Compañeros comparto un texto que encontré buscando información sobre los debates económicos en los países socialistas.
Hay dos hilos más donde se pueden observar el debate económico en la segunda mitad del siglo XX en la URSS.
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Hay dos hilos más donde se pueden observar el debate económico en la segunda mitad del siglo XX en la URSS.
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EL DEBATE ECONÓMICO EN LA URSS DURANTE LA DÉCADA DE LOS AÑOS VEINTE DEL PASADO SIGLO
Autor: José Luis Rodríguez | CIEM, La Habana
A partir de la desaparición de la Unión Soviética en diciembre de 1991 son numerosos los artículos y libros publicados para descalificar al socialismo como sistema y a la experiencia soviética en particular la que se describe generalmente como un desafortunado accidente en la historia de la humanidad.
No obstante, muy poco se conoce realmente sobre la construcción socialista soviética y son más escasos aun los estudios que se hayan propuesto seriamente la valoración objetiva de este primer intento para trascender el capitalismo como sistema.
Sin embargo, el estudio de la experiencia soviética ofrece elementos de singular importancia y actualidad para el estudio de la economía política del socialismo especialmente cuando se analizan los primeros años de este proceso. En efecto, durante el período que cubre desde 1918 hasta 1929 la Revolución Rusa enfrentó el enorme desafío de sentar las bases para la construcción del socialismo en condiciones no previstas por la teoría marxista y sin contar con ninguna referencia histórica. Fue precisamente en esa etapa donde se produce un intenso debate sobre las dificultades y las alternativas para avanzar hacia una sociedad superior, polémica cuya riqueza e importancia ha llegado hasta nuestros días.
En relación a los antecedentes teóricos del nuevo sistema social, debe recordarse que tanto Marx como Engels, habían sido muy cautelosos al exponer cómo se produciría la transición del capitalismo al socialismo, limitándose fundamentalmente a las observaciones incluidas en el conocido trabajo del Marx “Critica al Programa de Gotha” elaborado en 1875 y a las reflexiones de Engels en el “Anti Dühring” de 1878. En la perspectiva de los clásicos, se consideraba que la transición al socialismo debía darse a partir de los países capitalistas más avanzados, cuyo desarrollo sin grandes diferencias planteaba como una posibilidad cierta la transición simultánea al socialismo en todos o al menos en una parte sustancial de los mismos.
Correspondería a Lenin examinar las condiciones presentes en la fase monopolista del capital para llegar a la conclusión de que se evidenciaba un desarrollo notablemente desigual entre los países capitalistas más avanzados, por lo que era posible que el socialismo no triunfara simultáneamente en todos los países, sino que primero se desgajara del sistema aquel país donde se manifestara con mayor debilidad el capitalismo.
Así ocurriría –en efecto- en el caso de Rusia donde a partir del triunfo de la Revolución de Octubre, la colosal tarea emprendida por Lenin y el partido bolchevique para sobrevivir primero y avanzar después hacia el socialismo, transcurriría en medio de circunstancias extraordinariamente difíciles.
A diferencia de lo que habían previsto Marx y Engels, la revolución había triunfado en un país que había abolido la servidumbre solo en 1861 y donde el desarrollo aun incipiente del capitalismo únicamente empezaba a consolidarse en el período previo a la Primera Guerra Mundial en medio de un atraso secular que volvería a profundizarse a partir de la enorme destrucción producida por el conflicto bélico.
De tal forma, las condiciones económicas que presentaba Rusia antes de la guerra eran las típicas de un país que había iniciado tardíamente la transición del feudalismo al capitalismo, con un desarrollo sólo incipiente del proletariado y una enorme masa campesina. No obstante, entre 1900 y 1913 la producción industrial rusa había crecido un 63,6%, aunque sólo representaba el 5,5% de la producción fabril del mundo, con más del 80% de población compuesta por campesinos. En el orden social, a finales del siglo XIX eran analfabetos el 64,2% de los hombres y el 87,6% de las mujeres en el imperio de los zares.
Esta situación sufrió un deterioro aun mayor producto de la Primera Guerra Mundial y a la altura del triunfo de la Revolución en 1917, el problema campesino, el descalabro militar y las vacilaciones del gobierno provisional burgués que accedió al poder en febrero de ese año, crearon el clima apropiado para que se diera una situación revolucionaria.
Al triunfar los bolcheviques el programa económico de la revolución preveía dar una atención priorizada solo a los problemas más acuciantes sin la pretensión de acelerar el complejo tránsito al socialismo. Más adelante, en marzo de 1918 al escribir el ensayo Las tareas inmediatas del poder soviético, Lenin centraba las tareas económicas en la contabilidad y el control. Para el máximo dirigente soviético estaba ya claro entonces que el establecimiento del socialismo no era una tarea inmediata. En lo que se conoce como “Tesis de abril” de abril de 1917, Lenin escribiría “No “implantación” del socialismo como nuestra tarea inmediata, sino pasar únicamente a la instauración inmediata del control de la producción social y de la distribución de los productos por los Soviets de diputados obreros.” Lenin (1961c, 41).
A partir del triunfo mismo de la revolución afloraron importantes debates en las filas del propio partido entre aquellos que presionaban para acelerar el paso y quemar etapas enarbolando consignas de ultra izquierda –como Trotsky y Bujarin- frente a las posiciones de Lenin que comprendía claramente lo improcedente de esas propuestas aparentemente más revolucionarias. Estos debates en torno a la política económica a seguir continuarían intensificándose desde entonces.
En los primeros momentos de la revolución la apreciación de Lenin sobre problemas económicos y políticos medulares pronto entraría en conflicto con la dinámica de los acontecimientos, por lo que es preciso recordar al menos aquellos que resultarían particularmente importantes.
Por un lado prevalecía la visión en el propio Lenin de que las relaciones monetario-mercantiles desaparecerían rápidamente con el tránsito al socialismo. Al respecto Engels había planteado ya en su obra Anti Dühring “Al posesionarse la sociedad de los medios de producción, cesa la producción de mercancías, y con ella el imperio del producto sobre los productores. La anarquía reinante en el seno de la producción social deja el puesto a una organización planificada y consciente.” (Engels, 1963, 344). Sin embargo, esta interpretación partía de las condiciones presentes en el mundo capitalista más avanzado, pero no se correspondía con el desarrollo alcanzado por un país con el atraso presente en Rusia.
