Necesidad de un futuro socialista - Por una genuina sostenibilidad
escrito por José María Sisón (Presidente de la Liga Internacional de la Lucha de los Pueblos) - 18 de junio 2012
La Carta de la Liga Internacional de la Lucha de los Pueblos (ILPS) y cada declaración general emitida por la Asamblea Internacional de la ILPS definen la lucha democrática y anti-imperialista de la ILPS y ponen énfasis en el objetivo de la liberación nacional y social de los pueblos. La ILPS se rige por los términos generales y busca un terreno común para crear el más amplio frente unido internacional de todas las fuerzas democráticas y antiimperialistas. Pero el objetivo final es el cambio del sistema, reemplazando el capitalismo con el socialismo.
Los pueblos de los países desarrollados y subdesarrollados están disgustados con el capitalismo y acogen el socialismo como la alternativa al capitalismo. Ellos quieren una salida a la crisis del imperialismo que se empeora rápidamente, a la depresión innegable de la economía mundial, a la intensificación de la explotación y la opresión, a la frecuencia de las guerras imperialistas de agresión y a las consecuencias del capitalismo que amenazan la existencia misma de la humanidad y del planeta entero , como a la proliferación de armas nucleares, armas químicas y biológicas y otras armas de destrucción masiva, a la extrema degradación del medio ambiente y al calentamiento global.
Las condiciones materiales para el socialismo ya existen en los países capitalistas industriales. Pero el proletariado y el pueblo necesitan con urgencia librar una lucha de clase y antiimperialista con el fin de desarrollar su fuerza para contrarrestar el creciente peligro del fascismo y derrocar a la burguesía a través de una revolución socialista. En los más numerosos países semicoloniales y semifeudales, es más válido que nunca luchar por el triunfo de la nueva revolución democrática y proceder por consiguiente a la etapa de la revolución socialista.
Uso imperialista del término de "Desarrollo Sostenible"
A raíz de la Segunda Guerra Mundial, los países socialistas y las democracias populares abarcaban un tercio de la humanidad y presentaban al socialismo como la alternativa al capitalismo. Los movimientos de liberación nacional continuaban creciendo de manera vertiginosa en Asia, África y América Latina. Las Naciones Unidas (ONU) reconocieron la gran oleada de descolonización. Las mismas potencias imperialistas admitieron que ya no podían controlar las colonias de la vieja manera y buscaban aprovecharse de los métodos del neocolonialismo.
Los países socialistas y los recién independizados que formaron el Movimiento de Países No Alineados hicieron un llamado por el desarrollo industrial y un nuevo orden económico internacional que ya no pueden ser controlados y manipulados por las potencias imperialistas a expensas de los países subdesarrollados. Las Naciones Unidas proclamaron las décadas de los años 1960 y 1970 como "décadas de desarrollo." La demanda central para el desarrollo industrial era inconfundible. Incluso los EE.UU. hizo un gran show de la promoción de ciertas economías en proceso de industrialización (como Corea del Sur, Taiwán y Brasil), bajo la égida del capitalismo monopolista para contrarrestar el ejemplo de la industrialización siendo dados por los países socialistas y la demanda del movimiento socialista y anti-imperialista por la industrialización.
Pero mientras pretendían apoyar el desarrollo de los países subdesarrollados, los EE.UU. estaban promoviendo conceptos para socavar y derrotar al clamor popular por el desarrollo industrial como el principal factor en el desarrollo económico equilibrado. A través del Club de Roma en 1972, los EE.UU. insistían sobre los “límites del crecimiento” frente a la crisis de los combustibles y los alimentos durante la década de 1970 y despertaban los temores de un colapso repentino e incontrolado de las economías y lanzaron el concepto de "desarrollo sostenible”.
El concepto de "desarrollo sostenible" destacó los limitados recursos naturales de ciertos países y el peligro de degradar el medio ambiente. Se ocultó la extensión y la riqueza de la base de recursos naturales de muchos países en vías de desarrollo, así como las posibilidades del buen aprovechamiento de estos recursos y el desarrollo de las economías en armonía con el medio ambiente y el bienestar del pueblo. Además, se ofuscó el hecho de que los EE.UU. y otras potencias imperialistas habían saqueado y degradado el medio ambiente con el propósito de arrancar ganancias en detrimento del pueblo.
A comienzos de la década de 1980, cuando las potencias imperialistas encabezadas por los EE.UU. adoptaron la política neoliberal de la globalización de "libre mercado" como reacción a los fenómenos de la estanflación y el desarrollo apoyado por el Estado en los países socialistas y en algunos países en desarrollo, se retuvo la noción de "desarrollo sostenible" para la propagación, principalmente a través de las ONG financiadas por el imperialismo, los académicos y los medios de comunicación, a fin de debilitar y desalentar la demanda popular por el desarrollo industrial en los países subdesarrollados. La combinación del neoliberalismo y el temor de un desarrollo insostenible coincidieron con la degeneración acelerada de las sociedades socialistas hacia el capitalismo y el éxito de la manipulación financiera y económica de los nuevos países independientes a través de neocolonialismo.
