¿POR QUE EL PCV APOYA A CHÁVEZ?
PARTE I
A lo largo de los poco más de 13 años en los que Hugo Chávez ha sido presidente de la República –electo, reelecto y reafirmado en cuatro ocasiones por una inmensa mayoría popular–, hay muchas personalidades, organizaciones y personas de las llamadas “de a pie”, que se han alejado del apoyo al gobierno, al proceso, al proyecto, y al propio Chávez.
Las razones son muy diversas y no pueden analizarse o entenderse todas desde una visión obtusa.
Es cierto que en la medida que un proceso se radicaliza, se profundiza, se hace más revolucionario, se producen definiciones y deslindes, decantan las aguas, progresivamente cada quien va tomando partido.
Los procesos políticos revolucionarios, de manera dialéctica, influyen en la gente, pueden lograr –como lo ha hecho el caso venezolano– que se incrementen los niveles de la conciencia social, que la gran masa asuma un ideal compartido, que se superen barreras impuestas por los instrumentos de dominación ideológica de la burguesía, que haya una movilización consciente y desinteresada.
Por eso, no es de extrañar, al contrario, es totalmente lógico y absolutamente natural, que personalidades y organizaciones, por esta dinámica político-ideológica, hayan llegado hasta donde podían llegar, hayan dado lo que podían dar.
En el avanzar hacia la construcción de una sociedad superior, realmente libre de toda forma de explotación, se van quedando en el camino los sectores que no abrazan este proyecto, especialmente porque choca con sus intereses de lucro, con sus valores burgueses.
Pero, hoy también tenemos una porción de pueblo, una parte de las y los trabajadores, un segmento de hombres y mujeres humildes, que están descontentos, desmoralizados, desmotivados y desmovilizados.
Las fuerzas políticas y sociales revolucionarias tenemos el reto de saber identificar –crítica y autocríticamente– las razones por las que están así miles de venezolanos y venezolanas de las clases y capas sociales explotadas e históricamente excluidas, es decir, de las que deben ser el nutriente fundamental del proceso revolucionario.
No es desde posiciones acríticas, complacientes y reactivas que lograremos identificar estas razones, y mucho menos que lograremos remoralizar, remotivar y removilizar.
Mucho se ha hecho a lo largo de estos 13 años. ¿Se podía haber hecho más y mejor? ¡Claro que sí! Toda obra humana es perfectible, especialmente si se lleva a cabo inserto en un Estado burgués históricamente ineficiente, altamente burocratizado, con graves niveles de desorganización, improvisación y corrupción administrativa.
¿Todo eso se solucionará si nos quedamos al margen? ¡Claro que no!
¿Se solucionará con el retorno de la derecha pro-imperialista al gobierno? ¡Claro que no!
¡La elección de Chávez en 1998 abrió una puerta, su reelección el 7-O debe servir para la profundización revolucionaria del proceso venezolano!
PARTE II
El pasado 11 de junio tiene una múltiple significación política, mucho más allá del cumplimiento de la formalidad institucional de la inscripción de la candidatura de Hugo Chávez aspirando a la reelección presidencial.
Dicho sea de paso, una aspiración que –por muy disímiles razones– es apoyada por la inmensa mayoría del pueblo y por las principales organizaciones políticas y sociales que plantean cambios revolucionarios.
Las disímiles razones tienen que ver con casos sobradamente conocidos, no sólo por las diferencias políticas, ideológicas y orgánicas de las organizaciones –con distintas concepciones tácticas y estratégicas–, sino que hay mucho más de uno y una –como ocurre dentro de los países donde prevalece la moral burguesa de la acumulación– a quienes les resultaría muy rentable la continuidad de ciertos funcionarios públicos.
Esto es verdad, es una realidad con la que nos enfrentamos día a día, pero que tiene su contraparte.
Su contraparte es ese pueblo llano y sencillo que se siente representado en Chávez, y que ha depositado mesiánicamente sus esperanzas en un hombre, mortal como cualquiera, con defectos y limitaciones absolutamente humanas.