Por otro lado, el triunfo de la revolución se concebía por el líder bolchevique como parte de un proceso en el que –a partir de la convulsión política derivada de la guerra- se esperaba que sucedieran estallidos revolucionarios similares en Europa occidental y particularmente en Alemania. Al respecto Lenin expresaría aún en 1920 “Siempre hemos sabido, y no lo olvidaremos, que nuestra causa es una causa internacional, y mientras no se produzca la revolución en todos los países—incluidos los más ricos y civilizados—, nuestra victoria será hasta entonces sólo una victoria a medias, o quizá menos.” (Lenin, 2010). Esta visión de Lenin se basaba en las potencialidades revolucionarias perceptibles en Europa en aquellos momentos y que condujeron –en efecto- a estallidos revolucionarios en Alemania, Hungría e Italia y más tarde en Bulgaria, pero todos ellos terminarían en derrotas.
El devenir de los acontecimientos obligaría a un nuevo análisis de las condiciones para el desarrollo de la revolución en Rusia y especialmente a la revisión de los vínculos entre el avance del socialismo en condiciones de aislamiento nacional y el movimiento revolucionario en el resto del mundo.
Para interpretar correctamente lo acaecido en un proceso de tanta complejidad como fue la primera experiencia de la construcción del socialismo, no es posible obviar que a lo largo de la historia del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso creado en 1898, se habían sucedido múltiples polémicas que dieron lugar al surgimiento de tendencias y grupos aun dentro de la fracción bolchevique del partido dirigida por Lenin. No obstante, ante la crítica situación que enfrentaría el partido en 1921 que amenazaba la unidad indispensable para enfrentar la crisis, el propio X Congreso celebrado ese año prohibiría la constitución de fracciones, pero manteniendo el mayor espíritu de discusión democrática en el seno del partido, con la participación de todos los militantes sin segmentación alguna.
Las discusiones de Lenin con otros destacados revolucionarios como Rosa Luxemburgo, Lev Trotsky y Nicolai Bujarin en torno a problemas referidos a la táctica y la estrategia económica de la revolución socialista se desarrollaron desde mucho antes del triunfo de la Revolución de Octubre y tendrían una notable repercusión en los debates sobre la política económica que se generaron a partir de 1918, los cuales estarían unidos inseparablemente a la posición política de cada contendiente en el momento de la discusión.
En particular las polémicas en torno a las decisiones económicas a adoptar involucrarían al propio Lenin junto a figuras centrales de la dirección del Partido Comunista (Bolchevique) de Rusia, incluyendo a Lev Trostky, Nicolai Bujarin, Grigori Zinoviev, Josef Stalin y Evgueni Preobrazensky, además de destacados economistas como Evgueni Varga, Stanislav Strumilin, Gleb Krzhizhanovsky, Gregor Sokólnikov, Vladimir Bazarov y Victor Novozhilov entre los más notables participantes en los debates.
No obstante, tomando en cuenta el impacto que tendrían para la construcción del socialismo en la URSS los resultados de las intensas discusiones desarrolladas, puede concluirse que los principales contendientes serían además de Lenin y Stalin, Bujarin, Trotsky y Preobrazensky.
II
La historia obligó muy pronto a tomar medidas extraordinarias para defender al naciente Estado soviético. De tal modo a la altura de marzo de 1918, Rusia tuvo que firmar la paz con Alemania en Brest-Litovsk en condiciones muy desfavorables, al tiempo que resultaba simultáneamente invadida por los ejércitos de Estados Unidos, Francia, Inglaterra y Japón a los que se unieron los guardias blancos, generándose la guerra civil que sólo concluiría a finales de 1920 con la victoria del Ejército Rojo, a costa de enormes sacrificios.
Durante este período militarmente crítico para la revolución, el país adoptó decisiones drásticas para asegurar el abastecimiento al ejército y la sobrevivencia de la población, aplicándose entonces una política económica dirigida a confiscar los excedentes agrícolas y reprimir la especulación, a lo que se unió la prohibición del comercio privado, la nacionalización de la industria y la eliminación parcial de la moneda en el fragor de la lucha de clases.
Esta política económica que recibió el nombre de comunismo de guerra, surgió a todas luces producto de los imperativos de la lucha armada para enfrentar la contrarrevolución. No obstante, a partir de la desaparición de las condiciones para la existencia del mercado producto de los imperativos de la guerra, muchos vieron en ella una confirmación de que podría pasarse de inmediato a una economía no mercantil e incluso eliminar el dinero. Al respecto se señalaría “Lenin veía, naturalmente, los motivos específicos que habían provocado el comunismo de guerra, y comprendía que éste no representaba una fase de desarrollo normal. Sin embargo, admitía que aquella situación particular podría convertirse en algo más que un episodio (…) No hay duda que dicha concepción reflejaba la idea fundamental de que las relaciones mercantil-monetarias eran un mal necesario del que habría que librarse a la primera oportunidad; el comunismo de guerra parecía ser, justamente, esa oportunidad, y quería aprovecharla.” (Brus, 1969, 37).
La racionalización teórica del comunismo de guerra a favor de una planificación de los recursos en términos materiales y una retribución laboral en función directamente de las horas trabajadas encontró eco en diversos economistas a los efectos de su instrumentación, llegándose a propuestas detalladas para la eliminación del dinero.
Sin embargo, la elaboración teórica de mayor calado fue preparada por Bujarin en el libro de 1920 que tituló “La economía del período de transición” que fue comentado detalladamente por Lenin, el que emitió un juicio en general favorable del mismo.
En esta obra Bujarin retomó las categorías de la economía política del capitalismo y se propuso examinar su comportamiento en las condiciones de la transición al socialismo. En este sentido, aunque en muchas ocasiones sus errores fueron criticados por Lenin, sin duda en el libro se encuentran aspectos medulares del debate que se iniciaba entonces sobre las bases económicas de la nueva sociedad. No se trataba –como se interpretaría muchas veces con posterioridad- de una obra circunstancial asociada al comunismo de guerra únicamente, sino que –tal y como se señala en la introducción al libro en la edición citada- “Eran resoluciones totalmente acordes con los principios de construcción de una sociedad comunista donde desaparecieron en forma radical el conjunto de categorías mercantiles (dinero, salario, etc.) que caracterizan a las sociedades de clases en general y a la capitalista en particular.” (Bujarin, 1979, 10).
Este interesante material precursor de los debates económicos más agudos, no fue reeditado en la URSS hasta 1989. Las notas críticas de Lenin se publicaron en 1932 y la valoración oficial del libro –al igual que la de su autor- fue totalmente negativa en la literatura oficial soviética desde entonces y hasta la edición de 1989.