Los imperialistas y sus lacayos políticos, empresariales e intelectuales atacaron la industrialización nacional por ser supuestamente dependiente del Estado y destructiva para el medio ambiente. ¿Por qué aspirar a la industrialización nacional y a una economía bien equilibrada cuando las empresas multinacionales pueden proporcionar los productos manufacturados desde su país y los enclaves de ultramar, y al mismo tiempo son capaces de explotar los recursos naturales de los países subdesarrollados? El propósito de los imperialistas es globalizar la economía mediante la desnacionalización de las economías subdesarrolladas y permitir la liberalización del comercio y de las finanzas, la privatización de los bienes estatales y la desregulación, a expensas de toda la nación, el trabajo, las mujeres, los niños, la sociedad y el medio ambiente.
Cuando se celebró en Río de Janeiro en 1992 la primera Cumbre de la Tierra (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y la Conferencia para el Desarrollo), la campaña imperialista contra el desarrollo industrial para los países subdesarrollados había alcanzado una etapa avanzada, bajo los auspicios del Consenso de Washington. Fue prácticamente sin oposición debido a la dominación del neocolonialismo y el neoliberalismo sobre los países subdesarrollados y la restauración completa del capitalismo en los países gobernados por los revisionistas desde los años de 1989 a 1991, después de décadas de la subversión revisionista y traición al socialismo.
La Cumbre de la Tierra de 1992 utilizo la definición de "desarrollo sostenible" en el Informe Brundtlant, como "desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades", que "da prioridad absoluta a las necesidades esenciales de los pobres del mundo" y "toma en cuenta las limitaciones impuestas por el estado de la tecnología y el entorno social sobre la capacidad del ambiente para satisfacer las necesidades presentes y futuras”.
La cumbre procedió a emitir la Declaración sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo que contenía generalidades brillantes y piadosos sermones sobre la necesidad de la armonía entre la humanidad y el medio ambiente, de la soberanía del Estado en los países subdesarrollados a utilizar el medio ambiente y los recursos naturales para sus propósitos y el principio de precaución de ser prudentes en la aplicación de la ciencia y la tecnología. Sin embargo, el lema del desarrollo sostenible fue machacado simplemente para ahogar el clamor por el desarrollo industrial. Las potencias imperialistas y las empresas multinacionales fueron representadas cómo los que sabían mejor como desarrollar la economía global y proteger el medio ambiente.
Desde la Cumbre de la Tierra de 1992, el subdesarrollo de la inmensa mayoría de los países se ha profundizado y agravado más que nunca. Al mismo tiempo, las potencias imperialistas y sus empresas multinacionales han acelerado la emisión de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero hacia el punto de no retorno en el calentamiento global, la propagación de armas nucleares, químicas y otros tipos de contaminantes, el saqueo y el agotamiento de los recursos minerales, forestales, marinos, de suelo, y de agua fresca; la manipulación genética de la flora y la fauna, las patentes de los procesos genéticos, la pérdida masiva de la biodiversidad y la degradación del medio ambiente en general. En el proceso, han acabado con las limitaciones constitucionales y legales sobre la propiedad extranjera y la explotación de los recursos naturales en los países subdesarrollados y empobrecidos.
A pesar de que la política económica neoliberal de sacar súper ganancias y acumular capital de manera acelerada ha dado lugar a las actuales súper crisis económica y financiera, los EE.UU. y otras potencias imperialistas están cada vez más empeñados que nunca en llevar a cabo su maldita política de codicia desenfrenada. Ellos agitan la bandera verde para anunciar una mayor acumulación de súper ganancias mediante una intensificación del saqueo de los recursos naturales en los países subdesarrollados. Pretenden proteger el medio ambiente con el fin de explotar y controlar aún más la riqueza natural del mundo, convirtiendo lo que queda de ella en su “capital natural”.
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible en Río de Janeiro este año, han lanzado una ofensiva, utilizando la artimaña de la "economía verde", con el fin de ampliar las fuentes de ganancias mediante una mayor explotación del medio ambiente en los países subdesarrollados. Su objetivo es saquear aún más los recursos naturales y mercantilizar incluso los procesos orgánicos esenciales en la naturaleza, poner una etiqueta de precio a la biomasa, la biodiversidad y las funciones de los ecosistemas, tales como el almacenamiento del carbono, la polinización de los cultivos, la filtración del agua y demás-con el fin de transformar los "Servicios" de la naturaleza en unidades comercializables en el mercado financiero.
