Después de la muerte de Roosevelt, las frecuentes advertencias que hiciera contra la desunión de las Naciones Unidas, fueron repetidas por el presidente Truman. Dirigiéndose a la décima y última sesión plenaria de la conferencia de las Naciones Unidas en San Francisco, el 26 de junio de 1945, Truman declaró:
«Las fuerzas de la reacción y de la tiranía de todo el mundo intentarán impedir que las Naciones Unidas permanezcan unidas. Hasta el último momento, incluso cuando la máquina de guerra del Eje estaba siendo destruida en Europa, trataron de dividirnos. Fracasaron, pero lo intentarán de nuevo. Ya lo están intentando ahora. Dividir y conquistar era — y sigue siendo — su plan. Continúan esforzándose para que un aliado sospeche de otro, odie al otro, abandone al otro. Pero sé que hablo en nombre de todos ustedes cuando digo qué las Naciones Unidas permanecerán unidas. No serán divididas...»
Pero mientras el presidente Truman pronunciaba estas palabras, representantes de su gobierno estaban ya lanzados por un camino que inevitablemente iba a crear dicha división.
La primera desunión importante entre las Naciones Unidas ocurrió en la propia conferencia de San Francisco. El punto de discusión era si la Argentina debía o no ser invitada a la conferencia y si debía admitírsele como miembro de la O.N.U. Los delegados británicos y americanos fueron los campeones de la causa argentina. El delegado soviético, V. Molotov, se opuso a que Argentina ingresara en las Naciones Unidas.
Amparada por el bloque anglo-americano de reciente creación, la Argentina fue admitida como miembro de la O.N.U.
Nueve meses más tarde, en febrero de 1946, en el gobierno de los Estados Unidos circulaba un informe oficial llamado «Libro azul sobre Argentina», en el que se probaba de manera concluyente y con evidencia documental «el carácter nazi-fascista del régimen argentino.» Entre otros datos, el Libro azul establecía que «los miembros del gobierno militar de Argentina colaboraron con agentes enemigos con fines de espionaje y de otro tipo, perjudicando el esfuerzo de guerra de las Naciones Unidas; que los grupos, organizaciones y dirigentes nazis se unieron a núcleos totalitarios argentinos para crear un Estado nazifascista; que el gobierno argentino ayudó al enemigo en asuntos económicos con el fin de proteger la potencia comercial industrial del Eje en Argentina, y que había conspirado con el enemigo para conseguir armas de la Alemania nazi» (1).
Al encabezar la lucha por la admisión de Argentina en la O.N.U., los gobiernos americanos y británico siguieron un camino que se alejaba de los fines que determinaron la creación de la Organización de las Naciones Unidas: la eliminación completa del fascismo en el mundo. Al imponer a la conferencia de San Francisco el ingreso de Argentina, los delegados americanos e ingleses, en lugar de combatir al fascismo, se convirtieron de hecho en sus campeones. Así fue como se manifestó por vez primera una nueva política de los gobiernos americano y británico: la llamada política de «mano fuerte» respecto a la U.R.S.S.
(1) El 14 de agosto de 1946, el Dr. Santiago M. Peralta, ministro de Emigración de Argentina, invitó oficialmente en nombre de su gobierno a mil dirigentes fascistas y a conocidos "quislings" europeos que se habían instalado en los países escandinavos, a que vinieran a establecerse de manera permanente en Argentina. Según el ministro Peralta, su gobierno ofrecía esta invitación porque, en opinión del mismo, estos dirigentes fascistas representaban "lo más selecto" de Europa. Peralta añadió que su gobierno esperaba que esta "élite" fascista se casara en Argentina con lo que se lograría el "mejoramiento racial" de su país.
Fuente:
MICHAEL SAYERS y ALBERT E. KAHN "La gran conspiración contra Rusia" Capítulo XXVI