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    Giuseppe Pinelli, anarquista. Crímenes de Estado

    Durruti_36
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    Giuseppe Pinelli, anarquista. Crímenes de  Estado Empty Giuseppe Pinelli, anarquista. Crímenes de Estado

    Mensaje por Durruti_36 Lun Jun 25, 2012 10:33 pm

    Su vida

    Giuseppe Pinelli nace en Milán en el barrio popular de Porta Ticinese en 1928. Al terminar la primaria, se encuentra “forzado” a trabajar, primero como cadete y después como almacenero. Su innata sed de conocimiento lo lleva a colmar sus lagunas de autodidacta a través de la lectura de varios centenares de libros.

    En los años 1944 y 1945 participa de la resistencia antifascista como motoquero de las Brigadas Bruzzi y Malatesta. Después del fin de la guerra “Pino” está convencido y activo, participando con entusiasmo en el crecimiento del movimiento anarquista de Milán.

    En 1954 gana un concurso y entra en el ferrocarril como conductor. Al siguiente año se casa con Licia Rognini, a quien conoció en un curso de esperanto.

    En 1963 se une a los jóvenes de la Juventud Anarquista; dos años después está entre los fundadores del círculo “Sacco y Vanzetti”. En 1968 un desalojo obliga a los militantes a cerrar el círculo, pero el 1 de mayo Pinelli está entre los que inauguran uno nuevo en Piazzale Lugano 31, a pocos metros del Ponte della Ghisolfa.

    En el nuevo círculo se realizan ciclos de conferencias y las asambleas de los primeros comités de bases unitarias, los míticos CUB, que marcan la primera oleada de sindicalismo de acción directa, por fuera de las organizaciones sindicales oficiales. “Pino” se encuentra entre los promotores de la (re)construcción de la sección de la Unión Sindical Italiana (USI), la organización de inspiración sindicalista revolucionaria y libertaria.

    Después de las absurdas detenciones de los anarquistas por la bomba estallada el 25 de abril de 1969 en Milán en la estación central y en la feria industrial –serán liberados en junio de 1971– Pinelli se ocupa rápidamente en conseguir paquetes de alimentos, ropas y libros para enviar a los compañeros encarcelados. En el ámbito de la recientemente construida Cruz Negra Anarquista se ocupa en la construcción de una red de solidaridad y de contrainformación, que pueda servir también en otros casos parecidos.

    El 12 de diciembre de 1969, después del estrago de Piazza Fontana, a Pinelli se le pide que siga a los policías a la comisaría, mejor dicho, que vaya adelante de ellos en ciclomotor. Tres días después el cuerpo de “Pino” fue arrojado por la ventana de la oficina en el cuarto piso de la comisaría. Era el fin de una vida y el inicio de una trágica farsa todavía vigente.

    Un asesinato de Estado

    A Pinelli se lo detiene pocas horas después del estrago del 12 de diciembre de 1969 en Piazza Fontana. Es interrogado durante tres días y al anochecer del tercero se lo encuentra muerto en el patio de la comisaría, después de ser arrojado por la ventana del cuarto de interrogación. La versión oficial habla de suicidio; los interrogadores intentan hacer creer que Pinelli se ha quitado la vida porque ha sido involucrado en el atentado. Esto no es verdad, como tampoco la reconstrucción que fabrican ellos de las últimas horas de la interrogación.

    1968 y 1969 son años en los cuales la contestación obrera y estudiantil parece traer grandes cambios. Entre enero y diciembre de 1969 se llevan a cabo 145 atentados, casi todos de sello fascista.

    El 25 de abril de 1969 los anarquistas son acusados, y luego absueltos, de varios atentados en la feria de Milán. Un anarquista, Paolo Braschi, es invitado durante una interrogación por el comisario Calabresi a tirarse por la ventana.