El impacto económico de la guerra civil a inicios de 1921 planteó una situación dramática para la sobrevivencia de la revolución.
Comparando la situación entre 1913 y 1921 se observaba que la producción industrial global había descendido un 69%; la de la gran industria un 79%; la generación eléctrica un 75%; la producción agrícola un 40%; las exportaciones habían desaparecido, en tanto que las importaciones se redujeron un 85%. Adicionalmente entre 1917 y 1920 la exigua clase obrera pasó de 2,6 millones de personas a 1,2 millones; el costo de la vida se elevó 20 veces entre 1918 y 1920 y la economía se desmonetizó en la práctica, al tiempo que murieron de hambre dos millones de personas tan sólo en el invierno de 1920-21 y 22 millones se verían afectados por la hambruna en 1921-22, provocando incluso la petición de ayuda humanitaria al extranjero.
En estas condiciones el país debía enfrentar la desmovilización del Ejército Rojo, que había llegado a tener más de un millón de efectivos, mayoritariamente campesinos, que regresaban a las aldeas y que debían asegurar la alimentación de toda la población en un país completamente devastado.
Aún cuando las disposiciones emergentes del comunismo de guerra se trataron de extender en el tiempo, lo que engendraba entonces una enorme resistencia, ya a inicios de 1921 se imponía un cambio radical en la política económica que permitiera sobrevivir al país. Para ello había que diseñar un mecanismo elemental de estimulación con vistas a que la enorme masa de pequeños campesinos asegurara la producción de alimentos.
La crisis de la economía rusa que había sido pospuesta, se vio potenciada por la guerra civil, manifestándose también en la esfera política y social. A la ruinosa situación de la economía se añadía el descontento y la hostilidad de una parte significativa del campesinado; el proletariado urbano había disminuido considerablemente y sufría con intensidad el impacto de la crisis; y el partido se había debilitado notablemente debido a la muerte de muchos de sus mejores cuadros en la guerra, aumentaba la actividad fraccional en su seno y también el crecimiento excesivo de sus filas provocaba una pérdida notable de su espíritu revolucionario.
En medio de esta terrible coyuntura, Lenin propuso la aplicación de una Nueva Política Económica conocida por sus siglas como NEP, en el X Congreso del partido celebrado en marzo de 1921 como una medida eminentemente política. Esa decisión suponía restaurar la economía mercantil, que hasta ese momento se creía en proceso de franca desaparición, como único camino posible para incentivar la producción del campesinado y salvar al país de la catástrofe por falta de alimentos.
Razonando sobre la necesidad de esa decisión, Lenin planteaba en octubre de 1921 “Llevados de una ola de entusiasmo, después de despertar en el pueblo un entusiasmo al principio político general y luego militar, calculábamos realizar directamente, sirviéndonos de ese entusiasmo, tareas económicas de la misma magnitud que las tareas políticas generales y las militares. Calculábamos (…) que con órdenes directas del Estado proletario podríamos organizar al modo comunista, en un país de pequeños campesinos, la producción estatal y la distribución estatal de lo producido. La vida nos ha hecho ver nuestro error. Han sido necesarias diversas etapas transitorias –el capitalismo de Estado y el socialismo—para preparar el paso al comunismo con el largo trabajo de una serie de años. Esforzaos por construir al comienzo sólidos puentes que, en un país de pequeños campesinos, lleven al socialismo a través del capitalismo de Estado, no basándonos directamente en el entusiasmo sino en el interés personal, en la ventaja personal, en la autogestión financiera, valiéndonos del entusiasmo engendrado por la gran revolución. De otro modo no os acercaréis al comunismo, no llevaréis a él a decenas y decenas de millones de hombres.” (Lenin, 1961d, 688).
De tal modo, al reconocerse la necesidad de sustituir las requisas por el impuesto en especie y de restaurar el comercio con el campesinado, Lenin era consciente de que se abría un cauce al capitalismo y que habría que experimentar en la práctica el resultado de esta política, pero al mismo tiempo esto era indispensable para estabilizar las relaciones entre el proletariado y los campesinos y asegurar la sobrevivencia de la revolución. Por otra parte, se consideraba que las decisiones adoptadas respondían a la necesidad de un repliegue táctico en el camino para la construcción del socialismo. La salida económica y política a esta coyuntura en las relaciones con el campo Lenin la veía en el desarrollo de la cooperación, alertando desde el inicio sobre la necesidad de brindar la debida atención a este aspecto crucial.
La decisión de introducir la NEP se produjo a partir de la conjugación de tres importantes factores: “…el escaso nivel de desarrollo de las estructuras culturales, sociales y económicas de Rusia que hicieron la revolución posible y necesaria y le fijaron, al propio tiempo, imprecisos límites inviolables; el aislamiento a que se vio sometida al no producirse la revolución internacional; y la ferocidad con que en su contra lucharon las clases enemigas.” (Díaz, 1970, 14).
En este punto resulta interesante destacar que la NEP “…al igual que el comunismo de guerra, no fue una totalidad coherente pensada y aplicada al conjunto de la economía del país, sino una serie de decretos determinados por urgencias principalmente políticas y por necesidades de sobrevivencia.” (Díaz, 1970, 16). Sin embargo, esta política constituyó un retroceso que -como única alternativa- tuvo que enfrentar el naciente Estado soviético para poder sobrevivir.
Inicialmente la NEP se concibió como un repliegue que se limitara a la sustitución del régimen de contingentación a un intercambio local no mercantil en la agricultura, acudiendo –además- a diversas formas de capitalismo de estado. Esta primera etapa duró de marzo a noviembre de 1921 y no produjo los resultados esperados. Ante la gravedad de la situación alimentaria producto de una pésima cosecha y acopio de granos, en esta fecha Lenin anunció un nuevo repliegue al señalar: “Nos hemos replegado hacia el capitalismo de Estado. Pero nos hemos replegado en la medida debida. Ahora nos replegamos hacia la regulación estatal del comercio. Pero nos replegaremos en la medida debida.” (Lenin, 1961d, 697).
A la compleja situación en el campo se sumaba una no menos grave con la clase obrera industrial. Las medidas aplicadas en la agricultura tuvieron su correlato en la industria donde se produjo una notable expansión de la propiedad privada y donde la falta de recursos para un proceso significativo de inversiones llevó a tratar de recuperar las capacidades de la planta industrial existente y a la incentivación de la pequeña industria.
