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    Revolución Francesa NO (escrito por ultra-reaccionarios liberales)

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    Revolución Francesa NO (escrito por ultra-reaccionarios liberales) Empty Revolución Francesa NO (escrito por ultra-reaccionarios liberales)

    Mensaje por AliveRC Mar Sep 11, 2012 11:13 pm

    Les dejo aquí la republicación de una entrada de hace ya tiempo para entender un poco más qué es una revolución liberal y qué es un proceso sedicioso (aunque se dirija contra una tiranía) indefendible.

    Hay que empezar con algo que hay que tener muy claro:

    No fue la Revolución Francesa la gran revolución liberal europea, en absoluto, pese a numerosísimos tópicos existentes motivados por el desconocimiento de la historia. Contemporáneos de este acontecimiento histórico como Edmund Burke, parlamentario whig británico-irlandés, contemplaron con sumo horror la sucesión de hechos que se produjeron en Francia. Alexis de Tocqueville llegó a afirmar que “en el Antiguo Régimen reinaba más libertad que en nuestros días”.

    Fue un proceso violento, sangriento por momentos, en el cual se intentó hacer tabla rasa con todas las cosas que olieran a pertenecientes al Antiguo Régimen, fueran buenas o malas (y Francia era, precisamente, en 1789, antes de la revolución, una de las naciones más poderosas del mundo) y edificar sobre ese solar una nueva sociedad. ¿Nos suena eso a algo?

    Los grandes totalitarismos del siglo XX aprendieron mucho de la Revolución Francesa y rescataron sabiamente para sus intereses lo peor de lo peor de la misma: un comité central que llegó a asumir todos los poderes, tribunales revolucionarios políticos, un control absoluto sobre la población mediante unos comités municipales de vigilancia asistidos por guardias de secciones repartidos por todo el país, la suspensión de todo tipo de garantías procesales, cometieron crímenes de Estado, una ley de sospechosos para perseguir a los ideológicamente contrarios a la revolución que permitió asesinar legalmente a millares de personas con la “igualitaria” guillotina, encarcelamientos preventivos masivos y deportaciones a ultramar e, incluso, un genocidio en la región de La Vendée, aún negado hoy por muchos historiadores.

    El 26 de agosto de 1789, la Asamblea Nacional Constituyente aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en la que se definían los derechos personales y colectivos como universales. Teóricamente, estaba inspirada en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, aunque, en la práctica, estaba influenciada por la doctrina de los derechos naturales. Como resultado, dos años después, cuando una minoría jacobina autolegitimada pretendió unificar mental y revolucionariamente Francia (o eso, o la hoja de la guillotina), eran papel mojado. Es cierto que se afirmaba el derecho a la vida, a la seguridad, a la libertad y a la resistencia a la opresión, en términos similares a los diseñados por Locke, en una serie de principios que habrían de informar una futura constitución. Pero, por otro, también estaba presente la influencia absolutista que en Rosseau se disfraza de democracia, la tiranía de la mayoría. Los jacobinos dieron a Francia un baño de sangre, en nombre de la “voluntad general”. Durante el siglo XX, esta corriente absolutista y democratista evolucionó hasta convertirse en maestra de las llamadas democracias populares. En el siglo XVIII, Rosseau fue el precursor del marxismo-leninismo.

    Se creó un homicida Comité de Salvación Pública, órgano del poder ejecutivo, bajo el mando de Maximiliem Robespierre, durante El Terror, período de dos años, entre 1792 y 1794, durante el cual se cree que hasta 40.000 personas fueron guillotinadas ante acusaciones de actividades contrarrevolucionarias. La menor sospecha de dichas actividades podía hacer recaer sobre una persona acusaciones que eventualmente la llevarían a la guillotina. Solo en septiembre de 1792, 1.200 prisioneros fueron ejecutados sin juicio, mientras Jean-Paul Marat, desde su periódico, proclamaba que la Revolución necesitaba 100.000 sacrificios en su altar para librarse del fantasma de la contrarrevolución. El propio Marat estableció el Comité de Vigilancia, cuyo papel declarado era eliminar de raíz a los contrarrevolucionarios, componiendo él mismo las listas negras.

    El aparato estatal era tan descomunal y estaba tan obsesionado por el control de hasta el último detalle de la vida de la gente que fagocitó toda la economía gala. El nuevo Estado se arrogó la exclusiva de la moral y hasta de la vida íntima de sus súbditos. La tabla rasa de la que he hablado al principio llegó hasta el punto de que el proyecto consistió en la intención de crear, desde el Estado, el perfecto ciudadano revolucionario. La locura jacobina de Robespierre y sus sans culottes impuso el uso del tuteo por considerar el lenguaje formal como contrarrevolucionario, el francés se decretó lengua revolucionaria, prohibiéndose los dialectos regionales, se consagró a nueva deidad, la diosa razón, en una grotesca ceremonia en la catedral de Notre Dame (en la que la divinidad fue representada por una prostituta…), los meses fueron rebautizados y la semana dejó de tener siete días, las festividades tradicionales fueron eliminadas en el nuevo calendario, introduciéndose cinco fiestas revolucionarias. Prácticamente, era el intento de imponer una nueva cosmovisión, la anterior era “contrarrevolucionaria”, y una novedosa idea del hombre, no como individuo sino como parte de una masa, sin la cual no es nada.

