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Los acontecimientos se precipitan por momentos en lo referente a la crisis capitalista en el Estado español. Las polémicas desatadas por la pretensión gubernamental de hacernos creer que la intervención europea pactada el sábado pasado era un regalo del cielo y que no conllevaría más recortes sociales quedaron superadas cuando días más tarde el “reino de España” queda al borde del “bono basura”. Pero más allá (o más acá) de las estupideces de Rajoy, la verdad es que casi todo en esta polémica huele a falso. Y es que la gravedad e intensidad de la crisis sistémica capitalista es tal, que también pringa como nunca a las propias explicaciones y alternativas que se postulan para superar aquélla.
En ese sentido, la primera gran tarea que tenemos por delante los trabajadores es, efectivamente, la de un RESCATE: el de nuestra independencia de clase, el de nuestra memoria histórica, el de nuestra soberanía; en definitiva, el de nuestras propias explicaciones y soluciones. Esto pasa, evidentemente, por mantener distancia en primer lugar con respecto a aquellos que solo aspiran a seguir gestionando el Estado para mantener su cuota de parasitismo, y que cada vez ven más difícil preservarla. Pero también con respecto a otros que propugnan un reformismo estrecho, cada vez más imposible dentro del capitalismo, llegando hasta echar mano de “teóricos del crecimiento”, como el economista norteamericano Krugman (hipercrítico de Berlín), quien “olvida” cómo históricamente se han financiado (y se financian) los programas anti-austeridad de “las clases medias” en países como el suyo. (Ver “El mito de la vuelta al 'Estado del bienestar'” [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
En medio de tanta “polémica de altura”, creemos pertinente realizar las siguientes puntualizaciones en línea con nuestra declaración del 2 de junio “Qué hacer ante un sistema que agoniza” [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
La “intervención europea” en el Estado español no se hace para evitar su quiebra, sino, entre otras cosas, porque los acreedores se quieren posicionar lo más favorablemente posible ante una eventual quiebra. En nuestra reciente declaración ya hablábamos del mecanismo de la deuda como último refugio del negocio capitalista para sortear la imposibilidad de asegurar una tasa creciente de ganancia por vías normales de producción. La enigmática multimillonaria “ayuda financiera” europea al Estado español es una herramienta-papel (como todo crédito) con el que, sobre todo, los capitales centrales europeos se quieren asegurar que lo que el Estado español trasvasa dereal riqueza, en forma de intereses, vaya a ellos en dura competencia con otros acreedores. Precisamente una de las condiciones en letra pequeña tiene que ver con la prioridad en los pagos de intereses. Por eso la prima de riesgo no baja. Y son los fondos y agencias de origen anglosajón los primeros en recordarlo.
También hemos señalado que en el plano estrictamente bancario asistimos a una feroz competencia tanto a nivel estatal como internacional. Sobran tiburones financieros y no digamos los pequeños escualos tipo Cajas. El “saneamiento” de la banca y su reestructuración, que hunde aún más al pueblo trabajador en la miseria, pues quiere hacerse a su costa, persigue que la operación les salga gratis a los grandes capitales financieros para deshacerse de competidores. Dada la imbricación a diferentes niveles con el “mundo de la política nacional” de bancos y Cajas, esta reconversión no se hace sin fuertes resistencias, incluso personales, que precisan de imposiciones venidas de instancias europeas; he aquí otra condición en forma de letra pequeña de los préstamos decididos en Berlín.
No es posible pues aclararnos en toda esta riada de acontecimientos financieros sin tener en cuenta a la vez la relación de la particular crisis financiera con la crisis general histórica del capitalismo y su traducción en las luchas interimperialistas, que incluyen las diferencias entre los bloques anglosajón y centroeuropeo (este, en torno principalmente a Alemania). Son contradicciones que al tiempo que agravan el coste social agrietan la propia estabilidad global del capitalismo y que debemos saber aprovechar para la construcción del poder popular.
En este contexto, hasta el debate internacional entre una política de rigor por un euro fuerte y las políticas expansivas de crecimiento anti-austeridad -que curiosamente ahora vienen de países como EEUU- es una expresión del desfase entre un imperialismo euroalemán que no termina de afianzarse y un imperialismo norteamericano que fuerza su hegemonía utilizando su capacidad para financiarse gratis por todo el mundo mediante la impresión del dólar, artificialmente mantenido como divisa reina. En cualquier caso, no es posible ya, sin sustraerse a los dictados del capitalismo internacional en su conjunto, implementar políticas de crecimiento social.
En lo que nos toca, es prioritario desenmascarar el carácter exclusivamente imperialista tanto del euro como del conjunto de instituciones de la Unión Europea, que a menudo se han utilizado como contrapunto a la vía yanqui de desarrollo capitalista. La suerte de nuestros pueblos pasa por ir acercando la perspectiva socialista. Y no cabe desangrarse más mientras de forma idealista se sueña con que sea posible una política reformista dentro de un proyecto cien por cien imperialista donde, además, Estados como el nuestro caminan a pasos agigantados hacia la nueva periferia tercermundista.
La crisis social que vivimos no es ningún flagelo bíblico que no podamos evitar. Es exclusivamente el resultado del capitalismo dominado por su fracción más parasitaria e inútil: la financiera. La única vía de solución popular de esta dramática situación –como apuntamos en nuestra declaración del 2 de junio– pasa por:
- la fusión en un potente movimiento popular de todas las luchas sectoriales contra las privatizaciones y los recortes sociales, sin ningún tipo de complejo a la hora de señalar la única razón por los que se llevan a cabo: para trasvasar recursos a grandes magnates y banqueros;
- por una construcción de redes de solidaridad para no dejar caer a nadie en la estacada del hambre, del desahucio y de la exclusión social en nuestros barrios y pueblos;
- y por una serie de puntos mínimos de política general de urgencia, en el camino de la construcción del socialismo, como los que siguen:
·Expropiación de la banca y creación de una banca pública que contribuya durante un primer período a reactivar la vida económico-social paralizada por el colapso financiero capitalista.
·Declaración de la DEUDA contraída por la banca y los actuales detentadores del Estado español como ILEGÍTIMA y, en consecuencia, no pagarla, tal como han hecho países del movimiento bolivariano en América Latina.
· Salida del euro, de la UE y de la OTAN.
La crisis es sólo de ellos; la solución es exclusivamente nuestra.
CONSTRUYAMOS PODER POPULAR