De tal modo, la evolución económica del país a finales de 1922 mostraba el inicio de una recuperación de la hacienda campesina pero también un retardo visible de la industria socialista, lo cual haría que se planteara –ya fuera de las posibilidades de discusión con Lenin, que en marzo de 1923 entra en la fase terminal de su enfermedad- la necesidad de destinar más recursos a la inversión industrial. Al mismo tiempo había que atender el enorme deterioro que sufrían los ingresos de los obreros industriales, cuyo salario en 1922 solo representaba a precios constantes, el 38% del correspondiente a 1913.
En 1923 la economía soviética enfrentaba una profunda crisis donde –a partir de la baja rentabilidad de las producciones industriales- se elevaba notablemente su precio, mientras que se mantenían artificialmente precios bajos para los productos agrícolas. La política económica aplicada era muy cuestionada y con el desequilibrio en los precios que provocó lo que se conoce como “crisis de la tijera de precios” y el desempleo que aumentó fuertemente a lo largo del año, a lo que se sumó la política para frenar la inflación –que incluyó una profunda reforma monetaria-; todo esto intensifica la discusión en torno a la estrategia económica y también política para la construcción del socialismo en la URSS, que paralelamente provoca la agudización de la lucha entre las distintas facciones presentes en la dirección del partido.
Un factor clave para comprender el desenlace de todas estas discusiones se encuentra en la prematura muerte de Lenin, acaecida en enero de 1924.
Desde antes del triunfo revolucionario el partido había sufrido importantes disensiones internas, que no desaparecieron después de 1917, sino que tendieron a agudizarse. Fundamentalmente cuatro personalidades Nicolai Bujarin, Lev Kámenev, Grigori Zinoviev y sobre todo Lev Trotsky, fueron los protagonistas de estos enconados debates librados en vida de Lenin, que ya enfermo de muerte, mostró su preocupación por las consecuencias fatales para la revolución de una división en las filas del partido.
Esta preocupación la plasmó en su conocida “Carta al Congreso”, considerada como su testamento político y que escribió para que se examinara en el XIII Congreso del Partido de 1924. En ella caracterizaba la esencia de la situación interna del partido al valorar la crisis en las relaciones entre Stalin y Trotsky: “Las relaciones entre ellos, a mi modo de ver, encierran más de la mitad del peligro de esa escisión (…) si nuestro Partido no toma medidas para impedirlo, la escisión puede venir sin que nadie se lo espere (…) desde el punto de vista de prevenir la escisión y desde el punto de vista de lo que he escrito antes acerca de las relaciones entre Stalin y Trotski, no es una pequeñez, o se trata de una pequeñez que puede adquirir importancia decisiva.” (Lenin, 1961g, 789-790).
En la descripción que hacía Lenin sobre las características individuales de cada uno de sus compañeros, se expresaba claramente el papel que el dirigente bolchevique asignaba a la personalidad en los acontecimientos históricos y que, en la construcción consciente del socialismo, puede llegar a ser vital para su existencia.
Tomando esto en cuenta, Lenin con su enorme autoridad moral, pidió la sustitución de Stalin del cargo de secretario general del Partido, cargo que ocupaba desde abril de 1922, con los siguientes argumentos: “Stalin es demasiado brusco, y este defecto, plenamente tolerable en nuestro medio y en las relaciones entre nosotros, los comunistas, se hace intolerable en el cargo de Secretario General. Por eso propongo a los camaradas que piensen en la forma de pasar a Stalin a otro puesto y de nombrar para este cargo a otro hombre que se diferencie del camarada Stalin en todos los demás aspectos sólo por una ventaja, a saber: que sea más tolerante, más leal, más correcto y más atento con los camaradas, menos caprichoso, etc.” (Lenin, 1961, 3, 789). Esta decisión no implicaba que Lenin considerara a Trotsky la persona idónea para sustituir a Stalin, y exponía: “…el camarada Trotski (…) no se distingue únicamente por su gran capacidad. Personalmente, quizá sea el hombre más capaz del actual CC, pero está demasiado ensoberbecido y demasiado atraído por el aspecto puramente administrativo de los asuntos.” Igualmente al referirse a Bujarin, Lenin advertía “…Bujarin no sólo es un valiosísimo y notable teórico del Partido, sino que, además, se le considera legítimamente el favorito de todo el Partido; pero sus concepciones teóricas muy difícilmente pueden calificarse de enteramente marxistas, pues hay algo en él algo escolástico (jamás ha estudiado y creo que jamás ha comprendido por completo la dialéctica).” (Lenin, 1961g, 789). Igualmente Lenin hacía una valoración crítica de Lev Kamenev y Gregor Zinoviev, entre otros dirigentes principales.
A la luz de la historia no resulta fácil entender que los dirigentes comunistas de entonces incumplieran la directiva de Lenin sobre la sustitución de Stalin, lo que, seguramente, hubiera dado otro curso a la historia. En tal sentido, probablemente sea válido suponer que a la altura de mayo de 1924 el partido estaba demasiado conmocionado aún con la muerte de Lenin como para producir un cambio tan abrupto y por otro lado, es muy posible que primara la opinión de que era posible dar continuidad a la obra de la revolución con una dirección más unida, donde los hombres dejaran de lado su vanidad y defectos personales en aras de la causa del socialismo.
Sabemos que no ocurrió así y la división en la cúpula del partido se hizo definitiva.
III
La aplicación de la NEP permitió al país de los soviets recuperar los niveles de actividad económica anteriores a la guerra hacia 1926. Sin embargo esa recuperación se produjo sin que ocurriera un cambio en la estructura económica del país que le permitiera emprender un verdadero proceso de desarrollo.
Por otro lado, se había creado una economía mixta con una agricultura abrumadoramente privada, un comercio privado y una pequeña industria también privatizada, que además de hacer más compleja la planificación, introducía un cambio en la composición de las clases sociales que amenazaba el proyecto socialista desde el punto de vista político. Globalmente el sector privado generó el 54,1% de la renta nacional en 1925-26; su peso en la industria llegó al 89,7% en 1924 y se mantenía en el 77,7% dos años más tarde; el comercio minorista privado llegó al 78% del total en 1922-23 y alcanzaba un 42,5% en 1926; así mismo, los campesinos privados cubrían el 98,3% de la superficie agrícola sembrada en 1927. Por su parte la composición clasista de la sociedad rusa en 1926 era de un 61,1% de campesinos medios, 35,6% campesinos pobres y obreros y 3,3% kulaks o campesinos ricos (Colectivo de autores, 1977, 151 y 158)
No existían discrepancias en torno a que sería un proceso de industrialización lo que permitiría a la URSS remontar el subdesarrollo. Sin embargo, la escasa disponibilidad de capital para inversiones, había obligado a trabajar más en la restauración de las capacidades existentes que para impulsar la creación de nuevas industrias.
