[Comunicado del Gobierno Coreano]
Junto con sus títeres surcoreanos, Norteamérica intenta realizar a partir del venidero 8 de marzo los ejercicios militares conjuntos “Key Resolve” y “Foal Eagle”, simulacros de guerra nuclear de gran envergadura encaminados a asestar golpes anticipados a nuestra República.
Ambos tratan de encubrir la peligrosidad y gravedad de sus entrenamientos, explicando que son de “rutina” y de “defensa”, patraña que no convence a nadie.
La doctrina militar yanqui es la de guerra con ataques preventivos y su guión para agredir al Norte con sus acólitos surcoreanos se basa en la oferta de la “capacidad disuasiva de la expansión” que tiene como premisa el uso de artefactos nucleares contra nuestra República durante la emergencia, según un documento que elaboraron el año pasado.
De hecho, los ejercicios obedecen al “proyecto de operación 5027”, guión de una guerra total para ocupar a nuestra República con ataques anticipados.
Tanto las autoridades norteamericanas como las surcoreanas anuncian abiertamente que en los simulacros “se movilizarán equipos, capacidad y efectivos de toda índole”, con lo cual insinúan –de esto no cabe la menor duda– que también han tenido en cuenta a las fuerzas de guerra nuclear.
Lo más grave es el hecho de que EE.UU. insiste en llevarlos a cabo precisamente en estos momentos en que la comunidad internacional alza como nunca antes las voces a favor de la solución del asunto nuclear en la Península Coreana. Un proceder indudablemente intencional, dirigido a perturbar la paz e impedir la desnuclearización en esa región.
En la historia de las relaciones RPDC-Estados Unidos este jamás trató de arreglárselas sobre la base del respeto de soberanía sino pretendiendo desatar una guerra de hostigamiento.
Ya no es ningún secreto que en los años de 1990 la Administración norteamericana capitaneada por el Partido Demócrata intentó desencadenar una guerra contra nuestra República, tras la cortina de la desnuclearización. Aún hoy ese país nos amenaza cada vez más con sus ejercicios de guerra nuclear y conduce al fracaso todo esfuerzo por desnuclearizar la Península.
La realidad demuestra patentemente cuán apremiantes e importantes resultan para resolver ese asunto la concertación de un acuerdo de paz y la atenuación de las relaciones hostiles, y cuán justas son nuestras medidas de la posesión de la fuerza disuasiva nuclear frente al incesante chantaje militar yanqui.
La tarea de la desnuclearización no dará un paso de avance mientras perduren el real estado de guerra RPDC-EE.UU. y la amenaza nuclear norteamericana contra nosotros.
Si Estados Unidos sigue insistiendo en acosar infructuosamente a nuestra República, desmintiendo nuestras efectivas propuestas, no tendremos otra opción que la de seguir consolidando la fuerza disuasiva nuclear y los medios de su transporte.
Junto con sus títeres surcoreanos, Norteamérica intenta realizar a partir del venidero 8 de marzo los ejercicios militares conjuntos “Key Resolve” y “Foal Eagle”, simulacros de guerra nuclear de gran envergadura encaminados a asestar golpes anticipados a nuestra República.
Ambos tratan de encubrir la peligrosidad y gravedad de sus entrenamientos, explicando que son de “rutina” y de “defensa”, patraña que no convence a nadie.
La doctrina militar yanqui es la de guerra con ataques preventivos y su guión para agredir al Norte con sus acólitos surcoreanos se basa en la oferta de la “capacidad disuasiva de la expansión” que tiene como premisa el uso de artefactos nucleares contra nuestra República durante la emergencia, según un documento que elaboraron el año pasado.
De hecho, los ejercicios obedecen al “proyecto de operación 5027”, guión de una guerra total para ocupar a nuestra República con ataques anticipados.
Tanto las autoridades norteamericanas como las surcoreanas anuncian abiertamente que en los simulacros “se movilizarán equipos, capacidad y efectivos de toda índole”, con lo cual insinúan –de esto no cabe la menor duda– que también han tenido en cuenta a las fuerzas de guerra nuclear.
Lo más grave es el hecho de que EE.UU. insiste en llevarlos a cabo precisamente en estos momentos en que la comunidad internacional alza como nunca antes las voces a favor de la solución del asunto nuclear en la Península Coreana. Un proceder indudablemente intencional, dirigido a perturbar la paz e impedir la desnuclearización en esa región.
En la historia de las relaciones RPDC-Estados Unidos este jamás trató de arreglárselas sobre la base del respeto de soberanía sino pretendiendo desatar una guerra de hostigamiento.
Ya no es ningún secreto que en los años de 1990 la Administración norteamericana capitaneada por el Partido Demócrata intentó desencadenar una guerra contra nuestra República, tras la cortina de la desnuclearización. Aún hoy ese país nos amenaza cada vez más con sus ejercicios de guerra nuclear y conduce al fracaso todo esfuerzo por desnuclearizar la Península.
La realidad demuestra patentemente cuán apremiantes e importantes resultan para resolver ese asunto la concertación de un acuerdo de paz y la atenuación de las relaciones hostiles, y cuán justas son nuestras medidas de la posesión de la fuerza disuasiva nuclear frente al incesante chantaje militar yanqui.
La tarea de la desnuclearización no dará un paso de avance mientras perduren el real estado de guerra RPDC-EE.UU. y la amenaza nuclear norteamericana contra nosotros.
Si Estados Unidos sigue insistiendo en acosar infructuosamente a nuestra República, desmintiendo nuestras efectivas propuestas, no tendremos otra opción que la de seguir consolidando la fuerza disuasiva nuclear y los medios de su transporte.