El documento que se prepara para su emisión por la Conferencia Río +20 se titula "El Futuro que Queremos." Una vez más, las potencias imperialistas y las empresas multinacionales están utilizando las consignas de desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza con el fin de ampliar sus intereses corporativos y las oportunidades de sacar ganancias, para garantizarse contra los riesgos y poner el marco jurídico para la financialización de la naturaleza. Ellos alegan que todos los fracasos anteriores para avanzar en el desarrollo socioeconómico y la protección del medio ambiente se han debido a las fallas del mercado y la mala asignación del capital y no a las relaciones desiguales entre los estados imperialistas y los estados del cliente y entre las clases explotadoras y explotadas en la estructura social de los países subdesarrollados.
Bancarrota del capitalismo y la necesidad de un futuro socialista
Las potencias imperialistas y sus lacayos todavía afirman con arrogancia que la historia de la humanidad ha alcanzado su más alta perfección en el capitalismo y la democracia liberal y que no hay alternativa a las mismas. Ellos encuentran consuelo en la idea de que la grave crisis actual del capitalismo global no es más que un período de consolidación en el que los fuertes engullen a los débiles, que es un proceso de destrucción creativa, que conduce al siguiente apogeo del desarrollo capitalista. Ellos se olvidan del hecho de que todavía estamos en la época del imperialismo y la revolución proletaria y que el imperialismo es el capitalismo moribundo.
La adopción de una tecnología más alta ha elevado la productividad del trabajo y ha aumentado el carácter social de la producción. Pero bajo el capitalismo, sobre todo con su política neoliberal, la maximización de la ganancia, aplastando los niveles salariales y la acumulación del capital privado se ha acelerado a una velocidad extrema, dando lugar a la repetición de la crisis de sobreproducción a un ritmo mucho peor que antes. El intento de frenar o sobreponerse a la crisis de sobreproducción y la tendencia a la caída de la tasa de ganancia a través de todo tipo de manipulación financiera (ampliación de la oferta monetaria, el aumento de la deuda de los gobiernos, las empresas y familias, inventando todo tipo de derivados financieros y creando una burbuja financiera tras otra) ha llevado a la actual catástrofe económica y financiera.
La burguesía monopolista, sobre todo la oligarquía financiera obtiene rescates y sigue disfrutando de los recortes de impuestos, contratos sobrevaluados por parte del Estado, subsidios, garantías y otros tipos de privilegios. Dentro de los países imperialistas, la carga de la crisis se le impone al pueblo a través de las medidas de austeridad, incluyendo impuestos más altos para los consumidores, salarios más bajos, la erosión de las prestaciones de jubilación, la reducción de empleados del sector público y el aumento de tarifas para los reducidos servicios sociales. Estas medidas de austeridad empobrecen aún más al pueblo y hacen que la vida sea aún más miserable en medio de desempleo y los crecientes precios de los productos básicos.
Desde los países imperialistas hasta los países subdesarrollados, la carga de la crisis se le impone al pueblo, lo que provoca altas tasas de desempleo y el abaratamiento aún más de la mano de obra para la producción de materias primas y semimanufacturados. Las potencias imperialistas pueden recibir más exportaciones de los países subdesarrollados a precios más baratos. También están corriendo para saquear los recursos naturales en un concurso ínter-imperialista para abastecerse de materiales estratégicos. Agitan la llamada bandera verde para promover su asalto sobre el medio ambiente y la tierra del mundo, los bosques, los recursos minerales, energéticos, marinas, genéticos y el agua.
Es notable que estén frenéticamente excavando minas en un período de depresión económica. Es obvio que están abasteciéndose de los minerales. De esta manera están aprovechando la mano de obra barata y el afán de los títeres políticos de algunas dosis de divisas. En relación con la devastación del medio ambiente, las empresas multinacionales están involucradas en un proceso simultáneo de la adquisición de trato nacional para ellas mismas y la desnacionalización de la economía de los estados-clientes.
La lucha ínter-imperialista por un nuevo reparto del mundo se está intensificando. Se trata de una competición por las fuentes de petróleo y otras materias primas estratégicas, mercados, campos de inversión y esferas de influencia. Hasta el momento, la misma ha tomado la apariencia de las negociaciones amistosas entre las potencias imperialistas que, en el peor de los casos, muestran discrepancias sobre cómo hacer cumplir sus decisiones en países ricos en recursos que afirman su independencia nacional. La dirección de las guerras de agresión llevadas a cabo por los EE.UU. y la OTAN está en contra de los países como Irak, Afganistán y Libia.