Lo que pasó a discutirse intensamente a partir de 1923-24 fue el modo de emprender el proceso de industrialización y esta discusión envolvía la determinación sobre las relaciones entre la industria y la agricultura, entre la ciudad y el campo y como aspecto central desde el punto de vista político, el carácter de las relaciones entre los obreros y los campesinos.
En esencia la situación que se enfrentaba entonces mostraba que la agricultura –donde primaba la pequeña propiedad campesina- se había recuperado más rápidamente que la industria, pero no generaba un excedente significativo, por cuanto había crecido básicamente la producción para el consumo del campesino lo que no permitía cubrir adecuadamente el incremento de la demanda de alimentos en las ciudades en la medida en que mejoraba su situación, ni generar los fondos de acumulación requeridos. Adicionalmente, el desarrollo de la producción campesina apuntaba al avance de las relaciones capitalistas de producción en el campo.
Por otro lado, el crecimiento del ingreso de los campesinos generaba una demanda de bienes de consumo, lo que presionaba sobre la producción de la industria ligera y las importaciones de bienes de consumo, pero no repercutía en la necesaria ampliación de la industria pesada que, además, requería un urgente desarrollo por razones de seguridad nacional para posibilitar la producción de armamentos.
Bajo estas complejas circunstancias se requería con urgencia encontrar una alternativa a la acumulación para el desarrollo de la industria pesada, donde la propiedad estatal era mayoritaria, al tiempo que se preservara la alianza obrero-campesina.
Una de las personalidades que se pronunció inicialmente a favor de una industrialización acelerada y en pro del empleo de la planificación fue Trotsky. No obstante, la expresión de sus opiniones se produjo a partir de 1923 en el contexto de su polémica con prácticamente el resto del buró político del partido en torno a la teoría de la revolución permanente –defendida por Trotsky- y la tesis del desarrollo del socialismo en un solo país apoyada básicamente por Bujarin y Stalin.
En relación a la planificación, ya en 1921 Trotsky se había pronunciado por el fortalecimiento del GOSPLAN creado en ese mismo año. Al respeto el propio Lenin en uno de sus últimos apuntes preparados en diciembre de 1922 y refiriéndose a las propuestas a presentar en el XIII Congreso del Partido, señalaba: “…pienso proponer que el congreso otorgue un carácter legislativo en ciertas condiciones a las resoluciones de la Comisión Estatal de Planificación, coincidiendo en este punto con el camarada Trotsky, en cierta medida y en ciertas condiciones.” Y más adelante señalaba “Esta idea fue sugerida hace mucho tiempo, parece, por el camarada Trotsky. Yo me pronuncié contra ella porque encontraba que en ese caso se produciría una discordancia fundamental en el sistema de nuestras instituciones legislativas. Pero luego de un examen más atento encuentro que en esencia hay una idea sana, a saber: la Comisión Estatal de Planificación se mantiene un tanto apartada de nuestras instituciones legislativas, a pesar de que, como conjunto de personas versadas, de expertos, de representantes de la ciencia y de la técnica, en esencia posee los mayores datos para juzgar con acierto las cosas.” (Lenin, 1961g, 787 y 1961h, 792).
Igualmente en su trabajo “El nuevo curso” publicado a inicios de 1924, Trotsky expresó sus opiniones sobre la importancia de la planificación y su relación con el mercado. “No existe rama de la economía, grande o pequeña, ni empresa que pueda distribuir racionalmente sus recursos y fuerzas sin tener un plan para orientarse ante sí.” Y añadía “La economía campesina no está gobernada por un plan, está condicionada por el mercado, que se desarrolla espontáneamente. El Estado puede y debe actuar sobre él, impulsarlo para que avance, pero es absolutamente incapaz de encauzarlo por un simple plan. Muchos años aún se necesitarán antes de alcanzar ese punto (…) debemos tener una economía estatal planificada, aliándose más y más con el mercado campesino y, como resultado, adaptándose a este en el curso de su crecimiento. Aunque este mercado se desarrolla espontáneamente, esto no significa para nada que la industria estatal deba adaptarse a su espontaneidad. Por el contrario, nuestro éxito en la organización económica dependerá en buena medida por el grado en que tengamos éxito, por medio de un conocimiento exacto de las condiciones del mercado y pronósticos económicos correctos, para armonizar la industria estatal con la agricultura de acuerdo a un plan definitivo.”(Trotsky, 1975, 117-119)
En 1925 Trotsky fue nombrado para servir en el Consejo Supremo de la Economía Nacional y desde ese cargo comentó las cifras de control para la economía nacional 1925-26 en una serie de artículos publicados en Pravda durante 1926. Estos trabajos agrupados en un libro recibieron el título de “¿Hacia el capitalismo o el socialismo? En esta obra el autor realizó un análisis de la evolución de la URSS, insertándolo en el contexto de la economía mundial y en ella se encuentra esbozada nuevamente la compleja relación entre el desarrollo de la agricultura y la industria, en la que Trotsky nuevamente señala la preeminencia de la industria en este proceso, pero con una visión más flexible que la defendida por Preobrazensky en esos años.
Con posterioridad a la salida de Trotsky de la dirección soviética y ya en el exilio, este dirigente dedico interesantes reflexiones a los temas económicos. En su ensayo “La economía soviética en peligro” publicado en 1932 el autor sintetizaría su valoración sobre los elementos esenciales de la política económica a aplicar en esos años al señalar “Solo a través de la interacción de estos tres elementos, planificación estatal, el mercado y la democracia soviética, podrá lograrse la dirección correcta de la economía del periodo de transición.” (Trotsky, 1932, 13) Una reflexión sintética sobre la evolución de la economía soviética hasta inicios de los años treinta seria incluida en su libro de 1937 “La revolución traicionada” en donde se incluye su valoración critica sobre la colectivización forzosa y se reitera su punto de vista sobre la polémica en torno a la industrialización.