Están también unas organizaciones, políticas y sociales, que conocen en carne propia aquello que cantaba el trovador: “hemos conseguido tan poco, y tanto… que nos ha costado”, y que saben el valor –cuando es necesario– de los pasos, del avance paulatino, y –cuando es posible– de los saltos históricos.
En la propia Resolución aprobada por el 14º Congreso del PCV, en agosto pasado, postulando a Hugo Chávez como candidato presidencial, la organización comunista expresó con claridad que “propugna e impulsa una política de amplia unidad patriótica antiimperialista dirigida a romper definitivamente los lazos de la dependencia del imperialismo, particularmente del estadounidense y, a la vez, avanzar en un proceso de acumulación de fuerza popular revolucionaria, con la Clase Obrera y el pueblo trabajador en la vanguardia, para abrirle reales perspectivas a la construcción del Socialismo, fase inicial de la formación económico-social Comunista.”
Ese breve párrafo deja claro que con miras al 7-O no está planteado un gobierno “de transición al socialismo y de radicalización de la democracia participativa y protagónica”, porque, además, los procesos sociales no pueden medirse desde el electoralismo del Estado burgués.
El PCV ha dicho claramente, en reiteradas ocasiones, que la contradicción principal de Venezuela –en el actual momento histórico– no es entre “chavistas” y “antichavistas”, sino entre los intereses de la Patria y los del imperialismo, por ende, la necesidad de romper definitivamente los lazos de la dependencia.
En este contexto, es positivo todo lo que sirva a la acumulación de fuerza popular revolucionaria, para abrirle reales perspectivas a la construcción del Socialismo, sin ninguna otra sino con la Clase Obrera y el pueblo trabajador en la vanguardia.
Esa es una posibilidad que no bajará del cielo ni será ofrecida graciosamente. Debe ser asumida y debe lucharse cotidianamente por ella.
Esa es la guía político-ideológica para que la batalla en torno al 7-O por la reelección de Chávez sirva a la profundización revolucionaria del proceso venezolano.
PARTE I
A lo largo de los poco más de 13 años en los que Hugo Chávez ha sido presidente de la República –electo, reelecto y reafirmado en cuatro ocasiones por una inmensa mayoría popular–, hay muchas personalidades, organizaciones y personas de las llamadas “de a pie”, que se han alejado del apoyo al gobierno, al proceso, al proyecto, y al propio Chávez.
Las razones son muy diversas y no pueden analizarse o entenderse todas desde una visión obtusa.
Es cierto que en la medida que un proceso se radicaliza, se profundiza, se hace más revolucionario, se producen definiciones y deslindes, decantan las aguas, progresivamente cada quien va tomando partido.
Los procesos políticos revolucionarios, de manera dialéctica, influyen en la gente, pueden lograr –como lo ha hecho el caso venezolano– que se incrementen los niveles de la conciencia social, que la gran masa asuma un ideal compartido, que se superen barreras impuestas por los instrumentos de dominación ideológica de la burguesía, que haya una movilización consciente y desinteresada.
Por eso, no es de extrañar, al contrario, es totalmente lógico y absolutamente natural, que personalidades y organizaciones, por esta dinámica político-ideológica, hayan llegado hasta donde podían llegar, hayan dado lo que podían dar.
En el avanzar hacia la construcción de una sociedad superior, realmente libre de toda forma de explotación, se van quedando en el camino los sectores que no abrazan este proyecto, especialmente porque choca con sus intereses de lucro, con sus valores burgueses.
Pero, hoy también tenemos una porción de pueblo, una parte de las y los trabajadores, un segmento de hombres y mujeres humildes, que están descontentos, desmoralizados, desmotivados y desmovilizados.
Las fuerzas políticas y sociales revolucionarias tenemos el reto de saber identificar –crítica y autocríticamente– las razones por las que están así miles de venezolanos y venezolanas de las clases y capas sociales explotadas e históricamente excluidas, es decir, de las que deben ser el nutriente fundamental del proceso revolucionario.