Pero la crisis del sistema capitalista mundial se empeora. En el pasado, las graves crisis como la actual, han dado lugar a guerras ínter imperialistas y proporcionado grandes oportunidades al proletariado y al pueblo para llevar a cabo nuevas revoluciones democráticas y socialistas. En este momento, la crisis es comparable a la Gran Depresión en su magnitud y su gravedad y ya está incitando a las amplias masas del pueblo a emprender diversas formas de lucha siguiendo la línea anti-imperialista y democrática hacia un futuro socialista.
La quiebra total del sistema capitalista mundial se hace visible por la grave crisis económica y financiera en todos los países imperialistas y, en consecuencia por la crisis mucho más grave en los países subdesarrollados. El mundo entero se ve afectado por el estancamiento económico, las altas tasas de desempleo, la creciente pobreza, la degradación ambiental y el subdesarrollo de la inmensa mayoría de los países.
Estos problemas se han quedado sin control a causa de la desenfrenada codicia de las potencias imperialistas y la burguesía monopolista. Es una gran ironía y una tragedia que los pueblos son explotados y empobrecidos más que nunca, cuando su nivel de educación y de formación relativamente alto y el nivel más alto de la tecnología significan una mayor productividad y deberían dar lugar a mejores condiciones sociales. Sin embargo, esta mayor productividad conduce a una crisis económica y financiera que destruye las fuerzas productivas a través de despidos masivos y el cierre de los lugares de trabajo.
Peor que la crisis económica y financiera es el aumento del terrorismo de Estado con el fin de reprimir a los pueblos que ejercen sus derechos democráticos protestando por las injusticias cometidas contra ellos y exigiendo cambios para mejor. Las potencias imperialistas están sistemáticamente fomentando el chovinismo, el racismo, el fanatismo religioso, el fascismo, la histeria de guerra y otras corrientes ultra-reaccionarios a fin de engañar al pueblo y ocultar las raíces de la crisis en la naturaleza explotadora y opresiva del sistema capitalista.
Lo peor de todo, las potencias imperialistas están aumentando sus presupuestos militares, intensificando la producción de guerra y están dispuestos a lanzarse a más guerras de agresión. Los EE.UU. y la OTAN han desplegado sus fuerzas militares mucho más allá de sus fronteras nacionales. Ellos se jactan abiertamente de sus objetivos de ampliar su territorio económico. Amenazan a utilizar, o utilizan realmente, la fuerza bruta para imponer sus intereses imperialistas en otros países. Los bloques militares rivales como la Organización de Cooperación de Shanghai y la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva se han levantado para contrarrestar el hegemonismo y el expansionismo de los EE.UU. y sus aliados occidentales.
La Liga Internacional de la Lucha de los Pueblos y las amplias masas del pueblo deben intensificar sus luchas democráticas y anti-imperialistas con la perspectiva de avanzar en la dirección de la revolución socialista. Las potencias imperialistas están empeñadas en la intensificación de la explotación y la opresión de los pueblos y sacando lo peor del capitalismo monopolista. Los reformistas que desean mejorar y preservar el sistema capitalista e imperialista no pueden detener o reorientar el curso de saqueo y agresivo del imperialismo. Tampoco pueden engañar a los pueblos que están sufriendo las consecuencias de la crisis y que son receptivos a las llamadas por una lucha revolucionaria.
La adopción de una alta tecnología ha acelerado y agravado la recurrencia de la crisis de sobreproducción. Ella ha facilitado las transacciones financieras y la creación de capital ficticio. Se ha acelerado la propaganda de las potencias imperialistas y sus títeres. Sin embargo, los aparatos útiles de comunicación también aceleran la difusión de propaganda revolucionaria y facilitan la movilización del pueblo contra el sistema. Las fuerzas revolucionarias y los pueblos confían en que algún día se puede utilizar la alta tecnología para servir a las necesidades sociales y no para sacar ganancias privadas.
El nivel más alto de la ciencia y la tecnología es totalmente útil y beneficioso para el pueblo sólo bajo un sistema socialista. Se puede ampliar y mejorar la calidad de la producción sin que se produzca una crisis de sobreproducción. Se puede proteger y garantizar la utilización racional y planificada de los recursos naturales, en lugar del saqueo irresponsable por el capitalismo. Ofrece la posibilidad incesante de actividades económicas, sociales, políticas, culturales, educativas y científicas de planificación centralizada, descentralizada y creativa. Se puede mejorar la relación armoniosa entre la humanidad y el medio ambiente, con naciones enteras y comunidades locales beneficiándose de ella y protegiéndola. Se puede promover y hacer realidad la justicia social y ambiental. Por lo tanto, se puede facilitar y acelerar la difusión de ideas y actividades que dan lugar a una mayor libertad, democracia, justicia social, desarrollo integral, un medio ambiente sano y la solidaridad revolucionaria de los pueblos.
escrito por José María Sisón (Presidente de la Liga Internacional de la Lucha de los Pueblos) - 18 de junio 2012
La Carta de la Liga Internacional de la Lucha de los Pueblos (ILPS) y cada declaración general emitida por la Asamblea Internacional de la ILPS definen la lucha democrática y anti-imperialista de la ILPS y ponen énfasis en el objetivo de la liberación nacional y social de los pueblos. La ILPS se rige por los términos generales y busca un terreno común para crear el más amplio frente unido internacional de todas las fuerzas democráticas y antiimperialistas. Pero el objetivo final es el cambio del sistema, reemplazando el capitalismo con el socialismo.