En general, aunque Trotsky solo participó en la polémica de los años 20 como parte de su enfrentamiento político en la máxima dirección del Estado soviético de entonces, formuló interesantes consideraciones sobre la política económica en esos años, las cuales no deben ser ignoradas. Al respecto se ha resumido “El programa que concibió Trotsky en su madurez representaba una síntesis depurada de los dos proyectos en debate. El creador del ejército rojo avaló primero la industrialización acelerada, cuestionando la transformación agraria paulatina (1925-28). Pero luego se opuso al desarrollo fabril desproporcionado basado en la colectivización forzosa (…) Trotsky proponía armonizar un salto en la “acumulación socialista” con medidas de transformación gradual en el campo y desarrollo mercantil en las ciudades.” (Katz, 2004, 140 y Trotsky, 1937).
En lo concerniente a las posiciones en debate entre Bujarin y Preobrazensky, se ha señalado que Trotsky “…se adhirió al gradualismo y era un reformista en cuanto a la política interna concernía; tal “terrible” pecado bujarinista como al apelación “enriqueceos” parece menos “derechista” comparado con lo que Trotsky tenía que decir en agosto de 1925 (…) Trotsky argumentaba que si los sectores clave en la industria, cooperativas y circulación están creciendo a un ritmo satisfactorio, no es un desastre si los sectores privados están creciendo también en alguna medida incluyendo, en la agricultura, a los “fuertes” granjeros capitalistas (…) En esencia, esto era exactamente lo que Bujarin pensaba, aunque él no solo no veía desastre alguno en algún crecimiento de los kulaks, sino que realmente pensaba que esto sería beneficioso.” (Lewin, 1991, 16-17).
Por otro lado, la posición de Preobrazensky difería de la de Trotsky en lo relativo a la teoría de la revolución permanente, ya que el primero consideraba posible el desarrollo del socialismo en un solo país.
IV
Los debates teóricos en torno a la política económica de la URSS sin dudas se centraron en dos políticos que además eran economistas profesionales: Nicolai Bujarin y Evgueni Preobrazensky.
Como ya se apuntó anteriormente, los debates giraron en torno a dos grandes temas intervinculados: la relación entre planificación y mercado y la política para industrializar el país. En el primer caso se debatía esencialmente el tratamiento que debía darse a las relaciones monetario-mercantiles, en tanto que en el segundo caso se trataba de una discusión en torno a la estrategia de desarrollo económico a aplicar en Rusia.
Una de las características de estas discusiones fue su notable apertura y la riqueza de las proposiciones, en torno a lo que muchos años después se integró en la teoría del desarrollo.
Con la introducción de la NEP en 1921, se abrió el debate sobre la vigencia de la ley del valor en la transición al socialismo, especialmente en lo referido a la relación entre planificación y mercado. Originalmente las posiciones se inclinaron más a interpretar al mercado como un elemento contradictorio con una política económica socialista. Siguiendo la experiencia de la política del comunismo de guerra, se pronunciarían a favor de la medición de los fenómenos económicos en términos naturales especialistas como Lev Kritsman, Eugenio Varga y Gleb Krizanovsky.
Con posterioridad y en la misma medida que avanzó la implementación de la NEP, comenzó a interpretarse el mercado como un mecanismo particular del plan, tesis que fue defendida por economistas como V. A. Bazarov, S. Strumilin, Vladimir Groman y Victor Novozhilov entre otros. No obstante, entre los múltiples matices de las diferentes posiciones adoptadas, vale la pena destacar los criterios de Strumilin que negó la posibilidad de conciliación entre plan y mercado al expresar “Si aceptásemos al mercado como premisa indispensable de toda posible planificación, deberíamos pagar esta premisa a un precio demasiado elevado, al precio de la renuncia al socialismo como sistema económico, y esto es, a priori, inconciliable con la misma premisa.” (Brus, 1969, 65-66).
Sobre el papel del mercado en la política monetaria expresaron sus opiniones G. Sokolnikov, (Comisario de las Finanzas entre 1922 y 1926) y L. Shanin destacado economista que fue presidente del Banco del Estado. Ambos se asociaron al necesario equilibrio económico a alcanzar y participaron en la reforma financiera de 1922-23 para lograr la estabilidad monetaria y frenar la inflación. Sus tesis sobre el papel del comercio exterior en la reproducción estuvieron más cerca de las posiciones de Bujarin en los debates sobre la industrialización.
Unido a la polémica sobre plan y mercado, en estos años se desarrollo un debate sobre el carácter de la planificación entre aquellos que defendían un enfoque genético de la misma, basándose en la proyección de las tendencias económicas presentes al elaborar el plan, y aquellos que planteaban la necesidad de establecer las transformaciones a alcanzar, dándole al plan un enfoque teleológico. En este sentido, vale la pena apuntar la búsqueda de nuevas técnicas que para proyectar los planes se elaboraron entonces por economistas como Vasily Leontiev, Nicolai Kondratiev y G. Feldman.
En lo que se refiere propiamente a la estrategia de industrialización, las posiciones mejor estructuradas y teóricamente más elaboradas fueron las asumidas por Evgueni Preobrazensky, expuestas en su libro de 1926 “La nueva economía”
Aunque ya en 1923 al encabezar la Plataforma de los 46, Preobrazensky se había pronunciado a favor de la necesidad de acelerar el proceso de industrialización, su tesis para modificar las proporciones de la acumulación que debían permitirla no se formularon hasta el año siguiente, provocando una enconada polémica con Nicolai Bujarin a partir de ese momento.
En esencia lo que pasaría a discutirse en lo adelante en términos de estrategia de desarrollo, serían las proporciones básicas del proceso de reproducción partiendo de un desarrollo equilibrado o desequilibrado en la economía rusa, aunque –desde luego- las implicaciones sociales y políticas de una u otra decisión serían muy diferentes. En esta diferencia resultaría determinante el factor tiempo, ya que la urgencia de la industrialización entre otras, por razones de seguridad nacional y la necesidad de rebasar la NEP en tanto que política que tendía a favorecer básicamente la economía privada incluyendo el sector agrícola, hacían indispensable la adopción de decisiones a corto plazo para asegurar el crecimiento estable a partir de un proyecto socialista.
Esto último no era un asunto de poca importancia. Si bien la NEP había propiciado que se alcanzara la reconstrucción de la economía soviética, también lo había hecho a costa de admitir un desarrollo capitalista que a mediano plazo podía incrementar los ritmos de crecimiento económico, pero al mismo tiempo dar al traste con los objetivos estratégicos de la revolución.