No es desde posiciones acríticas, complacientes y reactivas que lograremos identificar estas razones, y mucho menos que lograremos remoralizar, remotivar y removilizar.
Mucho se ha hecho a lo largo de estos 13 años. ¿Se podía haber hecho más y mejor? ¡Claro que sí! Toda obra humana es perfectible, especialmente si se lleva a cabo inserto en un Estado burgués históricamente ineficiente, altamente burocratizado, con graves niveles de desorganización, improvisación y corrupción administrativa.
¿Todo eso se solucionará si nos quedamos al margen? ¡Claro que no!
¿Se solucionará con el retorno de la derecha pro-imperialista al gobierno? ¡Claro que no!
¡La elección de Chávez en 1998 abrió una puerta, su reelección el 7-O debe servir para la profundización revolucionaria del proceso venezolano!
PARTE II
El pasado 11 de junio tiene una múltiple significación política, mucho más allá del cumplimiento de la formalidad institucional de la inscripción de la candidatura de Hugo Chávez aspirando a la reelección presidencial.
Dicho sea de paso, una aspiración que –por muy disímiles razones– es apoyada por la inmensa mayoría del pueblo y por las principales organizaciones políticas y sociales que plantean cambios revolucionarios.
Las disímiles razones tienen que ver con casos sobradamente conocidos, no sólo por las diferencias políticas, ideológicas y orgánicas de las organizaciones –con distintas concepciones tácticas y estratégicas–, sino que hay mucho más de uno y una –como ocurre dentro de los países donde prevalece la moral burguesa de la acumulación– a quienes les resultaría muy rentable la continuidad de ciertos funcionarios públicos.
Esto es verdad, es una realidad con la que nos enfrentamos día a día, pero que tiene su contraparte.
Su contraparte es ese pueblo llano y sencillo que se siente representado en Chávez, y que ha depositado mesiánicamente sus esperanzas en un hombre, mortal como cualquiera, con defectos y limitaciones absolutamente humanas.
Están también unas organizaciones, políticas y sociales, que conocen en carne propia aquello que cantaba el trovador: “hemos conseguido tan poco, y tanto… que nos ha costado”, y que saben el valor –cuando es necesario– de los pasos, del avance paulatino, y –cuando es posible– de los saltos históricos.
En la propia Resolución aprobada por el 14º Congreso del PCV, en agosto pasado, postulando a Hugo Chávez como candidato presidencial, la organización comunista expresó con claridad que “propugna e impulsa una política de amplia unidad patriótica antiimperialista dirigida a romper definitivamente los lazos de la dependencia del imperialismo, particularmente del estadounidense y, a la vez, avanzar en un proceso de acumulación de fuerza popular revolucionaria, con la Clase Obrera y el pueblo trabajador en la vanguardia, para abrirle reales perspectivas a la construcción del Socialismo, fase inicial de la formación económico-social Comunista.”
Ese breve párrafo deja claro que con miras al 7-O no está planteado un gobierno “de transición al socialismo y de radicalización de la democracia participativa y protagónica”, porque, además, los procesos sociales no pueden medirse desde el electoralismo del Estado burgués.
El PCV ha dicho claramente, en reiteradas ocasiones, que la contradicción principal de Venezuela –en el actual momento histórico– no es entre “chavistas” y “antichavistas”, sino entre los intereses de la Patria y los del imperialismo, por ende, la necesidad de romper definitivamente los lazos de la dependencia.
En este contexto, es positivo todo lo que sirva a la acumulación de fuerza popular revolucionaria, para abrirle reales perspectivas a la construcción del Socialismo, sin ninguna otra sino con la Clase Obrera y el pueblo trabajador en la vanguardia.
Esa es una posibilidad que no bajará del cielo ni será ofrecida graciosamente. Debe ser asumida y debe lucharse cotidianamente por ella.
Esa es la guía político-ideológica para que la batalla en torno al 7-O por la reelección de Chávez sirva a la profundización revolucionaria del proceso venezolano.