Los pueblos de los países desarrollados y subdesarrollados están disgustados con el capitalismo y acogen el socialismo como la alternativa al capitalismo. Ellos quieren una salida a la crisis del imperialismo que se empeora rápidamente, a la depresión innegable de la economía mundial, a la intensificación de la explotación y la opresión, a la frecuencia de las guerras imperialistas de agresión y a las consecuencias del capitalismo que amenazan la existencia misma de la humanidad y del planeta entero , como a la proliferación de armas nucleares, armas químicas y biológicas y otras armas de destrucción masiva, a la extrema degradación del medio ambiente y al calentamiento global.
Las condiciones materiales para el socialismo ya existen en los países capitalistas industriales. Pero el proletariado y el pueblo necesitan con urgencia librar una lucha de clase y antiimperialista con el fin de desarrollar su fuerza para contrarrestar el creciente peligro del fascismo y derrocar a la burguesía a través de una revolución socialista. En los más numerosos países semicoloniales y semifeudales, es más válido que nunca luchar por el triunfo de la nueva revolución democrática y proceder por consiguiente a la etapa de la revolución socialista.
Uso imperialista del término de "Desarrollo Sostenible"
A raíz de la Segunda Guerra Mundial, los países socialistas y las democracias populares abarcaban un tercio de la humanidad y presentaban al socialismo como la alternativa al capitalismo. Los movimientos de liberación nacional continuaban creciendo de manera vertiginosa en Asia, África y América Latina. Las Naciones Unidas (ONU) reconocieron la gran oleada de descolonización. Las mismas potencias imperialistas admitieron que ya no podían controlar las colonias de la vieja manera y buscaban aprovecharse de los métodos del neocolonialismo.
Los países socialistas y los recién independizados que formaron el Movimiento de Países No Alineados hicieron un llamado por el desarrollo industrial y un nuevo orden económico internacional que ya no pueden ser controlados y manipulados por las potencias imperialistas a expensas de los países subdesarrollados. Las Naciones Unidas proclamaron las décadas de los años 1960 y 1970 como "décadas de desarrollo." La demanda central para el desarrollo industrial era inconfundible. Incluso los EE.UU. hizo un gran show de la promoción de ciertas economías en proceso de industrialización (como Corea del Sur, Taiwán y Brasil), bajo la égida del capitalismo monopolista para contrarrestar el ejemplo de la industrialización siendo dados por los países socialistas y la demanda del movimiento socialista y anti-imperialista por la industrialización.
Pero mientras pretendían apoyar el desarrollo de los países subdesarrollados, los EE.UU. estaban promoviendo conceptos para socavar y derrotar al clamor popular por el desarrollo industrial como el principal factor en el desarrollo económico equilibrado. A través del Club de Roma en 1972, los EE.UU. insistían sobre los “límites del crecimiento” frente a la crisis de los combustibles y los alimentos durante la década de 1970 y despertaban los temores de un colapso repentino e incontrolado de las economías y lanzaron el concepto de "desarrollo sostenible”.
El concepto de "desarrollo sostenible" destacó los limitados recursos naturales de ciertos países y el peligro de degradar el medio ambiente. Se ocultó la extensión y la riqueza de la base de recursos naturales de muchos países en vías de desarrollo, así como las posibilidades del buen aprovechamiento de estos recursos y el desarrollo de las economías en armonía con el medio ambiente y el bienestar del pueblo. Además, se ofuscó el hecho de que los EE.UU. y otras potencias imperialistas habían saqueado y degradado el medio ambiente con el propósito de arrancar ganancias en detrimento del pueblo.
A comienzos de la década de 1980, cuando las potencias imperialistas encabezadas por los EE.UU. adoptaron la política neoliberal de la globalización de "libre mercado" como reacción a los fenómenos de la estanflación y el desarrollo apoyado por el Estado en los países socialistas y en algunos países en desarrollo, se retuvo la noción de "desarrollo sostenible" para la propagación, principalmente a través de las ONG financiadas por el imperialismo, los académicos y los medios de comunicación, a fin de debilitar y desalentar la demanda popular por el desarrollo industrial en los países subdesarrollados. La combinación del neoliberalismo y el temor de un desarrollo insostenible coincidieron con la degeneración acelerada de las sociedades socialistas hacia el capitalismo y el éxito de la manipulación financiera y económica de los nuevos países independientes a través de neocolonialismo.
