente hechos: el 21 de enero en Churrupampa, cerca de Huanta, se hallan 7 cadáveres; en Uchiza, departamento de Huánuco asesinaron a 30 en febrero; y en el departamento de Pasco, en los caseríos "Ocho de diciembre" e "Independencia", como represalia ante incursión guerrillera fusilan cinco campesinos en las puertas de sus propios domicilios. En síntesis, el gobierno aprista de García Pérez sigue el mismo genocidio que iniciara el belaundismo.
Desaparecidos. Parte del genocidio es la política de desaparecidos, se inició desde el ingreso de las Fuerzas Armadas y se intensificó grandemente durante 1984 prosiguiendo hasta hoy, precisamente en los últimos meses están volviendo a crecer las denuncias sobre desapariciones. Suman miles los desaparecidos pero todas las denuncias y protestas se estrellan contra el mutismo oficial que niega o ignora las demandas entabladas y pese a todo da la callada por respuesta. Esta perversa política desde antiguo practicada por la reacción y acrecentada contemporáneamente, tiene su inmediato antecedente en el siniestro plan de desaparecidos del gobierno militar argentino que en los años setenta bañó en sangre a su pueblo aumentando su ignominio con decenas de miles de desaparecidos. Es similar política la que aquí se aplica cebándose también en las masas populares más pobres, muy especialmente en campesinos, aquellos cuyos nombres no aparecen denunciados por falta de documentación o las limitaciones y persecuciones que golpean a sus familiares, pero que, sin embargo, son el grueso de los miles no habidos porque yacen envueltos en las sombras de fosas aún desconocidas o cementerios clandestinos de los múltiples campos de concentración, junto a los restos de otros ejemplares hijos del pueblo, de la clase y la revolución. Estos miles son otra acusación histórica implacable que socavará las bases de las Fuerzas Armadas reaccionarias propiciando, bajo los golpes demoledores del pueblo armado, su destrucción que aparejará el del orden podrido del estado Peruano que sostiene.
Y cuáles son los resultados de este genocidio? El asesinato vil y oprobioso de 8700 peruanos, de ocho mil setecientos hijos del pueblo; de ellos 4700 hijos de las masas asesinados, de los más pobres y explotados, del campesinado principalmente y de los barrios y barriadas de las ciudades y 4000 desaparecidos de las mismas fuentes, de la misma carne; así la política de genocidio aplicada por las Fuerzas Armadas ha costado al pueblo, al proletariado, al campesinado y a la pequeña burguesía 8700 de sus hijos, que han caído asesinados no como dicen quienes asumen falsamente e inconsecuentemente posiciones revolucionarias, o quienes fungen de revolucionarios siendo oportunistas propiciadores de la evolución del orden de explotación imperante, ni como sostienen plumíferos embozados o descubiertos defensores del sistema, ni menos como dice la reacción y sus secuaces que el genocidio es producto de la guerra popular. No!, el genocidio es clara y concretamente una política aprobada y ordenada por el gobierno del Estado Peruano, a propuesta de sus Fuerzas Armadas y aplicada por las propias Fuerzas Armadas auxiliadas por las policiales siniestra y bárbaramente desde el año 83, intensificada cruenta y crueldísimamente el año 84 y sistemáticamente aplicada hasta hoy, con el agravante de que, pese a su fracaso, nuevamente comienza a intensificársela lo cual debe ser rotundamente condenado responsabilizando a García Pérez y al reaccionario gobierno aprista de su creciente implementación. Pero para qué se aplicó el genocidio?, para contener la guerra popular que iniciada el 80 logró establecer, a fines del 82, el Nuevo Poder plasmado en Comités Populares; para aplastar la guerra de guerrillas, para apartar a las masas de la guerra revolucionaria, para destruir el Nuevo Poder y conjurar su desenvolvimiento, para impedir el desarrollo de la guerra popular; para lograr esos objetivos políticos reaccionarios las Fuerzas Armadas, el Ejército, Marina de Guerra, Fuerza Aérea, las tres solidariamente y con planificada distribución de planes genocidas, las tres instituciones mataron en 1983 a 1767 hijos de las masas y desaparecieron a 730, hasta ese año sólo hubo 14 bajas en las masas y ningún desaparecido; en total 2,497 asesinados del seno de las masas el año 83. Y el año 84?, ascendió la espiral de la política genocida contra las masas: 2,522 muertos y 2,881 desaparecidos, total 5,403 hijos de las masas asesinados; es, pues, el año 84 la cumbre más alta del genocidio perpetrado por las Fuerzas Armadas.
Y logró sus objetivos, aplastó la guerra popular, acabó con ella? No, pues la guerra popular, como corresponde a su carácter de clase, ha demostrado su superioridad, ha probado ser capaz de enfrentar violentas ofensivas persistentes y siniestras y todo un genocidio de grandes proporciones y seguir desarrollándose más templada y creciente; en estos duros tiempos de forja y heroísmo, trompetas turbulentas de un Nuevo Estado que comienza a nacer pletórico de provenir, las masas se muestran aprestadas y dispuestas a cambiar nuestra sociedad y lo están haciendo y el Partido, el Partido Comunista del Perú, dirigiendo la guerra popular demuestra palmariamente su condición de vanguardia del proletariado, su estricta sujeción al marxismo-leninismo-maoísmo y su justa y correcta aplicación a las condiciones concretas y específicas de la revolución democrática en el país y, más aún, que con firmeza y decisión mantiene el rumbo de la guerra popular que marcha y marchará indoblegable a la conformación de la República Popular del Perú abriendo paso al socialismo hasta el objetivo final. La guerra popular, pues, no ha sido aplastada, frenada ni sofrenada sino, como lo aceptan a más no poder los jerarcas del régimen y siempre pretendiendo minimizarla y sobre todo como lo demuestran sus propias preocupaciones, ajetreos y medidas, la guerra popular arrecia golpeando contundente y desarrollándose. Así, los planes genocidas, el genocidio ha fracasado, como fracasa su política de masas contra masas y está fracasando su estrategia reaccionaria. Para qué ha servido poner masas contra masas, para qué el genocidio, para qué la estrategia reaccionaria? Para bañar una vez más, pero como nunca antes en la historia republicana, a las Fuerzas Armadas del Estado Peruano en la sangre del pueblo; el genocidio que han perpetrado se levantará cada vez en su contra atizado por el concentrado odio de clase que han potenciado en las masas con su barbarie criminal; la innúmera memoria del pueblo ya registró imborrablemente este hito de infamia, su sanción caerá aplastante sobre sus responsables políticos y militares, cualquiera sea el tiempo que transcurra; la sangre artera y perversamente vertida, hoy recia y estruendosa acusación pública contra el Estado Peruano y sus Fuerzas Armadas y Policiales, sus dirigentes políticos y jerarcas criminales de lesa humanidad, se convertirá más y más en ardiente bandera tremolante del vórtice de la tormenta revolucionaria y palpitando luminosa en la guerra popular triunfante recibirá la cumplida y cabal justicia que hoy se le niega.
Lo visto y vivido en la guerra popular del Perú nos reafirma más hondamente en la ley ineluctable establecida por el Presidente Mao Tsetung: "Todos los reaccionarios intentan eliminar la revolución por medio de matanzas en masa y piensan que cuanta más gente asesinen tanto más débil será la revolución. Pero, en contra de este deseo subjetivo de la reacción, los hechos muestran que cuanta más gente asesina la reacción, mayor es la fuerza de la revolución y más se acercan los reaccionarios a su fin. Esta es una ley ineluctable".