El razonamiento esencial de Preobrazensky partía de la defensa de las relaciones de producción socialistas. Para ello retomaba el análisis del carácter esencial de las relaciones monetario-mercantiles y de reconocer solo una vigencia parcial a la ley del valor en la transición al socialismo, tema que desarrolló en detalle en el capítulo III de su obra “La nueva economía”. Al respecto señalaba que en las condiciones de la economía soviética de mediados de los años veinte “…debemos observar inevitablemente una atrofia profunda de la acción de la ley del valor en el interior del sector de la economía estatal, junto a un importante desarrollo de la acción de esta ley más allá de los límites de la economía estatal y los ataques incesantes del elemento espontáneo del mercado contra toda la economía estatal en su conjunto.” (Preobrazensky, 1968, 166).
Una significativa conclusión en este aspecto de las tesis de Preobrazensky radica en que brindó una respuesta a la existencia de las relaciones de mercado en el período de transición a partir de la presencia de diferentes formas de propiedad, aunque no llegó a explicar la presencia de las relaciones monetario mercantiles en el sector estatal al considerarlas solamente formales. De tal modo, al referirse a si se mantenía el carácter mercantil en la industria del sector estatal expresó que sí “… en la media en que tenemos el monopolio de la producción para el sector estatal mismo, conservando solamente la forma de las relaciones de mercado en el interior del sector estatal; en parte no, en la medida en que las tendencias del monopolismo socialista atentan contra la economía mercantil y conducen en muchos casos a la liquidación de la competencia y la transformación de la esencia misma del mercado de mercancías.” (Preobrazensky, 1968, 192).
Según Brus, el razonamiento de Preobrazensky se presentaba en los siguientes términos “…el problema principal de la revolución socialista, especialmente en los países atrasados, está en la creación de las condiciones de un desarrollo económico basado en nuevas relaciones de producción, lo cual corresponde a la necesidad de transformar radicalmente las proporciones existentes entre las varias ramas de la industria (…) nos encontramos con la necesidad de acelerar el proceso y crear una acumulación superior a la normal, concentrada sucesivamente en sectores bien determinados.” (Brus, 1969, 69).
Tomando en cuenta la vigencia limitada de la ley del valor, el autor llegó a la conclusión de que era posible y necesario extraer el excedente económico al campesinado a partir de la no sujeción a la misma, sino mediante un intercambio no equivalente o desigual de su producción con las mercancías a vender por el Estado como única vía para asegurar los volúmenes de acumulación indispensables para el desarrollo de la industria pesada. De este modo, formuló la ley de la acumulación socialista originaria, la cual operaría en contraposición al la ley del valor.
En la formulación sintética de lo que Preobrazensky denominó la ley de la acumulación socialista originaria se expresó “Cuanto más atrasado económicamente, pequeñoburgués y agrícola es tal o cual país que pase a la organización socialista de producción, menor es la herencia que recibe en su fondo de acumulación socialista el proletariado del país considerado en el momento de la revolución social y más, relativamente, estará obligada la acumulación socialista a apoyarse en la enajenación de una parte del plusproducto de las formas presocialistas de economía, y menor será la parte específica de la acumulación sobre su propia base de producción, es decir, menos se alimentará del plusproducto de los trabajadores de la industria socialista. Al contrario, cuanto más desarrollado económica e industrialmente es tal o cual país en que la revolución social haya vencido, más importante es la herencia material que recibe de la burguesía el proletariado de ese país después de la nacionalización en forma de industria altamente desarrollada y agricultura organizada de manera capitalista, menor es la parte específica, en el país considerado, de las formas precapitalistas de producción, más necesario es para el proletariado del país en cuestión reducir la no equivalencia de los intercambios de sus productos con los de las antiguas colonias y más se desplazará el centro de gravedad de la acumulación socialista hacia la base de producción de las formas socialistas, es decir, se apoyará en el plusproducto de su propia industria y su propia agricultura.” (Preobrazensky, 1968, 126-27).
En síntesis, esta ley “Representaba toda la serie de artificios que de varios modos servían para un propósito: producir, “dentro de los límites de lo que es económicamente posible y tecnológicamente factible”, una desviación de los recursos productivos del sector privado al socializado, aparte de la participación que este pudiera obtener del funcionamiento de la ley del valor en un mercado competitivo.” (Erlich, 1969, 73).
De tal modo, para este economista soviético existían dos leyes que regulaban la economía soviética de entonces: la ley del valor, limitadamente y la ley de la acumulación socialista originaria como regulador fundamental. Al subrayar este último aspecto Preobrazensky sintetizaría “La ley de la acumulación socialista originaria es la ley de la lucha por la existencia de la economía estatal.” (Preobrazensky, 1968, 268).
La posición de Preobrazensky sobre las fuentes de la acumulación para industrializar el país introdujo por primera vez en el debate económico soviético, el importante tema de las fuentes para la inversión en el sector industrial, pero al mismo tiempo desató una enorme polémica.
Por una parte, Lenin había expresado en su artículo “Más vale poco y bueno” escrito el 2 de marzo de 1923, pocos días antes de sufrir el ataque que lo privaría de toda actividad intelectual, su convicción en que el ahorro sería la base fundamental de la acumulación al exponer: “Si conservamos la dirección de la clase obrera sobre los campesinos, obtendremos la posibilidad, mediante un régimen de economías llevado al grado superlativo en nuestro Estado, de lograr que todo ahorro, por nimio que sea, se conserve para el desarrollo de nuestra gran industria mecanizada…” (Lenin, 1961i, 838).
Para Preobrazensky el ahorro forzoso de la clase que mayormente podía generarlo solo podía lograrse no únicamente a través de los impuestos, sino mediante una política que permitiera vender a altos precios los bienes de consumo (nacionales e importados) y comprar a precios comparativamente más bajos, los productos agrícolas para consumirlos o exportarlos. Sin embargo, “…Preobrazensky no defendía ni la aplicación de métodos de violencia contra los grandes productores no socialistas, ni el ascenso de un grupo de la sociedad (obreros industriales) al rango de nueva capa privilegiada, aunque nada menos que un opositor como Bujarin lo acusaba de esto.” (Erlich, 1969, 73).
La aplicación de esta política suponía un sinnúmero de problemas prácticos especialmente referidos al diferente efecto en el tiempo de la misma. En tal sentido fueron numerosas las discusiones referidas a las presiones inflacionarias que se generarían vinculadas a la demora en la maduración de las inversiones y sus consecuencias para todos los consumidores.