    El 12 de diciembre de 1969 en Milán en la filial de la Banca Nazionale dell’ Agricoltura en Piazza Fontana a las 16:37 horas estalla una bomba que causa la muerte de dieciséis personas y lesiones a otras 88. A la misma hora estalla otra bomba en Roma. Finalmente en la Banca Commerciale di Milano se encuentra una bolsa que contiene una bomba la cual con máximo apuro es detonada, así eliminando toda prueba valiosa para la investigación. Inmediatamente, demostrando una trama ya predeterminada, la investigación sigue sin algún indicio la pista anarquista. El comisario Liugi Calabresi, ya a las 19:30 horas –tres después del estrago– detiene a algunos anarquistas frente al círculo de via Scaldasole.

    Durante la noche del 12 de diciembre 1969 son detenidas ilegalmente alrededor de 84 personas, casi todas anarquistas, entre las cuales está Giuseppe Pinelli. El lunes 15 de diciembre es detenido con acusación de estrago Pietro Valpreda, anarquista. Después de más de tres años encarcelado no obstante de ser inocente, será completamente absuelto. Los diarios salen difundiendo una campaña de calumnia y denigración unida a los argumentos de la comisaría.

    Al anochecer del día 15 de diciembre, después de tres días de interrogación continua, muere volando del cuarto piso de la comisaría Giuseppe Pinelli. Aldo Palumbo, reportero de L’Unità, mientras camina sobre la plaza de la comisaría oye un ruido sordo, luego dos más y es un cuerpo que cae de lo alto, golpea contra la primera cornisa, rebota contra la de abajo de la primera y finalmente impacta contra el suelo, mitad sobre el empedrado del patio y mitad sobre la tierra blanda de la era.

    En el cuarto de interrogación estaban presentes el comisario Luigi Calabresi, los sargentos Panessa, Mucilli, Mainardi, Caracutta y el teniente de los carabinieri, Lograno, y todos ellos, por “méritos”, serán elevados de grado. El superintendente de policía, Marcello Guida, en 1942, hombre de confianza de Benito Mussolini y director del penitenciario político Ventotene, 20 minutos después, declara que Pinelli se suicidó y que su suicidio fue una admisión de culpabilidad porque su “coartada se había derrumbado”.

    Durante el primer mes se proveen tres versiones de cómo habría ocurrido el suicidio. Enseguida los anarquistas acusan a la policía de asesinato y a los fascistas y al Estado de ser los autores de los estragos. Se organiza una campaña de contrainformación con asambleas, marchas, libros, hasta llegar a un juicio al Estado.

    Se descubre que a dos segundos de la medianoche, dos minutos y dos segundos antes de la caída de Pinelli, la ambulancia fue llamada. El cuarto de interrogación de 3,56 por 4,40 metros que contiene varios armarios, un escritorio y seis personas presentes, imposibilita un salto de Pinelli hacia la ventana. Es extraño que la ventana estuviera abierta, considerando que era diciembre y de noche. Pinelli cae resbalando a lo largo de la cornisa. Entonces no se tiró hacia fuera. Él cae sin grito y sin protegerse la cabeza con las manos, como si estuviera ya inanimado.

    Los anarquistas acusamos a la policía de la muerte de Giuseppe Pinelli, deteniéndolo dos veces en violación de los mismos reglamentos del código fascista. Acusamos al superintendente y a los dirigentes de la policía de Milán de haber declarado a la prensa que el suicidio de Pinelli fue la prueba de su culpabilidad y de haber escondido voluntariamente su coartada declarando que “había caído”. Los mismos interrogadores declararon no haber redactado ningún acta de la interrogación a Pinelli, por lo tanto cualquier eventual acta que se encontrara después se tiene que considerar falsa. Acusamos a la policía italiana de haber impedido deliberadamente que la investigación se desarrollase bajo el control de un juez, con la participación de los abogados de la defensa. Acusamos a los jueces y a la policía de haber violado repetidamente el secreto de sumario difundiendo voces y acusaciones que tienden frente a la opinión pública a difamar a un hombre absolutamente inocente, pero para ellos culpable de ser anarquista. Nosotros acusamos al Estado italiano de conspiración criminal con respecto al anarquista Pietro Valpreda, hace meses sometido a un feroz linchamiento moral y físico, mientras las pruebas que los interrogadores creen tener contra él se desvanecen solas una por una. Con estas palabras nosotros, los anarquistas, sintetizábamos nuestras acusaciones respecto del Estado y de sus aparatos, la naturaleza de los cuales, intrínsecamente criminales y violentos, se ponía en evidencia.