    El final del camino: la dictadura napoleónica, tan despótica y absolutista como el Antiguo Régimen y que sumió Europa en la devastación y la guerra mediante su agresivo imperialismo. Paradójicamente, de forma muy parecida a Adolf Hitler, siglo y medio después.

    No es de extrañar que muchos totalitarios actuales sientan verdadera fruición por la Revolución Francesa. La toma de la Bastilla o la escena de las masas tomando el Palacio de las Tullerías pintan magníficamente bien en ese áurea de romanticismo que siempre envuelve el pensamiento de la izquierda.

    La Revolución Francesa no debe ser referente para nadie que ame la libertad (salvo para algún “liberal” despistado). Los revolucionarios galos solo sustituyeron el poder absoluto del monarca por el del Estado. No limitaron el poder ampliando la libertad del individuo (quien pasó de una servidumbre a otra), sino que lo único que hicieron fue cambiarlo de manos.

    Gran diferencia con los puritanos de Cromwell que se defendieron de la agresión al Parlamento inglés por parte de un rey tirano o de los revolucionarios americanos. Estos siempre recelaron del poder e intentaron desde el principio limitarlo. Realmente, lo de Norteamérica a finales del siglo XVIII no fue una revolución propiamente dicha. Fue una guerra. Una guerra justa, por otro lado, para restaurar unos valores ingleses. Unos valores que la propia Inglaterra había traicionado. Es más, una guerra entre dos gobiernos constituidos. Nada de construcción de utopías partiendo de cero.

    Los principios desde los que partió la Revolución Americana fueron mucho más sanos, no hay duda. Lo cierto es que allí se partió de que no se podía redefinir al ser humano mediante la ingeniería social, como pretendían los jacobinos, sino que había que adaptar el sistema a sus vicios y defectos, asegurando que estos se mantuvieran a raya. En esto fue fundamental el puritanismo. Dos de cada tres habitantes de las colonias eran calvinistas, partían de que el hombre es corruptible por naturaleza, aunque Dios le pueda mover a hacer cosas buenas (a todos les ha dejado alguna impronta) y creían en la idea de la soberanía de Dios sobre todas las cosas y en la verdad revelada, una ley inmutable y preexistente al hombre. En Francia el dios fue el Estado y aquí estuvo otra diferencia, la tolerancia religiosa de América.

    La Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano francesa pudo partir de buenas intenciones (de buenismo) pero era voluntarismo puro y sus cimientos muy endebles: los derechos del hombre dependían de una declaración, del decisionismo, y de que quien tuviera el poder en sus manos respetase o no el acuerdo. De un contrato social que era un contrato de adhesión, no un reconocimiento de libertades inalienables. A los dos años, Robespierre y los suyos la habían convertido en nada.

    Hay otras cosas que no me gustan de La Grande Nation gabacha pero esta es la fundamental. También estaría el cuento que tienen: es la única nación que, tras ser barrida en una guerra en solo un mes y estar cinco años ocupada, después de finalizar la contienda se ha presentado como una de las vencedoras de la misma.

    Y, en fin, también están su fea bandera y su feo himno.



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    Mensaje por Shenin Mar Sep 11, 2012 11:32 pm

    Es curioso (o no tanto) que por ningún lado aparezca un análisis de las causas de ese "totalitarismo" jacobino, más allá de simplismos como "Robespierre=tirano loco" y otras lindezas. Nada se dice de los hechos que motivaron el terror (las sucesivas traiciones y sabotajes realistas). Además se idealiza la revolución inglesa de Comwell (que sustituyó un parlamento elegido por diputados de su confianza y se hizo proclamar Lord Protector de Inglaterra, Gales y Escocia).

    Para estos liberales la culpa siempre la tienen el "estatismo" y la "ingeniería social", pero nunca nos dicen por qué estos proyectos logran imponerse. Y la razón es obvia. Que esos "paraísos de la libertad" (cuya imperfección solo reconocen con la boca pequeña) no son tan "liberales" para la inmensa mayoría de la población (trabajadora).

    Tampoco se dice nada sobre la otra cara de la "guerra justa" de los norteamericanos, cuyo "orden liberal" se valió de la esclavización de los negros hasta bien entrado el siglo XIX y aun en el siglo XX seguía negándoles derechos civiles. Convendría que estos liberales recordaran cómo los primeros ideólogos ingleses del liberalismo eran profundamente racistas y colonialistas o cómo los firmantes norteamericanos de la Declaración de Independencia eran poseedores de esclavos. Grandes amantes de libertad individual, siempre que el individuo fuese blanco y burgués, claro está.

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