Los imperialistas y sus lacayos políticos, empresariales e intelectuales atacaron la industrialización nacional por ser supuestamente dependiente del Estado y destructiva para el medio ambiente. ¿Por qué aspirar a la industrialización nacional y a una economía bien equilibrada cuando las empresas multinacionales pueden proporcionar los productos manufacturados desde su país y los enclaves de ultramar, y al mismo tiempo son capaces de explotar los recursos naturales de los países subdesarrollados? El propósito de los imperialistas es globalizar la economía mediante la desnacionalización de las economías subdesarrolladas y permitir la liberalización del comercio y de las finanzas, la privatización de los bienes estatales y la desregulación, a expensas de toda la nación, el trabajo, las mujeres, los niños, la sociedad y el medio ambiente.
Cuando se celebró en Río de Janeiro en 1992 la primera Cumbre de la Tierra (Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y la Conferencia para el Desarrollo), la campaña imperialista contra el desarrollo industrial para los países subdesarrollados había alcanzado una etapa avanzada, bajo los auspicios del Consenso de Washington. Fue prácticamente sin oposición debido a la dominación del neocolonialismo y el neoliberalismo sobre los países subdesarrollados y la restauración completa del capitalismo en los países gobernados por los revisionistas desde los años de 1989 a 1991, después de décadas de la subversión revisionista y traición al socialismo.
La Cumbre de la Tierra de 1992 utilizo la definición de "desarrollo sostenible" en el Informe Brundtlant, como "desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades", que "da prioridad absoluta a las necesidades esenciales de los pobres del mundo" y "toma en cuenta las limitaciones impuestas por el estado de la tecnología y el entorno social sobre la capacidad del ambiente para satisfacer las necesidades presentes y futuras”.
La cumbre procedió a emitir la Declaración sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo que contenía generalidades brillantes y piadosos sermones sobre la necesidad de la armonía entre la humanidad y el medio ambiente, de la soberanía del Estado en los países subdesarrollados a utilizar el medio ambiente y los recursos naturales para sus propósitos y el principio de precaución de ser prudentes en la aplicación de la ciencia y la tecnología. Sin embargo, el lema del desarrollo sostenible fue machacado simplemente para ahogar el clamor por el desarrollo industrial. Las potencias imperialistas y las empresas multinacionales fueron representadas cómo los que sabían mejor como desarrollar la economía global y proteger el medio ambiente.
Desde la Cumbre de la Tierra de 1992, el subdesarrollo de la inmensa mayoría de los países se ha profundizado y agravado más que nunca. Al mismo tiempo, las potencias imperialistas y sus empresas multinacionales han acelerado la emisión de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero hacia el punto de no retorno en el calentamiento global, la propagación de armas nucleares, químicas y otros tipos de contaminantes, el saqueo y el agotamiento de los recursos minerales, forestales, marinos, de suelo, y de agua fresca; la manipulación genética de la flora y la fauna, las patentes de los procesos genéticos, la pérdida masiva de la biodiversidad y la degradación del medio ambiente en general. En el proceso, han acabado con las limitaciones constitucionales y legales sobre la propiedad extranjera y la explotación de los recursos naturales en los países subdesarrollados y empobrecidos.
A pesar de que la política económica neoliberal de sacar súper ganancias y acumular capital de manera acelerada ha dado lugar a las actuales súper crisis económica y financiera, los EE.UU. y otras potencias imperialistas están cada vez más empeñados que nunca en llevar a cabo su maldita política de codicia desenfrenada. Ellos agitan la bandera verde para anunciar una mayor acumulación de súper ganancias mediante una intensificación del saqueo de los recursos naturales en los países subdesarrollados. Pretenden proteger el medio ambiente con el fin de explotar y controlar aún más la riqueza natural del mundo, convirtiendo lo que queda de ella en su “capital natural”.
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible en Río de Janeiro este año, han lanzado una ofensiva, utilizando la artimaña de la "economía verde", con el fin de ampliar las fuentes de ganancias mediante una mayor explotación del medio ambiente en los países subdesarrollados. Su objetivo es saquear aún más los recursos naturales y mercantilizar incluso los procesos orgánicos esenciales en la naturaleza, poner una etiqueta de precio a la biomasa, la biodiversidad y las funciones de los ecosistemas, tales como el almacenamiento del carbono, la polinización de los cultivos, la filtración del agua y demás-con el fin de transformar los "Servicios" de la naturaleza en unidades comercializables en el mercado financiero.