Bujarin expuso sus objeciones a las tesis de Preobrazensky en numerosos artículos y discursos, aunque se citan como los más representativos de sus opiniones los artículos “El auge económico y el problema del bloque obrero-campesino” publicado en la revista Bolchevik en 1924 y “Notas de un economista: Con motivo del nuevo año económico” publicado en Pravda en 1928.
Este destacado bolchevique realmente había evolucionado de posiciones de ultraizquierda antes de la implantación de la NEP, al apoyo entusiasta de su aplicación, que lo llevarían en 1929 a ser acusado de impulsar lo que entonces se llamó la “desviación de derecha”, en contraposición a la Oposición de Izquierda encabezada por Trotsky y Preobrazensky con anterioridad.
Las objeciones de Bujarin a Preobrazensky podían clasificarse –según Cohen- en criterios económicos, políticos y morales. No obstante, en toda su obra de estos años puso mucho énfasis en los aspectos morales que según su opinión eran infringidos por las tesis de Preobrazensky al propiciar un enfrentamiento entre los obreros y los campesinos que podía degenerar en una nueva guerra civil.
Para Bujarin la NEP había dejado de ser un retroceso táctico y en 1925 escribiría “Nosotros pensábamos que era posible destruir las relaciones de mercado de un golpe e inmediatamente: Resultó que debemos alcanzar el socialismo a través de relaciones de mercado, no por otro camino” (Lewin, 1991, 46) En este punto vale la pena señalar que a pesar del peso que otorgaba Bujarin a los factores morales, nunca reparó en las consecuencias del desarrollo de un pensamiento basado en las relaciones de mercado sobre la consciencia los trabajadores.
A diferencia de Preobrazensky, Bujarin no consideraba que fuera posible violentar el intercambio de equivalentes que suponía la vigencia de la ley del valor en las relaciones entre el sector socialista y el campesinado y por lo tanto, impugnaba la existencia de la ley de la acumulación socialista originaria.
En este sentido su argumentación se basaba en la necesidad de mantener un crecimiento económico equilibrado entre los distintos sectores de la economía, a lo que se añadía –con mucha fuerza- su argumento de que debía preservarse a toda costa la alianza entre obreros y campesinos. Consecuentemente valoraba la política a aplicar para el desarrollo de la industria como una continuidad de la NEP, al expresar “Al aprovechar la iniciativa económica de los campesinos, los pequeños productores, e incluso los burgueses al tolerar ulteriormente la acumulación privada, estamos poniéndolos objetivamente al servicio de la industria estatal socialista y de la economía en general: en esto consiste el significado de la NEP.” (Erlich, 1969, 35)
Desde el punto de vista de la reproducción, Bujarin estimaba que solo a partir del incremento del plusproducto agrícola, al convertirse en demanda de consumo personal y productivo, se generaría el necesario estímulo para el incremento de la producción industrial socialista, comenzando por la industria ligera hasta llegar a la industria pesada. Por otro lado, aunque este proceso tomara más tiempo para desarrollar esta última, Bujarin lo valoraba como indispensable para no romper el necesario equilibrio en la reproducción, al tiempo que al basar el intercambio entre la industria y la agricultura sobre la ley del valor, se mantendría la alianza entre obreros y campesinos. ”Lo esencial de los reparos económicos de Bujarin a las propuestas de Preobrezensky, y la de su propio programa, era su creencia de que el crecimiento industrial dependía de la expansión del mercado consumidor.” (Cohen, 1976, 246).
De tal forma, para Bujarin las fuentes de la acumulación industrial debían buscarse en la creciente rentabilidad de la industria estatal; en los impuestos progresivos sobre la renta de los elementos capitalistas acomodados; y a partir de los ahorros voluntarios de la banca y las instituciones de crédito basados en los depósitos de los capitalistas y los campesinos.
Llama la atención también que Bujarin interpretara la acción de la ley del valor como expresión de la ley general de la distribución del trabajo en la sociedad, por lo que asignaba un papel central a la planificación y no al libre juego de las fuerzas del mercado. Sin embargo, el razonamiento de este autor llevaba a la conclusión –por absurdo que pueda parecer- de que solo a través del mercado se llegaría a la planificación.
A diferencia de este enfoque, Preobrazensky no proponía la renuncia a las formas monetario-mercantiles y su posición no resultaba visiblemente contradictoria con la planificación.
Las tesis de Bujarin en su polémica con Preobrazensky adolecieron de no pocos aspectos que debilitaban su argumentación a favor del socialismo. Desde el punto de vista político sus posiciones lo llevaron a proclamar el apoyo abierto a los sectores potencialmente más antisocialistas del campesinado. En tal sentido su apelación llamando al enriquecimiento de los agricultores mostró la inmadurez con que abordó el debate en más de una ocasión.
En síntesis, las concepciones de Preobrazensky se identificarían más con los problemas típicos de los procesos de desarrollo a enfrentar por los países subdesarrollados años después y situaron en primer plano los temas teóricos y prácticos del proceso de industrialización basado en los recursos del socialismo en un solo país caracterizado por la preeminencia del campesinado. Su identificación del excedente agrícola como la alternativa fundamental para acelerar la acumulación en la industria socialista demostró su base racional en el propio desarrollo industrial de la URSS, aunque los métodos y procedimientos empleados para ello no fueran en absoluto los propuestos por este autor.
Por su parte, las tesis de Bujarin llevaron a un primer plano la discusión sobre la necesidad de un desarrollo equilibrado, elaborándose a partir de la experiencia de la NEP lo que pudiera ser la base de lo que posteriormente sería el modelo de socialismo de mercado.
La riqueza del debate que se libró en la URSS durante estos años fue sin dudas extraordinaria. Muchos de los aspectos tocados por Bujarin y Preobrazensky así como por sus seguidores, mostrarían notables puntos de coincidencia, lo que hace muy difícil a veces identificar el fondo de la discusión y mucho más difícil aún opinar quién tenía la razón y quién no en cada coyuntura histórica concreta.
Algunos participantes en los debates intentaron una síntesis, como el caso de Vladimir Bazarov, el que fue un defensor de la economía planificada con notables puntos de coincidencia con Preobrezensky, al tiempo que se le podría situar en un lugar equidistante entre la planificación democrática y el socialismo de mercado junto a Bujarin.
Sin embargo, no es posible concluir este análisis sin dar una idea del marco de desarrollo económico y político en que el mismo se desenvolvió.
Última edición por Razion el Jue Jul 11, 2013 1:23 am, editado 1 vez (Razón : modifiqué introducción)