    La memoria de Pinelli

    La figura de Pinelli es casi un símbolo de la oposición al poder institucionalizado en general y, en particular, al poder policíaco.

    En los años siguientes se compusieron varias canciones sobre Pinelli, como La Ballatta del Pinelli, escrita por G. Barozzi, F. Lazzarini y U. Zavanella, jóvenes anarquistas de Mantua, la misma tarde del funeral y sucesivamente reelaborada, ampliada y musicalizada por Joe Fallisi en 1969. Cada año en Milán se organizan varias manifestaciones para que no se olvide a Pinelli ni al estrago de Piazza Fontana, donde fue colocada una lápida con la inscripción: A Giuseppe Pinelli, ferroviario anarquista, asesinado inocente dentro de la comisaría de Milán; 16/12/1969.

    En el acontecimiento de Pinelli se inspiró la obra teatral de Dario Fo, Muerte accidental de un anarquista, aunque en realidad la referencia casi explícita que se hace es a Andrea Salsedo. También la obra pictórica de Enrico Baj, que debiera haber sido expuesta en Milán el mismo día del asesinato del comisario Luig Calabresi, titulada I Funerali dell’anarchico Pinelli, se inspira en estos eventos.

    De este acontecimiento se ocupó durante mucho tiempo Camilla Cederna, periodista de fama, quien publicó su testimonio en un libro titulado Pinelli. La finestra sulla strage (Pinelli. La ventana que da al estrago), publicado en 1971 y en segunda edición en 2004. Aquí se reproduce un extracto, una carta de Giuseppe Gozzini, el primer objetor de conciencia católico, amigo de Pinelli:

    “Había seguido el desarrollo de mi juicio en los ambientes católicos (sobre todo en el florentino) y quedó fascinado por el tipo de testimonio. Conocía, y no sólo por haber oído, a movimientos y grupos que se inspiraban en la no violencia y quería discutir conmigo las posibilidades de que la no violencia se convirtiera en un instrumento de acción política y la objeción de conciencia en un estilo de vida, es decir, un compromiso social permanente.

    “Yo le hablaba de la sociedad basada en el ‘egotismo institucionalizado’, de ‘desorden constituido’, de ‘lucha de clase’ y él me indicaba, más allá de las formulas, la raíz de los problemas, inquebrantable en su fé en el hombre y en la necesidad de construir a ‘el nuevo hombre’, trabajando desde la base. Y entonces nos vimos en muchas otras ocasiones y don Primo Mazzolari y don Lorenzo Milani, dos curas ‘incómodos’, que dejaron el signo, no solamente la Iglesia, se ponían como los puntos firmes de nuestra amistad.

    “Vivía de su trabajo, pobre ‘como los pájaros del aire’, sólido en los afectos, sediento de amistad, y a los amigos los sacudía con su inagotable carga humana. Las etiquetas nunca me gustaron. Lo que infligieron a Pinelli ‘anarquista individualista’, fue un disparate para no decir una obscenidad. En efecto, siempre chocaba contra el individualismo de las conciencias domesticadas: él, ateo, ayudaba a los cristianos a creer (muchos de mis amigos católicos pueden dar testimonio de eso); él, obrero, enseñaba a los intelectuales a pensar, finalmente libres de esquemas asfixiantes. No ignoraba las raíces de la injusticia, pero tampoco tenía confianza en los cambios radicales, en las ‘revoluciones’, que dejan a los hombres como antes. Paciente, sincero, descubierto en su compromiso cotidiano, estaba lejos de los extremismos de moda, de las ideologías que llenan la cabeza pero dejan vacío el corazón. Me llevaba bien con él por eso también”. Camilla Cederna




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