El documento que se prepara para su emisión por la Conferencia Río +20 se titula "El Futuro que Queremos." Una vez más, las potencias imperialistas y las empresas multinacionales están utilizando las consignas de desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza con el fin de ampliar sus intereses corporativos y las oportunidades de sacar ganancias, para garantizarse contra los riesgos y poner el marco jurídico para la financialización de la naturaleza. Ellos alegan que todos los fracasos anteriores para avanzar en el desarrollo socioeconómico y la protección del medio ambiente se han debido a las fallas del mercado y la mala asignación del capital y no a las relaciones desiguales entre los estados imperialistas y los estados del cliente y entre las clases explotadoras y explotadas en la estructura social de los países subdesarrollados.
Bancarrota del capitalismo y la necesidad de un futuro socialista
Las potencias imperialistas y sus lacayos todavía afirman con arrogancia que la historia de la humanidad ha alcanzado su más alta perfección en el capitalismo y la democracia liberal y que no hay alternativa a las mismas. Ellos encuentran consuelo en la idea de que la grave crisis actual del capitalismo global no es más que un período de consolidación en el que los fuertes engullen a los débiles, que es un proceso de destrucción creativa, que conduce al siguiente apogeo del desarrollo capitalista. Ellos se olvidan del hecho de que todavía estamos en la época del imperialismo y la revolución proletaria y que el imperialismo es el capitalismo moribundo.
La adopción de una tecnología más alta ha elevado la productividad del trabajo y ha aumentado el carácter social de la producción. Pero bajo el capitalismo, sobre todo con su política neoliberal, la maximización de la ganancia, aplastando los niveles salariales y la acumulación del capital privado se ha acelerado a una velocidad extrema, dando lugar a la repetición de la crisis de sobreproducción a un ritmo mucho peor que antes. El intento de frenar o sobreponerse a la crisis de sobreproducción y la tendencia a la caída de la tasa de ganancia a través de todo tipo de manipulación financiera (ampliación de la oferta monetaria, el aumento de la deuda de los gobiernos, las empresas y familias, inventando todo tipo de derivados financieros y creando una burbuja financiera tras otra) ha llevado a la actual catástrofe económica y financiera.
La burguesía monopolista, sobre todo la oligarquía financiera obtiene rescates y sigue disfrutando de los recortes de impuestos, contratos sobrevaluados por parte del Estado, subsidios, garantías y otros tipos de privilegios. Dentro de los países imperialistas, la carga de la crisis se le impone al pueblo a través de las medidas de austeridad, incluyendo impuestos más altos para los consumidores, salarios más bajos, la erosión de las prestaciones de jubilación, la reducción de empleados del sector público y el aumento de tarifas para los reducidos servicios sociales. Estas medidas de austeridad empobrecen aún más al pueblo y hacen que la vida sea aún más miserable en medio de desempleo y los crecientes precios de los productos básicos.
Desde los países imperialistas hasta los países subdesarrollados, la carga de la crisis se le impone al pueblo, lo que provoca altas tasas de desempleo y el abaratamiento aún más de la mano de obra para la producción de materias primas y semimanufacturados. Las potencias imperialistas pueden recibir más exportaciones de los países subdesarrollados a precios más baratos. También están corriendo para saquear los recursos naturales en un concurso ínter-imperialista para abastecerse de materiales estratégicos. Agitan la llamada bandera verde para promover su asalto sobre el medio ambiente y la tierra del mundo, los bosques, los recursos minerales, energéticos, marinas, genéticos y el agua.
Es notable que estén frenéticamente excavando minas en un período de depresión económica. Es obvio que están abasteciéndose de los minerales. De esta manera están aprovechando la mano de obra barata y el afán de los títeres políticos de algunas dosis de divisas. En relación con la devastación del medio ambiente, las empresas multinacionales están involucradas en un proceso simultáneo de la adquisición de trato nacional para ellas mismas y la desnacionalización de la economía de los estados-clientes.
La lucha ínter-imperialista por un nuevo reparto del mundo se está intensificando. Se trata de una competición por las fuentes de petróleo y otras materias primas estratégicas, mercados, campos de inversión y esferas de influencia. Hasta el momento, la misma ha tomado la apariencia de las negociaciones amistosas entre las potencias imperialistas que, en el peor de los casos, muestran discrepancias sobre cómo hacer cumplir sus decisiones en países ricos en recursos que afirman su independencia nacional. La dirección de las guerras de agresión llevadas a cabo por los EE.UU. y la OTAN está en contra de los países como Irak, Afganistán y Libia.
