INTELECTUALES Y CRÍTICA
texto de Montserrat Galcerán Huguet, de la Universidad Complutense de Madrid
Comienza el texto: ¿Qué es un intelectual?, ¿quién lo es?. ¿Es un periodista, un locutor de radio o de televisión, un profesor, una investigadora en física de partículas, un tertuliano de los programas radiofónicos, un cineasta, un compositor? ¿O tal vez un futbolista o un cantante, como propone provocativamente Santiago Alba?. Nos cuesta definir su figura, aunque todos ellos trabajen con el intelecto, con la palabra o con la imagen. Quizá sea que la definición tradicional de “intelectual” resulta demasiado estrecha para la nueva intelectualidad de masas y a la vez, ésta es demasiado difusa o parece inespecífica para ser denominada “intelectual”, en ocasiones es demasiado especializada o técnica, en otras escasamente creativa. El personaje “intelectual” nació con la transformación de la sociedad moderna, allá por el siglo XVIII y está representada en su primer momento por los “filósofos”, aquellos célebres pensadores ilustrados que acompañaron y precedieron a la revolución francesa. En su estilo representaban un compendio de las nuevas habilidades intelectuales de la época: formación literaria y pensamiento crítico, denuncia de los males de la sociedad y bosquejo de una alternativa, sátira feroz de las hipócritas costumbres de su época y tono panfletario y encendido. Reunían una serie de conocimientos y actitudes que les distinguían de los eruditos y académicos, pero sabían lo suficiente para hacerse respetar por aquellos (...)
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Comienza el texto: ¿Qué es un intelectual?, ¿quién lo es?. ¿Es un periodista, un locutor de radio o de televisión, un profesor, una investigadora en física de partículas, un tertuliano de los programas radiofónicos, un cineasta, un compositor? ¿O tal vez un futbolista o un cantante, como propone provocativamente Santiago Alba?. Nos cuesta definir su figura, aunque todos ellos trabajen con el intelecto, con la palabra o con la imagen. Quizá sea que la definición tradicional de “intelectual” resulta demasiado estrecha para la nueva intelectualidad de masas y a la vez, ésta es demasiado difusa o parece inespecífica para ser denominada “intelectual”, en ocasiones es demasiado especializada o técnica, en otras escasamente creativa. El personaje “intelectual” nació con la transformación de la sociedad moderna, allá por el siglo XVIII y está representada en su primer momento por los “filósofos”, aquellos célebres pensadores ilustrados que acompañaron y precedieron a la revolución francesa. En su estilo representaban un compendio de las nuevas habilidades intelectuales de la época: formación literaria y pensamiento crítico, denuncia de los males de la sociedad y bosquejo de una alternativa, sátira feroz de las hipócritas costumbres de su época y tono panfletario y encendido. Reunían una serie de conocimientos y actitudes que les distinguían de los eruditos y académicos, pero sabían lo suficiente para hacerse respetar por aquellos (...)
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