Pero la crisis del sistema capitalista mundial se empeora. En el pasado, las graves crisis como la actual, han dado lugar a guerras ínter imperialistas y proporcionado grandes oportunidades al proletariado y al pueblo para llevar a cabo nuevas revoluciones democráticas y socialistas. En este momento, la crisis es comparable a la Gran Depresión en su magnitud y su gravedad y ya está incitando a las amplias masas del pueblo a emprender diversas formas de lucha siguiendo la línea anti-imperialista y democrática hacia un futuro socialista.
La quiebra total del sistema capitalista mundial se hace visible por la grave crisis económica y financiera en todos los países imperialistas y, en consecuencia por la crisis mucho más grave en los países subdesarrollados. El mundo entero se ve afectado por el estancamiento económico, las altas tasas de desempleo, la creciente pobreza, la degradación ambiental y el subdesarrollo de la inmensa mayoría de los países.
Estos problemas se han quedado sin control a causa de la desenfrenada codicia de las potencias imperialistas y la burguesía monopolista. Es una gran ironía y una tragedia que los pueblos son explotados y empobrecidos más que nunca, cuando su nivel de educación y de formación relativamente alto y el nivel más alto de la tecnología significan una mayor productividad y deberían dar lugar a mejores condiciones sociales. Sin embargo, esta mayor productividad conduce a una crisis económica y financiera que destruye las fuerzas productivas a través de despidos masivos y el cierre de los lugares de trabajo.
Peor que la crisis económica y financiera es el aumento del terrorismo de Estado con el fin de reprimir a los pueblos que ejercen sus derechos democráticos protestando por las injusticias cometidas contra ellos y exigiendo cambios para mejor. Las potencias imperialistas están sistemáticamente fomentando el chovinismo, el racismo, el fanatismo religioso, el fascismo, la histeria de guerra y otras corrientes ultra-reaccionarios a fin de engañar al pueblo y ocultar las raíces de la crisis en la naturaleza explotadora y opresiva del sistema capitalista.
Lo peor de todo, las potencias imperialistas están aumentando sus presupuestos militares, intensificando la producción de guerra y están dispuestos a lanzarse a más guerras de agresión. Los EE.UU. y la OTAN han desplegado sus fuerzas militares mucho más allá de sus fronteras nacionales. Ellos se jactan abiertamente de sus objetivos de ampliar su territorio económico. Amenazan a utilizar, o utilizan realmente, la fuerza bruta para imponer sus intereses imperialistas en otros países. Los bloques militares rivales como la Organización de Cooperación de Shanghai y la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva se han levantado para contrarrestar el hegemonismo y el expansionismo de los EE.UU. y sus aliados occidentales.
La Liga Internacional de la Lucha de los Pueblos y las amplias masas del pueblo deben intensificar sus luchas democráticas y anti-imperialistas con la perspectiva de avanzar en la dirección de la revolución socialista. Las potencias imperialistas están empeñadas en la intensificación de la explotación y la opresión de los pueblos y sacando lo peor del capitalismo monopolista. Los reformistas que desean mejorar y preservar el sistema capitalista e imperialista no pueden detener o reorientar el curso de saqueo y agresivo del imperialismo. Tampoco pueden engañar a los pueblos que están sufriendo las consecuencias de la crisis y que son receptivos a las llamadas por una lucha revolucionaria.
La adopción de una alta tecnología ha acelerado y agravado la recurrencia de la crisis de sobreproducción. Ella ha facilitado las transacciones financieras y la creación de capital ficticio. Se ha acelerado la propaganda de las potencias imperialistas y sus títeres. Sin embargo, los aparatos útiles de comunicación también aceleran la difusión de propaganda revolucionaria y facilitan la movilización del pueblo contra el sistema. Las fuerzas revolucionarias y los pueblos confían en que algún día se puede utilizar la alta tecnología para servir a las necesidades sociales y no para sacar ganancias privadas.
El nivel más alto de la ciencia y la tecnología es totalmente útil y beneficioso para el pueblo sólo bajo un sistema socialista. Se puede ampliar y mejorar la calidad de la producción sin que se produzca una crisis de sobreproducción. Se puede proteger y garantizar la utilización racional y planificada de los recursos naturales, en lugar del saqueo irresponsable por el capitalismo. Ofrece la posibilidad incesante de actividades económicas, sociales, políticas, culturales, educativas y científicas de planificación centralizada, descentralizada y creativa. Se puede mejorar la relación armoniosa entre la humanidad y el medio ambiente, con naciones enteras y comunidades locales beneficiándose de ella y protegiéndola. Se puede promover y hacer realidad la justicia social y ambiental. Por lo tanto, se puede facilitar y acelerar la difusión de ideas y actividades que dan lugar a una mayor libertad, democracia, justicia social, desarrollo integral, un medio ambiente sano y la solidaridad revolucionaria de los pueblos.